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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 6

DIOS RESTAURA Y CREA ALGO MAS

(3)

EL PROPOSITO

  En este mensaje consideraremos la creación de la vida humana, la vida más elevada con la consciencia de sí más desarrollada. El último mensaje era un paréntesis, y en este mensaje continuaremos nuestro estudio con el proceso restaurador de Dios y con la creación adicional.

13) El concilio de la Deidad

  Génesis 1:26 revela que hubo un concilio celebrado por la Deidad y entre la Deidad. Decimos “entre” porque Dios es triuno. En términos humanos, podemos decir que existen tres Personas en la Deidad, un Dios de tres Personas. No puedo explicar esto. Sólo puedo decir que Dios es triuno, que tenemos un solo Dios de tres Personas. Hubo un concilio celebrado por las tres Personas de la Deidad, y se tomó una decisión. Este concilio y la decisión tomada en él inició la madurez de vida. Después de crear el ganado, las bestias y los reptiles en la primera parte del sexto día, Dios no procedió inmediatamente a crear al hombre, sino que tuvo un concilio para hablar del tema. Leamos Génesis 1:26: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre...” Si leemos este versículo detenidamente, veremos que hubo una especie de concilio. Dios dijo: “Hagamos...” Dios es uno; sin embargo, el verbo usado aquí es plural. Esto demuestra que Dios es triuno. No dice: “Voy a hacer...” La palabra “hagamos” significa tengamos comunión. Aunque usted quizá piense que deduzco demasiado, de todos modos tenemos la expresión “hagamos” en la Biblia.

  Después de crear todo lo que mencionamos anteriormente, Dios necesitaba de todos modos crear al hombre como la vida creada más elevada a fin de expresarse a Sí mismo y expresar Su imagen y semejanza. Para cumplir esta obra, necesitamos que el Dios Triuno (el Padre, el Hijo y el Espíritu) obre en el hombre. Los libros bíblicos que vienen luego lo comprueban plenamente.

  Hasta ahora hemos visto ocho puntos sobre la vida. No lo olvide. Dios creó el pasto, las hierbas y los árboles al final del tercer día, antes de las lumbreras del cuarto día. Después de éstas, creó los peces y las aves en el quinto día. En la primera parte del sexto día, Dios creó el ganado, representado por el buey, las fieras representadas por el león, y las cosas que se arrastran. Por tanto, hubo tres representantes de la vida vegetal y cinco de la vida animal. Nos podría parecer que toda la tierra estaba llena de vida. No obstante, no había una vida madura.

  La vida madura en esta tierra se encuentra en la vida humana. Aun hoy en día, después de seis mil años, ninguna vida sobre esta tierra puede superar la vida humana. No se menosprecie. Usted es muy grande, más elevado que el pasto, las hierbas y los árboles, y más desarrollado que el ganado, las bestias y los reptiles. Usted es la vida creada más elevada. Sin el hombre, no habría madurez de vida. Por consiguiente, el Dios Triuno tuvo un concilio y dio inicio a la madurez de la vida. El Dios Triuno decidió crear la vida más elevada.

14) El hombre fue generado como centro

  El hombre fue generado como centro; es una vida más avanzada y tiene una consciencia de sí más elevada. Esta es la madurez de la vida que tiene la imagen de Dios y que puede ejercer el dominio de Dios. En esta tierra el hombre es el centro. Como lo hemos hecho notar anteriormente, los cielos fueron creados por causa de la tierra, y la tierra por causa del hombre. Todo lo que está en el cielo: la luz del sol, la lluvia y el aire, es necesario para el crecimiento de la vida sobre la tierra. Sin la luz del sol, la lluvia y el aire, la vida no podría existir en la tierra. Por tanto, los cielos son necesarios para esta tierra, y la tierra, con toda clase de vida, es necesaria para el hombre. Todos sabemos que los minerales son indispensables para las plantas, las plantas para los animales, y las plantas y los animales para el hombre, y el hombre está destinado para Dios. Por tanto, el hombre es el centro.

  Los cielos fueron cimentados y la tierra fue preparada. Todo estaba listo para que el hombre llegase. ¡Alabado sea el Señor! Dios no creó al hombre para pedirle luego que esperase a que El cimentara los cielos y preparase la tierra para él. Por el contrario, después de que Dios estableció los cielos, preparó la tierra y tuvo todo listo, el hombre vino a existir. Finalmente Dios creó al hombre. El hombre vino al final pero era y sigue siendo el centro.

  Eso es idéntico a un matrimonio según la costumbre oriental. En ese matrimonio, el marido prepara todo y al final llega la novia. La novia no llega y luego espera que todo esté preparado. Después de que todo está listo, aparece la novia. Del mismo modo, la tierra entera es el lugar de la boda de Dios. Dios lo ha preparado todo para Su boda. ¿Quién es la novia? La novia es el hombre.

  El hombre es la madurez de toda vida creada. Sin el hombre, no hay madurez. Considere el pasto. Es verde y tierno, pero le hace falta la forma, la apariencia. No tiene rostro. Las hierbas, que incluyen el maíz y el trigo, son plantas más desarrolladas en su forma. Sin embargo, tampoco tienen rostro. Los árboles son más grandes, y llevan fruto y también semillas; no obstante, ninguno de ellos tiene un rostro para expresarse. Después de estos tres niveles de vida vegetal, aparecen los peces, el primer nivel de vida animal. El pez sí tiene un rostro con dos ojos, pero no se puede distinguir claramente su cabeza, pues los peces no tienen cuello. Las aves sí tienen rostro y también un cuello que se puede distinguir; poseen ojos, oídos y una especie de boca, algo más parecido al rostro humano. El ganado, los caballos y los bueyes tienen rostros más parecidos al rostro humano. Después del ganado, tenemos las bestias, y específicamente el león. El rostro de un león se asemeja bastante al rostro de un hombre. Aunque la afirmación de Darwin de que el hombre desciende del mono es una insensatez, no podemos negar que los rostros de algunos animales se parecen al rostro del hombre. No obstante, por mucho parecido que tengan los rostros de las aves, del ganado, de las bestias, de las águilas, de los bueyes y de los corderos con el rostro humano, de todos modos no son hombres. Les hace falta mucho y son inferiores. No son la madurez de la vida creada.

  Ezequiel 1:5 y 10 habla de los cuatro seres vivientes. Estos son semejantes al hombre. Cada uno tiene cuatro caras: de frente tienen rostro de hombre, en la derecha tienen cara de león, en el lado izquierdo tienen el rostro de un buey, y en la parte posterior, cara de águila. Detrás tienen el rostro de un águila porque no se parece mucho al de un hombre. Los rostros del león y del buey son más parecidos al rostro humano. No obstante, la cara humana es la expresión suprema. Por tanto, la vida humana es la madurez de toda vida creada, pues puede expresar a Dios y ejercer el dominio de Dios.

  Lo más llamativo y maravilloso de la vida humana es su consciencia de sí. Tenemos efectivamente la consciencia más elevada. La consciencia que tenemos de nosotros mismos es más desarrollada que la de los peces, las águilas, los bueyes y los leones. En cuanto a ser consciente de sí, la vida humana es la más elevada. Debemos gritar: “¡Aleluya!” En el universo y en la tierra, se generó al hombre. El hombre fue creado y posee una vida que tiene la más elevada consciencia de sí, una vida capaz de expresar a Dios y representarlo. ¡Esto es maravilloso! La creación del hombre fue tan crucial e importante que el Dios Triuno celebró un concilio antes de llevarla a cabo. El cielo había sido restaurado. Los cielos fueron establecidos para servir a la tierra. La tierra seca apareció a fin de generar la vida vegetal, la vida animal y la vida humana. Mire al cielo; tenemos el sol, la luna, las estrellas, la lluvia y el aire. Considere la tierra: vemos el pasto, las hierbas y los árboles. Tenemos las aves en los aires, los peces en el agua, y el ganado, las bestias y los reptiles sobre la tierra. Como centro de todo eso, se encuentra el hombre, el cual expresa a Dios y lo representa. Después de crear al hombre, Dios descansó. El quedó satisfecho.

b. Los puntos centrales

  Ahora llegamos a los puntos centrales de la obra restauradora de Dios y de Su creación adicional.

1) Recobrar la tierra

  Dios necesitaba recobrar la tierra para generar vida y para ejercer dominio (Gn. 1:9, 26, 28). Mientras la tierra se hallaba bajo las aguas de muerte, no quedaba ninguna posibilidad de generar vida ni de ejercer dominio. Para obtener ambas cosas necesitaba recobrar la tierra.

2) Obtener al hombre

  El segundo punto central consiste en obtener al hombre como expresión de Dios mismo y en juzgar al enemigo de Dios (Gn. 1:26-28). Más adelante profundizaremos en esto.

3) Generar vida

  El tercer punto central consistía en generar vida. Esto era necesario para que Dios pudiera expresarse y ejercer Su dominio. Recuerde estos tres puntos centrales: recobrar la tierra, obtener al hombre y generar vida. Aunque las cosas creadas por Dios son numerosas, en Génesis 1 y 2 Dios sólo menciona la vida y lo relacionado con ella, porque la restauración y creación adicional se centraban en la vida. Toda la creación estaba centrada en la vida. Dios recobró la tierra, creó al hombre y produjo toda clase de vida con el propósito de expresarse a Sí mismo y vencer a Su enemigo.

c. El propósito

  Ahora llegamos al propósito de la obra restauradora de Dios y de Su creación adicional. Es sumamente importante.

1) Obtener al hombre para que exprese a Dios

  El propósito principal de la obra restauradora de Dios y Su creación adicional fue obtener al hombre, un hombre corporativo, que lo expresara a El (Gn. 1:26, 27). El hombre que Dios creó era un hombre corporativo. Dios no creó muchos hombres. El creó a la humanidad colectivamente en una sola persona, Adán. Dios creó a Adán, quien era un hombre corporativo, un hombre colectivo. El día que Adán fue creado, fuimos creados todos. Si usted tiene treinta años de edad, no diga que fue creado hace treinta años. Usted nació hace treinta años, pero fue creado hace seis mil años. Aunque quizás yo haya nacido cuarenta años antes que usted, fuimos creados al mismo tiempo. Cuando Adán fue creado, todos fuimos creados porque todos fuimos creados colectivamente en él. Estábamos incluidos en Adán. Dios no creó un hombre individual, sino un hombre corporativo que lo expresara a El. En el versículo 26 Dios dijo: “Señoreen” (heb.); aunque se trata de un solo hombre, el verbo es plural. Esto demuestra que ese hombre es un hombre corporativo. En este versículo, el verbo plural indica que Dios es triuno, y el complemento plural indica que el hombre es corporativo. Dios creó al hombre corporativo a Su propia imagen y semejanza para que éste le expresara.

a) Con la imagen de Dios interiormente

  En Génesis 1:26 dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza...” Aquí encontramos dos cosas: la imagen y la semejanza. Todos los estudiosos serios de la Biblia concuerdan en que la imagen se refiere a algo interno y la semejanza a algo externo. Todos tenemos algo interior: el intelecto, la voluntad y la parte emotiva. Exteriormente, tenemos la semejanza, la forma física.

(1) La imagen de Dios es Cristo

  En 2 Corintios 4:4 y en Colosenses 1:15 se revela que la imagen de Dios es Cristo. Cristo es la imagen del Dios invisible. Dios es invisible; no obstante, tiene una imagen. El Dios invisible tiene una imagen visible. A Dios nadie lo vio jamás, pero Cristo lo ha dado a conocer (Jn. 1:18). Todos nosotros hemos visto a Cristo de un modo u otro. Pedro lo vio. Juan lo vio. Después de Su resurrección, lo vieron quinientos hermanos al mismo tiempo (1 Co. 15:6). El es realmente la imagen de Dios. Hebreos 1:3 declara que Cristo es la imagen visible de la Persona de Dios.

(2) El hombre fue creado a la imagen de Cristo

  El hombre, por haber sido creado a la imagen de Dios, la cual es Cristo, fue creado a la imagen de Cristo. En Génesis 1:26, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen...” Pero en el versículo 27 dice: “Creó Dios al hombre a Su imagen”. Indudablemente “Su imagen” aquí significa la imagen de Cristo. Así que, el hombre fue hecho a la imagen de Cristo.

(3) Adán tipificaba a Cristo

  Romanos 5:14 revela que Adán, el primer hombre, tipificaba a Cristo, era figura de El. Si tomamos la fotografía de una persona, esa imagen es la figura de la persona o el tipo de ella. Adán era la fotografía de Cristo. Cristo era la imagen de Dios, y Adán era la fotografía de Cristo. Así como la fotografía es la expresión de cierta imagen, también el hombre fue hecho para ser la expresión de la imagen de Dios, la cual es Cristo.

  Usemos un guante como ejemplo. Un guante es hecho a la imagen y semejanza de la mano. Tanto la mano como el guante tienen cinco dedos. El guante fue hecho a la imagen de la mano para que un día la mano pudiese entrar en el guante. La mano llena el guante, y el guante expresa la mano. ¿Por qué fue hecho el hombre a la imagen de Cristo? Porque Dios quería que algún día Cristo entrara en el hombre y se expresara por medio de éste. Romanos 9:21 y 23 nos revela claramente que el hombre fue hecho como una vasija, es decir, como un recipiente. El hombre no es ni un cuchillo, ni un martillo, ni una herramienta; es una vasija, un recipiente. Romanos 9:21 y 23 añade que el hombre fue hecho como vaso de honra para contener a Dios, para contener la gloria de Dios. En 2 Corintios 4:7 se afirma que tenemos este tesoro en vasos de barro. Esta vasija es semejante al guante; un día la mano entra en él; el contenido entra en el recipiente. Somos simplemente una vasija que debe contener a Cristo.

(4) Cristo fue hecho a la semejanza del hombre

  Un día Cristo vino para tomar la semejanza del hombre (Fil. 2:6-8). El hombre fue hecho a la imagen de Cristo, y Cristo fue hecho a la semejanza del hombre. ¿No es eso maravilloso? ¿Quién es conforme a quién? Es algo mutuo. El hombre fue hecho conforme a Cristo, y Cristo fue hecho a la semejanza del hombre para que mediante Su muerte y resurrección, el hombre pudiera obtener la vida de Dios. Esto es un misterio; no obstante, es un hecho. ¡Aleluya! Todos hemos obtenido esta vida.

(5) El hombre puede ser transformado y conformado a la imagen de Cristo

  Nosotros por tener la vida divina podemos ser transformados y conformados a la imagen de Cristo (2 Co. 3:18; Ro. 8:29m). Aquí tenemos dos cosas: la transformación y la conformación. La transformación es interior y la conformación es exterior.

  Tenemos un intelecto, una parte emotiva y una voluntad, los cuales fueron hechos conforme a Cristo. Sin lugar a dudas, Cristo tiene el mejor intelecto, la mejor voluntad y la mejor parte emotiva. Nuestro intelecto, nuestra voluntad y nuestra parte afectiva no son muy reales. Considere nuevamente el ejemplo de la mano y el guante. La mano humana tiene un pulgar y cuatro dedos, y el guante tiene también un pulgar y cuatro dedos. No podemos negar que el pulgar de un guante es un pulgar, pero cuando lo comparamos con el pulgar de la mano, encontramos una gran diferencia. Compare su intelecto con el de Cristo. Nuestro intelecto se parece al pulgar vacío de un guante. El intelecto de Cristo es semejante al pulgar de una mano humana. Tenemos sabiduría, pero vemos nuevamente que nuestra sabiduría es semejante al pulgar vacío del guante, y la sabiduría de Cristo se parece al pulgar de la mano. No obstante, un día el pulgar de la mano entrará en el pulgar del guante y ¡ambos pulgares llegarán a ser uno! Uno es la apariencia, la expresión; el otro es la realidad, el contenido. Nuestra sabiduría es simplemente lo que contiene la sabiduría de Cristo; es la expresión de la sabiduría de Cristo. ¿Tiene usted amor? Sí, todos tenemos amor, pero nuestro amor es semejante a un guante vacío. Esposas, no esperen amor de sus esposos. Aun cuando su esposo la ama, ese amor es vacío. ¡Alabado sea el Señor porque ese amor está vacío! Está vacío para que entre el amor de Cristo.

  Pero esto no siempre resulta fácil. El amor de Cristo debe obrar a fin de entrar en nosotros. Los dedos de un guante pueden estar torcidos o doblados y, por ende, resistir la entrada de la mano que procura penetrar. Del mismo modo, necesitamos cierta disciplina para que el amor de Cristo entre en nosotros. Un día el amor de Cristo entra en el amor vacío del marido. En ese momento, usted disfrutará del verdadero amor, el amor de Cristo, por medio del amor vacío de su marido. ¡Alabado sea el Señor!

  Todo lo que tenemos, todo lo que somos y todo lo que podemos hacer es simplemente un molde vacío, cuya única utilidad es ser un envase para mantener todo lo que Cristo es, todo lo que tiene y todo lo que puede hacer.

  Cristo está en nosotros. La vida de Cristo continuamente lleva a cabo una obra transformadora dentro de nosotros. Nuestro amor, nuestras emociones y nuestros pensamientos son inadecuados. Nada de lo que tenemos por naturaleza es adecuado porque está vacío y es limitado. La esencia, el elemento, de Cristo debe entrar en todo lo que somos. La sabiduría de Cristo debe entrar en nuestra sabiduría vacía e impartirnos Su mente (Fil. 2:5). Nuestra mente debe ser el recipiente de la mente de Cristo; la mente de Cristo debe llenar la nuestra. Entonces, nuestra mente será transformada a la imagen de Cristo. En 2 Corintios 3:18 dice que todos nosotros, a cara descubierta contemplamos y reflejamos como un espejo la gloria del Señor y somos transformados a Su imagen. Esta es la transformación interior. Esta transformación interior también llegará a ser la conformación interior. Seremos conformados a la imagen del Hijo de Dios (Ro. 8:29m).

(6) Nuestro cuerpo será transfigurado a la semejanza del cuerpo glorioso de Cristo

  Fuimos hechos conforme a Cristo. Un día Cristo vino y tomó la semejanza de nuestra forma. Lo recibimos a El, y El entró en nosotros. Este Cristo está ahora en nosotros, y lleva a cabo la obra de transformación, no sólo transformándonos a Su imagen, sino también conformándonos a Su propia forma. Finalmente, El vendrá a fin de transfigurar nuestro cuerpo físico a la semejanza de Su cuerpo glorioso (Fil. 3:21). Con el tiempo, seremos plena y completamente lo que El es (1 Jn. 3:2b). Cuando El se mire a Sí mismo, dirá: “Todos vosotros sois como Yo”. Cuando nos miremos, diremos al Señor Jesús: “Todos somos como Tú, y Tú eres como nosotros”. No habrá ninguna diferencia. Todos seremos como Cristo, y Cristo será idéntico a nosotros. Cristo y nosotros, nosotros y Cristo, tendremos la misma imagen y la misma semejanza. Este era el propósito de Dios al crear al hombre para expresarse a Sí mismo. En cierto sentido, la creación del hombre fue completada, pero el proceso de transformación continúa. Estamos ahora bajo el proceso de transformación, esperando Su regreso.

b) Con la semejanza exterior de Dios

  El hombre fue creado no solamente a la imagen interior de Dios, sino también en Su semejanza exterior. Todas las demás cosas de la creación concuerdan con “su propio género”. Sin embargo, el hombre no fue creado conforme al género humano, sino a la semejanza de Dios. Así como la imagen alude al ser interior de Dios, la semejanza debe de referirse a la forma externa de Dios.

  La relación entre Dios y el hombre es un misterio. Por una parte, la Biblia dice que Dios es invisible; por otra, afirma que aun antes de la encarnación de Jesús, El apareció varias veces como hombre en el Antiguo Testamento. Varias veces Cristo apareció con cuerpo humano. Mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda, vio que tres hombres venían (Gn. 18:2a). El Señor y dos ángeles se le aparecieron. Abraham invitó a los tres hombres a su tienda y les sirvió una buena comida. Todos comieron con él. Dios comió con Abraham, y ambos conversaron mucho. Esta es la razón por la cual a Abraham se le llamó amigo de Dios (Jac. 2:23). Si leemos Génesis 18, veremos que el relato de ese pasaje trata de una comunión entre amigos. Dios era amigo de Abraham. Después de cierto tiempo, el Señor despidió a los dos ángeles, y El permaneció con Abraham. Este estuvo delante del Señor, como delante de un amigo (Gn. 18:16a, 22). Ese era Cristo antes de Su encarnación.

  La segunda vez que Cristo apareció en forma de hombre fue en el caso de Jacob en Peniel. Un hombre vino para subyugar al fuerte Jacob (Gn. 32:24). De hecho, ¡era Dios quien estaba luchando con Jacob! Dios en forma humana estaba luchando con Jacob. Jacob era muy fuerte y Dios no pudo subyugarlo hasta que le tocó el muslo, y Jacob quedó cojo. Jacob le pidió que le declarara su nombre. Dios dijo que no le preguntara Su nombre y que le dejara bendecirlo. Finalmente, Jacob se dio cuenta de que se había encontrado con Dios cara a cara (Gn. 32:28-30). Peniel significa la faz de Dios. Dios apareció como hombre allí, como un hombre verdadero. Si El no hubiera sido un hombre de verdad, ¿cómo habría podido luchar con Jacob?

  En otra ocasión (Jos. 5) Dios apareció con cuerpo humano. En esa oportunidad Josué sentía la gran responsabilidad de vencer a Jericó. Posiblemente era al día siguiente que el ejército de Dios saldría a combatir contra Jericó, y Josué, su líder, sentía la carga de aquella batalla. Creo que él estaba considerando la situación por la tarde cuando de repente vio a un hombre. Josué le preguntó: “¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?” El hombre dijo: “No; mas como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora” (Jos. 5:13-14). El hombre dijo también a Josué: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo” (Jos. 5:15). En ese lugar estaba Dios.

  Todos estos casos nos muestran que el Señor Jesús, antes de Su encarnación, apareció varias veces en la forma corpórea de un hombre. Esto es realmente misterioso.

  El pasto, las hierbas y los árboles no tienen ningún rostro. A partir de la vida animal, hemos visto que los peces tienen rostro, pero no muy parecido al rostro humano. Luego vinieron las aves, el ganado y las bestias. Más tarde vino el hombre, cuyo rostro es muy parecido al de Dios. Esto es un misterio. De todos modos, se nos dijo claramente que fuimos hechos a la imagen de Dios. Esta es la razón por la cual tenemos sabiduría, voluntad y emociones, tal como Dios, pero sin la realidad. Lo que tenemos es sólo las expresiones. Necesitamos el contenido.

  También tenemos una forma, la forma de la imagen, igual que una fotografía. Sin embargo, la fotografía carece de realidad. Cuando el hombre fue creado con la forma de Dios y a Su imagen, no tenía la realidad de Dios. Después de ser creado el hombre, seguía necesitando recibir a Dios. El hombre no tenía la realidad de Dios ni Su vida, aunque sí tenía la forma y la imagen de Dios. El hombre fracasó. Entonces el Señor vino en forma de hombre. El murió en esta forma y resucitó para elevar esta forma. Su muerte y resurrección nos permiten recibirlo fácilmente. Hemos recibido y obtenido esta vida divina, y por dicha vida podemos tener la realidad de Dios. La vida divina obra ahora en nosotros para transformar nuestra vida vacía en la forma divina de realidad. En esto consiste la transformación. Finalmente seremos conformados a Su imagen. La Biblia es la revelación de este misterio. Es muy importante, crucial y esencial que veamos la imagen de Dios y Su forma, en las cuales y conforme a las cuales fuimos creados. Todos debemos ver cómo Cristo fue esa imagen y cómo tomó forma de hombre para que lo recibiésemos a El como vida y realidad nuestras. Finalmente seremos mezclados El y nosotros, y llegaremos a ser uno. Seremos Su apariencia y expresión; El será nuestra realidad y contenido. El y nosotros seremos uno. El será como nosotros y nosotros seremos como El. Entonces, expresaremos a Dios en todo el universo.

  Ahora podemos ver por qué Dios creó los cielos y la tierra y por qué creó la vida humana. Este es el significado y el centro del universo. Si no vemos eso, no podemos entender cuál es el significado del universo ni para dónde vamos. Hoy en día, conocemos el significado del universo y sabemos dónde estamos y adónde vamos. Estamos aquí para expresar a Dios, y salimos a Su encuentro para ser uno con El.

  Cuando fuimos salvos, la vida divina que entró en nosotros era semejante al pasto. Creció hasta ser hierbas y árboles. Después creció hasta llegar a un plano de vida más elevado: los peces, las aves, el ganado y las fieras. Podemos expresar a Dios sólo cuando alcanzamos la cima de la vida creada. Necesitamos la vida humana. Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7 nos revelan que de los nueve aspectos de la vida, descritos en Génesis 1, sólo cuatro son representados en la presencia de Dios: el águila, el buey, el león y el hombre. Estos cuatro están en la presencia de Dios, y representan a todas las criaturas que se encuentran delante de El. Ezequiel y Apocalipsis no mencionan el pasto, las hierbas, los árboles, los peces, ni los reptiles. En la eternidad no habrá mar y, por consiguiente, no habrá peces. Ciertamente no habrá animales que se arrastren. Lo que estará representado en la presencia de Dios será el hombre, el ganado, el león y el águila. Todos debemos crecer hasta llegar al plano de vida más elevado, es decir, al plano del ganado, el león y el águila. Debemos seguir adelante a la madurez de vida, que está representada por la vida humana. Esta vida es lo único que puede expresar a Dios. Esta vida es lo único que puede tener dominio por Dios. Esta es nuestra meta. Debemos crecer cada vez más y pasar de la vida vegetal a la vida animal, y de la vida animal a la vida humana.

PALABRA ADICIONAL

  Usted ya ha escuchado que todas las verdades bíblicas fueron sembradas en Génesis, particularmente en el capítulo 1. Como vimos, Génesis 1 habla de la luz, y esta luz se desarrolla en toda la Biblia. Vimos la luz del primer día, las lumbreras del cuarto día, y el desarrollo de éstas hasta el final de la Biblia, donde leemos en los últimos dos capítulos que “no habrá noche”. Finalmente, Dios mismo será la luz para Sus redimidos. Nosotros los redimidos que estaremos en la Nueva Jerusalén no necesitaremos el sol, la luna, ni ninguna otra fuente de luz. Dios mismo será la luz. Por consiguiente, la semilla de luz sembrada en Génesis 1 se desarrolló plenamente en Apocalipsis 22.

  Según el mismo principio, tenemos la palabra “imagen”. “Dios hizo al hombre a Su propia imagen”. La imagen de Dios lo expresa a El. Expresar a Dios no es más que manifestar Su gloria. Esta pequeña palabra “imagen” se desarrolla continuamente hasta ser la Nueva Jerusalén al final de la Biblia. La ciudad entera tiene la apariencia del jaspe (Ap. 21:11). Si usted lee Apocalipsis 4:3, verá que el que se sienta en el trono es semejante al jaspe. La apariencia de Dios es como jaspe. Por último, toda la ciudad, la Nueva Jerusalén, estará constituida de jaspe. El muro de la ciudad también estará constituido de jaspe (Ap. 21:18a). Desde todos los ángulos, todas las perspectivas y todos los lados la Nueva Jerusalén tiene la apariencia de Dios. Esta es la expresión de la imagen de Dios.

  Esta mañana, mientras orábamos-leíamos, el hermano Al me preguntó acerca de los cuatro seres vivientes de Ezequiel 1:5, 10 y Apocalipsis 4:6-7. En Ezequiel, cada uno de estos seres tiene cuatro rostros; el rostro frontal es humano; el rostro posterior es de águila; el rostro lateral derecho es de león, y el rostro lateral izquierdo es de buey. Sin embargo, si seguimos adelante y pasamos de Ezequiel al capítulo 4 de Apocalipsis, veremos una pequeña diferencia. Allí, cada uno de los cuatro seres tiene un solo rostro. El primero no es de hombre, sino de león. El segundo no es de buey, sino de becerro. Conocemos la diferencia entre un buey y un becerro. Un buey tiene más edad. Esto es extraño. En mi opinión, en Ezequiel el buey debería ser un becerro, y en Apocalipsis el becerro debería ser un buey; primero el más joven, luego el mayor. No obstante, la Biblia menciona primero el mayor y luego el menor; primero el buey, luego el becerro. Les aseguro que nosotros los cristianos no vamos a envejecer, sino a rejuvenecer. Cuanto más crezcamos, más joven seremos.

  En Apocalipsis viene primero el león, luego el becerro, en tercer lugar el hombre, y en cuarto lugar el águila. El hermano Al me preguntó por qué había esta diferencia entre Ezequiel y Apocalipsis. Esta es la razón: el orden de los seres vivientes de Apocalipsis concuerda con el orden de los cuatro evangelios. En Mateo tenemos al león, o sea el rey. En Marcos, tenemos el siervo, el esclavo, es decir, el becerro. En Lucas tenemos al hombre. En Juan tenemos a Dios, el águila que se remonta a las alturas. ¿Qué significa esto? En realidad, los cuatro seres vivientes de Ezequiel eran la manifestación de la gloria de Dios. En la conferencia que tuvimos sobre Ezequiel, abarcamos Ezequiel 1 y vimos cómo los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. ¿Qué es la gloria de Dios? Es Cristo. Cuando la gloria de Dios es expresada, es Cristo. Pero observe la diferencia. En Ezequiel los cuatro seres vivientes eran la manifestación de la gloria de Dios. En Apocalipsis los cuatro seres vivientes son la expresión de Cristo mismo. Se ha producido una mejoría, pues se ha pasado de la gloria de Dios a Cristo mismo. Por lo tanto, en Apocalipsis, la apariencia de los cuatro seres vivientes concuerda exactamente con los cuatro evangelios. Esto significa que los cuatro seres vivientes de Apocalipsis son simplemente la expresión de Cristo. No estoy diciendo que sean Cristo. No, no lo son, pero sí lo expresan a El; expresan lo que Cristo es. Cristo se presenta en cuatro aspectos: como rey, como esclavo, como hombre y como Dios mismo. Cristo lleva estos cuatro aspectos, y este Cristo necesita una expresión en Su creación. Así que en este universo existen cuatro seres vivientes, los cuales representan todas las clases de vida en todos los niveles, para expresar a Cristo.

  Todo lo que presenta Génesis 1 es Cristo, con excepción de las tinieblas, las aguas de muerte, y los animales que se arrastran. El Espíritu vino a cernerse. Este es Cristo. Cristo es el Espíritu. Cristo también es la Palabra. Cristo es la luz. Sin lugar a dudas, Cristo es el aire. El Espíritu es Cristo, y la Palabra es Cristo, la luz es Cristo, y el aire es Cristo. La tierra seca es Cristo. El pasto es Cristo porque Cristo es nuestro pasto verde. Las hierbas son Cristo. Cristo es el maíz, el trigo, la flor de alheña, y toda clase de hierbas hermosas. Todos los árboles son Cristo. Cristo es el olivo, la higuera, la vid, el árbol de vida. Y los peces son Cristo. Cristo alimentó a 5000 personas con cinco panes y dos peces. La mayoría de los cristianos sólo prestan atención a los cinco panes y se olvidan de los dos peces. Sin embargo, Cristo no sólo es los cinco panes, sino también los dos peces, algo que procede de las aguas de muerte para alimentarnos. Cristo también es las aves. El es el águila. Exodo 19:4 revela que Cristo fue la gran águila que llevó a los israelitas sobre Sus hombros. Como la gran águila, El liberó a Su pueblo de Egipto. En cierta ocasión Cristo dijo que El era una gallina. Al final de Mateo 23 (v. 37), Cristo dijo: “Soy una gallina. Quiero reuniros a todos vosotros bajo Mis alas, pero vosotros no queréis venir a Mí”. Cristo es el ganado, el buey, el becerro, la vaca, la oveja y el cordero. Cristo también es un león (Ap. 5:5). Finalmente Cristo es el hombre, el verdadero Adán. Cristo también es el sol, la estrella de la mañana y la verdadera fuente de la luz de la luna. En el capítulo 1 de Génesis, todo es Cristo y Cristo lo es todo.

  Si usted sólo disfruta a Cristo como el pasto, no está calificado para expresarlo. Si lo disfruta como las hierbas y como todos los árboles, todavía no está calificado. Aun cuando usted lo disfrute como el pez, no está calificado. Aunque quizás disfrute mucho a Cristo, aún así no está calificado para expresarlo. Usted debe avanzar y pasar de todos esos niveles de vida al nivel de vida de las aves. Entonces empieza a estar calificado para expresar a Cristo.

  La vida de las aves constituye una de las cuatro categorías de vida representadas delante del trono de Dios. Como ya lo mencioné, entre las nueve categorías de vida de Génesis 1, sólo cuatro están representadas delante del trono de Dios. Permítanme darles nuevamente las nueve categorías: el pasto, las hierbas, los árboles, los peces, las aves, el ganado, las fieras, los animales que se arrastran y el hombre.

  Entre las nueve categorías, sólo cuatro (las aves, el ganado, las fieras y el hombre) están calificadas para expresar a Cristo. El pasto no está calificado; es bueno, pero es una clase de vida inferior. Ni las hierbas, ni los árboles, ni los peces están calificados. Por supuesto, todos los animales rastreros son dejados a su suerte por la eternidad. Van al lago de fuego.

  Sólo las aves, el ganado, las fieras y el hombre tienen un rostro distinguible. El rostro de usted es la apariencia exterior de su ser interior. Lo que usted es interiormente se expresa exteriormente en su rostro. Como lo mencionamos antes, ni el pasto ni las hierbas ni los árboles tienen rostro. Los peces tienen rostro, pero su rostro no es distintivo. Y los peces tampoco tienen cuello. Necesitamos un cuello más largo para que nuestro rostro sea más distintivo. Entre estas nueve categorías, sólo cuatro tienen una cara distinguible, y de estas cuatro, el rostro humano es el mejor, el más elevado y el más distinguible. Compare su rostro con el rostro de un águila, de un becerro o de un león. Se dará cuenta de que su rostro es mucho más distinguible. ¿Por qué? Porque la vida humana es muy distinta de la vida de las aves, de los becerros y de las fieras.

  En conformidad con la economía de Dios, Cristo tiene cuatro aspectos. El es un hombre, pero sirve a la gente como un becerro. El es un hombre, pero pelea la batalla, ejerce control y tiene dominio como el león. El es un hombre, pero El puede volar lejos y elevarse como un águila. Necesitamos la vida humana para expresar a Cristo, y también necesitamos la vida del becerro, del león y del águila. Cuando tenemos estas cuatro podemos expresar plenamente a Cristo.

  Ahora podemos ver que la pequeña palabra “imagen” que aparece en Génesis 1 ha experimentado un gran desarrollo. No sólo vemos los cuatro seres vivientes que expresan a Cristo en cuatro aspectos, sino que finalmente tenemos la Nueva Jerusalén, una ciudad elevada que tiene la imagen de Dios y expresa a Cristo. Dios es semejante al jaspe, y la apariencia de la Nueva Jerusalén también es como jaspe, igual que la apariencia de Dios. Este es el cumplimiento de Génesis 1:26. ¡Aleluya! ¡Aleluya!

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