Mensaje 31
En este mensaje estudiaremos Ef. 3:9-13. El versículo 9 dice: “Y de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas”. El misterio de Dios es Su propósito escondido, el cual consiste en impartirse a Sí mismo en Su pueblo escogido. Para esto existe la economía, o sea, la dispensación, del misterio de Dios. Este misterio estaba escondido en Dios desde los siglos (es decir, desde la eternidad) y por todas las eras pasadas, pero ahora se ha revelado a los creyentes neotestamentarios.
El versículo 10 añade: “A fin de que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales”. Este versículo habla de la sabiduría de Dios. El capítulo uno habla del poder de Dios (vs. 19-20); el capítulo dos, de la gracia de Dios (vs. 5-8); y el capítulo tres, de la sabiduría de Dios. Dios es muy sabio, y el universo revela Su sabiduría.
Debemos ver la diferencia que existe entre la sabiduría y el conocimiento. En Colosenses 2:3 se mencionan los dos. La sabiduría es más elevada y más profunda que el conocimiento. La sabiduría se requiere para iniciar algo, como por ejemplo, un nuevo invento, mientras que el conocimiento se usa para implementarlo. Si alguien sólo tiene conocimiento y carece de sabiduría, no podrá iniciar ni inventar nada. Dios es el emprendedor por excelencia, y ha iniciado muchos proyectos, no por Su conocimiento sino por Su sabiduría. Cuando El actúa para llevar a cabo lo que ha iniciado, manifiesta Su conocimiento.
En nuestro caso, la sabiduría se halla en nuestro espíritu, mientras que el conocimiento está en nuestra mente. Si uno no sabe cómo entrar en su espíritu, aunque tenga mucho conocimiento, carecerá de sabiduría. Pero si es una persona que vive en el espíritu, será sabio; además, tendrá conocimiento y prudencia en su mente.
El versículo 10 dice que la multiforme sabiduría de Dios es dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales. Estos son los principados y potestades angélicos, tanto buenos como malos. Este pasaje se refiere particularmente a los seres malignos, es decir, a Satanás y sus ángeles. El Nuevo Testamento revela que Satanás tiene su propio reino, sus ángeles y un dominio. El dominio de Satanás se halla tanto en el aire como en la tierra. El libro de Daniel indica que todas las naciones de la tierra están bajo el gobierno de Satanás en el aire. Por lo tanto, por medio de la iglesia, Dios da a conocer Su sabiduría no tanto a los seres humanos sino a los ángeles rebeldes que siguen al enemigo de Dios.
El versículo 8 revela que la iglesia es producto de las inescrutables riquezas de Cristo. Cuando los escogidos de Dios participan y disfrutan de las riquezas de Cristo, éstas los constituyen la iglesia, por medio de la cual Dios da a conocer Su multiforme sabiduría a los principados y potestades angélicos que están en los lugares celestiales. Por consiguiente, la iglesia es la sabia exhibición que Dios hace de todo lo que Cristo es.
Incluso la rebelión de Satanás ocurrió en la esfera de la sabiduría de Dios. Sin esa rebelión Dios no habría podido dar a conocer Su sabiduría de manera plena. Si usted es una persona llena de sabiduría, cuántos más problemas y dificultades tenga, más sabiduría expresará. Pero si todo a su alrededor está tranquilo y sin problemas, usted no tendrá ninguna oportunidad de expresar su sabiduría. De hecho, cuando todo está bien, ni siquiera la necesita. Usted necesita problemas para poder exhibir su sabiduría.
Dios también necesita dificultades; incluso necesita un adversario, Satanás. Pocos cristianos se dan cuenta de que Dios realmente necesita a Satanás. Dios nos necesita a nosotros, pero necesita aún más a Satanás. Cuando era joven, me preguntaba por qué Dios no había echado a Satanás al lago de fuego inmediatamente después de que éste se rebeló contra El. Me preguntaba por qué Dios le dio tanta libertad. También me preguntaba por qué Dios había puesto el árbol del conocimiento del bien y del mal en el huerto de Edén. Si ese árbol no hubiera estado allí, el hombre no habría caído. Pero por otro lado, sin Satanás y sin el árbol del conocimiento, la sabiduría de Dios no se habría manifestado plenamente. Satanás y el árbol del conocimiento del bien y el mal le han brindado a Dios muchas oportunidades para que El manifieste Su sabiduría de una manera multiforme, es decir, de varias maneras y en muchos aspectos. La palabra griega traducida “multiforme” denota que la sabiduría de Dios tiene muchos lados, aspectos y formas. Y los problemas son el único medio por el que se manifiestan todos los aspectos de la sabiduría de Dios.
Al escuchar esto, algunos tal vez dirán: “Entonces, démosle más problemas a Dios; hagamos males para que vengan bienes”. Jamás debemos hablar así. Por otra parte, si intentamos crear problemas o hacer males, tal vez nos daremos cuenta de que no podemos. Por ejemplo, aunque es fácil ponerse de pie, es difícil dejarse caer a propósito. Tenemos que comprender que no somos nada. Por nosotros mismos, no podemos ni ser derrotados ni ser victoriosos. Si tratamos de no ser derrotados, tal vez seremos derrotados; pero si queremos ser vencidos, tal vez nos demos cuenta que no podemos ser vencidos.
Consideremos el caso de David, quien experimentó un terrible fracaso con respecto a Betsabé. Si Dios no hubiera permitido que David cayera de esta manera, no habría caído. El hecho de que David cayera, le dio a Dios la oportunidad de expresar Su sabiduría. Fue mediante la caída y arrepentimiento de David, junto con el perdón de Dios, que David obtuvo un hijo, Salomón, quien había de ser el constructor del templo. Más tarde, David volvió a caer, esta vez con relación al censo que hizo del ejército de Israel. Sin embargo, por medio de la segunda caída, David adquirió el sitio en que el templo fue edificado. Para edificar el templo se necesitaban dos cosas: el constructor y el sitio. Si leemos la Biblia con entendimiento, veremos que las caídas de David no se originaron en él ni en Dios, sino en Satanás. Fue Satanás quien tentó a David para que cometiera un acto inmoral y para que hiciera censo del ejército de Israel. Cuando David cedió a esas tentaciones, Satanás se sintió complacido, pues se convenció de que había hecho daño a un gran rey cuyo corazón estaba entregado totalmente a Dios. Sin embargo, Satanás no sabía que sus tentaciones creaban oportunidades para que la sabiduría de Dios se manifestara.
Todo lo que el enemigo de Dios hace, le brinda a Dios la oportunidad de desplegar Su sabiduría. Si no hubiéramos sido envenenados y corrompidos, no habríamos necesitado mucho a Dios ni habría sido necesaria Su salvación. Cuanto más pecaminosos, corruptos y dañados somos, mayor es nuestra necesidad de Dios y mayor es la oportunidad que El tiene de actuar en nuestro favor.
En el versículo 10 Pablo declara que la multiforme sabiduría de Dios es dada a conocer a los principados y potestades en los lugares celestiales, por medio de la iglesia. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, los coherederos y los copartícipes, pero se compone de personas que estaban arruinadas, corruptas y dañadas. Antes de que nosotros fuéramos salvos, éramos víboras, serpientes venenosas, y también estábamos muertos en nuestros delitos y pecados. Además, estábamos esparcidos y divididos, y nos era imposible ser uno. En otras palabras, todos los miembros de la iglesia estábamos sin esperanza. No obstante, Dios en Su sabiduría puede hacer de nosotros la iglesia. Ahora no sólo somos redimidos, salvos, purificados, libres, emancipados y regenerados, sino que también estamos unidos. Somos uno con Dios y uno los unos con los otros. Por lo tanto, somos la iglesia.
La iglesia es la mayor jactancia de Dios. Puede ser que usted no le dé tanta importancia a la iglesia, pero a Dios le interesa mucho. A veces Dios tal vez diga: “Mira, Satanás, he tomado a los que tú arruinaste y los he hecho la iglesia. ¿Tienes tú la sabiduría necesaria para hacer algo así? Tú no tienes esta sabiduría, pero Yo sí la tengo”.
Después de que Dios creó al hombre y lo puso en el huerto, Satanás intervino, convencido de que la mejor manera de dañar al hombre que Dios había creado para Sí era inyectarle su naturaleza maligna. En la caída, Satanás como pecado entró en el hombre, y, en muchos aspectos, hizo que el hombre fuera como él. Por eso la Biblia llama al hombre caído generación de víboras. Al entrar en el hombre como pecado, Satanás se hizo uno con él y le transmutó el cuerpo en carne. Pero un día, Dios se hizo carne (Jn. 1:14). Con el tiempo Satanás hizo crucificar al que se había hecho carne. Primero, Satanás instigó a Judas a que traicionara al Señor Jesús, y segundo, incitó a los judíos y los gentiles a que colaboraran y crucificaran al Señor. Sin embargo, Satanás no sabía que al llevar a Jesús a la cruz, se crucificaba a sí mismo. Como dice Hebreos 2:14: “Así que, por cuanto los hijos son participantes de sangre y carne, de igual manera El participó también de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. El Señor Jesús, mediante Su propia muerte en la cruz, destruyó a Satanás. ¡Qué admirable exhibición de la sabiduría de Dios! Este es un aspecto de la sabiduría de Dios.
En 1 Corintios 1 encontramos otro aspecto de la sabiduría de Dios. En ese capítulo Pablo dice que los griegos, el pueblo filosófico, buscaban sabiduría. Sin embargo, para nosotros, los llamados de Dios, los que creemos en el Señor Jesús, la sabiduría es Cristo mismo. Cristo es la sabiduría de Dios. En 1 Corintios 1:30 dice que por Dios estamos en Cristo Jesús. Nosotros estamos en Cristo gracias a la sabiduría de Dios. Aunque no puedo explicar cómo Dios nos puso en Cristo, tengo la profunda convicción y certeza de que estamos en El. ¡Alabado sea el Señor porque todos estamos en El! En Su sabiduría, Dios nos puso en Cristo.
Según 1 Corintios 1:30, Cristo es nuestra sabiduría con respecto a la justicia, la santificación y la redención. Como nuestra justicia, Cristo puso fin a todo lo que tiene que ver con nuestro pasado, el cual era totalmente injusto. Para nuestra situación presente, Cristo es nuestra santificación, y para el futuro, El es nuestra redención. Un día nuestro cuerpo será redimido, es decir, transfigurado. El hecho de que Cristo sea nuestra justicia, santificación y redención requiere de mucha sabiduría de parte de Dios. Aunque Cristo es nuestra justicia para el pasado, nuestra santificación para el presente y nuestra redención para el futuro, El es también nuestra justicia, santificación y redención diarias.
Para entender esto de manera adecuada, debemos ver el panorama completo de la economía de Dios. Después de que Dios produjo la creación y de que el hombre cayó, Dios se hizo carne mediante la encarnación. Luego, el Señor Jesús fue a la cruz y crucificó allí la carne. Después de pasar por la muerte y la resurrección, El ascendió a los cielos, y luego descendió y entró a nosotros como Espíritu vivificante para avivar nuestro espíritu muerto y así regenerarnos. Habiéndonos regenerado, El ahora mora como vida en nuestro espíritu. En esta vida, la vida divina, tenemos la ley de la vida, el sentir de la vida y la comunión de la vida. Sin embargo, el Señor no sólo es vida para nosotros, sino también nuestra unción interna. Además, El nos sella, nos satura, nos unge y nos impregna continuamente. Mientras esto ocurre, espontáneamente le vivimos, y El llega a ser nuestra justicia. Esta es la sabiduría de Dios. Debido a Su sabiduría, Dios se puede gloriar ante Satanás de lo que ha hecho con el hombre corrupto y dañado. ¿Había visto usted alguna vez que todo lo que somos como creyentes proviene de la sabiduría de Dios? Sólo Dios tiene la sabiduría necesaria para dar inicio a algo tan maravilloso como convertir personas pecaminosas y corruptas en miembros de Cristo.
Mediante la obra del Espíritu de vida, se lleva a cabo un cambio en nuestra misma naturaleza. Es un cambio metabólico, un cambio que nos santifica y nos transforma. Por tanto, Cristo no sólo es nuestra justicia, sino también nuestra santificación. Además, diariamente somos redimidos, y un día seremos glorificados. Cristo es nuestra justicia, santificación y redención, no sólo de manera objetiva, sino también subjetivamente, de manera que El se mezcla con nosotros y nos cambia metabólicamente. Todo esto es un testimonio de la multiforme sabiduría de Dios. Muchos aspectos de la sabiduría de Dios se manifiestan en el hecho de que El hizo a Cristo nuestra justicia, santificación y redención. La experiencia que tenemos de Cristo en estos asuntos es conforme a la multiforme sabiduría de Dios.
La iglesia, por medio de la cual la sabiduría de Dios es desplegada de un modo tan maravilloso, es la obra maestra de Dios. A los ojos de Dios, la iglesia es lo más maravilloso del universo, pues por medio de ella se da a conocer la multiforme sabiduría de Dios a Satanás y sus ángeles. Se acerca el día en que Satanás y sus ángeles serán avergonzados. Ellos se darán cuenta de que todo lo que han hecho le ha brindado a Dios la oportunidad para manifestar Su sabiduría. Según el mismo principio, nuestros fracasos, errores, derrotas y equivocaciones también han brindado a Dios la oportunidad para exhibir Su sabiduría. A nadie le gusta equivocarse; por el contrario, a todos nos gusta hacer lo correcto. Sin embargo, aunque tengo la intención de actuar correctamente, siempre cometo errores, incluso algunos muy serios. Obviamente detesto estos errores; sin embargo, puedo testificar que ellos le han brindado a Dios la oportunidad para mostrar Su sabiduría. Así que, puedo dar gracias al Señor por todos mis errores.
Si examinamos nuestro pasado, veremos que hemos recibido más gracia por medio de nuestros errores, que cuando hemos actuado sin errar. Aunque he cometido errores muy serios, por medio de ellos he recibido mucha gracia y misericordia. Pareciera que la cantidad de misericordia y gracia recibidas está en proporción con la gravedad de los errores. ¡Aleluya, somos el pueblo escogido de Dios, y aun por medio de nuestros fracasos El manifiesta Su multiforme sabiduría! Sin embargo, no debemos fallar intencionalmente, con el fin de recibir la gracia y la misericordia de Dios.
El versículo 11 dice: “Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”. El propósito eterno de Dios es el propósito de las edades, el propósito de la eternidad, el plan que Dios hizo en la eternidad pasada. Este plan fue hecho en Cristo con una intención triple: glorificar a Dios, bendecir a los escogidos de Dios y avergonzar al enemigo de Dios. La intención principal del propósito divino es glorificar a Dios, es decir, expresarle por medio de Sus escogidos. Esta es la mayor bendición que se nos ha concedido. Esto avergüenza al enemigo de Dios por completo.
El versículo 12 añade: “En quien tenemos confianza y seguro acceso por medio de la fe en El”. En Cristo tenemos acceso, entrada, no sólo para acercarnos a Dios, sino también para participar de Su economía neotestamentaria. Por medio de la fe de Cristo, tenemos tal acceso, con confianza y seguridad para disfrutar a Dios y Su plan eterno. Tenemos confianza en Cristo, acceso a Dios, seguridad en el propósito de Dios, e inclusive tenemos la gloria que proviene de las tribulaciones del apóstol (v. 13).