Mensaje 92
Lectura bíblica: Ef. 4:7-16
En 2:15 Pablo habla de la creación del nuevo hombre: “Aboliendo en Su carne la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en Sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz”. Más adelante, en 4:13 habla de llegar a un hombre de plena madurez, y en 4:24, de vestirse del nuevo hombre. El hombre de plena madurez al que se refiere el versículo 13 es el nuevo hombre del versículo 24. Por consiguiente, en Efesios se menciona el nuevo hombre tres veces.
Algunas versiones yerran en cuanto a la traducción de Efesios 4:24. Por ejemplo, una versión lo tradujo así: “Os vistáis de la nueva naturaleza”. ¡Qué traducción más pobre! La palabra griega que se usa en este versículo es ánthropos, la cual se usa también en 2:15 y significa “hombre”. Otra versión yerra también al traducir este versículo de la siguiente manera: “Os vistáis del nuevo yo”. Pocos autores cristianos se han dado cuenta de que en 4:24 el nuevo hombre es la iglesia. En su Diccionario de las palabras del Nuevo Testamento, W. E. Vine hace notar que el nuevo hombre en 4:24 es la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo. El relaciona claramente 4:24 con 2:15. No cabe ninguna duda de que el nuevo hombre en 4:24 es el nuevo hombre en 2:15, pues se usa el mismo término en ambos casos.
En 2:15 tenemos la creación del nuevo hombre. Podemos considerar esta creación como el nacimiento del nuevo hombre. Sin embargo, así como un niño es perfeccionado por medio del crecimiento, el nuevo hombre creado en Cristo también es perfeccionado por medio del crecimiento. Esta es la razón por la cual Pablo menciona el nuevo hombre en el capítulo cuatro al igual que en el capítulo dos.
Hay una diferencia entre ser perfecto o completo orgánicamente y serlo funcionalmente. Cuando un bebé nace, es perfecto orgánicamente, pues nace con todos sus órganos vitales; sin embargo, él no nace perfecto con relación a sus funciones. En el aspecto orgánico, la madre no puede ayudar a su bebé, pues no podría añadirle ningún otro órgano. Sin embargo, ella puede ayudarle en cuanto a sus funciones al alimentar al bebé para que crezca de una manera normal. Aunque sólo Dios el Creador puede producir un organismo perfecto, nosotros los padres tenemos que ayudar a nuestros hijos a ser perfectos con relación a sus funciones. Esta responsabilidad la cumplimos alimentando y cuidando con ternura a nuestros hijos. Cada niño debe recibir nutrición y cuidado tierno para que se desarrolle y funcione normalmente. Este principio se aplica también a la iglesia, la cual es el nuevo hombre. En 2:15 vemos la creación del nuevo hombre en el aspecto orgánico, y en 4:13-16, el perfeccionamiento del nuevo hombre con relación a su función.
En este respecto, 4:16 es un versículo de suma importancia. Pablo dice: “De quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. Crecer en vida es crecer hasta la medida de la Cabeza, Cristo, y funcionar en el Cuerpo es funcionar con lo que proviene de Cristo. Cada miembro del Cuerpo de Cristo tiene su propia medida, la cual contribuye al crecimiento del Cuerpo. El Cuerpo causa el crecimiento de Sí mismo mediante las coyunturas que suministran ricamente y mediante los miembros que desarrollan su función. El crecimiento del Cuerpo es el crecimiento de Cristo en la iglesia, el cual da por resultado que el Cuerpo se edifique a sí mismo.
En Efesios 2 no hay ningún versículo como 4:16. En el capítulo dos se ve el nacimiento del nuevo hombre, mas no su función. Al nacer, el nuevo hombre es orgánicamente perfecto, pero no es apto para funcionar. Así como un niño necesita que se le perfeccione por medio de alimento y cuidado tierno, el nuevo hombre, aunque ya es orgánicamente perfecto, necesita ser perfeccionado mediante el crecimiento en vida para funcionar apropiadamente.
Nuestra vida física es un buen ejemplo de esto. Sólo Dios puede crear a un ser humano orgánicamente perfecto. Sin embargo, después de que éste nace, Dios no viene a alimentarlo y cuidarlo; esto es responsabilidad de los padres, y en particular de la madre. Cuanto más el recién nacido es alimentado y crece, más funcionará normalmente.
Conforme al mismo principio, el nuevo hombre creado por Cristo debe ser perfeccionado para que pueda funcionar. Mediante el crecimiento mencionado en el capítulo cuatro, el nuevo hombre empieza a funcionar. Por medio de la función de cada miembro en su medida, el Cuerpo crece para la edificación de sí mismo en amor. La responsabilidad de crear el nuevo hombre le correspondió exclusivamente al Señor; nosotros no tuvimos nada que ver con esto. Sin embargo, tenemos que cumplir con nuestra responsabilidad de perfeccionar el nuevo hombre alimentándolo y cuidándolo con ternura. A medida que el nuevo hombre sea perfeccionado de esta manera, crecerá y llegará a ser perfecto en cuanto a su función.
Como ya expresamos, el nuevo hombre llega a ser perfecto con relación a sus funciones mediante la debida alimentación. Esto, sin embargo, no es algo superficial; por el contrario, es uno de los conceptos más profundos del libro de Efesios. En el cristianismo actual, los ministros, los pastores y los predicadores generalmente enseñan a los creyentes, y por ende, en lugar de edificar el Cuerpo, edifican una religión. Entre nosotros hay muchos hermanos que anteriormente eran ministros o misioneros y ellos pueden dar testimonio de esto. Debido a que los que están en el cristianismo dependen de la doctrina, terminan edificando algo que no es el Cuerpo. La enseñanza doctrinal no perfecciona al Cuerpo con respecto a sus funciones. De hecho, Efesios 4, un capítulo que habla del perfeccionamiento del nuevo hombre por medio del crecimiento en vida, no estima mucho la doctrina. Pablo dice que cuando dejemos de ser niños, ya no seremos zarandeados por todo viento de doctrina. Lo que se necesita para que el Cuerpo se edifique y para que el nuevo hombre sea perfeccionado en cuanto a sus funciones, es el crecimiento en vida. Esto se logra por medio de la alimentación.
En 4:8 se nos dice que el Cristo ascendido dio dones a los hombres. En este contexto, los dones no aluden a habilidades para servir, sino a las personas dotadas que se mencionan en el versículo 11: apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Cristo, después de conquistar a los pecadores y de rescatarlos de Satanás y de la muerte mediante Su muerte y resurrección, hace de los pecadores rescatados dones, en Su ascensión y con Su vida de resurrección, y los da a Su Cuerpo para la edificación del mismo. Por consiguiente, las cuatro clases de personas dotadas mencionadas en el versículo 11 han sido investidas con un don especial. Estas personas dotadas son dadas “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo” (v. 12). Cuanto más los santos son perfeccionados, más crecen, y cuanto más crecen, más se manifiesta su función, y funcionan conforme a su medida.
Examinemos con más detenimiento cómo Cristo da los dones a Su Cuerpo. ¿De qué manera son los creyentes constituidos como dones y presentados al Cuerpo? El caso del apóstol Pablo es un excelente ejemplo de esto. Pablo no fue perfeccionado en un seminario teológico. Como todos sabemos, Saulo de Tarso era una persona sumamente religiosa. Habiendo nacido y crecido en el judaísmo, él se opuso a Cristo y persiguió a la iglesia. El incluso fue autorizado por el sumo sacerdote para ir a Damasco con el fin de arrestar y encarcelar a los que invocaban el nombre del Señor Jesús. Pero mientras se dirigía allí, se le apareció el Señor Jesús. En Gálatas 1:13, Pablo dijo: “Porque habéis oído acerca de mi conducta en otro tiempo en el judaísmo, que perseguía sobremanera a la iglesia de Dios, y la asolaba”. Más adelante, Pablo añade: “Pero ... agradó a Dios ... revelar a Su Hijo en mí, para que yo le anunciase como evangelio entre los gentiles” (Gá. 1:15a, 16a). Dios forjó a Cristo en Pablo para que lo ministrase a otros. De esta manera Cristo presentó a Pablo como un don para el Cuerpo. Por medio de este proceso, Cristo nos constituye dones que son dados al Cuerpo. Primero, Cristo se forja en nosotros para llegar a ser nuestra vida, nuestra persona y nuestro todo. Luego, ministramos a otros el Cristo que se ha forjado en nosotros.
El Cristo ascendido es el único que puede producir dones para el Cuerpo. Observemos que en 4:8-11 se mencionan los dones en relación con la ascensión de Cristo. El versículo 8 dice: “Subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo cautiverio, y dio dones a los hombres”. La expresión “lo alto” se refiere al tercer cielo, donde Cristo ascendió, y las palabras “los que estaban bajo cautiverio” se refieren a los santos redimidos que fueron capturados por Satanás antes de ser salvos por la muerte y la resurrección de Cristo. En Su ascensión, Cristo los llevó cautivos, es decir, los rescató de la cautividad de Satanás y los tomó para Sí mismo. Después de rescatarnos de Satanás, nos constituye dones para el Cuerpo.
La ascensión fue la cumbre y el clímax de la obra de Cristo. Los otros pasos básicos de Su obra son la encarnación, la crucifixión y la resurrección. La ascensión está relacionada con la venida del Espíritu. Después de cumplir la redención por medio de Su crucifixión, y después de resucitar y ascender a los cielos, Cristo descendió como Espíritu vivificante. Por medio de la crucifixión de Cristo, fueron derrotados todos los enemigos. Por tanto, la cruz es el centro de la victoria de Cristo. Además, con Su muerte en la cruz, Cristo eliminó todos los problemas del universo. Por ello, después de Su crucifixión, El descansó en la tumba y disfrutó de un verdadero sábado. Luego, en Su resurrección, El liberó todas las riquezas divinas. Después de esto, El ascendió al tercer cielo, donde le fue encomendada toda la plenitud divina, junto con todos los escogidos de Dios. Saulo de Tarso se encontraba entre los elegidos que le fueron dados al Cristo ascendido.
Es importante que entendamos lo relacionado con el descenso de Cristo como Espíritu después de Su ascensión. Como dijimos, Efesios 2 nos revela que Cristo vino para predicar el evangelio de paz. Esto alude a la venida del Cristo ascendido. Cuando Saulo de Tarso perseguía a las iglesias, no se daba cuenta de que el objeto de su persecución estaba relacionado con los cielos, que la iglesia en la tierra estaba relacionada con el Cristo ascendido. El Señor Jesús apareció a Saulo de Tarso, quien, espontáneamente, aun en su ignorancia, invocó el nombre del Señor, diciendo: “¿Quién eres, Señor?” Debido a que Saulo había abierto su ser al Señor y lo había invocado, el Señor pudo entrar en él con la plenitud divina y constituirlo un don para el Cuerpo. De esta manera, el que perseguía a la iglesia llegó a ser uno que podría perfeccionar a los santos. Pablo llegó a ser tal don, no por medio de la preparación académica, sino al ser saturado de la plenitud divina. Por consiguiente, Saulo de Tarso llegó a ser el apóstol Pablo, quien alimentó a los santos, predicó las inescrutables riquezas de Cristo y ministró Cristo a los creyentes para que se alimentaran, crecieran, fueran perfeccionados y desempeñaran su función.
En el cristianismo actual, no se ve el debido funcionamiento de los miembros del Cuerpo. Es posible que en una reunión se junten centenares o aun millares de creyentes, pero permanecen sentados en las bancas sin funcionar. Esto se debe a que los creyentes no reciben la alimentación que les ayude a crecer genuinamente. Sólo aquellos que han sido alimentados debidamente podrán desempeñar su función.
En el recobro del Señor, debemos regresar a lo que estaba en el principio. En el principio, particularmente en la época de Pablo, los santos eran abundantemente alimentados y nutridos. Si vamos a ser perfeccionados, lo que necesitamos no es la doctrina, sino más bien, que Cristo se forje en nosotros. Como Saulo de Tarso, todos éramos enemigos de Cristo y perseguidores de la iglesia. Pero un día, el Señor Jesús vino a nosotros y nos capturó. Puedo testificar que cuando iba camino a mi “Damasco”, el Señor se me apareció e interfirió en mis planes. Mi ambición era obtener éxito en el mundo; sin embargo, no tuve más opción que seguir al Señor. Muchos de nosotros hemos experimentado esto. El Señor Jesús vino a nosotros y nos cautivó. Ahora debemos seguir ingiriéndole hasta que seamos saturados de El. Así llegaremos a ser miembros del Cuerpo que desempeñan su función, aquellos que el Cristo crucificado, resucitado, ascendido y descendido ha constituido dones.
Ya vimos que Cristo derrotó con Su muerte a todos los enemigos y resolvió todos los problemas. También vimos que mediante Su resurrección, El liberó las riquezas divinas, y que mediante Su ascensión, le fueron dados los escogidos de Dios y la plenitud divina. Desde el día que ascendió, Cristo ha trabajado para hacer de Sus enemigos derrotados dones para Su Cuerpo. Primero, El viene a tales enemigos y entra en ellos; luego, los llena gradualmente hasta saturarlos de Sí mismo; con el tiempo, los que antes eran Sus enemigos, son transformados y constituidos dones idóneos que son presentados al Cuerpo. Estos dones no simplemente enseñan a los demás, sino que les infunden a Cristo. De esta manera, los miembros del Cuerpo reciben la nutrición y el cuidado tierno. Entonces serán santificados, purificados, transformados y llegarán a ser miembros que desempeñan su función. Como resultado de todo esto, el Cuerpo estará bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro, y por la función de cada miembro en su medida. Esto fomentará el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor.
Creo firmemente que se acerca el día en que cada creyente que está en las iglesias locales será un miembro que funcione. Consideremos cómo los niños crecen y funcionan al ser alimentados. Cuanto más crecen, más funcionan. El principio es el mismo con relación a nuestro crecimiento espiritual como miembros del Cuerpo. Cuanto más crezcamos al ser alimentados y al recibir el cuidado tierno, más funcionaremos en la vida de iglesia. Si los santos se entregan sin reservas al Señor, en un período relativamente corto podrán desempeñar su función. Tengo la plena confianza en el Señor de que pronto se experimentará esto en el recobro del Señor.