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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 46

APRENDER A CRISTO CONFORME A LA REALIDAD QUE ESTA EN JESUS

  En este mensaje examinaremos Ef. 4:17-21, y prestaremos especial atención a los versículos 20 y 21, en los cuales se habla de aprender a Cristo conforme a la realidad que está en Jesús.

I. EL TERCER ASPECTO DE UN ANDAR DIGNO DEL LLAMAMIENTO DE DIOS

  En 4:1 Pablo nos ruega que andemos como es digno de la vocación con que fuimos llamados. El primer aspecto de este andar consiste en guardar la unidad; el segundo, en crecer en Cristo, la Cabeza; y el tercero, en aprender a Cristo conforme a la verdad que está en Jesús.

  El versículo 17 del capítulo cuatro da comienzo a un nuevo párrafo, en el cual se hallan los primeros dos aspectos de un andar digno del llamamiento de Dios. Estos se mencionan juntos porque el crecimiento en Cristo está íntimamente relacionado con guardar la unidad; no se les puede separar. En los versículos del 1 al 16 se habla del vivir y de la función del Cuerpo. Ahora, en los versículos del 17 al 32, vemos la vida diaria. Los versículos presentan los principios que deben regir nuestro andar cotidiano, y los versículos del 25 al 32, proporcionan los detalles.

II. YA NO DEBEMOS ANDAR COMO LOS GENTILES

  El versículo 17 dice: “Esto, pues, digo y testifico en el Señor: que ya no andéis como los gentiles, que todavía andan en la vanidad de su mente”. Estas palabras indican que lo que el apóstol está a punto de decir no es sólo su exhortación, sino también su testimonio. Lo que él exhorta es lo que él vive. Puesto que él mismo lleva la clase de vida que va a describir, nos da su testimonio por medio de su enseñanza.

A. Andan en la vanidad de su mente

  Pablo nos exhorta a que ya no andemos “como los gentiles, que todavía andan en la vanidad de su mente”. Los gentiles o naciones son los hombres caídos, quienes se envanecieron en sus razonamientos (Ro. 1:21). Ellos andan sin Dios, en la vanidad de su mente, y son controlados y dirigidos por sus vanos pensamientos. Todo lo que hacen conforme a su mente caída, es vanidad; no tiene ni una pizca de realidad. Toda la humanidad caída vive en la vanidad de la mente; todo el mundo está en esta condición. A los ojos de Dios y a los ojos del apóstol Pablo, todo lo que el mundo piensa, dice y hace, es vanidad. Nada de eso es real o sólido; todas esas cosas son vacías. Como creyentes, ya no debemos andar en la vanidad de la mente; antes bien, debemos andar en la realidad de nuestro espíritu.

B. Tienen el entendimiento entenebrecido

  Según el versículo 18, los gentiles, quienes andan en la vanidad de su mente, tienen “el entendimiento entenebrecido”. Cuando la mente de las personas caídas se llena de vanidad, su entendimiento se entenebrece con respecto a las cosas de Dios.

C. Están ajenos a la vida de Dios

  Los gentiles también están “ajenos a la vida de Dios” (v. 18). Esta es la vida eterna e increada de Dios, la cual el hombre no tenía cuando fue creado; él sólo poseía la vida humana creada. El hombre, después de ser creado, fue puesto delante del árbol de la vida (Gn. 2:8-9) para que recibiera la vida divina, la vida increada. Pero el hombre cayó en la vanidad de su mente y su entendimiento se entenebreció. Hoy, en esa condición caída, el hombre no puede tocar la vida de Dios a menos que vuelva su mente a Dios, o sea, a menos que se arrepienta y crea en el Señor Jesús para recibir la vida eterna de Dios (Hch. 11:18; Jn. 3:16).

  Al crear al hombre, Dios deseaba que éste participara del fruto del árbol de la vida a fin de que recibiera la vida eterna de Dios. Pero en la caída, la naturaleza maligna de Satanás se inyectó en el hombre, y como resultado, se le impidió acceso al árbol de la vida. Según Génesis 3:24, el Señor “Echó ... al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”. Fue así que el hombre quedó alejado de la vida de Dios. Los querubines, la llama de fuego y la espada, que representan la gloria, la santidad y la justicia de Dios, impedían que el hombre pecaminoso recibiera la vida eterna. Pero cuando el Señor Jesús murió en la cruz, El satisfizo todos los requisitos de la gloria, la santidad y la justicia de Dios, y mediante la redención que El efectuó, se abrió el camino para que nosotros tuviéramos nuevamente acceso al árbol de la vida. Basado en esto, Hebreos 10:19 declara que tenemos “confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús”. El árbol de la vida está en el Lugar Santísimo. Como creyentes de Cristo, de nuevo tenemos acceso al árbol de la vida. Ahora podemos deleitarnos diariamente en la vida divina, que está en el Lugar Santísimo. No obstante, las naciones todavía están ajenas a la vida de Dios.

1. Por la ignorancia que hay en ellos

  Una razón por la que están ajenos a la vida de Dios es “la ignorancia que en ellos hay” (v. 18). Esta ignorancia no sólo denota la falta de conocimiento, sino también el no querer saber. El hombre caído, a causa de la dureza de su corazón, no aprueba conocer las cosas de Dios (Ro. 1:28). Debido a esto, su entendimiento está entenebrecido y no conoce a Dios.

  Los incrédulos no tienen conocimiento de Dios ni de las cosas espirituales, ni tampoco están dispuestos a obtenerlo. ¡Qué misericordia que nosotros no solamente tengamos el entendimiento adecuado, sino también el deseo de saber! Es una gran bendición tener el deseo de conocer a Dios, de conocer la vida y de conocer las cosas espirituales. Antes de ser salvos, no teníamos este deseo. Nosotros, al igual que las naciones, carecíamos tanto del conocimiento como de la disposición de saber. Pero ahora tenemos hambre y sed de conocer a Dios. Cuanto más conocemos de El y de la vida divina, mejor nos sentimos. Ningún cristiano que no busca conocer al Señor puede estar contento o satisfecho. Buscar al Señor y desear conocer la vida y las cosas de Dios constituyen una fuente de gran felicidad. Esta es la razón por la que estamos tan contentos en las reuniones de la iglesia, y por eso, yo en lo personal, siento un gran gozo en mi interior cuando ministro la Palabra al pueblo del Señor. Algo del Señor se ha sembrado en nosotros y nos da el deseo de conocerle a El.

2. Por la dureza de su corazón

  Otra razón por la que los gentiles son ajenos a la vida de Dios es la dureza de su corazón. Esta dureza es la fuente de donde se origina el entendimiento entenebrecido y la vanidad de la mente del hombre caído. Antes de ser salvos, nosotros también éramos duros de corazón. Parecíamos impenetrables y la palabra de Dios no podía entrar en nosotros. Esto describe el estado actual de los incrédulos.

D. Han perdido toda sensibilidad

  Pablo, en su concienzudo diagnóstico de la condición del hombre caído, también declara que los gentiles “perdieron toda sensibilidad” (v. 19). La palabra “sensibilidad” se refiere principalmente a la sensación de la conciencia. Por consiguiente, el hecho de que ellos perdieran “toda sensibilidad” significa que hacían caso omiso de la conciencia. Después de la caída del hombre, Dios ordenó que éste fuera gobernado por su conciencia. Pero en vez de obedecerla, el hombre caído se entregó a la lascivia y a deseos insaciables. A consecuencia de que los incrédulos no prestaron atención a su consciencia, ésta dejó de funcionar, y ellos perdieron toda sensibilidad.

E. Se entregaron a la lascivia

  Además, los gentiles “se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza” (v. 19). Ellos se entregaron a lujurias insaciables. Si miramos la condición del mundo de hoy, veremos que los incrédulos han hecho justamente eso.

III. APRENDER A CRISTO

  Los versículo 17-19 pintan un oscuro trasfondo de lo que Pablo dice en el versículo 20: “Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo”. El Nuevo Testamento indica claramente que debemos vivir a Cristo. En Filipenses 1:21 Pablo declara: “Para mí el vivir es Cristo”. Pero en Efesios 4:20 dice: “Habéis aprendido así a Cristo.” Nótese que en este versículo la acción ocurrió en el pasado. Pablo también usa el tiempo pretérito en el siguiente versículo: “Si en verdad le habéis oído, y en El habéis sido enseñados, conforme a la realidad que está en Jesús” (v. 20). Este asunto de aprender a Cristo conforme a la verdad que está en Jesús es difícil de comprender; así que, debemos meditar sobre ello detenidamente.

  Cristo no sólo es nuestra vida, sino también nuestro ejemplo (Jn. 13:15; 1 P. 2:21). Nosotros aprendemos de El (Mt. 11:29) según Su ejemplo y no por nuestra vida natural, sino por El mismo como nuestra vida. Según el Nuevo Testamento, el Señor Jesús no entró en nuestro ser como vida directamente. Más bien, después de vivir en la tierra durante treinta años y ministrar por tres años y medio, El estableció un ejemplo, un patrón, un modelo. Este asunto es muy relevante. Una de las razones por las cuales se escribieron los cuatro evangelios fue mostrarnos el ejemplo de la vida que Dios desea que vivamos, el molde de la vida que lo satisface a El y que cumple Su propósito. Por esta razón, el Nuevo Testamento presenta una biografía única, la biografía del Señor Jesús, escrita desde cuatro perspectivas distintas. Después de establecer el patrón revelado en los evangelios, el Señor Jesús fue crucificado y luego entró en la resurrección. Es en resurrección que El entra en nosotros para ser nuestra vida.

  Según el Nuevo Testamento, ser salvos consiste en que Dios nos pone en Cristo. En 1 Corintios 1:30 dice: “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús”. Cuando Dios nos puso en Cristo, El nos puso en el molde. Así como un hermana moldea la masa de un pan según la forma del molde, Dios desea conformarnos al molde de Cristo. A esto se refiere Romanos 8:29 cuando indica que somos hechos conformes a la imagen de Cristo, el Primogénito entre muchos hermanos. Ser conformados es ser moldeados. El Primogénito es el patrón, y los muchos hermanos del Primogénito son los que han de ser hechos iguales al patrón. Aprender a Cristo es simplemente ser moldeados conforme a Cristo, quien es nuestro ejemplo, es decir, ser conformados a la imagen de Cristo.

  Por medio del bautismo Dios nos puso en Cristo, quien es el molde. Ser bautizados es ser puestos en el molde de Cristo. Tanto Romanos 6:3 como Gálatas 3:27 hablan de ser bautizados en Cristo. Ser bautizados en Cristo equivale a ser sepultados en El, y la tumba del bautismo es el patrón, el molde. A los ojos de Dios, fuimos puestos en este molde cuando nos bautizamos. Al ser puestos en el molde, nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo. Al ser sepultados en Cristo, fuimos sacados de Adán y de la vieja creación. Mediante el bautismo fuimos puestos en Cristo, quien es nuestra vida y nuestro modelo. Esto explica por qué Pablo usa el tiempo pasado al hablar de aprender a Cristo. Aprendimos a Cristo cuando fuimos sepultados en El mediante el bautismo. Esto quiere decir que aprender a Cristo significa ser puestos en Cristo como el molde, es decir, ser moldeados conforme al patrón que El estableció durante los años que estuvo en la tierra.

  Después de establecer el patrón, Cristo fue crucificado y entró en resurrección, donde fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Como Espíritu, El entra en nosotros para ser nuestra vida. Como ya dijimos, en el momento en que creímos y fuimos bautizados en Cristo, Dios nos puso en El, el patrón, el molde. Por eso, Pablo pudo decirles a los efesios que ellos habían “aprendido ... a Cristo”. Conforme a la luz del Nuevo Testamento y de nuestra experiencia, aprender a Cristo significa que Dios nos coloca en El. Por el lado de Dios, El nos puso en Cristo; por nuestro lado, nosotros aprendimos a Cristo al ser puestos en El.

  Después de que una persona es salva, desde lo profundo de su ser brota el deseo de vivir conforme al modelo establecido por el Señor Jesús. Sin embargo, muchos, o pasan por alto este deseo o lo cultivan de manera equívoca, pensando que pueden imitar al Señor por sus propios esfuerzos. Es un error pensar que podemos imitar a Cristo valiéndonos de nuestra vida natural. Indudablemente los creyentes deben imitar a Cristo, pero no deben hacerlo conforme a su vida natural.

  La expresión, “la realidad que está en Jesús” se refiere a la verdadera condición de la vida de Jesús según se describe en los cuatro evangelios. En el andar impío de los gentiles, es decir, de la gente caída, hay vanidad. Pero en la vida piadosa de Jesús, hay verdad, hay realidad. Jesús llevó una vida en la cual hacía todo en Dios, con Dios y para Dios. Dios estaba en Su vivir, y El era uno con Dios. Esto es lo que significa “la realidad que está en Jesús”. Nosotros los creyentes, quienes fuimos regenerados con Cristo como vida y quienes somos enseñados en El, aprendemos de El conforme a la verdad que está en Jesús.

  Ya mencionamos que es un error tratar de imitar a Cristo valiéndonos de los esfuerzos de nuestra vida natural. También vimos que cuando creímos en el Señor Jesús y fuimos salvos, Dios nos puso en el molde de Cristo. Este molde es la vida de Jesús narrada en los cuatro evangelios, una vida en total conformidad con la verdad. La verdad es el resplandor de la luz, su expresión, y puesto que Dios es luz (1 Jn. 1:5), la verdad es la expresión de Dios. Cada aspecto de la vida de Jesús, la cual se narra en los evangelios, expresaba algo de Dios. El expresó a Dios en todo lo que dijo e hizo. Esta expresión de Dios es el resplandor de la luz; por tanto, es la verdad. La vida de Jesús, una vida conformada a la verdad, es el patrón en el cual Dios nos colocó. En este patrón hemos aprendido a Cristo conforme a la verdad que está en Jesús. Esto quiere decir que hemos aprendido a Cristo según la verdad que se muestra en los evangelios, es decir, según la vida del Señor Jesús, la cual concordaba totalmente con la verdad de Dios. Esta vida es el resplandor de la luz; el resplandor de la luz es la verdad, y la verdad es la expresión de Dios. Por tanto, en la vida de Jesús está la verdad, la realidad. La esencia del patrón establecido por el Señor Jesús es la verdad. Esto significa que la verdad es la esencia del modelo establecido por el Señor Jesús. Esto significa que la esencia de la vida de Jesús es la verdad misma. Nosotros hemos aprendido a Cristo conforme a la verdad que está en Jesús.

  La verdad, la realidad, que está en Jesús mencionada en el versículo 21 está en contraste con la vanidad de la mente del versículo 17. Los gentiles andan en la vanidad de su mente, pero nosotros los creyentes llevamos una vida conforme a la verdad que está en Jesús. Cuando el Señor Jesús vivió en la tierra, nunca anduvo en la vanidad; por el contrario, siempre vivió en la verdad, es decir, en el resplandor de la luz divina. Esto significa que el Señor Jesús vivió y anduvo en la expresión de Dios. Nosotros hemos aprendido a Cristo conforme a esta misma verdad.

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