Mensaje 4
Lectura bíblica: Gá. 1:15-16a; 2 Co. 3:14-17; 4:3-6
Como una persona viviente, Cristo es espiritual y misterioso. Si Dios no revelase a Su Hijo en nosotros, ningún ser humano podría ver esta persona viviente. Debido a la poca revelación, millones de gentes no han podido comprender nada en cuanto a esta Persona, a pesar de que El es vivo, real, activo y dinámico. Por lo tanto, el problema hoy día es la falta de revelación.
Es posible que los cristianos lean la Biblia y la estudien cuidadosamente, pero ven muy poco de Cristo. Tal vez esta sea también nuestra situación en el recobro del Señor. Desde el principio de la Biblia hasta el fin, especialmente en el Nuevo Testamento, Cristo ocupa el lugar central. La revelación de Dios a lo largo de todas las Escrituras está totalmente enfocada en Cristo. No obstante, cuando revisamos nuestra experiencia pasada, tenemos que admitir que en nuestra lectura de la Biblia, no vimos mucho de Cristo.
Por siete años y medio estuve bajo la enseñanza de algunos maestros de entre los Hermanos. Aunque escuché muchos mensajes y anoté los puntos importantes, no vi casi nada en cuanto a Cristo se refiere. Vi un cuadro expresivo de la gran imagen descrita en Daniel 2, un cuadro que con facilidad puedo recordar hoy. Sin embargo, durante mis años con los Hermanos, no vi a Cristo.
Tocante a la revelación del Hijo de Dios en nosotros, Pablo abarca dos casos en 2 Corintios 3 y 4, el caso de los judíos en particular, y el caso de los incrédulos en general. Cuando los judíos leían el Antiguo Testamento, lo hacían estando velado su entendimiento. En 2 Corintios 3:15 Pablo dice: “Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo esta puesto sobre el corazón de ellos”. ¿Sabe usted qué es este velo? Es la religión del judaísmo. Si hoy en día usted tuviese contacto con algunos judíos ortodoxos y les hablase de Cristo, se daría usted cuenta de que un velo grueso y pesado los cubre. Lo mismo es cierto con respecto a los musulmanes y hasta con respecto a muchos cristianos. Por ejemplo, muchos de los que están en la iglesia católica y que verdaderamente creen en Cristo, están cubiertos con un velo de muchas capas, quizá docenas de capas. Uno de estos velos tiene que ver con la superstición de que María es la madre de Dios. Estos creyentes persisten en decir que deben continuar orando a María, la llamada madre de Dios, porque creen que sus experiencias comprueban que las oraciones a la llamada madre santa son escuchadas y contestadas. ¡Qué velo es este!
Los Adventistas del Séptimo Día tienen velado el entendimiento por su observación del sábado, el séptimo día. Si usted les habla de Cristo, verá que velo tan grueso les resulta ser esta ordenanza.
Conforme tenga usted contacto con cristianos hoy día, encontrará que casi todos ellos tienen algún velo. Estos velos les impiden ver a Cristo.
Aunque Cristo es espiritual y misterioso, Dios ha creado dentro de nosotros un órgano por el cual podemos conocer a Cristo. Este órgano es el espíritu humano. En su sutileza, Satanás ha cegado a la gente, impidiéndoles ver que tienen un espíritu, o bien, les ha impedido usar su espíritu. En cambio, él los convence a que usen su mentalidad caída, la cual está cegada, oscurecida y endurecida. En 2 Corintios 3:14 Pablo dice que las mentes de los religiosos judíos se endurecieron. Estar endurecido de esta manera es también estar cegado y en tinieblas. También muchos cristianos están cegados, endurecidos y oscurecidos porque están cubiertos con muchos velos. Estos velos no sólo les impiden conocer a Cristo, sino que muchas veces les impiden reconocer que las personas de la iglesia son genuinos cristianos. Algunos insisten en considerarnos una secta.
Además, los velos que cubren a los cristianos de estos días les hacen muy susceptibles. Cualquier cosa les ofende. La razón de este carácter tan irritable es que Satanás, el insidioso, es muy susceptible y está agazapado en sus mentes. Satanás se esconde en la mentalidad de los cristianos de hoy, quienes tienen velado el entendimiento. ¡Que situación tan lastimosa que tantos genuinos creyentes en Cristo tengan todavía velado el entendimiento!
Necesitamos aplicar a nuestra situación esta palabra respecto a los velos. Es importantísimo que estemos alerta, porque el insidioso puede usar como velo cualquier cosa que no sea Cristo mismo. Satanás puede usar como velo hasta las Escrituras o la ley dada por Dios. En Romanos 7 Pablo dice que la ley es buena, santa y espiritual. Pero aun algo tan bueno, santo y espiritual, en la manos de Satanás puede volverse un velo. Esto indica que Satanás puede usar hasta el más elevado don espiritual para velar nuestro entendimiento. Así que, es posible que cualquier cosa que no sea Cristo mismo sea un velo.
En 2 Corintios 4, Pablo nos da un caso general. En el versículo 4 él dice que el dios de este siglo ha cegado las mentes de los incrédulos. El dios de este siglo es Satanás. Quienes están cegados o quienes tienen velado el entendimiento, piensan que no adoran nada. En realidad, su dios es Satanás. Los ateos adoran a Satanás sin saber lo que están haciendo. Toda la gente de estos tiempos, sean primitivos o muy cultos, han sido cegados por el dios de este siglo. Considere todos aquellos que usted ve en la calle o en el supermercado. ¡Qué pocos conocen a Dios! Esto es cierto aun entre un gran número de los que asisten a las capillas, catedrales y denominaciones de hoy. Hay poca revelación tocante al Hijo de Dios, y existe velo tras velo que impide que la gente conozca a Cristo. En su ceguera, muchos condenan a los que han recibido la visión de la persona viviente del Hijo de Dios.
Si hemos de recibir la revelación del Hijo de Dios, nos es necesario abandonar nuestros conceptos. Todo concepto, sea espiritual o carnal, es un velo. He pasado muchos años a tientas en mi búsqueda de aprender a tener revelación. A la larga, descubrí que para recibir una revelación es necesario abandonar nuestros conceptos.
Hoy en día Dios brilla en todas partes. Esta era de gracia es una era de luz. Dios está brillando, y también lo está la Biblia. La Biblia está llena de luz, y ha sido imprimida en centenares de lenguas. Además, el Espíritu todo-inclusivo, el cual se mueve sobre la tierra, está lleno de gracia. Pero aunque la Biblia brilla y el Espíritu se mueve, muchos todavía no reciben la revelación. La razón es que ellos se aferran a ciertos conceptos y tienen el entendimiento velado por esos conceptos. Conforme usted tenga contacto con personas de varias nacionalidades, encontrará que todos ellos mantienen firmemente sus conceptos. Esto también se aplica entre nosotros en el recobro del Señor. Por un lado, alabo al Señor por todo el crecimiento y la mejoría que hemos experimentado. Por otro lado, comprendo que todavía quedan muchos velos. Estos velos son los conceptos que nos ciegan.
Con respecto a recibir revelación, no hay problema por el lado de Dios. Por Su lado todo está listo. El problema está totalmente en nuestro lado. Tenemos que desechar los velos, esto es, nuestros conceptos. Es importante que oremos “Señor, ayúdame a desechar todo lo que sea un velo”. Si se aferra usted a sus conceptos mientras lee la Biblia, será como los judíos de antaño, quienes tenían un velo en su mente cada vez que se leían las Escrituras. Pero si abandona usted sus conceptos al leer la Palabra, leerá a cara descubierta. Entonces la luz resplandecerá dentro de usted subjetivamente.
Yo nací en el cristianismo, y desde mi niñez oí de Cristo. Sin embargo, no fui salvo sino hasta después de cumplir los diecinueve años de edad. Sabía de Jesús, y estaba a favor del cristianismo, pero no fui salvo sino hasta que el Hijo de Dios fue revelado en mí. Un día, a la edad de diecinueve años, Dios resplandeció dentro de mí, y recibí una revelación del Señor Jesús. A partir de entonces, comencé a tener un contacto personal y directo con El y empecé a conocerlo como una persona viviente. Yo lo toqué a El y El me tocó a mí. Entre El y yo hubo un intercambio viviente, un contacto viviente. Todos nosotros necesitamos un contacto viviente, personal y directo con la persona viviente del Hijo de Dios.
Hoy en día muchos de nosotros deseamos fervientemente vivir a Cristo. Pero para vivir a Cristo necesitamos revelación. Como hemos señalado una y otra vez, la única manera de que la revelación venga a nosotros es por abandonar nuestros conceptos. También tenemos que orar, “Señor, confío en Ti para derrotar al dios de este siglo. Aparte de Ti, yo no adoro nada más. Señor, vuelvo mi corazón hacia Ti y abandono todos mis conceptos. No quiero adorar a nadie sino a Ti”. Si ora usted de esta manera, la luz brillará y recibirá revelación. Si abandona usted sus conceptos y vuelve su corazón hacia el Señor, los velos serán quitados y el dios de este siglo no tendrá base alguna en usted.
La luz está aquí y brilla. Nuestro problema es que nuestro corazón está desviado hacia muchas otras cosas y por consiguiente, capa tras capa de velos nos cubren. Esto le permite al dios de este siglo tener alguna base en nosotros. Como resultado, nuestros pensamientos están oscurecidos, cegados, endurecidos y no podemos recibir revelación, aunque leamos la Biblia y oigamos los mensajes. ¡Cómo necesitamos revelación!
El Señor tuvo mucha misericordia de Saulo de Tarso. Primero, lo derribó y luego le hizo desechar todos los velos. Antes de que el Señor se le apareciera en el camino a Damasco, Saulo tenía completamente velado el entendimiento. Según su opinión, Jesús el nazareno había sido terminado. Había sido crucificado y enterrado y estaba en la tumba. Pero cuando Saulo iba camino a Damasco, el Señor se le apareció desde los cielos, y espontáneamente Saulo clamó: “¿Quién eres, Señor?”. El Señor Jesús respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues”. La respuesta del Señor quitó un pesado velo. La luz del evangelio de la gloria de Cristo resplandeció en Saulo de Tarso, y él vio la gloria de Dios en la faz de Cristo.
Si viéramos tal revelación de esta persona viviente, comenzaríamos por desechar nuestros velos, nuestros conceptos. En segundo lugar, necesitamos volver nuestros corazones hacia el Señor. Según 2 Corintios 3:16, cuando el corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado. Cuanto más vuelva usted su corazón hacia el Señor, menos base tendrá el dios de este siglo en la vida y en el ser de usted. Entonces usted estará bajo el resplandor de la luz celestial y recibirá la revelación tocante la Persona viviente.
Puedo testificar que durante los primeros años de mi vida cristiana tuve poca revelación. Tenía velado el entendimiento. Pero un día los velos empezaron a caer, y la luz brilló dentro de mí. Desde entonces he recibido luz una y otra vez. Por esta razón no me es difícil recibir revelación. Desechemos los velos y, por su gracia y misericordia, volvamos nuestros corazones hacia El.
En 1:15 y 16, Pablo dice que agradó a Dios revelar a Su Hijo en él. Esto quiere decir que revelar al Hijo de Dios le agrada a Dios. Nada le es más agradable a Dios que revelar a la persona viviente del Hijo de Dios.
Además, esta revelación es una revelación interior. Aunque nunca he visto al Señor Jesús exteriormente de una manera física, sí le he visto interiormente. He recibido una revelación interior de esta Persona viviente. Esta revelación interior ocurre en nuestro espíritu a través de nuestra mente iluminada. Debido a que la mente desempeña un papel importante, es crucial que abandonemos nuestros conceptos, todos los cuales están en la mente. Si nos aferramos a los conceptos de nuestra mente, es posible que recibamos una revelación en nuestro espíritu, pero ésta no podrá penetrar nuestra velada mentalidad. Tenemos que abandonar nuestros conceptos para que nuestra mente sea liberada y se vuelva transparente. Entonces, cuando el Espíritu resplandezca en nuestro espíritu, este resplandor entrará en nuestra mente transparente. Entonces recibiremos una revelación interior.
Esta revelación interior tocante a Cristo es subjetiva. No es objetiva como las llamadas visiones del movimiento pentecostal. He estado en reuniones donde la gente afirmaba ver una luz brillante en cierta esquina de la sala. La revelación de la cual hablamos en este mensaje no tiene nada que ver con tal naturaleza exterior. Más bien es totalmente subjetiva.
Esta revelación subjetiva nos es dada en nuestro espíritu por el Espíritu (Ef. 1:17; 3:5). Tanto nuestro espíritu como el Espíritu de Dios son realidad. No podemos negar que dentro de nosotros tenemos un espíritu humano. Ni tampoco podemos negar que el Espíritu divino está en nuestro espíritu. A fin de recibir la revelación del Hijo de Dios, primero debemos abandonar nuestros conceptos. En segundo lugar, debemos tornar nuestros corazones hacia el Señor y no adorar nada sino a El. En tercer lugar, debemos prestar atención a lo profundo de nuestro ser, es decir, a nuestro espíritu. Es en nuestro espíritu donde el Espíritu resplandece, revela a Cristo en nosotros y nos habla de Cristo. También es provechoso orar-leer la Palabra, especialmente versículos de las epístolas de Pablo. Esto nos dará la capacidad para ver a Cristo y para recibir una revelación subjetiva de esta Persona viviente.
La revelación subjetiva de la que hablamos aquí sólo tiene que ver con la persona viviente del Hijo de Dios. Si queremos recibir tal revelación, todos debemos aprender a abandonar nuestros conceptos, a volver nuestro corazón hacia el Señor, a prestar atención a nuestro espíritu y a orar versículos de las epístolas de Pablo. Entonces el Espíritu nos iluminará y nos hablará de Cristo. Como resultado, recibiremos una revelación subjetiva del Hijo de Dios.
Cuanta más revelación recibamos del Hijo de Dios, más vivirá El en nosotros. Cuanto más viva El en nosotros, más llegará a ser para nosotros la bendición única y central del evangelio que Dios prometió a Abraham. Esto quiere decir que El será para nosotros la tierra todo-inclusiva, hecha realidad como el procesado y todo-inclusivo Espíritu vivificante. Esto no debe ser simplemente una doctrina para nosotros. Si abandonamos nuestros conceptos, tornamos nuestro corazón hacia el Señor, prestamos atención al espíritu y dedicamos tiempo a la Palabra, Cristo será revelado en nosotros, vivirá en nosotros y será formado en nosotros. Día a día El llegará a ser un mayor disfrute para nosotros. Como resultado, esta persona viviente hará de nosotros una nueva creación de una manera práctica. El libro de Gálatas a la larga nos lleva a una nueva creación por medio de que recibamos una revelación interior de la persona viviente del Hijo de Dios.
Practiquemos diariamente recibir la revelación por medio de abandonar nuestros conceptos y volver nuestros corazones hacia el Señor. La única manera de recibir una revelación espiritual, interior y subjetiva es por medio de abandonar nuestros conceptos, tornar nuestro corazón hacia el Señor y decirle al Señor que no nos aferramos a nada mas que a El y que nuestro corazón es completamente para El. Luego, si prestamos atención a nuestro espíritu y dedicamos tiempo a la Palabra, recibiremos revelación. La persona viviente vivirá en nosotros y será formada en nosotros. Le gozaremos más y más y El hará de nosotros una nueva creación.
La carga de Pablo al escribir el libro de Gálatas y nuestra necesidad hoy en día es que seamos conducidos a un estado donde tengamos una revelación plena del Hijo de Dios, para así llegar a ser una nueva creación en la cual Cristo vive en nosotros, es formado en nosotros y en la cual nosotros lo disfrutamos siempre como el Espíritu todo-inclusivo.