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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Ezequiel»
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Mensaje 5

LOS CUATRO SERES VIVIENTES

  Lectura bíblica: Ez. 1:5-6, 10, 26; Ap. 5:9b; Jn. 5:25; Col. 2:12-13; Fil. 2:7-8; Mr. 10:45; Ap. 5:5; Éx. 19:4; Is. 40:31; Fil. 1:21

  Ezequiel es un libro de figuras, o cuadros, que retratan cosas espirituales. Ya hemos considerado cuatro de estas figuras —el viento, la nube, el fuego y el electro—, las cuales describen lo que Dios es para nosotros. En la experiencia que tenemos de Dios, Él es como viento que sopla, como nube que se cierne sobre nosotros, nos brinda sombra y nos cubre, como fuego centelleante que ilumina, escudriña y consume (He. 12:29), el cual nos santifica al incinerarnos, y como electro que refulge y resplandece. El electro, compuesto de los elementos de oro y plata, representa al Dios compuesto, el Dios-Cordero (Ap. 22:1). El Dios que actualmente vive en nuestro ser es el Dios-Cordero; Él es Dios mismo (el oro), y Él también es el Redentor (la plata). Por tanto, como Dios compuesto, Él está representado por el electro. Para los judíos, Dios es tipificado meramente por el oro; pero para nosotros, los cristianos, nuestro Dios, el Dios compuesto, está representado por el electro con sus dos elementos de oro y plata.

NO ESTAMOS MUERTOS, SINO VIVOS

  Ezequiel 1:5a dice: “Y de en medio de él salía la semejanza de cuatro seres vivientes”. Debemos prestar atención a la primera palabra de este versículo, la conjunción y. No es solamente el electro lo que surge de en medio del fuego, sino que sale algo más. El viento trae la nube; la nube envuelve el fuego; y el fuego produce el electro y algo más, esto es: los cuatro seres vivientes. Cuando experimentamos a Dios como el viento que sopla, la nube que cubre, el fuego que arde y el electro, llegamos a ser los cuatro seres vivientes. Estábamos muertos, pero al experimentar a Dios de este modo llegamos a ser una entidad viviente. El Señor Jesús dijo: “Los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán” (Jn. 5:25). Pablo dijo que estábamos muertos, pero que Dios nos dio vida (Ef. 2:5). Cuanto más experimentamos el ciclo del viento, la nube, el fuego y el electro, más vivientes llegamos a ser. Cada vez que Dios sopla sobre nosotros y nos cubre para después ser consumidos e incinerados por Él, somos vivificados. Como resultado de ello, llegamos a ser personas vivientes y vibrantes. Si no somos personas vivientes en las reuniones, esto demuestra que nos hace falta experimentar este ciclo que consiste del viento, la nube, el fuego y el electro. Cuanto más experimentamos este ciclo, más vivientes seremos. Mientras que la mayoría de cristianos en la actualidad prefieren asistir a reuniones calmadas, nosotros debemos ser muy vivientes en las reuniones y en ocasiones aclamar con júbilo al Señor (Sal. 95:1-2). Únicamente las personas vivientes pueden ofrecer tales aclamaciones. Si experimentamos a Dios mismo como el viento, la nube, el fuego y el electro, no permaneceremos callados, sino que seremos personas vivientes e incluso ruidosas en las reuniones de la iglesia.

  La palabra vivientes en hebreo tiene la misma raíz que la palabra usada para vida en Génesis 2:9, que habla sobre el árbol de la vida. ¿Cómo es que nosotros, las criaturas, podemos llegar a ser los seres vivientes? Llegamos a ser los seres vivientes al experimentar a Dios como árbol de la vida. Esta vida, la vida increada, eterna y divina de Dios, es la verdadera vida. Únicamente al poseer esta vida verdadera podemos convertirnos en seres vivientes. Siempre que experimentamos a Dios como árbol de la vida, percibimos que tenemos algo viviente dentro de nuestro ser. Tenemos un elemento viviente, un factor viviente, dentro de nosotros. Este elemento o factor viviente hará que siempre seamos vivientes.

  Antes de ser salvos, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados (Ef. 2:1, 5; Col. 2:13). En Juan 5:25 el Señor Jesús se refirió directamente a quienes estaban muertos espiritualmente: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán”. En este versículo, vivir significa estar vivo en espíritu. Cuando fuimos salvos y regenerados, experimentamos el viento, la nube, el fuego y el electro. El viento del Espíritu Santo sopló sobre nosotros, la nube del Espíritu Santo nos cubrió y el fuego del Espíritu Santo nos iluminó e incineró. Como resultado de todo ello, confesamos nuestros pecados, y el electro fue producido dentro de nosotros. De este modo oímos la voz del Hijo de Dios y fuimos vivificados. Tuvimos un encuentro con la gloria de Dios y fuimos salvos y regenerados en Su gloriosa manifestación. Por medio de la experiencia del viento, la nube, el fuego y el electro, quienes estábamos muertos, fuimos vivificados para convertirnos en seres vivientes. Ahora debemos experimentar diariamente el viento, la nube, el fuego y el electro a fin de que lleguemos a ser vivientes y vibrantes en nuestro ser interior.

  ¿Cómo podemos probar que ya no estamos muertos, sino que hemos llegado a ser los seres vivientes? Hay una prueba doble, esto es, una prueba interna y una prueba externa. La prueba interna de que somos seres vivientes es que ahora tenemos el sentir, o la sensación, de vida. Las personas vivientes tienen sentimientos. Por ejemplo, al estar en una habitación, tendremos una sensación con respecto a la temperatura ambiente; puede que sintamos calor o frío. Pero una persona muerta carece de tales sensaciones. Asimismo, si somos vivientes delante de Dios, tendremos una sensación interna y espiritual con respecto a nuestra situación. Si hemos ofendido a Dios o si hemos hecho algo que no le agrada, tendremos un sentir al respecto. Una persona que está viva espiritualmente tendrá una sensación profunda cada vez que viva de una manera que no glorifique a Dios o que no le agrade a Él. Si nuestro sentir interno, el sentir interno de vida, es sensible, profundo y fresco, esto es prueba que internamente somos vivientes y que, por tanto, somos un ser viviente. Sin embargo, algunos hijos de Dios tal vez se comporten muy mal, de modo que traen oprobio sobre el nombre del Señor, pero no tienen sentir alguno con respecto a lo que están haciendo. Ellos están lejos de Dios y deben arrepentirse, pero no tienen sentir interno alguno. Esto demuestra que internamente están muertos. Un creyente que verdaderamente sea un ser viviente tiene un sentir interior profundo con respecto a su situación.

  Mientras que la primera prueba de que somos seres vivientes es interna y se relaciona con nuestro sentir, la segunda prueba es externa y se relaciona con nuestras actividades. Una persona muerta es inactiva, pero una persona viva es muy activa. Por ejemplo, los niños son muy activos debido a que están llenos de vida. El principio es el mismo en la vida cristiana. Un cristiano que es viviente, o sea, que es un ser viviente, se involucrará en una serie de actividades. La primera de estas actividades es la oración. Así como, en términos físicos, no podemos vivir sin respirar, tampoco podemos vivir espiritualmente sin orar. La oración es la respiración espiritual de un cristiano y, con frecuencia, es algo espontáneo. Por ejemplo, en cuanto nos despertamos por la mañana, podemos espontáneamente agradecerle al Señor por un nuevo día. Orar así es respirar, y esto es señal de que somos vivientes. Sin embargo, algunos creyentes pueden estar por un tiempo prolongado, incluso meses, sin orar. La falta de actividad en relación con la oración es prueba de que no son vivientes. Otras actividades que demuestran que somos seres vivientes incluyen la lectura de la Biblia, participar en las reuniones, servir a Dios y predicar el evangelio. No leer la Biblia, no asistir a las reuniones, no ejercer nuestra función en las reuniones, no servir a Dios, no testificar por el Señor y no predicar el evangelio son, todo ello, carencias que indican que tal persona no es un ser viviente. La manera de probar que uno es un cristiano viviente consiste en considerar todos estos puntos. ¿Ora? ¿Lee la Biblia? ¿Ejercita su espíritu para ejercer su función en las reuniones? ¿Sirve al Señor? ¿Testifica por el Señor y predica el evangelio? Si tiene carencias en cuanto a estos asuntos, usted no es un creyente viviente.

  No debiéramos pensar que un cristiano maduro no necesita involucrarse en todas estas actividades. Cuanto más tiempo estamos en el Señor y más maduros somos, más actividades espirituales debemos tener. Creo que si el apóstol Pablo estuviera en medio nuestro, él estaría muy activo en la oración, en la lectura de la Biblia, en ejercer su función en las reuniones, en servir al Señor y en predicar el evangelio. En la vida cristiana jamás podemos “graduarnos” para prescindir de ser vivientes. “Graduarse” de vivir así sería morir. Toda persona viviente tiene que vivir continuamente. Debemos experimentar diariamente el viento, la nube, el fuego y el electro. Todas las veces que tenemos un encuentro con el Señor como Aquel que es el viento, la nube, el fuego y el electro, nuestro ser será vivificado.

CUATRO EN NÚMERO

  Es significativo que el versículo 5 hable de cuatro seres vivientes. Muchos versículos de la Biblia sirven para indicar que el número cuatro guarda relación con la creación de Dios y representa al hombre como criatura de Dios (Is. 11:12; Jer. 49:36; Ap. 7:1). Apocalipsis 5:9 dice que el Señor nos redimió de cuatro fuentes: de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Además, Apocalipsis 21 dice que la Nueva Jerusalén tiene cuatro lados —el este, el norte, el sur y el oeste—, y que en cada lado hay tres puertas. Esto significa que podemos entrar en la ciudad procedentes de toda dirección de la tierra. Por tanto, el número cuatro simboliza que somos un pueblo que ha sido redimido de muchas tribus, lenguas, pueblos y naciones. A los ojos de Dios somos los cuatro seres vivientes.

UNA EXPRESIÓN CORPORATIVA

  Los cuatro seres vivientes no son considerados individuos, sino un solo grupo. Todos ellos son contados como una sola entidad. Más adelante veremos que estos seres vivientes son la expresión corporativa del hombre que está en el trono. Por ser tal expresión, ellos expresan a este hombre no sólo en una dirección, sino en las cuatro direcciones, esto es, el este, el norte, el sur y el oeste. Esto indica que por ser los cuatro seres vivientes no solamente somos la expresión única de Cristo, sino también la expresión completa de Cristo. Expresamos a Cristo en toda dirección, hacia todos los lados. Somos los cuatro seres vivientes que expresan a Cristo de una manera adecuada y completa.

TIENEN LA APARIENCIA DE HOMBRE

  El punto principal de Ezequiel 1:5 es que los cuatro seres vivientes tienen apariencia de hombre. El versículo 26 dice: “Sobre la semejanza del trono había un Ser que tenía la apariencia de hombre, sentado sobre él”. En la Biblia, hombre es una palabra importante. La intención de Dios está vinculada al hombre, el pensamiento de Dios se enfoca en el hombre y el corazón de Dios está fijo en el hombre. El deseo de Dios es ganar al hombre. El hecho de que los cuatro seres vivientes tengan apariencia de hombre y que Dios en el trono también tenga apariencia de hombre indica que tanto el pensamiento central de Dios como lo dispuesto por Él guardan relación con el hombre.

  Es posible que al leer los cuatro Evangelios estemos bajo la influencia de un concepto religioso que pone un énfasis indebido en la divinidad de Cristo. Como resultado de ello, es posible que no sintamos el aprecio apropiado por la humanidad del Señor. Cuando leemos en los Evangelios cómo el Señor Jesús manifestó Su divinidad al realizar milagros, probablemente alabemos al Señor por el poder de Su divinidad. Sin embargo, cuando leemos en Juan 13 cómo el Señor lavó los pies de Sus discípulos, tal vez no ofrezcamos alabanza alguna. Asimismo, al leer acerca del milagro por el cual el Señor alimentó a más de cinco mil personas con cinco panes y dos pescados, tal vez nos parezca que esto fue algo grandioso, pero quizás no sintamos el mismo aprecio por el hecho de que Él ordenó a la gente sentarse en grupos, o por la manera en que dirigió a los discípulos a recoger las sobras de modo que nada se desperdiciase. Es posible que tales cosas no nos impresionen. Si sabemos cómo leer los Evangelios apropiadamente, comprenderemos que la hermosura gloriosa del Señor Jesús es manifestada en Su humanidad. Él manifestó Su gloriosa hermosura no mediante Su dignidad divina, sino mediante Su humanidad con humildad y ternura. En la reunión de la mesa del Señor, debemos alabar al Señor por Su humanidad.

  Muchos cristianos han sido influenciados por el concepto de que es mejor ser un ángel que ser un hombre. Si usted pudiera escoger, ¿qué preferiría ser: un ángel o un hombre? Quizás muchos entre nosotros preferirían ser un ángel. Sin embargo, Dios tiene suficientes ángeles, pero le hacen falta hombres. Dios no siente tanto aprecio por los ángeles. Los ángeles son Sus siervos. Dios les dice que vayan, y ellos van; Él les dice que vengan, y vienen. Los ángeles también son nuestros servidores (He. 1:13-14). Por ser creyentes, todos tenemos nuestro propio ángel (Hch. 12:12-15). Debemos abandonar el concepto de que es mejor ser un ángel que ser un hombre. Debemos ver cuán glorioso y maravilloso es que seamos hombres.

  Si no deseamos ser como ángeles, por lo menos quizás deseemos ser como Dios. Muchos cristianos se esfuerzan continuamente por ser como Dios. Sin embargo, Dios quiere ser como nosotros. Él incluso se hizo hombre a fin de dar a conocer a Dios (Jn. 1:18), y hoy en los cielos el Señor Jesús, quien es Dios, sigue siendo un hombre. Hay un hombre en el trono (Hch. 7:56).

  La Biblia claramente revela que el hombre es el medio por el cual Dios es manifestado. Dios no puede ser manifestado sin el hombre. El hombre fue creado a imagen de Dios para ser la expresión de Dios. Dios es el centro del universo, pero Él requiere de una expresión, y esta expresión es lograda por medio del hombre. Sin el hombre, Dios no tiene una expresión. Los millones de ángeles no pueden ser la expresión de Dios. Dios requiere de un hombre corporativo que lo exprese. Jamás deben menospreciar el hecho de ser hombres.

  En realidad, en la Biblia hay únicamente cuatro hombres: el primer hombre, el segundo hombre, el nuevo hombre y el hijo varón. Nosotros fuimos el primer hombre; Cristo es llamado el segundo hombre (1 Co. 15:47); llegamos a ser el nuevo hombre mediante la regeneración; y ahora existe la posibilidad de que lleguemos a ser el hijo varón. Este ministerio no sólo tiene por finalidad el nuevo hombre, sino también el hijo varón.

  Tal vez hablemos de la iglesia como expresión de Cristo, pero sin percatarnos qué es la expresión de Cristo. El Cristo a quien la iglesia tiene que expresar es el hombre que está en el trono. Si hemos de expresar a Cristo, debemos comprender que hoy en día Cristo sigue siendo hombre. No expresamos únicamente a Dios, sino que expresamos a Dios en el hombre. La iglesia es la expresión de Cristo. Esto significa que la iglesia es una expresión no meramente de Dios, sino también del hombre.

  Ezequiel 1:26 nos muestra que hoy en día el Señor es un hombre que está en el trono. Dios necesita obtener un hombre y, finalmente, Él se hizo hombre. Nosotros, como seres vivientes, le expresamos a Él en calidad de hombre. Él es el hombre que está en el trono, y también nosotros tenemos la apariencia de hombre. Es el hombre quien cumple el plan de Dios, es el hombre quien expresa a Dios, es el hombre quien derrota al enemigo y es el hombre quien introduce el reino de Dios en el linaje humano. Dios tiene necesidad de tal hombre.

  Las enseñanzas religiosas en el cristianismo nos incitan a ser como ángeles o a ser como Dios. Sin embargo, la revelación divina revela que el deseo de Dios es obtener un hombre. Debemos recordar que el astuto tentó al primer hombre diciéndole que si comía del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, sería como Dios (Gn. 3:5). A partir de entonces, el concepto de ser como Dios corre por nuestras venas. Todo ser humano caído tiene el concepto de desear ser como Dios. Ciertas enseñanzas diabólicas incitan a las personas a ser algo distinto al hombre. Pero en Su redención y salvación, Dios no tiene intención alguna de obtener otra cosa que no sea un hombre. La redención y salvación efectuadas por Dios tienen como finalidad llevarnos de regreso al principio y recobrarnos a fin de que seamos seres humanos apropiados. Nosotros somos los seres vivientes y poseemos la vida de Dios en nuestro interior; no obstante, tenemos apariencia de hombre. No debemos intentar ser como un ángel; más bien, en todo cuanto hagamos, en todo cuanto digamos y en todo lo que expresemos, debemos ser hombres. Esto es lo que Dios necesita hoy en día.

  La visión en Ezequiel 1 revela tres asuntos cruciales con respecto al hecho de que los cuatro seres vivientes tengan apariencia de hombre. Primero, la gloria de Dios es manifestada sobre ellos. La manifestación de la gloria de Dios depende de que ellos tengan apariencia de hombre. Allí donde ellos están, está la gloria de Dios. La gloria de Dios no está separada de ellos, y la gloria de Dios no puede ser manifestada sin ellos. Segundo, estos seres vivientes son el medio por el cual Dios lleva adelante Su mover. El mover de Dios depende de ellos. Cuando ellos se muevan, Dios se moverá, pues Su mover está con ellos. Tercero, los cuatro seres vivientes, que tienen apariencia de hombre, son el medio por el cual Dios ejerce Su administración. Ezequiel 1 revela que Dios está sentado en el trono. El trono de Dios ejerce dominio sobre todo en la tierra y sobre todo cuanto consta en este libro. Este trono, por tanto, es el centro de la administración de Dios. Sin embargo, el centro de la administración de Dios depende de que los cuatro seres vivientes tengan apariencia de hombre. Debido a esto tenemos la administración del trono de Dios. Si consideramos estas tres cosas en su conjunto, veremos que el hombre es el medio por el cual Dios es manifestado, que el hombre es el medio por el cual Él lleva adelante Su mover y que el hombre es el medio por el cual Dios ejerce Su administración. A los ojos de Dios y en las manos de Dios, el hombre ocupa tan importante posición.

  Todos debemos comprender que el deseo de Dios es ganar al hombre. Dios usa el viento, la nube, el fuego y el electro para vivificarnos a fin de obtener al hombre como el medio para Su manifestación, Su mover y Su administración. Puesto que el hombre es tan importante para Dios, es crucial que nosotros seamos hombres y tengamos apariencia de hombre. Es necesario que seamos hombres para la manifestación de Dios, para el mover de Dios y para la administración de Dios. Para ello, debemos ser los seres vivientes que han sido vivificados al experimentar el viento, la nube, el fuego y el electro.

LOS SERES VIVIENTES TIENEN CUATRO CARAS

  Cada uno de los seres vivientes tiene cuatro caras. Si viéramos a alguien con cuatro caras nos asustaríamos; no obstante, esto es exactamente lo que debemos ser. Todos debemos tener cuatro caras.

La cara de hombre

  La primera cara es la cara de hombre. Somos hombres y, debido a ello, debemos vernos como hombres. Fuimos creados como hombres, pero la caída hizo que nos corrompiéramos, y fuéramos envenenados y dañados. Por tanto, tenemos necesidad de la redención efectuada por el Señor. Mediante la obra redentora del Señor somos traídos de regreso a la humanidad apropiada. En realidad, la humanidad que tenemos no es nuestra, sino de Él, pues tenemos la humanidad de Jesús.

  Algunos afirman que es difícil ser un hombre y aducen que detestan ser hombres. Quienes tienen tal actitud con respecto a su condición humana deben ver que su concepto es totalmente distinto al concepto que el Señor tiene en Su salvación. La salvación del Señor tiene por finalidad hacernos seres humanos apropiados. Si usted es un marido, la salvación del Señor tiene por finalidad hacer de usted un marido apropiado. Si usted es una esposa, la salvación del Señor tiene por finalidad hacer de usted una esposa apropiada. Si usted es un padre, la salvación del Señor tiene por finalidad hacer de usted un padre apropiado. Si usted es un hijo, la salvación del Señor tiene por finalidad hacer de usted un hijo apropiado. La salvación del Señor tiene por finalidad hacer de nosotros seres humanos apropiados. Por tanto, todos debemos tener cara de hombre. Sin embargo, algunos cristianos, en especial ciertas hermanas, no parecen ser seres humanos; más bien, son tan “espirituales” que pareciera se han convertido en criaturas extrañas: mitad hombre y mitad ángel. Tenemos necesidad de la cara de hombre. No debiéramos preferir ser algo distinto y no debiéramos pretender ser algo distinto. Debemos ser simplemente lo que somos: hombres. En lugar de procurar ser algo distinto a un ser humano, debemos simplemente ser seres humanos. Sin embargo, no debemos ser seres humanos mediante nuestra humanidad natural, sino mediante la humanidad del Señor Jesús.

  Si leemos los cuatro Evangelios nuevamente, veremos que Jesús era una persona con una humanidad apropiada. Muchos de los que leen los Evangelios únicamente prestan atención a los milagros realizados por el Señor en Su divinidad; tales personas no prestan adecuada atención a lo realizado por el Señor en Su humanidad. Por ejemplo, Juan 4 nos cuenta cómo el Señor Jesús viajó con Sus discípulos a una ciudad de Samaria. Él estaba cansado y sediento, y les pidió a Sus discípulos que entraran en la ciudad a fin de comprar algo de comer. Después que ellos se fueron a comprar alimentos, una mujer samaritana vino a sacar agua del pozo que estaba cerca de donde estaba sentado el Señor Jesús. Aunque Él era el Dios Todopoderoso, en aquella situación Él se condujo como un hombre común y corriente, sin ninguna indicación o indicio de que Él era Dios. Cuando Él le pidió agua a la mujer, Él no dio indicios de ser más que un hombre. La mujer le preguntó: “¿Cómo Tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?” (v. 9). Él respondió a su pregunta de una manera muy humana. Los cuatro Evangelios relatan muchas historias similares, las cuales muestran cómo el Señor Jesús se condujo como un hombre normal, teniendo cara de hombre. A diferencia de ciertos religiosos en la actualidad que visten de modo muy extraño, el Señor Jesús no se vistió de manera peculiar. En Su vestimenta, Él no era extraño ni era distinto a los demás. Por el contrario, Su vivir fue el de un hombre común y corriente; tanto así que algunos dijeron: “¿No es éste el hijo del carpintero?” (Mt. 13:55). A los ojos de la gente, el Señor Jesús era el hijo de un carpintero común y corriente. Lejos de ser alguien extraño, Él era un hombre común y corriente que tenía cara de hombre. En la actualidad, nosotros también debemos tener cara de hombre.

  Algunos creyentes piensan que una vez comienzan a ir en pos del Señor, deben convertirse en algo especial o diferente de los demás. Por tanto, es necesario comprender que debemos ser personas comunes y corrientes, esto es, como cualquier otro ser humano. Aunque somos personas que oran, leen la Biblia, asisten a las reuniones y sirven a Dios, nuestra apariencia sigue siendo de hombre, y nuestra cara es la de un hombre. En nuestra manera de vestir somos apropiados, pero comunes y corrientes, no peculiares o excéntricos. Sí, experimentamos al Señor como el viento, la nube, el fuego y el electro, pero el fruto de esta experiencia es que tenemos cara de hombre. Como seres vivientes, no somos ángeles, sino que somos muy humanos. De hecho, cuanto más espirituales llegamos a ser, más normales y humanos seremos. Cuanto más de Cristo tenemos en nuestra vida (Col. 3:4), más tenemos cara de hombre. En las Epístolas los apóstoles nos enseñan a ser seres humanos apropiados, en particular, cómo ser esposos, esposas y padres apropiados (Ef. 5:22—6:9; Col. 3:18—4:1). La salvación de Dios hace que seamos seres humanos apropiados para Su manifestación, mover y administración.

La cara de león

  También debemos tener cara de león. En la Biblia, el león representa valentía, vigor, fuerza y victoria. En nuestra vida cristiana primero tenemos que ser hombres. Dondequiera que estemos —en la escuela, en la oficina o entre nuestros vecinos—, debemos ser hombres. Pero también debemos ser leones. Si en la oficina usted es un hombre apropiado, los demás serán atraídos por usted. Sin embargo, aquellos que son atraídos hacia usted podrían ser “gérmenes” que pueden corromperlo. Debido a que usted les cae bien, tal vez le inviten a participar de ciertos entretenimientos mundanos. En tales ocasiones usted no debe comportarse como un hombre, sino como un león. Esto significa que con respecto a todo cuanto sea pecaminoso o mundano, tenemos que ser valientes como un león. Todos aquellos que laboran en su oficina deben saber que si ellos conversan con usted sobre cosas mundanas, usted se comportará como un león.

  Las personas con frecuencia consideran que el Señor Jesús era amable y moderado. Sin embargo, por lo menos en ciertas ocasiones, Él no fue muy amable. Por ejemplo, cuando Él entró en el templo y encontró “a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados”, se enojó e hizo un azote de cuerdas y “echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas” (Jn. 2:14-15). Además, en Mateo 23 vemos que Él reprendió severamente a los fanáticos religiosos llamándolos: “¡Serpientes, cría de víboras!” (v. 33). En tales situaciones Él ciertamente fue valiente como un león. Incluso, en Apocalipsis 5:5, Él es llamado “el León de la tribu de Judá”. Hay ocasiones cuando nosotros también debemos tener cara de león.

  En la Biblia un león no solamente representa valentía, vigor, fuerza y victoria, sino que también denota reinar. El león es el rey de los animales. Quienes hemos llegado a ser los seres vivientes mediante la regeneración debemos ser no solamente hombres que manifiesten a Dios, sino también leones que reinen en pro de Dios. Si con respecto al pecado, el mundo y Satanás somos fuertes y valientes como leones, Dios podrá establecer Su reinado a través de nosotros.

La cara de buey

  No solamente debemos tener cara de hombre y cara de león, sino también cara de buey. La cara de león es equilibrada por la cara de buey. Si en su oficina usted tiene cara de león, por sí solo eso no bastará para convencer a los demás. Usted debe ser equilibrado al tener cara de buey. Un buey es alguien que está dispuesto a llevar cargas, a laborar e, incluso, a sacrificarse. Todos debemos tener tal apariencia y expresar tal realidad propia de quienes sirven a los demás, llevan cargas, atienden a sus responsabilidades e, incluso, sacrifican sus propias vidas. Si al laborar en su oficina usted es un hombre apropiado, es valiente como un león y también es fiel al llevar responsabilidades, causará una buena impresión en los demás. A fin de causar tal clase de impresión, tiene que comportarse no solamente como un hombre y como un león, sino también como un buey que sirve y está dispuesto a sufrir. Cuando sea necesario limpiar la oficina, usted deberá tomar la delantera y hacer más que los demás empleados. De este modo usted mostrará a sus colegas que está dispuesto a sacrificarse, a ayudar a otros y a servirles. Entonces tendrá la realidad de la cara de buey. Cuando los demás lo vean con cara de hombre, cara de león y cara de buey, dirán: “Éste es un verdadero cristiano”.

La cara de águila

  Además, también debemos tener, por la parte de atrás, una cara escondida: la cara de águila. Después que Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto y lo condujo al desierto, Él les dijo: “Os llevé en alas de águilas y os traje a Mí” (Éx. 19:4). Esto indica que en la Biblia un águila representa al Dios poderoso y trascendente. Dios es trascendente, boyante y poderoso. Nada puede reprimirlo, oprimirlo o deprimirlo. Cuanto más usted trate de reprimirlo, más boyante y trascendente es Él. Un cristiano tiene la vida de Dios dentro de él, y esta vida es trascendente, lo cual hace que nuestra expresión sea boyante y trascendente. Éste es el significado de la cara de águila.

  Debemos ser como águilas y no permitir que nada nos retenga, reprima o deprima. Esto significa que debemos saber vencer tanto la persecución como los elogios. A veces es más difícil prevalecer sobre los elogios que sobre la persecución. Hay quienes pueden vencer la persecución, pero no pueden vencer los elogios de la gente. Esto no debe ocurrir entre nosotros. Aunque seamos perseguidos o elogiados, debemos poder remontarnos en vuelo con alas de águila. Debemos ser boyantes y trascendentes. Ésta es precisamente la manera en que el Señor Jesús se condujo cuando, según el Evangelio de Juan, las personas quisieron hacerlo rey después que hubo alimentado a cinco mil personas con cinco panes y dos pescados. Al respecto, Juan 6:15 dice: “Jesús, sabiendo que iban a venir para apoderarse de Él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte Él solo”. Él no pudo ser retenido debido a que tenía el poder de un águila; por tanto, Él era trascendente.

  Un cristiano no debiera ser retenido por nada. Sin embargo, es posible que seamos retenidos por muchas cosas. Un creyente puede ser retenido por la pobreza, mientras que otro puede ser retenido por la riqueza. Si hemos de ser cristianos apropiados, no debemos dejar que la pobreza ni la riqueza nos retengan. Al igual que Pablo, debemos poder decir: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad. Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (Fil. 4:12-13). Las palabras de Pablo revelan que él tenía alas de águila. Él tenía apariencia de hombre, de león, de buey y también de águila.

LOS CUATRO SERES VIVIENTES SON LA EXPRESIÓN CUÁDRUPLE DE CRISTO

  Estas cuatro caras —la cara de hombre, la cara de león, la cara de buey y la cara de águila— retratan la vida de Cristo. Estas cuatro caras corresponden a los cuatro Evangelios, los cuales podemos considerar como cuatro biografías del Señor Jesús, cada una de las cuales presenta cierto aspecto de Cristo. Lucas lo presenta como un hombre, Mateo lo presenta como un león, Marcos lo presenta como un buey y Juan lo presenta como un águila. Esta vida cuádruple es la vida de Cristo.

  Los cuatro seres vivientes son la expresión corporativa de Cristo. Ellos expresan a Cristo en cuatro aspectos: como hombre, como león, como buey y como águila. Ésta es la expresión de la vida de Cristo de manera corporativa. Por ser cristianos, debemos ser los seres vivientes, aquellos que conforman una entidad corporativa para expresar a Cristo tal como Él era en la tierra. Cuando Él estuvo en la tierra, Él vivió en los cuatro aspectos que corresponden a un hombre, un león, un buey y un águila. En la actualidad nosotros debemos ser la expresión corporativa de este Cristo.

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