Mensaje 25
En este mensaje diremos algo más en cuanto a la manera de vestirnos del nuevo hombre.
La manera en que el Nuevo Testamento presenta el nuevo hombre puede sonar raro a nuestra mentalidad natural. Según 4:24 el nuevo hombre es creado en la justicia y santidad de la verdad, mientras que Colosenses 3:10 dice que el nuevo hombre se va renovando. ¿Cómo puede el nuevo hombre ser creado, lo cual implica que no tiene nada que ver con lo viejo, y al mismo tiempo ser renovado, lo cual lo vincula a lo viejo? Esto se debe a que una cosa es la creación del nuevo hombre y otra muy distinta, nuestra experiencia de él. Desde la perspectiva de Cristo, el nuevo hombre ya fue creado; pero desde la nuestra, conforme a nuestra experiencia, el nuevo hombre se va renovando. Conforme a la nueva creación, el nuevo hombre fue creado por la obra de Cristo, mientras que por el lado de nuestra experiencia, el nuevo hombre está en el proceso de ser renovado de día en día. En este mensaje, mi carga consiste en señalar de qué manera se renueva el nuevo hombre. De hecho, esta renovación equivale a vestirnos del nuevo hombre. Como mencionamos en el mensaje anterior, el nuevo hombre ya fue creado, pero ahora necesitamos vestirnos de él en nuestra experiencia.
La palabra griega traducida vistáis se usa con relación a la ropa. Supongamos que un hermano tiene un traje, el cual se hizo a su medida. Podemos decir que el traje ya está terminado, pero ahora el hermano debe ponérselo y debe hacerlo correctamente. El no puede ponérselo todo a la vez; más bien, debe vestirse prenda por prenda.
Sin embargo, el ponerse el traje no es un ejemplo tan exacto de lo que es vestirse del nuevo hombre. Lo del traje es una acción objetiva, mientras que vestirse del nuevo hombre supone una renovación interna. Nosotros no nos vestimos del nuevo hombre de una manera externa y objetiva; más bien, este proceso empieza en nuestro interior; está relacionado con una renovación interna y subjetiva.
Cuando fuimos regenerados, el nuevo hombre fue puesto en nuestro espíritu, o sea, nació en él. Ahora el nuevo hombre debe extenderse a todas las partes de nuestro ser. El hecho de que el nuevo hombre se extienda en nosotros equivale a que nos vistamos de El. Esto también es la renovación. Vemos así que vestirse del nuevo hombre no es un asunto externo, un asunto objetivo, sino una experiencia interna.
Hemos mencionado que en la cruz, Cristo abolió las ordenanzas con el fin de producir el nuevo hombre en resurrección. Por ende, el nuevo hombre fue creado en la resurrección de Cristo. Cuando creímos en el Señor Jesús, el Espíritu vivificante entró en nuestro espíritu y trajo consigo al nuevo hombre como producto terminado. Fue así que el nuevo hombre nació en nuestro espíritu. Así que, desde el momento de nuestra regeneración, el nuevo hombre ha estado en nuestro espíritu. Lo que se necesita ahora es que se extienda y sature cada parte de nuestro ser. Por medio de esta extensión, nos vestimos del nuevo hombre y somos renovados. Como lo indica Colosenses 3:10, debemos revestirnos del nuevo hombre, el cual se está renovando. La medida en que nos vestimos del nuevo hombre está en proporción a la medida en que somos renovados.
Efesios 4 y Colosenses 3 muestran que para revestirnos del nuevo hombre, primero debemos despojarnos del viejo hombre. Efesios 4:22 dice que: “En cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre”. La frase “manera de vivir” tiene mucho significado. Antes de ser salvos, teníamos cierta manera de vivir. Quizás trabajábamos cinco días a la semana y dedicábamos las noches y los fines de semana para divertirnos en lugares mundanos. Para algunos, la manera de vivir tal vez consistía en apostar, mientras que para otros, en frecuentar ciertos lugares o disfrutar de ciertas comidas. Todo esto forma parte de la manera de vivir. Cada nación y cada pueblo tiene su propia manera de vivir.
Si realmente deseamos ser renovados, debemos despojarnos de la pasada manera de vivir. Al despojarnos de nuestra manera de vivir, nos despojamos del viejo hombre de una manera práctica. Sepultar la pasada manera de vivir casi equivale a sepultar el viejo hombre. Por tanto, mi carga en este mensaje no es simplemente alentarles a que se despojen del viejo hombre, sino a que específicamente se despojen de su pasada manera de vivir.
En el recobro del Señor muchos santos todavía se aferran a su vieja manera de vivir. No me tilden de legalista, conservador o pasado de moda porque les pido que se despojen de su vida pasada. Tener tal actitud con respecto a lo que digo es una señal de alguien que ha sido atrapado en la corriente maligna del sistema satánico actual. No debemos ser arrastrados por la corriente de este siglo; antes bien, debemos sepultar nuestra pasada manera de vivir e incluso celebrarle un funeral. Hablar simplemente de despojarnos del viejo hombre es demasiado doctrinal. La única manera de despojarnos del viejo hombre es despojarnos de nuestra pasada manera de vivir, en la cual están incluidas las ordenanzas.
Colosenses 3:11, refiriéndose al nuevo hombre, dice: “Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. Vincent, en un estudio que realizó sobre palabras neotestamentarias, declara que en el griego, las palabras traducidas “no hay” tienen una connotación muy enfática y significan que no existe ninguna posibilidad. En el nuevo hombre no hay lugar para griegos, judíos, bárbaros, escitas, esclavos ni libres, porque la pasada manera de vivir de ellos fue desechada. Sin duda, en la iglesia de Colosas había personas de todos estos trasfondos; sin embargo, Pablo declara en Efesios 4:22 que todos debían despojarse de su pasada manera de vivir. Al hacer eso, serían renovados.
Si examinamos la vida de iglesia actual desde la perspectiva de cuánto nos hemos despojado de la pasada manera de vivir, tenemos que reconocer que todavía nos falta bastante. Muchos todavía nos aferramos a nuestra forma de vivir.
En la época en que Pablo escribió la epístola a los Colosenses, había judíos en casi todas las ciudades de alrededor del mar Mediterráneo. Cuando en determinada ciudad se salvaban judíos y griegos, ellos se reunían juntos como la iglesia en esa localidad. En muchas localidades la iglesia no sólo se componía de judíos y griegos, sino también de bárbaros (procedentes de Europa del norte) y escitas, que según los maestros bíblicos eran gente inculta y bárbara. Por tanto, en algunas ciudades la iglesia se componía de griegos cultos, judíos religiosos y bárbaros y escitas incultos. Había también esclavos comprados a precio, y los amos de éstos. ¿Qué pasaba cuando todas estas personas se reunían para participar de la mesa del Señor? Por causa de la vida de iglesia, ellos debían despojarse del viejo hombre, corporificado en su pasada manera de vivir. Los griegos debían despojarse de su filosofía; los judíos, de sus observancias religiosas y reglas alimenticias; los escitas, de su manera salvaje de vivir; los amos, de su actitud hacia los esclavos; y los esclavos, de su propia forma de vida. En la vida de iglesia no hay lugar para estas diferencias; no puede haber judíos, ni gentiles, bárbaros ni escitas, esclavos ni libres; sólo hay lugar para Cristo.
A través de los medios modernos de transporte y comunicación, los diversos pueblos del mundo han logrado unirse más que en cualquier otra época de la historia. A los Estados Unidos se le ha dado el sobrenombre de crisol, por ser un lugar donde se mezclan personas de diversas procedencias. Ahí se juntan personas de distintos temperamentos, unos extrovertidos, y otros silenciosos y misteriosos. Pasa lo mismo en las iglesias en el recobro del Señor, donde vemos personas de distintas naciones: puertorriqueños, mexicanos, brasileños, suizos, franceses, alemanes, suecos, daneses, indonesios, malasios, coreanos, chinos, japoneses y estadounidenses. La diferencia entre los diversos pueblos se puede ver aun en la forma en que cantan los himnos. Algunos cantan de una manera que ellos consideran digna, en la que casi no mueven sus labios, mientras que otros están tan llenos de entusiasmo que incluso ejercitan su cuerpo. Como podemos ver, aun en la manera de cantar y de alabar al Señor es posible que nos aferremos a nuestra manera de vivir.
Las diferencias entre los pueblos tienen su origen en Babel. No obstante, en la cruz Cristo eliminó todas estas diferencias para producir un solo y nuevo hombre. Por medio de la regeneración, el nuevo hombre fue puesto en nosotros, quienes anteriormente estábamos bajo la influencia de las diferencias originadas en Babel. A excepción de las ordenanzas judías, todas las distintas maneras de vivir las heredamos de Babel. ¿Qué debemos hacer con esta herencia? Debemos sepultarla, es decir, debemos despojarnos de nuestra pasada manera de vivir. No justifique su manera de vivir ni se jacte de ella. Lo importante no es determinar cuál manera de vivir es correcta y cuál no. Cada forma de vida tiene sus ordenanzas y tiene que ser eliminada. Algunas iglesias se forman basadas en la nacionalidad de las personas. ¡Cuán lamentable es esto! Por ejemplo, en San Francisco existe una iglesia presbiteriana china. Parece que cada nacionalidad tiene su propia iglesia. Si deseamos poner en práctica la vida de iglesia de manera auténtica, todos debemos despojarnos de nuestra herencia nacional y olvidarnos de ella.
Todos debemos tener una clara visión del nuevo hombre. Debemos comprender que nuestra pasada manera de vivir, la cual heredamos de Babel, e incluso las ordenanzas judías, fueron abolidas en la carne de Cristo cuando El murió en la cruz. En lugar de valorar nuestra herencia, debemos repudiarla. Por el lado positivo, debemos ver que el nuevo hombre ya fue creado y que, por medio de la regeneración, fue colocado en nuestro espíritu. Ahora necesitamos que nuestro espíritu se convierta en la parte dominante de nuestro ser, es decir, que nuestro espíritu, mezclado con el Espíritu de Dios, llegue a ser el espíritu de nuestra mente (4:23). Si nuestro espíritu es el espíritu de nuestra mente, viviremos por el espíritu en todos los detalles de nuestra vida. Todo lo que hagamos concordará con el espíritu. El espíritu de nuestra mente se convertirá en el espíritu que nos renueva. Al ser renovados por dicho espíritu, nos vestiremos del nuevo hombre.
Efesios 4:24 indica que el nuevo hombre fue creado según Dios directamente, mientras que Colosenses 3:10 revela que el nuevo hombre se va renovando hasta el conocimiento pleno, lo cual es conforme a la imagen de Dios. Por haber sido creado según Dios, en cierto sentido el nuevo hombre es igual a Dios; no obstante, en nuestra experiencia, el nuevo hombre tiene que ser renovado hasta el conocimiento pleno que es conforme a la imagen, la expresión, del Dios que lo creó. La creación del nuevo hombre conforme a Dios ya fue consumada, pero en nuestra experiencia, el nuevo hombre se va renovando poco a poco hasta el conocimiento pleno. Es así como el nuevo hombre, experimentado por nosotros, llega a ser la expresión de Dios.
Efesios 4:24 dice que el nuevo hombre fue creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. La justicia habla de las obras de Dios, mientras que la santidad, de Su ser. Todo lo que Dios hace es justo, y todo lo que Dios es, es santo. El nuevo hombre es creado según Dios con relación a estos dos atributos. Además, la justicia y la santidad proceden de la verdad. Dean Alford dice que en este versículo, la verdad denota la esencia misma de Dios, porque Dios es verdad. Esto está en contraste con las pasiones del engaño mencionadas en 4:22. El engaño es la esencia de Satanás, el mentiroso, mientras que la verdad es la esencia de Dios, quien es veraz. Por tanto, las pasiones proceden de Satanás, quien es el engaño mismo, mientras que la justicia y la santidad pertenecen a Dios, quien es la verdad misma. Vincent señala que en estos versículos, el engaño y la verdad son personificaciones. Dios creó al nuevo hombre en justicia y santidad, los cuales son dos aspectos de la esencia de Dios.
En la experiencia que tenemos del nuevo hombre, el nuevo hombre se renueva gradualmente hasta el conocimiento pleno, conforme a la imagen del Creador. Esta renovación se produce al despojarnos nosotros de nuestra pasada manera de vivir y al conducirnos conforme al espíritu. En el pasado hablamos mucho de nuestro espíritu humano. Pero no podemos separar este tema de la experiencia de despojarnos de nuestra pasada manera de vivir. Si deseamos experimentar el nuevo hombre como nuestro vivir, primero debemos despojarnos de nuestra pasada manera de vivir, y luego debemos permitir que nuestro espíritu llegue a ser el elemento principal que domine, dirija y gobierne todo nuestro ser. Si vivimos así, espontáneamente se producirá en nosotros un proceso de renovación. Ser renovados de esta manera equivale a vestirnos del nuevo hombre. Esta es la vida de iglesia, el vivir y el proceder del nuevo hombre.
En este mensaje no les he presentado una enseñanza filosófica; más bien, les he compartido la visión que el Señor me ha mostrado en cuanto a cómo vestirnos del nuevo hombre. No es mi intención enseñarles cultura, costumbres ni ética, sino que recibamos la visión celestial de lo que Dios anhela hoy. Dios desea tener un solo y nuevo hombre. El nuevo hombre debe ser la vida de iglesia actual. La manera de experimentar el nuevo hombre es despojarnos de nuestra pasada manera de vivir y permitir que el espíritu dirija y rija todo nuestro ser y nuestra vida cotidiana. Entonces seremos renovados y experimentaremos el nuevo hombre como nuestra vida de iglesia.