Mensaje 10
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Lectura bíblica: Dn. 7:9-10, 13-14, 26-27
En este mensaje consideraremos más sobre la visión presentada en Daniel 7 con respecto a las cuatro bestias que emergen del mar Mediterráneo. Hemos visto que estas cuatro bestias son espantosas y temibles, las cuales hacen lo que quieren, como si no hubiera un Dios en el universo. Sin embargo, este capítulo nos revela que el Anciano de Días todavía está en el trono.
Daniel 7:9 y 10 hablan de Dios y Su dominio universal.
El versículo 9a dice: “Estuve mirando / hasta que fueron puestos tronos, / y se sentó el Anciano de Días. / Su ropa era como nieve blanca; / y el cabello de Su cabeza como lana pura”. Esto quiere decir que Dios es anciano.
Su trono era llamas de fuego; las ruedas del mismo eran fuego ardiente; y un río de fuego procedía y salía de delante de Él (vs. 9b-10a). Todo alrededor de Él es fuego, lo cual significa que Dios es absolutamente justo y completamente santo. Sin santidad nadie puede ver al Señor ni contactarlo (He. 12:14).
Miles de miles le ministraban, y miríadas de miríadas estaban de pie delante de Él (Dn. 7:10b). Este vasto número de ángeles le ministran para Su servicio y están de pie delante de Él para Su gloria.
El tribunal estaba sentado, principalmente con la finalidad de juzgar a los cuatro imperios humanos representados por las cuatro bestias salvajes (vs. 10c, 26). Un tribunal especial, cuyo centro es el trono de Dios, ha sido establecido en el universo con la finalidad de juzgar a los cuatro imperios humanos. Todo lo que sea juzgado por este tribunal será echado al fuego ardiente.
Con respecto a Sus juicios, Dios otorgó todo el poder y la autoridad a Jesucristo, quien es el Hijo del Hombre (Jn. 5:22). Por tanto, Daniel 7:13 y 14 describen la venida del Hijo del Hombre: Cristo.
Según el versículo 13a, Cristo vino como Hijo del Hombre con las nubes del cielo.
El Hijo del Hombre, Cristo, llegó hasta el Anciano de Días y se le hizo acercarse delante de Él (v. 13b). La venida mencionada aquí es la ascensión de Cristo.
Daniel 9:26, en referencia a la muerte de Cristo por nuestra redención, dice que se le quitará la vida al Mesías. Éste fue un gran logro, la obra de redención, logrado por Cristo en Su primera aparición sobre la tierra. Después que Cristo realizó la obra de redención, Él ascendió a los cielos.
Esto puede mencionarse en Daniel 7 porque con Dios no existe el elemento del tiempo. A los ojos de Dios, inmediatamente después de efectuar la redención, Cristo ascendió a los cielos, yendo a Dios a fin de recibir el reino. Esto indica que desde el punto de vista de Dios, el reino viene inmediatamente después de la redención.
Daniel no sabía acerca de la iglesia. Al igual que Abraham, David y los otros profetas, Daniel no vio el misterio de la iglesia, misterio que estuvo escondido a lo largo de las eras y las generaciones. Daniel no sabía que entre la primera y la segunda aparición de Cristo habría un período de tiempo en el cual Dios realizaría una obra maravillosa y misteriosa con base en la redención efectuada por Cristo. Esta obra consiste en regenerar a Su pueblo redimido para después santificarlo, renovarlo, transformarlo y conformarlo a la imagen gloriosa de Cristo. Según la visión recibida por Daniel, Cristo efectuó la redención e inmediatamente después vino a Dios en ascensión a fin de recibir el reino.
A Él le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y Su reino es uno que no será destruido (v. 14; Lc. 19:12, 15a). Éste es el reino de Cristo; también es el reino de Dios.
En Su segunda aparición Cristo vendrá como una piedra (Mt. 21:44b) cortada no con manos (no por manos de hombre) para herir a la gran imagen humana (el gobierno humano sobre la tierra) en sus pies de hierro y barro cocido (el Imperio romano bajo el anticristo) y desmenuzar el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro (la totalidad del gobierno humano sobre la tierra). Todos los materiales que constituyen la gran imagen serán hechos como tamo de las eras del verano, y el viento se los llevará sin que se halle rastro alguno de ellos (Dn. 2:34-35a, 45a). La cultura acumulada de todos los imperios representados por el oro, la plata, el bronce, el hierro y el barro cocido será desmenuzada por esta piedra. Por tanto, el Señor depurará la totalidad de la vieja creación.
Como la piedra cortada no con manos, Cristo se convertirá en un gran monte (un gran reino: el reino eterno de Dios) y llenará toda la tierra para siempre (2:35b, 44). En Marcos 4 Él fue sembrado como una pequeña semilla para llegar a ser el reino de Dios, pero Él crece en Su aumento para llegar a ser una piedra, el reino aumentado de Dios. Entonces, Él aumentará más y más hasta llegar a ser un gran monte, el reino eterno de Dios. Éste es el Cristo que todo lo llena en todo, y la iglesia es Su Cuerpo.
La venida de Cristo pondrá fin a la totalidad del gobierno humano sobre la tierra desde sus etapas finales hasta sus inicios e introducirá el reino eterno de Dios.
Al desmenuzar aquella gran imagen de los pies a la cabeza, Cristo ejecuta el juicio universal sobre la totalidad del gobierno humano, que abarca desde el anticristo hasta Nimrod. De este modo Cristo depurará la vieja creación. En Su primera venida, Cristo puso fin a la vieja creación mediante Su muerte en la cruz; después, en Su resurrección, Él hizo germinar la nueva creación. Todo esto es misterioso. Externamente, el mundo permanece igual, y el gobierno humano iniciado con Nimrod continúa existiendo. Por esta razón, se hace necesaria la segunda venida de Cristo, Su segunda aparición, para depurar la vieja creación de manera externa y física al aplastar la gran imagen humana. Esa depuración de la vieja creación en cuanto a su gobierno humano introducirá el reino eterno y universal de Dios. En el reino, el Señor disfrutará del fruto de Su obra, a saber: ser uno con Su pueblo redimido.
El libro de Daniel tiene una característica particular: traza las líneas demarcatorias de las eras.
Primero, al quitársele la vida al Mesías (la crucifixión de Cristo) en 9:26, se puso fin a la era de la vieja creación para la germinación de la era de la nueva creación en la resurrección de Cristo. En Su crucifixión Cristo, el postrer Adán, puso fin a la vieja creación, y en Su resurrección Él llegó a ser el Espíritu germinador, el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b) a fin de hacernos germinar a nosotros en Su resurrección.
Pablo dice que la muerte de Cristo puso fin a la vieja creación, pues nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él (Ro. 6:6). Poner fin de este modo a la vieja creación tiene por finalidad hacer germinar la nueva creación. En 2 Corintios 5:17 Pablo dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es”. En Gálatas 6:15 él procede a decir: “Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. Esta nueva creación es la iglesia. Por medio de la resurrección de Cristo se nos hizo germinar —esto es, se nos vivificó, fuimos regenerados— para ser hechos hijos de Dios como nueva creación a fin de llegar a constituir el Cuerpo de Cristo. Cuando Él se convierta en el Rey que gobierne toda la tierra, nosotros formaremos parte de Él. Él será el Rey, y nosotros seremos sus co-reyes.
La manifestación venidera de Cristo (Dn. 7:13-14) pondrá fin a la era del gobierno humano sobre la tierra en la vieja creación (iniciado desde Babel en tierra de Sinar —Gn. 10:8-12; 11:2-4— y que será destruido al final de la era presente), y dará inicio a la era del dominio de Dios sobre toda la tierra en el milenio y en el cielo nuevo y la tierra nueva. El universo entero será nuevo.
Hay dos cosas que constituyen un problema para Dios: la vieja creación producida a partir de Adán y el gobierno humano. Según la visión en Daniel 7, todo tipo de gobierno humano es una bestia. El primer problema, la vieja creación, fue resuelto por medio de la muerte de Cristo. El segundo problema, el gobierno humano, será resuelto por la venida de Cristo como piedra cortada no con manos, que viene para desmenuzar la gran imagen humana, con lo cual se dará fin a la era del gobierno del hombre sobre la tierra en la vieja creación.
Las setenta semanas reveladas en 9:24-27 muestran las líneas que demarcan la era del retorno de Israel de su cautiverio y la reedificación de su templo santo y de su ciudad santa hasta la crucifixión de Cristo; la era del misterio (la era de la iglesia), cuya duración es desconocida; y los últimos siete años de la era presente, que introduce el milenio así como el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad.
Es imprescindible que tengamos una clara visión del capítulo 7 de Daniel. Este capítulo abarca un período muy amplio: desde Babilonia, la primera bestia, hasta el cielo nuevo y la tierra nueva. Si tenemos esta clara visión, sabremos dónde estamos hoy en día con respecto a las partes que forman la gran imagen humana. Creo que estamos cerca al tiempo que corresponde a los diez dedos.
En 7:15-28 vemos que a Daniel le fue dada la interpretación de la visión que había visto en los versículos del 1 al 14.