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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 2

TRES ASPECTOS DE LA PALABRA BENDICION

  En este mensaje examinaremos tres aspectos del hablar bien de Dios. Es posible que un tema como éste nos parece extraño. Efesios 1:3 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Las palabras “bendito” y “bendición” provienen de la misma raíz griega. La palabra griega traducida “bendito” significa loado, alabado con adoración; mientras que la palabra griega que se traduce “bendición” alude a palabras o expresiones buenas, agradables y amables, y denota abundancia y beneficio. En cuanto a Dios, estas bendiciones son elogios, una alabanza genuina, incluso una alabanza en el más alto nivel. La palabra griega, cuyo significado básico es “hablar bien de alguien”, es la que empleó el apóstol Pablo en 1:3 para alabar a Dios. Pablo usa esta palabra para hablar bien de Dios, para ofrecerle alabanzas finas y hermosas. El la usa para alabar, elogiar y exaltar a Dios. Por tanto, alabar a Dios es hablar bien de El.

I. BENDITO SEA EL DIOS Y PADRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

  En esta elevada alabanza de Dios, Pablo no dice: “Bendito sea el Dios cuya misericordia perdura para siempre”. A muchos jóvenes les gusta cantar salmos, especialmente el que declara: “Para siempre es Su misericordia”. Pero esta alabanza de Dios no es tan elevada como la que proclamó Pablo en 1:3. Aunque es difícil entender el versículo 1:3, resulta sencillo entender lo que significa “para siempre es Su misericordia”, porque ello concuerda con nuestro concepto natural.

  En el cristianismo actual hay dos fuentes principales de adulteración. La primera es la que fue creada por la Iglesia Católica, la cual ha mezclado la economía neotestamentaria con los ritos del Antiguo Testamento. La segunda adulteración es la que hizo el movimiento pentecostal. Los pentecostales conducen a los creyentes a volver a las alabanzas del Antiguo Testamento contenidas en los Salmos. Por supuesto, yo no censuro los Salmos, pero sí censuro la manera de cantarlos según los conceptos naturales. Por ejemplo, ningún versículo del Nuevo Testamento dice que la misericordia de Dios es para siempre. Sin embargo, los pentecostales siguen cantando los Salmos según el concepto natural. Nunca he escuchado a los pentecostales cantar acerca del libro de Efesios, pues para quienes están en el pentecostalismo ese libro está cerrado. En sus alabanzas no se hace ninguna referencia a la encarnación, ni hay indicio alguno de que Dios se hizo uno con el hombre. Para alabar a Dios por Su eterna misericordia no se necesita revelación. Todo aquel que ama a Dios sabe que Su misericordia es para siempre. Pero se requiere revelación para alabar a Dios conforme a lo que Pablo expresa en 1:3.

  En 1:3 Pablo dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Si Jesucristo es Dios, ¿por qué Pablo habla del Dios de Jesucristo? ¿Cómo puede Dios ser Su Dios? Además, Pablo habla del Padre de Jesucristo. ¿Cómo es posible que Dios tenga Padre? Dios es el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo del Hombre, y Dios es el Padre del Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Según la humanidad del Señor Jesucristo, Dios es Su Dios, y según Su divinidad, Dios es Su Padre.

  En el versículo 3 Pablo habla también de nuestro Señor Jesucristo. Ya que el Señor Jesucristo es nuestro, todo lo que Dios es para El, también es nuestro. El título “nuestro Señor” se refiere al señorío de nuestro Salvador (Hch. 2:36); el nombre “Jesús” alude a Su humanidad (1 Ti. 2:5); y el nombre “Cristo” se refiere a que El es el Ungido de Dios (Jn. 20:31).

  Decir que Dios es misericordioso y que Su misericordia perdura para siempre es totalmente correcto; esto es hablar bien y hermoso de El. Sin embargo, tales palabras corresponden al concepto natural. Hoy nos encontramos en los lugares celestiales, en la eternidad, en el corazón de Dios y en Su propósito. Por tanto, no debemos hablar bien de Dios según nuestros conceptos naturales, sino de acuerdo con la revelación que El ha dado de Sí mismo. La alabanza que habla bien de la misericordia y la grandeza de Dios corresponde al nivel elemental, mientras que la alabanza expresada en 1:3 corresponde al nivel de escuela para graduados. En las reuniones necesitamos más alabanzas que tengan el nivel superior.

  La alabanza expresada en 1:3 es honda y profunda, pues abarca toda la economía neotestamentaria. No sólo vemos la creación, implícita por el título “Dios”, sino también la encarnación, implícita en el título “el Dios de nuestro Señor Jesucristo”. En la Biblia, es con relación a la creación que Dios se revela por primera vez, pues la Biblia comienza con las palabras: “En el principio creó Dios...” Después de la creación viene la encarnación. Un día, Dios el Creador se encarnó como hombre. El Verbo que estaba con Dios y que era Dios, se hizo carne (Jn. 1:1, 14). Cuando el propio Dios se hizo hombre, el Dios que creó todas las cosas llegó a ser Su Dios. Esto es la encarnación, no simplemente la grandeza o la misericordia de Dios. Por tanto, en Efesios 1:3, la expresión “el Dios de nuestro Señor Jesucristo” alude a la encarnación.

  Dios no solamente hizo la creación, sino que un día se encarnó. En la encarnación, El es el Padre que imparte Su vida a todos Sus hijos. La expresión “el Dios de nuestro Señor Jesucristo” indica que el Señor Jesús era un hombre. Si El sólo hubiera sido Dios, Dios nunca habría podido ser Su Dios. Para que Dios fuera Su Dios, El tenía que ser un hombre. El Dios que los judíos adoran es únicamente el Dios de la creación, mas no el Dios de la encarnación. Hoy nosotros adoramos no sólo al Dios de la creación, sino también al Dios de la encarnación y al Padre que imparte vida. La alabanza más elevada es la que declara que Dios el Creador se hizo hombre, y que nuestro Dios es también el Padre que imparte vida. En la encarnación, el Dios de la creación se hizo el Dios de Jesús; al mismo tiempo, Dios es el Padre de Cristo, el Hijo de Dios. En la humanidad de Cristo, Dios es Su Dios, y en cuanto a Su divinidad, Dios es Su Padre. Cristo, antes de Su crucifixión y Su resurrección, era solamente el Hijo unigénito de Dios, pero después de Su resurrección, llegó a ser el Hijo primogénito de Dios, a fin de producir los muchos hijos de Dios. Por lo tanto, en la inspirada alabanza que Pablo ofreció a Dios en 1:3 está implícita la creación, la encarnación y la impartición de vida.

  Pero alabar a Dios por Su eterna misericordia no incluye la encarnación ni la impartición de vida; simplemente se refiere a que Dios es misericordioso. Esta alabanza no tiene nada que ver con el hecho de que Dios se hizo hombre, ni con la impartición de Su vida. No tiene relación alguna con el hecho de que el Padre imparte Su vida a Sus criaturas para hacerlas Sus hijos. Por esta razón afirmo que la alabanza elevada que vemos en 1:3, en contraste con la que se le ofrece a Dios por Su perdurable misericordia, corresponde al nivel de escuela para graduados.

  Puesto que no es fácil entender las palabras agradables que Pablo expresa en 1:3, él pidió en oración en otro pasaje, en Efesios 1, que nos fuera dado un espíritu de sabiduría y de revelación. Sin duda, necesitamos este espíritu hoy. Requerimos revelación para poder ver, y sabiduría para poder entender, comprender y asimilar. Sin embargo, en lugar de revelación y sabiduría, muchos sólo tenemos nuestros conceptos naturales, y por ende, únicamente alabamos a Dios porque Su misericordia perdura para siempre. En vez de alabarlo de esa manera elemental, deberíamos alabarlo conforme a la manera en que se habló bien de El en 1:3. Debemos bendecir al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, alabarlo por la creación, por la encarnación y por la impartición de vida.

  Todo lo que Dios es para Cristo, nos es trasmitido a nosotros. Así, Dios es de El, y El es nuestro. Dios es Su Dios y Padre, y El es nuestro Señor. En 1:22 Dios dio a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. La pequeña palabra “a” denota una trasmisión, lo cual indica que todo lo que Cristo alcanzó y obtuvo es trasmitido a la iglesia.

  El título “nuestro Señor Jesucristo” tiene un amplio significado. El título “Señor” denota el señorío de Cristo; el nombre “Jesús” alude a Su humanidad, en la cual vino a ser nuestro Redentor y Salvador; y el título “Cristo” denota que El es el Ungido de Dios. Esto corrobora que 1:3 constituye la máxima alabanza, la bendición más elevada que se puede ofrecer a Dios. Todos debemos hablar bien de Dios de esta manera, o sea, con respecto a la creación, la encarnación, la impartición de vida y la trasmisión, incluyendo también a la redención, al Redentor, al Salvador y al Ungido que cumple el propósito eterno de Dios.

  Cuando el Padre celestial escuchó la elevada alabanza que le ofreció Pablo, El debe de haberse sentido muy feliz. Es posible que dijera: “Pablo, antes de que pronunciaras estas palabras, nunca había escuchado a nadie hablar bien de Mí de esta manera. Había escuchado a los judíos alabarme y decir que Mi misericordia es para siempre. También los he oído alabarme por Mi grandeza; pero ya me empieza a fastidiar esa clase de alabanzas. En cambio, tu alabanza, Pablo, conmovió Mi corazón”. Dios el Padre ciertamente entendía el significado de las palabras con las que Pablo habló bien de El. Todos deberíamos alabar a Dios conforme a la elevada alabanza de 1:3.

  Si únicamente sabemos alabar a Dios por Su misericordia, aún nos encontramos en una condición muy pobre. Esta clase de alabanza no indica que algo de El se haya infundido en nosotros. Por eso, tenemos que comprender que el Creador mismo, el Dios de Jesucristo, se encarnó como hombre, y que El también es el Padre que se nos imparte como vida a fin de que seamos Sus hijos. Según Juan 20:17, el Señor Jesús, después de Su resurrección, le dijo a María la magdalena: “Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios”. Cristo nos pertenece; por esta razón, todo lo que Dios es para El, ha sido trasmitido a nosotros. Esto es mucho más grande que la misericordia. Dios no sólo es misericordioso con nosotros, El es nuestro Dios y nuestro Padre, y nosotros somos Sus hijos, no solamente Sus criaturas. No sólo somos personas que Dios creó, que cayeron y que fueron redimidas; también somos Sus hijos y poseemos Su vida y Su naturaleza. Así que, somos uno con El. ¡Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos esto! Debemos hablar bien de Dios conforme a la economía neotestamentaria. Cuando hablamos bien de Dios, debemos incluir el concepto de la encarnación, la impartición de vida y la trasmisión celestial y espiritual. También es necesario que incluyamos la idea de que Cristo es el Señor y la Cabeza, y de que Jesús es Jehová nuestro Salvador, quien lleva a cabo nuestra redención y salvación. Además, es necesario tener presente que Cristo es el Ungido de Dios, quien cumple plenamente el propósito de Dios. Las palabras elevadas con las que hablamos bien de Dios, o sea, nuestras alabanzas elevadas que ofrecemos con respecto a Dios, no deben provenir de nuestro concepto natural, sino que deben estar llenas de revelación en cuanto a todos los maravillosos aspectos de la economía neotestamentaria de Dios.

II. QUE NOS BENDIJO

  El Dios que bendecimos, nos bendijo a nosotros, y las palabras buenas que dice acerca de nosotros abarcan todo el Nuevo Testamento. En el Nuevo Testamento Dios habla bien de nosotros. Los veintisiete libros del Nuevo Testamento están llenos de palabras agradables que Dios expresó acerca de nosotros. Apocalipsis 22:14 es un ejemplo de esto: “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”. La frase: “Gracia y paz a vosotros” (1:2) también forma parte de las buenas palabras que Dios nos dirige. Si usted quiere oír tales palabras, tiene que leer el Nuevo Testamento y decir amén a todo lo que contiene. Dios nos escogió antes de la fundación del mundo. Amén. El nos escogió para que fuésemos santos y sin mancha. Amén.

  Nosotros bendecimos a Dios porque El nos bendijo primero. El habló bien de nosotros, y ahora nosotros hablamos bien de El. Por ejemplo, cuando leemos acerca de la redención de nuestro cuerpo, debemos decir: “Oh Dios, cuánto te agradezco por entrar en mí y saturarme de Ti, y porque un día esta saturación se expresará a través de mi cuerpo. Eso será el día de la redención de mi cuerpo. Dios, ¡cuánto te agradezco por esto!” Hablar de este modo es responder a Sus buenas palabras. Así que, El nos bendice a nosotros, y nosotros lo bendecimos a El. Aprendamos a hablar bien de Dios conforme a Su economía neotestamentaria. Después de escuchar las buenas palabras que Dios nos dirige a nosotros, somos aptos para hablar bien de El.

  Somos aptos para bendecir a Dios porque somos Sus criaturas, Sus redimidos y los que El regeneró. Toda bendición, todo beneficio y toda la riqueza que hay en el universo pertenece a una de tres categorías. La primera categoría es la creación; la segunda es la redención; y la tercera es la regeneración. En la creación de Dios disfrutamos de muchas cosas buenas: el aire, el sol, los minerales, la vida animal y la vida vegetal. Todas estas son cosas buenas de la creación de Dios, y nosotros somos aptos para gozar de ellas porque somos criaturas de Dios. Además, por ser los redimidos, disfrutamos el perdón de los pecados, la justificación por fe, la reconciliación en la gracia de Dios y la santificación. Ya que fuimos redimidos, todos los beneficios que pertenecen a la obra redentora de Dios son nuestros. Más aún, por ser regenerados, disfrutamos la vida de Dios, Su naturaleza y Su persona. Estas tres condiciones: ser creados, redimidos y regenerados, nos hacen plenamente aptos para disfrutar de todas las bendiciones del universo, las bendiciones que corresponden a la creación, a la redención y a la regeneración. Aunque los ángeles sean impecables, no son aptos para disfrutar de estas bendiciones. En cambio nosotros, por medio de la sangre de Cristo, disfrutamos el perdón de pecados, el lavamiento por la sangre, la justificación por fe y la paz con Dios. Disfrutamos de todas las bendiciones de la obra redentora de Cristo. Además, también gozamos de los beneficios y dones que nos trae la regeneración; poseemos la vida divina, la naturaleza divina y la Persona divina. ¿Qué puede ser más elevado que esto? Hoy disfrutamos al Creador, al Redentor y al Padre. Este es el segundo aspecto de las bendiciones [que se presentan en Efesios].

III. CON TODA BENDICION ESPIRITUAL EN LOS LUGARES CELESTIALES EN CRISTO

  El tercer aspecto de hablar bien consiste en que Dios “nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”. Dios nos bendijo dirigiéndonos palabras buenas, amables y agradables. Cada palabra de éstas es una bendición para nosotros. Los versículos del 4 al 14 contienen tales palabras, tales bendiciones. Todas estas bendiciones son espirituales, se hallan en los lugares celestiales y se reciben en Cristo.

A. Toda

  La palabra “toda” indica que las bendiciones de Dios lo incluyen todo, sin excepción alguna.

B. Espiritual

  Todas estas bendiciones son espirituales. Esto indica la clase de relación que tienen las bendiciones de Dios con el Espíritu Santo. Por ser espirituales, todas las bendiciones con las que Dios nos bendijo tiene que ver con el Espíritu Santo. El Espíritu de Dios no sólo es el canal, sino también la realidad de las bendiciones de Dios. En este versículo, Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu están relacionados con las bendiciones concedidas a nosotros. Esto es realmente la impartición de Dios en nosotros. Las bendiciones de Dios son principalmente la impartición del Dios Triuno en nosotros.

C. En los lugares celestiales

  Además, las bendiciones espirituales se hallan en los lugares celestiales. La expresión “los lugares celestiales” no sólo se refiere a un lugar celestial, sino también a la naturaleza, el estado, la característica y la atmósfera celestiales de las bendiciones espirituales con las que Dios nos bendijo. Tales bendiciones proceden de los cielos y poseen una naturaleza celestial, una condición celestial y una característica celestial y una atmósfera celestial. Los creyentes de Cristo disfrutan en la tierra estas bendiciones celestiales. Ellas son tanto celestiales como espirituales. Son diferentes de las bendiciones con las que Dios bendijo a Israel, las cuales eran físicas y terrenales. Las bendiciones concedidas a nosotros proceden de Dios el Padre, están en Dios el Hijo, se imparten por medio de Dios el Espíritu, y se hallan en los lugares celestiales.

D. En Cristo

  Por último, todas estas bendiciones espirituales se hallan en Cristo. Cristo es la virtud, el instrumento y la esfera en que Dios nos bendijo. Aparte de Cristo, sin Cristo, Dios no tiene nada que ver con nosotros. Pero en Cristo, El nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales.

  Nosotros no vivimos en nosotros mismos, sino en Cristo. Si estamos en nosotros mismos, no podemos recibir las bendiciones de Dios. ¡Aleluya, estamos en Cristo, quien es la esfera, el canal, el instrumento y la virtud en los cuales fuimos bendecidos!

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