Mensaje 31
Lectura bíblica: Fil. 4:21-23
La conclusión de la epístola de Pablo incluye un breve saludo (vs. 21-22) y una bendición (v. 23).
En el versículo 20 Pablo exclama: “Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amen”. Luego, en el versículo 21 agrega: “Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan”. Los saludos de Pablo se basaban en lo que él había declarado en el versículo anterior acerca de la gloria de nuestro Dios y Padre. Esto implica que él saludaba a los santos con el peso de la gloria mencionada en el versículo 20.
Por lo general, cuando enviamos nuestros saludos a alguien o le pedimos a otros que trasmitan nuestros saludos, lo hacemos enviándoles nuestros recuerdos y cariños. No obstante, Pablo no saludó a los santos de Filipos de una manera superficial. Pienso que mientras él escribía estos saludos, disfrutaba interiormente del rico suministro y de la gloria de Dios. El acababa de expresar: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (v. 19). Sin duda, ésta era la esencia de los saludos que enviaba a los santos. El apóstol Pablo deseaba que todos ellos fuesen saludados en Cristo Jesús, de esta manera.
En el versículo 21 Pablo agrega: “Los hermanos que están conmigo os saludan”. Seguramente, los hermanos que estaban con Pablo saludaban a los santos de la misma manera que él lo hacía, es decir, que no les enviaban un saludo común, sino que les aseguraban que Dios los recompensaría y les manifestaría Su gloria.
Podríamos incluso afirmar que Pablo y los que estaban con él saludaban a los filipenses en Cristo Jesús con todo el contenido de la epístola de Filipenses. Esto significa que Pablo y los otros santos los saludaban con todas y cada una de las palabras de esta epístola. El hecho de que Pablo simplemente saludaba a todos los santos en Cristo, sin especificar de qué manera lo hacía, implica que su saludo incluía todos los asuntos mencionados en esta epístola. Es como si en el versículo 21 Pablo quisiera decir: “Saludad a todos los santos en Cristo Jesús, conforme a las cosas que he escrito en esta epístola”. Si alguien no recibía estas cosas no podía participar de sus saludos. Por tanto, todo aquel que quisiera participar de sus saludos, primero tenía que recibir todos y cada uno de los asuntos abarcados en esta epístola. Dichos asuntos representaban los mejores saludos que el apóstol podía enviar. Sus mejores deseos eran que los santos vivieran a Cristo, lo magnificaran, lo tomaran como su modelo y lo enarbolaran; que ellos estimaran todo como pérdida para ganar a Cristo a fin de ser hallados en El, y finalmente, que siguieran en pos de Cristo, se asieran de El y lo hicieran todo en El. Conforme al contexto de esta epístola, Pablo saludaba a los santos con todos los aspectos profundos de la experiencia que los creyentes tienen de Cristo.
En el versículo 21, Pablo usa la expresión “en Cristo Jesús”, lo cual confirma nuevamente el pensamiento del apóstol en el momento de enviar sus saludos a los santos. Esta expresión implica todo el contenido de la epístola, pues como hemos dicho en repetidas ocasiones, Filipenses recalca la experiencia que tenemos de Cristo y en Cristo. Por lo tanto, Pablo deseaba saludar a los santos en el Cristo que vivimos, magnificamos, tomamos como modelo, enarbolamos como palabra de vida y seguimos. Al leer el versículo 21, no debemos prestar atención únicamente a las palabras “todos los santos” sino a la expresión completa “todos los santos en Cristo Jesús”. Pablo y los que estaban con él saludaban a los santos en Cristo Jesús, transmitiéndoles todo el contenido de la epístola de Filipenses.
En el versículo 22, Pablo añade: “Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César”. La casa de César incluía a todos los que tenían algo que ver con el palacio de Nerón. Algunos de ellos se habían convertido al tener contacto con Pablo, llegando a ser creyentes de Cristo en Roma.
La expresión “los de la casa de César” despierta curiosidad y a la vez nos infunde ánimo. Despierta curiosidad porque no sabemos exactamente a quiénes se refiere, y nos infunde ánimo porque muestra el progreso del evangelio. El evangelio había penetrado hasta la casa de César Nerón. El mover de Dios en Su economía había ganado incluso a algunos de esta casa. Muchos expositores de la Biblia no se atreven a afirmar que algunos parientes de Nerón fueron salvos. En lugar de esto, prefieren decir que “la casa de César” se refiere a la guardia real de Nerón, porque según la costumbre de aquella época, la guardia real era considerada como parte integral de la casa de César. Pero debemos tener presente que esto es solamente una interpretación. En el versículo 22, Pablo no dice “los de la guardia real”, sino “los de la casa de César”. Así que, nos apoyamos en el hecho de que él usa la palabra “casa” para afirmar que algunos miembros de la familia de Nerón fueron salvos. ¡Qué victoria más grande! Esto muestra la importancia de tener comunión en el progreso del evangelio, esto es, en la propagación del mover de Dios en la tierra con miras a Su economía.
Es muy significativo que cuando Pablo escribió a los filipenses se refirió a “los de la casa de César”. Creo que él tenía comunión con los de la casa de César, y que tal vez les comentó que estaba escribiendo una carta para los creyentes de Filipos. Y posiblemente ellos le pidieron a Pablo que les enviara saludos a los filipenses. Es por eso que Pablo pudo decir: “Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César”.
En su palabra de bendición, Pablo declara: “La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”. La gracia es Dios en Cristo como nuestra provisión y disfrute, trasmitido y hecho real a nosotros mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (1:19). Para experimentar a Cristo como lo hacía Pablo, requerimos de esta gracia.
A través de los años hemos dado muchas definiciones de la gracia. Ahora vemos que, en breve, la gracia es Dios mismo en Cristo como nuestra provisión de vida y nuestro disfrute. Esta provisión y este disfrute son transmitidos a nosotros mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, y es mediante este Espíritu que llegan a ser reales a nosotros. Cuando Pablo declara: “La gracia del Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu”, lo que quiere decir es que la provisión y el disfrute del Dios Triuno mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo estén con nosotros. Cuando tenemos tal suministro, disfrutamos y experimentamos al Dios Triuno continuamente.
Conforme al versículo 23, la gracia del Señor Jesucristo está con nuestro espíritu, a saber, con nuestro espíritu regenerado, en el cual mora el Espíritu de Cristo. Es en nuestro espíritu donde disfrutamos y experimentamos a Cristo como lo hacía Pablo.
Hoy en día muchos cristianos pasan por alto el espíritu regenerado. A pesar de que hablan mucho del Espíritu Santo, no dicen nada acerca del espíritu humano. Debido a que descuidan el espíritu humano regenerado, su experiencia de Cristo y su disfrute de la rica gracia es muy limitado.
En 2 Corintios 13:14 Pablo declara: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. El amor es la fuente, la gracia es el caudal y la comunión es el fluir. Aquí tenemos a Cristo el Hijo, a Dios el Padre y al Espíritu; por ende, tenemos el disfrute del Dios Triuno. Además, en este versículo tenemos la impartición del Dios Triuno en nosotros como amor, gracia y comunión. De hecho, estos tres elementos forman una sola entidad, pues están relacionados con el disfrute del Dios Triuno. El Dios Triuno se imparte a nosotros y llega a ser nuestro deleite, por medio del amor como la fuente, de la gracia como el caudal y de la comunión como el fluir. Esta es la gracia que se encuentra en nuestro espíritu. ¡Cuán maravilloso es que el Dios Triuno como Espíritu todo-inclusivo more ahora en nuestro espíritu! Este disfrute admirable está con nuestro espíritu.
Si hemos de disfrutar de la gracia que está con nuestro espíritu, debemos ejercitar nuestro espíritu, y la manera de ejercitarlo es orar, orar-leer la Palabra e invocar el nombre del Señor Jesús. Cada vez que invocamos Su nombre, o que oramos a Dios el Padre, espontáneamente ejercitamos nuestro espíritu. Esto no tiene nada que ver con las oraciones religiosas o formales, ya que éstas no requieren del ejercicio del espíritu, sino solamente del ejercicio de la mente. Pero cuando invocamos al Señor, oramos de una manera adecuada, y oramos-leemos la Palabra, verdaderamente ejercitamos nuestro espíritu. El secreto para disfrutar la gracia que está con nuestro espíritu, es ejercitar nuestro espíritu. He leído y estudiado la Biblia por más de cincuenta años, y puedo testificar que nada me ayuda tanto a disfrutar al Dios Triuno como orar-leer la Palabra. ¡Oh, todos necesitamos ejercitar más nuestro espíritu para disfrutar al Señor!
Como ya sabemos, el hombre consta de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El ejercicio corporal es necesario y provechoso. Cuando hago un poco de ejercicio, puedo dormir mejor por la noche. No creo que sea necesario hablar del ejercicio del alma, especialmente el de la mente, ya que en las escuelas le dan mucho énfasis a esto. Pero sí considero indispensable hacer hincapié en la necesidad de ejercitar nuestro espíritu.
La iglesia es un gimnasio espiritual donde podemos ejercitar el espíritu. Cuanto más ejercitemos nuestro espíritu, más saludables y fuertes seremos en todas las partes de nuestro ser. Tendremos un cuerpo sano, una mente sobria y activa, y un espíritu lleno de energía. Puedo testificar que todos los días hago ejercicio físico, psicológico y espiritual. Digo una vez más que ejercitar el espíritu es el secreto, la única manera, de participar de la gracia, la cual es el Dios Triuno como Espíritu todo-inclusivo. Al disfrutar de El llegamos a ser sanos y fuertes en nuestro espíritu y en todo nuestro ser.
Lamento decir que en la actualidad muchos cristianos son demasiado orgullosos como para disfrutar al Señor invocando Su nombre u orando-leyendo la Palabra. Damos gracias al Señor que en Su misericordia ha conducido a muchos de nosotros al disfrute del Dios Triuno, llevándonos a ejercitar el espíritu mediante la oración, el orar-leer e invocar el querido y excelente nombre del Señor Jesús. De esta manera, podemos tener una vida de iglesia llena de regocijo y disfrute del Dios Triuno.