Mensaje 29
Lectura bíblica: Dt. 31:14-23, 30; 32:1-47
En este mensaje abarcaremos el cántico de Moisés.
En Dt. 31:14-23, 30 Jehová ordenó a Moisés escribir un cántico.
En el versículo 14, Jehová le dijo a Moisés que se había acercado el día de su muerte, y que debía llamar a Josué para que estuviera con él en la Tienda de Reunión a fin de que Jehová le diera Sus órdenes.
Jehová se apareció en la tienda, en una columna de nube, la cual se puso sobre la entrada de la tienda, y le dijo a Moisés que él iba a acostarse con sus padres, que el pueblo se levantaría y se prostituiría tras los dioses ajenos de la tierra en que iban a entrar, y que le abandonarían y quebrantarían Su pacto (vs. 15-16). Se encendería Su ira contra ellos, y Él escondería de ellos Su rostro (v. 17a). Ellos serían consumidos, y vendrían sobre ellos muchos males y angustias, por todo el mal que habían hecho, por haberse vuelto a otros dioses (vs. 17b-18).
Jehová mandó a Moisés que escribiera este cántico y lo enseñara a los hijos de Israel y lo pusiera en boca de ellos, para que este cántico le fuera por testigo contra los hijos de Israel (v. 19). Jehová les introduciría en la tierra que fluye leche y miel, y ellos comerían, se saciarían y engordarían, y se volverían a otros dioses y les servirían, y menospreciarían a Jehová y quebrantarían Su pacto (v. 20). Cuando les vinieran muchos males y angustias, este cántico respondería delante de ellos como testigo, pues no sería olvidado por la boca de su descendencia; porque Él conocía lo que se proponían, incluso antes de que los introdujera en la tierra que juró darles (v. 21). Moisés, pues, escribió este cántico y se lo enseñó a los hijos de Israel (v. 22).
En el versículo 23 Jehová dio órdenes a Josué, y dijo: “Esfuérzate y sé valiente, pues tú introducirás a los hijos de Israel en la tierra que les juré, y Yo estaré contigo”.
Moisés habló a oídos de toda la congregación de Israel las palabras de este cántico hasta concluirlas (v. 30).
En 32:1-43 encontramos el contenido del cántico de Moisés. Este contenido es profundo, y algunos asuntos son difíciles de entender.
En 32:1 Moisés pidió que los cielos y la tierra escucharan sus palabras.
Las palabras de Moisés gotean como la lluvia y destilan como el rocío (v. 2). Esto indica que Moisés comprendía que todo lo que hablaba, ya sea una bendición o una maldición, era como lluvia y como rocío. Si al leer el cántico de Moisés ejercitamos únicamente nuestra mente, no percibiremos la lluvia ni el rocío. Pero si ejercitamos nuestro espíritu al igual que nuestra mente, percibiremos que las palabras de Moisés son como la lluvia que gotea y como el rocío que destila.
En los versículos 3 y 4 Moisés declaró qué clase de Dios es Jehová. Jehová es un Dios de grandeza. Él es la Roca, cuya obra es perfecta y cuyos caminos son equidad. Él es un Dios de fidelidad, y sin injusticia; Él es justo y recto.
Con lo que Moisés dice aquí, él de hecho vindica a Dios. A menudo, durante los cuarenta años que estuvieron en el desierto, los hijos de Israel se quejaron contra Dios, diciendo que Él había actuado mal al sacarlos de Egipto y llevarlos al desierto. Así que, Moisés vindica al propio Dios a quien servía, declarando que Él es la Roca y que Sus caminos no sólo son justos, sino que son la equidad misma. Él es justo y recto, y Él acierta en todo lo que hace.
En los versículos 5 y 6 vemos que los hijos de Israel trataron con corrupción a Jehová Dios, pues tenían manchas que no eran propias de Sus hijos, eran una generación torcida y perversa, y pagaron a Jehová como pueblo necio e insensato. Se suponía que todos los hijos de Israel eran hijos de Dios, pero en la vida que llevaban ellos no se comportaban como hijos de Dios; más bien, eran torcidos y perversos. Pese a que Dios había hecho tanto por ellos, le pagaron como pueblo necio e insensato.
Moisés trajo a la memoria el favor y el amor que Jehová mostró a Israel (vs. 7-14). Jehová consideraba a Israel Su porción, Su herencia. Él los rodeó, los cuidó, los guardó como a la niña de Su ojo. Como águila los llevó sobre Sus plumas remeras, y los hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra y disfrutar del fruto del campo y las crías del ganado. Aquí vemos que Dios no solamente fue justo con los hijos de Israel, sino que también fue muy bueno con ellos.
Israel, habiendo engordado y engrosado, abandonó a Dios, quien lo hizo, y menospreció a la Roca que lo engendró; y le provocaron a ira con dioses ajenos, con abominaciones, sacrificando a los demonios (vs. 15-18).
Jehová fue provocado a ira por Israel, Sus hijos y Sus hijas, y dijo que escondería de ellos Su rostro (vs. 19-20). Se encendió fuego en Su ira para con ellos (v. 22), y enviaría sobre ellos dientes de fieras con el veneno de los que se arrastran por el polvo (v. 24b). Por fuera la espada los dejaría sin hijos, y por dentro, habría espanto (v. 25a). Él los esparciría y borraría de entre los hombres la memoria de ellos, no fuera que interpretaran mal sus adversarios y dijeran que fue su mano, y no la de Jehová, la que hizo todo aquello (vs. 26-27). Porque los hijos de Israel eran personas privadas de consejos, y no había en ellos entendimiento (v. 28). Si ellos hubieran sido sabios, habrían comprendido que fue Jehová su Roca quien los vendió y los entregó a sus enemigos (vs. 29-31).
En los versículos del 36 al 43 vemos que Jehová ejecutaría juicio a favor de Su pueblo y tendría compasión de Sus siervos, cuando viera que su apoyo (fuerza) había desaparecido. Él diría: “¿Dónde están sus dioses[...]? / Que se levanten y os ayuden; / sean refugio que se extiende sobre vosotros. / Ved ahora que Yo, Yo soy Él, / y no hay otro dios conmigo. / Yo hago morir, y Yo hago vivir; / Yo hiero, y Yo sano; / y no hay quien pueda librar de Mi mano” (vs. 37-39). Él vengaría la sangre de Sus siervos, retribuiría con venganza a Sus adversarios y cubriría la culpa de Su tierra y de Su pueblo.
El cántico de Moisés incluye muchos elementos severos, pero su final es muy positivo. No importa cuán perversos hayan sido los hijos de Israel ni cuánto hayan provocado a ira a Dios, el resultado o desenlace será positivo. A la postre Dios, en lugar de abandonar a Su pueblo, intervendrá para vindicarlos. Esto se aplica tanto a Israel como a los creyentes en Cristo.
Deuteronomio 32:44-47 contiene las palabras que Moisés y Josué dirigieron al pueblo. Moisés y Josué hablaron al pueblo todas las palabras de este cántico (vs. 44-45). Moisés les dijo que debían aplicar su corazón a todas esas palabras y mandar a sus hijos que pusieran por obra todas las palabras de esta ley (v. 46). Les dijo que no les era cosa vana, porque era su vida, y por medio de ello prolongarían sus días sobre la tierra a la cual entraban, cruzando el Jordán, para poseerla (v. 47).
Todo lo que Moisés habló en el libro de Deuteronomio fue una expresión de la preocupación que sentía por los hijos de Israel. La nueva proclamación de la ley, la advertencia, la promulgación del pacto, las exhortaciones y los encargos finales y el cántico de Moisés, todo ello, fue expresado por Moisés a partir de la preocupación que sentía por el pueblo de Dios. Su más grande preocupación era que ellos se apartaran de su Dios y fueran en pos de otros dioses. Y eso es lo que los hijos de Israel han hecho a lo largo de los siglos. Incluso hoy en día, muchos de ellos se han vuelto de Dios a los ídolos del dinero, de la alta tecnología, de las armas y de la destreza bélica. Así que, por una parte, Dios trabaja a favor de los hijos de Israel con el objetivo de protegerlos; por otra, debido a que aún no se han arrepentido ni se han vuelto a Dios, Él también los juzga.