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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 48

UNA VIDA QUE NO CONTRISTA AL ESPIRITU SANTO DE DIOS

  En este mensaje llegamos a Ef. 4:25-32. En Ef. 4:17-24 Pablo presenta los principios básicos de la vida que debemos llevar en nuestro andar diario. En los versículos 22 y 24 vemos que el requisito para aprender a Cristo es despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo. Una vez satisfecha esta condición, podremos llevar una vida llena de realidad, una vida que expresa a Dios al irradiar Su luz.

I. UNA VIDA EN LA QUE APRENDEMOS A CRISTO

  En los versículos del 25 al 32 se da la descripción de la vida diaria práctica en la que se aprende a Cristo. Al hablar de esta vida, Pablo entra en muchos detalles. Menciona cosas tales como el enojo, el robo, la amargura, la ira, la gritería, la maledicencia, la malicia, la ternura y el perdón. Aunque es fácil ver estos detalles, resulta difícil discernir dos asuntos importantes sobre los cuales Pablo basa lo que dice, a saber, la verdad y la gracia. La exhortación de Pablo en los versículos 17-32 tiene la verdad y la gracia como elementos básicos (vs. 21, 24, 25 y 29). Pablo deseaba que lleváramos una vida como la de Jesús, llena de gracia y de realidad (Jn. 1:14, 17). La gracia es el Dios que nos es dado como nuestro disfrute, y la verdad es el Dios que se revela a nosotros como nuestra realidad. Cuando vivimos y hablamos la verdad (Ef. 4:21, 24), expresamos a Dios como nuestra realidad, y otros lo reciben como gracia para su deleite (v. 29).

  En el Nuevo Testamento, la gracia y la verdad van juntas. Juan 1:14 declara que el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, lleno de gracia y de realidad [verdad], y el versículo 17 dice que la gracia y la realidad [verdad] vinieron por medio de Jesucristo.

  La gracia y la verdad forman un par, lo mismo que el amor y la luz. La gracia y la verdad aparecen en el Evangelio de Juan, mientras que el amor y la luz se revelan en 1 Juan (4:16; 1:5). La gracia es la expresión del amor, y el amor es la fuente de la gracia. Según el mismo principio, la verdad es la expresión de la luz, y la luz es la fuente de la verdad. En el corazón de Dios hay amor; cuando este amor se expresa, se convierte en gracia. Asimismo, en Dios hay luz, y cuando esta luz resplandece, se convierte en verdad. Cuando trazamos el origen de la gracia y de la verdad, el cual es Dios mismo, entramos en el amor y en la luz.

  Ya mencionamos que la exhortación de Pablo en 4:17-32 incluye tanto la verdad como la gracia. La verdad se menciona claramente [como la realidad], mientras que la gracia está algo escondida; está implícita en los detalles que Pablo abarca con relación al diario vivir. Si nos falta la gracia, no podremos satisfacer la norma relacionada con dichos detalles. Los principios por los cuales aprendemos a Cristo están relacionados con la verdad, con la realidad, mientras que los detalles tienen que ver con la gracia. Si deseamos ser conformados a la imagen de Cristo, es decir, si vamos a aprender a Cristo, necesitamos tanto los principios como los detalles. Si tenemos la verdad, tenemos los principios, y si tenemos la gracia, alcanzaremos la norma en todos los detalles.

  Pablo dice que aprendemos a Cristo conforme a la realidad que está en Jesús (4:21). El patrón, el molde, establecido por el Señor Jesús, es la verdad, la realidad. La verdad es el principio básico; el principio básico es el patrón; y el patrón tiene que ver con el hecho de que nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo. En los versículos del 17 al 24 tenemos el principio básico del vivir renovado necesario para aprender a Cristo. Este principio es la verdad y la realidad, que alude a la vida que el Señor Jesús vivió cuando estuvo en la tierra. Este vivir fue uno en el que el Señor siempre se despojaba de Su propia vida y se vestía de la vida del Padre. Así era la vida de Jesús, y esta vida es la verdad que constituye el principio que rige una vida de aprender a Cristo. Según este principio, nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo.

  Cada aspecto de nuestro vivir cotidiano debe ser gobernado por este principio, y no por una norma ética. Por ejemplo, nuestras conversaciones no deben ser gobernadas por normas éticas, sino por el principio neotestamentario que consiste en que nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo. Este principio debe regir aun nuestra risa y nuestro llanto. Este principio es mucho más elevado que cualquier norma ética.

  Cuando fuimos bautizados nos despojamos del viejo hombre y nos vestimos del nuevo, el cual es la vida de iglesia. Ahora nuestro vivir diario en la vida de iglesia debe conformarse al principio de la verdad, al molde de la vida de verdad que el Señor Jesús estableció con Su vivir. Según este principio, fuimos enseñados conforme a la realidad que está en Jesús.

  Los detalles de nuestra vida diaria están relacionados con la gracia. En cada aspecto de nuestro diario vivir necesitamos la gracia. La gracia es Dios mismo en Cristo como nuestro disfrute. Debemos permitir que este disfrute quite de nosotros todos los elementos negativos mencionados en el versículo 31, uno de los cuales es la amargura. Sin la gracia, no podremos librarnos de la amargura. Pero si tenemos a Dios en Cristo como nuestro disfrute, la amargura desaparecerá. Cuando tenemos suficiente gracia, podemos decir: “Estoy lleno del Cristo que es mi disfrute. Puesto que estoy rebosando de gracia, en mí no tiene cabida ningún tipo de amargura”.

  Sólo cuando estamos llenos de gracia podemos eliminar de nosotros las cosas negativas. Tomemos como ejemplo el chisme. Si nos gusta chismear, se debe a que nos falta más gracia. Si estuviéramos llenos de gracia, no buscaríamos deleitarnos en el chisme; al contrario, estaríamos contentos con el gozo que se halla en Cristo. Cuando estamos llenos de gracia, y Cristo es todo para nosotros, no tenemos necesidad de buscar satisfacción en otras cosas.

  Sólo por medio de la gracia podemos llevar una vida conforme a la norma divina en todos los detalles que Pablo menciona en estos versículos. Si estamos llenos de gracia, en lugar de amargura, ira, enojo y gritería, tendremos bondad, paciencia, misericordia, perdón y amor. Estas cualidades no son el fruto de nuestro propio esfuerzo, sino que proceden de Cristo, quien es nuestro disfrute. Cuando disfrutamos a Cristo, no tenemos ganas de pensar en la amargura, la ira, el enojo o la gritería; más bien, deseamos tener bondad, paciencia, perseverancia, ternura, misericordia, amor, y otras virtudes y cualidades. ¡Qué diferente es nuestra vida diaria cuando estamos contentos y satisfechos como resultado de disfrutar a Dios en Cristo como gracia!

II. DESECHAR LA MENTIRA

  Estudiemos ahora los detalles de una vida en la que se aprende a Cristo. En el versículo 25 Pablo dice: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros”. La palabra “mentira” se refiere a todo lo que es falso en naturaleza. Al despojarnos del viejo hombre, nos despojamos también de todo lo falso. Si disfrutamos a Cristo, entonces de una manera práctica nos despojaremos de toda falsedad que haya en nuestra vida. Las personas más honestas y fieles son aquellas que disfrutan plenamente a Cristo. Cuando nos llenamos de Cristo hasta rebosar, nos despojamos de toda falsedad.

III. HABLAR VERDAD CADA UNO CON SU PROJIMO

  Al despojarnos de la falsedad, debemos hablar verdad con nuestro prójimo. Cuando estemos llenos de Cristo, hablaremos sólo lo verdadero; no diremos mentiras ni hablaremos cosas vanas.

IV. AIRARSE, PERO NO PECAR

  Los versículos 26 y 27 declaran: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestra indignación, ni deis lugar al diablo”. La ira en sí no es pecado, pero está muy cerca de serlo. No debemos persistir en nuestra indignación; más bien, debemos desistir de ella antes que se ponga el sol.

  Según los cuatro evangelios, el Señor Jesús se airó en varias ocasiones; pero siempre tuvo control de Su ira. Así que, El podía airarse sin pecar. Lo mismo debe suceder con nosotros en nuestra vida diaria. Debemos controlar nuestra ira; de no ser así, causará mucho daño. Para controlar nuestra ira, necesitamos mucha gracia. Cuanto más disfrutemos a Cristo, más controlaremos y limitaremos nuestra ira.

A. No se ponga el sol sobre nuestra indignación

  En el versículo 26 Pablo nos dice que no debemos permitir que el sol se ponga sobre nuestra indignación. Debemos ser lentos para la ira y rápidos para hacer a un lado nuestra indignación. Según este versículo, no debemos conservar nuestra ira después de la puesta del sol, o sea, que no debemos seguir airados hasta el día siguiente. Según las Escrituras, tenemos que abandonar nuestra ira antes de que se ponga el sol. Todos debemos poner esto por obra, y para ello, necesitamos a Dios en Cristo como gracia. Si tenemos el suministro de la gracia, seremos lentos para la ira y no permaneceremos airados por mucho tiempo. Si tenemos la gracia, la ira no permanecerá.

B. No dar lugar al diablo

  El versículo 27 dice: “Ni deis lugar al diablo”. Según el contexto, mantenerse enojado es dar lugar al diablo. No debemos darle lugar en nada. Al aferrarnos a nuestra ira, le damos la bienvenida al diablo; pero si renunciamos a ella, le cerramos la puerta y no le damos lugar.

V. EL QUE HURTA, NO HURTE MAS

  El versículo 28 añade: “El que hurta, no hurte más, sino fatíguese trabajando con sus propias manos en algo decente, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad”. Aunque esta epístola presenta una revelación muy elevada, el apóstol habla de cosas que pertenecen a un nivel práctico, habla de cosas tan triviales como la ira y el hurto. El hurto se debe principalmente a la pereza y a la avaricia. Por esto, el apóstol exhorta al que hurta a que trabaje y no sea perezoso, y que comparta con otros lo que gana, en lugar de ser avaro.

VI. NINGUNA PALABRA CORROMPIDA SALGA DE NUESTRA BOCA

  El versículo 29 dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación según la necesidad, a fin de dar gracia a los oyentes”. La palabra griega que se traduce “corrompida” denota algo nocivo, ofensivo, sin valor. Nuestra conversación no debe corromper a otros, sino edificarlos. La iglesia y cada uno de sus miembros necesita la edificación apropiada, y esta edificación se logra principalmente por medio de nuestras palabras. Lo que salga de nuestra boca debe ser benéfico para la edificación de la iglesia y de todos los santos.

  Además, las palabras que salen de nuestra boca deben dar gracia a los oyentes. La gracia es Dios corporificado en Cristo y dado a nosotros como disfrute y suministro. Nuestras palabras deben comunicar esta gracia a las personas. Las palabras que edifican a otros siempre suministran la gracia. Dios en Cristo como disfrute debe ser comunicado a través de nuestras palabras; así Cristo se imparte en otros como provisión de vida.

VII. NO DEBEMOS CONTRISTAR AL ESPIRITU SANTO DE DIOS

  En el versículo 30 Pablo declara: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, en el cual fuisteis sellados para el día de la redención”. La conjunción “y” al principio de este versículo indica que además de las cosas mencionadas en los versículos del 25 al 29, se necesita algo crucial: no contristar al Espíritu Santo. Contristar al Espíritu Santo es desagradarlo. El Espíritu Santo habita en nosotros para siempre (Jn. 14:16-17), y nunca nos deja. Así que, El se contrista cuando no andamos conforme a El (Ro. 8:4). Si vivimos conforme al principio de la verdad y la gracia en cada aspecto de nuestro andar diario, no contristaremos al Espíritu. Sin embargo, si no vivimos de esta manera, el Espíritu, que está dentro de nosotros, se contristará.

  Contristar al Espíritu Santo significa que El no está contento con nosotros. A menudo, cuando nos sentimos descontentos, esa sensación proviene del Espíritu Santo. Sin embargo, cuando El está contento, también nosotros lo estamos. Una vida apropiada conforme a la verdad y en la gracia, siempre alegrará al Espíritu Santo y nos dará a nosotros el gozo del Espíritu.

  La exhortación del apóstol en los versículos del 17 al 32, además de mencionar la verdad y la gracia como elementos básicos, también mencionan la vida de Dios (v. 18) y al Espíritu de Dios como factores básicos en el aspecto positivo, y al diablo (v. 27), un factor perteneciente al aspecto negativo. Por medio de la vida de Dios y en el Espíritu de Dios, y no dándole lugar al diablo, podemos llevar una vida llena de gracia y de realidad, como lo hizo el Señor Jesús.

VIII. ELIMINAR DE NOSOTROS LOS ELEMENTOS MALOS

  En el versículo 31, Pablo dice: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”. Todas las malignidades mencionadas en este versículo se pueden eliminar de nosotros si disfrutamos a Dios en Cristo como nuestra gracia. Por ejemplo, si vivimos así, en nuestra vida diaria no habrá gritería ni tampoco maledicencia. Nadie que viva por el principio de la verdad y de la gracia hablará mal de otros.

IX. SER BONDADOSOS UNOS CON OTROS

  Por último, el versículo 32 declara: “Sed bondadosos unos con otros, tiernos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Lo único que puede hacernos tiernos es disfrutar a Cristo como nuestra provisión vital y como nuestro gozo. Si somos tiernos, perdonaremos a otros. En nuestra vida diaria, debemos perdonar a otros y pedirles que ellos nos perdonen a nosotros. Esto es necesario porque nos ofendemos fácilmente y ofendemos a otros de igual manera. Si hemos ofendido a alguien, tenemos que pedirle perdón; y si alguien nos ha ofendido a nosotros, debemos extenderle nuestro perdón, así como Dios en Cristo nos perdonó a nosotros.

  En la exhortación del apóstol en esta sección, él presenta a Dios como el modelo de nuestra vida diaria. Por medio de la vida de Dios y en Su Espíritu, podemos perdonar a otros tal como Dios perdona. Si esto describe nuestra vida diaria, no contristaremos al Espíritu Santo de Dios. Para llevar un vivir así, necesitamos vivir conforme a la verdad y por Dios en Cristo como nuestra gracia.

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