Mensaje 12
En este mensaje quisiera considerar, a modo de paréntesis, los materiales preciosos que se revelan en varios pasajes de la Biblia. Gn. 2:10-12 menciona tres categorías de esos materiales: el oro, las perlas y la piedra de ónice. Apocalipsis 21 habla de oro, de perlas y de variedades de piedras preciosas (Gn. 2:11-14, 18-21). Si leemos Éx. 28:6-21, descubriremos que unas piedras de ónice engastadas en monturas de oro fueron colocadas sobre los hombros del efod, y que sobre el pectoral que llevaba el sumo sacerdote se montaron doce piedras preciosas. En 1 Corintios 3:12 también se mencionan los materiales preciosos. Pablo dice que debemos mirar cómo sobreedificamos la iglesia, que debemos edificar con oro, plata y piedras preciosas. Aunque Pablo reemplaza las perlas por la plata, las otras dos substancias siguen siendo las mismas. El Señor Jesús habló de piedras cuando dijo a Pedro que éste era una piedra para la edificación de la iglesia (Mt. 16:18). Más adelante Pedro, en su primera epístola, dijo que todos somos piedras vivas con las cuales se edifica una casa espiritual (1 P. 2:5).
También debemos prestar atención a una palabra sumamente crucial en el Nuevo Testamento: transformación. Esta palabra es traducida acertadamente del griego en Romanos 12:2 donde dice que debemos ser transformados por la renovación de nuestra mente [y en 2 Corintios 3:18, donde dice]: “Transformados en la misma imagen”. De modo que en el Nuevo Testamento, la palabra griega traducida transformación se usa por lo menos dos veces. El equivalente en nuestro idioma es “cambio metabólico”. La transformación no es meramente un cambio exterior, sino un cambio orgánico, un cambio metabólico. Transformar significa convertir una substancia de una forma y elemento en otra forma y elemento. Las piedras preciosas son producidas por el proceso de transformación. Este es el significado de la transformación.
Muchos cristianos no saben que la Biblia habla de la transformación. Así que dedicaremos este mensaje a dicho asunto. En los mensajes anteriores vimos el propósito eterno de Dios, el cual consiste en expresarse a Sí mismo y en expresar Su dominio por medio del hombre. En Su deseo de cumplir ese propósito, Dios creó al hombre de una manera específica como una vasija que lo contuviera a El como vida. Por consiguiente, Dios creó al hombre con un espíritu humano para que éste se relacionara con El, lo recibiera, lo retuviera y lo asimilara en todo su ser. Después de crear al hombre de esta manera, Dios lo puso en un huerto en cuyo centro estaba el árbol de vida. Junto con el árbol de la vida se encontraba un río de agua viva, y en la corriente de ese río había oro, perlas y piedras de ónice. Génesis 2 lo describe claramente.
¿Qué significa esta descripción? Sabemos que la Biblia es muy económica; en ella no se desperdicia un solo párrafo, frase o palabra. Cada palabra es dada por el aliento de Dios (2 Ti. 3:16). Por tanto, debemos conocer la razón por la cual Dios usó casi un capítulo entero para describir un huerto, un árbol, un río y tres materiales preciosos. ¿Qué significa todo eso?
La Biblia entera constituye la revelación de Dios, y la mayoría de las semillas de esta revelación fueron sembradas en Génesis 1 y 2. Por ejemplo, Dios, el hombre y la vida son algunas de las semillas sembradas en Génesis 1 y desarrolladas en toda la Biblia. Las semillas sembradas en Génesis crecen en los siguientes libros de la Biblia, y particularmente en el Nuevo Testamento, produciendo un cultivo en las epístolas y una cosecha en Apocalipsis. Casi todo lo que se siembra en Génesis 1 y 2 es segado y forma una gran cosecha en el libro de Apocalipsis.
Basándonos en ese principio, consideremos algunos puntos que aparecen tanto en Génesis como en Apocalipsis. En Génesis 2, vemos el árbol de la vida en medio del huerto. Luego descubrimos un río que corre junto al árbol y produce oro, perlas y piedras de ónice. El escenario en que se encuentra todo esto es un huerto, y un huerto representa las cosas naturales que Dios creó. En un huerto, podemos ver el crecimiento de las cosas creadas.
Cuando llegamos a Apocalipsis 21 y 22, no encontramos un huerto sino una ciudad. Una ciudad no es creada sino edificada. En Génesis 2 vemos la creación; en Apocalipsis 21 y 22 descubrimos el edificio. En la ciudad también tenemos el árbol de la vida. Por tanto, la Biblia empieza y termina con vida. Además, en la ciudad encontramos un río de agua viva que sale del trono de Dios. Esto corresponde al río que había en el huerto. Además, en Apocalipsis encontramos las tres categorías de materiales preciosos, no en un estado natural, sino edificados como una ciudad de oro, perlas y piedras preciosas. Por consiguiente, la semilla sembrada en Génesis es la cosecha segada en Apocalipsis. El crecimiento de la semilla y el desarrollo de la cosecha se encuentran entre Génesis y Apocalipsis. Este no es nuestro concepto humano; es la revelación de la Palabra divina contenida en los primeros capítulos de la Biblia y en los últimos.
Al principio de la Biblia vemos un huerto, y al final, vemos una ciudad. Entre el huerto y la ciudad transcurre un largo proceso, y se debe llevar a cabo una extensa obra. No obstante, la semilla sembrada en el huerto llega a ser la cosecha en la ciudad. Esta semilla incluye el árbol de la vida, un río y los tres materiales preciosos. En el período de cosecha de Apocalipsis, los materiales ya no se encuentran en un estado natural, sino que llegan a ser un edificio bien entretejido. La Nueva Jerusalén es un edificio de oro, perlas y piedras preciosas.
Si leemos Apocalipsis 21 y 22 detenidamente, descubriremos que la Nueva Jerusalén es una montaña de oro. No es un edificio de barro. Esta montaña de oro también es una ciudad de oro. De manera que el oro es el sitio, el terreno, sobre el que se edifica la ciudad. Las piedras preciosas constituyen el muro de la Nueva Jerusalén, y en este muro cada puerta es una perla enorme. El sitio donde se alza la Nueva Jerusalén es de oro, el muro se compone de piedras preciosas, y cada una de las doce puertas es una perla. Por consiguiente, esta ciudad está hecha de los materiales preciosos que se encuentran en estado natural en el huerto. En Génesis las substancias preciosas se hallan en el huerto; en Apocalipsis constituyen una ciudad.
Esta no es mi interpretación. Entre Génesis y Apocalipsis tenemos 1 Corintios. En 1 Corintios 3, Pablo dice que como arquitecto él puso el único fundamento, Jesucristo, y que todos debemos mirar cómo sobreedificamos. ¿Qué materiales usamos en la edificación de la iglesia? Pablo nos exhorta a edificar con oro, plata y piedras preciosas. (Más adelante veremos la razón por la cual él sustituyó las perlas por la plata). Así podemos ver que no sólo la Nueva Jerusalén es edificada con oro, perlas y piedras preciosas, sino que también la iglesia en esta era debe ser edificada con oro, plata y piedras preciosas, y no con madera, heno y hojarasca. Como lo veremos, el oro contrasta con la madera, la plata está en oposición al heno, y las piedras preciosas a la hojarasca.
Cuando vi eso al poco tiempo de hacerme cristiano, me entusiasmé. Vi un huerto en Génesis 2, en el cual había materiales preciosos. Vi una ciudad en Apocalipsis, construida con esos mismos materiales. Entre Génesis y Apocalipsis vi una iglesia edificada con oro, plata y piedras preciosas. Vi que la iglesia se compone de todo el pueblo redimido, y que esta composición es un edificio. ¿Quién es el oro, la plata y las piedras preciosas? Usted y yo. Nosotros los redimidos de Dios somos los materiales con los que se construye el edificio espiritual de Dios.
En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios también tenía un pueblo, los hijos de Israel. La persona más prominente entre ellos era el sumo sacerdote, el cual los representaba en la presencia de Dios. Cada vez que él entraba en la presencia de Dios para interceder por el pueblo, tenía que llevar dos placas en los hombros y un pectoral. En las placas de los hombros se encontraban dos grandes piedras de ónice sobre los cuales estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel. En el pectoral se encontraba un hermoso marco de oro fino, e incrustadas en ese marco se hallaban doce piedras preciosas en cuatro hileras de tres cada una. Las doce piedras del pectoral corresponden al número doce en la Nueva Jerusalén. El número doce en la ciudad y en el pectoral se compone de cuatro por tres. Por ejemplo, el pectoral tiene cuatro hileras de tres piedras, y la ciudad tiene cuatro lados con tres puertas en cada lado, cuyo producto es doce en el pectoral y también en la ciudad. Así que, el número de las piedras engastadas en el pectoral del sumo sacerdote era el número de la Nueva Jerusalén. Además, en estas doce piedras estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel. En Apocalipsis 21 encontramos los nombres de las doce tribus sobre las doce puertas de la ciudad. Esto es muy significativo.
Consideremos el significado de eso. En el Nuevo Testamento, vemos una iglesia construida de oro, plata y piedras preciosas. En el Antiguo Testamento vemos al pueblo de Dios compuesto de oro y de piedras preciosas convertido en una entidad completa. A los ojos de Dios, el pectoral del sumo sacerdote formaba parte de la miniatura de la Nueva Jerusalén venidera. Del mismo modo, la iglesia edificada con oro, plata y piedras preciosas también forma parte de la miniatura de la Nueva Jerusalén. En el Antiguo Testamento, vemos a Israel con las doce tribus. En el Nuevo Testamento tenemos la iglesia con los doce apóstoles. Por consiguiente, Israel y la iglesia constituyen la Nueva Jerusalén. Los nombres de las doce tribus de Israel se encuentran en las doce puertas de la Nueva Jerusalén, y los nombres de los doce apóstoles de la iglesia están sobre los doce cimientos de la ciudad. Este edificio abarca toda la Biblia desde el principio, con el huerto de Génesis, hasta la conclusión, con una ciudad en Apocalipsis. Entre el huerto y la ciudad se encuentran dos pueblos: Israel y la iglesia. Tanto Israel como la iglesia tienen doce nombres. Finalmente, todos fueron transformados en oro, plata o perlas, y piedras preciosas. Por lo tanto, el huerto, la ciudad y los dos pueblos están relacionados con las tres categorías de materiales preciosos.
En la Biblia, entre el huerto y la ciudad, existen solamente dos pueblos: Israel y la iglesia, representados por el oro y las piedras preciosas, construidas como la morada de Dios, pero estos dos pueblos disfrutan también de la vida y del río. En Salmos 36:8-9 se nos dice que los hijos de Israel disfrutaban la fuente de vida y el torrente de las delicias de Dios. En Juan 6 y 7 se indica que los que constituyen la iglesia disfrutan el pan de vida y los ríos de agua viva. Así que, la Biblia no sólo menciona continuamente los materiales preciosos, sino también la vida y el río que aparecen al principio y al final.
¿Por qué se encuentran las perlas en Génesis 2 y en Apocalipsis 21 y la plata en 1 Corintios 3? En 1 Corintios 3 vemos la plata porque en tipología la plata representa la redención. La redención aniquila el pecado. Si no existiese el pecado, no habría necesidad de redención. En el huerto de Génesis 2 no había ningún pecado, y por la eternidad en la Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 el pecado estará desterrado. El pecado entró en Génesis 3 y será completamente eliminado en Apocalipsis 20. Por consiguiente, no encontramos pecado ni en Génesis 2 ni en Apocalipsis 21. Por tanto, en estas situaciones no se necesita la redención, o sea, la plata. Allí no es necesaria la plata, la cual trae redención, sino la perla, que tiene que ver con la regeneración. La redención consiste en eliminar el pecado, y la regeneración, en traer la vida divina. La plata representa la redención que aparece entre Génesis 2 y Apocalipsis 21 debido al gran problema del pecado, el cual requiere la redención. En la era actual necesitamos la plata.
Con este trasfondo, llegamos al tema de la transformación. Ya vimos que Dios tiene un propósito, y para cumplirlo creó al hombre como vasija que lo contuviera a El, poniendo en él un espíritu humano. El Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana que Dios es Espíritu y que los que desean adorarle deben adorarle en espíritu (Jn. 4:24). Si hemos de adorar a Dios, debemos usar el órgano apropiado. Por ejemplo, no podemos beber agua con nuestros oídos; lo hacemos con nuestra boca. Dios es el agua viva. Si queremos beberlo como nuestra agua viva, debemos ejercitar nuestro espíritu para tocarlo a El. Cuando ejercitamos nuestro espíritu para tocar a Dios el Espíritu, en realidad estamos bebiendo a Dios como el agua viva (14, Jn. 4:24). De manera que Dios hizo al hombre con un espíritu para que éste se relacionara con él y lo adorara.
Dios es vida. Dios mismo es el árbol de la vida. Cuando El se hizo carne, se reveló como vida y como el suministro de vida. Cristo es el pan de vida (Jn. 6:35). Todo lo que comamos lo asimilará nuestro ser. Esto es muy significativo. Dios viene a ser vida para nosotros en forma de comida. Debemos recibirlo a El comiéndole. Una vez en nosotros, Dios se hace el fluir de vida dentro de nosotros. Una comida adecuada requiere algo sólido y algo líquido. Juan 6 trata del pan de vida que debemos comer, y Juan 7 habla del agua viva que debemos beber. Si tenemos pan sin agua, nos será difícil comerlo. ¿Cómo podemos digerir y asimilar nuestra comida sin agua? Necesitamos el fluir de la vida. En Génesis 2 vemos el árbol de vida que podemos comer y el río que fluye para que lo bebamos. Empezamos con la comida y seguimos con el agua. Cuando recibimos al Señor como alimento, lo tenemos también como el agua que fluye dentro de nosotros.
En el mensaje once vimos que esta corriente de agua viva produce tres clases de materiales. El primero es el oro, el cual tipifica la naturaleza de Dios. Todos los eruditos bíblicos están de acuerdo en afirmar que en tipología el oro representa la naturaleza divina. El oro no es una substancia transformada, sino un elemento natural. A diferencia del oro, la perla y las piedras preciosas son materiales transformados, pues han pasado de una forma a otra. El oro es un elemento creado y nunca puede ser transformado ni alterado. Esto es significativo. El hierro o el acero pueden cambiar con el paso de los años, pero el oro permanece inmutable. Es el elemento más fuerte e inalterable. Por consiguiente, el oro es muy costoso y valioso. Por eso en la tipología Dios usó el oro en representación de Su naturaleza divina. La naturaleza divina fue introducida en nuestro ser. El elemento de oro nos fue añadido (2 P. 1:4; 1 Co. 3:12; Ap. 21:18, 21).
Cuando usted adore a Dios u ore a El durante cierto tiempo, se sentirá como de oro. Sentirá que resplandece, que es valioso y que tiene peso. El oro tiene mucho peso. Antes de orar de esta manera, usted estaba ligero y liviano. Pero después de orar dos horas, tendrá en su interior un elemento precioso, resplandeciente y de peso. ¿No ha tenido usted esta experiencia? Cuando ora a Dios el Padre o invoca el nombre del Señor Jesús, la vida divina fluye dentro de usted produciendo oro.
Ahora me gustaría hablar con las hermanas acerca de ir de compras. Supongamos que ustedes oran dos horas. Después de orar, se sienten preciosas y con peso. Luego van a las tiendas, y se olvidan del oro interno. Si ustedes compran de esa manera, sentirán que su oro se esfuma y desaparece. Aunque permanece algo dentro de usted, tiene la sensación de que ha desaparecido. Por el contrario, suponga que desea ir de compras después de haber orado por dos horas, y que en su interior el oro divino no está de acuerdo. Si usted responde: “Amén, Señor. No iré”, sentirá que el peso del oro ha aumentado dentro de usted. Si andamos continuamente en el espíritu, sentiremos que el oro interior se incrementa constantemente. La naturaleza divina se incrementará dentro de nosotros.
¿Cuánto “oro” lleva usted por dentro? Tal vez algunos tengan que reconocer que tienen muy poco. Si oramos y andamos en el espíritu, el oro interior se incrementará cada día. El fluir de la vida divina nos añadirá más naturaleza divina. Aunque fuimos hechos del polvo, la intención de Dios es impartirnos Su oro mediante el fluir de Su vida. De esta manera empieza el proceso de transformación.
La transformación requiere que un nuevo elemento sea añadido al elemento original. Supongamos que soy una persona de tez pálida. Si usted me maquilla, eso será una decoración exterior, y no una transformación interior. Si deseo cambiar verdaderamente, se me debe añadir un nuevo elemento. ¿Cómo puede hacerse esto? Por mi alimentación. Si ingiero comidas sanas día tras día, pasaré por una transformación interior, un cambio metabólico en vida. Cuando sucede un cambio metabólico, se añaden nuevos elementos y los viejos elementos son evacuados. En esto consiste la trasformación.
¿Qué representa la perla? La perla era lo que Dios tenía en mente originalmente, pero fue reemplazada por la plata en 1 Corintios debido a que se hizo necesaria la redención. Cuando yo era joven, no sabía a qué se refería la Biblia cuando mencionaba la perla. Pero después de pasar por muchas experiencias con el Señor, entendemos ahora el significado de la perla.
Considere cómo se forma una perla. Una ostra que vive en el mar es herida por un grano de arena. La ostra segrega un jugo vital alrededor del grano de arena hasta convertirlo en perla. Cristo es la ostra que vivía en el océano de este mundo. Nosotros somos los granos de arena que lo hieren y después de herirlo, permanecemos en Su herida. Su vida segrega Su esencia de vida, que nos envuelve en capas sucesivas. Finalmente, después de estar totalmente envueltos con esta secreción de vida, nos convertimos en una perla (Mt. 13:46). Esta es la experiencia de la regeneración. Originalmente, éramos granitos de arena, pero nos hemos convertido en perlas por el jugo vital de Cristo, que envolvió nuestro ser. Cada puerta de la Nueva Jerusalén es una perla y representa la entrada al reino de Dios (Ap. 21:21). El Señor Jesús dijo que si no nacemos de nuevo no podemos entrar en el reino de Dios (Jn. 3:5; cfr. Tit. 3:5). Todos nacimos de nuevo y podemos entrar en el reino. Además, por ser perlas, llegamos a convertirnos en la entrada misma.
Después de entrar en la Nueva Jerusalén por la puerta de perla, nos encontramos en la calle de oro (Ap. 21:21). Esto significa que andamos conforme a la naturaleza divina y que la naturaleza divina llega a ser nuestro camino. La regeneración es nuestra puerta, y la naturaleza divina es nuestro camino. No pregunte a los demás qué debería hacer. El Señor Jesús es su camino (Jn. 14:6). Usted sólo debe andar siguiendo la calle de oro, la naturaleza divina que está dentro de usted. Hermanos, ¿se cortan ustedes el pelo conforme a la naturaleza divina? Hermanas, ¿van ustedes de compras según la naturaleza divina? Estoy convencido de que el camino de oro nunca conduce a un cine. Cuando usted vaya en dirección al cine, se encontrará en el camino de polvo. Todos debemos andar por el camino de oro. Estar en la calle de oro consiste en tocar la naturaleza divina, la naturaleza de Dios.
Aunque tengamos las puertas de perla y la calle de oro, aún así no tenemos un muro edificado que exprese la imagen de Dios. El muro de la Nueva Jerusalén no es solamente una línea de separación entre lo santo y lo común, sino también un edificio que expresa la imagen de Dios. En Apocalipsis 4:2-3, el Dios que está sentado en el trono tiene la apariencia del jaspe. El muro de la Nueva Jerusalén y la primera piedra del cimiento de la muralla también son de jaspe (Ap. 21:18-19), es decir, tienen la misma apariencia que Dios. Aunque hemos pasado por la puerta de la perla y andado por el camino de oro, aún así anhelo ver alrededor de nosotros un muro edificado que abrace todo lo referente a Dios, y que excluya todas las cosas mundanas, y que exprese la imagen de Dios. Este muro es edificado por la transformación (2 Co. 3:18; Ro. 12:2a; 1 Co. 3:12a). Los materiales de la muralla son piedras preciosas transformadas (Ap. 21:11, 18a, 19-20). Sólo quienes son transformados pueden ser juntamente edificados.
¿De dónde vienen las piedras preciosas? Una piedra preciosa es el producto de la transformación. Todas las piedras preciosas provienen de otros materiales. Algunas de ellas se formaron a partir de rocas ígneas como producto de la presión y el calor. Otras se formaron de rocas sedimentarias por la presión y por corrientes de agua. Todas se convirtieron en piedras preciosas. El diamante (Éx. 28:18) se forma a partir del carbón por el calor y la presión. Bajo presión extrema e intenso calor, el carbón se convierte en diamante. Estos son los principios de la transformación de las piedras preciosas. ¡Necesitamos el fuego, el fluir del agua viva, y la presión!
Después de entrar por la puerta de perla y caminar por la calle de oro, quizás piense que anda bien con el Señor en todos los aspectos. Con relación a la puerta y a la calle, usted anda bien con El. Mientras anda por el camino de oro, quizás no tenga ningún problema con el Señor, pero surgirán otras dificultades. Por ejemplo, siendo un hermano joven, puede aspirar a tener una esposa que sea una buena hermana. Del mismo modo, las hermanas esperan tomar por esposo a un buen hermano joven. No obstante, los casados pueden testificar que el matrimonio es un deleite y al mismo tiempo un sufrimiento. El marido es una fuente de sufrimiento para la esposa, y la esposa es una fuente de sufrimiento para el marido. Aunque usted quizás le proporcione deleite a su esposa, también le causa sufrimiento. Hacemos cuanto sea posible por complacer a nuestra esposa, pero no podemos evitar que sufran por nuestra causa. Aunque el matrimonio constituye una causa de padecimiento, no podemos ir muy lejos sin él. Nuestro matrimonio no está en nuestras manos, sino que está dominado por el soberano Señor conforme a Su economía. Aparte del sufrimiento causado por el matrimonio, hay muchos sufrimientos más. Junto con el camino de oro, se encuentran muchos dolores y espinas punzantes.
En su cocina, usted tiene muchos electrodomésticos. Entre ellos tiene un horno y una estufa. Es difícil cocinar adecuadamente sin estufa ni horno. En cierto sentido, la iglesia es un huerto. En otro sentido, la iglesia es un comedor y una cocina. Sin la cocina, el comedor estaría vacío. La cocina de la iglesia tiene una gran estufa con muchos compartimientos. Todos nosotros cabemos en esa estufa. Puedo testificar por experiencia propia que en la iglesia somos verdaderamente pasados por fuego a fin de que seamos transformados. Los hermanos encargados se queman continuamente el uno al otro. Los maridos queman a sus esposas, y las esposas a sus maridos. Este es el fuego de Dios que nos transforma.
Fuimos hechos vasijas de barro. Aunque estas vasijas son útiles, su material, el barro, no está al nivel de la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén no tiene ningún ladrillo, sólo piedras transformadas. Necesitamos una gran presión, un intenso fuego y el fluir de la vida para poder ser transformados en piedras preciosas. Cuanto más presión, más fuego y más corriente experimentemos, más preciosos llegaremos a ser.
Pablo nos exhortó a edificar la iglesia en la debida forma. La mayor parte de la obra que se lleva a cabo entre los cristianos no es de oro, ni de plata, ni de perlas, ni de piedras preciosas, sino de madera, de heno y de hojarasca. Mientras el oro en tipología representa la naturaleza divina, la madera representa nuestra naturaleza humana. Por tanto, la madera es lo opuesto al oro. Nos gusta decir que todos somos humanos, especialmente cuando cometemos errores. Sin embargo, no debemos tomar nuestra humanidad como pretexto. Nuestra humanidad debe ser una humanidad resucitada, pues la humanidad natural no está calificada para edificar la iglesia de Dios. La edificación de la iglesia requiere una humanidad transformada, y no una humanidad de madera.
El heno está en contraste con la plata. La Biblia nos dice que toda carne es como heno (Is. 40:6; 1 P. 1:24). El heno representa la gente que se ha hecho carne. El heno no es tan sólido como la madera; es débil y frágil. De modo que el heno representa la naturaleza caída del hombre.
El último aspecto que Pablo menciona en 1 Corintios 3:12 es la hojarasca. La hojarasca es el tallo que queda después de ser trillado el grano de una cosecha. La hojarasca que proviene del suelo, es opuesta a la piedra preciosa, la cual es una substancia transformada. En 1 Corintios 3:12 se presenta un vívido contraste. La madera es un árbol sin fruto, y la hojarasca es un cultivo sin grano. No debemos ser madera ni hojarasca, materiales que serán quemados y que son inútiles para edificar la iglesia de Dios.
Para edificar la morada del Señor necesitamos el oro divino, la perla regenerada y las piedras preciosas transformadas. Cuanto más materiales preciosos tengamos, más fácilmente podremos ser edificados espontáneamente. Si experimentamos el oro, la perla y las piedras preciosas, no sólo seremos los materiales preciosos, sino también un edificio entretejido que constituye la morada de Dios en nuestro espíritu (Ef. 2:22). Por consiguiente, la transformación es indispensable para el edificio de Dios. Debemos orar acerca de estos asuntos y tener comunión al respecto para que el Señor nos introduzca a todos en la realidad de la transformación por causa de Su edificio.