Mensaje 12
Lectura bíblica: Dn. 9:26; 2:35, 44; 7:13-14; 3:23-25; 10:4-9; 4:17, 25-26; Ap. 19:7-9, 11-16, 19-21; 17:14
Aunque el libro de Daniel es breve, aborda muchos asuntos y habla acerca de muchos eventos y personas; además, contiene muchas lecciones espirituales para nosotros. Pero por encima, detrás y dentro de todas estas cosas hay algo más, y esto es la economía de Dios. Por supuesto, la expresión economía de Dios no es hallada en Daniel; ni tampoco se halla en ninguna otra parte del Antiguo Testamento. No obstante, la economía de Dios es revelada en este libro. Todos debemos ver la economía de Dios en el libro de Daniel. Si vemos esta visión de la economía de Dios, todo nuestro ser será cambiado.
Cristo es la centralidad y universalidad de la economía de Dios, y la economía de Dios tiene por finalidad que Cristo sea la centralidad y universalidad en el mover de Dios. Esto es lo que tenemos que ver en nuestra lectura del libro de Daniel. Las diversas lecciones espirituales y detalles históricos abordados en este libro son muy buenos, pero son secundarios. Lo primordial es que en Su economía, en Su plan con Su arreglo, Dios desea hacer de Cristo la centralidad y universalidad de Su mover en la tierra.
Con respecto a tal Cristo, el libro de Daniel aborda cinco puntos principales: la muerte de Cristo, la manifestación venidera de Cristo, Cristo como Hijo del Hombre que viene al trono de Dios para recibir dominio y un reino, Cristo como Compañero de los testigos de Dios que padecen tribulación, y la excelencia de Cristo. Quisiera decir algo con respecto a estos puntos.
El primer asunto es la muerte de Cristo, Su crucifixión. Al respecto, 9:26 dice: “Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías”. Estas palabras son sencillas, pero ricas en lo que implican.
La muerte de Cristo fue todo-inclusiva, es decir, abarcó todo cuanto hay en el universo. El ítem principal al que se le puso fin mediante la muerte de Cristo fue la vieja creación. Después de la obra de Dios en la creación, Satanás intervino para corromper, envenenar, devastar y arruinar la creación de Dios. Como resultado de ello, toda la vieja creación no solamente se volvió corrupta, sino que se volvió la corrupción misma. No obstante, Dios todavía se vale de esa creación corrupta para producir la nueva creación mediante la muerte y resurrección de Cristo.
El más grande logro de Cristo en Su primera aparición consistió en poner fin a toda la creación por medio de Su muerte. Al hacer esto, sin embargo, hay algo que se levanta, esto es: la resurrección de Cristo. En Su resurrección Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) a fin de vivificar, hacer germinar, regenerar, a algunos de los que están en la vieja creación para que sean la nueva creación. Esta nueva creación comienza con los creyentes como hijos de Dios y los miembros de Cristo como constituyentes de Su Cuerpo. Este Cuerpo crecerá y, con el tiempo, consumará en la Nueva Jerusalén (Ap. 21—22), que es la suma total y la consumación de la nueva creación de Dios. Todo esto se halla implícito en la primera venida de Cristo con Su muerte y resurrección.
En todo el universo, la muerte de Cristo con Su resurrección es el gran hito demarcatorio de las eras. Su muerte ha depurado el universo entero al poner fin a la vieja creación en términos espirituales.
Aun cuando se puso fin a la vieja creación, externamente el mundo continúa igual. Por esta razón existe la necesidad de que la segunda venida de Cristo depure el universo entero en términos físicos y materiales. En particular, existe la necesidad de que la segunda venida de Cristo ponga fin al gobierno humano.
Según Daniel 2:35 y 44, Cristo vendrá como piedra cortada no con manos a fin de desmenuzar la gran imagen humana de los pies a la cabeza. En Su venida como tal piedra, Él desmenuzará al anticristo con sus diez dedos. Sin embargo, Él no vendrá solo, sino que vendrá con Su novia (Ap. 19:11, 14). Antes de Su venida Él tendrá una boda, en la cual Sus vencedores se unirán a Él como una sola entidad (vs. 7-9). Mientras que Daniel 2 afirma que Cristo viene como piedra no cortada con manos, Apocalipsis 19 afirma que Cristo viene como Aquel que tiene Su novia en calidad de ejército Suyo.
Cristo es Dios que desciende para combatir contra la humanidad rebelde, y la humanidad es representada por un hombre que es uno con Satanás: el anticristo. Dios mismo está corporificado en Cristo; Cristo está con Su novia, los vencedores; y el anticristo es uno con Satanás y uno con los diez reyes y sus ejércitos. Estas dos entidades —Cristo y el anticristo— combatirán entre sí. El hombre combatirá contra Dios directamente (Ap. 19:19-21; 17:14). Las personas más malvadas sobre la tierra serán reunidas por el anticristo en un solo lugar, esto es, las uvas serán reunidas en el lagar (19:15; 14:19-20). Entonces Cristo vendrá no solamente para desmenuzar los diez dedos, sino también para pisar el lagar. Éste será el desmenuzamiento del gobierno humano efectuado por Cristo.
Después de desmenuzar el gobierno humano, Dios habrá depurado el universo entero. La vieja creación se habrá ido, y el gobierno humano será hecho como tamo que el viento se lleva. Entonces el Cristo corporativo, Cristo con Sus vencedores, se convertirá en un gran monte que llenará la tierra entera, haciendo de toda la tierra el reino de Dios (Dn. 2:35, 44). Entonces, tanto la tierra como el cielo serán hechos nuevos para que Dios pueda ejercer Su reinado.
Daniel 7:13-14 revela que ahora Cristo como Hijo del Hombre está delante del trono de Dios para recibir dominio y un reino. Él está realizando todos los preparativos para regresar a regir sobre el mundo entero con el reino de Dios.
Al mismo tiempo que se prepara para regresar con el reino, Cristo es también el Compañero del pueblo de Dios que padece tribulación (3:23-25). Debido al gobierno errado, el pueblo de Dios está en el “horno”; no obstante, Cristo está con ellos.
Además, 10:4-9 revela a Cristo en Su excelencia. Todo aspecto de Cristo es excelente y precioso. Cristo es Aquel que es excelente en el universo entero. Esta Persona excelente es la centralidad y universalidad de la economía de Dios.
El libro de Daniel también revela que Cristo llega a ser para el pueblo elegido de Dios su centralidad y universalidad por medio del entorno en que ellos están. Por medio de las naciones que constituyen el entorno de Israel, en los días venideros Dios, con el tiempo, hará de Cristo la centralidad y universalidad de Israel. El principio que se aplica a nosotros en la actualidad es el mismo. En la presente era del misterio, la cual no es revelada en Daniel, Dios se vale de nuestro entorno a fin de hacer que Cristo sea la centralidad y universalidad para nosotros.
Como personas, nosotros no somos simples. Por un lado, como creyentes en Cristo, somos el pueblo elegido de Dios; por otro, formamos parte de la vieja creación, lo cual incluye cosas tan negativas como las bestias descritas en Daniel 7. Por ser el pueblo elegido de Dios, es necesario que Cristo sea forjado en nosotros como nuestra centralidad y universalidad. Sin embargo, la vieja creación en nosotros es, a veces, como una de las bestias, y otras veces, como un Nabucodonosor o un anticristo, los cuales buscan derrotar, capturar, poseer y utilizar a los elegidos de Dios. Puesto que, de este modo, somos personas complejas, nosotros también debemos ser un Daniel y abrir nuestras ventanas en dirección a Jerusalén y orar pidiendo que Cristo intervenga para eliminar, aniquilar, todo aquello en nosotros que es natural y forma parte de la vieja creación.
Cristo llega a ser nuestra centralidad y universalidad por medio de Su manifestación en dos aspectos. Primero, Él ha venido para darnos fin como vieja creación, y después para hacernos germinar como nueva creación. Segundo, Él vendrá para eliminar a todas las bestias. Dependiendo de nuestra cultura y nacionalidad, todos tenemos nuestras propias bestias. Aquellos que proceden de una parte del mundo tienen una clase de bestia, y los que vienen de otra parte del mundo tiene otra clase de bestia. Necesitamos que Cristo reciba el reino de parte de Dios y venga a desmenuzar a todas las bestias y, entonces, llegue a ser un gran monte que nos incluya a todos nosotros y que llene toda la tierra para ser el reino de Dios. Al darnos fin y hacernos germinar, y al desmenuzar a todas las bestias en nosotros, Cristo es forjado en nuestro ser para llegar a ser nuestra centralidad y universalidad.
El libro de Daniel aborda tres asuntos cruciales: el gobierno celestial de Dios, la preeminencia de Cristo y la porción del pueblo de Dios. En Su economía, Dios administra el universo a fin de cumplir Su propósito. Su propósito consiste en darle la preeminencia a Cristo en todas las cosas. La intención de Dios es, por tanto, que Cristo sea preeminente. Para que Cristo sea preeminente, Dios tiene necesidad de un pueblo. Si Dios no tuviera un pueblo, sería imposible que Cristo fuese hecho preeminente.
Como aquellos que han sido escogidos por Dios para ser Su pueblo con miras a la preeminencia de Cristo, nos encontramos bajo el gobierno celestial de Dios. Al respecto, el principio es el mismo tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Bajo el gobierno celestial de Dios, todas las cosas cooperan para nuestro bien (Ro. 8:28). Esto es especialmente cierto en lo referente a nuestro universo personal. Nuestro universo nos incluye a nosotros mismos, a nuestra familia y a la iglesia. En nuestro universo, muchas cosas suceden día tras día con el propósito de hacer que Cristo sea preeminente. Debemos comprender esto y ser sumisos al gobierno celestial de Dios.
En 4:26 Daniel le dijo a Nabucodonosor: “Tu reino te quedará firme después que reconozcas que son los cielos los que gobiernan”. Son los cielos los que gobiernan, no Nabucodonosor, ni Ciro ni Alejandro Magno, ni la enfermedad, ni el disturbio ni la rebelión. La tierra está bajo el gobierno de una administración celestial. Los cielos gobiernan para nosotros, y Cristo es para nosotros; más aún, estamos bajo el gobierno celestial de Dios para Cristo. El propósito de este gobernar celestial consiste en completar a los elegidos de Dios, de modo que Cristo pueda ser preeminente, de modo que Él pueda ser el primero, la centralidad, y pueda serlo todo, la universalidad.
Debido a que los cielos son los que gobiernan, Cristo está con nosotros en todas nuestras situaciones. Cuando estamos enfermos, Él está con nosotros. Cuando estamos en disturbios, Él está con nosotros. Puedo testificar de que podemos disfrutar de Su presencia en medio de los disturbios y las rebeliones.
Todos tenemos que aprender estas tres cosas: que este universo está bajo la administración de Dios; que la intención de Dios en Su administración es hacer que Cristo sea preeminente, o sea, que Él tenga el primer lugar en todo; y que para la realización de la intención de Dios, nosotros, Su pueblo, Sus elegidos, tenemos que brindarle nuestra mejor coordinación y cooperación. Mediante nuestra coordinación y cooperación, Dios llevará Su intención eterna a Su consumación al hacer que Cristo sea preeminente mediante el gobierno de los cielos.