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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 11

EL PROCEDIMIENTO QUE DIOS USA PARA CUMPLIR SU PROPOSITO

(2)

  En los diez mensajes previos vimos claramente en la Palabra santa que el propósito eterno de Dios consiste en expresarse a Sí mismo por medio del hombre y en conferirle a éste Su autoridad para que ejerza Su dominio sobre la tierra. Vimos también que la vida es el medio que Dios usa para cumplir Su propósito. Como primer paso en el cumplimiento de Su propósito, El creó al hombre de una manera muy específica, pues lo formó como una vasija que le contuviera a El, y no como un instrumento que laborara para El. Romanos 9 expresa claramente que Dios hizo al hombre del polvo de la tierra como vaso de misericordia para honra y gloria a fin de que contuviera a Dios mismo. Por consiguiente, Dios creó al hombre con un órgano especial: el espíritu humano. Nunca debemos olvidar Zacarías 12:1 donde leemos que Dios extendió los cielos, fundó la tierra y formó el espíritu del hombre dentro de él. En este universo se necesitan tres cosas para cumplir el propósito de Dios: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Nuestro espíritu es sumamente importante; es tan vital para cumplir el propósito de Dios como lo son los cielos y la tierra. Aunque el espíritu del hombre no es tan vasto como los cielos ni tan ancho como la tierra, es el aspecto más crucial de nuestro ser.

  En Job 32:8 se afirma: “Ciertamente espíritu hay en el hombre”. Todos saben que el hombre tiene un corazón, una mente, una voluntad y una conciencia, pero pocos entienden que el hombre tiene un espíritu. No nos referimos al Espíritu Santo de Dios, sino al espíritu humano del hombre. Tenemos este órgano.

  Consideremos los órganos de nuestro cuerpo físico: tenemos los órganos del oído, la vista, el olfato, el gusto y del tacto. Con mis ojos puedo ver muchos colores distintos. Si estuviese ciego, no podría comprobar la existencia de estos colores. Aunque los colores de todos modos existirían, yo no podría percibirlos, pues un objeto determinado sólo puede ser percibido por el órgano designado específicamente con ese propósito. Mientras yo hablo, los oídos de ustedes pueden percibir el sonido de mi voz. Si ustedes no tuviesen oídos, pensarían que mi voz no existe. Sucede lo mismo con nuestro olfato. Aunque haya un aroma fragante en este cuarto, necesitamos el olfato para olerlo.

  Dios no creó solamente nuestros órganos físicos, sino también nuestros órganos psicológicos. ¿Cómo podemos determinar la existencia del pensamiento? Comprobamos que existe el pensamiento por la función de nuestra mente. Del mismo modo, podemos sentir el gozo por el órgano afectivo de la alegría que se suscita en nuestra alma. Comprobamos la existencia del pensamiento y del gozo por los órganos correspondientes que están en nuestra alma.

  Además de nuestros órganos físicos y psicológicos, Dios creó un órgano espiritual: el espíritu humano. Aunque resulta difícil entender qué es nuestro espíritu, podemos saber algo al respecto por medio de la función de nuestra conciencia. Aunque pocas personas entienden qué es el espíritu humano, todos conocen el significado de la conciencia. Según la Biblia, la conciencia es el órgano principal de nuestro espíritu humano. ¿Dónde está nuestra conciencia? No es fácil determinarlo. De hecho, también es difícil ubicar nuestra parte emotiva, nuestra mente y nuestro corazón. En realidad, tenemos dos corazones, uno físico y otro psicológico. Es fácil ubicar nuestro corazón físico, pero resulta difícil encontrar nuestro corazón psicológico. No podemos negar que tenemos ese corazón, pero no podemos determinar dónde está. Ocurre lo mismo con nuestra conciencia. Aunque no podemos ubicarla, sabemos que existe porque nos acusa o nos excusa constantemente. Nuestra conciencia protesta continuamente contra nuestro razonamiento y nuestras emociones. Por ejemplo, en la escuela algunos jóvenes tienen la tentación de robar cuando piensan que los demás son ricos, que lo tienen todo y que ellos son pobres. Por consiguiente, deciden robar de los demás, tratando de justificar su acción. La mente está de acuerdo, las emociones asienten, y la voluntad decide. No obstante, cuando el joven está a punto de cometer el robo, su conciencia protesta: “No hagas eso; no está correcto”. Aun cuando él no le haga caso al sentimiento de su conciencia y robe todo lo que quiera, la voz de su conciencia lo condenará durante mucho tiempo. Esta voz interior no viene de la mente, ni de la parte emotiva ni del corazón, sino de la conciencia, y ésta es la parte principal de nuestro espíritu.

  Ahora debemos relacionar eso con un asunto muy importante acerca de Dios. ¿Qué es Dios? Dios es una substancia espiritual. En Juan 4:24 Jesús dice que Dios es Espíritu. Esta mesa que está a mi lado está hecha de madera; la madera es su substancia. Asimismo, Dios es Espíritu; la substancia de Su ser divino es Espíritu. El órgano por el cual podemos percibir ese ser divino es nuestro espíritu humano. Si intentamos experimentar a Dios sin ejercitar nuestro espíritu, será como intentar percibir colores sin usar la vista. Si usamos el órgano equivocado, es imposible percibir a Dios. Alabamos a Dios porque en Su creación El formó un espíritu dentro de nosotros. Por ser hechos como vasijas para contener a Dios, necesitamos nuestro espíritu como receptor correspondiente.

  El receptor de nuestro cuerpo físico es nuestro estómago. Si tuviéramos boca pero careciéramos de estómago, nos resultaría imposible recibir comida para abastecer todo el cuerpo. El estómago no es solamente un receptor, sino también un órgano digestivo que asimila la comida y la distribuye a las células de la sangre. Finalmente, la substancia de la comida digerida y asimilada se convierte en nuestros tejidos orgánicos. Dios tiene la intención de depositarse en nosotros. ¿Cómo lo puede hacer? El lo hace al ser nuestra comida. El mismo Señor Jesús nos dijo que El venía como el pan de vida (Jn. 6:35). El dijo también: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (Jn. 6:57). Esto significa que Jesús no es solamente nuestro Salvador, Redentor y vida, sino también nuestra provisión de vida. El es el pan de vida. Dios desea infundirse en nosotros al ser alimento que podemos recibir. ¿Qué órgano usaremos para ingerir a Dios? Nuestro espíritu humano.

  Debemos orar. La oración no consiste solamente en pedir a Dios que haga cosas por nosotros. Esta idea de la oración es demasiado superficial. Orar es respirar. Cada vez que clamamos: “Oh Padre celestial” o invocamos: “Oh Señor Jesús”, estamos respirando. Cuando respiramos, inhalamos aire. Asimismo, cada vez que oramos a Dios ejercitando nuestro espíritu, recibimos Su ser divino en nuestro espíritu. Dentro de nuestro espíritu lo contenemos a El y, en cierto sentido, lo asimilamos y distribuimos Sus elementos divinos a todo nuestro ser. De este modo Dios entra en nosotros como vida. Nosotros los seres humanos fuimos hechos por Dios de una manera muy específica: fuimos hechos como vasijas que tienen un receptor, nuestro espíritu humano. Este fue el primer paso que Dios dio para cumplir Su propósito.

3. El segundo paso: el hombre recibe a Dios como vida, 2:8-17

  Ahora llegamos al segundo paso. Casi nadie puede llevar a cabo algo en un solo paso. Por consiguiente, después de crear Dios al hombre como vasija con un espíritu humano que lo recibiera y lo contuviera, dio otro paso al poner al hombre delante del árbol de la vida.

a. Puso al hombre frente al árbol de la vida

  Como relaté en el mensaje anterior, cuando yo llevaba poco tiempo como cristiano, me confundía Génesis 2 porque para mí no parecía tener el estilo clásico que se esperaba de la Biblia. Me recordaba el juego de algunos niñitos que hacen objetos de barro y los colocan frente a otros. No obstante, según Génesis 2 Dios puso al hombre frente al árbol de la vida. ¿Qué es la vida? La vida es misteriosa. Incluso los médicos y los biólogos son incapaces de definir la vida. Aunque la vida es misteriosa, Génesis 2 la presenta de una manera palpable y sólida como el árbol de la vida. Tal vez anhelemos conocer el significado del árbol de la vida, pero no debemos apresurarnos. No debemos acercarnos a algo tan misterioso como la vida de una forma apresurada y superficial. Es fácil hablar de un pizarrón, pero resulta muy difícil hablar de la vida. De momento debemos ver simplemente que Dios puso al hombre frente al árbol de la vida.

  Cuando yo era joven y leía los dos primeros capítulos de Génesis, me preguntaba por qué Dios no le había ordenado a Adán que lo adorara como Creador. Pensaba que Dios debía haber dicho a Adán: “Soy tu creador. Debes adorarme por la mañana, al mediodía y por la tarde. Debes adorarme por lo menos siete veces al día. Debes inclinarte, arrodillarte y postrarte delante de Mí. Escribiré algunas alabanzas para que practiques la manera de adorarme”. Este era mi concepto. Yo pensaba que poner al hombre delante del árbol de vida sin hacer nada era algo insensato. Además, creía que después de crear a Eva, Dios debió darles un sermón sobre el matrimonio, diciendo: “Adán, debes agradecerme por darte esa querida esposa. Debes prometerme que la amarás para siempre. Eva, como esposa de Adán, te ordeno someterte a él”. Me parecía muy lógico que Dios pusiera esos requisitos. Bajo la influencia del cristianismo, y particularmente de las ceremonias de boda, me imaginé que Dios daría un sermón sobre el matrimonio a la primera pareja. Sin embargo, Dios no les dio tal discurso. Sólo parecía decirles: “Tengan cuidado con la comida. Deben comer correctamente. No me preocupa el amor ni la carencia de amor que tengas por tu esposa, ni me preocupa tu sumisión o falta de sumisión a tu marido. La adoración no me interesa mucho. Me preocupa lo que coman. Si comen mal, estarán mal. Si comen del árbol erróneo, morirán. Adán, debes entender que no es tan importante lo que haces, sino lo que eres. Serás lo que comes. Si comes muerte, te convertirás en muerte; si comes vida, serás vida. No se trata de hacer sino de ser. Cuídate en lo que comes”. Al principio de mi vida cristiana, me molestaba eso. Francamente, en aquel tiempo no me gustaba Génesis 2. Apreciaba el capítulo 1, que describe la obra creadora de Dios, pero pensaba que el capítulo 2 parecía una caricatura para niños.

  Después de crear al hombre, Dios lo puso delante de un árbol. Dios no le pidió al hombre que obedeciera diez leyes y requisitos. No había ningún mandamiento, sino una colocación. Dios puso al hombre delante del árbol de la vida; El quería que el hombre comiera de ese árbol. Más adelante en ese mensaje, veremos el significado del árbol de la vida.

1) “Al oriente”: el lugar de la gloria resplandeciente

  Según Génesis 2:8 estaba ubicado “al oriente”. Cuando leemos Génesis 2, debemos entender que este relato está escrito en un lenguaje figurativo y que estas figuras deben ser entendidas en su sentido simbólico. En el mensaje diez dije que ver el lenguaje simbólico de la Biblia no es algo equivocado, pues aun el apóstol Pablo hizo una alegoría con respecto a Sara y a Agar (Gá. 4:22-26). Por consiguiente, debemos usar la simbología para entender Génesis 2. En la Biblia “al oriente” se refiere a la dirección de la gloria resplandeciente porque la luz gloriosa del sol viene del oriente (Ez. 43:2). Esto es muy significativo. Cada vez que nos reunimos y tenemos la presencia del Señor, sentimos en lo profundo de nosotros que esta reunión es gloriosa. Después de esa reunión, usted irá a casa y le hablará a su esposa de la gloria que experimentó.

2) “En el Edén”: un lugar delicioso

  Dios puso al hombre en el Edén. En hebreo, la palabra Edén significa delicia. Por tanto, Edén es un lugar placentero, un lugar de deleite y de esparcimiento. No se imagine que es incorrecto divertirse. Indudablemente las diversiones pecaminosas y mundanas de hoy no son sanas, pero la diversión en Dios ciertamente es correcta.

3) En “un huerto”: un lugar hermoso y agradable

  Dios puso al hombre en un huerto, y no en una fábrica ni en una escuela ni en una catedral. El lo puso en un huerto, un lugar que no sólo es agradable y hermoso, sino también un lugar donde crecen cosas. Un huerto no es un patio donde la gente juega, ni una fábrica donde se trabaja, ni una escuela donde se estudia, ni un hospital donde se es aliviado, ni una catedral donde se adora. Un huerto es un lugar en el cual se cultiva, un lugar para producir vida. La idea central de Génesis 1 y 2 es la vida. A Dios no le preocupa mucho la educación ni la adoración. El se interesa por el crecimiento. Por tanto, puso al hombre en un huerto. La vida de iglesia no debe parecerse a una escuela ni a una catedral; la vida de iglesia debe ser un jardín. En 1 Corintios 3:9 Pablo dice: “Sois labranza de Dios”. En 1 Corintios 3, el pensamiento que Pablo expresa es idéntico al que presenta Dios en Génesis 2, pues una labranza es un lugar en el cual se cultiva. El huerto exhibe cosas hermosas puesto que produce vida. Por el contrario, resulta difícil encontrar belleza en una fábrica. El lugar más agradable y más hermoso es un huerto lleno de plantas multicolores que crecen allí. ¡Alabado sea el Señor porque el hombre fue puesto en un huerto!

4) Con todo “árbol”

  En el huerto lo más importante son los árboles. En las Escrituras, el concepto del árbol es crucial. Cuando las Escrituras mencionan al hombre, tanto al principio como al final, mencionan también el árbol. Del árbol depende si el hombre vivirá o morirá, si vivirá eternamente o perecerá (cfr. Gn. 2:16-17; 3:1-3, 22, 24; Ez. 47:12; Ap. 22:2, 14, 19). El concepto del árbol es absolutamente vital para el destino del hombre.

a) “Delicioso a la vista”: para complacer al hombre

  Al hacer todo árbol delicioso a la vista (Gn. 2:9), Dios quería complacer al hombre y hacerlo feliz. La intención de Dios no era que el hombre trabajase, sino que fuera totalmente satisfecho y complacido. Esto va en contra de nuestro concepto religioso, que se centra en la adoración a Dios. Cuando llevaba poco tiempo como cristiano, vi a muchos adoradores de Dios con caras largas. Pero a Dios no le interesa esa clase de adoración. A El le preocupa nuestra felicidad. Esta es la razón por la cual dice en los Salmos en varias ocasiones: “Aclamemos alegremente a Jehová” (Sal. 95:1; 100:1). Dios se complace en nuestras caras sonrientes. Le agrada ver que estamos complacidos y satisfechos con El. No piense en lo que usted ha hecho por Dios ni en lo que debería hacer por El. Usted debe considerar lo alegre que está en el Señor. Romanos 14:17 dice que el reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Usted debe regocijarse en la presencia de Dios. Si usted no se alegra en la presencia de Dios y si no está feliz, eso significa que está equivocado en cuanto a El. Todo lo que haga por Dios se le convertirá en una pesada carga si no siente ninguna alegría. Usted no tiene por qué llevar esa carga; necesita alegría. Debe estar alegre, complacido y plenamente satisfecho por Dios y con Dios.

b) “Bueno para comer”: a fin de satisfacer al hombre

  Génesis 2:9 indica que los árboles eran buenos para comer. Observe que la Biblia no dice que los árboles eran buenos para producir materiales, pues el concepto de Génesis no incluye labores ni realizaciones humanas. Por consiguiente, no se menciona ningún material para obras manuales. El concepto de Génesis 2 se centra plenamente en la vida. Por consiguiente, dice que los árboles eran buenos para comer porque la comida está relacionada con la vida. Sin alimento, no podemos vivir. El alimento mantiene nuestra vida y nos satisface.

c) El “árbol de la vida” era el centro

  El árbol de la vida estaba en medio del huerto. Si estudiamos el relato de Génesis 2, nos daremos cuenta de lo siguiente: con excepción del árbol del conocimiento del bien y del mal, el único árbol que se nombra es el árbol de la vida. No conocemos los nombres de los demás árboles, pero sí sabemos que había un árbol que se llamaba el árbol de la vida. Esto demuestra que el árbol de la vida constituía el centro.

(1) El centro del universo

  El árbol de la vida es el centro del universo. Conforme al propósito de Dios, la tierra es el centro del universo, el huerto de Edén es el centro de la tierra, y el árbol de la vida es el centro del huerto de Edén. Debemos ser conscientes de que todo el universo gira en torno al árbol de vida. Aparte de ese árbol, no hay nada más crucial para Dios y para el hombre. Es muy significativo ver que el hombre fue puesto en el huerto delante del árbol de la vida.

(2) Capacita al hombre para que reciba a Dios como vida

  Este árbol capacita al hombre para que reciba a Dios como vida. ¿Cómo podemos comprobar eso? Los siguientes libros de la Biblia revelan que Dios es vida. Por tanto, el árbol de la vida que estaba en el huerto demostraba que Dios desea ser nuestra vida en forma de alimento. Conforme al Evangelio de Juan, un día Dios se hizo carne (Jn. 1:1, 14). En El estaba la vida (Jn. 1:4). La vida que exhibía el árbol de vida en Génesis 2 era la vida que se encarnó en Jesús, quien era Dios en carne. Jesús nos dijo que El mismo era vida (Jn. 14:6). Además, Juan 15 nos dice que Cristo es un árbol, la vid. Por una parte, El es un árbol; por otra, El es vida. Cuando juntamos todos estos pasajes de Juan, vemos que Jesús es el árbol de vida. Jesús dijo que El es el pan de vida, lo cual significa que El vino a nosotros como el árbol de la vida en forma de alimento.

  No es fácil entender la Biblia. Déjenme hacer una pregunta: ¿Qué tan alto era el árbol de la vida? Si me lo preguntan a mí, contestaré que no era más alto que yo. Doy esta respuesta porque Adán, quien fue puesto delante del árbol de la vida, probablemente no era más alto que yo. Si el árbol de la vida tuviese una gran altura, su fruto habría estado fuera de nuestro alcance. Adán y Eva no tenían ni escalera ni instrumento alguno para coger el fruto de ese árbol. Por consiguiente, creo que el árbol de vida no era muy alto.

  Jesús, por ser el Dios todopoderoso, es altísimo, pero cuando vino a nosotros como comida El fue humilde. El era un pan. Incluso fue las migajas que caen debajo de la mesa (Mt. 15:21-27). Este Jesús que vino a nosotros como vida en forma de alimento no era alto ni grande; El era pequeño y humilde. Todo lo que comemos debe ser más pequeño que nosotros; de lo contrario, no podríamos ingerirlo. Aun cuando nuestra comida sea más grande que nosotros, debemos cortarla en pedazos lo suficientemente pequeños para poderla ingerir. Por tanto, Jesús vino a nosotros como vida en forma de comida. El dijo: “Soy el pan de vida”, y: “El que me come, él también vivirá por Mí”. Dios en el Hijo es el árbol de vida bueno para ser comido. Día tras día podemos alimentarnos de El. Podemos comerlo a El.

(3) Tipifica a Cristo

  El árbol de vida tipifica a Cristo quien imparte vida al hombre y quien lo complace y lo satisface (cfr. Jn. 15:1; Éx. 15:25). Cristo nos imparte la vida divina, nos complace y nos satisface. Muchos de nosotros podemos dar testimonio de eso. Podemos decir: “¡Aleluya! Jesús me ha impartido vida. El me satisface siempre”. Este es el árbol de la vida.

5) Con un “río”

  Cerca del árbol hay un río (Gn. 2:10). Puesto que éste es un árbol de vida, el río también debe ser de vida. Al final de la Biblia vemos también un río de vida que fluye y un árbol de vida que crece (Ap. 22:1-2). Al principio y al final de la Biblia encontramos el árbol de vida y un río que fluye con agua viva. En las Escrituras, el concepto del río también es crucial. Cuando las Escrituras mencionan al hombre, tanto al principio como al final, también mencionan el río. Recibir a Dios como vida, disfrutar de la grosura de Dios, satisfacer la sed, ser regados, crecer y regocijarnos son cosas que dependen completamente del río (cfr. Sal. 36:8-9; 46:4; 65:9; Éx. 17:1-7; Jl. 3:18; Zac. 14:8; Jn. 4:14; 7:37-38; Ap. 22:1-2).

  Si usted recibe al Señor Jesús, en seguida sentirá que en lo profundo de su ser algo lo riega. Algo fluye dentro de usted. ¿No ha tenido usted esta experiencia? Cada vez que dice: “Señor Jesús, te amo” o cada vez que ora al Señor, significa que lo recibe una vez más; usted siente que algo fluye dentro de usted. Cada mañana debe tomar a Cristo como su desayuno, al mediodía El debe ser su almuerzo, y por la noche lo debe comer como cena. Usted debe comer a Cristo por lo menos tres veces al día. Si hace eso, el agua de vida lo regará a usted interiormente. Nunca estará seco. Quizás usted trabaje en una oficina todo el día y llega a casa, cansado y extenuado del trabajo, sintiéndose bastante seco. Si toma a Jesús como su cena, brotará agua viva dentro de usted. “Salía de Edén un río para regar el huerto”. Este fluir evacuará muchas cosas viejas de su ser. Nuestra experiencia y el relato divino que consta en la Biblia nos dicen que este río es necesario.

  Aunque Génesis 2 parece ser un relato de la creación, en realidad fue escrito según la experiencia de vida. El árbol de vida y el río que fluye indican que cada vez que recibimos a Jesús como alimento, ese alimento imparta la vida divina, una vida que riega y fluye. En Apocalipsis 22:1-2 vemos que el río de vida con el árbol de vida que crece en él, procede del trono de Dios. Este cuadro es una prueba adicional que demuestra que el árbol de la vida y el río de vida representan la experiencia genuina de la vida. Cada vez que ingerimos a Dios en Cristo como vida nuestra, tenemos este río que fluye dentro de nosotros para regarnos y obrar en gran manera dentro de nosotros.

a) Regar, satisfacer la sed y emanar vida

  Este río fue hecho para regar el huerto a fin de que en éste crecieran productos llenos de vida. Indudablemente satisfacía también la sed del hombre para que éste pudiese sobrevivir. Todo eso significa que el río producía el fluir de la vida. En nuestra vida física debemos beber mucha agua para mantener la circulación de nuestra sangre. El fluir de nuestra vida física depende del agua. Del mismo modo, día tras día debemos tomar el agua de vida para mantener el fluir de la vida divina dentro de nosotros. Esto nos proporciona la circulación espiritual de la vida divina.

b) Brota de Edén

  El río fluye de Edén, lo cual significa que brota de Dios. En Apocalipsis 22, el río de agua de vida procede del trono de Dios. Es también un fluir que procede de Dios mismo. Dios, la vida misma, es la fuente de agua viva, y fluye a nosotros para que le disfrutemos.

c) Un solo río se convierte en cuatro brazos

  Este río es un solo río. ¿Tiene usted dos ríos? Aunque aquí puede haber mil creyentes, de todos modos tenemos un solo río porque todos procedemos de la misma fuente: Dios el Creador. La fuente es una sola; por tanto, el curso también debe ser uno solo.

  Este río único se dividió en cuatro brazos (Gn. 2:10-14). ¿Qué significa eso? Esto significa que el río procede de Dios, quien es la fuente y el centro, para llegar a los hombres en todas las direcciones. En la Biblia el número uno es el número de Dios, el Creador, pues El es único. El número cuatro representa al hombre, la criatura. Puesto que los hombres viven en las cuatro direcciones, el único río de Dios fluye en todas las direcciones para llegar hasta ellos.

(1) El primer brazo

  El nombre del primer brazo es Pisón, que significa “correr libremente” (cfr. Is. 55:1; Ap. 22:17). Este río fluye sin costo alguno, pues es gratuito. Fluye a la tierra de Havila, que significa “hacer crecer”. Este brazo del río fluye libremente para que crezca todo lo que contiene vida (cfr. Ez. 47:9, 12).

  Este fluir también contiene oro, el cual representa la naturaleza divina (cfr. 2 P. 1:4). Si usted no experimenta esto, no entenderá lo que significa; si tiene alguna experiencia, podrá decir: “Amén”. Cuando la vida de Dios fluye en nosotros, nos trae el oro, la naturaleza divina. En el mensaje anterior dije que no me gusta ser un hombre de oro y que prefiero ser de polvo porque en el oro no crece la vida. En la perspectiva del crecimiento en vida, resulta muy bueno ser hombres de polvo. No obstante, necesitamos que el elemento del oro nos sea añadido. Con el tiempo, llegaremos a ser hombres de oro. En 1 Corintios 3 Pablo nos amonesta a ser cuidadosos con nuestra obra de edificación, y nos pide que usemos los materiales adecuados, de los cuales el primero es el oro. Además, en Apocalipsis 1 se nos dice que las iglesias son candeleros de oro. Los candeleros no son hechos de barro, sino de oro. En Romanos 9, somos polvo; en Apocalipsis 1, somos oro. ¿Cómo puede el polvo ser reemplazado por el oro? La vida divina debe fluir dentro de nosotros para impartirnos el oro. Sucede lo mismo con el oro físico que se encuentra frecuentemente en un río. Antes de experimentar a Cristo como el fluir de vida, no teníamos nada de la naturaleza divina, nada de oro. Ahora tenemos oro en nosotros por el fluir de la vida divina. Dentro de nosotros se ha introducido algo precioso y de peso, el elemento mismo de Dios.

  El fluir del río también produce la perla. En esta ocasión no tenemos tiempo para definir la perla; diremos solamente que se trata de una substancia que procede de una transformación. Representa al nuevo hombre regenerado (cfr. Mt. 13:45) porque la perla no es un elemento creado sino una substancia que ha sido transformada.

  Además, el fluir del río produce la piedra de ónice, que representa al hombre transformado, el cual expresa la gloriosa imagen de Dios (cfr. Ap. 4:3; 2 Co. 3:18). Ahondaremos más en este tema en el mensaje siguiente.

  El primer brazo, Pisón, significa que el río de vida fluye libremente, haciendo crecer todas las cosas y trayendo consigo tres clases de materiales preciosos: el oro, la perla y las piedras preciosas. Si leemos toda la Biblia, veremos que estos materiales se encuentran en la Nueva Jerusalén. Los materiales traídos por el fluir del río de vida sirven para edificar la morada de Dios. Sólo pueden ser traídos por el fluir de la vida divina. En otras palabras, la vida divina que fluye en nosotros hace de nosotros los materiales para el edificio de Dios. Este es el significado del primer brazo del río.

(2) El segundo brazo

  El segundo brazo se llama Gihón, que significa turbulencia de aguas. Las turbulencias implican plenitud (cfr. Jn. 4:14; 7:38). Este río corre como una inundación poderosa. Supongamos que tenemos varias gotas de agua. Esa cantidad de agua no puede generar una turbulencia. Si queremos tener una turbulencia como las cataratas del Niágara, necesitamos una enorme cantidad de agua. La turbulencia del agua indica su plenitud.

  Este río fluye hacia Cus. Cus es el antiguo nombre hebreo que designa a Etiopía, y significa rostro negro, lo cual representa la naturaleza maligna e inmutable de los pecadores (cfr. Jer. 13:23; Ro. 7:18). Yo era cusita antes de ser salvo; era negro, pecador y maligno. De hecho, todos éramos cusitas; éramos muy negros, y nuestra naturaleza era maligna. Desde la perspectiva humana, esta naturaleza jamás puede cambiar. Alabado sea el Señor porque la turbulencia de las aguas divinas nos regenerarán y nos transformarán en otra persona. El fluir del río divino es tan rico y fuerte que puede cambiar nuestra naturaleza maligna, e incluso puede glorificarnos. Aunque los cusitas no pueden cambiar la piel de su rostro, nuestro cutis negro y maligno tiene la posibilidad de ser plenamente transformado por la turbulenta corriente del fluir de la vida divina.

(3) El tercer brazo

  El tercer brazo se llama Hidekel (el nombre hebreo del Tigris), que significa rápido, lo cual implica poder (cfr. Fil. 3:10; Ef. 1:19-20). El agua que fluye con rapidez tiene poder. El Hidekel fluye hacia Asiria, que significa plano, lugar habitado. Esto nos indica que el fluir del agua viva llega al lugar en donde mora la gente (cfr. Jn. 10:10b; 7:37).

(4) El cuarto brazo

  El cuarto brazo es llamado Perat (el nombre hebreo del Eufrates), que significa dulce, fértil o fructífero (cfr. 2 Co. 2:14; 2 P. 1:3-8, 11; Gá. 5:22-23). ¡Alabado sea el Señor! El último brazo del fluir de agua viva nos trae dulzura, y nos hace fértiles y fructíferos. Hace poco hablábamos de llevar fruto. ¿Cómo podemos llevar fruto? Sólo por el fluir del río de vida que corre dentro de nosotros. Mientras la vida fluya adentro, nos traerá dulzura, y nos hará fértiles y fructíferos. ¡Esto es maravilloso!

  Si juntamos los cuatro brazos del único río, tenemos un cuadro completo del Nuevo Testamento. Necesitamos todo el Nuevo Testamento para definir los cuatro brazos del único río de la vida divina.

  Una vez más, quisiera decir que todo lo que encontramos en el libro de Génesis es una semilla, el crecimiento de la semilla está en el Nuevo Testamento, y la cosecha se halla en el libro de Apocalipsis. La semilla del río que fluye es sembrada en Génesis 2, el crecimiento se produce en los siguientes libros de la Biblia, y la cosecha se encuentra en el libro de Apocalipsis. Necesitamos toda la Biblia para hallar el verdadero significado del cuadro en Génesis 2. Dios en Su Hijo Jesucristo es vida para nosotros en forma de alimento. Si lo ingerimos a El, no sólo hallamos satisfacción, sino que esta vida se convertirá en un río que corre dentro de nosotros. Esta agua será un torrente que fluye en nosotros para regenerarnos, transformarnos y hacernos dulces y fructíferos. Con este fluir seremos el oro, la perla y las piedras preciosas con los cuales se edificará la morada de Dios, la Nueva Jerusalén. ¡Alabado sea el Señor! Así cumple Dios Su propósito eterno. No obstante, no es más que el segundo paso. Abarcaremos el tercer paso en el mensaje siguiente.

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