Mensaje 27
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Lectura bíblica: Fil. 4:5-9
Al leer la epístola de Filipenses es importante descubrir qué fue lo que motivó a Pablo a escribir como lo hizo. Ya vimos que al escribir el capítulo tres él sentía necesidad apremiante de enseñar a los filipenses cómo debían proceder en cuanto al alma y el cuerpo. Al darles instrucciones acerca de esto, él hizo alusión a dos grupos de personas: los judaizantes y los epicúreos. Ahora llegamos a los versículos 5-9 del capítulo cuatro, en donde vemos ocho características sobresalientes. Debemos también preguntarnos por qué Pablo las menciona ahora, al final de su epístola.
El capítulo cuatro en realidad es una conclusión. Al escribirla, Pablo aún tenía en mente los factores que lo motivaron a escribir los primeros tres capítulos, a saber, tener el mismo pensamiento de seguir a Cristo y de regocijarse en el Señor, con el fin de disfrutar Sus riquezas. En los primeros tres capítulos de Filipenses Pablo se refiere a la realidad interior de la experiencia cristiana, pero no presenta ningún ejemplo de la expresión externa de dicha realidad. Si disfrutamos a Cristo y lo experimentamos, obtendremos cierta realidad interior, la cual siempre producirá una expresión exterior. Así que, en Filipenses 4:5-9 vemos la expresión plena de dicha realidad interna, una expresión que proviene de vivir a Cristo.
En Filipenses 1:21 Pablo declara: “Porque para mí el vivir es Cristo”. Esta declaración es el testimonio de su realidad interior. ¿Pero cuál es la expresión que resulta de vivir a Cristo? La podemos ver en las virtudes mencionadas en Filipenses 4:5-9. Además, en el capítulo dos Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo. Supongamos que tomamos al Cristo crucificado y exaltado como modelo. ¿Cuál sería entonces la expresión de una vida conformada a este modelo? De nuevo, dicha expresión es precisamente la que se describe en 4:5-9. Esto mismo se aplica a lo que Pablo dice en el capítulo tres, donde habla de estimar todas las cosas como pérdida, e incluso como basura, para ganar a Cristo. ¿Qué clase de expresión tendrá una persona que rechaza la filosofía, la cultura y la religión, y estima todas estas cosas como basura para ganar a Cristo? ¿Qué clase de vida llevará y cuál será su expresión práctica? Repetimos que dicha expresión es la que se describe en 4:5-9.
Aunque Filipenses es una epístola muy corta, los factores que motivaron a Pablo a escribirla son muy ricos y profundos. En estos mensajes nos hemos dedicado a indagar en las profundidades de Filipenses y a sacar estos factores a la luz. Esta es también nuestra meta al estudiar el capítulo cuatro. ¿Cuál fue el factor que incitó a Pablo a escribir esta conclusión de la manera en que lo hizo? ¿Por qué menciona que debemos ser comprensivos y por qué aborda el tema de la ansiedad inmediatamente después de exhortarnos a regocijarnos en el Señor? ¿Por qué después de esto enumera algunas virtudes y por qué entre ellas no se encuentran la santidad, la victoria y la paciencia? Creemos que el factor fundamental que motivó a Pablo a escribir esta conclusión, fue la necesidad de presentar las características de una persona que vive a Cristo, que lo toma como su modelo, que estima todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales como basura, y que lo disfruta como su todo. Esta fue la intención de Pablo al escribir el capítulo cuatro, con lo cual concluía su epístola.
El título de este mensaje es: “Las características sobresalientes de la vida cristiana”, aunque también podríamos haberlo titulado: “La expresión de una persona que vive a Cristo”. Este título sería más profundo, ya que el pasaje de Filipenses nos presenta la expresión de uno que vive a Cristo, de alguien que toma a Cristo como su modelo y que estima todas las cosas como basura para ganar más de Cristo.
La primera característica de una persona que vive a Cristo es ser comprensivo. Filipenses 4:5 dice: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”. Más adelante veremos que la segunda característica mencionada es la ausencia de ansiedad. Una persona que vive a Cristo siempre es muy comprensiva y está exenta de ansiedades y de preocupaciones. Pablo consideraba que éstas eran las dos características principales de una persona que vive a Cristo.
Una persona que vive a Cristo es calmada, tranquila, apacible y sosegada. En cambio, una vida llena de intranquilidad y de confusión expresa a Satanás. Ser comprensivos es la característica principal de una vida pacífica, y significa ser razonables, atentos y considerados en nuestro trato con los demás, sin ser estrictos en reclamar nuestros derechos. Si queremos llevar una vida sosegada, debemos ser comprensivos.
Ser comprensivos es más que ser simplemente pacientes y moderados. Si usted es comprensivo, nunca discutirá ni perderá la calma con otros. En vez de responder y decir muchas cosas, usted mostrará paciencia y moderación, y no dirá nada que pueda provocar o irritar a los demás.
Tomemos el ejemplo de varias hermanas que viven juntas. La hermana más apreciada será la que demuestre más tolerancia. Al surgir dificultades, ella permanecerá impasible y tranquila. Aun si las demás hermanas la ofenden, ella no tomará represalias. Por lo general, las hermanas que no son tan comprensivas, reaccionan rápidamente cuando alguien las ofende. Esto indica que su vida no está llena de tranquilidad ni de moderación. La vida cristiana normal es una vida llena de tranquilidad. En esta vida no discutimos ni peleamos con los demás.
Ser comprensivos está en contraste con la ambición y la vanagloria, dos elementos negativos que Pablo mencionó anteriormente, y también está en contraste con las murmuraciones y los argumentos. Algunos cristianos son dados a la ambición y la vanagloria, mientras que otros son propensos a murmurar y a contender. Si somos ambiciosos, buscaremos vanagloria, murmuraremos y contenderemos, y no podremos llevar una vida de tranquilidad y serenidad, ni seremos comprensivos.
Por experiencia he aprendido que ser comprensivo es la primera característica de una vida que expresa a Cristo. Si vivimos a Cristo, no discutiremos con los demás, e incluso sabremos cuándo decir palabras agradables. En ocasiones, hasta una palabra apacible dicha en el momento inoportuno, puede desencadenar discusiones. Si usted contesta precipitadamente a una persona que le ha ofendido, no está siendo paciente ni comprensivo. Si alguien se enoja con usted, lo mejor es quedarse callado. Sea comprensivo y espere el momento oportuno para pronunciar una palabra apacible. Es imprescindible que los casados pongan esto en práctica. Si a su cónyuge le gusta discutir, sea cuidadoso en la forma en que le contesta. Es posible que ni siquiera sea prudente invocar al Señor en voz alta, pues podría provocar más problemas. En lugar de tratar de decir algo, cálmese, invoque al Señor en su interior y espere a que la situación se tranquilice.
Esto es fácil de enseñar, pero difícil de practicar. Para vivir así se necesita la gracia. Cuando una esposa se enoja con su esposo, es fácil que el esposo también se enoje. Es posible que él se encienda en ira y que sus emociones se desborden. Cuando uno llega a este estado, es extremadamente difícil calmarse. Es por eso que necesitamos la gracia del Señor. Ser comprensivos en una situación así, requiere de mucha gracia. Pero si por la gracia del Señor nos ejercitamos y permanecemos tranquilos, la situación volverá a la normalidad. Entonces tendremos la oportunidad de hablar apaciblemente.
Me he preguntado por qué después de abarcar asuntos tan profundos en los primeros capítulos, Pablo declara en 4:5: “Sea conocido de todos los hombres lo comprensivos que sois”. En comparación con los temas anteriores, ser comprensivos parece ser un tema secundario; sin embargo, visto de un modo práctico, ser comprensivos es lo que demuestra si verdaderamente vivimos a Cristo.
En Filipenses 4:5 Pablo escribe: “El Señor está cerca”. Muchos piensan que este versículo se refiere a la venida del Señor. Aunque estoy de acuerdo con esto, no creo que Pablo se refiriera principalmente a la venida del Señor, sino más bien a Su presencia. El Señor está cerca, es decir, El está con nosotros. Cuando vivimos a Cristo, tomándolo como nuestro modelo y estimando todas las cosas como pérdida para ganarlo, sentimos que El está con nosotros. El está cerca de nosotros en tiempo y espacio. En cuanto a espacio, el Señor está cerca, o sea listo para ayudarnos; y en cuanto a tiempo, El está cerca, es decir, que viene pronto. Ya que es así, ¿por qué hemos de preocuparnos e inquietarnos?
Al vivir a Cristo, conscientes de que El está cerca de nosotros, debemos mostrarnos comprensivos y moderados con los demás. Permítame recordarles que ésta es la primera característica visible en una persona que vive a Cristo. Puedo asegurarles que una persona que viva a Cristo, siempre será comprensiva, moderada y tranquila. Pero si por el contrario, ambicionamos vanagloria, murmuramos y discutimos, no tendremos estas características. Si no somos comprensivos, esto indicará que no vivimos a Cristo. Por lo tanto, si queremos saber si realmente vivimos a Cristo o no, preguntémonos primero si somos comprensivos.
Pablo no tenía la intención de ayudarnos a ser pacientes y soportar las dificultades de una manera filosófica como enseña Confucio. Más bien, al escribir estos versículos, él deseaba presentar las características de una persona que vive a Cristo. Por lo tanto, él nos provee un cuadro de esto en Filipenses 4:5-9. Si en verdad vivimos a Cristo, debemos mostrarnos comprensivos hacia los demás. Los demás deben vernos siempre tranquilos y moderados, y darse cuenta de que nada puede perturbarnos. Pero cuando perdemos la calma, ciertamente no estamos en Cristo. En ese momento sentiremos que el Señor está lejos de nosotros, y en lugar de experimentar tranquilidad, es posible que nos invada la ansiedad, la cual acabará con nuestra tranquilidad y nos hará perder la paz interior. Siempre que perdamos la calma, seremos incapaces de vivir a Cristo. No se puede discutir y vivir a Cristo al mismo tiempo. Para vivir a Cristo se requiere de una tranquilidad absoluta.
En el versículo 6 Pablo añade: “Por nada estéis afanosos”. Por lo general, cuando escuchamos malas noticias nos preocupamos y nos volvemos ansiosos. La ansiedad nos carcome y nos impide vivir a Cristo. Por lo tanto, en vez de estar ansiosos, deberíamos siempre dar a conocer a Dios nuestras peticiones, por medio de oración y súplica, con acción de gracias. Como resultado de esto, la paz de Dios guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (v. 7), y también nos librará de toda preocupación y ansiedad. Lo dicho por Pablo aquí comprueba que es correcto interpretar estos versículos a la luz de nuestra experiencia. Somos liberados de toda ansiedad a fin de mantenernos tranquilos y apacibles.
En el versículo 6 Pablo nos exhorta con estas palabras: “En toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de gracias”. La expresión “en toda ocasión” denota todas las cosas que nos suceden a diario. A menudo, bajo la bendición del Señor, nos suceden muchas cosas positivas; sin embargo, en ocasiones también nos sobrevienen cosas negativas. No obstante, en toda ocasión debemos dar a conocer a Dios nuestras peticiones por medio de oración y súplica, con acción de gracias. La oración es general, y su esencia es la adoración y la comunión; la súplica es particular, y se hace por necesidades específicas. Notemos que Pablo no escribe “y acción de gracias”, sino “con acción de gracias”. Esto indica que tanto nuestra oración como nuestra súplica deben ir acompañadas de acciones de gracias al Señor.
Tal vez nos parezca fácil entender el significado de las palabras “sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios”. Sin embargo, no debemos dar por sentado que lo entendemos. He dedicado mucho tiempo estudiando la frase “delante de Dios”, la cual también podría traducirse “en la presencia de Dios”. La preposición griega usada aquí es pros, que frecuentemente se traduce “con” (Jn. 1:1; Mr. 9:19; 2 Co. 5:8; 1 Co. 16:6; 1 Jn. 1:2). Esta preposición denota movimiento en cierta dirección, en el sentido de una unión y comunicación viva, lo cual implica comunión. Por lo tanto, el sentido de “delante de Dios” aquí es en comunión con Dios. Es en tal comunión, en tal unión y comunicación, que debemos dar a conocer nuestras peticiones delante de Dios. Esto requiere que oremos para tener contacto con Dios.
Las oraciones que dirigimos a Dios deben ir acompañadas de la esencia de la adoración y la comunión, y también deben incluir peticiones por necesidades específicas. Aunque no tuviéramos una necesidad específica, diariamente debemos tener un tiempo de oración para adorar al Señor y tener comunión con El. Mientras lo adoramos y tenemos contacto con El en oración, disfrutamos de una dulce comunión y hacemos práctica nuestra unión orgánica con El.
El resultado de poner en práctica nuestra unión orgánica con el Señor es disfrutar la paz de Dios, la cual guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (v. 7). De hecho, la paz de Dios es en realidad Dios mismo como paz (v. 9), quien se infunde en nosotros mediante la comunión que tenemos con El en oración. Esta paz contrarresta todos los problemas, y es el antídoto contra los afanes (Jn. 16:33).
A menudo las malas noticias o las situaciones adversas nos ocasionan preocupación y ansiedad. Pero cuando oramos y tenemos comunión con Dios, disfrutando la unión orgánica que tenemos con El, recibimos el antídoto contra la ansiedad. Entonces, espontánea e inconscientemente la paz de Dios se infunde en nuestro interior. Dicha paz contrarresta las aflicciones y viene a ser el antídoto contra la ansiedad. Por experiencia podemos decir que este antídoto se obtiene mediante la oración, a medida que se infunde en nosotros la paz de Dios. El hecho de que la paz de Dios contrarreste las aflicciones no significa que éstas desaparecerán. Sin embargo, aunque las aflicciones permanezcan, existirá un contrapeso. Y aunque el veneno de la ansiedad aún se encuentre en nuestro ser, ahora poseemos un antídoto, a saber, la paz de Dios, la cual ha sido infundida en nuestro ser por medio de nuestra comunión con El en oración. Cuando disfrutamos a Dios como nuestra paz, experimentamos tranquilidad interior.
En el versículo 7 Pablo declara que la paz de Dios guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús. El verbo “guardará” también puede traducirse “montar guardia”. El Dios de paz patrulla continuamente nuestros corazones y pensamientos en Cristo. El corazón es la fuente y los pensamientos son el resultado. La paz de Dios guarda tanto nuestro corazón como nuestros pensamientos, lo cual significa que, en Cristo Jesús, la paz de Dios patrulla y monta guardia en nuestros corazones y pensamientos, tal como un centinela vigila un lugar yendo de un lado a otro. De esta manera, El nos calma y nos tranquiliza. Y aunque nos sobrevengan muchos problemas y afanes, nada nos perturbará. Esto no es una simple enseñanza, sino una palabra basada en la experiencia. Por experiencia sabemos que cuando la paz de Dios se infunde a nosotros, nos mantiene tranquilos.
En cuanto a los hombres, debemos ser comprensivos tal como lo menciona el versículo 5, y en cuanto a Dios, necesitamos tener comunión con El, tal como lo describe Pablo en los versículos 6 y 7. Las características principales de una persona que vive a Cristo, las cuales son el ser comprensivos y el tener dicha comunión con Dios, nos permiten conservar la paz interior y convertirnos en personas pacíficas. Por supuesto, esto no significa que nunca nos lleguen a suceder cosas negativas, sino más bien, que nada nos perturbará. No se lamenten de su situación. ¡Vivan a Cristo! Si lo hacemos, exhibiremos la primera característica del creyente, que es el ser comprensivos.
El hecho de ser comprensivos y estar exentos de toda ansiedad, no nos garantiza que todos los días recibiremos buenas noticias. A menudo Satanás nos enviará malas noticias, pero éstas no deben perturbarnos, puesto que tenemos la paz de Dios; aún más, tenemos a Dios mismo como paz, quien guardará nuestros sentimientos. Sin embargo, si hemos de experimentar la paz de Dios, primero debemos orar y tener comunión con El.
En Filipenses 4:5-7 Pablo habla de ser comprensivos y de estar libres de toda ansiedad, pero no menciona ningún otro aspecto. Antes bien, hace notar que estas son las características sobresalientes de una persona que vive a Cristo. Si somos comprensivos y estamos libres de ansiedad, seremos guardados en un ambiente de tranquilidad y sosiego. Entonces, viviremos a Cristo y lo disfrutaremos en plenitud.