Mensaje 46
Lectura bíblica: Fil. 2:14-16
En Filipenses 2:14-16 encontramos muchas palabras y expresiones importantes: murmuraciones, argumentos, irreprensibles y sencillos, hijos de Dios, sin mancha, generación torcida y perversa, resplandecer como luminares, y enarbolar la Palabra de vida. Debemos orar-leer estas palabras repetidas veces. Por ejemplo, si oramos-leemos las palabras “murmuraciones” y “argumentos” mencionadas en 2:14, recibiremos el aliento de Dios. Además, esto nos llevará a aborrecer nuestras murmuraciones y argumentos, y a anhelar ser librados de ello. Cuando oramos-leemos la Palabra, respondemos a ella, y como resultado, la Biblia deja de ser para nosotros un libro de letras muertas, y se convierte en el aliento mismo de Dios.
Algunas veces podemos escoger orar-leer un versículo completo de una sola vez. Sin embargo, es más provechoso orar-leer palabra por palabra o frase por frase. Así como nadie puede comerse un pollo entero de un solo bocado, sino que se lo come poco a poco, de la misma manera, nosotros debemos orar-leer la Palabra poco a poco; incluso palabra por palabra. Si oramos-leemos las palabras murmuraciones y argumentos, mencionadas en Filipenses 2:14, recibiremos una inyección divina, una vacuna celestial, la cual nos salvará de nuestras murmuraciones y argumentos.
Algunas veces contraemos ciertas infecciones u hongos en la piel. En algunos casos, el problema no se erradica limpiando o aplicando medicamentos externamente, sino únicamente tomando la medicina que el médico nos recomienda. La Biblia es una medicina divina, es el antídoto más eficaz contra todo lo negativo. La Palabra como antídoto, no se aplica simplemente al reflexionar sobre ella o al analizarla, sino al orar-leerla ejercitando nuestro espíritu.
Jeremías 15:16 dice: “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí”. Tal como el profeta Jeremías, nosotros también debemos comer la Palabra de Dios. No obstante, algunos cristianos se oponen a este concepto y alegan que la Biblia sólo se puede leer y estudiar. Sin embargo, la Biblia no sólo sirve para que la leamos y la estudiemos, sino también para que la comamos. El Señor Jesús declaró: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). Esto indica que todas las palabras de la Biblia, incluyendo palabras tales como murmuraciones y argumentos, tienen la capacidad de suministrarnos vida. Por consiguiente, podemos orar-leer un versículo como Filipenses 2:14, palabra por palabra. De este modo, viviremos de cada palabra que sale de la boca de Dios.
Tal vez no estemos conscientes de la gran influencia que ejerce el cristianismo tradicional sobre nosotros, incluso en la manera en que leemos la Biblia. Colosenses 3:16 dice: “La Palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos e himnos y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones a Dios”. Pablo no habla aquí de leer, analizar o meditar la Palabra; antes bien, él nos anima a cantar la Palabra. Debemos recibir la palabra de Cristo no solamente leyéndola, sino también cantando, salmodiando y alabando. Ya sea que cantemos armoniosamente o no, al Señor le complace oírnos cantar la Palabra. El se siente contento cuando cantamos con nuestro espíritu y con nuestro corazón. Si no recordamos la melodía con la que cantamos algún versículo, podemos componer nuestra propia melodía. Lo importante es que aprendamos a cantar la Palabra de Dios. Tal vez algún día podríamos dedicar una reunión entera para cantar una epístola como Efesios.
Ya mencionamos que el Señor Jesús dijo que el hombre no sólo viviría de pan, sino de toda palabra que saliera de la boca de Dios. No obstante, debemos ver que la Palabra no es solamente nuestro alimento y nuestro suministro de vida, sino también un antibiótico espiritual. Por lo tanto, no sólo debemos alimentarnos de ella, sino también ser vacunados contra toda clase de problemas, debilidades y “enfermedades”. Las murmuraciones y los argumentos son enfermedades espirituales contra las cuales debemos ser vacunados con la Palabra. Día tras día, debemos orar-leer la Palabra y cantarla, con el fin de recibir más vacunas. Si oramos-leemos Filipenses 2:14, ciertamente seremos vacunados contra las murmuraciones y los argumentos.
Debemos tomar la Biblia como un libro de vida. De hecho, la Biblia en su totalidad es la Palabra de vida, y como tal, es nuestro alimento. ¿No les parecería absurdo simplemente estudiar los alimentos y no comerlos? Si estudiamos o analizamos los alimentos, pero no los comemos, ciertamente moriremos. Del mismo modo, si no comemos la Palabra, moriremos espiritualmente. Es vital comer la Palabra al orar-leerla y al cantarla.
Al orar-leer Filipenses 2:14-16, no debemos hacerlo apresuradamente, sino concentrándonos en las palabras y expresiones más importantes; es decir, debemos orar-leer palabras claves, como murmuraciones, argumentos, irreprensibles, sencillos, sin mancha, hijos de Dios, torcida, perversa, generación, resplandecer, luminares, mundo, enarbolando, palabra y vida. Tal vez no sean de nuestro agrado expresiones, tales como “murmuraciones”, “argumentos” y “generación torcida y perversa”. Sin embargo, estas palabras tienen la capacidad de suministrarnos vida cuando las oramos-leemos y cuando las cantamos. Por un lado, debemos aborrecer las murmuraciones, y por otro, apreciar el orar-leer la palabra “murmuraciones”. No sólo debemos comernos estas palabras, sino también digerirlas y asimilarlas para que formen parte de nuestra constitución.
Aquellos que llevan mucho tiempo escuchando mis mensajes, a menudo se preguntan cómo puedo tener siempre algo nuevo y fresco que ministrar a los santos. La respuesta es que, cuanto más oro-leo Filipenses 2:14-16, más descubro que podría dar numerosos mensajes sobre estos versículos. Por ejemplo, podría dar un mensaje acerca de las murmuraciones, y otro sobre los argumentos. Asimismo, podría dar otros mensajes sobre el significado de ser irreprensibles y sencillos. Ser irreprensibles quiere decir no tener ninguna falta en nuestro comportamiento exterior, y ser sencillos consiste en ser puros en nuestro carácter interior. Exteriormente, no debemos tener ningún defecto en nuestro comportamiento; e interiormente, debemos ser puros en nuestro carácter. Ciertamente, podríamos dedicar mensajes enteros a temas como éstos. Sin embargo, cuando los cristianos leen estos versículos, sencillamente los pasan por alto. Quizás ni se pregunten lo que Pablo quiso decir con las palabras “irreprensibles y sencillos”.
Imaginemos cuántos mensajes se requerirían para hablar de la frase: “hijos de Dios”. Como hijos de Dios, tenemos la vida y la naturaleza divinas. Estos asuntos son muy profundos y requieren muchos mensajes para abarcarlos adecuadamente.
También podríamos dar varios mensajes sobre el significado de la expresión “sin mancha”, y en cuanto a “la generación torcida y perversa”. ¿Qué diferencia hay entre las palabras “torcida” y “perversa”? ¿Cuál es la generación a la que se refiere el versículo 15, y qué quiere decir Pablo cuando habla del mundo? Si nos hacemos este tipo de preguntas y si oramos-leemos estos versículos, nos impresionará lo inagotable que son las riquezas contenidas en la Palabra. Día tras día debemos recibir estas riquezas, orando-leyendo la Palabra y también cantándola.
Si nos llenamos de las riquezas de la Palabra viviente día tras día, espontáneamente enarbolaremos la palabra de vida. Es decir, que presentaremos y ofreceremos la palabra de vida a los demás. Esto es magnificar a Cristo y vivirlo, ya que El mismo es la Palabra viviente, la palabra de vida. Por esta razón, cuando estamos llenos de la palabra de vida, manifestamos a Cristo y lo magnificamos. Esta es la manera de vivir a Cristo.
Lo que he compartido hasta ahora es solamente la introducción de este mensaje, el cual se titula: “Hijos de Dios que resplandecen como luminares, al enarbolar la palabra de vida”. La expresión “hijos de Dios” implica tener la vida y naturaleza de Dios. Como hijos de Dios, poseemos Su vida y Su naturaleza. Un niño posee la vida y la naturaleza de su padre por haber nacido de él, no por haber sido adoptado por él. De la misma manera, nosotros tenemos la vida y la naturaleza de Dios el Padre, no por haber sido adoptados, sino por haber nacido directamente de El. ¡Alabado sea el Señor porque somos hijos del Dios Triuno y porque poseemos Su vida y Su naturaleza divinas!
¿No se sentiría usted muy orgulloso si fuera el hijo del presidente de los Estados Unidos? ¿No se sentiría privilegiado y se gloriaría de ello? Ciertamente, nosotros tenemos una filiación mucho más elevada: ¡Somos hijos de Dios y poseemos la vida y la naturaleza divinas! Anteriormente éramos pecadores, pero ahora somos hijos de Dios. ¡Qué glorioso es el hecho de ser hijos de Dios!
Puesto que poseemos la vida y la naturaleza divinas, podemos afirmar que, de hecho, somos divinos. Sin embargo, esto de ningún modo quiere decir que estemos evolucionando hacia la Deidad misma, ni que llegaremos a convertirnos en Dios, en el sentido de ser un objeto de adoración. Por otra parte, esto tampoco equivale a enseñar el panteísmo o la deificación del hombre. No obstante, debemos ser osados y declarar que como hijos de Dios que poseen la vida y la naturaleza divinas, somos divinos. ¡Aleluya, somos hijos de Dios, y tenemos la vida y la naturaleza divinas!
No sólo debemos orar-leer las palabras “hijos de Dios”, sino también cantarlas, usando una tonada familiar o incluso componiendo nuestra propia melodía. Si cantamos la Palabra de esta manera, seremos abastecidos, inspirados y fortalecidos interiormente, y además recibiremos una vacuna divina.
En Filipenses 2:15 Pablo continúa diciendo que, como hijos de Dios, resplandecemos “como luminares en el mundo”. La palabra griega traducida “luminares” se refiere a cuerpos celestes que reflejan la luz del sol. El hecho de resplandecer como luminares alude a nuestra capacidad de funcionar. ¡Alabado sea el Señor porque podemos resplandecer! No somos solamente hijos de Dios, sino también luminares que tienen la capacidad celestial de reflejar a Cristo, quien es el verdadero sol.
Todos los seres vivos poseen una función particular. Por ejemplo, la función de un manzano es producir manzanas. Asimismo, nuestra función como luminares que poseen la vida y la naturaleza divinas, consiste en resplandecer. Somos hijos de Dios que poseen la vida divina, y nuestra función es resplandecer. En nuestra vida diaria, deberíamos resplandecer, en lugar vivir regidos por ciertas normas.
Ciertamente somos luminares, pero no tenemos luz propia; simplemente reflejamos la luz que proviene de otra fuente. Cristo es esta luz, el sol verdadero, y nosotros lo reflejamos al enarbolar la palabra de vida. Por consiguiente, la luz que irradiamos es en realidad el reflejo de Cristo, quien es la verdadera fuente de nuestra luz.
Cuando enarbolamos la palabra de vida, resplandecemos. Conforme a Colosenses 3:16, debemos permitir que la Palabra de Cristo more ricamente en nosotros. Cuando esto sucede, obtenemos la Palabra de vida, la cual nos permite resplandecer. Lo primero que se requiere para enarbolar la palabra de vida, es poseer la vida divina. Puesto que esta vida nos abastece y nos infunde energía, podemos resplandecer como luminares. Cuanto más seamos nutridos con la palabra de vida, y cuanto más la digiramos y asimilemos, más se acumulará ésta en nuestro ser. Entonces resplandeceremos espontáneamente con la misma palabra de vida que hemos ingerido. Dicho resplandor será la manera misma en la que enarbolamos y presentamos la maravillosa palabra de vida a los demás. De este modo, los que tengan contacto con nosotros recibirán ayuda de nuestra parte. Si diariamente digerimos a Cristo como la palabra de vida y acumulamos las riquezas de la Palabra de una manera subjetiva y orgánica, siempre tendremos algo viviente y orgánico para compartir con los demás. Esta es la manera adecuada de predicar el evangelio y de proclamar la verdad. Asimismo, ésta es la manera de magnificar a Cristo y de vivirlo a El.
Espero que todos oremos-leamos y cantemos la Palabra ejercitando nuestro espíritu, y que seamos liberados de toda atadura, en lo que a la Palabra y al Espíritu se refiere. Si ejercitamos nuestro espíritu al orar-leer, al cantar y salmodiar Filipenses 2:14-16, alabaremos al Señor porque somos hijos de Dios y luminares que resplandecen al enarbolar la palabra de vida. Si oramos-leemos estos versículos palabra por palabra, y si nos ejercitamos al cantar la Palabra de Dios, seremos abastecidos plenamente con el rico suministro de la Palabra viva. Entonces nuestro ser será inundado de las riquezas de Cristo, y, de manera espontánea, inconsciente e involuntaria, llevaremos una vida que expresa a Cristo y enarbola la palabra de vida. Lo que el Señor necesita en Su recobro hoy no es un grupo de gente religiosa, sino un grupo de personas que vivan a Cristo y resplandezcan como luminares en el mundo, al enarbolar la palabra de vida.