Mensaje 13
Lectura bíblica: Gá. 3:1-5, 13-14; 4:6; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; Ro. 8:2, 9-10
El capítulo tres de Gálatas es de vital importancia, pero también es muy difícil de entender. Es uno de los capítulos más difíciles del Nuevo Testamento. Por consiguiente, no es muy fácil explicar en unas cuantas frases lo que este capítulo revela. Al leer este importante capítulo, no debemos dar por sentado lo que leamos y asumir que hemos entendido todos los términos usados por Pablo. Por ejemplo, Pablo hace referencia al asunto de oír con fe (v. 2). No debemos asumir que entendemos este término.
En la sección 3:1—4:31 vemos un contraste básico entre el Espíritu por fe y la carne por la ley. En este contraste tenemos dos pares de asuntos contrarios: el Espíritu y la carne como un par, y la fe y la ley como otro. La ley corresponde a la carne, mientras que la fe acompaña al Espíritu. Por consiguiente, el Espíritu es por fe y la ley es por la carne.
Los primeros dos capítulos de Gálatas pueden ser considerados hasta cierto grado como el extremo exterior de este libro. El capítulo tres, sin embargo, constituye el centro del libro, su médula. En esta sección central de Gálatas es presentado el contraste que existe entre el Espíritu y la carne y también el contraste entre la fe y la ley. Por consiguiente, es correcto decir que el tema de los capítulos tres y cuatro es el contraste que existe entre el Espíritu por fe y la ley por la carne. Tener tal entendimiento de estos capítulos es tener algo de gran valor. Sin ver este contraste, no tenemos manera de entender lo que estos capítulos revelan.
Al llegar a la sección 3:1-14, vemos que el Espíritu es la bendición de la promesa recibida por la fe en Cristo. Aquí tenemos el Espíritu, la bendición, la promesa, la fe y Cristo. El Espíritu es la bendición, la bendición proviene de la promesa, la promesa es por fe y la fe está en Cristo. ¿Qué significa decir que el Espíritu es la bendición y que la bendición proviene de la promesa? ¿Qué significa que la promesa sea por fe? No es fácil entender estos asuntos. Sin embargo, estos son los asuntos a los cuales debemos poner atención al considerar estos capítulos.
En 3:1-5 Pablo se refiere al Espíritu tres veces. En el versículo 2 él pregunta: “¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?”. En el versículo 3 él además pregunta: “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora os perfeccionáis por la carne?”. Después, en el versículo 5, Pablo pregunta si a los creyentes gálatas les era suministrado el Espíritu por las obras de la ley o por el oír con fe. Por ende, el Espíritu es un asunto crucial en la sección 3:1-5.
Otro asunto crucial es el oír con fe. Pablo menciona el oír con fe relacionado con dos cosas, con el recibir del Espíritu (v. 2) y con el suministro del Espíritu por parte de Dios (v. 5). Tanto el recibir del Espíritu como el suministro del Espíritu se relacionan con el oír con fe. Hablando en términos doctrinales, el oír con fe aquí es de mayor importancia que el Espíritu, porque el punto de Pablo es el contraste entre las obras de la ley y el oír con fe. Aunque el oír con fe es de vital importancia, es desatendido por muchos de los que leen el libro de Gálatas, ya porque ignoren el asunto o porque lo den por sentado. Raramente alguien busca saber qué significa en realidad el oír con fe.
En Romanos 8:2 vemos la relación que existe entre el Espíritu de vida y Cristo: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte”. ¿Qué significa decir que el Espíritu de vida está en Cristo? La enseñanza tradicional nos llevaría a creer que el Espíritu y Cristo son personas distintas y separadas. Pero si el Espíritu es una persona distinta de Cristo, ¿cómo puede el Espíritu estar en Cristo? Algunos maestros del cristianismo dicen que Cristo el Hijo, la segunda Persona de la trinidad, está sentado en el trono en los cielos y que el Espíritu Santo, la tercera Persona de la trinidad, ahora opera en nuestro interior. En contraste con la enseñanza tradicional de que el Espíritu y Cristo son distintos y están separados, la Biblia nos dice que el Espíritu está en Cristo.
La respuesta del Señor a la pregunta de Felipe en Juan 14 nos ayuda a entender este asunto. Cuando Felipe le dijo: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (v. 8), el Señor contestó: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (vs. 9-10). La palabra del Señor claramente indica que el Padre y el Hijo no son dos Personas separadas. Por el contrario, el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre. No es posible separarlos. Además, el Hijo fue enviado de con el Padre (Jn. 6:46, gr.). Por un lado, El fue enviado desde el Padre; por otro, El siempre estaba con Dios. En realidad, el Hijo nunca dejó al Padre; ni tampoco el Padre se separó del Hijo. Por lo tanto, El Señor dijo: “Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (Jn. 14:11).
Este principio tocante a la relación que existe entre Cristo el Hijo y el Padre, también se aplica a la relación entre Cristo y el Espíritu. El hecho de que el Espíritu de vida esté en Cristo indica que existe una relación intrínseca entre las tres Personas de la Deidad. El Hijo es el Hijo y el Padre es el Padre. Sin embargo, el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre. Del mismo modo, mientras que el Hijo es el Hijo y el Espíritu es el Espíritu, todavía el Espíritu está en el Hijo. Esto indica que no es posible separar a las tres Personas del Dios Triuno.
Otra indicación de esta verdad se encuentra en Romanos 8:9-10. En estos versículos Pablo dice: “Mas vosotros no estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de El. Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, el espíritu es vida a causa de la justicia”. En estos versículos leemos acerca del Espíritu de Dios, del Espíritu de Cristo y de Cristo. Todos estos títulos denotan una sola realidad: el Espíritu todo-inclusivo. El Espíritu de Dios es Dios, el Espíritu de Cristo es el Espíritu de Dios, y Cristo mismo es el Espíritu de Cristo. Cristo es el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Cristo es el Espíritu de Dios, y el Espíritu de Dios es Dios mismo. Todos estos títulos se refieren al todo-inclusivo Espíritu vivificante. Esta Persona es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de vida, Cristo y Dios.
En Romanos 8:2 y 9 vemos tres títulos referentes al Espíritu: el Espíritu es el Espíritu de vida, el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo. Por consiguiente, el Espíritu es de vida, de Dios y de Cristo. Sin duda que estos títulos no se refieren a tres Espíritus. Es extremadamente erróneo decir que el Espíritu de vida es distinto del Espíritu de Dios o que el Espíritu de Dios es distinto del Espíritu de Cristo. Por el contrario, el único Espíritu es el Espíritu de vida, de Dios y de Cristo. La vida, Dios y Cristo no son tres entidades o substancias separadas. Más bien, la vida es Dios, Dios es Cristo y Cristo es vida. Por lo tanto, el Espíritu de vida es el Espíritu de Dios, y el Espíritu de Dios es el Espíritu de Cristo. Estos tres son una sola entidad, el Espíritu todo-inclusivo.
Primera Corintios 15:45 dice que el postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante. Segunda Corintios 3:17 dice que ahora el Señor es el Espíritu. El postrer Adán mencionado en 1 Corintios 15:45 y el Señor mencionado en 2 Corintios 3:17 se refieren a Cristo. Esto indica claramente que hoy en día Cristo y el Espíritu son uno solo.
En 3:1 Pablo declara que ante los ojos de los creyentes gálatas “Jesucristo fue ya presentado claramente como crucificado”. El Señor fue crucificado en la cruz como Cristo, no como el Espíritu. No podemos decir que el Espíritu fue crucificado por nosotros. Fue Cristo quien fue crucificado.
Los gálatas, por medio de oír el evangelio, creyeron en el Cristo crucificado, pero recibieron el Espíritu (3:2; 4:6). Quien fue crucificado en la cruz fue Cristo, pero quien entró en los creyentes fue el Espíritu. En la crucifixión para la redención de los creyentes, El era Cristo, pero en el asunto de morar en los creyentes para ser la vida de ellos, El es el Espíritu. Este es el todo-inclusivo Espíritu vivificante, quien es la todo-inclusiva y máxima bendición del evangelio. Los creyentes recibieron tal Espíritu divino por el oír con fe, no por las obras de la ley. El entra en los creyentes y vive en ellos, no por el hecho de que ellos guarden la ley, sino por la fe que ellos tienen en el Cristo crucificado y resucitado.
No debemos pensar que Aquel que murió en la cruz es distinto de Aquel que entra en nosotros. El que murió en la cruz es el mismo que entró en nosotros como nuestra vida. Cuando esta Persona murió en la cruz, murió como Cristo. Cuando entra en nosotros para ser nuestra vida, El entra como el Espíritu. En la crucifixión para nuestra redención, El era Cristo (3:13), pero en el asunto de morar en nosotros para ser nuestra vida, El es el Espíritu (Ro. 8:2, 9-10).
Nosotros creemos en el Cristo crucificado y resucitado, pero recibimos el Espíritu (3:2). El título de Aquel en quien nosotros creemos es Cristo, no el Espíritu. Sin embargo, cuando creemos en Cristo, recibimos el Espíritu. Cristo es Aquel que fue crucificado para realizar la redención y quien fue resucitado. Por lo tanto, creemos en El. Pero cuando El entra en nosotros, lo hace como el Espíritu. En cuanto a la redención, Su título es Cristo, mientras que en cuanto a la vida, Su título es el Espíritu. Como la Persona más importante del universo, Cristo posee más de un estado. Aunque Cristo y el Espíritu son uno solo, existe una diferencia en función, título y estado.
En la revelación de la economía de Dios en los primeros dos capítulos de Gálatas, se le da énfasis a Cristo. Pero en nuestra experiencia de vida, tal como se presenta en los últimos cuatro capítulos, se pone énfasis en el Espíritu. ¿Ha notado usted que en Gálatas 1 y 2 no se hace mención del Espíritu? Sin embargo, versículo tras versículo habla de Cristo. A partir de 3:2, el Espíritu es revelado. El Espíritu que se menciona en el capítulo tres es el mismo Cristo del capítulo dos. No piense usted que el Espíritu está separado de Cristo. En los capítulos que hablan de la revelación de la economía de Dios, leemos tocante a Cristo, pero en los capítulos que revelan nuestra experiencia de vida, leemos acerca del Espíritu. Por un lado, Gálatas nos da una revelación de la economía de Dios; por otro, nos proporciona una revelación de nuestra experiencia de vida. Lo primero es objetivo, mientras que lo último es subjetivo. En la revelación objetiva de la economía de Dios, se le da énfasis a Cristo, pero en la experiencia subjetiva de vida, se le da énfasis al Espíritu.
Como creyentes hemos recibido el Espíritu, el todo-inclusivo Espíritu vivificante, como la todo-inclusiva y máxima bendición del evangelio. Conforme al entendimiento de muchos cristianos, a quien ellos recibieron cuando creyeron en el Señor Jesús fue solamente Cristo, el Hijo de Dios. No son muchos los que se dan cuenta de que a quien recibieron no fue al Cristo objetivo, sino al Espíritu subjetivo. Debido a que muchos no tienen un concepto claro acerca de esto, hablan de la llamada segunda bendición, es decir, de recibir el Espíritu aparte de la regeneración. Cuando algunos cristianos se enteran de que alguien ha creído en Cristo, enseguida preguntan si tal persona ha recibido el Espíritu Santo. No obstante, ser un genuino cristiano es creer en Cristo y recibir el Espíritu. Ser un verdadero cristiano es creer en Cristo, y creer en Cristo es recibir el Espíritu. Sin embargo, aquellos que consideran que Cristo y el Espíritu son dos entidades separadas y distintas podrían considerar que es posible creer en Cristo sin recibir el Espíritu. ¡Esto es una grave equivocación! Como hemos señalado una y otra vez en este mensaje, creemos en Cristo y recibimos el Espíritu de manera simultánea.
Cuando a algunos cristianos se les pregunta si ya recibieron el Espíritu Santo, no tienen un concepto claro acerca de esto o no saben qué contestar. Ellos deben ver que cuando creímos en el Señor Jesús, ocurrió una unión orgánica. En el mismo momento de nuestra conversión, se llevó a cabo una maravillosa unión orgánica entre nosotros y el Señor Jesús. Debido a que ignoran este hecho de la unión orgánica, ellos no disfrutan al Espíritu como la máxima bendición del evangelio. En vez de disfrutar esta bendición, están distraídos en regulaciones, en doctrinas o en el estudio de la Biblia en letras muertas. Tal vez otros vayan en pos de lo que llaman la segunda bendición o el derramamiento del Espíritu con el hablar en lenguas. Sin embargo, en los cuatro libros que constituyen el corazón de la revelación divina del Nuevo Testamento, es decir, en Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, no se dice nada acerca del hablar en lenguas ni del derramamiento del Espíritu. En vez de eso, Pablo pone un énfasis firme en el sellar del Espíritu, en las arras del Espíritu y en el sabor anticipado del Espíritu. Cuando creímos en el Señor Jesús fuimos sellados con el Espíritu. En el mismo momento en que ocurrió la unión orgánica, el Espíritu fue dado como arras. En otras palabras, cuando creímos en el Señor Jesús, recibimos el Espíritu y el Espíritu vino a ser para nosotros la máxima bendición del evangelio.
Los judaizantes no sabían de esta misteriosa unión orgánica con Cristo, y los creyentes gálatas no estaban seguros de tal unión orgánica y fueron distraídos de estar en ella. Lo mismo es verdad tocante a muchos cristianos hoy día. Debido a que muchos cristianos no se dan cuenta de lo que ocurrió dentro de ellos cuando creyeron en el Señor Jesús, están distraídos y ocupados con otras cosas. Por consiguiente, es de vital importancia que veamos qué ocurrió en nosotros cuando creímos en el Señor. Por medio de una unión orgánica fuimos injertados en el Dios Triuno. Ahora todo lo que el Dios Triuno es, ha hecho, ha cumplido, y ha obtenido y realizado ha venido a ser nuestra porción. Debido a que los judaizantes perturbaban a los creyentes de Galacia y debido a que los creyentes mismos carecían de entendimiento, Pablo tuvo la carga de escribir esta epístola. El tenía la carga especial de hablar de los asuntos del capítulo tres. Todo creyente debe ver con claridad que Cristo y el Espíritu son uno solo. Esta unidad es un misterio que podemos disfrutar.