Mensaje 60
Lectura bíblica: Col. 3:5-11; 1 Co. 12:12-13; Gá. 3:27-28
En el segundo capítulo de Colosenses vemos que Cristo es el misterio de Dios (v. 2), la corporificación de la plenitud de la Deidad (v. 9), y la realidad de todas las cosas positivas (vs. 16-17). Como corporificación de Dios, Cristo es la realidad de todas las cosas positivas a fin de que lo disfrutemos. Cuando lo disfrutamos de este modo, inmediatamente comprendemos que Él es la Cabeza del Cuerpo (v. 19). En 3:4 Pablo dice además que Cristo es nuestra vida. En el mensaje anterior, hicimos notar que nosotros somos uno con Cristo en cuanto a posición, vida, vivir, destino y gloria.
Debemos prestar especial atención a lo dicho en cuanto la vida en Colosenses 3:4. Pablo ahí nos dice que Cristo es nuestra vida. Nada está más íntimamente relacionado con nosotros que nuestra propia vida. En realidad, nuestra vida es lo que nosotros mismos somos. Si no tuviéramos vida, dejaríamos de existir. Decir que Cristo ha venido a ser nuestra vida, equivale a decir que Él ha llegado a ser nosotros mismos, esto es, nuestra propia persona. Si Cristo no viniese a ser nuestra propia persona, ¿cómo podría ser nuestra vida? No podemos separar nuestra vida de nuestra persona. Puesto que Cristo es nuestra vida, Él no se puede separar de nosotros. Dado que nuestra vida es nuestro propio ser y ya que Cristo es nuestra vida, podemos afirmar que Él se ha convertido en nosotros mismos. Sin embargo, esto de ningún modo significa que nos estemos deificando, ni que estemos promoviendo la enseñanza de que nosotros evolucionamos hasta convertirnos en Dios.
No deberíamos estar satisfechos con el mero conocimiento doctrinal acerca de que Cristo es nuestra vida. Cristo debe ser nuestra vida en un sentido práctico y en términos de nuestra experiencia. Día tras día debemos experimentar a Cristo como nuestra vida. Él debe ser nuestra vida interior, y nosotros y Él debemos compartir una sola vida y un solo vivir.
Las palabras humanas no alcanzan expresar apropiadamente lo que significa que Cristo sea nuestra vida. Si bien éste es un asunto que todos podemos entender, no podemos expresarlo adecuadamente con palabras. No obstante, aunque no podamos definirlo cabalmente, sí podemos experimentarlo. No somos capaces ni aun de describir nuestra vida biológica. A pesar de que todos tenemos vida, no somos capaces de explicar lo que ella es. Si nuestra vida física es misteriosa, ¡cuánto más lo será Cristo como nuestra vida! Dios es el Creador de la vida, la única fuente de donde la vida procede. Aunque no podamos definirla, ni entenderla cabalmente, sí podemos experimentarla y disfrutarla. Del mismo modo que no podemos negar que tenemos una vida física, tampoco podemos negar el hecho de que Cristo mismo es nuestra vida. ¡Aleluya, tengo a Cristo como mi vida! Ya que poseemos otra vida diferente, es decir, a Cristo como nuestra vida, es posible vivir por otra vida. Esta vida es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria (1:27). Cristo es nuestra vida hoy en día, y con respecto al futuro Él es nuestra esperanza de gloria.
En Colosenses 3:10-11, Pablo comienza a hablar acerca del nuevo hombre. El nuevo hombre procede de Cristo, quien es el misterio de Dios que hemos de disfrutar. Cuando disfrutamos a Cristo como el misterio, la corporificación de Dios y la realidad de todas las cosas positivas, el primer producto o resultado de esto es el Cuerpo de Cristo. Entonces Cristo nuestra vida llega a ser real en nosotros en términos de nuestra experiencia así como el hecho de que estamos viviendo con Él. Finalmente, se produce un hombre corporativo, a saber, el nuevo hombre.
Hace poco tiempo, algunos hermanos de más de cincuenta iglesias nos reunimos para tener comunión. Durante esa reunión, tuve el sentir de que éramos un solo y nuevo hombre, y no un club social ni una organización. Reconocemos que aún nos hace falta más de Cristo en nuestra experiencia, pero con la medida de Cristo que ya poseemos, pudimos disfrutar mucho el nuevo hombre. Tenemos una experiencia parecida cuando nos reunimos con hermanos de diferentes países. Aunque hablemos diferentes idiomas y requiramos de traducción para comunicarnos, tenemos la sensación de que somos un solo y nuevo hombre. Aun con la experiencia que actualmente tenemos de Cristo, podemos conocer en cierta medida lo que es el nuevo hombre corporativo. El nuevo hombre es el producto que resulta cuando experimentamos a Cristo como la realidad de todas las cosas positivas, la corporificación de Dios y el misterio de Dios. Si entre nosotros hay algunos que no experimentan a Cristo ni lo disfrutan, nuestra comunión es estorbada. En general, todos nosotros disfrutamos a Cristo al menos en cierta medida. Nuestros idiomas pueden ser distintos, pero el disfrute que tenemos es el mismo. Este disfrute es el que nos permite entendernos y experimentar el nuevo hombre. Disfrutar a Cristo es lo que produce el nuevo hombre.
En Colosenses 2 y 3 vemos que Cristo es el misterio de Dios. Este Cristo llega a ser nuestro disfrute, y este disfrute produce en primer lugar el Cuerpo y, después, el nuevo hombre. Esta secuencia concuerda con nuestra experiencia. Cuando disfrutamos a Cristo como la realidad de todas las cosas positivas, llegamos a tomar conciencia del Cuerpo. Esto demuestra que nuestro disfrute de Cristo redunda en el Cuerpo de Cristo. Entonces, a medida que experimentemos a Cristo como nuestra vida y que tengamos un mismo vivir, un mismo destino y una misma gloria con Él, no sólo será producida la iglesia como Cuerpo de Cristo, sino también la iglesia como nuevo hombre. Quiero subrayar que cuando experimentamos a Cristo como la realidad de todas las cosas esenciales en nuestra vida diaria, esto produce la vida del Cuerpo. Asimismo, cuando experimentamos a Cristo como nuestra vida, esto da por resultado el nuevo hombre.
Si disfrutamos a Cristo como la realidad de todas las cosas positivas, lo tomaremos como nuestra comida, bebida, ropa, transporte y vivienda. Si luego lo disfrutamos y experimentamos como la vida misteriosa que mora en nuestro interior y si vivimos juntamente con Él, buscaremos las cosas de arriba, las cosas que están en los cielos, donde Cristo está intercediendo, ministrando y administrando la economía de Dios. En los cielos, Cristo está muy activo, de hecho, aun más activo que cuando estuvo en la tierra. Él está intercediendo por nosotros, pastoreando todas Sus iglesias y ministrando a los millones de santos. Él intercede por nosotros desde los cielos en Su calidad de Sumo Sacerdote. Ya que tenemos tal Sumo Sacerdote, podemos acercarnos “confiadamente al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He. 4:16). Mientras intercede por nosotros, Cristo nos imparte el suministro celestial de vida. Él es el Ministro celestial que ministra en los cielos (He. 8:1-2). Según lo que consta en Apocalipsis 5:6, Cristo, el Cordero que está en el trono, lleva a cabo la administración universal de Dios. Ya que Cristo está tan activo en los cielos obrando a nuestro favor, nosotros deberíamos buscar las cosas de arriba y fijar nuestra mente en ellas. Ciertamente debemos disfrutar a Cristo como nuestra comida, nuestra bebida, nuestro vestido y como las demás cosas necesarias para nuestra subsistencia; no obstante, debemos avanzar y buscar las cosas de arriba.
Buscar las cosas de arriba y fijar nuestra mente en ellas equivale a vivir a Cristo, a tener un solo vivir con Él. Eso significa que cuando Cristo ora en los cielos, nosotros debemos orar también en la tierra. Esto implica que debe haber una trasmisión entre el Cristo que ora en los cielos y nosotros, quienes oramos en la tierra. Es mediante esta trasmisión celestial que podemos orar en unión con Él. En otras palabras, nosotros respondemos en la tierra a la oración que Cristo efectúa en los cielos. Ninguno de nosotros debería estar desocupado, ya que todos tenemos la responsabilidad de responder a la trasmisión celestial de Cristo. Debemos vivir juntamente con Cristo, buscando las cosas de arriba y fijando nuestra mente en ellas. Cristo está en los cielos intercediendo, ministrando y administrando, y nosotros estamos en la tierra respondiendo a todo lo que Él hace en los cielos.
Jóvenes, no piensen que son demasiado jóvenes para cooperar con el ministerio celestial de Cristo. Aun los estudiantes de secundaria pueden buscar las cosas de arriba. C. H. Spurgeon empezó a ministrar en su pueblo cuando tenía tan solo diecisiete años, y a la edad de diecinueve años lo invitaron a que compartiera en una congregación bautista de Londres. Aun siendo joven, Spurgeon buscaba llevar a cabo en la tierra lo que Cristo estaba haciendo en los cielos. Si Spurgeon pudo empezar a servir al Señor de joven, hoy en día los jóvenes de las iglesias pueden hacer lo mismo.
Todos podemos experimentar a Cristo como la realidad de las cosas que necesitamos diariamente, y podemos también disfrutarlo al buscar las cosas de arriba. Cuanto más disfrutemos a Cristo como la realidad de las cosas positivas de nuestra vida diaria, más este disfrute nos conducirá a la vida de iglesia, a la vida del Cuerpo. Pero es necesario que prosigamos a disfrutar a Cristo como nuestra vida y vivamos en unión con Él, disfrutando de un mismo vivir juntamente con Él. Hoy Cristo vive en los cielos para interceder por las iglesias, impartir el suministro celestial de vida a los santos y llevar a cabo la administración de Dios. Sin embargo, la mayoría de los cristianos no corresponden en nada al vivir de Cristo en los cielos. Son semejantes a radios apagados o que no están sintonizados para recibir las ondas radiales. Pese a que Cristo está en los cielos ministrando y llevando a cabo una trasmisión celestial, muchos cristianos no responden a Su ministerio ni reciben Su trasmisión. Damos gracias al Señor por tantos santos de las iglesias locales que tienen sus “receptores” encendidos y en operación. Así, tan pronto sienten que Cristo ora en los cielos por un asunto particular, ellos se unen a Él para orar en la tierra por ese mismo asunto. Por ejemplo, pueden sentir que el Señor ora por la iglesia en Accra, Ghana, y entonces se unen para orar por esa iglesia. Al orar juntamente con Cristo de esta manera, llevamos un solo vivir con Él.
Buscar las cosas de arriba y llevar un solo vivir con Cristo es lo que produce la iglesia como nuevo hombre. Según la secuencia que vemos en Colosenses 3, primero experimentamos a Cristo como nuestra vida y vivimos juntamente con Él, y después, como lo indica 3:5-9, hacemos morir nuestros miembros terrenales y nos despojamos del viejo hombre con sus prácticas. Por último, nos revestimos del nuevo hombre (v. 10). En el versículo 5 Pablo nos exhorta a hacer morir nuestros miembros terrenales; en el versículo 8, a desechar ciertos asuntos negativos; y en el versículo 9 a despojarnos del viejo hombre con sus prácticas. Conforme al versículo 5, debemos hacer morir los apetitos de nuestro cuerpo caído. Según el versículo 8, debemos desechar las cosas malignas del alma caída. Por último, el versículo 9 nos exhorta a despojarnos completamente del viejo hombre. Despojarnos del viejo hombre es como quitarnos una vieja prenda de vestir. Sin embargo, sólo podemos llevar a cabo estas cosas cuando vivimos en unión con Cristo. Cuando vivimos en unión con Cristo, podemos despojarnos de los apetitos de la carne, desechar los aspectos malignos de nuestra alma caída, y despojarnos de la totalidad de nuestro viejo ser. Entonces, por el lado positivo, podremos vestirnos del nuevo hombre. Es al vivir juntamente con Cristo, experimentarlo como nuestra vida y buscar las cosas de arriba que desechamos todo asunto negativo y nos revestimos del nuevo hombre. La única manera de revestirnos del nuevo hombre es vivir con Cristo, disfrutarle como nuestra vida y buscar las cosas de arriba.
Si buscamos las cosas de arriba y vivimos en unión con Cristo, nos ocuparemos de lleno en la empresa de nuestro Amo. Nuestro corazón estará con Él en los cielos, donde Él intercede por las iglesias, abasteciendo a los santos y administrando el gobierno de Dios. Ésta debe ser nuestra preocupación y nuestro deseo. Si tomamos a Cristo como vida y buscamos las cosas de arriba de tal manera, nuestros miembros carnales serán aniquilados, los elementos malignos de nuestra alma caída serán desechados, y nos despojaremos del viejo hombre. Además de esto, automáticamente nos revestiremos del nuevo hombre.
Colosenses no debería ser meramente un libro de doctrina para nosotros, sino un libro de experiencia. Aunque el Cristo revelado en esta epístola es muy profundo, extenso y todo-inclusivo, es posible experimentarlo. Podemos experimentarlo como las diferentes cosas que necesitamos para nuestra subsistencia, y podemos disfrutarlo como nuestra vida, y vivir juntamente con Él. Además de esto, podemos buscar las cosas de arriba y fijar nuestra mente en ellas. ¿No aspira usted a ser uno con el Señor en los cielos y a que su corazón sea uno con el corazón de Él? ¿No anhela usted ser uno con Él en Su sacerdocio, ministerio y administración? Animo a todos los jóvenes a preocuparse por el propósito de Dios buscando las cosas de arriba y viviendo en unión con Cristo.
Esperamos que a medida que disfrutemos a Cristo, el nuevo hombre se manifieste y se exprese de una manera práctica. No queremos que el nuevo hombre sea una mera doctrina, sino una realidad y algo práctico para nosotros. El nuevo hombre no se forma empleando métodos organizativos. La sociedad o la religión pueden considerarse como organizaciones, pero no el nuevo hombre. El nuevo hombre llega a manifestarse únicamente cuando tomamos a Cristo como nuestra vida y vivimos juntamente con Él.
Es maravilloso disfrutar a Cristo como las cosas que necesitamos para nuestra subsistencia, pero es aun más maravilloso tomarle a Él como nuestra vida y vivir en unión con Él. Puedo testificar que cuanto más vivimos a Cristo y más nos preocupamos por Sus intereses, más felices somos. Mi único interés es el recobro del Señor junto con todas las iglesias y todos los santos. Mi deseo es que todos los santos experimenten a Cristo y crezcan en vida. No tengo ninguna otra carga ni ninguna otra preocupación; estoy completamente ocupado con el propósito de Dios. Debido a que los intereses de Cristo me ocupan por completo, soy muy feliz. Lo negativo no tiene cabida alguna en mí. Ocuparme en los intereses del Señor me hace sentir muy saludable.
Estoy feliz de que haya tantos jóvenes en el recobro del Señor. Ciertamente el recobro tiene un futuro glorioso. Todos debemos ocuparnos de los intereses del Señor. Mientras Él ora en los cielos, nosotros oramos en respuesta a Él en la tierra. De este modo, experimentamos la trasmisión entre Cristo y nosotros, la cual nos alegra y nos llena de gozo. Cristo trabaja en los cielos, y nosotros laboramos en la tierra. De esta manera, no solamente disfrutamos a Cristo como la realidad de todas las cosas necesarias para nuestra subsistencia, sino que además lo tomamos como nuestra vida y llevamos un vivir en unión con Él.
No vivimos juntamente con Cristo sin una meta definida; al contrario, esto tiene un propósito específico. Dicho propósito consiste en ser uno con Cristo en Su intercesión por las iglesias, en Su ministerio que imparte el suministro celestial de vida a los santos, y en Su administración del gobierno de Dios. Hemos indicado repetidas veces que el nuevo hombre es el resultado de así vivir en unión con el Señor. No podemos producir al nuevo hombre empleando métodos organizativos. El nuevo hombre es lo que resulta espontáneamente cuando tomamos a Cristo como nuestra vida y le vivimos.
El deseo del corazón de Dios es obtener el nuevo hombre. Éste era Su plan desde la eternidad pasada, y ésta fue la razón por la cual creó el universo y efectuó en Cristo la redención por nosotros. La predicación del evangelio y la nueva creación también tienen como fin producir el nuevo hombre. Ahora es el momento propicio para que Dios obtenga el nuevo hombre y éste se exprese en la tierra. Si tomamos a Cristo como nuestra vida y vivimos en unión con Él, el nuevo hombre aparecerá y el deseo de Dios se verá satisfecho.
En el nuevo hombre, Cristo es cada uno de los miembros. Pablo se refiere a esto en 3:11, diciendo: “Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. Esto significa que en el nuevo hombre no hay lugar para ninguna persona natural. Las diferencias regionales, culturales o nacionales no tienen cabida en él. Por ejemplo, en el nuevo hombre, no puede haber chinos, estadounidenses, californianos ni tejanos. Del mismo modo, en el nuevo hombre no tienen cabida los judíos ni los griegos, los religiosos ni los no religiosos, los cultos ni los incultos, ni los libres ni los esclavos. No hay lugar para raza, nacionalidad, cultura ni ningún rango social. En el nuevo hombre sólo hay lugar para Cristo. Cristo es ciertamente todos los miembros del nuevo hombre.
Quizás usted se pregunte cómo Cristo puede ser el todo en el nuevo hombre. Para que esto sea una realidad, debemos tomar a Cristo como nuestra vida y vivirlo a Él, y no a nosotros mismos. Si Cristo es el vivir de todos los santos, entonces Él será el único que existe en el nuevo hombre. Los estadounidenses dejarán de vivir una vida estadounidense, y los japoneses dejarán de vivir una vida japonesa. En lugar de ello, todos los santos vivirán a Cristo, sin importar cuál sea su nacionalidad. Entonces, de una manera real y práctica, Cristo será todos los miembros del nuevo hombre. Cristo será usted y yo. Debido a que todos vivimos a Cristo, y no a nosotros mismos, Él será todos nosotros, esto es, cada miembro del nuevo hombre.
En las iglesias locales no estamos tratando de ayudar a los demás a mejorar su vida natural; más bien, preferimos ayudarles a crucificar su persona natural y a sepultarla para que vivan a Cristo. La muerte de nuestra persona natural nos introducirá en la resurrección, donde podremos tomar a Cristo como vida. Puedo testificar que cuanto más experimento la crucifixión con Cristo, más le tomo como mi vida en resurrección y más le vivo a Él.
Por más oposición que recibamos de parte de la religión, tengo la certeza de que el nuevo hombre aparecerá. Los santos están aprendiendo a vivir a Cristo, y están haciéndolo parte de su constitución. Reunión tras reunión, Cristo se está forjando en los santos. Puedo testificar que ciertos hermanos que he conocido durante años han asimilado a Cristo de una manera gloriosa. Están experimentando verdaderamente la transformación del Señor. Nada me causa tanto gozo como ver que los santos tomen a Cristo como vida, le vivan a Él y busquen las cosas de arriba con miras al cumplimiento del propósito eterno de Dios.
En 3:11 Pablo no dice solamente que Cristo es el todo, sino también que está en todos. Dicho de otro modo, Cristo es por un lado todos los miembros, y por otro, está en todos ellos. Ya que Pablo dice que Cristo es el todo, ¿por qué necesita añadir que Él está en todos ellos? Si Pablo no hubiese añadido que Cristo está en todos, sino simplemente que Él es el todo, entonces habríamos pensado que en el nuevo hombre, sólo Cristo es necesario y no nosotros. No deberíamos pensar que, puesto que Cristo es todos los miembros en el nuevo hombre, éstos no son nada ni son necesarios. Por un lado, la Biblia no afirma que la razón por la cual ninguna persona natural tiene cabida en el nuevo hombre es que Cristo es todos los miembros. Por otro, Pablo sí dice que Cristo está en todos los miembros. El hecho de que Cristo esté en los miembros del nuevo hombre indica que los miembros siguen existiendo.
Cuando tomamos a Cristo como nuestra vida y vivimos en unión con Él, buscando las cosas de arriba, sentimos en lo más profundo de nuestro ser que somos uno con Cristo y que Cristo es nosotros mismos. Sin embargo, al mismo tiempo percibimos más profundamente todavía que Cristo está en nosotros. Por consiguiente, podemos afirmar que Cristo está en nosotros y que también Él es nosotros mismos. Somos parte del nuevo hombre al tener a Cristo en nosotros. En efecto, seguimos existiendo, pero no existimos independientemente de Cristo; somos aquellos en quienes Cristo mora. Es por eso que podemos regocijarnos y decirle al Señor: “Señor Jesús, cuando te tomo como mi vida y vivo en unión contigo, Tú llegas a ser mi propia persona. Soy totalmente uno contigo; pero, Señor, sigo existiendo todavía, porque Tú estás en mí. Estoy aquí, pero estoy aquí contigo”. Basándome en mi experiencia, creo que todos podríamos testificar lo mismo. Cuando vivimos a Cristo y somos uno con Él, podemos decir: “Señor Jesús, el que actúa no soy yo, sino Tú”. Sin embargo, al mismo tiempo, sentimos que estamos con el Señor y que Él está en nosotros.
En el nuevo hombre, Cristo es cada miembro y está en todos ellos. ¡Cuán maravilloso es esto! En esto consiste experimentar a Cristo no sólo como la realidad de las cosas que necesitamos para nuestra subsistencia, sino tomarle a Él como nuestra vida y ser uno con Él en Su empresa divina. Cuando somos uno con Él en esta medida, Él llega a ser nosotros, y nosotros vivimos teniéndolo a Él en nuestro interior. En cierto modo seguimos viviendo, pero no vivimos solos, sino con Cristo en nuestro interior. Creo firmemente que la intención del Señor es que cada día experimentemos más de esto, es decir, que tomemos más a Cristo como nuestra vida, vivamos en unión con Él, busquemos las cosas de arriba y coordinemos con Él para llevar a cabo el propósito eterno de Dios. Entonces todos podremos decir que para nosotros el vivir es Cristo y que Cristo vive en nosotros.