Mensaje 83
Lectura bíblica: Ef. 3:8, 17; 2 Co. 2:10; 10:1; 11:10; 8:9; 12:9; 13:14
Efesios 3:8 habla de las inescrutables riquezas de Cristo, y 3:17, de que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones. Esto indica que el Cristo que hace Su hogar en nosotros es el Cristo que tiene inescrutables riquezas. Las inescrutables riquezas de Cristo nos son dada para que las disfrutemos. Día tras día y hora tras hora debemos disfrutar estas riquezas maravillosas, inmensurables, ilimitadas y todo-inclusivas.
Es difícil enumerar todas las riquezas de Cristo. Si ellas fueran pocas, sería fácil enumerarlas. Pero las riquezas de Cristo superan nuestra capacidad de describirlas o enumerarlas. Si deseamos conocer las riquezas de Cristo contenidas en Efesios, nos beneficiaría examinar cómo Pablo experimentó estas riquezas según se revela en el libro de 2 Corintios.
El libro de 2 Corintios trata de la gracia, en contraste con 1 Corintios, que trata de los dones. Pablo concluye 2 Corintios con las palabras: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (13:14). Debido a que 2 Corintios es un libro que trata de la gracia, en el último versículo Pablo menciona primero la gracia. La gracia es más profunda y subjetiva que los dones. Los dones son externos, mientras que la gracia es interna. Además, los dones están relacionados con lo que hacemos, mientras que la gracia tiene que ver con un disfrute interno.
Es muy significativo que en 2 Corintios, y no en 1 Corintios, Pablo diga que somos transformados a medida que a cara descubierta miramos la gloria del Señor (2 Co. 3:18). Ser dotados y ser transformados son dos cosas distintas. Muchos cristianos les dan mucha importancia a los dones, pero pocos le prestan atención a la transformación.
¿Qué prefiere usted, ser dotado o ser transformado? Antes de contestar esta pregunta, considere el ejemplo del asno de Balaam (Nm. 22:23-33). Repentinamente, este asno le habló a Balaam. ¡Cuán milagroso fue que un asno hablara un idioma humano! Sin embargo, el asno no fue transformado en un ser humano. En este caso, se ve el don de hablar, mas nada de transformación.
La transformación se efectúa lentamente mediante el crecimiento en vida. Se desarrolla de manera tan lenta, que pareciera que nada ocurriera. Por ejemplo, para una madre, su bebé tal vez se vea igual cada día; pero de hecho, el niño va creciendo gradualmente.
En 2 Corintios 4:7 Pablo dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros”. El tesoro que está en los vasos de barro mencionado aquí no alude a los dones; más bien, denota algo precioso que está escondido. El vaso es algo externo, mientras que el tesoro es algo interno. A través del proceso de transformación, después de cierto tiempo, el tesoro toma posesión de la vasija y la envuelve.
Otra diferencia entre 2 y 1 Corintios es que 2 Corintios habla bastante acerca del sufrimiento; sin embargo, no es necesario sufrir para obtener dones espirituales. El asno de Balaam no necesitó sufrir para hablar un idioma humano. En cambio, la transformación requiere cierta cantidad de sufrimiento. Por esta razón, 2 Corintios no sólo habla de la gracia de Cristo, sino también de Sus sufrimientos. En 2 Corintios 1:5 Pablo dice que “abundan para con nosotros los sufrimientos de Cristo”. La gracia de Cristo junto con Sus sufrimientos producen la transformación. La transformación no está ligada a los dones o habilidades; tiene que ver con lo que somos en nuestro ser interior.
En 2 Corintios 4:5 Pablo declara: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor”. Aunque Pablo no se predicó a sí mismo, ni escribió una autobiografía, en ocasiones vio necesario revelar ciertos aspectos de cómo él experimentaba a Cristo. En 2 Corintios hallamos muchos de estos aspectos, por los cuales podemos ver cómo Pablo disfrutó aspectos específicos de las riquezas de Cristo. Más adelante en este mensaje veremos algunos de ellos.
Algunos aspectos de las riquezas de Cristo revisten gran importancia. Entre ellos figuran el hecho de que Cristo es Dios, el Creador, el Hijo de Dios, el Redentor, el Salvador, el Padre y el Espíritu vivificante. Otros aspectos importantes tienen que ver con la encarnación, la crucifixión, la resurrección, la ascensión, el descenso y el que El more en nosotros. Además está el aspecto de Cristo como vida, amor, poder, santidad y justicia. Todos éstos son aspectos grandiosos, y podemos decir que hasta cierto grado los creyentes los conocen. Con todo, es posible tener un conocimiento doctrinal de estas riquezas de Cristo, sin que ellas formen parte de nuestra experiencia. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que no sólo conozcamos los distintos aspectos de las riquezas de Cristo, sino que también los experimentemos y los disfrutemos.
Romanos 10:12 nos da una clave de cómo disfrutar las inescrutables riquezas de Cristo. En este versículo Pablo dice: “Pues el mismo Señor es Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan”. Las riquezas de Cristo no sólo debe estudiarse, sino que también deben disfrutarse. La manera de disfrutarlas no es por meditar en ellas, pues la meditación está ligada al ejercicio de la mente. En el Nuevo Testamento no se nos exhorta a meditar. Si deseamos experimentar las riquezas de Cristo, debemos invocar el nombre del Señor Jesús. Muchos podemos testificar que invocar al Señor es mucho más dulce y deleitoso que meditar. Cuanto más invocamos el nombre del Señor Jesús, más gustamos Su dulzura.
Algunos critican nuestra práctica de invocar el nombre del Señor Jesús. Según ellos, se trata simplemente de un fenómeno psicológico sin ningún valor espiritual. Si invocar el nombre del Señor produce simplemente una experiencia psicológica pasajera, entonces lo mismo se podría experimentar si invocáramos el nombre de alguna otra persona. Pero sabemos que esto no es así. Cuando invocamos el querido nombre del Señor Jesús, disfrutamos la realidad de Su Persona, y gustamos Su dulzura. Recordemos que el nombre del Señor está respaldado por Su persona. Cuando invocamos el nombre, contactamos la persona del Señor, cuya realidad es el Espíritu. Por ende, cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, recibimos al Espíritu.
En la Biblia, el nombre del Señor Jesús a menudo se menciona con relación al Espíritu. Por ejemplo, 1 Corintios 6:11 declara: “Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el Espíritu de nuestro Dios.” Jesús es el nombre, y el Espíritu es la persona. Cuando invocamos el nombre de Jesús, experimentamos la persona del Espíritu. Puesto que esta persona es real y viviente así como está cerca y accesible, la experimentamos y la disfrutamos cuando la invocamos. El Señor Jesús es rico para con todos los que le invocan. ¡Qué manera tan maravillosa de disfrutar las inescrutables riquezas de Cristo!
El libro de 2 Corintios revela la clase de vida que llevó el apóstol Pablo. Pablo tomó a Cristo como su vida y su persona; disfrutó y experimentó a Cristo constantemente. En 2 Corintios 2:10 dice que perdonó a alguien “en la persona de Cristo”. Pablo no perdonaba en sí mismo, o sea, en su propia persona; cuando perdonaba algo, lo hacía en la persona de Cristo. Esto revela que él vivía en la persona de Cristo.
Todo lo debemos hacer en la persona de Cristo. Esto significa que cuando un hermano ama a su esposa, debe amarla en la persona de Cristo. Asimismo, cuando una hermana sale de compras, ella debe comprar en la persona de Cristo. Mientras lo hagamos todo en la persona de Cristo, no habrá ningún problema.
Es bastante difícil traducir correctamente el significado de la palabra griega traducida “persona” en 2 Corintios 2:10. Esta palabra también se podría traducir “faz” o “presencia”, pues se refiere a la parte que está alrededor de los ojos, la expresión que comunica los pensamientos y sentimientos de una persona. Cuando miramos a alguien en esa parte del rostro, podemos percibir lo que esa persona siente. Cuando Pablo dijo que perdonaba en la persona de Cristo, él quería decir que lo perdonaba según lo que el Señor le expresaba a Pablo desde Su ser interior.
Esto se puede experimentar con nuestro cónyuge. Por ejemplo, cuando alguien me invita a cenar a su casa, al mirar la expresión de los ojos de mi esposa, puedo ver si ella consiente en aceptar la invitación. En otras ocasiones es mi esposa quien se fija en la expresión que comunican mis ojos. Esto es lo que el apóstol Pablo hizo en 2 Corintios 2:10, cuando perdonó según lo que el Señor le expresaba desde Su ser interior. A él no le interesaba su propia persona ni sus sentimientos, sino los pensamientos y sentimientos del Señor según le comunicaban los ojos del Señor. ¡Qué vida llevaba el apóstol Pablo! El era una persona que vivía siempre en la presencia del Señor, que miraba siempre a Sus ojos. Por ello, en todo lo que hacía, era el Señor quien lo hacía, y en todo lo que hablaba, era el Señor quien hablaba. El era una persona que vivía tomando a Cristo como su persona. La vieja persona de Pablo había sido anulada, y ya no vivía el; ahora vivía en él la persona de Cristo. Por esta razón dijo que él perdonaba en la persona de Cristo.
Muchos cristianos hablan de los dones espirituales pero no saben nada acerca de vivir en la persona de Cristo. ¡Cuán diferentes son los cristianos al apóstol Pablo! En 2 Corintios 2:10 Pablo parecía decir: “Yo no perdono conforme a mi sentir o preferencia personal, sino conforme a la expresión que se trasmite desde el ser interior de Cristo. Yo sé que el Señor quiere que yo perdone, porque al mirar a Sus ojos, ellos me indican lo que está en Su corazón. Así que, yo perdono en la persona de Cristo”.
Esta es la clase de vida que edifica el Cuerpo de Cristo. Es posible realizar una gran obra, pero quizás eso no logre nada con relación a la edificación del Cuerpo. Sólo los que viven en la persona de Cristo pueden edificar el Cuerpo. Esta vida no depende del poder ni de la conducta; es un asunto totalmente relacionado con la vida, con vivir en la persona de Cristo. Esta es una de las maneras en que Pablo experimentó las riquezas de Cristo.
En 2 Corintios 10:1 Pablo dice: “Mas yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo”. Pablo no dijo que él imitó la mansedumbre y ternura de Cristo. Imitar a Cristo es muy distinto a vivir conforme a la mansedumbre y ternura de Cristo. Pablo disfrutó estos aspectos de las inescrutables riquezas de Cristo, y nosotros también debemos disfrutarlos. Al relacionarnos con otros, no debemos imitar a Cristo; antes bien, debemos relacionarnos con ellos en la mansedumbre y ternura de Cristo.
Para disfrutar la mansedumbre y ternura de Cristo, necesitamos estar en el Espíritu, pues todas las riquezas de Cristo están en el Espíritu todo-inclusivo. Cuando nos volvemos a nuestro espíritu, contactamos al Cristo que es el Espíritu todo-inclusivo y lo tomamos como nuestra persona, Su mansedumbre y ternura llegan a ser nuestra comida, nutrición, fuerza y satisfacción. No necesitamos restringirnos a nosotros mismos, ni pretender ser mansos o tiernos. La mansedumbre y ternura de Cristo espontáneamente llegan a ser nuestro deleite. Podemos de hecho alimentarnos de estos aspectos de las riquezas de Cristo. Cuando tomamos a Cristo como nuestra persona, espontáneamente disfrutamos de Su mansedumbre y ternura. En lugar de esforzarnos, sencillamente disfrutemos de todo lo que El es. Así vivía el apóstol Pablo.
En 2 Corintios 11:10 Pablo menciona que “la veracidad de Cristo ... está en [él]”. En Pablo había algo verdadero, algo real, que provenía de Cristo. Debido a que disfrutaba de la veracidad de Cristo, Su realidad, sabía que lo que les comunicaba a los corintios provenía de dicha veracidad. Este es otro indicio de que Pablo no vivía por sí mismo, sino que tomaba a Cristo como su persona.
Pablo no se jactaba de tener verdad alguna en sí mismo; al contrario, él se gloriaba de la veracidad de Cristo. Nosotros también debemos aprender de esto a no jactarnos de nosotros mismos. Debemos olvidar lo que somos y no hablar de nosotros mismos; en lugar de ello, debemos vivir conforme a Cristo y comportarnos según Su veracidad. Al relacionarnos con los demás en la mansedumbre y ternura de Cristo, debemos hablar conforme a la veracidad de Cristo que está en nosotros.
En 2 Corintios, varios versículos hablan de la gracia de Cristo. Por ejemplo, 2 Corintios 8:9 declara: “Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros por Su pobreza fueseis enriquecidos”. Por gracia, Cristo se humilló a Sí mismo dejando Su posición por nosotros. El abandonó Sus riquezas para que nosotros nos enriqueciésemos. Nosotros podemos hacer esto únicamente por medio de la gracia de Cristo. Si tomamos Su gracia como nuestro disfrute, espontáneamente haremos lo mismo que hizo Cristo. Aunque en realidad no lo haremos nosotros, sino el Cristo que vive en nuestro ser.
En el capítulo doce Pablo rogó al Señor tres veces que le quitara “el aguijón” de su carne (vs. 7-8). Sin embargo, el Señor le contestó: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad” (v. 9). Por consiguiente, Pablo pudo decir: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí” (v. 9). El Señor le dijo a Pablo que no se preocupara por el aguijón o por sus sufrimientos, sino que disfrutara de Su ilimitada gracia. Pablo se dio cuenta por experiencia de que el poder de Cristo se perfeccionaba en su debilidad.
Hoy muchos se quejan de su debilidad y falta de capacidad. Sin embargo, deben ver que es en su debilidad que se perfecciona el poder de Cristo; su debilidad les da la oportunidad de disfrutar del poder de Cristo.
En 2 Corintios 12:10 Pablo dice además: “Por lo cual, por amor a Cristo, me complazco en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy poderoso”. Pablo era fuerte porque el poder de Cristo se perfeccionaba en su debilidad.
Ya mencionamos que el libro de 2 Corintios termina con una bendición: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (13:14). Hoy muchos pastores pronuncian estas palabras como una bendición formal. Pero la intención de Pablo no era pronunciar dicha bendición; más bien, les decía a los santos que podían participar de las riquezas de Cristo y disfrutarlas.
La gracia de Cristo procede del amor de Dios, lo cual significa que el amor de Dios es la fuente de la gracia de Cristo, y que la gracia de Cristo es la expresión del amor de Dios. Además, esta gracia se halla en la comunión del Espíritu Santo. Mediante la comunión del Espíritu Santo, llegamos a disfrutar de la gracia de Cristo y del amor de Dios. Este disfrute es precisamente lo que necesitamos hoy.
Si todos experimentamos y disfrutamos las riquezas de Cristo, tendremos mucho que proclamar con respecto a El cuando nos reunamos. Al tener comunión con otros en el Señor, hablaremos de lo que Cristo es para nosotros. No hablaremos de doctrinas ni de dones, sino de la experiencia genuina que hayamos tenido de Cristo y de cómo realmente hemos disfrutado Sus riquezas. Cuanto más se impartan a nosotros las riquezas de Cristo, más seremos santificados y transformados metabólicamente. A medida que el nuevo elemento desecha el viejo elemento, seremos nutridos, cuidados con ternura y finalmente glorificados. La meta del Señor en Su recobro es introducir a Su pueblo en esta experiencia. Después de la época de Pablo, se perdió en gran medida el disfrute que los creyentes tenían de las inescrutables riquezas de Cristo. Pero ¡alabado sea el Señor que hoy se está recobrando esta experiencia!