Mensaje 20
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Lectura bíblica: Dt. 18:1-8, 18:9-22; 14:27; 19:1-14
En este mensaje abarcaremos otros seis aspectos de los estatutos generales y las ordenanzas que son proclamados nuevamente.
Deuteronomio 18:1-8 habla con respecto a la provisión para los sacerdotes levitas y para toda la tribu de Leví. Mientras que los sacerdotes ejercían el sacerdocio, los levitas eran servidores de los sacerdotes. Los sacerdotes servían a Dios directamente en Su presencia, y los levitas coordinaban con los sacerdotes y les servían atendiendo a diversos asuntos prácticos.
Los sacerdotes levitas y los levitas no debían tener porción ni heredad en Israel (vs. 1a, 2a). Ellos dependían de la fidelidad de Dios para su sustento. Dios, en Su fidelidad, cuidó de ellos por medio de aquellos de entre los hijos de Israel que eran fieles en dar de las cosas que Dios les había dado a ellos.
Los sacerdotes y los levitas debían comer de las ofrendas de Jehová presentadas por fuego y de la heredad de Él (v. 1b). La heredad de Dios consistía en los diezmos ofrecidos a Él por los hijos de Israel. Algunos de estos diezmos eran dados para el sustento de los sacerdotes. Por tanto, los sacerdotes vivían de los diezmos ofrecidos a Dios por Su pueblo.
Jehová sería la heredad de los sacerdotes y de los levitas, como Él les había prometido (v. 2b). Ellos no tenían heredad aparte de Dios mismo.
La porción de los sacerdotes incluía la espaldilla, las dos mejillas y el cuajar de los sacrificios, y las ofrendas de las primicias de los hijos de Israel (vs. 3-5; Nm. 18:8-19). Los sacerdotes comían la comida de Dios, y comían esta comida delante de Dios y con Dios. ¡Qué bendición! Ciertamente sería un honor para nosotros comer con el presidente de nuestro país. Pero es un honor mucho mayor el comer con Dios. Cuando comemos con Él, a veces Él nos anima a que comamos más, y entonces nosotros le ofrecemos nuestro agradecimiento. Es posible disfrutar a Dios a tal grado. Este disfrute constituye una bendición muy tierna.
La porción de los levitas consistía de todos los diezmos de Israel (Dt. 18:6-8; Nm. 18:21-24). Los hijos de Israel no ofrecían sus diezmos a Dios directamente, sino a los levitas. Los diezmos eran dados a los levitas, quienes entonces seleccionaban lo mejor de los diezmos para ofrecerlo a Dios como diezmo especial. Esto venía a ser la comida de Dios, la cual también era la comida de los sacerdotes. Dios y los sacerdotes vivían de los diezmos que los levitas ofrecían a Dios.
Los hijos de Israel no debían abandonar a los levitas que habitaban dentro de sus puertas (Dt. 14:27). El pueblo de Dios debía recordar a los levitas, quienes servían a Dios, no tenían heredad con Israel y eran sostenidos por los diezmos del pueblo.
En 18:9-14 encontramos las prohibiciones contra la práctica del adivino, del agorero, del sortílego, del hechicero, del encantador, del que consulta al espíritu de un muerto o al espíritu familiar, o del que consulta a los muertos. Los que hacían esas cosas eran abominación para Jehová, y por esas abominaciones Jehová Dios desposeyó a esas naciones de delante de Israel (v. 12). Jehová no permitió que los hijos de Israel practicaran esas abominaciones.
Entre los hijos de Israel estaba prohibida la adivinación. La adivinación es el intento de conocer algo acerca del futuro de manera sobrenatural. La gente intenta conocer acerca del futuro de esta manera porque le preocupa su seguridad. Dios nos creó a Su propia imagen con la intención de que le expresáramos. Él incluso nos confió la autoridad para gobernar sobre todas las demás criaturas. Por consiguiente, como personas creadas por Dios, se nos dio una posición muy alta. Teniendo tal posición, Adán no se preocupaba por su seguridad. Sin embargo, los seres humanos cayeron, y ahora todas las personas caídas están preocupadas por su seguridad. A los seres humanos caídos también les preocupan tales cosas como la longevidad, la paz y el bienestar. Todos desean tener una vida tranquila, una vida sin problemas. Los que buscan seguridad, longevidad, paz y bienestar quizás se involucren en la práctica de la adivinación con el fin de saber algo acerca del futuro. Esas personas buscan ponerse en contacto con el reino maligno del enemigo, el cual está lleno de demonios y de espíritus malignos.
La adivinación es en realidad una falsa predicción del futuro hecha por los demonios y los espíritus malignos. Los que están preocupados por su futuro, sobre todo por su seguridad, y acuden a la práctica de adivinación, por lo general son engañados por las falsas promesas hechas por los demonios y los espíritus malignos. Los demonios y los espíritus malignos, que a menudo se esconden detrás del deseo de tener seguridad, longevidad, paz y bienestar, podrían dar a los que practican la adivinación falsa información acerca del futuro.
La práctica del agorero también estaba prohibida. La práctica del agorero, así como la del adivino, guarda relación con predecir eventos futuros. El agorero a menudo le da a las personas palabras de alivio, consuelo y ánimo. Los que quieren escuchar palabras como éstas acerca de su futuro, acuden a los agoreros.
A los hijos de Israel no se les permitía hacer sortilegios. Un sortilegio es una adivinación mediante señales. Alguien que estuviese preocupado por su negocio podría ir a consultar a una persona que le hiciera un sortilegio o una adivinación por señales que indicara que en el año venidero su negocio prosperaría. El sortilegio estaba prohibido.
Según los versículos 10 y 11, también estaba prohibida la hechicería y el encantamiento. La hechicería es una especie de brujería que se usa para engañar a la gente. El encantamiento tiene que ver con echar una maldición a alguien.
Finalmente, entre los hijos de Israel no debía ser hallado quien consultara al espíritu de un muerto o al espíritu familiar ni consultara a los muertos. Los cananeos practicaban esas abominaciones, y por eso fueron desposeídos de delante de los hijos de Israel, a los cuales se les prohibió involucrarse en estas prácticas malignas.
En 18:15-19 Moisés habló con respecto a que Jehová Dios levantaría un profeta (el Cristo venidero) similar a Moisés para los hijos de Israel. Hechos 3:22 aplica estos versículos a Cristo, lo cual indica que Cristo es el Profeta prometido por Dios a Su pueblo, los hijos de Israel.
El Profeta iba a proceder de entre sus hermanos (v. 15a). Esto indica que Cristo, el Profeta venidero, sería tanto humano como divino, que Él sería el Dios que se encarnó y se hizo hombre, el Dios-hombre. Como Dios, Cristo no podía proceder de entre los judíos como hermano, pero como Aquel que se encarnó, Aquel que se puso naturaleza humana y quien era judío, Cristo procedía de entre Sus hermanos.
Moisés le dijo a los hijos de Israel que ellos escucharían a dicho Profeta (Dt. 18:15b).
El Profeta que Dios levantaría sería conforme a todo lo que los hijos de Israel pidieron a Jehová su Dios en Horeb (vs. 16-17). Ellos le habían dicho a Moisés que no podían resistir el oír la voz de Dios. Ellos querían un intermediario, uno que pudiera oír la palabra de Dios y que se las comunicara. Puesto que querían un profeta, Moisés prometió que Dios cumpliría su deseo de tener un profeta.
“Les levantaré un Profeta de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré Mis palabras en Su boca, y Él les hablará todo lo que Yo le mande” (v. 18). Esto indica que Dios levantaría a este Profeta mediante la encarnación de Cristo a fin de que hablara la palabra de Dios (Jn. 1:14; 3:34; 7:16-17; He. 1:2a). Cuando el Señor Jesús vino, Él ciertamente habló la palabra de Dios. Hablar la palabra de Dios es impartir a Dios en los demás, proclamar a Dios impartiéndolo en ellos. Esto es lo que el Señor Jesús hizo en calidad de Profeta que Dios levantó.
Deuteronomio 18:20-22 trata sobre el falso profeta. Un falso profeta era uno que hablaba con presunción en nombre de Dios una palabra que Dios no le mandó a hablar, o que hablaba en nombre de otros dioses (v. 20a). Tal profeta debía morir (v. 20b). Cuando un profeta hablaba en nombre de Jehová y no se cumplía lo que decía, aquello era palabra que Jehová no había hablado (v. 22).
Los hijos de Israel debían apartar ciudades de refugio (19:1-13), ciudades a las cuales pudieran escapar los que habían matado a alguien accidentalmente. Estas ciudades representan el hecho de que Dios prepara a Cristo como refugio para todos los pecadores.
Los números relacionados con las ciudades de refugio son significativos. Por conveniencia, debía haber seis ciudades de refugio, tres en cada lado del Jordán. El número seis representa al hombre, quien fue creado en el sexto día. El número tres representa al Dios Triuno. El Dios Triuno vino en la encarnación para ser nuestro refugio; Él es para nosotros. Además, el número dos, implícito en el hecho de que había ciudades en los dos lados del Jordán, significa testimonio o testigo. El Dios Triuno corporificado en el Cristo encarnado vino al lugar donde vivimos para ser nuestro refugio. En lugar de pedirnos que fuéramos a donde Él estaba, Él vino a donde nosotros estábamos. Ésta es la razón por la que al predicar el evangelio, no debemos pedirle a la gente que venga a nosotros; antes bien, debemos llevarles a ellos el evangelio. Pedirles a los demás que vengan a nosotros es contrario a lo dispuesto por Dios. (Para los detalles sobre las ciudades de refugio, véase el estudio-vida sobre Números 35:9-34).
“En la heredad que hayas heredado en la tierra que Jehová tu Dios te da para que la poseas, no desplazarás los mojones de la propiedad de tu prójimo, los que pusieron tus antepasados” (Dt. 19:14). Al final, la tierra fue repartida echando suertes, y se establecieron los correspondientes mojones. El Dios fiel, quien dio a los hijos de Israel la buena tierra para que la poseyeran, no permitía que se desplazaran dichos mojones. Desplazar tales mojones equivalía a cambiar lo dispuesto por Dios.
Todos los estatutos y ordenanzas anteriores muestran que nuestro Dios es cuidadoso y detallista. También revelan que Él, al cuidar de Su pueblo, es amoroso, santo, justo y recto.
Los seis puntos abarcados en este mensaje pueden ordenarse en tres pares. El primer par lo conforman la provisión para los sacerdotes levitas y para toda la tribu de Leví y las prohibiciones en contra de ciertas prácticas malignas. El primer ítem nos muestra que Dios y Su pueblo, incluyendo a los servidores, constituyen una numerosa familia. En esta familia, Dios el Padre es la fuente. Él dio la buena tierra a Sus hijos, quienes entonces tenían que trabajar la tierra. A su tiempo, ellos recogían la cosecha, la cual debía ser disfrutada tanto por Dios como por todo el pueblo. Ellos debían traer una porción del producto a los servidores, y los servidores debían ofrecer a Dios una porción de lo que recibían. De esta manera, Dios y Sus servidores compartían los diezmos y vivían juntos.
Dios tiene una numerosa familia, y toda la familia, incluyendo a Dios, quien dio la buena tierra, está involucrada con la buena tierra. La buena tierra es un tipo del Cristo todo-inclusivo. Dios vive del producto de esta tierra. Si no laboramos en la buena tierra, no habrá alimento para Dios. El producto de la buena tierra constituye el alimento de Dios, y dicho producto proviene de nuestra labor. Si no laboramos en Cristo como buena tierra ni experimentamos a Cristo, ¿cómo puede ser Cristo el alimento de Dios? Debemos laborar en Cristo y experimentar a Cristo. Entonces Cristo será el producto no sólo para la satisfacción nuestra, sino también para la satisfacción de Dios.
Las cosas malignas prohibidas en 18:9-14 indican que existe otra familia, una familia que está llena de cosas diabólicas y demoníacas, como la adivinación, la agorería, el sortilegio y la hechicería. Los seres humanos caídos, habiendo perdido a Dios, recurren a estas cosas malignas por causa de su seguridad, longevidad, paz y bienestar. Nosotros no tenemos nada que ver con estas cosas, porque Dios mismo es nuestra heredad, seguridad y futuro. Él es el todo para nosotros, incluyendo nuestra distracción y nuestro entretenimiento. Pero aquellos que han perdido a Dios como su disfrute se encuentran en tinieblas y, al rechazar a Dios y buscar otra fuente, practican las cosas malignas y demoníacas que Dios prohíbe.
El segundo par incluye al Profeta prometido por Dios y al falso profeta. El Dios Triuno corporificado en Cristo como el Espíritu no solo es nuestra porción y nuestro disfrute, sino también nuestro Profeta. Como nuestro Profeta, Él nos habla la palabra de Dios. Nuestro futuro está en Él.
En el tercer par, tenemos la palabra con respecto a las ciudades de refugio y la palabra con respecto a desplazar los mojones de la propiedad del vecino. Por una parte, tenemos una palabra que nos indica que Cristo es nuestra ciudad de refugio, que Él es el lugar al que podemos escapar; por otra, se nos da una advertencia acerca de la codicia. Los que son codiciosos tal vez querrán cambiar lo dispuesto por Dios desplazando los mojones de la propiedad del vecino. Con el propósito de obtener algo más para sí mismos, invaden la tierra que pertenece a otros. Esto es abominable a los ojos de Dios. En lugar de ser ambiciosos y usurpar la porción de otro, debemos aprender a contentarnos con nuestro Cristo. Mientras tengamos la porción que Dios dispuso para nosotros, debemos sentirnos satisfechos. Disfrutemos todos a Cristo y estemos satisfechos con Él.