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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 7

PARTICIPAR DE CRISTO EN LA LUZ

  Lectura bíblica: Col. 1:12-13; Gn. 1:3; Sal. 36:9; 119:105 Is. 2:5; Mt. 4:16; Jn. 1:4; Hch. 26:18; 1 Jn. 1:5; Ap. 21:23

  En Colosenses 1:12 Pablo dice que el Padre nos hizo aptos “para participar de la porción de los santos en la luz”. Tal vez muchos lean este versículo sin prestar atención a la frase “en la luz”. Debemos disfrutar a Cristo como nuestra porción, en la luz. En este mensaje veremos lo que significa participar de Cristo, quien es la porción de los santos, en la luz.

  La Biblia revela que cuando Dios restauró el universo que había juzgado a causa de la rebelión de Satanás, lo primero que hizo fue hacer que apareciera la luz. Las tinieblas habían estado sobre la faz del abismo. Entonces dijo Dios: “Sea la luz” y fue la luz (Gn. 1:3). Esto ocurrió en el primer día. En el cuarto día vemos la luz de una forma más concreta: el sol, la luna y las estrellas. La luz del primer día era más bien abstracta y sin forma sustancial, pero en el cuarto día aparecieron los luminares sólidos. Por medio de esto vemos que la recreación, o restauración, del universo fue efectuada mediante la luz.

  En el Antiguo Testamento abundan las referencias sobre el tema de la luz. Por ejemplo, Salmos 36:9 dice: “En Tu luz veremos la luz”. En Salmos 119:105 el salmista declara: “Lámpara es a mis pies Tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Más adelante, Isaías 2:5 dice: “Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová”.

  Aunque la Biblia tiene mucho que decir acerca de la luz, es difícil dar una definición apropiada de la luz. La luz es real y sustancial, pero es misteriosa. Sin embargo, la Biblia indica que la luz constituyó un factor básico en la restauración del universo, y que la luz es necesaria para que el pueblo de Dios camine en Su presencia.

  Mateo 4:16 dice que mientras Jesús caminaba por Galilea, el “pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región y sombra de muerte, luz les amaneció”. En Juan 8:12 el Señor Jesús dijo que Él era la luz del mundo y que todo el que le siguiera jamás andaría en tinieblas, sino que tendría la luz de la vida. Sin embargo, si no le seguimos tomándole como luz, estaremos en tinieblas. Asimismo, en el momento de la conversión de Pablo, el Señor Jesús le encargó que abriera los ojos a las personas, a fin de que éstas se convirtieran de las tinieblas a la luz (Hch. 26:18). Esto indica que los incrédulos, ya sean judíos o gentiles, están en tinieblas. Todo aquel que no cree en el Señor Jesús está en tinieblas y necesita volverse de las tinieblas a la luz. Además, 1 Juan 1:5 dice que Dios es luz y que en Él no hay tinieblas. Si decimos que tenemos comunión con Él y andamos en tinieblas, mentimos. Puesto que Dios es luz, ciertamente andaremos en la luz mientras tengamos comunión con Él.

I. LA LUZ

  La Biblia revela que la luz está relacionada con Dios, la Palabra de Dios, Cristo, la vida de Cristo, los creyentes y la iglesia.

A. Dios

  Hemos mencionado que 1 Juan 1:5 dice que Dios es luz. Solamente Él es la fuente de luz. La Palabra de Dios, Cristo, la vida de Cristo, los creyentes y la iglesia, son luz, porque tienen a Dios como su fuente.

B. La Palabra de Dios

  Salmos 119:105 dice que la Palabra de Dios es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino, y 119:130 declara que la exposición de las palabras de Dios alumbra. La Palabra de Dios es luz porque contiene al propio Dios. Si la Biblia no contuviera a Dios, las palabras de la Biblia no podrían iluminarnos. El origen de la Biblia es Dios, y Dios es luz. Por lo tanto, las palabras de la Biblia son el resplandor de la luz.

C. Cristo

  En Juan 9:5, el Señor Jesús declaró: “Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo”. Dios y Cristo son uno; puesto que Dios es luz, Cristo también es luz. Cristo es la luz del mundo de una manera muy específica. El mundo mencionado en Juan 9:5 denota la sociedad, la humanidad. Así, Cristo es luz no sólo en un sentido general sino también específico, como la luz de la sociedad, de la humanidad.

D. La vida de Cristo

  La vida de Cristo es también luz. Juan 1:4 dice: “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Cuando recibimos a Cristo como vida, ésta llega a ser luz en nosotros, la cual resplandece sobre nosotros y nos alumbra interiormente.

E. Los creyentes

  Los creyentes también son luz. Al respecto el Señor Jesús dijo: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt. 5:14). En Filipenses 2:15 Pablo dice que los creyentes resplandecen “como luminares en el mundo”. Los luminares no poseen luz propia, sino que reflejan la luz que proviene de otra fuente. Los creyentes somos luminares. En nosotros mismos no tenemos luz; más bien, la luz proviene del aceite, del Espíritu, el cual arde en nosotros. La fuente de nuestra luz no es nosotros mismos, sino Cristo como Espíritu.

F. La iglesia

  En Apocalipsis 1:20 vemos que la iglesia es un candelero, un pedestal que sostiene una lámpara ardiente. La lámpara es Cristo con Dios en Él como luz (Ap. 21:23). En el universo sólo existe una luz, que es Dios mismo. El Dios Triuno es la luz única.

II. PARTICIPAR DE CRISTO EN LA LUZ

  Colosenses 1:12 indica que nosotros participamos del Cristo que es la porción de los santos en la luz. Puesto que solamente Dios es luz, debemos volvernos a Él y permanecer en Su presencia para participar de Cristo. Hemos sido llamados a la luz admirable de Dios (1 P. 2:9). Antes de ser salvos estábamos en completa oscuridad. Todo lo que éramos y todo lo relacionado con nuestra condición humana se hallaba en tinieblas. Cuando el evangelio vino a nosotros, vino con luz, lo cual hizo que nos arrepintiéramos delante de Dios. A medida que nos arrepentíamos, espontáneamente comenzamos a abrir nuestro ser a Él. En el momento en que nos arrepentimos y fuimos salvos, experimentamos que algo resplandeció dentro de nosotros. Creímos en el Señor Jesús y le dimos gracias por morir a nuestro favor, y lo recibimos como nuestro Señor y Salvador. Fue así que dicho resplandor se intensificó. Por tanto, en el momento de nuestra conversión, la luz penetró en nosotros. Muchos podemos testificar que en los días siguientes a nuestra salvación, experimentamos tal luz. En aquella luz Cristo llegó a ser nuestra porción. Aunque en ese momento no tuvimos esta clase de conocimiento, sí tuvimos tal experiencia.

  Sin embargo, después de haber sido salvos, fuimos distraídos y dejamos de prestar atención a este resplandor interior. Algunos obreros cristianos diligentes nos animaron a que prestáramos atención a las doctrinas y a las enseñanzas bíblicas. Por consiguiente, en lugar de permanecer en la presencia del Señor y valorar el resplandor interior, nos volvimos a las cosas buenas que no son Cristo mismo. Cambiamos la presencia de Cristo por las doctrinas, por algún tipo de observancia o práctica, y, por tanto, perdimos el resplandor interior. El resultado de esto es que volvimos a caer en tinieblas. Antes de ser salvos, estábamos en las terribles tinieblas del mundo; pero después de ser salvos, caímos en las tinieblas de las enseñanzas, observancias, obras, formalismos y los rituales religiosos. Tal vez algunas de estas cosas sean buenas, pero no son Cristo mismo. Una vez que fuimos distraídos y nos separamos de Dios, quien es la luz, perdimos el disfrute de Cristo, nuestra porción.

  En más de cincuenta años de tener contacto con cristianos, difícilmente he podido encontrar a alguien que hable de disfrutar a Cristo. ¿Conoce usted a algún cristiano que testifique que Cristo es su porción y que anime a otros a participar de Cristo y disfrutarlo? Cuando yo era joven, me enseñaron a seguir a Cristo y a seguir Sus pisadas. También me exhortaron a adorarle como el Señor y Amo de los cielos. Pero jamás me dijeron que podía disfrutar a Cristo. No me enseñaron que Cristo era mi provisión de vida y la porción que podía disfrutar.

  Cuando fuimos salvos, gustamos la dulzura de Cristo. En lo profundo de nuestro ser, percibimos cuán disfrutable es Cristo. Entonces, mediante la ayuda de los pastores, ministros y obreros cristianos, muchos de nosotros fuimos distraídos y apartados del disfrute de Cristo. Nos volvimos del sentir interior de la dulzura de Cristo al deber religioso. Esto nos condujo nuevamente a las tinieblas y se apagó el resplandor interior. Muchos de nosotros pasamos años en esta condición. Pero un día, en nuestra desesperación, pusimos a un lado nuestro deber religioso, nos volvimos al Señor y le clamamos. Le preguntamos qué nos había sucedido. Al volvernos al Señor, nos volvimos una vez más de las tinieblas a la luz. Entonces, en la luz, empezamos a disfrutar nuevamente a Cristo como la porción de los santos.

  La única manera de participar de Cristo y disfrutarlo es en la luz. Dios y Cristo son luz. Cuando nos volvemos al Señor y entramos en Su presencia, estamos en la luz y espontáneamente empezamos a disfrutarle como nuestra porción.

  Todos los cristianos debemos leer la Biblia. Sin embargo, es posible estar en tinieblas incluso mientras leemos la Palabra santa. Podemos leer las Escrituras sin estar en la presencia del Señor. Si hacemos esto, cuanto más estudiemos la Biblia, más estaremos en tinieblas, alejados de la presencia del Señor. La manera apropiada de leer las Escrituras no es sólo con la mente; debemos también leerla con un espíritu que busca al Señor, contemplando el rostro del Señor mientras leemos. Al orar-leer la Palabra, somos conducidos a la presencia del Señor de esta manera. Cuando leemos la Biblia ejercitando nuestro espíritu en oración y abriendo nuestro ser al Señor, somos conducidos a Su presencia. Espontáneamente nos encontramos en la luz, y Cristo llega a ser nuestra porción.

  Sin importar cuál sea nuestra manera de ser, tenemos una debilidad común: a todos nos gusta disputar. Pero cada vez que discutimos, entramos en tinieblas. Por no estar en la luz, no podemos disfrutar a Cristo como nuestra porción. Después de discutir, debemos arrepentirnos y hacer una confesión minuciosa delante del Señor. Mediante el arrepentimiento y la confesión somos conducidos de nuevo a la luz, y a Cristo como nuestra porción.

  Si estamos en tinieblas por haber disputado con alguien, no podemos disfrutar a Cristo. Tal vez asistamos a las reuniones, pero no tenemos disfrute de Cristo, debido a que no estamos en la luz. Si estamos en tinieblas, Cristo no puede ser nuestra porción. Él sólo puede ser nuestra pascua. Sin embargo, incluso el hecho de que Cristo sea nuestra pascua, requiere que nos arrepintamos y confesemos nuestras faltas. Si queremos disfrutar a Cristo como nuestra porción, no debemos permanecer en Egipto en tinieblas, sino que debemos volvernos completamente a Dios.

  Debido a que me he dado cuenta de que el discutir me conduce a las tinieblas, ya no me siento con libertad de altercar con otros. Una y otra vez, me he visto obligado a dejar de discutir, debido a la amenaza de las tinieblas. Entonces, oro al Señor y le pido que me perdone por haber expresado el yo. Por medio de tal arrepentimiento y confesión, la luz regresa, y puedo seguir disfrutando a Cristo.

  La luz es la presencia de Dios. Si queremos estar en la luz, debemos volvernos a Él desde nuestro interior. Entonces Su presencia se convertirá en luz resplandeciente. De esta manera, Cristo llega a ser la porción de los santos de una manera práctica.

  Si queremos tener comunión con Dios, debemos andar en la luz (1 Jn. 1:7). Tal vez seamos capaces de aparentar muchas cosas, pero en el asunto de disfrutar a Cristo en la luz no hay lugar para fingir. Podemos engañar a otros, pero no podemos engañar al Señor. Él es muy real, genuino, sincero y práctico.

  En Isaías 2:5 el profeta exclamó: “Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová”. En tiempos de Isaías, los hijos de Israel estaban ocupados con su religión, pero habían perdido la luz del Señor, debido a que sus corazones se habían desviado de Él. Ellos tenían el templo, el sacerdocio y los sacrificios; pero debido a que habían apartado sus corazones de Dios, se hallaban en tinieblas. No andaban en la luz. Por tanto, Isaías los exhortó a venir y a caminar a la luz del Señor. Éste fue un llamado a arrepentirse y a confesar sus pecados, para que fuesen conducidos a la presencia del Señor.

  Salmos 36:8 y 9 describe a una persona que se ha vuelto al Señor y está en la presencia del Señor. Tal persona está satisfecha con la grosura de la casa de Dios y bebe del torrente de Sus delicias. Conoce al Señor como el manantial de la vida y, en la luz del Señor, ve la luz. En tal luz, la porción de los santos se convierte en su deleite. Debemos permanecer en Cristo y caminar a la luz de la vida (Jn. 8:12) para poder participar de Cristo en la luz (Ef. 5:14).

  Debemos tener más y más contacto con el Señor. Debemos leer Su Palabra a cara descubierta y con un corazón abierto. Al tener comunión con el Señor y al seguir la unción interior, le experimentaremos como nuestra vida interior de una manera práctica. Esta vida es la luz. Si seguimos la unción interior, nos encontraremos en la luz. También somos conducidos a la luz cuando tenemos comunión con otros hermanos de una manera genuina. En la comunión está el resplandor de la luz. Además, debemos permanecer en la vida de iglesia y asistir a las reuniones, puesto que en la vida de iglesia y en las reuniones estamos en la luz. A menudo, mientras estamos en las reuniones de la iglesia, tenemos la sensación en lo profundo de nuestro ser de que estamos en la luz disfrutando de Cristo como nuestra porción. Todos éstos son medios por los cuales podemos estar en la luz a fin de disfrutar a Cristo como la porción de los santos.

  Ahora podemos entender por qué, después de que Pablo habla de la luz en Colosenses 1:12, él menciona en el versículo siguiente la potestad de las tinieblas. Era como si Pablo les estuviera diciendo a los colosenses: “Vosotros fuisteis librados de la potestad de las tinieblas. Pero ahora, habéis vuelto a ellas. Habéis perdido la luz a la cual habías sido trasladados”. Hemos dicho que en Colosenses la potestad de las tinieblas incluye observancias, ordenanzas, filosofías y diferentes “ismos”. Debido a la influencia de estas cosas, los colosenses fueron llevados cautivos, de la misma manera en que los hijos de Israel fueron deportados de la buena tierra a Babilonia. En cierto sentido, muchos cristianos hoy se han apartado del reino del Hijo del amor de Dios y de la esfera de la luz. Como resultado, han perdido su disfrute de Cristo como la porción de los santos.

III. LA LUZ DE LA VIDA SE ENCUENTRA EN LA ESFERA DE LA VIDA

  La luz es una esfera, y la esfera de luz es una esfera de vida. Eso significa que la luz de la vida es la esfera de la vida. Esta esfera de vida y luz es el reino del Hijo del amor del Padre. La luz nos rige al iluminarnos. Por tanto, cuando la luz de vida resplandece y gobierna, es un reino. Cuando estamos en la luz estamos en la esfera de la vida, en el reino del Hijo del amor del Padre. Este reino está en contraste con la potestad de las tinieblas, la cual es el reino de Satanás. La Nueva Jerusalén será la máxima consumación de la esfera de la vida. La ciudad en su totalidad será una esfera de vida, llena de luz. Tal esfera será la luz de la vida.

  Las tinieblas son disipadas por la luz (Gn. 1:2-3; Ap. 21:24; 22:5). Cuando la luz viene, las tinieblas se desvanecen.

  Si ustedes oran-leen los versículos que hemos estudiado en este mensaje, aprenderán de una manera práctica cómo permanecer en la luz, disfrutando a Cristo como la porción de los santos en su experiencia práctica. Espero que todos practiquemos el entrar en la luz, donde disfrutamos a Cristo como la porción de los santos.

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