Mensaje 43
Lectura bíblica: Fil. 2:5-16
En Filipenses 2:5-16 se menciona a Cristo, la salvación, Dios y la palabra de vida. Estos cuatro elementos componen la estructura de estos versículos. En el versículo 5 Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo, al decir: “Haya, pues, en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús”. Luego, al describirlo dice que El fue obediente hasta la muerte. Más adelante, en el versículo 12, el apóstol nos exhorta a llevar a cabo nuestra propia salvación, y en el versículo 13, declara que Dios opera en nosotros. En resumen, tenemos que Cristo es el modelo de nuestra salvación y que nosotros debemos llevar a cabo nuestra salvación conforme a la operación interior de Dios. Luego, la operación que Dios realiza en nosotros nos lleva a enarbolar la palabra de vida (v. 16). Por lo tanto, los cuatro elementos que vemos en 2:5-16 son: Cristo, la salvación, Dios y la palabra de vida. En este mensaje veremos cómo estos elementos se relacionan entre sí.
La epístola de Filipenses nos enseña la manera en que podemos experimentar a Cristo, y en 2:5-11 Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo. Si hemos de experimentar a Cristo y vivirle, primero debemos conocerlo como nuestro modelo. Espero que este modelo produzca una profunda impresión en nosotros y que incluso se infunda en nuestro ser.
Cristo es maravilloso; verdaderamente El lo es todo. Cuando estudiamos la epístola de Colosenses vimos que El es tan vasto como el universo. Tal Cristo no es nada menos que Dios mismo. Sin embargo, vemos que El, siendo igual a Dios, “se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo, haciéndose semejante a los hombres” (v. 7). El no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo, poniendo a un lado Su condición de igualdad con Dios. No obstante, esto no significa que Cristo dejara de ser Dios, sino que simplemente puso a un lado Su porte exterior como Dios. En otras palabras, aunque existía en forma de Dios, El tomó la forma de un esclavo y se hizo semejante a los hombres, siendo hallado en Su porte exterior como hombre. Como resultado, El llegó a tener la apariencia de un hombre, no la expresión de Dios. Por un lado, aunque Cristo tenía la forma de Dios, se despojó a Sí mismo; por otro, después de ser hallado en Su porte exterior como hombre, El se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Cristo, nuestro Salvador, posee tanto divinidad como humanidad. El se despojó y se humilló a Sí mismo. Así, basándonos en los versículos 6-8, podemos hablar del Cristo que se despoja y se humilla.
Filipenses 2:9 dice: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”. Este versículo declara que Dios exaltó a Cristo. La exaltación de Cristo no sólo alude a Su ascenso al tercer cielo después de haber estado en las partes más bajas de la tierra, sino a la manera gloriosa en la que, con Su naturaleza humana, volvió a tomar la forma de Dios. Antes de encarnarse, Cristo no poseía la naturaleza humana; ésta la adquirió en la encarnación. Luego, El llevó dicha naturaleza a la cruz, cuando derramó Su sangre por nuestra redención. Posteriormente, después de resucitar, El ascendió a los cielos en gloria con Su naturaleza humana, y volvió a tomar la forma de Dios. Como tal, El es ahora nuestro modelo. El modelo de la vida cristiana no es otro que el Dios-hombre Salvador, quien se despojó y se humilló a Sí mismo, y quien también fue exaltado y glorificado por Dios.
El modelo revelado en Filipenses 2:5-11 debe ahora convertirse en nuestra salvación. A esto se refiere la expresión “por tanto” que aparece al principio del versículo 12. Primero, Pablo nos provee una visión clara de Cristo como nuestro maravilloso modelo, y luego, declara: “Por tanto, amados míos ... llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”.
Cristo, nuestro modelo, es a la vez inclusivo y exclusivo; es exclusivo porque excluye todo lo mundano, carnal y pecaminoso. Dichos elementos de ninguna manera tienen cabida en El, ni acceso a El. No obstante, por el lado positivo, El es inclusivo, es decir, lo incluye todo, ya que es nuestro Salvador Dios-hombre, quien se despojó y se humilló a Sí mismo, y quien también fue exaltado y glorificado por Dios. Ahora que tenemos disponible tal modelo, debemos llevar a cabo nuestra salvación.
Llevar a cabo nuestra salvación consiste en aplicar a nosotros este modelo y en llegar a ser una reproducción de él en nuestra experiencia. Podemos comparar a Cristo como nuestro modelo, con la placa original que se usa en la impresión de un libro, y podríamos describir nuestra experiencia subjetiva de este modelo, con la acción de imprimir, la cual reproduce el original. Cuando se imprime un libro, se sacan muchas copias de cada página. De la misma manera, en nuestra experiencia, el Salvador Dios-hombre debe ser impreso y reproducido, para llegar a ser nuestra salvación subjetiva. La salvación que debemos llevar a cabo es Cristo mismo como nuestro modelo.
La salvación que se menciona en Filipenses 2:12 no se refiere a ser librados de la condenación y del infierno, sino a la salvación que experimentamos en nuestra vida diaria. Dicha salvación nos libra particularmente de las murmuraciones y los argumentos. El versículo 14 dice: “Haced todo sin murmuraciones y argumentos”. Por lo tanto, requerimos de una salvación práctica que pueda librarnos de nuestras murmuraciones y argumentos.
Anteriormente dijimos que las murmuraciones provienen principalmente de las hermanas, y los argumentos, de los hermanos. Por lo general, las esposas tienden a murmurar, y los maridos a argumentar. Estos dos problemas afectan a todos; es por eso que necesitamos una salvación que nos rescate, no sólo de la condenación de Dios y del lago de fuego, sino también de las murmuraciones y los argumentos. En otras palabras, necesitamos de una salvación subjetiva y continua.
Hemos visto que Cristo, nuestro modelo, se despojó y se humilló a Sí mismo, y que fue exaltado y glorificado por Dios. Hermanas, ¿creen que Dios las exaltará mientras ustedes murmuran? Hermanos, ¿piensan que Dios los glorificará mientras estén argumentando? ¡Por supuesto que no! Dios no nos exaltará ni nos glorificará en tanto que estemos murmurando y argumentando. ¡Oh, cuánto necesitamos ser salvos de las murmuraciones y los argumentos!
Tanto las murmuraciones como los argumentos son señal de rebeldía y desobediencia. En el versículo 12, Pablo declara que los Filipenses siempre habían obedecido. De igual manera, nosotros debemos obedecer a Cristo, nuestro modelo. El Señor Jesús nunca murmuró ni argumentó, sino que se despojó y se humilló a Sí mismo. Ya que El hizo esto, nos corresponde a nosotros seguir tal modelo en obediencia. Así, cada vez que los hermanos estén a punto de argumentar, deben recordar al Cristo que se despoja y se humilla, y seguir fielmente este modelo sin discutir. Obedecer es la manera de llevar a cabo nuestra salvación. Cada vez que obedecemos a Cristo, quien es nuestro modelo, llevamos a cabo nuestra salvación y somos librados de las murmuraciones y los argumentos.
Los cristianos suelen preguntarle a la gente si es salva. Cuando era joven, recuerdo que cada vez que me hacían esta pregunta, yo respondía firmemente que sí; pero ahora, si me hicieran la misma pregunta, yo diría: “¿A qué se refiere cuando me pregunta si ya soy salvo? Si se refiere a ser salvo del juicio de Dios y del lago de fuego, le respondería con toda certeza que sí; pero si se refiere a ser salvo de los argumentos, tendría que reconocer que sólo he sido salvo en parte”.
En el pasado me preguntaba a menudo por qué Pablo incluyó el versículo 14 en este capítulo. Me parecía que Pablo había escrito sobre asuntos muy elevados, y que este versículo no era necesario. El había declarado que Cristo fue exaltado y que le fue dado un nombre que es sobre todo nombre, para que toda lengua confiese que Cristo es el Señor, y luego añadió que debíamos llevar a cabo nuestra propia salvación conforme a la operación de Dios en nosotros. Pero luego, repentinamente, pasó a decir que debíamos hacer todo sin murmuraciones ni argumentos. En mi concepto, las murmuraciones y los argumentos eran cosas demasiado insignificantes como para que Pablo las mencionara aquí. No obstante, he aprendido por experiencia que ciertamente necesitamos ser salvos de las murmuraciones y de los argumentos de forma práctica.
En la vida de iglesia y en la vida matrimonial abundan las murmuraciones y los argumentos. Las hermanas pueden comportarse apropiadamente, y a la vez estar murmurando contra los hermanos en su interior. ¿Qué hermana puede afirmar que nunca ha murmurado en la vida de iglesia? Tal vez no se quejen abiertamente, pero sí murmuran interiormente. Además, es posible que los hermanos respondan con argumentos a las murmuraciones de las hermanas. Es por eso que necesitamos la salvación práctica que se revela en Filipenses 2. Dicha salvación no se refiere a nuestra salvación eterna, sino a la salvación que debemos llevar a cabo cada día, a fin de ser salvos de nuestras debilidades. Ya mencionamos que esta salvación es Cristo mismo como nuestro modelo. Por consiguiente, el modelo y la salvación son una misma cosa. El modelo es la salvación, y la salvación es el modelo, aplicado a nosotros.
Leamos Filipenses 2:13: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito”. La palabra “porque” al principio del versículo 13, establece una conexión con el versículo 12 e indica que podemos llevar a cabo nuestra propia salvación gracias al Dios que opera en nosotros. La salvación es nuestro modelo, y Dios es el que opera en nosotros a fin de forjar dicho modelo en nuestro ser. Por tanto, podemos afirmar que la salvación es el propio Dios que opera en nosotros. La salvación, el modelo y Dios, no son tres cosas distintas, sino una sola. El modelo es la salvación, y la salvación es Dios; son tres aspectos de una misma cosa. El modelo es Cristo, el Dios-hombre quien se despojó y se humilló a Sí mismo, y quien también fue exaltado y glorificado por Dios. No obstante, El es también el Dios que llega a ser la salvación diaria que nosotros debemos llevar a cabo. Dicho de otro modo, esta salvación es en realidad el Dios que opera en nosotros.
Hemos visto que Dios opera en nuestro interior con el fin de salvarnos, pero esto no debe ser una simple doctrina, sino una experiencia diaria. A menudo, cuando una hermana se queja o murmura, sentirá algo en su interior que la constriñe y la hace detenerse. Dicho sentir proviene de Dios, quien está operando en ella; y si por la misericordia de Dios ella obedece dicho sentir, ciertamente experimentará salvación y rebozará de gozo.
Podemos decir que exterior y objetivamente, Cristo es el modelo; no obstante, cuando este modelo opera en nuestro interior, viene a ser el Dios que opera en nosotros. Cristo no sólo murió en la cruz como nuestro Salvador, sino que también vive en nosotros como el Dios que opera interiormente. Como hombre, Cristo no podía vivir en nosotros, pero como Dios sí puede hacerlo. Objetivamente, Cristo es el modelo, y subjetivamente, El es el Dios que opera en nosotros. Una vez más, vemos que el modelo, Cristo y Dios, son uno.
En Filipenses 2:13 Pablo muestra claramente que Dios está operando en nosotros, pero en otros pasajes él declara que quien actúa en nosotros es Cristo o el Espíritu. Por años no lograba entender por qué Pablo, en Filipenses 2:13, habló de Dios y no del Espíritu. Ahora entiendo que su intención era mostrarnos que Cristo, quien es el modelo de nuestra salvación, es el mismo Dios que opera en nosotros. El contexto de este versículo confirma este hecho. Objetivamente, El es el modelo, pero subjetivamente, cuando El entra en nosotros y opera en nuestro ser, es el Dios que opera interiormente. En la cruz, El era Cristo, pero en nosotros, El es el Dios que opera. En la cruz, El, como Cristo, estableció un modelo para nosotros, pero al entrar en nosotros, El, como Dios, opera interiormente para aplicarnos este modelo. Por consiguiente, concluimos que el modelo es la salvación y que la salvación es el Dios que opera en nosotros.
Podemos experimentar diariamente al Dios que opera en nosotros, como nuestra salvación práctica. Cada vez que cooperamos con El, disfrutamos la salvación. En otras palabras, la obra que Dios realiza en nosotros llega a ser nuestra salvación. Además, esta salvación es la copia, la reproducción del modelo. Cuando el modelo se reproduce en nosotros, se convierte en nuestra salvación. Esta obra de reimpresión o reproducción es realizada por Dios, al operar en nosotros.
El versículo 16 empieza con la siguiente frase: “Enarbolando la palabra de vida”. Cuando Dios opera en nosotros, espontáneamente enarbolamos la palabra de vida. Por cierto, la palabra de vida es el propio Dios que opera en nosotros, ya que El opera por medio de Su palabra. El opera en nosotros como la palabra de vida. Ya hemos hablado suficiente del Dios que opera en nosotros. Ahora necesitamos ver que El se halla corporificado en la palabra de vida, lo que significa que la palabra de vida es la corporificación del Dios que opera en nosotros.
Necesitamos poner en práctica este entendimiento, acudiendo cada día a la palabra de vida: la Biblia. Cuando tenemos contacto con la Palabra, tenemos contacto con Dios. Por supuesto, no debemos considerar la Biblia como si fuera Dios mismo, pero tampoco debemos separar a Dios de Su Palabra, ya que El está corporificado en ella. Debido a que Dios es misterioso, resulta difícil aprehenderlo. ¡Pero cuánto le agradecemos por haberse corporificado en la Palabra, la Biblia! La Palabra es la condensación del Dios invisible y misterioso. Muchos podemos testificar por experiencia que cada vez que tocamos la Biblia con un corazón abierto, tocamos a Dios mismo y El opera en nosotros. Cada vez que tocamos la palabra de vida, experimentamos al Dios que opera y se mueve en nuestro interior con el fin de producir una copia del modelo. Esta es nuestra salvación práctica.
Ahora podemos ver que Cristo, la salvación, Dios, y la palabra de vida, son uno. Además, si queremos experimentarlos de la manera anteriormente descrita, debemos vivir a Cristo.
Pablo habla de la salvación en 1:19 y en 2:12. En 1:19 él declaró que las dificultades que afrontaba resultarían en su salvación, lo cual indica que, aun durante su encarcelamiento, Pablo disfrutaba de la salvación de Dios. Luego, en 2:12, él habla de la salvación práctica, la cual nos rescata diariamente de las murmuraciones y los argumentos. No obstante, la salvación de 1:19 y la de 2:12, son la misma en principio; es decir, ambas se refieren a una salvación práctica, diaria y continua.
En Filipenses 1:19 vemos que Pablo disfrutaba de la salvación mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Pero en el capítulo dos, aparentemente no se menciona la abundante suministración, sino la palabra de vida. No obstante, la abundante suministración del Espíritu y la palabra de vida son en realidad una misma cosa. Pablo disfrutaba de la salvación diaria por medio de la abundante suministración del Espíritu, y nosotros podemos disfrutar de esta salvación mediante la palabra de vida. Además de esto, Pablo declaró que disfrutar la salvación que proviene de la abundante suministración del Espíritu, equivale a magnificar y a vivir a Cristo. Conforme al mismo principio, cuando disfrutamos de la salvación diaria mediante el Dios que actúa por medio de la palabra de vida, también vivimos a Cristo. Por tanto, disfrutar la salvación equivale a vivir a Cristo, es decir, a enarbolar la palabra de vida. Si hemos de vivir a Cristo, primero debemos tomarlo como nuestro vivo modelo, y después, debemos obedecer al Dios que opera en nuestro interior y recibir Su palabra de vida. De este modo, viviremos a Cristo espontáneamente.
La salvación, Cristo, Dios y la palabra de vida son cuatro en uno. Finalmente, en nuestra experiencia, el modelo será la palabra de vida, y ésta a su vez, reproducirá el modelo por medio de la operación de Dios, con el fin de aplicar la salvación a nuestra vida diaria. Así, disfrutaremos a Cristo y lo viviremos.