Mensaje 77
Lectura bíblica: Ef. 1:20-23; 3:8, 16-19; 4:8-10
La economía de Dios consiste en Cristo y la iglesia. Que el Señor nos conceda un cielo despejado para que recibamos la visión de Cristo y la iglesia. Aunque Efesios es un libro breve, ningún otro libro de la Biblia revela a Cristo en todos Sus aspectos, tanto vertical como horizontalmente, como lo hace Efesios.
Muchos estudiantes de la Palabra saben que Colosenses revela a Cristo como la Cabeza, y que Efesios revela a la iglesia como el Cuerpo. Sin embargo, ni siquiera el libro de Colosenses revela a Cristo de una manera tan vertical y horizontal como lo hace Efesios. Efesios 1:21 dice que Cristo está “por encima de todo”, lo cual no se encuentra en Colosenses. Colosenses dice que Cristo debe tener la preeminencia, el primer lugar, en todas las cosas, pero no dice que Cristo está por encima de todo. Para algunas personas, el tercer cielo es el lugar más elevado del universo; sin embargo, en 4:10 Pablo declara que Cristo “subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”.
Efesios 1:23 dice que Cristo “todo lo llena en todo”, y Colosenses 3:11, que Cristo es el todo, y en todos. Sin embargo, lo que dice Efesios 1:23, que Cristo lo llena todo en todo, supera lo que dice Colosenses 3:11, que Cristo es el todo y en todos. Colosenses 3:11 se refiere a la esfera del nuevo hombre, o sea, que Cristo es el todo y en todos en el nuevo hombre. Pero Efesios 1:23 alude al universo, el cual comprende el tiempo y el espacio. Cristo no sólo es el todo y en todos con respecto al nuevo hombre, sino que El también lo llena todo con respecto al universo. En la esfera universal, Cristo está por encima de todo, y lo llena todo.
En 3:8 Pablo habla de las inescrutables riquezas de Cristo. Esta frase no se halla en Colosenses. Las riquezas de Cristo son todo lo que El es para nosotros, tal como luz, vida, justicia y santidad. Estas riquezas son inescrutables y trascienden nuestro entendimiento.
En 3:18 Pablo habla de la “anchura, la longitud, la altura y la profundidad”. La anchura, la longitud, la altura y la profundidad son las dimensiones de Cristo. Cristo no sólo está por encima de todas las cosas, sino que El es la altura misma. El no sólo es más profundo, más ancho y más largo que todo; El mismo es la anchura, la longitud y la profundidad.
Este Cristo, el Cristo que es todo-inclusivo tanto vertical como horizontalmente, está haciendo Su hogar en nuestros corazones de una manera muy íntima. ¡Que todos veamos que hoy, el Cristo todo-inclusivo está haciendo Su hogar en nuestros corazones!
Cristo está por encima de todo porque Dios le resucitó de los muertos (1:20-21). Aparte de Cristo, nadie ha podido vencer la muerte y levantarse de entre los muertos. El hecho de que Cristo resucitara de los muertos indica que nada le puede retener. Cuando la muerte viene a nosotros, no podemos escapar de ella, pues ésta tiene poder para sujetarnos. Pero ella no pudo retener a Cristo (Hch. 2:24). Después de que Cristo visitó la esfera de la muerte por tres días, salió de ella en resurrección. Aunque la muerte hizo todo lo posible por retenerlo, Cristo seguramente le dijo: “Muerte, ¿es todo lo que puedes hacer? Si así es, es tiempo de que salga de aquí en resurrección”.
Así como nada pudo retener a Cristo, ninguna cosa negativa puede retenernos a nosotros tampoco, pues El está en nosotros. Los que creemos en Cristo debemos ser personas resucitadas. Cristo resucitó de los muertos y nada lo puede retener. A esto se debe que El ahora esté por encima de todo. El resucitó y subió por encima de todo. Este es nuestro Cristo.
Todos los creyentes saben que Cristo es el Redentor y el Salvador. Algunos saben que Cristo es quien otorga todos los dones y que El mismo es nuestra vida. Pero Cristo es mucho más que eso. En Efesios, un libro que trata de la economía de Dios, vemos que Cristo está por encima de todo. Puedo testificar que el Cristo que yo disfruto es Aquel que está por encima de todo.
En muchos aspectos, el Cristo que disfrutamos en el recobro del Señor es diferente del que se conoce en el cristianismo. Es posible que algunos, al oír esto, nos acusen de herejes. Pero consideren la tipología del libro de Levítico. En este libro se describen cinco ofrendas principales: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Estas ofrendas tipifican a Cristo en diferentes aspectos. Incluso con relación a una ofrenda, tal como el holocausto, se ofrecían diversos tipos de sacrificios. Uno podría ofrecer en holocausto un novillo, un cordero o un ave. Todos éstos son tipos de Cristo. Esto nos da la base para decir que según la experiencia, el Cristo que disfrutamos nosotros puede ser diferente al que disfrutan otros. Es posible que el Cristo que yo experimento sea diferente del que usted experimente, y que el que usted disfruta sea distinto al que disfrutan otros.
El capítulo tres de Efesios revela tres asuntos importantes acerca de Cristo, a saber, que Sus riquezas son inescrutables, que El hace Su hogar en nuestros corazones, y que Sus dimensiones son universales. Como mencionamos anteriormente, Cristo es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. ¿Quién puede decir cuán ancha es la anchura o cuán alta, la altura? ¡Cuánto necesitamos experimentar las riquezas inescrutables del Cristo inmensurable! Cristo es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del universo. ¡Aleluya por el Cristo cuyas dimensiones son inmensurables! Debemos preguntarnos si realmente conocemos a este Cristo.
Aunque Cristo es inmensurable, El puede hacer Su hogar en nuestros corazones. El Cristo inmensurable es una persona maravillosa que hace Su hogar en nosotros de una manera muy íntima. Para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, necesitamos ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu. Entonces seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios (v. 19).
Por un lado, el Cristo inmensurable que hace Su hogar en nosotros es el Espíritu, y por otro, El es el Dios de plenitud. Si somos fortalecidos por el Espíritu, y si Cristo hace Su hogar en nosotros, seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. No debemos decir que Cristo es únicamente el Hijo, mas no el Espíritu, ni Dios el Padre. Tenga cuidado de no caer bajo la influencia de la doctrina sistematizada del cristianismo. Cristo es demasiado maravilloso como para sistematizarlo en una doctrina. Cuando El hace Su hogar en nosotros, el Espíritu nos fortalece y somos llenos hasta la medida de la plenitud de Dios.
¿Habían notado que en Efesios 3 Pablo habla del Espíritu, de Cristo y de Dios? El Espíritu nos fortalece, Cristo hace Su hogar en nosotros, y somos llenos hasta la medida de la plenitud de Dios. Cristo es una persona todo-inclusiva. El es el Espíritu que nos fortalece, el Cristo que hace Su hogar en nosotros, y el Dios que nos llena hasta la medida de Su plenitud. Muchos han leído el libro de Efesios y no han tenido la visión de tal Cristo. Ojalá que todos veamos que el Cristo que recibimos es el Espíritu que nos fortalece y el Dios que nos llena hasta la medida de toda Su plenitud. Puedo testificar que esta persona tan maravillosa es el Cristo al cual yo disfruto.
En 4:9 y 10 Pablo dice: “Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”. Cristo hizo un tremendo recorrido por todo el universo. Primeramente, en Su encarnación, El descendió de los cielos a la tierra; luego, en Su muerte, descendió más aún, de la tierra al Hades, a las partes más bajas de la tierra; y finalmente, en Su resurrección, subió del Hades a la tierra, y en Su ascensión, de la tierra a los cielos. Mediante este recorrido, el abrió el camino para poder llenarlo todo. Cuando Cristo ascendió a lo alto, al tercer cielo, su recorrido no concluyó ahí. Después de Su ascensión, El descendió y entró a nuestro espíritu. Por consiguiente, Cristo es Aquel que desciende, asciende, viaja y viene a nosotros en visitas de gracia.
Hoy Cristo sigue viajando. El sigue ascendiendo y descendiendo, pero lo hace principalmente dentro de nosotros. En nuestra vida experimentamos altibajos. Cuando estamos decaídos, Cristo baja a donde estamos, nos levanta y nos lleva a Dios. Puede ser que muchas veces, en el transcurso del día, Cristo nos lleve a los cielos. Por experiencia podemos testificar que Cristo desciende y asciende dentro de nosotros; El sube y baja. Aunque El siempre está firme, no se queda inmóvil; al contrario, El viaja mucho dentro de nosotros.
Es difícil saber dónde está Cristo. ¿Está El en los cielos o en la tierra? Si decimos que El está en la tierra, tal vez tengamos la sensación de que El está en los cielos. Pero si decimos que El está en los cielos, tal vez pronto nos demos cuenta de que El está en la tierra. En realidad, Cristo está en todas partes. Conforme a 4:9 y 10, El descendió y ascendió con el fin de llenarlo todo. ¿No creen ustedes que si Cristo llenará todas las cosas en el universo, no nos llenará a nosotros también? Por medio del proceso de descender y ascender, Cristo nos llenará consigo mismo.
Es por medio del proceso de descender y ascender, que Cristo nos constituye dones para el Cuerpo. Cuanto más desciende y asciende dentro de nosotros, más llegamos a ser dones. Muchos hermanos y hermanas funcionan muy poco en la iglesia porque todavía no son hechos dones. Tal vez sean buenos hermanos y hermanas, pero no son dones para el Cuerpo. No obstante, a medida que Cristo descienda y ascienda dentro de ellos, El los cautiva, los conquista y los constituye dones para Su Cuerpo. Como resultado de esto, ellos llegan a ser dones útiles. Sin embargo, me temo que en algunos santos, Cristo haya cesado de viajar. Es posible que El ya no suba ni baje dentro de ellos.
Puedo dar testimonio de que el descender y ascender de Cristo en mí, me ha constituido un don para la iglesia. Cristo ha subido y bajado dentro de mí innumerables veces. Si intentamos asirnos al Cristo que es la Cabeza sin permitirle descender y ascender dentro de nosotros, estropearemos el proceso por el cual somos constituidos dones. El Señor nos constituirá dones únicamente al descender y ascender dentro de nosotros. Después de experimentar por algún tiempo al Cristo que viaja en nuestro interior, llegaremos a ser útiles en la iglesia.
Quisiera dar un testimonio acerca de un hermano que conocí hace más de veinte años. En aquel entonces él no había experimentado mucho que Cristo descendiera y ascendiera dentro de él. Pero la condición de este hermano es muy diferente ahora. El descender y ascender de Cristo en él, lo ha constituido un don útil para el recobro del Señor. El les podría contar que, especialmente cuando el Señor lo usa, Cristo asciende y desciende dentro de él. Cristo baja a donde él está y asciende con él a los cielos. Ciertamente, nuestro Cristo es Aquel que desciende y asciende.
Si analizamos los versículos que hemos abarcado en este mensaje, veremos que el Cristo que experimentamos en el recobro del Señor es diferente del Cristo de quien oímos en la religión. ¡Qué Cristo tenemos! El es la corporificación de Dios y el contenido de la iglesia. Tenemos a un Cristo todo-inclusivo, a un Cristo universal. El está por encima de todo. El es inescrutable e inmensurable, y con todo, hace íntimamente Su hogar en nuestros corazones. Además, nuestro Cristo desciende y asciende continuamente dentro de nosotros. Puesto que toda la plenitud de Dios mora en El, El es la corporificación misma de Dios. Por tanto, mientras El hace Su hogar en nuestros corazones, somos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. El Cristo que es la corporificación de Dios, es también el contenido de la iglesia. Aún más, al descender y ascender, El lo llena todo, universal, vertical y horizontalmente.
No debemos enfocar nuestra atención en nosotros mismos, sino en el Cristo todo-inclusivo. No pensemos en lo débiles o pobres que somos; pensemos más bien en Cristo, hablemos de El y mirémoslo sólo a El. Alabado sea el Señor por la revelación que presenta el libro de Efesios en cuanto al Cristo que lleva a cabo la economía de Dios. Este libro no habla mucho de Cristo como Redentor o Salvador, pero sí nos revela que Cristo está por encima de todo y que lo llena todo en todo. No obstante, este Cristo está accesible a nosotros. El hace Su hogar en nuestros corazones e imparte en nosotros Sus inescrutables riquezas para que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Al final, El se forjará plenamente en nosotros, la iglesia, como nuestro único contenido.