Mensaje 62
Mediante la santificación, la purificación, el sustento y el cuidado tierno, Cristo obtendrá una iglesia gloriosa, la cual será Su novia. Así como Eva provino de Adán y volvió a Adán para ser una sola carne con él, la iglesia proviene de Cristo y volverá a Cristo para ser un solo espíritu con El. El deseo de Dios es que la iglesia, que proviene de Cristo y regresa a El, sea una iglesia gloriosa, una iglesia que exprese a Dios y lo manifieste. Al ser santificada, purificada, sustentada y cuidada con ternura, la iglesia es saturada con la esencia de Dios. De esta manera, la iglesia llega a ser la novia que expresará a Cristo. Hoy cada iglesia local debe ser una expresión de Dios.
La iglesia gloriosa, la iglesia que expresa a Dios, también debe ser santa y sin defecto. Como iglesia santa, ella primeramente debe estar separada de todo lo común, y luego ser impregnada y saturada con el elemento de Dios.
Para estar sin defecto, la iglesia no debe tener ninguna contaminación. Una cosa es estar sucio, y otra, estar contaminado. Tenemos que estar limpios y no tener ninguna contaminación. No tener ninguna contaminación significa que en nuestro ser no hay nada que no sea Dios. Por ejemplo, nosotros somos como piedras preciosas que no tienen ningún elemento ni ninguna sustancia extraño. Un día la iglesia no sólo será limpia y pura, sino que también estará libre de todo defecto, de toda contaminación. Ella será la mezcla del Dios Triuno con la humanidad resucitada, elevada y transformada. Para obtener tal iglesia, actualmente Cristo nos está santificando, purificando, sustentando y cuidándonos con ternura.
Los primeros cuatro capítulos de Efesios abarcan el cumplimiento del propósito eterno de Dios. Para que se cumpla Su propósito, Dios necesita el nuevo hombre universal, la iglesia como un hombre de plena madurez, el cual se revela en el capítulo cuatro. Con respecto a esto, el nuevo hombre es el aspecto más elevado de la iglesia. En cuanto a los aspectos de la iglesia, ella es la asamblea, la casa de Dios, el Cuerpo de Cristo, y por último, un hombre de plena madurez.
Además de la necesidad de que se cumpla el propósito de Dios, también es necesario que Cristo sea satisfecho. Cristo tiene un profundo deseo, un gran anhelo que debe ser saciado. Sólo la iglesia como novia puede satisfacer el anhelo que hay en el corazón de Cristo.
Aun en la relación conyugal, el deber de la esposa es satisfacer al marido, no simplemente hacer ciertas cosas para él. Antes de que Eva fuera creada, la Biblia declara: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2:18). Por tanto, la mujer fue creada para suplir la necesidad que el hombre tiene de ser satisfecho. Según la Biblia, la satisfacción del hombre depende de la mujer. En Efesios 5, Pablo presenta a la iglesia como la novia que satisface a Cristo. Como hemos visto, para que la iglesia sea la novia, no sólo se necesita la verdad y la gracia, sino también la luz y el amor.
La iglesia, además de ser el nuevo hombre que cumple el propósito de Dios, y la novia de Cristo que satisface Su deseo, también es el guerrero que derrota al enemigo de Dios. Mediante la batalla espiritual que la iglesia libra en calidad de guerrero, Dios acaba con Su enemigo. Si la iglesia ha de ser el guerrero que derrote al enemigo, ella debe apropiarse del poder y de toda la armadura de Dios. Por consiguiente, la iglesia es el nuevo hombre que cumple el propósito de Dios, la novia que satisface a Cristo y el guerrero que derrota al enemigo de Dios.
Entre la sección que presenta a la iglesia como novia (5:22-33) y la que la presenta como guerrero (6:10-20), tenemos los versículos 6:1-9, que tratan de la relación entre hijos y padres, y entre esclavos y amos. Si pasamos por alto este pasaje de la Palabra, no podremos ser una novia apropiada ni un guerrero apropiado.
El versículo 1 dice: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo”. Al exhortar a los hijos y a los padres, el apóstol primero se dirige a los hijos, porque por lo general de ellos se originan los problemas.
Los hijos a quienes se dirige Pablo en este versículo no son comunes; ellos son diferentes a los hijos de padres mundanos. Por eso, a los hijos de familias creyentes se les insta a obedecer a sus padres en el Señor.
La expresión “en el Señor” indica que los hijos deben obedecer a sus padres siendo uno con el Señor. También indica que no deben hacerlo por su propio esfuerzo sino por el Señor, y no conforme al concepto natural, sino conforme a la palabra del Señor. Los hijos de los creyentes deben estar conscientes de que ellos deben obedecer a sus padres siendo uno con el Señor. Además, deben obedecer a sus padres no por sus propios esfuerzos, sino por el Señor mismo. Su obediencia debe concordar con la palabra del Señor, conforme a las Escrituras.
En este versículo Pablo dice que es justo que los hijos obedezcan en el Señor a sus padres. La palabra griega también puede traducirse razonable. Obedecer a los padres no sólo es correcto, sino también razonable.
En los versículos 2 y 3 Pablo añade: “‘Honra a tu padre y a tu madre’, que es el primer mandamiento con promesa; ‘para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra’”. Este no sólo es el primer mandamiento con promesa, sino también el primer mandamiento en cuanto a las relaciones humanas (Ex. 20:12). La promesa mencionada en el versículo 3 consiste en que a los hijos les irá bien y tendrán larga vida sobre la tierra. La primera parte de la promesa se refiere a ser prósperos en bendiciones materiales, y también a vivir en paz. La segunda parte consiste en ser de larga vida. Según este mandamiento, la prosperidad y la longevidad son bendiciones que Dios da en esta vida a aquellos que honran a sus padres.
Honrar es diferente de obedecer. Obedecer es una acción, mientras que honrar es una actitud. Un hijo puede obedecer a sus padres sin honrarlos. Para honrar a sus padres, los hijos deben tener cierta actitud, cierto espíritu. Todos los hijos necesitan aprender a obedecer a sus padres y al mismo tiempo honrarlos.
Si deseamos gozar de larga vida sobre la tierra, necesitamos honrar a nuestros padres. Aquellos que no honran a sus padres cometen un suicidio gradual, es decir, acortan su vida en la tierra. Si usted desea prolongar sus días sobre la tierra, aprenda a obedecer y a honrar a sus padres. Según la Biblia, ésta es la única condición para ser de larga vida. Cualquiera que desee prolongar su vida, tiene que cumplir este requisito.
En el versículo 4 Pablo se dirige a los padres: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina y la amonestación del Señor”. Provocar a los hijos a ira les hace daño, pues incita su carne. Siempre que un padre se enoja con su hijo, el resultado es destructivo. Por esta razón, les aconsejo a los padres que no pierdan la calma cuando disciplinan a sus hijos. Para no provocarlos a ira, los padres deben resolver el problema de su propia ira permaneciendo en la cruz. Esta es la única manera de no perder la calma. Al lidiar con las faltas o mala conducta de sus hijos, ellos tienen que ir primero a la cruz y permanecer allí; de otro modo, perderán la paciencia, y esto provocará la ira de sus hijos.
En lugar de provocar a ira a los hijos, los padres deben criarlos en la disciplina y amonestación del Señor. Criar los hijos significa educarlos, mantenerlos, y esto, alimentándolos. Educar a los hijos requiere que los padres les den la instrucción necesaria con respecto a la vida humana, la vida familiar y la vida social. La palabra “amonestación” incluye instrucción. Probablemente Pablo se refería a un mandato del Antiguo Testamento, según el cual los padres debían instruir a sus hijos con la Palabra de Dios (Dt. 6:7). Esto quiere decir que debemos enseñar a nuestros hijos valiéndonos de la Biblia. Además de instruirlos, a veces es necesario disciplinarlos, castigarlos. Es crucial que los padres aprendan a criar a los hijos en la disciplina y amonestación del Señor.
Nosotros los padres debemos cumplir con nuestra obligación con respecto a nuestros hijos. Esto significa que no sólo debemos instruirlos, sino también establecer un ejemplo para que ellos lo sigan. Así como el Señor Jesús se santificó a Sí mismo por causa de Sus discípulos (Jn. 17:19), los padres deben santificarse a sí mismos por causa de sus hijos. Los que no tienen hijos tal vez pueden tomarse ciertas libertades, tales como levantarse tarde, pero los que tienen hijos no pueden darse el lujo de hacer cosas como ésas; antes bien, por amor a ellos, deben ejercer ciertas restricciones. Los hijos siempre imitan a sus padres. Por esta razón, los padres tienen la responsabilidad de establecer una norma elevada y un buen ejemplo para sus hijos.
No obstante, por muy bueno que sea el ejemplo establecido por los padres, la manera en que los hijos se desarrollan depende de la misericordia de Dios. Por una parte, los padres deben mantener una norma elevada, y por otra, deben confiar en el Señor. Día tras día debemos decirle: “Señor, estos niños no son míos, son posesión Tuya, puestos bajo mi custodia por un tiempo. Señor, lo que hago con ellos es simplemente cumplir con mi responsabilidad, pero el resultado depende por completo de Tu misericordia”.
Algunos padres son egoístas con respecto a la espiritualidad de sus hijos. Si sus hijos son salvos y llegan a ser espirituales, se sienten muy contentos. Pero si ven que los hijos de otras familias son más espirituales que los suyos, tal vez no se sienten contentos. La mayoría de los padres que están en la iglesia espera que sus hijos sean los futuros apóstoles, ancianos y diáconos. Así vemos que aun en esto somos egoístas.
Una vez leí acerca de una mujer que oraba desesperadamente por la salvación de su hijo. Aunque oró por varios años, su hijo no se salvó. Un día le preguntó al Señor que por qué no cumplía Su promesa y le contestaba su oración. El Señor le dijo que El ciertamente cumpliría Su promesa y contestaría las oraciones de ella, pero que ella era muy egoísta. Si ella dejara de orar tanto por su hijo y empezara a orar por los hijos de otros, vería la fidelidad del Señor. A partir de entonces ella comenzó a pedir por la salvación de los hijos de otros, y al poco tiempo, su propio hijo fue salvo.
Esta historia muestra que se puede ser egoístas aun cuando oramos por la salvación de nuestros hijos. No orar por nuestros hijos es incorrecto, pero orar por ellos egoístamente, de manera que no pensemos en nadie más, también es incorrecto. Por consiguiente, la salvación de nuestros hijos y su bienestar espiritual son una prueba para nosotros.
En 6:5-9 Pablo habla de la relación entre esclavos y amos. Con respecto a esta relación, él exhorta primero a los esclavos porque las dificultades provienen principalmente de ellos. El versículo 5 dice: “Esclavos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo”. En los tiempos del apóstol, los esclavos eran comprados por sus amos, y éstos tenían derecho sobre la vida de ellos. Algunos esclavos y algunos amos llegaron a ser hermanos en la iglesia. Como tales, ellos eran iguales. No obstante, en casa, los esclavos todavía estaban obligados a obedecer a los hermanos que eran sus amos según la carne.
Pablo exhorta a los esclavos a obedecer con temor y temblor, con sencillez de corazón, como a Cristo. El temor es el motivo interior, mientras que el temblor es la actitud exterior. Ser sencillo significa ser puro en motivo y tener un sólo propósito. Los esclavos deben ser simples, sin tener doble propósito, es decir, no deben servir a sus amos con la intención de ser recompensados.
Los esclavos deben obedecer a sus amos como a Cristo. Esto significa que ellos deben considerar a sus amos como si éstos fueran el Señor mismo. La relación entre esclavos y amos tipifica nuestra relación con Cristo, quien es nuestro Amo. Debemos obedecerle a El como esclavos, con sencillez de corazón.
En el versículo 6 Pablo dice: “No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como esclavos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios”. Si algún hermano que es esclavo toma su posición y obedece a su amo, a los ojos del Señor, él es un esclavo de Cristo, uno que hace la voluntad de Dios y que sirve como al Señor y no a los hombres (v. 7). Este esclavo debe hacer la voluntad de Dios de corazón. Las palabras “de corazón” aluden a lo mismo que decir “con el alma”, o sea, “con todo su ser”. Esto significa servir no sólo con el cuerpo físico, sino también con el corazón. Los esclavos debían servir “como al Señor y no a los hombres”. Esto indica que la intención de Pablo era dirigir a los esclavos al Señor; su deseo era que ellos aprendieran a servir a sus amos como al Señor.
En cuanto a los esclavos, Pablo concluye el versículo 8, diciendo: “Sabiendo que el bien que cada uno haga, ése recibirá del Señor, sea esclavo o sea libre”. La palabra “ése” se refiere al bien efectuado. Cualquier cosa buena que hagamos, ésa misma recibiremos del Señor. Si los esclavos hacen alguna cosa buena, el Señor les regresará eso mismo. Esto significa que la cosa buena que hagan se convierte en una recompensa para ellos.
En el versículo 9 Pablo dice: “Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para El no hay acepción de personas”. Los amos, quienes tenían el derecho sobre las vidas de sus esclavos, debían dejar las amenazas, porque el Señor, que está en los cielos, es el verdadero Amo, tanto de ellos como de los esclavos. Conforme a la carne, algunos son esclavos y otros amos, pero ante el Señor, no hay distinción entre ellos. Según Colosenses 3:11, en el nuevo hombre no hay ni esclavo ni libre. En la iglesia, todos somos hermanos. Sin embargo, en la carne todavía existe la diferencia entre esclavos y amos.
Con relación a todas estas exhortaciones, Pablo hace la siguiente observación: por causa de la vida de iglesia debemos llevar una vida humana apropiada en esta era. Esta es una lección de suma importancia que todos debemos aprender.