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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 11

LOS CREYENTES NEOTESTAMENTARIOS SON PARA LA ALABANZA DE LA GLORIA DE DIOS

  Ahora llegamos al tema de que los creyentes neotestamentarios sean para la alabanza de la gloria de Dios (Ef. 1:11-12). Efesios 1:12 dice: “A fin de que seamos para alabanza de Su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo”. Este versículo no significa que nosotros alabaremos a Dios, sino que la abundante gracia de Dios habrá operado por nosotros y en nosotros de tal manera que todos los ángeles y todas las cosas positivas del universo alabarán a Dios por ello. Lo alabarán porque nosotros, los hijos de Dios, seremos el centro, el enfoque, de la operación de Dios en el universo. Seremos como el eje de una rueda. Si se quita el eje, la rueda se desploma porque los radios no tienen en que sostenerse. Los ángeles y las cosas positivas del universo son como los radios, y nosotros los hijos de Dios somos como el eje. Sin tal eje, el universo no puede sostenerse. Nosotros, sobre quienes, por quienes y en quienes la gracia sobreabundante se va cumpliendo tanto, seremos la causa de que todas las cosas positivas del universo alaben a Dios. Este es el significado correcto del versículo 12.

  La expresión “a fin de que” mencionada al principio de este versículo es muy significativa, pues indica que todo lo sucedido en los versículos precedentes tendrá un resultado, a saber, que nosotros seremos para alabanza de la gloria de Dios. Esta alabanza se ofrecerá principalmente en el milenio y finalmente en el cielo nuevo y la tierra nueva. Si leemos Apocalipsis 21 y 22 a la luz de los versículos de Efesios, veremos que la Nueva Jerusalén es una entidad constituida por los hijos de Dios; es el centro del nuevo universo. Los ángeles, las naciones y todas las cosas positivas que estarán a nuestro alrededor, nos mirarán y espontáneamente alabarán a Dios. Por consiguiente, los hijos de Dios, los constituyentes de la Nueva Jerusalén, serán la causa de una alabanza universal. Todo el universo alabará a Dios por causa de nosotros, en quienes habrá operado la sobreabundante gracia de Dios.

  Sin embargo, muchas personas, incluyéndonos a nosotros, leen Efesios una y otra vez sin ver esto, porque no tienen el entendimiento adecuado. Entendemos la Biblia principalmente conforme a nuestros conceptos. Si un alumno de tercer grado leyera Efesios, podría pronunciar todas las palabras, pero por no tener el concepto adecuado, no comprendería su verdadero significado. Nuestra comprensión de la revelación divina depende principalmente de los conceptos que tengamos. No debemos confiar en nuestros conceptos naturales; antes bien, deberíamos desprendernos de ellos. Si estamos dispuestos a deshacernos de nuestros conceptos, el espíritu de sabiduría los reemplazará con algo espiritual, celestial y eterno. Nuestro conocimiento doctrinal es un velo que nos impide entender el libro de Efesios. Nuestros conceptos se convierten en velos que cubren nuestro espíritu. Pero si abandonamos nuestro concepto, nuestro espíritu estará abierto, y también seremos pobres en espíritu. En Mateo 5:3 el Señor Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu”. Los que son pobres en espíritu no parecen saber nada, pues se han desprendido de todo concepto, doctrina y enseñanza. Si acudimos a la Palabra pura siendo pobres en espíritu, veremos algo nuevo.

  En los versículos 11 y 12 vemos que los creyentes neotestamentarios serán la causa de una alabanza universal. Una alabanza es una declaración de aprecio. Nosotros no alabamos el barro porque no lo apreciamos. Por otra parte, alabamos a nuestro querido Señor Jesús por el gran aprecio que le tenemos. Nuestro aprecio se convierte en nuestra alabanza. El día vendrá cuando a nosotros los hijos de Dios nos apreciarán todos los ángeles. Cuanto más nos miren, más expresiones tendrán, las cuales brotarán de ellos como alabanzas a Dios. El aprecio que nos tengan se convertirá en alabanzas a Dios. Se darán cuenta de que lo que somos es obra de la superabundante gracia de Dios. Cuánto lo alabarán dependerá de cuánto haya operado en nosotros la gracia de Dios. Si la gracia sobreabundante efectúa más trabajo en nosotros, los ángeles tendrán una mayor apreciación por nosotros. La Biblia dice que incluso los árboles se regocijarán (Sal. 96:12) y alabarán al Señor (Sal. 148:7, 9). Si los árboles no vieran algo maravilloso en el universo, no se regocijarían. Pero vernos a nosotros, los hijos de Dios, será para ellos la más grande sorpresa. Por causa de nosotros los árboles se regocijarán y alabarán. El hecho de que seremos para alabanza de la gloria de Dios no significa que nosotros alabaremos a Dios, sino que seremos la causa de la alabanza que expresarán los ángeles y todas las cosas positivas del universo.

  Al final, llegaremos a ser la gloria de Dios. Algunos tal vez se pregunten cómo es que podemos llegar a ser la gloria de Dios. En 1 Tesalonicenses Pablo dice: “Vosotros sois nuestra gloria y gozo” (2:20). Pablo hablaba aquí como representante de Dios. Por consiguiente, si los creyentes eran la gloria de Pablo, ciertamente eran también la gloria de Dios, pues Pablo era el enviado de Dios. Si los creyentes son la gloria del enviado, indudablemente lo son también del Enviador. En el milenio, y especialmente en el cielo nuevo y la tierra nueva, Dios podrá decir: “Angeles, naciones y todas las cosas creadas, vean Mi gloria. Mis hijos son Mi gloria”. En términos humanos, esto también es el caso en familias numerosas. Supongamos que un padre tiene muchos hijos buenos, los cuales aman al Señor. Si todos estos hijos se sentaran un día alrededor de su padre, él podría decir: “Esta es mi gloria; mis hijos son mi gloria”. Un día nuestro Padre nos reunirá a todos. En ese entonces, todos habremos sido saturados de El, transformados y transfigurados. Entonces El podrá decir con gozo a los ángeles y a todas las cosas positivas del universo que nosotros somos Su gloria.

  La gloria es Dios expresado. En la plenitud de los tiempos, todos los hijos de Dios estarán plenamente llenos de Dios y expresarán a Dios. Dios se expresará por medio de nosotros. Este Dios expresado es la gloria. Todos los ángeles y todas las cosas positivas del universo alabarán al Dios expresado. Esto es lo que significa que seremos para alabanza de Su gloria.

I. PUESTOS EN CRISTO, LA CABEZA, QUIEN REUNE TODAS LAS COSAS

  La primera parte del versículo 11 declara: “En El asimismo fuimos designados como herencia”. La expresión “en El” se refiere al Cristo que, como Cabeza, reúne todas las cosas bajo El. El versículo 10, que habla de que todas las cosas hayan de ser reunidas bajo una cabeza en Cristo, concluye con las palabras “en El”, y el versículo 11 comienza con las palabras “en El”. La redacción de Pablo aquí es bastante difícil de seguir y redundante. Sin embargo, Pablo escribió de esta manera a propósito para recalcar el hecho de que todas las cosas en el cielo y en la tierra serán reunidas bajo una cabeza en Cristo. Al subrayar este hecho, a Pablo no le interesó una redacción excelente. Las palabras “en El” revelan que se nos puso en el Cristo que como Cabeza reúne todas las cosas bajo El.

II. DESIGNADOS HERENCIA PARA DIOS

  Nosotros fuimos designados como herencia en el Cristo que como Cabeza reúne todas las cosas bajo El. La palabra “asimismo” del versículo 11 alude a dicha reunión. Todas las cosas han de ser reunidas bajo una cabeza en Cristo, y en El nosotros fuimos hechos herencia. En Cristo fuimos designados como herencia. Presten mucha atención al tiempo de estos verbos. En el futuro, todas las cosas serán reunidas bajo una cabeza en Cristo; sin embargo, nosotros ya fuimos designados como herencia en El. Las palabras griegas traducidas “fuimos designados como herencia” también se podría traducir, “hemos obtenido una herencia”. El verbo griego significa elegir o asignar por suertes. Así que, esta cláusula literalmente significa que fuimos designados como herencia. Fuimos designados como herencia para recibir la herencia de Dios. Por un lado, fuimos hechos herencia de Dios (v. 18) para Su deleite; por otro, heredamos a Dios como nuestra herencia (v. 14) para nuestro deleite.

  ¿Qué piensan ustedes que es más importante, ser designados como herencia o que Dios haga que sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas en Cristo? Yo diría que ser hecho herencia es más grande. El hecho de que seamos designados como herencia de Dios abre el paso para que El haga que sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas del universo.

  Aunque ya fuimos designados como herencia, debemos preguntarnos si vivimos como herencia de Dios. ¿Vive usted como herencia de Dios? ¿Tiene aspecto de herencia de Dios o de un simple pedazo de barro? ¿Podría acaso el barro ser la herencia de Dios? Por nosotros mismos no somos dignos de ser la herencia de Dios, pero fuimos designados como tal en el Cristo que es Cabeza sobre todas las cosas. Conforme a nuestro ser natural no velemos nada, pero en el Cristo que es Cabeza sobre todas las cosas, fuimos designados herencia de Dios.

  A medida que permitimos que Dios se forje en nosotros, llegamos a ser una herencia. Dios se sigue forjando en nosotros hasta el día de hoy. La mayoría de nosotros somos hechos parte de barro y parte de oro. La parte de oro es la herencia de Dios. Doy gracias a Dios que mientras avanza el proceso de ser designados como herencia Suya, el oro aumenta en nosotros y el barro disminuye.

  No debemos detenernos en la enseñanza objetiva de que somos la herencia de Dios. Hace muchos años se me enseñó que somos la herencia de Dios, y me puse muy contento de oírlo. Con el tiempo me di cuenta de que no soy más que barro. Me parecía absurdo que el barro pudiera ser la herencia de Dios. Después de mucha experiencia y de estudiar el Nuevo Testamento, aprendí que aún estamos en el proceso de llegar a ser la herencia de Dios. En este proceso, la vida natural tiene que ser eliminada, y el oro, la naturaleza divina, tiene que aumentar al forjarse más en nuestro ser. Cuando se haya completado este proceso, seremos plenamente la herencia de Dios, no sólo de manera objetiva, sino también de forma subjetiva.

  El proceso por el cual somos hechos herencia de Dios va a la par con que todas las cosas sean reunidas bajo una cabeza en Cristo. Cuanto más dispuestos estemos a someternos a Cristo la Cabeza, más aumentará el oro, el elemento divino, en nosotros. Esto es la transformación; y también es la santificación subjetiva. En la santificación subjetiva, nuestro ser es saturado de la sustancia de Dios, la esencia de Dios. A medida que se forja en nosotros el elemento de Dios, llegamos a ser Su herencia. Sí, ya fuimos puestos en el Cristo que es Cabeza sobre todas las cosas, pero aún seguimos en el proceso de ser designados herencia de Dios en plenitud.

A. Habiendo sido predestinados

  Dios el Padre, para hacernos Su herencia, primero nos predestinó para que fuésemos Sus hijos. El proceso por el cual nos hace Su herencia se basa en Su predestinación eterna y concuerda con ella. Dios trabaja ahora en nosotros para alcanzar la meta de Su predestinación.

B. Conforme al propósito de Dios

  El versículo 11 dice que fuimos designados como herencia conforme al propósito de Aquel que hace todas las cosas. Dios lo hace todo según el consejo de Su voluntad. Hay una diferencia entre la voluntad de Dios y Su consejo: la voluntad es Su intención, mientras que el consejo es Su consideración. Dios hace todas las cosas conforme a la consideración de Su intención. Su operación se centra principalmente en nosotros; Su intención en cuanto a nosotros es hacernos Su herencia. En Su consejo, El considera cómo realizarlo; El no hace nada sin antes considerarlo cuidadosamente. Por ejemplo, es posible que una hermana tenga la intención de hornear un pastel muy especial. Pero antes de hornearlo, ella toma consejo consigo misma y planea cómo llevarlo a cabo. Sin esa consideración, el pastel quedaría arruinado en el proceso. Del mismo modo, Dios hace de nosotros una herencia para Sí mismo de una manera muy sabia y cuidadosa.

  Dios hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad a fin de que nosotros seamos para alabanza de Su gloria. Esto indica que Dios lleva a cabo una obra de lo más fino con nosotros. Ninguna obra mal acabada inspiraría alabanza o aprecio alguno. La obra más fina es la que inspira más aprecio y de ella brota la más sublime alabanza. Debido a que Dios trabaja en nosotros de manera muy fina, nosotros seremos la causa de un supremo aprecio.

  En el recobro del Señor no nos interesa únicamente la base de unidad de la iglesia. Estamos aquí para que Dios pueda hacer una obra fina en nosotros. Hoy, entre todos los grupos cristianos, es difícil encontrar uno en el que Dios pueda efectuar una obra fina. Nosotros bien pudiéramos ser el único grupo de cristianos en toda la tierra que le da a Dios la oportunidad de realizar una obra fina en nosotros. Por consiguiente, en el recobro del Señor somos responsables de darle al Señor la oportunidad de hacer una obra fina en nosotros. No queremos ser superficiales ni tener un movimiento pasajero; lo que queremos es cooperar con Dios para que El pueda hacer en nosotros una obra fina que produzca la más sublime apreciación en el universo. Entonces, cada vez que los ángeles nos vean, apreciarán lo que Dios ha hecho y le dirigirán una alabanza al Dios que expresamos. La obra que Dios hace en nosotros no tiene como meta simplemente mejorar nuestra conducta o hacernos más amorosos o humildes. Este concepto es demasiado bajo. Lo que necesitamos es permitir que Dios se forje en nuestro ser y transforme cada parte de nosotros. Esto será un producto finísimo en el universo, un producto lleno de Dios y lleno de la esencia divina. De esta manera, dicha obra fina será altamente apreciada por los ángeles y por todas las cosas positivas; por consiguiente, ellos alabarán a Dios por la gloria de Su gracia.

  La expresión “para” del versículo 12 tiene un significado muy importante en griego. Ella también podría traducirse: “dando por resultado”, lo cual denota que se producirá cierta clase de apreciación y alabanza a causa de nosotros. Nosotros seremos la causa de la alabanza angelical. Cuando los ángeles nos vean, nos tendrán en alta estima. Sin embargo, todavía no hemos llegado a ese punto plenamente. Debemos proseguir hasta que nosotros, los creyentes neotestamentarios, lleguemos a ser la causa de la alabanza universal que los ángeles proclamarán con respecto a la gloria de Dios.

III. LOS QUE PRIMERAMENTE ESPERABAMOS EN CRISTO EN ESTA ERA

  El versículo 12, refiriéndose a nosotros, dice que “primeramente esperábamos en Cristo”. Nosotros, los creyentes neotestamentarios, somos los que primeramente esperábamos en Cristo, es decir, hemos esperado en esta era. Los judíos pondrán su esperanza en El en la próxima era. Nosotros hemos esperado en Cristo hoy, pero los judíos, quienes no lo hacen, se encuentran en una situación lamentable.

IV. HEMOS ESPERADO EN CRISTO ANTES DE QUE EL REGRESE PARA ESTABLECER SU REINO EN LA ERA VENIDERA

  Nosotros hemos esperado en Cristo antes de que El regrese para establecer Su reino mesiánico. Los judíos, en cambio, pondrán su esperanza en El después de que regrese. Nosotros, por haber puesto toda nuestra esperanza en Cristo, podemos ser hechos la causa de la alabanza angelical y universal de la gloria de Dios.

V. PARA ALABANZA DE LA GLORIA DE DIOS

  Por último, seremos para la alabanza de la gloria de Dios. Como hemos visto, Dios es glorificado, expresado, en los creyentes neotestamentarios. Esta expresión no es visible hoy, pero un día lo será. En aquel entonces, la expresión de Dios por medio de los creyentes neotestamentarios evocará la alabanza universal. Nuestro Dios será plenamente expresado y glorificado por medio de nosotros y entre nosotros. Entonces todo el universo alabará Su gloria.

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