Mensaje 88
Lectura bíblica: Ef. 2:21-22
El capítulo dos de Efesios concluye con el tema de la edificación. En el versículo 21 vemos el edificio universal, y en el versículo 22, el edificio local. El versículo 21 dice: “En quien todo el edificio, bien acoplado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor”. La frase “todo el edificio” alude al edificio universal, a la iglesia en todo el universo. Las palabras “en quien vosotros también” del versículo 22, denotan el edificio local, el cual se compone de aquellos que vivían en la ciudad a la que fue enviada esta epístola. Por lo tanto, la edificación tiene un aspecto universal y un aspecto local. Es muy significativo que este capítulo de Efesios concluya con la edificación de la iglesia en estos dos aspectos.
Por muchos siglos se ha pasado por alto la edificación de la iglesia. Muy pocos siervos del Señor le han prestado la debida atención. A partir de 1938, el Señor empezó a mostrarnos la importancia de la edificación, y desde entonces se han dado muchos mensajes sobre este tema tan crucial. Algunos de ellos están impresos en el libro “The Vision of God’s Building” [La visión del edificio de Dios]. Los mensajes que componen este libro hablan del edificio de Dios según se revela en toda la Biblia, de principio a fin.
Si queremos ser edificados universal y localmente, debemos abandonar todas las ordenanzas. Aferrarnos a ciertas ordenanzas equivale a edificar sin el fundamento correcto, o sea, sin Cristo como único fundamento. Muchos creyentes no ven claramente que Cristo es el único fundamento, y por ende, no saben qué es el edificio de Dios. Debido a esto, han pasado años vagando de denominación en denominación, o de grupo en grupo. Tales creyentes bien podrían ser piedras idóneas para el edificio de Dios, sin embargo, no han sido edificados. Hay creyentes que vagan de grupo en grupo con el pretexto de que no están satisfechos; pero el verdadero motivo es sus ordenanzas.
Las ordenanzas pueden estar ligadas a nuestra manera de ser. Algunos, que son de carácter tranquilo, prefieren las reuniones cristianas en las cuales los creyentes adoran en silencio; por ello van de grupo en grupo en busca de una reunión que satisfaga su forma de ser. Cuando piensan que al fin han encontrado un grupo de su agrado, se adhieren a él sólo para darse cuenta de que ahí se practica algo que no corresponde con su carácter. A estos creyentes no les satisface ningún grupo, pues ninguno de ellos concuerda plenamente con su forma de ser.
Si tenemos una clara visión de la economía de Dios y sabemos qué es el recobro, estaremos dispuestos a hacer a un lado nuestra forma de ser, a negarnos a nuestros gustos y a preocuparnos únicamente por el recobro del Señor. El recobro no se basa en ninguna práctica; se basa en el Cristo que es nuestra paz, nuestro fundamento, nuestra piedra angular y nuestro todo. La visión de la economía de Dios debe controlarnos, dirigirnos y restringirnos. Dicha visión nos mantendrá en el Cristo que es el único fundamento. Entonces, en lugar de ser estrellas errantes (Jud. 1:13), seremos edificados con los demás y estaremos eternamente establecidos en la economía de Dios. Los que han recibido esta visión y son gobernados por ella serán edificados con otros sobre el único fundamento, el cual es el Cristo todo-inclusivo. Ellos no permitirán que ninguna ordenanza llegue a ser su fundamento.
Una vez más quisiera usar el orar-leer como ejemplo. Damos gracias a Dios por el orar-leer. Aunque no hemos hecho del orar-leer una ordenanza, algunos han dejado la vida de iglesia simplemente porque no estaban de acuerdo con esta práctica. ¿Acaso alguien que deja la iglesia por esta razón ha visto verdaderamente lo que es la iglesia? No lo creo. Uno que ha tenido la visión de la iglesia jamás se irá.
Algunos cristianos nos han criticado no sólo porque practicamos el orar-leer la Palabra, sino también por alabar al Señor en voz alta, por invocar el nombre del Señor Jesús, y por permitir que los creyentes se bauticen más que una vez, o sea, que sean “sepultados” de nuevo. Hay quienes nos han criticado por hacer hincapié en que Cristo es contrario a la religión. Si nosotros los que estamos en las iglesias locales hemos participado de algún modo en la idolatría, la inmoralidad, la división, o en la negación de la deidad de Cristo, debemos ser criticados; pero es erróneo que se nos critique por tales cosas como orar-leer la Palabra o invocar el nombre del Señor Jesús. Si los creyentes reciben ayuda espiritual por medio de estas prácticas, ¿qué derecho tienen los demás de criticarnos? Los que no siguen estas prácticas deberían ser uno con los que se benefician de ellas y hacer lo mismo. Supongamos que cierto hermano se da cuenta de que se ha envejecido y entrado en un estado de muerte, y el Señor lo guía a sepultarse en las aguas del bautismo. Si después de sepultarse, él es refrescado, renovado y vivificado, de tal manera que empieza a alabar al Señor de una manera liberada y eufórica, ¿deberíamos censurarlo por haberse bautizado una segunda vez y por alabar al Señor en voz alta? ¡Por supuesto que no! Sin embargo, algunos creyentes lo critican porque todavía tienen ordenanzas relacionadas con el bautismo o con alabar al Señor en voz alta.
Hace muchos años, había en China un pastor presbiteriano que era considerado el máximo teólogo de China. Por ser presbiteriano, se suponía que él se opusiera a la práctica del bautismo por inmersión y, en lugar de ello, favoreciera la aspersión. Sin embargo, un día, mientras oraba en un monte, experimentó el derramamiento del Espíritu Santo. El descendió del monte corriendo, y tan pronto vio agua, se zambulló en ella. Después de esa experiencia, llegó a ser otra persona, una que era muy viviente en el Señor. Los que tienen ordenanzas ciertamente criticarían a este hermano por lo que hizo; pero al Señor no valora las ordenanzas. En Cristo, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación (Gá. 6:15).
Aunque actualmente hay millones de creyentes en la tierra, pocos han sido edificados con otros. Esta falta de edificación se debe a que muchos cristianos siguen aferrándose a las ordenanzas. Tal vez usted era miembro de cierta denominación, y por causa de sus ordenanzas, no era uno con los demás ni podía edificarse con ellos. Antes bien, esperaba que cambiara la situación y que ésta se adaptara a sus ordenanzas. Cuando vio que nada cambiaba ni mejoraba, se fue a otro grupo esperando encontrar allí una situación que concordara con sus preferencias. Esta actitud ha sido la causa por la cual muchos han vagado de denominación en denominación. Algunos han testificado que no fue sino hasta que llegaron a la vida de iglesia que se sintieron satisfechos. Aunque es cierto que en la iglesia estamos satisfechos espiritualmente, debemos tener cuidado de no aferrarnos a ninguna ordenanza. En nuestra experiencia, Cristo debe ser todo para nosotros: nuestra paz, nuestro fundamento, nuestra piedra angular. No nos debe interesar nada que no sea Cristo mismo. Si las reuniones son ruidosas o tranquilas no importa; no estamos por el ruido ni por el silencio; estamos por Cristo. Al preocuparnos únicamente por Cristo, fácilmente podremos ser uno con los demás y nos edificaremos con ellos local y universalmente sobre Cristo como único fundamento.
Recientemente el Señor me ha encargado con que presente algunos mensajes sobre las ordenanzas. Creo firmemente que el Espíritu del Señor que está en nosotros, sabe que es importante que entendamos con claridad este asunto. A medida que más santos tomen el camino del recobro del Señor, aumentarán las posibilidades de que se introduzcan diversas ordenanzas y que se expresen opiniones disidentes. Por consiguiente, es crucial que aprendamos a preocuparnos únicamente por Cristo, especialmente cuando visitamos localidades cuya forma de reunirse difiere de lo que estamos acostumbrados. No debemos evaluar una reunión por lo que se practica en ella, si los santos oran-leen, si hablan en lenguas, o si ofrecen oraciones largas o cortas; lo único que debe interesarnos es Cristo y únicamente Cristo. Si sólo nos interesa Cristo, no tendremos ningún problema en cuanto a la unidad. Cuanto más nos deleitemos en Cristo y abandonemos toda forma de ordenanza, más seremos edificados en Cristo local y universalmente.
Cuando hablamos de la edificación universal, no debemos confundirla con una institución. Aunque estamos absolutamente en pro de la debida edificación, nos oponemos a toda forma de organización. Las iglesias serán edificadas juntas universalmente, pero esto no significa que serán organizadas universalmente.
Conforme a la verdad acerca del Cuerpo, el Cuerpo es universalmente uno solo; por ello, las iglesias locales no deben aislarse las unas de las otras. El aislamiento es contrario a la verdad en cuanto a la unidad del Cuerpo. Debido a que cada iglesia local es parte del Cuerpo universal, ninguna iglesia local debe aislarse de las demás, especialmente ya que ahora tenemos tantos medios modernos de comunicación y transporte que facilitan la rápida expansión de noticias e información alrededor del mundo. En estos días el ministerio de vida puede ser liberado en Los Angeles, y en cuestión de horas ser comunicado a docenas de lugares diferentes. ¡Qué error cometería una iglesia si intentara independizarse! El Cuerpo recibe una continua infusión de vida. Si nos aislamos de las demás iglesias, no participaremos de la infusión ni de la circulación vital del Cuerpo. Hacer esto sería una violación a la ley del Cuerpo. Aunque debemos rehuir a todo tipo de organización, debemos ser edificados universalmente como el único Cuerpo.
En 2:22 Pablo habla de la edificación local: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu”. La palabra “vosotros” se refiere a los creyentes locales, y la palabra “también” indica que la edificación del versículo 22 es local. Conforme al contexto, en este versículo, la morada de Dios es local, mientras que en el versículo anterior, el templo santo es universal.
Pablo es cuidadoso y muestra que es en Cristo que los santos locales son edificados para morada de Dios en el espíritu. Ellos no son edificados en ordenanzas, prácticas ni opiniones. Unicamente podemos ser edificados en el Cristo todo-inclusivo, quien es nuestra paz, nuestro fundamento y nuestra piedra del ángulo.
Es importante que comprendamos que la edificación universal se efectúa únicamente por medio de la edificación local. Si no nos edificamos con otros en nuestra localidad, no podemos esperar ser edificados en ninguna otra iglesia local. Todos los que tienen el deseo de emigrar para propagar la vida de iglesia, primero tienen que ser edificados en su propia localidad. Si todavía no han sido edificados en su iglesia local, no deben emigrar. Uno no puede ser edificado universalmente, si no ha sido edificado localmente de una manera práctica.
Si han estado en una localidad por algún tiempo y no han sido edificados con otros, tiene que haber una razón para esta falta de edificación. La razón tal vez sea su habilidad natural o sus reservas en cuanto a la vida de iglesia. Sí, han dejado de vagar de grupo en grupo y han venido a la vida de iglesia para quedarse; sin embargo, si desean ser edificados localmente, su manera de ser debe ser quebrantada. Nada pone a prueba nuestra madurez espiritual como lo hace la edificación. Además, la edificación local ayuda grandemente en nuestro crecimiento espiritual. Si estamos dispuestos a ser edificados en la iglesia de nuestra localidad, creceremos considerablemente en vida. La edificación debe empezar en el sentido local y luego extenderse en el aspecto universal. Algunos santos no han crecido mucho porque no han sido edificados en la iglesia local. La razón por esta falta de edificación es que ellos tienen muchas reservas. Aunque están en la iglesia local, tienen la tendencia a retirarse o retraerse cuando ocurren ciertas situaciones en la iglesia. Esto les impide ser edificados. En lugar de retirarnos o retraernos, debemos estar dispuestos a ser quebrantados e incluso “arruinados” a fin de ser edificados con otros. ¡Cuánto afecta esto a nuestro crecimiento en vida! Si crecemos de esta manera, la vida de iglesia se extenderá a través de nosotros y con nosotros, y seremos útiles en emigraciones futuras. Pero si no somos edificados localmente, no estaremos listos para emigrar. Sólo los que han sido edificados localmente pueden ayudar a propagar la vida de iglesia. Una persona que tiene reservas en cuanto a la iglesia y desea participar en la emigración, causará problemas si emigra.
La propagación del recobro del Señor se basa en el mover del Cristo vivo en nuestro espíritu de manera corporativa. El mover del Señor se encuentra con todos los santos en conjunto y no de manera individual. Nosotros los que buscamos al Señor no debemos tener ninguna reserva; al contrario, debemos siempre rendirnos a El y estar dispuestos a ser quebrantados de tal forma que podamos ser edificados en la iglesia de nuestra localidad. Entonces, dondequiera que estemos, el recobro del Señor se propagará por medio de nosotros. Esto difiere completamente de un movimiento humano o de una organización. Debemos ser edificados localmente para que avance el mover genuino de Cristo como Espíritu vivificante por medio de Su Cuerpo.
Le damos gracias al Señor por las numerosas iglesias que se han establecido a través de la emigración. También le agradecemos por los muchos santos que emigraron, los cuales, por haber experimentado en cierta medida la edificación local antes de emigrar, han sido muy útiles. Al mismo tiempo, debemos reconocer que se han generado problemas en algunos lugares, lo cual se debe al hecho de que algunos todavía no se han entregado por completo a la vida de iglesia. Esto recalca el hecho de que el éxito de la emigración depende del grado de edificación. Si somos edificados sin ninguna reserva, la emigración se llevará a cabo también sin ninguna reserva; pero si transigimos con la edificación local, también lo haremos con cualquier emigración futura.
En conclusión, quisiera subrayar nuevamente que la medida en que hayamos sido edificados, tanto universal como localmente, depende de cuánto nosotros abandonamos las ordenanzas y de cuánto conocemos de manera práctica al Cristo que lo es todo en la economía de Dios. Puesto que El es una persona todo-inclusiva, no debemos aferrarnos a nada que lo reemplace a El. Si nos asimos a Cristo como a Aquel que es todo-inclusivo, seremos edificados de manera genuina, primero, localmente, y luego, universalmente. Esto nos hará útiles para emigrar y propagar la vida de iglesia.