Mensaje 18
Lectura bíblica: Fil. 3:7-8
Leamos Filipenses 3:7-8: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo”. Estos dos versículos nos llevan al corazón mismo de esta epístola. Es aquí donde empezamos a experimentar a Cristo.
En el versículo 7, Pablo dijo: “Cuantas cosas eran para mí ganancia”. Estas se refieren a las cosas mencionadas en los versículos 5 y 6. Por amor de Cristo, Pablo consideraba estas cosas como pérdida. Las cosas que antes consideraba ganancia, él las estimaba en conjunto como pérdida, ya que todas ellas conducían a lo mismo, a saber, la pérdida de Cristo. Esto lo indica la expresión “por amor de Cristo”. Todas las cosas que para Pablo anteriormente fueron ganancia, ahora le estorbaban y obstaculizaban su participación y disfrute de Cristo. Así que, por amor de Cristo toda aquella ganancia era ahora pérdida para él.
En el versículo 7, Pablo habla específicamente de las cosas religiosas, mientras que en el versículo 8, exclama: “Aun estimo todas las cosas como pérdida”. Por causa de Cristo, el apóstol consideraba como pérdida no sólo las cosas de su antigua religión, sino prácticamente todas las cosas. En este mensaje, siento la carga de aclarar cuáles son estas cosas.
En el pasado a muchos se nos enseñó que las cosas mencionadas en el versículo 8 se referían a cosas mundanas y materiales. Esto en parte es correcto. Sin embargo, interpretar las palabras de Pablo de esa manera no es muy exacto, pues de acuerdo con los versículos 5 y 6, podemos ver claramente que él no se refirió sólo a las cosas materiales. Es verdad que las cosas materiales y mundanas mantienen a la gente ocupada, impidiéndoles experimentar a Cristo. Sin embargo, Pablo se dio cuenta de que en realidad son las cosas religiosas, filosóficas y culturales las que verdaderamente estorban a la gente y le impide experimentar a Cristo. Por lo general, las personas intelectuales y filosóficas no se preocupan por las cosas materiales. Por el contrario, aquellos que no son intelectuales ni filosóficos son los que comúnmente son atraídos por los bienes materiales. Quienes tienen tendencias filosóficas se interesan más por la religión, la cultura y la filosofía. Si usted predica el evangelio, no tardará en darse cuenta de que la religión, la filosofía y la cultura son grandes fortalezas que se oponen al evangelio.
Antes de su conversión Pablo no sentía ningún apego a los bienes materiales. El había consagrado todo su ser a la religión, la filosofía y la cultura judías. Se había entregado por completo al judaísmo con todo lo que ésto implicaba. Aparentemente, los judíos le dan mucha importancia a su religión, pero en realidad prestan mucho más atención a su cultura y a su filosofía. Por supuesto, lo mismo sucede con todas las personas, sin importar cuál sea su raza, cultura o nacionalidad. Por ejemplo, los musulmanes se encuentran completamente ocupados con sus propios conceptos, lógica, filosofía y cultura.
Repasemos las cosas que Pablo mencionó en los versículos 5 y 6. El había sido circuncidado al octavo día, era del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, era hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, había llegado a ser irreprensible. Todo ello estaba relacionado con la religión, la filosofía y la cultura. Esto demuestra claramente que, mientras Pablo escribía estos versículos, no tenía en mente las cosas materiales, sino las cosas religiosas, filosóficas y culturales. Cuando la epístola de Filipenses fue escrita, la mayoría de los ciudadanos del Imperio Romano le daban mucha importancia a la religión, a la filosofía o a la política. De hecho, los tres principales elementos de la cultura occidental, tanto de hoy como de aquél entonces, son: la religión judía, la filosofía griega y la política romana.
Satanás, el enemigo de Dios, por miles de años ha usado la religión, la filosofía y la cultura para distraer a las personas e impedirles que experimenten a Cristo. El hombre fue creado para Cristo. Dios lo creó a Su imagen (Gn. 1:26), y la imagen de Dios es Cristo (Col. 1:15). Así que, el hombre fue creado a imagen de Dios para pertenecer a Cristo, pero Satanás, mediante la religión, la filosofía y la cultura, ha atrapado a las personas con el fin de impedirles que se acerquen a Cristo. Las personas simples son cautivadas por las cosas materiales, y aquellas que son más intelectuales, son atrapadas por la religión, la filosofía y la cultura. De hecho, las personas más destacadas e influyentes en la tierra se preocupan por estas tres cosas. Ciertamente los más intelectuales, filosóficos y cultos son los más influyentes. Sin embargo, Satanás ha usado la religión, la filosofía y la cultura para cautivarlos y tenerlos bajo su control.
Antes de creer en Cristo, Pablo mismo estuvo atrapado y controlado por Satanás. La religión, la filosofía y la cultura judías lo tenían atrapado. ¡Cuánto celo tenía él por el judaísmo! No creo que haya habido otra persona que tuviera tanto fervor como él por la religión, la filosofía y la cultura judías. Para una persona como Saulo de Tarso, las riquezas y los bienes materiales no significaban nada en comparación con su religión, su filosofía y su cultura.
Si estudiamos detalladamente el pensamiento y el espíritu de Pablo en Filipenses 3, nos daremos cuenta de que cuando escribió: “Todas las cosas”, él tenía en mente la religión, la filosofía y la cultura. Ciertamente la expresión “todas las cosas” mencionada en el versículo 8, incluye estas tres categorías. Si abandonáramos nuestra religión, nuestra filosofía y nuestra cultura, ciertamente no nos quedaría nada. Si renunciamos a estas cosas, automáticamente abandonamos también las cosas materiales y mundanas, las cuales en realidad están bajo el dominio de la religión, la filosofía y la cultura. Es fácil vencer la influencia de los bienes materiales, pero es muy difícil vencer el poder que ejerce la religión, la filosofía, y la cultura. Los que aman al Señor pueden abandonar fácilmente las cosas materiales, pero les resulta muy difícil deshacerse de su propio pensamiento y de su lógica. De hecho, es posible que por años amemos al Señor y lo busquemos genuinamente, sin haber renunciado a nuestra filosofía y nuestra lógica.
Toda nación y cultura tiene su lógica y filosofía propias. Por ejemplo, los británicos se caracterizan por su diplomacia, la cual expresa la lógica y la filosofía propias de su nación. Por otro lado, los chinos y los japoneses están totalmente sumergidos en su lógica y su filosofía nacionales. Cada nación está firmemente arraigada a su cultura particular. Tales razonamientos y filosofías impiden que Cristo pueda encontrar en la tierra un grupo de personas que le permitan actuar libremente. El no puede moverse ni en el oriente ni en el occidente. Durante la época de la Reforma, el Señor intentó abrirse camino en Alemania, pero no tuvo éxito. Más tarde, intentó hacer algo en Inglaterra, y tampoco lo logró. Repetimos que hasta ahora Cristo no ha podido encontrar un grupo de personas que le den plena libertad de actuar. Satanás ejerce completo dominio sobre las personas, usando la religión, la filosofía y la cultura para mantenerlas atrapadas. Debido a esto, no le ha sido nada fácil al Señor encontrar un grupo de personas con quienes pueda contar para llevar adelante Su mover en la tierra.
Es fundamental que nos demos cuenta de que aún seguimos aferrados a la filosofía de nuestro país y a la lógica de nuestra región. Los que viven en cierta región del país, insisten en su lógica particular, y los que viven en otra parte, hacen hincapié en su propia filosofía. El hecho de aferrarnos a nuestra lógica regional y a nuestra filosofía nacional, nos priva de Cristo. En cierto sentido, hace que Cristo se aleje de nosotros y no podamos experimentarlo. De una manera muy sutil, secreta y escondida, las cosas religiosas, filosóficas y culturales ocupan la mente aún de los mejores de creyentes, y les impiden experimentar a Cristo. Adondequiera que usted vaya hoy en el mundo, se dará cuenta de que no existe un solo grupo de personas mediante las cuales Cristo pueda moverse libremente. Por el contrario, vemos que la filosofía propia de cada país y la lógica de cada región ejercen una influencia tan fuerte, que no deja mucho lugar para Cristo. Hace muchos años fui invitado a cierto lugar donde me atendieron como huésped de honor. Mientras observaba atentamente a las personas que me rodeaban, me llamó mucho la atención ver la importancia que le daban a su religión, filosofía y cultura. Debido a esto, Cristo no podía obrar libremente en ellos.
Por lo general, las personas aceptan la salvación de Dios para su propio beneficio, pero no están dispuestas a cederle todo el terreno a Cristo. En cierto sentido reciben la salvación, pero desde el ángulo de la experiencia, no han acogido a Cristo ni le permiten obrar libremente en ellos. Este problema se debe a la religión, la filosofía y la cultura.
Si profundizamos en el pensamiento de Pablo en 3:7 y 8, veremos que él se refería principalmente a la religión, la filosofía y la cultura. Esto lo confirma el hecho de que en el versículo 2 él se refirió a los perros, a los malos obreros y a los mutiladores del cuerpo. La expresión “mutiladores del cuerpo” es una expresión despectiva con la que designó a los que practicaban la circuncisión; no solamente alude a la religión, sino también a la cultura judía, la cual a su vez se basa en la filosofía y lógica judías. En el versículo 3 Pablo declara que nosotros somos la circuncisión, los que servimos por el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. Luego, al presentar las razones por las que él podía confiar en la carne, enumera siete asuntos relacionados con la religión, la filosofía y la cultura judías. Estas eran las cosas que Pablo estimaba como pérdida por amor de Cristo. ¿Por qué las estimaba como pérdida? Porque todas éstas reemplazaban a Cristo y eran trampas de Satanás que apartaban a las personas de Cristo y les impedían experimentarlo. ¡Cuán sutil es el enemigo al impedirnos experimentarle!
¡Cuán necesario es que la sutileza del enemigo sea desenmascarada! Hasta cierto punto, todos tenemos ciertas cosas que reemplazan a Cristo de una manera sutil y secreta. Estos sustitutos tienen que ver principalmente con la religión, la filosofía y la cultura. Esta es la razón por la que Cristo no puede ocupar completamente nuestro ser. Aún no hemos llegado al punto de estimar todas las cosas como pérdida por amor de Cristo.
La mayoría conocemos Filipenses 3:7-8 y estamos familiarizados con estos versículos. Pero probablemente nunca hayamos profundizado en este pasaje, y por consiguiente, no hemos empezado a experimentar a Cristo verdaderamente. Tal vez hayamos escuchado muchos mensajes acerca de cómo Pablo estimaba todas las cosas como pérdida por amor de Cristo y por la excelencia del conocimiento de El. Pero, ¿acaso este conocimiento doctrinal nos ha ayudado a experimentar a Cristo de una manera real? Si somos sinceros, tendremos que reconocer que aún no tenemos la experiencia de estos versículos. Esto se debe a que hasta ahora no hemos explorado las profundidades del pensamiento de Pablo, contenidas en este pasaje de la Palabra.
No podemos experimentar a Cristo con sólo abandonar las cosas mundanas y materiales. Si este es nuestro entendimiento de la frase “todas las cosas” del versículo 8, estamos muy lejos de experimentar a Cristo como lo revela este pasaje. Estos versículos no son nada superficiales; según el contexto, Pablo no se refería a las cosas externas e insignificantes. A él no le preocupaban las cosas materiales. Lo que él tenía en mente era mucho más profundo, y se relacionaba con las cosas religiosas, filosóficas y culturales, incluyendo nuestra lógica regional y nuestra filosofía nacional, asuntos que se esconden en lo profundo de nuestro ser. Como dijimos anteriormente, es muy difícil dejar a un lado estas cosas y ofrecerle más espacio a Cristo para experimentarlo. A lo largo de los años he conocido a muchos cristianos, pero son muy pocos los que han logrado abandonar su filosofía nacional y su lógica regional, buscando experimentar a Cristo.
Cuando escuchamos acerca de la filosofía que tiene cada país y de la lógica que caracteriza a cada región, todos nos sentimos identificados, ya que pone de manifiesto un sustituto de Cristo que se esconde en nosotros y, al mismo tiempo, pone en evidencia al enemigo sutil que nos impide experimentarle. Por la misericordia y la gracia del Señor podemos llegar a decir que, por amor a Cristo, estimamos como pérdida nuestra filosofía nacional y nuestra lógica regional. Debemos darnos cuenta de que estas cosas reemplazan a Cristo y nos privan de una experiencia más profunda de El. Efectivamente, le hemos experimentado hasta cierto punto; pero nuestra experiencia de El ha sido muy limitada y no ha podido profundizar a causa de nuestra filosofía nacional y de nuestra lógica regional. Tal vez podamos testificar que hemos sido librados de la influencia de la religión. Pero ¿quién puede afirmar con toda seguridad que su filosofía nacional y su lógica regional no lo afectan en lo más mínimo? Todos debemos confesar que este sutil sustituto de Cristo sigue siendo un obstáculo para nosotros, y que Satanás lo sigue usando para atraparnos, ocuparnos e impedirnos avanzar y profundizar en nuestra experiencia de Cristo. ¡Que la sutileza del enemigo sea puesta al descubierto, y que realmente estimemos todas las cosas, incluyendo nuestra filosofía y nuestra lógica, como pérdida, por amor de Cristo, a fin de que podamos disfrutarlo y experimentarlo plenamente!