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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 70

LAS ORDENANZAS Y LA DOCTRINA

  Hemos visto que el Espíritu divino se ha mezclado con el espíritu humano para producir una sola entidad. La unidad producida por dicha mezcla constituye la vida de iglesia. Puesto que la iglesia es producida por la mezcla de lo divino con lo humano, podemos afirmar que la iglesia es un híbrido.

  El libro de Efesios también expone ciertos elementos negativos que perjudican o estorban la vida de iglesia. La razón por la cual dichos elementos se tratan en este libro es que Efesios gira en torno a la iglesia.

CRISTO ABOLIO LAS ORDENANZAS PARA CREAR UN SOLO Y NUEVO HOMBRE

  Los que han sido cristianos por varios años saben que Cristo, como Cordero de Dios, murió en la cruz para quitar el pecado del mundo (Jn. 1:29). Además, en la cruz Cristo crucificó al viejo hombre, destruyó a Satanás y juzgó al mundo. Esto quiere decir que Cristo, al morir en la cruz, acabó con el pecado, con el viejo hombre —el cual incluye la vieja naturaleza—, con Satanás y con el mundo. No obstante, pocos cristianos se dan cuenta de que en la cruz Cristo también eliminó las ordenanzas. El juzgó los pecados y el pecado para que nosotros fuéramos salvos; acabó con nuestra vieja naturaleza a fin de liberarnos del viejo hombre; además, destruyó a Satanás para que obtuviéramos la victoria sobre éste y le venciéramos; y puso fin al mundo con miras a que fuéramos santos, santificados, separados del mundo. Pero, ¿con qué fin acabó El con las ordenanzas? Lo hizo con el propósito de crear un solo y nuevo hombre. Los cristianos no ven este punto porque se centran en la salvación, la santificación o la victoria personales, y hacen caso omiso de la iglesia. Incluso muchos maestros de la Biblia no enseñan que el libro de Efesios nos revela que Cristo abolió las ordenanzas a fin de producir la iglesia. Esta es una de las revelaciones más importantes que el Señor ha dado a la iglesia recientemente. Cristo no sólo murió para salvarnos, liberarnos, santificarnos y darnos la victoria; El también murió para abolir las ordenanzas a fin de crear la iglesia, el nuevo hombre.

  Las ordenanzas, los mandamientos y la ley figuran en una misma categoría. Sin la ley, no tendríamos mandamientos, los cuales dan lugar a las ordenanzas. En la cruz, Cristo abolió la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas.

  Las ordenanzas están ligadas a la religión, la cultura y también a la naturaleza humana. Conforme a nuestra naturaleza, fácilmente tendemos a establecer ordenanzas. Las ordenanzas concuerdan con nuestra cultura. Cuanto más cultos somos, más ordenanzas tenemos.

  Cristo abolió las ordenanzas para crear en Sí mismo un solo y nuevo hombre; El no las abolió para que fuéramos santos, espirituales o victoriosos. En cierto sentido, ni siquiera abolió las ordenanzas para que fuéramos salvos; El las abolió a fin de que la iglesia llegara a existir.

ABANDONAR LAS ORDENANZAS PARA TENER LA VIDA ADECUADA DE IGLESIA

  Si en verdad conocemos la iglesia, rechazaremos todas las ordenanzas. La iglesia es la mezcla del Dios procesado y la humanidad adecuada. En esta mezcla no hay ordenanzas, mandamientos ni reglas ni preceptos. Cuanto más vivamos en el espíritu mezclado, en la mezcla del Espíritu divino con el espíritu humano, más seremos liberados de las ordenanzas.

  Sin embargo, si nos aferramos a las ordenanzas, seremos facciosos. Los cristianos se han dividido principalmente a causa de las ordenanzas; incluso muchas denominaciones han surgido por causa de ellas. ¿Tenemos la confianza de afirmar que no tenemos ninguna ordenanza? Pocos podemos afirmarlo. Los jóvenes tienen sus ordenanzas, y los mayores, las suyas. Las ordenanzas son la principal causa de los problemas que surgen entre los que toman la delantera en las iglesias.

  Por ejemplo, algunos cristianos tienen ordenanzas con respecto a hablar en lenguas. Después de una reunión, un hermano vino a mí muy contento porque no le había molestado cuando oyó a una hermana hablar en lenguas. Le dije a este hermano que su gozo mostraba que todavía tenía conceptos respecto a hablar en lenguas. Por tanto, su reacción no era totalmente positiva. Si él hubiera podido estar rodeado de personas que hablaban en lenguas, sin tener ningún sentir al respecto, eso habría probado que no tiene ninguna ordenanza en cuanto a este asunto.

  Si deseamos tener la vida adecuada de iglesia, debemos abandonar todas las ordenanzas y centrar todo nuestro ser en la mezcla del Espíritu divino con el espíritu humano. Sólo en esta mezcla podemos disfrutar de una vida de iglesia genuina.

  Las ordenanzas tienen una estrecha relación con la religión. Sin ordenanzas sería imposible practicar una religión, pues ésta se compone de ordenanzas. Pero Cristo no desea establecer una religión; lo que El desea es obtener el nuevo hombre. Con este fin abolió en la cruz las ordenanzas. Tal vez algunos creyentes prefieren las reuniones ruidosas, mientras que otros prefieren que sean silenciosas. Sin embargo, favorecer a cualquiera de ellas equivale a tener ordenanzas. No debemos estar a favor de una sobre la otra; nuestra predilección debe ser el Espíritu. Sin embargo, a causa de nuestra naturaleza y la manera en que fuimos criados, tendemos a establecer ordenanzas de una clase o de otra. Pero mientras haya ordenanzas, no tendremos la realidad de la vida de iglesia. La vida de iglesia no consiste de ordenanzas, sino del Espíritu viviente.

EL CONTRASTE ENTRE LAS ORDENANZAS Y EL ESPIRITU

  En 2:13-22 vemos un contraste entre las ordenanzas y el Espíritu. Cristo abolió en la cruz las ordenanzas a fin de producir la iglesia. Ahora que las ordenanzas han sido abolidas, el Espíritu se introduce con el fin de reemplazarlas. Si tenemos ordenanzas, no tenemos al Espíritu; mientras que si poseemos al Espíritu, no tendremos ordenanzas. La cruz abolió las ordenanzas a fin de dejar lugar al Espíritu, en el cual tenemos acceso al Padre. Por tanto, el Espíritu es el reemplazo de todas las ordenanzas. En las reuniones no debemos tener ordenanzas con respecto a ser ruidosos o silenciosos. Siempre que no estemos en el Espíritu, todo lo que hagamos será una ordenanza.

  La iglesia no es ni una organización ni una religión; ella es el Cuerpo de Cristo, producido por la mezcla del Espíritu divino y el espíritu humano. En las reuniones no debemos tener reglas ni preceptos; sencillamente nos debe interesar estar en el Espíritu. No se preocupen por la manera en que estén arregladas las sillas o si las hermanas se cubran la cabeza o no. Disponer las sillas de cierta manera o cubrirse la cabeza es correcto cuando se hace en el espíritu. Pero insistir en que esto se practique es convertir aquello en una ordenanza. Si no estamos en el Espíritu, cualquier cosa que hagamos en las reuniones se convierte en una ordenanza.

  Cuando Cristo abolió las ordenanzas, El derribó la pared intermedia de separación (2:14); la pared que estaba compuesta de las ordenanzas ya no existe. Cuando yo era joven, era muy estricto con respecto a las ordenanzas. Pero ahora me doy cuenta de que a Dios sólo le interesa el Espíritu divino, el cual está en nuestro espíritu humano. En 2:18 Pablo habla del Espíritu Santo, y en el versículo 22, del espíritu humano.

CUIDAR POR LA EDIFICACION DEL CUERPO

  Efesios 2:22 dice que la morada de Dios está en nuestro espíritu. Para que Dios tenga tal morada es necesaria la edificación práctica del Cuerpo. Pero no podemos ser edificados con otros creyentes si persistimos en guardar ciertas ordenanzas. Las ordenanzas siempre causan división. Si algunas hermanas convierten el cubrirse la cabeza en una ordenanza, se separarán de las hermanas que no se cubren la cabeza. Es posible que las hermanas que están a favor de cubrirse la cabeza lo fomenten usando 1 Corintios 11 como base bíblica. Pero si estas hermanas insisten en su ordenanza, se separarán de otras hermanas. En cambio, si todas las hermanas están en el Espíritu y no le dan importancia a las ordenanzas, ellas serán edificadas juntamente.

  En el cristianismo actual es raro oír mensajes sobre la edificación. A los cristianos por lo general sólo les interesa la edificación individual, y no la edificación del Cuerpo. Por lo general, edificar a alguien es educarlo, darle educación espiritual. Aunque muchos prestan atención a tal educación, a ellos no les preocupa la edificación del Cuerpo de Cristo. En el recobro del Señor, no nos concentramos en la edificación personal, sino en la edificación corporativa. En 2:22 Pablo declara: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu”. ¿Cómo podemos ser edificados juntos en nuestras localidades si todavía nos aferramos a las ordenanzas? Es imposible. Así como todos tenemos un rostro diferente, así también todos tenemos diferentes ordenanzas. Pero, ¡alabado sea el Señor, porque a pesar de que cada uno tiene un pasado diferente, tenemos una sola vida y un solo Espíritu! Por tanto, hoy en la vida de iglesia no nos importan las ordenanzas; lo que nos interesa es el espíritu mezclado.

LA DOCTRINA HACE DAÑO A LA VIDA DE IGLESIA

  En 4:14 Pablo habla del segundo elemento negativo que perjudica la vida de iglesia: “Para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de enseñanza en las artimañas de los hombres en astucia, con miras a un sistema de error”. Pablo habla de enseñanza, o doctrina. En una religión no sólo hay ordenanzas, sino también doctrinas. Notemos que en el versículo 14 Pablo no se refiere a las herejías, sino a la doctrina, a la enseñanza. Aunque la doctrina parezca buena, ella nos puede apartar de Cristo y la iglesia. Por muy positiva que una doctrina parezca, si nos distrae y nos desvía de Cristo y la iglesia, debemos ser muy cautelosos con respecto a ella y no recibirla. No aceptemos ni siquiera la mejor doctrina si ésta nos distrae de Cristo y la iglesia. El Espíritu, y no la doctrina, es el que produce la iglesia. Con todo, en el cristianismo actual abundan las doctrinas. Ahí se dan sermón tras sermón acerca de la doctrina. Sin embargo, las doctrinas sin la vida, la cual está en el Espíritu, hace daño a la vida de iglesia.

  En el capítulo cuatro de Efesios se hace un contraste entre la doctrina y la realidad de Cristo. La realidad de Cristo es el Espíritu de realidad. Si nos aferramos a la doctrina, abandonamos automáticamente al Espíritu de realidad. Pero si le damos la debida importancia al Espíritu de realidad, nos desprenderemos de la doctrina.

  Los cristianos de hoy están divididos o por las ordenanzas o por las doctrinas. Las denominaciones están establecidas conforme a ordenanzas o a doctrinas. Si se erradicaran las ordenanzas y las doctrinas, no habría división y todos los creyentes genuinos serían uno. Le agradecemos al Señor porque en Su recobro somos realmente uno, a pesar de cuán diversos que sean nuestros trasfondos. Aun los ángeles malignos reconocen nuestra unidad. Hemos desechado los elementos divisivos de nuestro pasado y nos hemos reunido para ser uno en el Señor.

  A través de los años hemos aprendido a dejar a un lado nuestras opiniones a fin de guardar la unidad. En varias ocasiones nuestras opiniones han diferido, pero gracias a la misericordia del Señor, las hemos desechado por causa de la unidad. La edificación del Cuerpo la realiza el Espíritu, y no las doctrinas. Cuando nos empeñamos en mantener nuestras opiniones doctrinales, nos apartamos de la realidad de Cristo, la cual es nada menos que el Espíritu vivificante.

TOMAR LA PALABRA COMO ALIMENTO

  Debido a nuestra insistencia en que debemos hacer a un lado la doctrina por causa de la edificación de la iglesia, tal vez se pregunten qué debemos hacer con la Biblia. Sencillamente debemos acudir a ella, no para obtener conocimiento, sino para recibir alimento espiritual. Según 6:17 y 18, debemos tomar la palabra de Dios por medio de toda oración. En Mateo 4:4 el Señor Jesús le dijo al diablo cuando éste le tentó: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Esto indica que el Señor Jesús tomaba como pan la palabra de Dios, la cual se halla en las Escrituras, y vivía por ella. La función de la palabra que sale de la boca de Dios es nutrir, no principalmente dar conocimiento. Por lo tanto, cuando leamos la Palabra, debemos ejercitar no sólo nuestra mente, sino especialmente nuestro espíritu, para ingerirla como alimento.

  Recientemente leí de nuevo el libro de Isaías. En el pasado este libro me ayudó a adquirir mucho conocimiento. Pero en esta ocasión no lo leí principalmente con ese objetivo, sino con el fin de alimentarme. Isaías 1:3 declara: “El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor”. El hecho de que un pesebre esté relacionado con la comida indica que en el libro de Isaías se halla el concepto de la alimentación. Digo una vez más que no debemos tomar la palabra de Dios sólo como conocimiento; debemos tomarla como el alimento que nos nutre. La mejor manera de tomar la Palabra como alimento es orar-leerla.

OCUPARNOS DE LA REALIDAD DE CRISTO

  Si nos ocupamos de la doctrina, nos dividiremos. Los que estamos en el recobro del Señor debemos entender claramente que no estamos aquí por las ordenanzas ni por las doctrinas, sino por el Espíritu viviente, el cual es la realidad de Cristo. Si nos ocupamos fielmente de la realidad de Cristo y nos desprendemos de las doctrinas y ordenanzas, no nos dividiremos jamás.

  En el pasado hubo entre nosotros algunos disidentes. Ellos permanecieron con nosotros por algún tiempo, pero luego empezaron a insistir en cierta doctrina, y al ver que no la aceptamos, se fueron. Nuestra única postura ha sido y sigue siendo Cristo y la iglesia, y no ninguna doctrina.

  Cuando decimos que lo único que nos interesa es el Espíritu viviente y no la doctrina, eso no significa que no creamos en la Biblia. Nosotros creemos en la Biblia al menos igual que los demás creyentes, si no más. Lo único es que para nosotros la Biblia es más que letra impresa; pues es la Palabra viva. Si algunas hermanas, después de leer 1 Corintios 11, son motivadas por el Señor a cubrirse la cabeza, estamos agradecidos y valoramos ese deseo, pero de ninguna manera haríamos de esto la doctrina de cubrirse la cabeza. Según el mismo principio, si algunos hermanos o hermanas sienten que han envejecido espiritualmente y desean ser sepultados volviéndose a bautizar, estamos dispuestos a hacerlo. Sin embargo, no haríamos de esto la doctrina de bautizarse más de una vez. Pasa lo mismo con el hecho de quemar cosas mundanas o inadecuadas. Si algunos son guiados por el Señor a quemar ciertos artículos, tienen la libertad de hacerlo; pero no deben hacer de ello una doctrina. De hecho, ni siquiera Cristo y la iglesia son una doctrina para nosotros; antes bien, Cristo y la iglesia son una maravillosa realidad.

UNA EXHORTACION A LOS JOVENES

  Me doy cuenta de que el futuro del recobro está con los jóvenes, y sin duda, para la propagación del mismo en este país y a otros lugares, el Señor se valdrá principalmente de ellos. Por lo tanto, en presencia del Señor, les exhorto a los jóvenes que se den cuenta cuán importante es tener claro que en el recobro no estamos en pro de ninguna ordenanza ni doctrina; nuestro interés está puesto en el Espíritu vivificante, quien es la realidad de Cristo. Nosotros no tomamos la Biblia como un libro de doctrina; más bien, tomamos la Palabra como espíritu y vida. En Efesios 2 vemos un contraste entre las ordenanzas y el Espíritu; mientras que en el capítulo cuatro, vemos un contraste entre la doctrina y la realidad de Cristo que produce el crecimiento en vida para la edificación del Cuerpo. Las ordenanzas forman una pared de separación, mientras que la doctrina es un viento que aparta a las personas de la edificación del Cuerpo. Tanto el capítulo dos como el capítulo cuatro muestran que Pablo se ocupaba en la edificación de la iglesia. Cuando nuestro único interés sea el Espíritu, seremos edificados como morada de Dios en nuestro espíritu. Del mismo modo, si le damos importancia únicamente a la realidad de Cristo, experimentaremos el crecimiento en vida necesario para la edificación del Cuerpo en amor. Por tanto, en el recobro del Señor debemos proclamar que no nos interesan las ordenanzas ni las doctrinas. Nosotros tomamos la Palabra como revelación y como alimento, y no nos interesa la doctrina. Nos damos cuenta de que en los siglos pasados, las doctrinas y las ordenanzas han dividido e incluso denominado al pueblo de Dios. Por ello, nuestro único énfasis debe ser el Espíritu y la realidad de Cristo.

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