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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Ezequiel»
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Mensaje 2

INTRODUCCIÓN

(2)

  Lectura bíblica: Ez. 1:1-3; Nm. 4:2-3; 1 Cr. 23:3a; Lc. 3:23a; Ez. 40:17; 41:6; 46:22; Nm. 8:24; Gn. 11:6, 31

  En este mensaje seguiremos considerando Ezequiel 1:1-3, los tres versículos que son la introducción a este libro. Hemos visto la fecha de las visiones, y ahora procederemos a ver el lugar donde fueron dadas las visiones, la persona que recibió las visiones y las condiciones para ver las visiones.

EL LUGAR

  El segundo punto en la introducción es el lugar donde Ezequiel vio las visiones. El versículo 3 dice que las visiones vinieron a Ezequiel cuando él estaba “en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar”.

En Caldea

  El lugar —la tierra de los caldeos— no era un buen lugar, pues Caldea era el lugar donde se inició Babel. El nombre hebreo Babel equivale al nombre griego Babilonia. Por tanto, podríamos decir que Caldea era en realidad Babilonia y que Babilonia era Babel, el lugar donde Satanás reunió a un grupo de personas caídas para rebelarse contra Dios. El mismo lugar donde Ezequiel vio las visiones era el lugar donde Satanás instigó la mayor rebelión contra Dios que se haya suscitado entre las personas caídas. Éste también fue el lugar del cual Dios llamó a salir a Abraham a fin de obtener un pueblo escogido (Gn. 11:6, 31). Lamentablemente, en tiempos de Ezequiel, la mayoría del pueblo escogido por Dios había sido llevado de regreso a ese mismo lugar. Su cautiverio fue su caída. Ellos habían caído en el mismo lugar de donde su antepasado Abraham había sido llamado por Dios.

  Quisiera que consideren la situación de los cristianos de hoy. La mayoría de cristianos, ¿está en la tierra de Canaán o en la tierra de los caldeos? Ciertamente la mayoría de los cristianos no está en la buena tierra, sino en un lugar de degradación. Por esta razón, el libro de Ezequiel encaja exactamente con la situación en que se encuentran los cristianos hoy en día.

Junto a un río

  Cuando Ezequiel vio las visiones, él estaba junto a un río. Él dice en el versículo 1: “Estando yo entre los cautivos junto al río Quebar”. El río Quebar representa el poder del enemigo para dañar al pueblo de Dios (cfr. Is. 8:7-8). Quebar significa “fuerte, muchos, poderoso”. Este río, el río de Babilonia, indica que Babilonia era fuerte y poderosa, por lo cual representa el poder de Babilonia que es contrario al pueblo de Dios. En la actualidad, “el río Quebar” es la corriente satánica de la era presente que aleja de Dios a las personas arrastrándolas a Babilonia.

  En el libro de Ezequiel hay dos ríos: el río Quebar, mencionado en el capítulo 1, y el río que fluye desde el templo, mencionado en el capítulo 47. El río Quebar aleja de Dios al pueblo de Dios, pero el río que fluye desde el templo introduce a las personas en la vida de Dios. Debemos comprender que estos dos ríos todavía están en la tierra hoy. Un río es la tendencia, la dirección, la corriente, de este mundo. Éste es el río de Babilonia, el río en el mundo caído, el cual arrastra a las personas lejos de Dios. ¡Alabamos al Señor porque hay otro río, y todo aquello adonde llegue este río vivirá!

  Al presente hay dos ríos que corren. Un río es de este mundo; el otro río es de la Tierra Santa. Un río arrastra a las personas lejos de Dios; el otro río lleva a las personas de regreso a Dios en vida. Un río destruye el edificio de Dios; el otro río edifica la morada de Dios.

  ¿Junto a cuál río está usted: el río Quebar o el río que fluye desde la morada de Dios? Aunque usted diga estar junto al río de agua viva que sale de la morada de Dios, quizás todavía conserve algo de la dirección de esta era, de la tendencia del mundo actual. Si todavía se encuentra sujeto a la tendencia del mundo actual, entonces no está junto al río de agua viva sino junto al río Quebar, y no está en la Tierra Santa sino en la tierra de los caldeos.

  Cuando los cielos le fueron abiertos a Ezequiel, él estaba junto al río Quebar, pero no estaba en dicho río. Muchos del pueblo de Israel habían sido muertos por el ejército babilónico; otros habían muerto a causa de la hambruna, las enfermedades y los animales salvajes. No obstante, no todo estaba perdido, pues Dios todavía había dejado algo de “tierra seca” junto al río que arrastraba a Su pueblo lejos de Sí. Al darles esta “tierra seca”, Dios les permitió continuar vivos y ser resguardados. Esto indica que la gracia de Dios permaneció con Ezequiel, con el rey Joaquín y con muchos otros que habían sido llevados al cautiverio. Si ellos no hubieran estado en las riberas del río Quebar, sino en el río mismo, todos habrían perecido. Debido a la gracia de Dios, ellos todavía podían vivir junto al río en la tierra de cautiverio. Aunque no podían vivir en Canaán y, por ende, no podían disfrutar de la abundancia de la gracia en Cristo, todavía podían disfrutar de cierto grado de misericordia en la tierra de cautiverio.

  Las visiones que constan en el libro de Ezequiel son requeridas con urgencia por los cristianos de hoy y por la iglesia actual. Cuanto más contacto al Señor y tengo comunión con Él, y cuanto más observo la situación actual, más comprendo que las visiones de Ezequiel son mensajes de Dios para la era presente. Las visiones que Dios le dio a Ezequiel estaban dirigidas a un pueblo que se encontraba en cautiverio junto al río Quebar. En la actualidad, la mayoría de los hijos de Dios también se encuentran en la tierra de cautiverio. En lugar de permanecer en Cristo, quien es la buena tierra de Canaán, ellos han caído en cautiverio en Babilonia, donde no viven a Cristo apropiadamente ni continuamente y donde no disfrutan las riquezas de Cristo. Ésta es la condición general en que se encuentran los cristianos hoy. Por esta razón, creo firmemente que las visiones del libro de Ezequiel atienden a las necesidades del pueblo de Dios en la actualidad.

LA PERSONA

  El siguiente punto que consideraremos es la persona —Ezequiel— que vio las visiones.

Entre los cautivos

  En el versículo 1 Ezequiel dice que él estaba “entre los cautivos junto al río Quebar”. Como cautivo en tierra de cautiverio, Ezequiel fue puesto a prueba y con certeza debió haberse sentido perplejo, afligido y deprimido. Ésta también puede ser nuestra experiencia en la actualidad. A veces, cuando nos reunimos con los hermanos y hermanas, tenemos el sentir de que nos encontramos en tierra de cautiverio y nos sentimos afligidos y deprimidos.

Un sacerdote

  El versículo 3 habla explícitamente del “sacerdote Ezequiel”. Ezequiel, en calidad de sacerdote, era una persona que vivía en la presencia de Dios, servía a Dios y se mezclaba con Dios. Ezequiel era esta clase de persona. Aunque se encontraba en tierra de cautiverio, todavía vivía en la presencia de Dios y ministraba delante de Dios. Él estaba junto al río Quebar, y no en el templo santo; no obstante, por ser un sacerdote, ponía su mirada en Dios, oraba a Dios, contactaba a Dios, tenía comunión con Dios y esperaba en Dios. Debido a que Ezequiel era tal clase de persona y tenía contacto con Dios de tal modo, los cielos le fueron abiertos, y él vio “visiones de Dios” (v. 1).

  Alentamos a todos los hermanos y hermanas en el Señor a servirle como sacerdotes. Todos debemos aprender a orar a Dios, contactar a Dios, tener comunión con Dios y vivir delante de Dios. Si nos ejercitamos como sacerdotes de este modo, los cielos nos serán abiertos, y veremos las visiones de Dios.

Hijo de Buzi, pero es fortalecido por Dios

  Ezequiel era hijo de Buzi. Buzi significa “desdeñable” o “despreciado”. Ezequiel fue un profeta muy despreciado por la gente y fue tratado con desdén. En su ministerio, él no recibió gloria alguna. Si usted es un Ezequiel en el recobro del Señor hoy, debe esperar ser una persona menospreciada. No piense que tendrá alguna gloria. Los demás le menospreciarán y le tratarán con desdén.

  Ezequiel significa “Dios fortalece”; también significa “el Todopoderoso es tu fortaleza”. El nombre Ezequiel termina con el sufijo el, que significa “el Poderoso”. Por un lado, él era el hijo de Buzi, menospreciado por los demás; por otro, él era Ezequiel, aquel que fue fortalecido por Dios, el Poderoso. En 3:8-9a el Señor le dijo a Ezequiel: “Ahora hago tu rostro tan duro como los rostros de ellos, y tu frente tan dura como sus frentes. Como adamante, más duro que el pedernal, hago tu frente”. Él fue despreciado por la gente y tratado con desdén, pero fue fortalecido por Dios.

  Que Ezequiel fuese hijo de Buzi significa que era un hijo de oprobio, hijo de humillación. Podríamos pensar que en calidad de profeta él tendría un ministerio profético que sería glorioso. Sin embargo, cuando leemos el libro de Ezequiel vemos que al cumplir su ministerio como profeta, él fue constantemente deshonrado y avergonzado. Ezequiel fue designado por Dios para que él mismo fuese una señal al pueblo de Israel, una señal de que ellos serían avergonzados (12:6, 11; 24:24, 27). Dios le ordenó realizar ciertas demostraciones, y al hacerlas Ezequiel se convirtió en un profeta objeto de deshonra. Por ejemplo, Dios le dijo que debía permanecer acostado sobre su lado izquierdo por trescientos noventa días y sobre su lado derecho por cuarenta días (4:4-6) y que debía comer pan cocido sobre estiércol de vaca (vs. 9-15). Dios también le ordenó que horadase la pared y sacase su equipaje a través de tal agujero, y Ezequiel hizo como se le mandó (12:1-7); más aún, su esposa murió repentinamente (24:16-18). Ciertamente Ezequiel era un hijo de deshonra.

  Quienes ministran la palabra del Señor hoy también serán hijos de deshonra. Cuando el pueblo de Dios se encuentra en cautiverio, los que se levantan para ser ministros de Dios, sirviendo en calidad de sacerdotes y viendo las visiones de Dios, tendrán que ser objeto del oprobio del pueblo de Dios. Debido a que el pueblo de Dios que está en cautiverio se encuentra en deshonra, los ministros de Dios también sufrirán deshonra al ministrar las palabras de Dios.

  Aunque Ezequiel era hijo de deshonra que sufrió vergüenza y deshonra, el Dios todopoderoso era su fortaleza. Debido a que fue fortalecido por Dios, Ezequiel pudo ser fuerte en medio de tal deshonra. Como hombre a quien Dios fortaleció y dio poder, Ezequiel pudo soportar la vergüenza y deshonra a fin de cumplir su ministerio como profeta de Dios, el oráculo de Dios.

LAS CONDICIONES PARA VER LAS VISIONES

  Finalmente, con respecto a la introducción en 1:1-3, debemos considerar las condiciones para ver las visiones.

Que los cielos sean abiertos

  “Los cielos se abrieron y vi visiones de Dios” (v. 1b). Que se abran los cielos es la visitación especial de Dios. Siempre que alguien en la tierra es uno con Dios, los cielos le son abiertos. En la tierra de cautiverio había un hombre, Ezequiel, que era maduro y era uno con Dios, y los cielos le fueron abiertos. Hoy en día se aplica este mismo principio. Es necesario que los cielos nos sean abiertos, pero para que, en nuestra experiencia, los cielos nos sean abiertos, debemos ser los Ezequieles de hoy. Si somos los Ezequieles de hoy, tendremos un cielo abierto a nosotros.

  La primera vez que la Biblia menciona que los cielos fueron abiertos es cuando Jacob deambulaba en su esfuerzo por escapar de su hermano Esaú. Él tuvo un sueño, y en ese sueño los cielos le fueron abiertos (Gn. 28:11-17). Esto significaba que Dios se había propuesto conquistar a Jacob para que él fuese Su “cabeza de playa” en la tierra a fin de que los cielos pudieran abrirse a la tierra. Cuando el Señor Jesús fue bautizado, los cielos fueron abiertos para declarar que había un hombre en la tierra que era uno con Dios en los cielos (Mt. 3:16-17). Cuando Esteban estaba a punto de ser muerto como mártir, los cielos le fueron abiertos (Hch. 7:56). Cuando el Señor Jesús regrese, los cielos serán abiertos nuevamente. Es una gran bendición para los hijos de Dios que los cielos les sean abiertos a ellos.

  Después que la tierra fue ocupada por Satanás y los habitantes de la tierra fueron dañados por Satanás, Dios no podía venir a la tierra, y los cielos, donde Dios está, no podían ser abiertos a las personas en la tierra. Ésta era la situación en tiempos de Ezequiel. El pueblo de Israel había sido dañado por Satanás y llevado al cautiverio; como resultado de esto, los cielos no podían ser abiertos a ellos. Sin embargo, entre los que estaban en cautiverio había un sacerdote, Ezequiel, quien buscaba a Dios, contactaba a Dios y estaba conectado a los cielos. Los cielos, por tanto, le podían ser abiertos a él e, incluso, podían descender a la tierra, permitiendo que las cosas celestiales de Dios sean vistas por la gente en la tierra y sean cumplidas entre ellos aquí en la tierra. Esto era, verdaderamente, un asunto de gran trascendencia.

  Al presente, Dios continúa teniendo necesidad de un pueblo que pueda hacer que Sus cielos les sean abiertos. Hoy en día la tierra todavía está ocupada por Satanás, los habitantes de la tierra todavía se encuentran en manos de Satanás y la mayoría del pueblo de Dios continúa en cautiverio. Por tanto, existe la urgente necesidad de que algunos, al igual que Ezequiel, busquen a Dios, contacten a Dios y sean los sacerdotes de Dios que ministren delante de Dios. Si Dios obtiene tales Ezequieles en la actualidad, entonces los cielos les serán abiertos, la gente en la tierra podrá ver las visiones celestiales y las cosas celestiales se cumplirán en la tierra. Que en estos días todos nosotros busquemos a Dios y le contactemos, y ¡que los cielos nos sean abiertos!

Que se reciba una visión

  No solamente los cielos le fueron abiertos a Ezequiel, sino también visiones vinieron a él y algo le fue revelado, develado, a él. Dios le dijo a Ezequiel: “Mira con tus ojos, oye con tus oídos y aplica tu corazón a todas las cosas que te muestro” (40:4). Los cielos le fueron abiertos con el propósito de que Ezequiel viera las visiones de Dios. Las visiones de Dios son Sus revelaciones, las cuales hacen posible que veamos las cosas divinas, espirituales y celestiales. Aquellos a quienes los cielos no les son abiertos, no pueden ver las cosas celestiales de Dios.

  En el capítulo 1 Dios abrió el velo en los cielos y permitió que Ezequiel viera lo que estaba detrás de dicho velo. Ezequiel vio cuatro seres vivientes y el trono glorioso de Dios. Debido a lo que vio, él recibió la carga de comunicar estas visiones a otros. Lo que él habló no fue una enseñanza ni producto de su imaginación, sino una visión celestial que había visto en espíritu. Todo ministro de la palabra de Dios debe comunicar visiones espirituales y celestiales a los demás. En estos mensajes no estoy ministrando una teoría, un concepto, una doctrina o algo propio de la teología sistemática; más bien, estoy ministrando una visión procedente de los cielos abiertos.

  Todas las iglesias y todos los santos deben ver las visiones celestiales. Por tanto, lo que presentamos a los hijos de Dios no debe ser mera enseñanza, doctrina o conocimiento obtenido al leer algo, sino una visión que hayamos visto en espíritu bajo los cielos abiertos mediante nuestro contacto con Dios. Esto hará que el pueblo de Dios sea recobrado de su cautiverio y conducirá a la edificación de las iglesias de Dios. Espero que todos los mensajes que se den entre nosotros sean mensajes llenos de las visiones de Dios.

Que la palabra de Dios venga expresamente

  Dios no solamente le dio Sus visiones a Ezequiel, sino que también le dio Sus palabras. Las visiones son las revelaciones de Dios, las cuales hacen que veamos algo. Las palabras de Dios son Sus explicaciones, las cuales hacen que escuchemos algo. Puesto que Dios no solamente quería que Ezequiel contemplara con sus ojos, sino también que oyera con sus oídos (40:4), Él le dio Sus palabras junto con Sus visiones. Él explicó Sus visiones con Sus palabras.

  Las palabras que vinieron a Ezequiel no fueron palabras comunes ni ordinarias, sino que fueron palabras especiales. Las palabras dadas a Ezequiel, por ser especiales, frescas y vívidas, son diferentes de las palabras dadas a Moisés, Isaías y Jeremías. De hecho, son diferentes a todas las otras palabras halladas en los demás libros de la Biblia. Las palabras en Ezequiel son las palabras especiales de Dios, las cuales vinieron de una manera particular a un hombre que estaba en contacto cercano con Dios.

  Ezequiel 1:3a dice: “Vino palabra de Jehová expresamente al sacerdote Ezequiel”. Ésta no fue una palabra ordinaria, sino una palabra dada expresamente. Hoy en día nosotros también necesitamos recibir no una palabra ordinaria, sino palabras dadas expresamente. Para recibir tales palabras no acudan a los estudios expositivos de la Biblia, ni siquiera acudan a los libros de Watchman Nee y Witness Lee. Lo que necesitan es recibir una palabra del Señor que les sea dada expresamente. En el caso de Ezequiel, los cielos le fueron abiertos, las visiones vinieron a él y una palabra vino expresamente a él.

  Quienes son ministros de la palabra de Dios tienen necesidad de que Dios no solamente les dé visiones, sino también palabras especiales, palabras frescas. Debemos ver las visiones celestiales de Dios y debemos escuchar las palabras especiales de Dios. Tenemos necesidad de las palabras que nos permitan entender las visiones, y tenemos necesidad de las palabras que nos permitan proclamar y explicar lo que hemos visto. ¡Que las palabras de Dios vengan expresamente a nosotros junto con las visiones de Dios!

Que la mano de Dios esté sobre él

  Ezequiel 1:3b dice a continuación: “Allí la mano de Jehová estuvo sobre él”. Aquí vemos que la mano del Señor sigue a la palabra del Señor. La secuencia es significativa: los cielos abiertos, las visiones, la palabra de Dios y la mano de Dios. La mano de Dios siempre sigue a Su hablar. Todo cuanto Él dice, lo realiza. Si lo que ministramos es verdaderamente la palabra de Dios, entonces la mano de Dios la seguirá. Sin embargo, si usted ministra muchas cosas y nada sucede, esto significa que usted tiene una boca que parlotea, pero que la mano de Dios no opera. Es indispensable que la mano todopoderosa de Dios realice aquello de lo cual usted habla.

  Lo que necesitamos en la actualidad es que los cielos nos sean abiertos, que la visión venga a nosotros, que la palabra de Dios venga expresamente a nosotros y que la mano del Señor esté sobre nosotros. Si hablamos pero a ello no sigue la mano divina, entonces nuestro hablar es un vano parloteo, y los demás no deberían prestarnos atención. Sin embargo, si lo que ministramos son las palabras expresamente dadas por Dios, los demás deberán tener cuidado respecto a lo que hagan con ellas. Aquel que habla las palabras dadas expresamente por Dios tal vez sea una persona insignificante, pero la mano de Dios ciertamente no es insignificante. Dios intervendrá para hacer lo que Él dice y laborará conforme a Su hablar.

  Que la mano de Dios esté sobre el hombre también tiene por finalidad guiarle e instarle a actuar (cfr. 1 R. 18:46). Las visiones tienen por finalidad ser vistas; las palabras tienen por finalidad ser escuchadas; y la mano tiene por finalidad la acción. La mano del Señor sobre Ezequiel lo sostuvo, lo condujo, lo levantó y lo llevó de modo que él pudiese pasar a la acción. Después que la mano del Señor vino sobre Ezequiel, todo cuanto él hizo fue conforme a la guía y dirección de la mano del Señor. La mano de Dios guió a Ezequiel y lo dirigió en calidad de persona que hablaba por Dios. Todas sus acciones estuvieron bajo la mano de Dios. Todo lugar al que fue, todo cuanto hizo y cómo actuó y se comportó fue a causa de que la mano de Dios lo guió y dirigió. Ya sea que estuviera preso o libre, que se lamentara o se regocijara, que fuera o viniera, todo estaba bajo la mano de Dios que lo guiaba y dirigía.

  Aquí vemos que una persona que habla por Dios ya no es libre para hacer lo que quiera ni puede actuar conforme le convenga. Si la mano de Dios le guía a ir a cierto lugar, tiene que ir allí. Si la mano de Dios le dirige a hacer algo, tiene que hacerlo. Sus acciones son de acuerdo a cómo le guía la mano de Dios y están bajo la estricta dirección de la mano de Dios. Adónde él va y qué hace ya no depende de sus propias elecciones, sino que se encuentra bajo la mano de Dios que lo guía y dirige y es conforme a dicha mano. Esto exige de aquel que habla por Dios que pague un precio considerable.

  Todo ministro de la palabra de Dios tiene que cumplir cuatro condiciones para ver las visiones de Dios. Todo aquel que habla las palabras de Dios de una manera normal tiene que ser alguien a quien los cielos le son abiertos, que ha visto las visiones de Dios, a quien las palabras de Dios han venido expresamente y alguien sobre quien reposa la mano de Dios.

  Que todos lleguemos al “año treinta” y que todos estemos junto al río Quebar, y no en la corriente de Babilonia. Que todos tengamos un cielo abierto, veamos las visiones de Dios, recibamos las palabras de Dios y tengamos sobre nosotros la mano de Dios que nos guía y dirige. Dios necesita de tales personas hoy, y la iglesia también necesita de ellas. ¡Que todos lleguemos a ser tal clase de persona a fin de atender a la necesidad de Dios!

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