Mensaje 37
Lectura bíblica: Col. 3:16-17; Ef. 5:18-20; 1 Ts. 5:17-19; Fil. 1:19-21a
Existe una gran diferencia entre la economía de Dios y el concepto natural humano. Nuestra tendencia natural consiste en que una vez que somos salvos tratamos de mejorar nuestro comportamiento. Es probable que todo cristiano sincero haya tomado esta decisión alguna vez. Conforme a nuestra tendencia natural, pensamos que debemos enmendarnos. Tan pronto como nos damos cuenta de nuestras debilidades, le rogamos a Dios que nos ayude; sin embargo, El no contesta a esta clase de oraciones. Cuanto más le pidamos que nos ayude a mejorarnos, menos lo hará. Al contrario, es posible que nuestro comportamiento empeore, debido a que nuestro concepto de recibir ayuda de Dios para mejorar nuestro comportamiento va en contra de Su economía. La economía de Dios consiste en que El mismo se imparte y se forja en nosotros para que lo tomemos como nuestra vida y provisión de vida, y así lo vivamos a El. Esto no significa mejorar nuestro carácter humano, sino vivir a Dios mismo. Conforme a Su economía, la intención de Dios es impartir Su elemento, Su sustancia y los ingredientes de Su naturaleza en nuestro ser, a fin de que lo vivamos a El.
Los cristianos han caído en la trampa de esforzarse por mejorar su carácter. Le damos gracias al Señor porque en Su recobro, estamos siendo rescatados de esta trampa. Hace muchos años, yo mismo solía pedirle al Señor que me ayudara a mejorar mi comportamiento. Quería convertirme en un ser humano muy refinado. En particular, anhelaba amar más a mi esposa. Cuando me di cuenta de mi ineptitud, le pedí ayuda al Señor. Ahora, en lugar de orar de esta manera, disfruto la economía de Dios. Puedo ver que Su intención es impartirse a Sí mismo en mi ser para que yo lo viva a El.
Podríamos usar otras palabras para describir el deseo que Dios tiene de impartirse en nosotros. Dios quiere regarnos, nutrirnos, refrescarnos y alimentarnos, lo cual muestra que El quiere ser nuestra vida, nuestro suministro de vida, nuestro alimento, nuestra bebida y nuestro aire. El es la comida que nos nutre, la bebida que calma nuestra sed, el aire que nos refresca y el suministro de vida que nos enriquece. Como persona divina, El infunde en nosotros Sus elementos y nos hace semejantes a El en vida y naturaleza.
En Su economía, Dios no busca mejorarnos externamente. En lugar de esto, nos transmite todo lo que El es. La diferencia entre la corrección externa y la transfusión interna, es la misma que se observa entre una persona que se maquilla para tener una apariencia saludable y otra que lo es porque sigue una buena dieta. El método humano es el del maquillaje, pero la manera de Dios consiste en transformarnos metabólicamente, nutriéndonos, refrescándonos, regándonos, enriqueciéndonos y fortaleciéndonos. En esto consiste la economía de Dios. Dios nos nutre, riega, alimenta, refresca e ilumina ricamente. ¡Oh, Su resplandor trae consigo Sus riquezas! El aire, el agua y los alimentos nos suministran también Sus riquezas. En la Biblia, Dios se compara a Sí mismo con el alimento, el agua, el aire y el sol. Salmos 84:11 dice que el Señor es nuestro sol. Dios no sólo nos enseña, sino que además nos nutre, nos riega e infunde Sus riquezas en nuestro ser. Esta es la manera en que Dios obra.
Dios nos transmite Sus riquezas a fin de que lo vivamos a El. Los nutriólogos afirman que nosotros somos lo que comemos. Si acostumbramos a comer mucho cierto alimento, éste llegará a ser el principal elemento de nuestra constitución. Cuando era joven, noté que todos los que vivían en casa de mis abuelos olían a pescado. Mi madre me dijo que la gente de esa región tenía por costumbre comer pescado tres veces al día. Así que, por comer tanto pescado, llegaron a ser una constitución de lo que comían. Esto comprueba el hecho de que somos lo que comemos. Si comemos a Cristo, estaremos constituidos de El.
La economía de Dios consiste en comer a Cristo y en que El sea el principal elemento constitutivo de nuestro ser. En Juan 6, el Señor Jesús declara que El es el pan de vida que descendió del cielo, y que todo aquel que le coma vivirá por causa El (vs. 35, 41, 57). Luego, en Juan 7, El hace el siguiente llamado: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (v. 37). El Señor Jesús dijo esto acerca del Espíritu. Más adelante, en Apocalipsis 22:17, El repite el mismo llamado a venir y beber. El Señor nos llama a beber del Espíritu, esto es, del Dios Triuno procesado. El Dios Triuno ha pasado por las etapas de un proceso divino. Por esta razón, El es ahora una bebida universal, preparada y disponible.
Todas las reuniones de la iglesia deberían ser una fiesta. El Señor nos llama a tomarlo como nuestro alimento y nuestra bebida. Podemos afirmar que una reunión está llena del Señor cuando encontramos en ella una “mesa para cenar”. Si usted visita una catedral católica, encontrará superstición en lugar de fiesta. Sin embargo, las reuniones de la iglesia son una verdadera fiesta. En cada reunión hay una mesa preparada para nosotros, donde tenemos la oportunidad de comer y beber al Dios Triuno.
Espero que nos haya quedado claro que no necesitamos enmendarnos ni corregirnos. Nuestra principal necesidad es recibir al Dios Triuno, comiéndole y bebiéndole. Dios dispuso que participáramos de El, comiéndole y bebiéndole.
Ahora trataremos un asunto crucial: ¿En dónde podemos encontrar al Dios Triuno procesado como la bebida todo-inclusiva? Es correcto afirmar que El está en los cielos, y también es verdad que El mora en nosotros como el Espíritu que lo incluye todo. Sin embargo, es posible que no more abundantemente en nuestro ser. En Colosenses 3:16, Pablo declara: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. ¿Qué significa que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros? Hace muchos años, yo pensaba que esto tenía que ver con memorizar versículos y ser capaz de recitarlos. En aquel tiempo, pensaba que debía memorizar muchos versículos para que la palabra de Cristo morase ricamente en mí. Pero esto no fue lo que quiso decir Pablo en Colosenses 3:16.
La declaración “la palabra de Cristo more ricamente en vosotros” significa que la Palabra mora en nosotros y nos ocupa de una manera rica. Un ejemplo de esto es la comida. Después de comer, los alimentos moran ricamente en nosotros. Puesto que los alimentos contienen muchos elementos ricos y nutritivos, después de que los comemos y los asimilamos, éstos moran ricamente en nosotros. De igual manera, la frase “que la palabra de Cristo more ricamente en vosotros” significa que la Palabra nos nutre y nos imparte sus riquezas. Esto no tiene que ver con memorizar versículos; antes bien, implica que la Palabra, la cual contiene las inescrutables riquezas de Cristo, debe morar en nosotros de una manera que nos nutra y enriquezca.
He conocido personas que se han memorizado todo el libro de Efesios, e incluso conocí a alguien que se había memorizado todo el evangelio de Mateo. Sin embargo, el hecho de memorizar libros enteros del Nuevo Testamento no significa que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros. Por ejemplo, es posible que ciertos alimentos que comemos no los digiera nuestro estómago apropiadamente. La indigestión indica que lo que comemos no ha sido asimilado de una manera rica. Por muy nutritivo que sea un alimento, su asimilación metabólica no es rica si sufrimos de indigestión después de comerlo. En dado caso, nuestro organismo no es capaz de absorber las riquezas de los alimentos. Sin embargo, si tenemos un metabolismo sano y digerimos bien los alimentos que comemos, los elementos de la comida entrarán ricamente en nuestro cuerpo. Es así como necesitamos que la palabra de Cristo more en nosotros.
Los mismos versículos de la Biblia pueden entrar en nosotros ricamente o de una manera deficiente. Puede ser que en un momento dado, usted no pueda digerir ni asimilar un versículo, y que en otra ocasión, la Palabra entre y more ricamente en usted. Debemos permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros.
A estas alturas, sería importante hablar acerca de cómo la palabra de Cristo puede morar ricamente en nosotros. En Colosenses 3:16 Pablo nos revela la manera: “En toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. Aquí Pablo indica que debemos enseñar y exhortar, no de una manera común, sino con salmos, himnos y cánticos espirituales. Los salmos son largos, los cánticos espirituales tienden a ser cortos, y los himnos, por lo general, están en un término medio. Mientras nos exhortamos unos a otros con salmos, himnos y cánticos espirituales, debemos cantar con gracia en nuestros corazones a Dios. Debemos ejercitar nuestro espíritu mientras cantamos. Cuanto más cantemos así, más seremos inspirados y avivados. De esta manera, la palabra de Cristo morará ricamente en nosotros.
Por ejemplo, si en una reunión cantamos un himno basado en Efesios 3:16-21, y si lo hacemos ejercitando nuestro espíritu, dicha porción de la Palabra morará ricamente en nosotros y así seremos nutridos. La suministración vendrá primeramente a nuestro espíritu, no a nuestra mente. Cuando cantamos con nuestro espíritu, permitimos que la palabra de Cristo more en nosotros con todas sus riquezas y nos alimente.
En Colosenses 3:17 Pablo continúa diciendo: “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de El”. ¿Qué significa hacerlo todo en el nombre del Señor? Actuar en nombre de una persona significa hacerse uno con ella e incluso ser ella. Si yo no me identifico plenamente con esa persona, ¿cómo podría hacer algo en su nombre? Por esa razón, si queremos hacerlo todo en el nombre del Señor, debemos ser uno con El y aún llegar a ser El. Hacer esto equivale a vivir a Cristo.
Cuanto más tomemos la Palabra al leerla, al orar-leerla, y especialmente al leer-cantarla, más seremos llenos de las riquezas del Señor y más seremos uno con El. Entonces, todo lo que hagamos no será en nuestro nombre, sino en el nombre del Señor Jesús.
La manera de vivir a Cristo es tomar la Palabra ejercitando nuestro espíritu. Necesitamos algo más que simplemente leer la Palabra con nuestra mente; debemos además ejercitar nuestro espíritu orando la Palabra y cantándola. Espero que en las reuniones de la iglesia dediquemos más tiempo a cantar la Palabra de Dios. Primero, leamos la Palabra, y enseguida, leámosla con oración. Después de esto, cantemos basándonos en ella. De este modo, las riquezas de la Palabra nos saturarán plenamente.
La Palabra es la corporificación de las riquezas de Cristo. Por esta razón, ser saturados de la Palabra equivale a ser llenos de los elementos de Cristo. Tal infusión nos permite ser uno con Cristo y hacerlo todo en Su nombre. Así, seremos uno con El en las palabras y en los hechos. A medida que somos llenos de la Palabra enriquecedora, llegamos a ser uno con el Señor Jesús y a hacerlo todo en Su nombre. Esta es la manera de vivir a Cristo.
La intención de Dios consiste en tener un pueblo que sea uno con El en Su vida y naturaleza, mas no en Su Deidad. Sólo aquellos que son uno con Dios en Su vida y naturaleza divina, son capaces de expresarlo. Dios busca hoy un grupo de personas que vivan a Cristo como resultado de haber absorbido las riquezas de la Palabra.
Cuando las riquezas de la Palabra nos saturan, dicha Palabra llega a ser en nosotros el Espíritu abundante. Esto sucede cuando oramos sin cesar. Tal vez usted se pregunte qué tiene que ver esta clase de oración con el hecho de cantar. Cantar constituye una excelente manera de orar. Cuando cantamos ejercitando nuestro espíritu, estamos orando. A menudo podemos ofrecerle a Dios nuestra mejor oración cantándole. Por ejemplo, si usted canta: “¡Oh, qué vivir! ¡Oh, qué solaz! Pues Cristo vive hoy en mí”, esta es una oración excelente.
Oramos también cuando le damos gracias a Dios. Cuando hacemos algo en el nombre del Señor Jesús, debemos también dar gracias a Dios el Padre por medio de El.
Cuando oramos, cantamos, y damos gracias, Cristo se infunde en nuestro ser, nos satura y se mezcla con nosotros. Muchos podemos testificar que mientras disfrutamos cierto pasaje de la Palabra, brota desde nuestro interior una melodía. Luego, podemos cantarle esa Palabra al Señor usando esta melodía. Mientras cantamos, la Palabra nos satura y nos nutre con sus riquezas, lo cual nos hace sentir llenos de agradecimiento hacia Dios. En ese momento, somos verdaderamente uno con Cristo, y todo lo que hacemos de palabra o de hecho, lo hacemos en el nombre del Señor Jesús. Repito que esto es vivir a Cristo.
Necesitamos comprender que tanto la Palabra, como la abundante suministración del Espíritu y el orar sin cesar, acompañado de cántico y acciones de gracias, son experiencias inseparables. Cuando oramos cantando y dando gracias, la rica Palabra que ha entrado en nosotros se convierte en el Espíritu abundante. Entonces, debido a que somos uno con el Espíritu, con la Palabra y con Cristo, podemos vivirle y ser verdaderamente uno con El en todo lo que decimos y hacemos.
Debemos acudir a la Palabra cada día, permitiendo que ella more ricamente en nosotros. Pero a fin de lograr esto, necesitamos algo más que simplemente leer la Palabra; necesitamos orar, cantar, dar gracias y alabar. Cuando recibimos la Palabra de esta manera, ésta se convierte en el Espíritu que nos imparte la abundante suministración. Entonces somos impregnados del Señor, y nos mezclamos con El, llegando a ser en la práctica uno con El en vida y en naturaleza. Gradualmente, el elemento aniquilador de la Palabra eliminará todas las cosas negativas que haya en nosotros: la carne, el yo y la vida natural. Al mismo tiempo, esta Palabra nos nutrirá, fortalecerá y enriquecerá, y nos proveerá todos los elementos necesarios para nuestro crecimiento espiritual. Por un lado, la Palabra y el Espíritu nos saturan; por otro, hacen disminuir gradualmente las cosas negativas. Esto nos permitirá vivir a Cristo y crecer en El.
Una vez más, quisiera animarles a combinar la rica Palabra, el Espíritu abundante y el orar sin cesar. Tomemos la Palabra de Dios no sólo leyéndola, sino también practicando el orar-leer y el cantar-leer. Además, alabemos al Señor y démosle gracias. Combinemos la rica Palabra y la abundante suministración del Espíritu con la práctica de orar sin cesar. De esta manera, disfrutaremos del Señor, participaremos de El, seremos uno con El, creceremos en El y lo magnificaremos. Esto es lo que Dios desea hoy.
Espero que todos sintamos la necesidad de practicar lo que hemos presentado en este mensaje. No oren conforme al concepto natural y humano. Más bien, ejerciten su espíritu al orar la Palabra, al cantarla, al dar gracias a Dios y al alabarlo. De esta manera, permitirán que la Palabra penetre en su ser y los nutra de todas sus riquezas. Así, dichas riquezas, mediante la práctica de orar sin cesar, se convertirán en la abundante suministración del Espíritu. Finalmente, esto nos llevará a disfrutar del Señor, a ser uno con El y a vivirlo a El.