Mensaje 13
Lectura bíblica: Ez. 20:6; 6:9; 11:12; 13:4-5, 17-18; 14:3, 5; 22:13-19, 22:25-30; 3:7; 2:3-4, 6
Como señalamos en el primer mensaje, el libro de Ezequiel tiene cuatro secciones. La primera sección, que consiste del capítulo 1, presenta una visión de la apariencia que tiene la gloria del Señor. Este capítulo revela cómo Dios es manifestado, cómo Dios lleva adelante Su mover y cómo Dios administra Su gobierno por medio de la coordinación de los cuatro seres vivientes. La segunda sección incluye los siguientes treinta y un capítulos y trata sobre el juicio de Dios por fuego. En esta sección vemos que Dios juzga a Su pueblo y a las naciones paganas por medio de Sí mismo como fuego consumidor. La tercera sección (caps. 33—39) nos muestra cómo Dios recobra a Su pueblo mediante la vida. Después de llevar a cabo Su juicio, Dios viene a fin de recobrar. Mientras que el juicio de Dios es ejecutado mediante el fuego, Su recobro es realizado mediante la vida. La última sección (caps. 40—48) trata sobre el edificio santo de Dios. El fruto, el resultado, de la obra de recobro que Dios efectúa mediante la vida es el edificio santo, el cual es la consumación de todo el libro de Ezequiel. Por tanto, las cuatro secciones de Ezequiel abarcan cuatro asuntos principales: la visión de la apariencia que tiene la gloria del Señor, el juicio por fuego, el recobro mediante la vida y el edificio santo de Dios. Éste es un esbozo del libro de Ezequiel, un libro que comienza con una visión gloriosa y termina con un edificio santo. Esto indica que la meta de Dios es el edificio.
También hemos visto que el libro de Ezequiel y el libro de Apocalipsis son similares. Al igual que Ezequiel, Apocalipsis abarca los cuatro asuntos de la visión, el juicio, el recobro y el edificio, y los abarca en la misma secuencia hallada en Ezequiel. La visión del Señor en Apocalipsis 1 es seguida por el juicio de Dios, el recobro que Dios efectúa y el edificio de Dios. Por último, Apocalipsis, al igual que Ezequiel, alcanza su consumación con el edificio de Dios que tiene doce puertas. Esto nos permite ver que los libros de Ezequiel y Apocalipsis no solamente son similares, sino también paralelos entre sí. Aquél trata sobre la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, y éste es la revelación de la iglesia en el Nuevo Testamento. El pueblo de Dios del Antiguo Testamento era una sombra, una prefigura, un tipo, de la iglesia del Nuevo Testamento.
Si leemos Ezequiel cuidadosamente, comprenderemos que nos presenta un cuadro de la iglesia. En cierto sentido, el cuadro en el Antiguo Testamento es más claro y completo que la revelación en el Nuevo Testamento. Por tanto, al leer Ezequiel no debemos meramente prestar atención a la historia de Israel o a las profecías acerca de Israel, sino que debemos considerar el cuadro claro que se presenta de la iglesia, en particular el cuadro aquí revelado de la situación degradada de la iglesia. Debido a que la degradación de Israel es un cuadro de la degradación de la cristiandad, lo que vemos en este cuadro se aplica a la situación actual.
En este mensaje comenzaremos a considerar la segunda sección de Ezequiel: el juicio de Dios ejecutado mediante el fuego. En los capítulos del 2 al 24 vemos el juicio de Dios sobre Israel, Su pueblo escogido, y en los capítulos del 25 al 32 vemos Su juicio sobre los gentiles, las naciones. El juicio de Dios primero es ejecutado sobre Su pueblo, los hijos de Israel, y luego Su juicio es ejecutado sobre los gentiles. Esto es conforme al principio rector en el Nuevo Testamento, tal como es visto en Apocalipsis y en 1 Pedro, según el cual Dios primero juzga a Su casa (1 P. 4:17) y después juzga a los incrédulos.
En el Antiguo Testamento, Israel era el pueblo escogido y elegido de Dios. Dios había libertado al pueblo de Israel sacándolo de Egipto y los había traído a la buena tierra. Que el pueblo de Israel fuese introducido por Dios en la buena tierra tipifica el que Dios nos pusiera a nosotros en Cristo, quien hoy es nuestra buena tierra. Ezequiel 20:6 dice que la buena tierra es la gloria de todas las tierras. Cristo es la gloria en la tierra, y Dios nos ha puesto en el Cristo glorioso, quien en Sus riquezas inescrutables es una tierra que fluye leche y miel.
El pueblo de Israel experimentó tres etapas del disfrute de Cristo. En la primera etapa ellos disfrutaron de Cristo en Egipto como Aquel que es la Pascua con el pan sin levadura y las hierbas amargas. En la segunda etapa ellos, mientras deambulaban por el desierto, disfrutaron de Cristo como Aquel que es el maná celestial y el agua viva. En la tercera etapa ellos disfrutaron de Cristo como Aquel que es la tierra, una tierra llena de ricos productos.
Estas tres etapas corresponden a nuestra experiencia actual como creyentes en Cristo. Cuando fuimos salvos, disfrutamos a Cristo como Cordero pascual. Después, comenzamos a disfrutar a Cristo como nuestra porción diaria, nuestro maná diario. Sin embargo, éste no es el disfrute máximo de Cristo. El disfrute máximo de Cristo consiste en disfrutar a Cristo en la iglesia como Aquel que es la buena tierra con todas Sus riquezas inescrutables.
Con respecto a Cristo como la buena tierra, Ezequiel 20:6 dice: “Aquel día les alcé Mi mano para sacarlos de la tierra de Egipto a una tierra que Yo les había espiado, que fluye leche y miel, la cual es la gloria de todas las tierras”. Leche y miel, que son producto de la mezcla de la vida animal con la vida vegetal, representan las riquezas de la buena tierra de Canaán. En Cristo encontramos tanto el alimento espiritual (la miel) como la bebida espiritual (la leche). Tanto la leche como la miel son producto resultante del Cristo que posee dos clases de vida: la vida que redime, tipificada por la vida animal, la cual tiene sangre, y la vida que genera, o se multiplica, tipificada por la vida vegetal. Por un lado, la vida del Señor Jesús es una vida que redime, a saber: una vida poseedora de sangre, la cual fue derramada para nuestra redención; por otro, la vida del Señor Jesús es una vida que genera y produce, a saber: una vida que fue liberada mediante Su muerte en la cruz para Su multiplicación y aumento. Estos dos aspectos de Su vida se han mezclado para producir leche como nuestra bebida espiritual y miel como nuestro alimento espiritual. Cristo es ahora nuestra leche y miel, y como tal, Él es nuestro suministro y disfrute. Si permanecemos en Él como nuestra buena tierra, disfrutaremos las riquezas de Su suministro.
Finalmente, Israel, el pueblo escogido de Dios, llegó a vivir en la buena tierra donde estaba el templo y la ciudad. El templo representa la casa de Dios, y la ciudad representa el reino de Dios. La presencia de Dios está en Su casa, y la autoridad de Dios está en Su reino. En la vida de iglesia actual nosotros disfrutamos a Cristo como nuestra buena tierra y, por tanto, tenemos la presencia de Dios y la autoridad de Dios. Debido a que somos los elegidos de Dios que viven en Cristo y disfrutan de todo lo que Él es, en la vida de iglesia apropiada y normal, tenemos el templo de Dios con Su presencia y el reino de Dios con Su autoridad.
Ahora debemos considerar los derechos, los privilegios y la posición del pueblo de Israel.
Israel era el elegido de Dios, Su pueblo escogido. Por ser Sus elegidos, ellos debían haberse separado de las naciones y ser diferentes a ellas. El principio rector es el mismo tanto con Israel en el Antiguo Testamento como con la iglesia en el Nuevo Testamento.
Israel no solamente era el elegido de Dios, sino también la vid de Dios. La vid de Dios tiene por finalidad la realización de la economía de Dios. Juan 15 revela que Cristo es la vid verdadera y que nosotros somos los pámpanos. En su conjunto, Dios y nosotros conformamos la vid por causa de la economía de Dios. A la vid Dios le concede Su rica visitación con el suministro de luz solar, aire, lluvia, nutrientes en el suelo y muchas otras cosas que son necesarias para que la vid crezca y produzca algo.
Esta vid consiste no solamente de seres humanos, sino de seres humanos unidos a la persona divina. Esto significa que la vid es una combinación del Ser Divino con muchos seres humanos. Tal vid tiene por finalidad la economía de Dios y debe producir algo que haga feliz a Dios y haga que la gente se regocije. Como pueblo escogido y elegido de Dios, Israel era la vid de Dios con miras a Su economía. Hoy en día Cristo con la iglesia es la vid de Dios.
En la Biblia, la vid representa al pueblo de Dios que está bajo Su cuidado y está en unión con Él. La vid en Juan 15 está formada por la unión del Cristo glorioso, quien es el Hijo de Dios, con todos aquellos que han creído en Él y le pertenecen. Esta unión redunda en el fluir de la vida divina, y esta vida llega a ser el vino que trae gozo tanto a Dios como al hombre. Por tanto, con la vid tenemos cuatro puntos cruciales: el cuidado que Dios prodiga en Su gracia, la unión de Dios y el hombre, el fluir de la vida divina y la producción de vino para el gozo de Dios y el hombre.
En Su gracia y en Su cuidado por nosotros, los creyentes, Dios nos ha puesto en Cristo (1 Co. 1:30), y ahora Él nos cultiva a fin de que vivamos en unión con Cristo. Él es la vid, y nosotros somos los pámpanos (Jn. 15:5a). Nosotros estamos en Él, y Él está en nosotros. Al permanecer nosotros en Él, la vida divina fluye y lleva fruto, con lo cual son producidas las uvas. A la postre, estas uvas se convertirán en el vino que alegra tanto a Dios como al hombre (Jue. 9:13).
Israel también era la novia de Dios, Su complemento, para Su satisfacción. Mientras que la vid guarda relación con el fluir de la vida y la manifestación de la gracia, la esposa guarda relación con el amor y la satisfacción. Dios no quiere estar solo, sino que quiere tener una novia. Génesis 2:18 dice que no es bueno que el hombre esté solo. En tipología, esto significa que no es bueno que Cristo, Dios mismo, esté solo. Cristo desea tener una novia. Según Ezequiel 16 y 23, Israel era la novia de Dios en tiempos del Antiguo Testamento. En la actualidad, la iglesia es la novia de Cristo para Su satisfacción (Jn. 3:29; Ap. 19:7). Lo que satisfará más a Dios y lo que le traerá el mayor placer será la iglesia como Su novia, Su complemento.
La casa de Israel también era el rebaño de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios tenía un rebaño en la tierra que estaba bajo Su cuidado, y este rebaño era Israel. Hoy en día la iglesia es el rebaño de Dios, el cual está bajo Su cuidado (1 P. 5:2).
Además, el pueblo de Israel fue escogido por Dios a fin de ser para Él un precioso y especial tesoro (Éx. 19:5). ¡Cuán maravillosa es la posición de Israel ante Dios! Ellos eran Sus elegidos, Su vid, Su novia, Su rebaño y Su tesoro. Éstos eran los derechos, los privilegios y la posición del pueblo de Israel.
Lamentablemente, la verdadera condición de Israel era muy pobre. Si leemos el largo relato en Ezequiel del capítulo 2 al 24, tal vez tengamos ganas de llorar por la deplorable condición en que se encontraba Israel.
El pueblo de Israel era el elegido de Dios, pero ellos se convirtieron en rebeldes contra Dios. Muchas veces en estos veintitrés capítulos Dios dijo que Israel era una nación rebelde, una casa rebelde. En 2:3 el Señor le dijo a Ezequiel: “Hijo de hombre, Yo te envío a los hijos de Israel, a esos paganos rebeldes que se han rebelado contra Mí”. En los versículos 5 y 6 Dios se refirió a ellos como “casa rebelde”, y en el versículo 7 Él dijo que “son rebeldes”. Ellos eran los elegidos de Dios, pero se habían convertido en rebeldes contra Dios.
El pueblo de Israel era la vid de Dios, pero ellos se habían convertido en cardos y espinos (2:6). Una vid debe producir uvas como fruto para comer y para hacer vino. En lugar de producir uvas, Israel se convirtió en cardos y espinos. Ellos se convirtieron en una planta que pinchaba, hería y hacía daño, la cual no daba fruto ni servía para hacer vino. Los elegidos de Dios se habían convertido en rebeldes, y la vid de Dios se había convertido en cardos y espinos.
Más aún, aunque el pueblo de Israel era la novia de Dios, ellos se convirtieron en una ramera. Ellos tenían un “corazón fornicario” y “se prostituyeron tras sus ídolos” (6:9). ¡Qué miserable situación! En los capítulos 16 y 23, Dios dijo que Su corazón estaba quebrantado debido a que ellos tenían un corazón fornicario. Como Marido amado, Dios estaba profundamente apenado debido a que Su pueblo se había convertido en una esposa ramera.
Según el relato de Ezequiel, ¿en qué se convirtió Israel, el rebaño de Dios? En 2:6 vemos que el rebaño de Dios se convirtió en escorpiones. Como rebaño de Dios, ellos debían haber sido ovejas que produjesen carne para alimentar al pueblo y lana para abrigar al pueblo; pero ellos se convirtieron en escorpiones, y los escorpiones no producen nada, sino solamente picaduras.
Ezequiel 22:18 dice: “Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha convertido en escoria; todos ellos son bronce, estaño, hierro y plomo en medio del horno; son la escoria de la plata”. Esto revela que Israel, el precioso tesoro de Dios, se había convertido en escoria, el desecho que queda después que el oro y la plata han sido refinados. Los elegidos de Dios se habían convertido en rebeldes; la vid de Dios se había convertido en cardos y espinos; la novia de Dios se había convertido en una ramera; el rebaño de Dios se había convertido en escorpiones; y el tesoro de Dios compuesto de oro y plata se habían convertido en escoria.
Este cuadro de Israel puede ser aplicado a la situación de la cristiandad hoy en día. En cuanto a su posición, los cristianos son los elegidos de Dios, pero muchos de ellos se han convertido en rebeldes contra Dios. En lugar de ser una vid, ellos se han convertido en cardos y espinos. En lugar de ser una esposa, ellos se han convertido en una ramera. Según Apocalipsis 17 y 18, la cristiandad actualmente no es una novia, sino una gran ramera con muchas hijas rameras. Por tanto, la cristiandad actual es por completo prostitución. Además, entre los cristianos lo que vemos actualmente no es un rebaño que produzca carne y lana para otros, sino escorpiones que pican. Finalmente, aunque algunos cristianos sean un tesoro para Dios, la mayoría se ha convertido en escoria.
¿Cómo es que un pueblo tan maravilloso, que era el elegido de Dios, la vid de Dios, la novia de Dios, el rebaño de Dios y el tesoro de Dios, pudo convertirse en un pueblo de rebeldes, en cardos y espinos, en una ramera, en escorpiones y en escoria? A fin de responder esta pregunta debemos considerar las razones para la degradación de Israel.
La primera razón para su degradación fue su idolatría. Ezequiel habla una y otra vez sobre los ídolos que había en medio del pueblo de Israel. No debiéramos considerar que un ídolo es siempre una imagen física. Un ídolo es aquello que reemplaza a Dios. Ezequiel 14:3 dice: “Hijo de hombre, estos hombres han erigido sus ídolos en su corazón”. Aquellos que erigen ídolos en sus corazones han sido alejados del Señor por sus ídolos (v. 5). El versículo 4 dice: “Háblales, por tanto, y diles: Así dice el Señor Jehová: Cualquier hombre de la casa de Israel que erija sus ídolos en su corazón y ponga delante de su rostro el tropiezo de su iniquidad, y vaya al profeta, Yo, Jehová, me encargaré de responderle según esto, conforme a la multitud de sus ídolos”. En estos versículos vemos un principio: todo el que tiene ídolos dentro de sí, pero que busca a Dios de manera externa, no puede hallarlo. Dios no será hallado por quienes han erigido ídolos en sus corazones. Quienes busquen al Señor de todo corazón le hallarán (Jer. 29:13). Sin embargo, Dios no será hallado por quienes externamente le buscan, pero tienen ídolos internamente. Si hay un ídolo en nuestro corazón, algo en nuestro corazón que nos ocupa en lugar de Dios, será inútil buscar a Dios, pues en esta situación Dios no puede ser hallado por nosotros.
Todo lo que esté en nuestro interior que reemplace a Dios es un ídolo. Todo lo que amemos más que al Señor es un ídolo. Una beca, nuestra educación, el dinero, la ropa, una esposa, un marido, los hijos: todo esto puede convertirse en un ídolo, algo o alguien que amamos más que a Dios y que reemplaza a Dios en nuestra vida. Todo cuanto sea para nosotros más importante que el Señor mismo, es un ídolo. La primera razón para la caída y degradación de Israel fue la idolatría.
El principio es el mismo con la degradación de la iglesia. En Apocalipsis 2 vemos que la degradación de las iglesias comenzó con dejar el primer amor hacia el Señor (v. 4). El Señor Jesús dijo que la iglesia en Éfeso tenía muchas buenas obras; no obstante, Él tenía algo contra ellos, pues habían dejado su primer amor hacia Él. Esto indica que ellos tenían algunos ídolos. Si no amamos al Señor con el primer amor, esto es señal de que tenemos cierta clase de ídolo. Todo lo que amemos más que al Señor mismo, es nuestro ídolo. Si comprendemos esto, veremos que la causa para la degradación de Israel y la causa para la degradación de la iglesia son exactamente las mismas.
El pueblo de Israel adoró ídolos que reemplazaron a Dios. La situación es la misma con una gran cantidad de cristianos actualmente. La mayoría de cristianos ha perdido su primer amor. Algunos aman su obra misionera mucho más que al Señor mismo. Otros aman su estudio de la Biblia o su labor evangelizadora más que al Señor. Muchos se preocupan por su obra, pero no se preocupan por el Señor. El Dr. A. W. Tozer de la Alianza Cristiana y Misionera dijo una vez que si el Señor Jesús asistiera a una conferencia de líderes cristianos, éstos no le reconocerían. Aunque estuvieran conversando acerca de su obra para el Señor, si Él viniera a ellos en su reunión, no le conocerían. La observación hecha por el Dr. Tozer indica que es común entre los cristianos amar muchas otras cosas que no son el propio Señor.
Los ídolos hacen que las personas entren en asociación con el mundo. El pueblo de Israel tenía ídolos, y por medio de estos ídolos ellos fueron puestos en contacto con el mundo y entraron en asociación con el mundo, es decir, con las naciones paganas. Esto indica que siempre y cuando tengamos algo en nuestro interior que reemplace al Señor, estaremos asociados con el mundo. Podríamos amar muchas cosas en lugar del Señor: dinero, títulos, un buen empleo, un automóvil, una casa, una vida confortable, e incluso a nuestro cónyuge o a nuestros hijos. Todo cuanto amemos más que al Señor mismo hará que entremos en asociación con el mundo y nos conducirá a la mundanalidad.
Después que el pueblo de Israel se asoció con las naciones, ellos comenzaron a andar a la manera y costumbre de las naciones. Esto significa que ellos siguieron a las naciones.
Debemos comprender que las tres causas de la caída y degradación de Israel son también las causas de la caída y degradación de la cristiandad actual. Estas causas son: amar algo más que al Señor mismo o en lugar del Señor, asociarse con el mundo y andar a la manera de los paganos.
Aunque estamos en el recobro del Señor, me preocupa que algunos entre nosotros todavía tengan ídolos en su ser, todavía estén asociados con el mundo y en su diario vivir todavía anden a la manera de los paganos. No debemos modelar nuestra vida conforme a la de los incrédulos en ningún aspecto. Por ejemplo, no debiéramos seguir a los incrédulos en su manera de vestirse. No debiera interesarnos vestir con un determinado estilo, sino simplemente preocuparnos por tener una apariencia externa apropiada. La manera en que vivimos, en que gastamos nuestro dinero y en que nos vestimos no debe conformarse a la manera de las naciones. Nosotros somos un pueblo santo, y por esta razón tenemos que ser diferentes de las personas mundanas.
Procedamos ahora a considerar las diversas clases de personas entre los hijos de Israel según se describe en estos capítulos de Ezequiel.
Ezequiel 22:26 dice: “Sus sacerdotes han hecho violencia a Mi ley y han profanado Mis cosas santas; entre lo santo y lo profano no hicieron distinción, ni han dado a conocer la diferencia entre lo inmundo y lo limpio; de Mis Sábados han escondido sus ojos, y he sido profanado en medio de ellos”. Aquí vemos que los sacerdotes quebrantaron la palabra de Dios, profanaron las cosas santas e incluso el Señor mismo fue profanado en medio de ellos. Ellos no distinguieron entre lo santo y lo profano, entre lo limpio y lo inmundo. Debido a que en lugar de ministrar la palabra de Dios la quebrantaron, ellos engañaron y robaron al pueblo. Ellos violentaron la palabra de Dios y profanaron el nombre de Dios. Esta situación también se suscita entre ciertos maestros de la cristiandad actual. Ellos quebrantan la palabra de Dios al ministrarla, con lo cual engañan a los demás y los inducen al error por medio de su uso equivocado de la Palabra y al profanar el nombre de Dios.
Ezequiel 22:27 procede a decir que los gobernantes, los reyes, estaban en medio de la tierra como lobos que arrebatan presa, derramando sangre y destruyendo almas para obtener ganancias deshonestas. Como muchos en la cristiandad actual, ellos ansiaban obtener algo para su propia ganancia.
Ezequiel 22:25 dice que los profetas eran como leones rugientes que devoran almas. Ellos tomaron para sí tesoros y cosas preciosas, con lo cual hicieron que muchas persones quedaran viudas.
Ezequiel 13:4-5 dice: “Tus profetas, oh Israel, son como zorras entre ruinas. No habéis subido a las brechas ni habéis edificado un muro para la casa de Israel, a fin de que esté firme en la batalla en el día de Jehová”. Como zorras en el desierto, los profetas gustaban de esconderse y vivir en lugares desolados. Difícilmente una zorra vivirá en una casa apropiada, pero cuando una casa está desolada, las zorras podrían habitarlas. Más aún, los profetas se rehusaron a subir a las brechas y edificar el muro en el tiempo de la batalla. La situación actual es similar, pues son muy pocos los cristianos que están dispuestos a pararse en la brecha en pro del recobro del Señor y de los intereses del Señor.
En tiempos de Ezequiel había muchos falsos profetas que profetizaban conforme a su propio corazón. En 22:28 Ezequiel usó una parábola para describir la manera en que profetizaban: “Sus profetas les han recubierto sus obras con argamasa no ablandada, viendo para ellos visiones vanas y adivinación mentirosa, diciendo: Así dice el Señor Jehová, cuando Jehová no ha hablado”. Aquí Ezequiel dijo que la manera de profetizar practicada por aquellos profetas era similar a recubrir paredes con argamasa no ablandada. La argamasa es hecha de cal y tiene que ser completamente saturada de agua antes de aplicarse a la pared, con lo cual habría sido apropiadamente templada; pero si la argamasa no ha sido debidamente saturada por el agua antes de aplicarse a la pared, una vez aplicada no resistirá las lluvias, y la pared se desmoronará. El significado de esta parábola es que la manera en que muchos profetas ministraban la palabra de Dios no había sido debidamente templada. Esta manera de ministrar la palabra de Dios sin el debido tratamiento previo para ser templados consiste en no haber sido saturados con el Espíritu Santo y no estar empapados de la experiencia de vida. En la actualidad hay muchos predicadores y maestros que recubren con argamasa no ablandada. Ellos pueden predicar sermones, pero cuando viene una tormenta, sus obras son lavadas desvaneciéndose como argamasa no ablandada.
Las palabras que han sido completamente saturadas con el Espíritu y con la experiencia de la vida divina son absolutamente diferentes. Cuando esta clase de palabra es ministrada, ella fortalece al pueblo de Dios para que pueda resistir todo tipo de tormenta que podría sobrevenir. Esto nos permite ver que tenemos necesidad de enseñanza que esté saturada con el Espíritu y con la experiencia apropiada de la vida divina. Esto no es cuestión de elocuencia o de saber usar palabras gratas al oído de los oyentes; más bien, se refiere a que la manera en que ministramos la palabra de Dios debe ser real, sólida y completamente saturada con el Espíritu Santo. Tal palabra nos protegerá, nos fortalecerá, nos edificará conjuntamente y nos capacitará para resistir firmes toda clase de tormenta.
Una situación aún peor que la de los falsos profetas se daba entre las hijas del pueblo, las cuales profetizaban de su propio corazón (13:17). Ellas no solamente profetizaban falsamente, sino que también profetizaban cuando el Señor no había hablado. Esta manera de profetizar se practica con frecuencia en la actualidad. Muchos dicen: “Así dice el Señor”, pero el Señor no ha hablado. Por ejemplo, en años recientes varias personas han profetizado que la ciudad de Los Ángeles habría de hundirse en el océano, y algunos incluso predijeron una fecha específica para ello. Pero Los Ángeles todavía está allí. Ellos dijeron: “Así dice el Señor”, pero el Señor jamás dijo tal cosa. Cuando estas profecías no se cumplieron, se demostró que las mismas eran falsas.
Además de profetizar falsamente, estas mujeres mencionadas en Ezequiel también practicaron la superstición y la hechicería. Por ejemplo, ellas confeccionaron pulseras a manera de amuletos como protección supersticiosa contra los demonios. Ellas incluso hicieron gorros a fin de cazar almas (13:18-21). Asimismo, hoy en día ciertos pastores, predicadores y ministros hablan de manera supersticiosa, consolando a otros de una manera que es falsa y no conforme a la verdad.
El Señor le dijo a Ezequiel que los ancianos que acudían a él para inquirir del Señor habían erigido ídolos en sus corazones (14:1-3). Debido a que había ídolos en sus corazones, el Señor no aceptaría que ellos le consultasen. Ellos no eran honestos con el Señor; además, eran ladrones voraces que tomaban tesoros de otros en sus manos. En muchos aspectos, la situación actual es similar.
Con base en Ezequiel 22:29 podemos ver que el pueblo recurría a la extorsión y practicaba el robo. Ellos oprimían al pobre y al menesteroso y maltrataban al extranjero contra derecho. El Señor no pudo encontrar a uno solo entre ellos que levantase muralla y que se pusiera en la brecha. Al respecto, el versículo 30 dice: “Busqué entre ellos un solo hombre que levantara una muralla y que se pusiera en la brecha delante de Mí, a favor de la tierra, para que Yo no la destruyera, pero no hallé a nadie”. Lamentablemente, en la cristiandad actual la situación es casi exactamente la misma.