Mensaje 82
Lectura bíblica: Ef. 1:23; 3:19; 4:13; Jn. 1:16
Hemos visto que la iglesia es la expresión de Cristo. En Efesios 1 se nos dice que la iglesia es el Cuerpo, y que este Cuerpo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, y este Cuerpo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
En 1:23, las palabras “todo ... en todo” se refieren al universo. Cristo llena todo el universo. Esto se comprueba en 4:10, donde dice: “El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”. El que Cristo lo llene todo significa que El llena el universo. Cristo es tan universalmente inmenso que llena todas las cosas. Este Cristo ilimitado necesita un Cuerpo que sea Su plenitud.
La plenitud de Cristo es el rebosamiento de Cristo. Cristo es tan inescrutablemente rico que tiene un rebosamiento, una plenitud, un excedente. La iglesia, por ser Su Cuerpo, es la plenitud de Cristo, Su excedente. Este asunto reviste mucha importancia.
El recobro del Señor no consiste principalmente en recobrar elementos externos. En la economía de Dios, lo externo tiene relativamente poco valor. La economía de Dios consiste en Cristo y la iglesia. La iglesia se produce cuando nosotros experimentamos interiormente las riquezas de Cristo y así llegamos a ser Su plenitud.
Hay una gran diferencia entre la iglesia y una organización social. Aparentemente la iglesia es un grupo social conformado de diferentes clases de personas. Así conciben la iglesia las personas del mundo, como una organización social más. Es necesario que veamos la diferencia entre la iglesia y un club social. Los clubes sociales por lo general les imponen a sus miembros reglamentos muy elevados. Tal vez les exijan elevadas normas respecto al vestido, al comportamiento y al carácter. Exteriormente, los miembros de esos clubes quizás luzcan mejor que los santos de las iglesias. Sin embargo, por muy bueno que sea un club, no deja de ser una mera organización humana, y contrario a la iglesia, no tiene absolutamente nada de Cristo. La iglesia, en contraste, es el rebosamiento de Cristo, Su excedente.
Los miembros de un club tal vez sean regulados exteriormente conforme a ciertos requisitos. Los que cumplen con ellos logran tener una muy buena apariencia a los ojos de los hombres. En ciertos aspectos, ellos quizás manifiestan una conducta superior a los miembros de las iglesias. Sin embargo, ante Dios, lo mejor de las normas y del comportamiento humanos no son más que estiércol. En la iglesia no necesitamos superarnos o corregirnos exteriormente; lo que necesitamos es que Cristo quite todas nuestras deficiencias reemplazándolas consigo mismo. Si los miembros de la iglesia carecen de algo, eso indica que necesitan más de Cristo. Debemos resistir la tentación de convertir la iglesia en un club social, en donde se imponen normas y reglamentos. Estas cosas no tienen nada que ver con el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo está constituido únicamente del Cristo que se ha forjado en los santos.
Estoy plenamente consciente de que en Efesios, un libro que trata de la iglesia, Pablo habla de que las esposas se sometan a sus maridos, que los maridos amen a sus esposas, que los hijos obedezcan a sus padres y que los esclavos obedezcan a sus amos. Sin embargo, estas cosas no son el enfoque de la economía eterna de Dios. La economía de Dios no consiste en que tengamos una buena vida familiar, sino en que se produzca un Cuerpo para Cristo. Por supuesto, si estamos en el Cuerpo de Cristo de una manera apropiada y práctica, sin duda alguna tendremos una vida familiar apropiada. Sin embargo, es posible disfrutar de una vida familiar extraordinaria, y no tener nada que ver con el Cuerpo de Cristo. He conocido incrédulos cuya vida familiar supera a la de muchos cristianos. No obstante, aunque la vida familiar de estos incrédulos era buena, no tenía nada que ver con Cristo ni con la economía de Dios. Es crucial que veamos que el enfoque de la economía de Dios no es una determinada norma de carácter o de conducta, sino Cristo y la iglesia.
Satanás, el enemigo de Dios, de manera muy sutil ha utilizado cosas como el conocimiento bíblico, los dones espirituales y el evangelismo para impedir que los creyentes conozcan la economía de Dios. Durante el ministerio terrenal del Señor Jesús y el del apóstol Pablo, Satanás usó el Antiguo Testamento para velar al pueblo judío. Cuando el Señor Jesús se les apareció como la encarnación misma de Dios, ellos no lo pudieron reconocer. Al contrario, con las Escrituras en sus manos, lo sentenciaron a muerte. Según su concepto, con esta acción servían a Dios.
Los cristianos de hoy no deberían considerarse superiores a los religiosos judíos, pues también pueden ser engañados como lo fueron ellos. El enemigo sigue utilizando el conocimiento bíblico para impedir que las personas vean a Cristo. Además, él usará casi cualquier cosa para sustituir a Cristo e impedir que las personas vean la revelación de la economía de Dios, cuyo centro es Cristo y la iglesia.
Ya mencionamos que la iglesia es el rebosamiento de Cristo; pero para que seamos en realidad el rebosamiento de Cristo, necesitamos ser transformados. En 2 Corintios 3:18 leemos que a medida que a cara descubierta miramos y reflejamos la gloria del Señor, somos transformados en la misma imagen de gloria en gloria. Sí, los santos todavía tienen sus defectos y fracasos; no obstante, ellos están en el proceso de ser transformados. Cuanto más somos transformados, más llegamos a ser el rebosamiento de Cristo.
Corregir a las personas pidiéndoles que se conformen a ciertas normas es fácil, pero toma tiempo para que la vida divina crezca en nosotros. Por ejemplo, en poco tiempo se puede hacer una flor artificial, pero para producir una flor de verdad, una flor que tenga vida y fragancia, tal vez tome varios meses. Si controlamos a los demás de manera externa, lo único que lograremos es retrasar el proceso de crecimiento en vida. Por lo tanto, debemos ser pacientes y permitir que el Señor crezca en los santos. Con el tiempo, el crecimiento en vida producirá el cambio deseado. Esta es la diferencia entre la iglesia y un club social.
Como Cuerpo de Cristo, la iglesia es un organismo vivo constituido de la vida divina. La vida divina entró en nosotros en el momento en que fuimos regenerados, y ahora obra en nuestro interior para saturar cada parte de nuestro ser y absorber todo elemento negativo que tengamos. A través de este proceso, la iglesia llega a ser el Cuerpo de una manera práctica.
En el recobro, el objetivo del Señor no es principalmente recobrar enseñanzas, dones o prácticas; al contrario, es llevarnos a experimentar a Cristo como vida por causa de la vida de iglesia. Si algunos piensan que la meta del recobro del Señor es recuperar ciertas enseñanzas y dones, yo diría que el tiempo demostrará que ésta es una falsa esperanza. Hace más de diez años, algunas personas afirmaban que el Señor deseaba recobrar el amplio campo de los dones pentecostales. Los que afirmaban esto vivían en un sueño, y ahora ya no están en el recobro del Señor. En aquel entonces, les dije que estaban soñando y que si no despertaban de su sueño, sufrirían pérdida, que serían engañados por su sueño. Los que no abandonaron ese sueño en efecto sufrieron gran pérdida espiritual. Hoy muchos de ellos se han apartado de la presencia y de la gracia del Señor.
El Cristo que mora en nosotros puede preservarnos seguros en el camino del Señor. Es crucial que todos conozcamos al Cristo que está en nosotros y le permitamos hacer Su hogar en nuestros corazones. No debemos desear hacer una gran obra; más bien, debemos estar satisfechos de permitir que Cristo viva en nosotros y de que El nos use para impartirlo en otros. Si ésta es nuestra experiencia, no seremos nosotros los que laboremos por el Señor, sino que será Cristo quien haga la obra desde nuestro interior. Si experimentamos a Cristo de esta manera, la iglesia será el Cuerpo de Cristo tanto en la realidad como en la práctica. La iglesia como Cuerpo de Cristo procede del propio Cristo, pues ella es Su rebosamiento, Su excedente.
Hace unos años pasé diez horas conversando con un hermano que no creía que la obra del Señor pudiera ser llevado a cabo solamente por el Cristo que mora en nosotros. El tenía toda su confianza puesta en el recobro de los dones pentecostales. Le dije que el Señor no quería un gran movimiento, sino que Su mover se llevaría a cabo en una escala relativamente pequeña, quizás, como siempre ha ocurrido, de una manera desapercibida. El Señor no hará nada en desproporción a Su Cuerpo.
Además, todo lo que pertenece al Cuerpo de Cristo debe provenir de la vida de Cristo. Por ejemplo, nada que sea artificial puede formar parte de nuestros cuerpos físicos. Ni siquiera las mejores dentaduras son parte de nuestros cuerpos, porque no tienen la vida de nuestros cuerpos. Sólo lo que es producido por la vida de nuestro cuerpo puede formar parte de él. Si perdemos un brazo, lo podemos reemplazar con un brazo artificial, pero éste no será un miembro auténtico del cuerpo. En el mismo principio, el Cuerpo de Cristo tiene que ser producto de la vida de Cristo; no puede haber ningún elemento extraño en el Cuerpo. No obstante, en el cristianismo actual hay muchos elementos extraños y artificiales. Ninguno de ellos tienen algo que ver con Cristo como vida. En cambio, como lo hemos señalado, la iglesia como Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo.
En 4:13 Pablo dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Según este versículo debemos llegar a tres cosas: a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, y a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. La plenitud de Cristo, la cual es el Cuerpo, tiene una estatura, pues Pablo habla de la estatura de la plenitud de Cristo. La estatura de la plenitud de Cristo equivale a la estatura del Cuerpo de Cristo. El capítulo uno revela que el Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo, y el capítulo cuatro, que la plenitud de Cristo tiene una estatura. Por lo tanto, la estatura de la plenitud de Cristo es la estatura del Cuerpo de Cristo.
En 4:13 Pablo no sólo habla de la estatura de la plenitud de Cristo, sino también de la medida de esta estatura. Como Cuerpo de Cristo, la iglesia tiene una estatura, y puesto que esta estatura crece, en 4:13 se habla de su medida, la cual es el hombre de plena madurez.
En muchos creyentes, la estatura de la plenitud de Cristo no ha crecido mucho; por ello, su medida también es pequeña. Pero al crecer Cristo en ellos, ellos crecerán y llegarán a ser la estatura de la plenitud de Cristo. Debemos seguir avanzando hasta llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Actualmente estamos en el proceso de llegar a ser un hombre de plena madurez, de alcanzar la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Se acerca el día cuando todos llegaremos a un hombre de plena madurez; mientras tanto, seguimos en el proceso. A este proceso hace alusión Pablo cuando dice que llegará el día en que ya no seremos “niños sacudidos por las olas y zarandeados por todo viento de enseñanza” (4:14).
Como Cuerpo de Cristo, la iglesia es la plenitud que crece cada día dentro de nosotros. Es de vital importancia que todos veamos que la iglesia es un organismo que procede de Cristo. Todo lo que no pertenece a Cristo no es parte de la iglesia. No importa cuán disciplinados o regulados seamos, ni cuanto hayamos mejorado, si esto no procede de Cristo, no forma parte de la iglesia. El hecho de que uno se regule, se discipline y se mejore posiblemente produzca una sociedad excelente, pero no puede producir la iglesia. En lo que atañe al Cuerpo de Cristo, nada que provenga de nosotros tiene valor alguno. Con relación al Cuerpo, nuestra bondad natural no sirve de nada. Ya sea que seamos buenos o malos, seguimos necesitando a Cristo. Indudablemente, los que son malos necesitan a Cristo; pero los que son buenos también lo necesita de la misma manera. No importa cuál sea nuestra forma de ser, lo que somos por naturaleza tiene que ser absorbido y consumido por el Cristo que mora en nosotros. Entonces seremos genuinamente el Cuerpo de Cristo, Su plenitud.
Juan 1:16 dice: “Porque de Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia.” Aprender acerca de Cristo o simplemente imitarlo no es lo importante, sino recibir de Su plenitud. Cristo es tan rico que tiene un excedente llamado plenitud. De esta plenitud podemos recibir gracia sobre gracia. Si diariamente recibimos de Su plenitud, un día llegaremos a estar constituidos de lo que hemos recibido. Esto significa que cuanto más recibamos de Su plenitud, más estaremos constituidos de Su plenitud y llegaremos a ser así Su plenitud. Si vemos esto, diremos: “Señor, sálvame de todo lo que no sea Tu plenitud. Señor, estoy dispuesto a pagar cualquier precio para disfrutarte y participar de Tu plenitud”. Que el Señor nos conceda Su misericordia para que podamos experimentar y disfrutar a Cristo diariamente, hasta que lleguemos a ser la iglesia que es Su misma plenitud, Su rebosamiento.