Mensaje 18
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Lectura bíblica: Dt. 21:18-23; 22:13-30
En este mensaje consideraremos otros asuntos relacionados con el gobierno entre el pueblo.
En 21:18-21 hay una palabra en cuanto a la ordenanza concerniente a un hijo obstinado y rebelde.
Si alguno tenía un hijo obstinado y rebelde, que no escuchaba la voz de sus padres, aunque le hubiesen disciplinado, sus padres debían tomarle y sacarle ante los ancianos de la ciudad, a la puerta del lugar donde vivían (vs. 18-19). Entre los hijos de Israel en tiempos de antaño, la puerta se refería al lugar donde se reunía la congregación.
Los padres debían decirles a los ancianos de su ciudad que su hijo era obstinado y rebelde, y que no los escuchaba, y que era glotón y borracho (v. 20).
Todos los hombres de la ciudad debían apedrear al hijo hasta la muerte. La realización de la sentencia de muerte tenía que ver con la teocracia, no con la opinión humana. Mediante la ejecución del hijo obstinado y rebelde se quitaba el mal de en medio de los hijos de Israel, y todo Israel oía y temía (v. 21).
Debe de haber sido muy difícil para los padres del hijo obstinado y rebelde traerle a los ancianos de su ciudad y luego verle morir apedreado. Con todo, a los padres de tal hijo se les requería hacerlo. De lo contrario, ellos habrían amado a su hijo más que al pueblo de Dios. Permitir que esa persona malvada permaneciera entre el pueblo los habría perjudicado. Por consiguiente, el mal tenía que ser quitado por completo de en medio de los hijos de Israel.
Deuteronomio 21:22-23 habla respecto a colgar al criminal en un madero. Al criminal se le podía ejecutar no sólo mediante apedreamiento, sino también colgándolo en un madero. A Esteban se le dio muerte apedreándolo (Hch. 7:58-59), mientras que al Señor Jesús se le dio muerte crucificándolo, es decir, colgándolo en un madero. La persona que era colgada en un madero según Deuteronomio 21:22-23 tipifica al Cristo crucificado.
Si en alguno había un pecado, una causa digna de muerte, y se le daba muerte colgándole en un madero, su cuerpo no debía pasar la noche sobre el madero, sino que tenía que ser enterrado ese mismo día, porque maldito por Dios es el colgado (vs. 22-23). Ésta fue exactamente la situación cuando el Señor Jesús fue crucificado (Jn. 19:31). Él fue sepultado el mismo día de Su crucifixión.
El que era maldecido y colgado en el madero tipifica a Cristo, quien fue maldecido y colgado en la cruz para redimirnos de la maldición de la ley (Gá. 3:13).
Deuteronomio 21:22-23 muestra un principio importante, a saber: que el Antiguo Testamento no se escribió principalmente por causa de los hijos de Israel, sino principalmente por causa de Cristo. El principal propósito del Antiguo Testamento es presentar a Cristo de diversas maneras. Por esta razón Lucas 24:27, refiriéndose al Señor Jesús, dice: “Comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les explicaba claramente en todas las Escrituras lo referente a Él”. Además, al abrir el entendimiento de los discípulos para que comprendieran las Escrituras, les dijo: “Era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de Mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos” (v. 44). En Deuteronomio 21 vemos un tipo del Cristo que fue colgado en el madero, en la cruz. Pedro usa la palabra madero cuando habla de la crucifixión del Señor: “Quien llevó Él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero” (1 P. 2:24).
En Deuteronomio 22:13-30 y 24:1-4 tenemos las ordenanzas concernientes a asuntos matrimoniales.
Los padres de la mujer debían llevar el caso a los ancianos de la ciudad. Si se comprobaba que la acusación del marido no era cierta, los ancianos debían tomar al hombre, disciplinarle y multarle por cien siclos de plata, los cuales daban al padre de la esposa. El hombre debía tenerla por mujer; no podía despedirla en todos sus días (vs. 13-19). Pero si la afirmación del marido resultaba ser verdad, y la mujer no era hallada virgen, debían sacarla a ella a la puerta de la casa de su padre, y los hombres de la ciudad debían apedrearla hasta la muerte (vs. 20-21).
En el versículo 22 encontramos el caso de un hombre que es hallado acostado con una mujer casada con marido. En ese caso, a los dos se les debía dar muerte. Así se quitaba completamente de Israel el mal de la fornicación. Dios es misericordioso y compasivo; no obstante, Él no quiere ver que Su pueblo se contamine delante de Él. Por consiguiente, en un caso como el del versículo 22, la sentencia era inmediata y absoluta.
En los versículos 23 y 24 encontramos el caso de un hombre que se acuesta con una joven virgen desposada que halla en la ciudad. Ambos debían ser muertos apedreados a la puerta de la ciudad: la joven porque no dio voces en la ciudad, y el hombre porque humilló a la mujer de su prójimo.
La expresión la mujer de su prójimo del versículo 24 indica que, a los ojos de Dios, el desposorio, o sea, contraer esponsales, equivale al matrimonio. Esto significa que, según la perspectiva de Dios, una vez que un hombre y una mujer se desposan, ellos son marido y mujer. Por consiguiente, cancelar un desposorio equivale a divorciarse. Esto lo muestra el caso de María y José en Mateo 1. María había sido desposada, había contraído esponsales, con José, pero debido a que ella se halló encinta, él pensaba “despedirla”. Sin embargo, el ángel le dijo a José: “No temas recibir a María tu mujer” (Mt. 1:20). Esto indica claramente que, aunque no se juntaron sino hasta después del nacimiento de Jesús (v. 25), ellos estaban casados delante de Dios.
Puesto que a los ojos de Dios el desposorio equivale al matrimonio, quisiera instar a los jóvenes a que tomen muy en serio el asunto del desposorio. Uno debe considerar el matrimonio con temor y reverencia. El hecho de que una hermana contraiga esponsales significa que ya ha llegado a ser esposa. Aunque la pareja desposada aún no viva junta, a los ojos de Dios son marido y mujer.
Deuteronomio 22:25-27 habla sobre un hombre que fuerza a una joven desposada y se acuesta con ella en el campo. En este caso, solamente al hombre se le daba muerte (v. 25). La joven no debía ser condenada, porque dio voces en el campo y no hubo quien la salvase (v. 27). Ella era inocente.
En el caso del hombre que se acostaba con una joven virgen que no era desposada (22:28-29), el hombre debía dar al padre de la joven virgen cincuenta siclos de plata. La joven virgen debía ser mujer del hombre por cuanto la humilló. No se le permitía despedirla en todos sus días.
El hombre no debía tomar la mujer de su padre, para que no levantara el manto de su padre (22:30).
En 24:1-4 hay una palabra con respecto al divorcio. Cuando un hombre se casaba con una mujer y, hallando en ella alguna cosa indecente, le escribía carta de divorcio y la despedía, y ella se iba y se casaba con otro hombre, y éste último la menospreciaba y le escribía carta de divorcio y la despedía, el primer marido no podía volver a ella y tomarla de nuevo. Asimismo, si moría el postrer marido, el primer marido no podía volver a ella y tomarla de nuevo. Semejante cosa era una abominación delante de Jehová. El pueblo de Dios debe temerle a Él en todo lo que haga, porque Él quiere ver que Su pueblo sea puro y decente en todo sentido.
Las palabras cosa indecente halladas en 24:1 son significativas. Las cosas indecentes matan el matrimonio. Por consiguiente, todos debemos evitar toda cosa indecente. Dios creó al hombre y a la mujer, y existe una gran diferencia entre el hombre y la mujer. Las hermanas, en su conducta, siempre deben tener presente el hecho de que son mujeres. Por ejemplo, una hermana, ya sea casada o soltera, no debe conversar con un hermano con demasiada libertad ni sentarse demasiado cerca del hermano. Además, las hermanas deben evitar toda cosa indecente con relación a la vestimenta; no deben vestirse de manera indecente. El propósito de la ropa no es principalmente protegernos del frío, sino cubrir nuestra desnudez. Como pueblo de Dios, debemos ser un testimonio para Él incluso en la manera de vestirnos. Si las hermanas evitan toda cosa indecente, ellas se guardarán a sí mismas y mantendrán su estatus como mujeres. En beneficio de una vida matrimonial apropiada, debemos evitar toda cosa indecente.