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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Ezequiel»
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Mensaje 6

ALAS DE ÁGUILA, MANOS DE HOMBRE Y PIES DE BECERRO

  Lectura bíblica: Ez. 1:6-9, 11b; Is. 40:31; 2 Co. 4:7; 1:12; 12:9; 1 Co. 15:10; Fil. 4:13; Sal. 17:8; 57:1b; Hch. 20:34; Col. 3:9; Sal. 29:6a; Ap. 1:15

  Ezequiel 1 contiene muchas figuras que conforman un cuadro. Si estas figuras no son aplicadas de una manera espiritual, parecerán figuras sin sentido. Consideren, por ejemplo, las cuatro caras de los seres vivientes: la cara de hombre, la cara de león, la cara de buey y la cara de águila. Si aplicamos estos asuntos de manera espiritual, entonces revisten gran significado.

  En este mensaje consideraremos las alas de águila, las manos de hombre y los pies de becerro. Las cuatro caras son la expresión de los seres vivientes, y las alas, las manos y los pies guardan relación con las acciones y el mover de los seres vivientes.

  Refiriéndose a los seres vivientes, Ezequiel 1:6 dice: “Cada uno tenía cuatro caras, y cada uno de ellos tenía cuatro alas”. Las alas deben ser las alas de un águila, pues entre las criaturas representadas por las cuatro caras, únicamente el águila tiene alas.

  El versículo 8 dice: “Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre”. A cada lado tenían alas de águila, y debajo de cada ala tenían manos de hombre.

  El versículo 7 se refiere a los pies de becerro: “Los pies de ellos eran rectos, y la planta de sus pies era como planta de pie de becerro”. De las criaturas representadas por las cuatro caras, únicamente el buey tiene pies rectos. Los pies del hombre no son rectos, sino en forma de L. Un león no tiene pies, sino garras; un águila también tiene garras. Estrictamente hablando, el versículo 7 no se refiere a los pies de un buey, sino a los pies de un becerro, a sus pezuñas, que son rectos.

  Para entender el significado espiritual de las alas de águila, las manos de hombre y los pies de becerro, debemos recordar el significado del viento que sopla, de la nube que cubre y se cierne sobre nosotros y del fuego que incinera, ilumina, escudriña y consume. Como ya dijimos, experimentar todas estas cosas hace que lleguemos a ser los seres vivientes, los cuales expresan a Cristo y viven, corporativamente, Su vida.

LAS ALAS DE ÁGUILA

  Consideremos ahora las alas de águila.

Representan la fuerza de Dios aplicada a nosotros

  De acuerdo con la Palabra pura, es fácil ver el significado espiritual de las alas de águila, de las manos de hombre y de los pies de becerro. En la Biblia, las alas de águila representan la fuerza de Dios aplicada a nosotros. En Éxodo 19:4, Dios le dijo a Su pueblo: “Vosotros habéis visto lo que hice a los egipcios, y cómo os llevé en alas de águilas y os traje a Mí”. Este versículo habla sobre la fuerza de Dios aplicada a Su pueblo. Isaías 40:31 dice: “Los que esperan en Jehová renovarán sus fuerzas; / se remontarán con alas como las águilas; / correrán y no desfallecerán; / caminarán y no se cansarán”. Este versículo también nos muestra que la fuerza de Dios aplicada a nosotros es como las alas de un águila.

  En el Nuevo Testamento, las alas de águila representan la gracia, el poder y la fuerza de Dios en Cristo aplicados a nosotros. En 2 Corintios 4:7 se nos dice: “Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. Éstas son las alas de águila. En 2 Corintios 1:12 Pablo dice: “Nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros”. Nuevamente, éstas son las alas de águila. Además, en 2 Corintios 12:9a vemos que el Señor Jesús le dijo a Pablo: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Debido a esto, en 12:9b Pablo pudo decir: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí”. En nuestra experiencia del Señor, el poder de Cristo puede cubrirnos, incluso como alas de águila que brindan sombra a quienes cubren. Con base en estos versículos podemos ver que las alas de águila representan la fuerza y la gracia del Señor Jesús aplicadas a nosotros.

  En 1 Corintios 15:10 Pablo dijo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Éstas son las alas de águila. Todo cuanto hagamos y seamos no debemos hacerlo ni serlo conforme a nuestra propia sabiduría, fortaleza y habilidad, sino por la gracia, el poder y la fuerza del Señor. Por tanto, como dice Pablo, si hemos de gloriarnos, gloriémonos en el Señor (1:31). No tenemos nada de qué gloriarnos en nosotros mismos o en ninguna otra cosa que no sea el Señor. Su poder, fuerza y gracia son las alas de águila para nosotros hoy.

  En nuestra vida cristiana todos debemos tener cuatro alas en los cuatro lados, con lo cual mostramos a los demás que todo cuanto somos y todo cuanto hacemos no lo somos ni hacemos por nosotros mismos ni tampoco procede de nosotros mismos, sino de Dios, a fin de que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros.

Para cubrirse y para moverse

  Cada uno de los seres vivientes tenía cuatro alas, dos para cubrirse y dos para moverse. “Sus alas se unían la una a la otra” (Ez. 1:9a). Unirse así tiene por finalidad moverse. Más adelante veremos que llevar adelante tal mover es íntegramente un asunto corporativo.

  La Biblia revela que las alas de águila no sólo sirven para moverse, sino que también brindan protección. En Salmos 17:8 David le pidió a Dios que lo escondiese a la sombra de Sus alas. Salmos 57:1 habla de refugiarse a la sombra de las alas de Dios, y 63:7 habla de regocijarse a la sombra de Sus alas. Salmos 91:4 dice: “Él te cubrirá con Sus plumas remeras, y bajo Sus alas te refugiarás”.

  La gracia, el poder y la fuerza del Señor sirven para que nos movamos y para cubrirnos. Por un lado, la gracia del Señor es el poder que nos permite movernos; por otro, el poder del Señor es nuestra protección, nuestro escondedero. Estamos bajo la cubierta de la gracia y poder de Cristo, y estamos bajo Su poder que nos cubre. Todo lo que hacemos y somos tenemos que hacerlo y serlo por la gracia del Señor y por el poder del Señor. Al mismo tiempo, estamos bajo la sombra, la cubierta, de la gracia y poder del Señor.

  Esto indica que por ser cristianos, hijos de Dios, debe haber en nosotros un elemento que cause asombro en los demás. Ellos deben percibir que algo nos cubre y protege. Ellos deben percibir que somos personas normales, pero hay algo que nos da poder, nos fortalece, nos protege y nos cubre.

  Por el lado frontal, la cara de los cuatro seres vivientes es la cara de un hombre, pero el cuerpo es el de un águila. Dos de sus alas se extienden a fin de unirse a los otros seres vivientes, y dos de sus alas están plegadas alrededor de su cuerpo para brindarle cobertura. Por tanto, si usted mira la cara, se ve como un hombre, pero si mira el cuerpo, se ve como un águila. Su apariencia es de hombre, pero se mueve como un águila. Esto indica que siempre tenemos que expresarnos como hombres normales, por ejemplo, como esposos, esposas, padres o hijos normales y apropiados. Pero cuando los demás nos ven y consideran, deben percibir que hay algo que nos cubre, nos da poder, nos fortalece, nos protege y nos da sombra. Como resultado de ello, debería ser difícil para los demás describirnos. Aquellos que trabajan con tal persona quizás digan: “Él puede sufrir lo que nosotros no podemos sufrir y puede llevar responsabilidades que nosotros no podemos llevar; además, él entiende las cosas de manera más profunda que nosotros. ¿Qué clase de persona es él? ¿Cómo puede vivir de este modo?”.

  El punto aquí es que con nosotros, los hijos de Dios, siempre debe haber algo que es misterioso. Aunque sufrimos, estamos felices y nos regocijamos en el Señor porque algo nos cubre. Tenemos dos alas para movernos, y otras dos para protegernos y cubrirnos. Estas alas que se mueven y nos cubren deben dar a otros la impresión que corresponde al Ser Divino. Tenemos las cuatro alas de águila, las cuales dan a otros la impresión de que tenemos a Dios con nosotros como nuestro poder y protección. Ésta es el águila.

LAS MANOS DE HOMBRE

  Ezequiel 1:8a dice: “Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre”. Esto indica que un cristiano normal y apropiado debe siempre hacer las cosas exactamente como corresponde a un hombre. Esto es usar manos de hombre. Éste fue el testimonio de Pablo en Hechos 20:34: “Vosotros mismos sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido”.

  Con respecto a nuestra fe en Dios, debemos ser equilibrados. Algunos pueden aducir que puesto que tienen fe en que el Dios todopoderoso suplirá para todas sus necesidades, no es necesario que usen sus manos para hacer nada. En particular, ellos podrían suponer que no hay necesidad de que trabajen de una manera humana. Pero consideren al apóstol Pablo. Pablo era una persona equilibrada; con él siempre había dos lados. Sus escritos indican que él no solamente tenía alas de águila, sino también manos de hombre. Él podía decir que se conducía no conforme a la sabiduría carnal, sino en la gracia de Dios, y que la gracia de Dios para con él no había sido en vano. Éste es el aspecto de las alas de águila. Sin embargo, él también dijo que había trabajado mucho más que todos los demás apóstoles. Podríamos pensar que no había necesidad de que Pablo trabajase con sus propias manos; pero Pablo escogió trabajar con sus propias manos. Esto indica que si bien él experimentó las alas de águila, todavía seguía siendo muy humano en su vivir, pues procedió según el camino humano y lo hizo todo de manera humana.

  A veces los jóvenes podrían imaginar que debido a que ellos buscan al Señor, no es necesario que se apliquen en sus estudios. Ellos podrían esperar que, incluso sin estudiar, habrán de aprobar sus exámenes con altas calificaciones. Ésta es una actitud equivocada. Jóvenes, no importa cuánto busquen al Señor, amen al Señor y se ocupen del Señor, todavía tienen que ser diligentes en sus estudios. Esto significa que independientemente de cuánta gracia de Dios hayamos recibido y cuánto nos fortalezca el Señor, todavía tenemos que cumplir con nuestras tareas humanas en nuestro diario vivir. Por ejemplo, debemos ingerir alimentos saludables de una manera humana y conforme a principios humanos. Si no comemos de una manera humana apropiada, pero en lugar de ello intentamos comportarnos como un ángel, nos enfermaremos. Tenemos que hacer las cosas de una manera muy humana. Bajo las alas de águila debe haber manos humanas, y estas manos deben estar siempre trabajando. Esto es ser equilibrados.

  La gente mundana, por el contrario, únicamente tiene manos de hombre; ellos no tienen alas de águila. Pero parece que muchas personas supuestamente religiosas sólo tienen alas de águila; no tienen manos de hombre. Debemos tener tanto las alas de la gracia del Señor que nos fortalece como las manos de hombre, con lo cual cooperamos con Dios de una manera humana.

  Es muy significativo que las manos de hombre de los cuatro seres vivientes se encuentran debajo de las alas de águila. Esto indica que al hacer todas las cosas debemos mantenernos bajo la gracia de Dios y bajo Su cubierta. En todo cuanto hagamos debemos depender del Señor y expresarlo. En este asunto somos por completo diferentes a la gente del mundo, que ni confía en Dios ni lo expresa. En todas sus acciones ellos no expresan a Dios, sino que se expresan a sí mismos. En contraste con ello, en todo cuanto hagamos debemos estar bajo la gracia y el poder del Señor, dependiendo de Él y expresándolo.

TIENEN PIES DE BECERRO

  Procedamos ahora a considerar los pies de becerro, un asunto de particular importancia en la visión presentada en Ezequiel 1.

Son rectos

  Todos debemos andar como un becerro, con pies rectos. Ningún cristiano debe andar con garras de león. Si bien podemos aplicar la valentía de un león a nuestro carácter cristiano, no debemos aplicar las garras de león a nuestro andar cristiano. Tampoco debemos andar con garras de águila. Aquellos que andan con garras de águila, a la postre terminarán hiriendo a otros.

  Además, tampoco debemos andar con pies de hombre. Los pies del hombre son buenos, pero un poco torcidos. La habilidad humana es algo torcido. A esto se debe que Pablo dijera que él no se conducía conforme a la sabiduría carnal, esto es, apoyándose en la habilidad humana. En lugar de ser torcido o hábil, nuestro andar cristiano debe ser recto y franco. A esto se debe que Pablo nos insta a no mentirnos unos a otros (Col. 3:9). Jamás debiéramos mentir a un hermano. Mentir equivale a ser torcidos. Si usted puede decir algo, hable con toda honestidad. Si no puede hablar con toda honestidad, simplemente no diga nada.

  Durante los últimos días antes que el Señor Jesús fuese crucificado, Él subió a Jerusalén, donde estaba rodeado por los líderes religiosos y políticos. En cierta ocasión, “los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a Él mientras enseñaba, y le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas?” (Mt. 21:23). Al responderles, el Señor Jesús les dijo: “Yo también os haré una pregunta, y si me la contestáis, también Yo os diré con qué autoridad hago estas cosas. El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres?” (vs. 24-25a). Entonces ellos discutieron entre sí, diciendo: “Si decimos, del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis? Y si decimos, de los hombres, tememos a la multitud; porque todos tienen a Juan por profeta” (vs. 25b-26). Al verse en tal dilema, ellos pensaron que la mejor respuesta sería dar una respuesta torcida; por lo cual, volviéndose al Señor Jesús le dijeron: “No sabemos” (v. 27a). En realidad ellos sí sabían, pero no querían decirlo. Esto indica que eran personas torcidas. Entonces el Señor Jesús, conocedor de que eran personas torcidas, les dijo: “Tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas cosas” (v. 27b). Aquí podemos ver que mientras los principales sacerdotes y los ancianos eran personas torcidas, el Señor Jesús era recto. En este sentido, los pies del Señor Jesús eran pies de becerro; en Él no había nada torcido.

  Si leemos los cuatro Evangelios, veremos que mientras el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él anduvo de manera muy recta. Una pisada tras otra de Su andar fueron pisadas rectas. Él anduvo en la tierra con pies de becerro.

  Nosotros también debemos andar de este modo hoy. Si andamos de manera torcida, no podemos esperar que la iglesia sea edificada. En la vida de iglesia todos tenemos que ser francos, honestos, fieles y sinceros. Debemos ser simples y sencillos. Si queremos decir sí, debemos decir sí; si queremos decir no, debemos decir no. Lo que vaya más allá de esto, procede del maligno (Mt. 5:37), el padre de toda mentira (Jn. 8:44). Es posible que alguien mienta con una buena intención, pero de todos modos esa mentira procede del maligno. No debemos andar conforme a nuestros pies torcidos de hombre, sino con pies de becerro. Los pies de hombre son torcidos, pero los pies de becerro son rectos.

  No solamente el Señor Jesús era recto en Su andar, sino que también el apóstol Pablo era muy recto, franco, fiel y honesto en su andar. Al leer las epístolas de Pablo a los corintios, podemos comprender que Pablo era una persona recta y franca. En 1 Corintios 4:21 él preguntó: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?”. ¿Qué pasaría si uno de los siervos del Señor tuviera que escribir una carta haciendo tal pregunta a una iglesia en la actualidad? La congregación entera estaría atónita. Si hemos de ser siervos fieles del Señor, tenemos que ser rectos de ese modo.

Están hendidos

  Además de ser rectos, los pies de un becerro son hendidos, están divididos. Según Levítico 11:4-6, todo animal que no tenga la pezuña dividida es inmundo. Todos los animales considerados limpios eran animales cuyas pezuñas estaban hendidas, divididas. Los animales limpios, tales como la vaca y la oveja, tienen dos características: rumian y tienen la pezuña dividida.

  Tener los pies hendidos significa que en nuestro andar con el Señor es necesario ejercer el discernimiento apropiado a fin de discernir entre lo correcto y erróneo, entre lo limpio e inmundo. Tener pies que no están hendidos, como los de un camello, es tener un andar sin discernimiento. Como creyentes en Cristo, debemos tener tal clase de andar a fin de que podamos discernir entre lo correcto y erróneo a los ojos de Dios. Tenemos necesidad de esta clase de discernimiento en nuestro andar cristiano diario.

  También tenemos necesidad de tal discernimiento al practicar la vida de iglesia. En este país el término iglesia local se ha vuelto bastante popular. Muchos grupos adoptan este término a la ligera y se llaman a sí mismos una iglesia local; por tanto, es necesario que sepamos discernir si un determinado grupo de creyentes constituye de hecho una iglesia local genuina, apropiada y normal. Tenemos necesidad de pies hendidos. No debemos ser descuidados pensando que simplemente debido a que cierto grupo afirma ser una iglesia local, entonces ellos verdaderamente deben ser una iglesia local. Algunos grupos son genuinos, y otros no son genuinos. Algunos están correctos, y otros están equivocados. Algunos son verdaderos, y otros no son verdaderos. Debemos tener discernimiento. Tanto en nuestro andar cristiano diario como en la vida de iglesia debemos tener los pies hendidos de un becerro.

Relucen como bronce bruñido

  Ezequiel 1:7 dice que los pies hendidos “relucían con el aspecto del bronce bruñido”. El relucir del bronce es producido por el calor del horno. Cuanto más el bronce es quemado y probado, más brillante es su resplandor. Esto indica que debemos tener un andar que ha sido probado y quemado por el Señor. Si nuestro andar ha sido puesto a prueba de este modo, será como bronce reluciente, el cual iluminará a otros y se convertirá para ellos en una especie de resplandor. Si hemos sido probados y examinados por el Señor, nuestro andar resplandecerá como bronce bruñido, dando luz a otros, poniéndolos a prueba y haciéndolos percatarse de si su andar es correcto o equivocado.

  Asimismo, si tenemos el discernimiento apropiado con respecto a lo que es la vida de iglesia genuina y si hemos sido probados y examinados por el Señor en la vida de iglesia, entonces nuestro andar en la vida de iglesia será como bronce reluciente, iluminando a otros y poniéndolos a prueba. Pero si somos descuidados y negligentes, carentes de discernimiento con respecto a la vida de iglesia, todo nos dará igual. Ya sea negro, blanco o gris, todo nos parecerá igual. Esto significa que no podremos ejercer discernimiento alguno. Si éste es nuestro caso, entonces nuestro andar será como el de una piedra opaca, carente de luz.

  Si nuestro andar es un andar de discernimiento, sabremos discernir todas las cosas en nuestro andar cristiano y, con el tiempo, nuestros pies serán como bronce bruñido reluciente. A todo lugar al que vayamos y en todo cuanto recibamos, nuestro andar resplandecerá sobre los demás, dándoles luz y poniéndolos a prueba.

Lozanía y vitalidad

  En la Biblia un becerro representa lozanía y vitalidad. Un creyente en Cristo que disfruta de la gracia y vive en la presencia de Dios es siempre nuevo y lozano, y no hay vejez en él. A veces uno se encuentra con un hermano que es bastante joven en términos humanos pero que, en términos espirituales, ha caído en vejez y carece de lozanía y novedad. En otras ocasiones tal vez tengamos comunión con un hermano de avanzada edad muy experimentado en el Señor; cuando este hermano ora, uno percibe algo nuevo y fresco. En todas nuestras actividades como creyentes, debemos ser nuevos y frescos. Si envejecemos, ya no somos seres vivientes.

  La Biblia dice que un becerro brinca y salta (Sal. 29:6; Mal. 4:2). Esto significa que el becerro está vivo. Nuestro andar cristiano no debiera ser un andar muerto, sino un andar “que brinca”, un andar lleno de vida. Un becerro es joven y vigoroso, lleno de energía. Todos nosotros debemos estar llenos de vida, como un becerro joven, los cuales vienen a las reuniones como becerros que brincan. ¡Quiera el Señor hacer que todos demos brincos como becerros!

  Todos estos puntos sobre los pies del becerro guardan relación con nuestro andar cristiano. El andar cristiano es recto y franco. También es un andar con discernimiento, un andar que resplandece, da luz a otros y los pone a prueba, y es un andar vigoroso, lleno de vida, energía, lozanía y novedad.

  Cuando hablamos de pies como bronce bruñido, debemos recordar Apocalipsis 1:15, donde dice que los pies del Señor Jesús eran “semejantes al bronce bruñido, fundido en un horno”. Todos debemos andar como el Señor anduvo.

  Más adelante, en otro mensaje, veremos que los cuatro seres vivientes están en mutua coordinación. Ellos pueden tener tal coordinación únicamente por esta clase de vida y andar. Esta vida es la vida con alas de águila y manos humanas, y este andar es el andar de los pies de becerro.

  La vida cristiana debe ser esta clase de vida, y el andar cristiano debe ser esta clase de andar. Es al tener esta clase de vida y andar que nosotros, los seres vivientes, podemos coordinar y llegar a ser una sola entidad. La coordinación es el punto central en Ezequiel 1. Esta coordinación, sin embargo, depende de todos los asuntos anteriores: el viento, la nube, el fuego, el electro y los cuatro seres vivientes con cuatro caras, alas de águila, manos humanas y un andar con pies de becerro. Si hemos de tener la coordinación apropiada, tenemos necesidad de tal vida y andar cristianos. Tenemos necesidad de una vida que tenga las alas de águila y las manos de hombre así como de un andar que tenga los pies rectos de un becerro. Que el Señor nos impresione con todos estos asuntos a fin de que podamos tener una coordinación apropiada en la vida de iglesia.

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