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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 18

LA PRIMERA CAIDA DEL HOMBRE

  Me gustan los libros de Génesis y Apocalipsis porque en ellos podemos ver el propósito de Dios y el cumplimiento del mismo. Estos dos libros también revelan cómo el astuto enemigo se infiltró y cómo será echado. Los que se conocen como críticos modernos, que no creen en la Biblia, atacan principalmente los libros de Génesis y de Apocalipsis. Cuando éramos jóvenes, este alto criticismo era muy predominante, y lo combatíamos con ahínco. Los partidarios del alto criticismo atacaban los libros de Génesis y de Apocalipsis porque la serpiente insidiosa descrita en ellos sabía que los demás libros no la exponían tanto. Si usted desea saber cómo se infiltró la serpiente y cuál será su destino, debe leer los primeros capítulos de Génesis y los últimos de Apocalipsis. Apocalipsis 12:9 menciona a “la serpiente antigua, que se llama el diablo y Satanás”. La palabra “antigua” que describe a la serpiente se refiere a la época de Gn. 3. Por consiguiente, si no tuviéramos los libros de Génesis y de Apocalipsis, la astuta serpiente no quedaría plenamente expuesta. Es por esto que la serpiente inventó la supuesta crítica moderna en una tentativa de desacreditar esos dos libros.

  En Gn. 1 y Gn. 2 vemos un huerto, y en Ap. 21 y Ap. 22 tenemos una ciudad. Mediante la transformación y la edificación, el huerto se convierte en una ciudad. Entre Génesis 2 y Apocalipsis 21 transcurren muchas épocas o dispensaciones. La serpiente apareció por primera vez en Génesis 3 y desde aquel entonces ha estado activa; nunca duerme. En el transcurso de las generaciones, a partir de Génesis 3, la serpiente ha trabajado constantemente. Si usted lee la Biblia con detenimiento, verá que la serpiente se infiltró en Génesis 3 y que en Ap. 20:10 será echada al lago de fuego. Satanás siempre ha estado activo en todas las edades o dispensaciones. En la primera dispensación, es decir, la primera forma en que Dios se comunicó con el hombre, Satanás estuvo presente. Satanás no sólo corrompió a la primera pareja humana, sino que ha venido corrompiendo al hombre en todas las dispensaciones sucesivas. Cuando Dios inició otra edad o dispensación, Satanás estaba allí para perjudicar a la gente. Siglo tras siglo y dispensación tras dispensación, Satanás ha estado presente, intentando hacer creer que Dios no puede controlar la situación. Sin embargo, éste no es el caso. Dios es grande. Sólo necesitamos darle un poco de tiempo. Para Dios mil años equivalen a un día. Para El, el período que se extiende desde la creación de Adán hasta el presente constituye en realidad menos de seis días. Debemos ser pacientes cuando se trata de El.

  Cuando llegamos a la dispensación de la iglesia, vemos el conflicto más intenso entre Satanás y el hombre. ¡Qué batalla! El libro de Apocalipsis nos muestra que en las iglesias, Dios ha obtenido un grupo de vencedores que derrotarán a Satanás. Al final de esta dispensación, el Señor Jesús regresará victorioso. El Señor Jesús no ha podido regresar porque todavía no existe ningún terreno de victoria sobre el cual El pueda apoyar Sus pies. El está esperando eso. Los vencedores establecerán un frente de ataque para que el Cristo glorioso vuelva victorioso. Según Apocalipsis 12, primero Satanás será vencido por los vencedores. Entonces, cuando vuelva el Señor, Satanás será atado y echado al pozo sin fondo (Ap. 20:1-3). Por último será echado al lago de fuego (Ap. 20:10).

  En Génesis 3 Satanás se introdujo, y en Apocalipsis 20 él será echado. Inmediatamente después de los dos primeros capítulos de Génesis, Satanás se introdujo, e inmediatamente antes de los dos últimos capítulos de Apocalipsis será expulsado. Por lo tanto, en toda la Biblia encontramos solamente cuatro capítulos en los cuales no vemos ningún indicio del enemigo que contamina. Aparte de estos cuatro capítulos, él ha contaminado todas las épocas y todo el espacio. Sólo Génesis 1 y 2 y Apocalipsis 21 y 22 están libres de la contaminación de Satanás. Entre Génesis 2 y Apocalipsis 21 vemos todas las actividades de la astuta serpiente. ¿Ha observado usted que Satanás apareció inmediatamente después de los primeros dos capítulos de Génesis y que será echado en el lago de fuego antes de los últimos dos capítulos de Apocalipsis? En este mensaje queremos considerar cómo se introdujo el astuto enemigo.

  Como vimos, Génesis 1 revela el propósito eterno de Dios y el deseo de Su corazón, y Génesis 2 revela la manera en que Dios cumple Su propósito. No obstante, Satanás se introdujo antes de que Dios pudiese cumplir Su propósito. En todas las cosas, Satanás intenta ser el primero. Todo lo que es auténtico puede permitirse alguna lentitud, pero lo falso siempre actúa con prisa. Por consiguiente, en muchos asuntos no nos conviene actuar desde el comienzo. Supongamos que un pequeño niño acude a su padre y le dice: “Papá, quiero comprar un juguete nuevo”. El padre debería contestarle: “Hijo, espera dos días. Veamos qué dice el Señor”. Tal vez sea mejor esperar dos días más. Puesto que Satanás está siempre apurado, nunca deberíamos aceptar la primera propuesta. Si un hermano acude a usted buscando una respuesta acerca de cierto asunto, no conteste inmediatamente. Tal vez esta pregunta sea un ejemplo de la actividad apresurada de Satanás. Usted debe esperar un poco. Después de algunos días, ese hermano tal vez cambie de opinión. He visto que eso sucede muchas veces. La disposición de los jóvenes es muy activa; ellos tienen un carácter apresurado. Les gusta actuar rápidamente y obtener respuestas en seguida. Esta prisa se origina en la serpiente sagaz. Si usted espera, Dios intervendrá. En la mayoría de los casos Dios no está presente al principio. La serpiente actuará siempre antes de Dios para intentar vencerlo.

  Génesis 3 nos muestra que Satanás fue el primero en actuar. La Biblia contiene el principio de la primera mención. Todo lo que se menciona en primer lugar en un campo dado, establece el principio para todas las demás veces que ese asunto se mencione. Por tanto, Génesis 3, donde se menciona por primera vez la actividad de Satanás, revela el principio de que Satanás se trata de anteponer a Dios.

IV. LA CAIDA DEL HOMBRE, 3:1—11:9

  Según Génesis, del capítulo 3 al 11, la humanidad experimentó cuatro caídas. En este mensaje, consideraremos la primera de ellas.

A. La primera caída

  La mayoría de la gente sabe por lo menos algo de la Biblia. Incluso algunas personas que no son cristianas saben que Adán y Eva comieron el fruto del árbol del conocimiento. No obstante, son pocos (incluso entre los cristianos) los que conocen el significado de la primera caída del hombre. Por tanto, debemos abordar este tema desde tres perspectivas. Primero, debemos determinar la causa de la caída. ¿Cuál fue la causa o el factor fundamental de la caída del hombre? Segundo, debemos conocer el proceso o la manera en que sucedió la primera caída. Tercero, debemos descubrir el resultado de la primera caída del hombre. Esta es la carga que tengo en este mensaje. Me doy cuenta de que se trata de un mensaje difícil porque estamos en la batalla. El enemigo está dentro de nosotros. Aun el conocimiento que tenemos ahora de Génesis 3 puede estorbarnos e impedirnos penetrar en las profundidades de este capítulo. Debemos escudriñar las profundidades del significado de la primera caída del hombre y no mirarla superficialmente.

1. La causa

a. La tentación de la serpiente

  Si yo les preguntara a cuál fue la causa de la primera caída del hombre, indudablemente contestarían que la causa fue Satanás. Eso es correcto. No obstante, no deberíamos echarle toda la culpa a Satanás. Como lo veremos, la causa de la primera caída del hombre no fue principalmente Satanás, sino el hombre mismo. Podemos comparar esto con un resfriado. Para resfriarse uno, debe estar expuesto al aire frío. Sin embargo, el aire frío en sí no es suficiente para causar un resfriado. Uno debe tener los microbios del catarro. Una silla no puede resfriarse, aun cuando esté expuesta a una corriente de aire frío porque es inmune a los microbios del resfriado. Nosotros nos podemos resfriar fácilmente porque tenemos los microbios que producen el resfriado. No deberíamos culpar al aire frío, pues la mayor parte de la culpa la tienen los microbios que causan el resfriado. Del mismo modo, no debemos culpar a Satanás por la caída, puesto que la mayor parte de la responsabilidad recae sobre el hombre. Aún así, puse a Satanás como la primera causa de la caída del hombre. Satanás fue el factor inicial de esta caída. Satanás no es más que Satanás. Jamás debemos esperar que mejore ni que sea diferente.

1) “El tentador”

  Satanás tiene un nombre específico, a saber: “el tentador” (Mt. 4:3). Adondequiera que vaya, él actúa como tentador, pues él es así por disposición y constitución. El Señor Jesús lo llamó mentiroso, diciendo: “Cuando habla mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn. 8:44). Todo lo que proviene de Satanás es una mentira. Nunca debemos esperar que mejore. Debemos mantenernos lejos de él.

a) “El diablo” mismo

  En la Biblia, a Satanás se le llama “el diablo” (Ap. 12:9; 20:2) que significa “el calumniador”. El calumnia a Dios ante los hombres, y calumnia al hombre ante Dios. Las palabras con que se dirigió a Eva llevaban implícita cierta calumnia en contra de Dios (v. 5). Su calumnia siempre es una mentira. Mediante sus calumnias él tienta al hombre, y fue así como tentó a Eva.

b) “La serpiente”, la encarnación del diablo

  Cuando Satanás se acercó a Eva fue muy astuto, pues fingió ser lo que no era y apareció por medio de una especie de encarnación. Cuando el Señor se encarnó, El era Dios hecho hombre. Aunque todos podían ver al hombre, pocos sabían que ese hombre era Dios. Antes de que Dios mismo se encarnara, Satanás se le adelantó al encarnarse. En Juan 1 Dios se encarnó; Satanás se encarnó en Génesis 3. En muchas cosas que Dios emprendió, Satanás se le adelantó tratando de hacer algo parecido. Por consiguiente, antes de que Dios se encarnara, Satanás se encarnó como serpiente astuta.

  La serpiente era astuta. Esto significa que era sagaz, hábil e insidiosa. Ella se hizo pasar por lo que no era a fin de engañar a Eva. Debemos cuidarnos de la astucia. Debemos tener cuidado con quienes son sagaces, pues son presa fácil de la serpiente. Satanás no tomó la forma de una tortuga, porque la tortuga es tonta. Debemos desconfiar de todo lo astuto y hábil, porque Satanás se puede esconder en ello.

  De modo que exteriormente Satanás fue el causante de la primera caída del hombre. Como lo veremos más adelante, la causa interior de la caída fue el hombre mismo.

2) La manera de tentar

  Espero que especialmente los jóvenes tomen a pecho estos puntos. Estos puntos son principios fundamentales.

  Satanás empieza a tentar al hombre haciéndole una propuesta (vs. 1, 4), algo que ponga en duda la Palabra de Dios. Satanás siempre intentará tentarlo a usted, seducirlo y atraparlo haciéndole propuestas que pongan en duda la Palabra de Dios. Cada vez que usted dude de la Palabra de Dios, debe darse cuenta de que esa duda no proviene de usted sino de la serpiente. Hace años leí un artículo de un ministro bautista de los Estados Unidos, en el cual él escribía: “El signo de interrogación tiene la forma de una serpiente que se levanta y pregunta: ‘¿Conque Dios ha dicho?‘ ” No debemos poner en duda ninguna palabra de la Biblia; más bien debemos decir “Amén” a cada palabra. Decir “Amén” es seguro, pero dudar es peligroso. Una duda acerca de la Palabra de Dios es una sugerencia que se origina en el tentador.

  La propuesta de Satanás siempre incita al hombre a dudar de la Palabra de Dios y de los motivos de Dios. El insidioso enemigo es semejante a un escorpión, y sus preguntas son como el veneno que contiene su ponzoña. La serpiente le dijo a Eva: “No moriréis”. En realidad, la serpiente le estaba diciendo a Eva: “¿Por qué te ha prohibido Dios comer del árbol del conocimiento? Porque El sabe que cuando comas del árbol, serás como El. Serás tan sabia como Dios”. Estas palabras eran venenosas, eran el veneno de la ponzoña del escorpión. Eva fue picada, y el veneno le fue inyectado. Así que ella miró el árbol del conocimiento y lo encontró agradable y bueno (v. 6). Esta fue la manera en que Satanás la tentó.

b. La mujer asumió la posición de la cabeza

  Ahora debemos ver la causa interna de la primera caída del hombre. Quiero hacer hincapié en esto. La causa interna de la caída del hombre fue el hecho de que la mujer asumió la posición de la cabeza (vs. 2-3, 6). Eva fue engañada por la serpiente porque se olvidó de su marido. El diablo era astuto, y sabía que la mujer era más débil que el hombre (1 P. 3:7), y por eso la escogió como blanco. Estar allí hablando con la serpiente constituía en sí una equivocación, independientemente de lo que dijera, pues indicaba que ella había asumido la posición de la cabeza. Ella habría evitado eso si no hubiera hablado con el maligno, se hubiera vuelto a su marido y se hubiera escondido detrás de él. Si Eva hubiera hecho eso, el astuto enemigo habría quedado imposibilitado. Por consiguiente, la causa fundamental de la primera caída del hombre fue el hecho de que la esposa asumió la autoridad. A pesar de tener un marido, ella actuó por su propia cuenta.

1) El significado de la mujer

  La mayor importancia de la mujer consiste en que ella representa al hombre delante de Dios. En el estudio-vida de Romanos 7, hicimos notar que Isaías 54:5 dice: “Porque tu marido es tu Hacedor”. Dios es el hombre único y universal. Todos nosotros formamos parte de Su esposa, no importa si somos hombres o mujeres. La posición del hombre no es la posición de marido, sino la posición de esposa. Dios es nuestro marido. Dios como cabeza tiene la autoridad, y no nosotros, ni siquiera los varones. Delante de Dios, la posición de los hermanos es la misma que la de las hermanas. Tanto las hermanas como los hermanos son mujeres a los ojos de Dios.

2) La posición de la mujer

  Dios es nuestro marido y nuestra cabeza, y siempre debemos mantenernos bajo Su autoridad y resguardo. La mujer debe cubrirse la cabeza y nunca asumir la posición de cabeza (1 Co. 11:3, 5, 14-15). Ya que Dios es nuestra cabeza, siempre debemos acudir a El. Por la misericordia del Señor, he aprendido de El. Si yo hubiera sido Eva en el huerto y el diablo se me hubiera presentado a mí, ni siquiera lo habría mirado. Me habría vuelto a mi marido y me habría escondido detrás de él. Habría dejado que Adán fuese la cabeza y que ejerciera su autoridad como tal. Entonces no habría ocurrido ningún problema.

3) El fracaso de la mujer

  El fracaso de la mujer consistió en ponerse por encima del hombre asumiendo la autoridad (cfr. 1 Ti. 2:14). El fracaso de Eva tipifica el hecho de que el hombre asumió la autoridad e indica que se puso por encima de Dios y lo hizo a un lado. Este principio sigue vigente aun hoy. Cada vez que actuamos por nuestra cuenta, poniendo al Señor a un lado, somos vencidos. Si intentamos obtener una victoria por nuestra cuenta, ese esfuerzo será un fracaso porque nos aparta de nuestro marido, nuestra cabeza. Nunca haga nada por sí mismo. Hacer algo por sí mismo significa asumir la autoridad y olvidarse de la posición de esposa. Deberíamos ser sabios y nunca tomar la posición de marido.

  En el huerto Eva era nuestro representante. Casi todos nosotros hemos actuado como ella alguna vez. Hemos llegado a ser Eva. Nosotros enfrentamos cualquier situación por nuestra propia cuenta. Por mucho que hubiéramos orado, nos olvidamos de nuestro marido y actuamos como si no tuviésemos marido cuando se presenta un problema. ¿Por qué no se vuelve usted a su marido? ¿Por qué siempre se enfrenta solo a las tentaciones? Al enfrentarse solo a las situaciones, queda apartado de su marido. Esta fue la causa fundamental de la primera caída del hombre. Como ministro de la Palabra, debo aprender la lección de no hablar por mi cuenta. Mientras hablo, debo depender de mi marido. Debo esconderme en El y ser uno con El. Si no hago eso, me convertiré en otra Eva y seré derrotado.

  Ahora podemos ver que no debemos echarle toda la culpa a Satanás. Debemos culparnos a nosotros mismos por haber asumido la autoridad y no haber respetado a nuestro marido. Hemos asumido la posición de la cabeza olvidando que somos la esposa. Cuando las madres educan a sus hijos, pueden hacerlo de manera independiente. Pueden decir: “Yo sé cómo cuidar a los niños. He sido madre por años. Sé lo que debo hacer y cómo hacerlo”. Si adoptan esta actitud, se convertirán inmediatamente en Eva. Aunque pueden hacer un buen trabajo, ya están vencidas. Debemos recordar el principio de la primera caída del hombre: el hombre renunció a la autoridad de esposa y asumió la posición de marido, haciéndose la cabeza y el marido. No importa si nuestros esfuerzos tienen éxito o fracasan. En tanto que nos apartemos de Dios y pensemos que podemos actuar aparte de El, ya estamos derrotados. Debemos ver eso.

  Podemos experimentar eso cuando lidiamos con nuestro enojo. Ser vencido por la ira es algo insignificante. Pero si intentamos vencer nuestro mal genio con nuestra propia capacidad, cometemos un pecado. Este intento es un gran pecado. Intentar vencer la ira indica que estamos asumiendo la autoridad. Usted debe aprender a decir: “Señor, no me preocupo por vencer mi enojo. Señor, dependo de Ti en este asunto. Vencer mi enojo no es responsabilidad mía. Señor, yo no soy el marido. Tú eres mi marido y dependo solamente de Ti. No pretendo tener la autoridad. Señor, Tú eres mi cabeza. Señor, encárgate de mi enojo”. Si todos aprendemos esta lección y mantenemos esta posición delante de Dios, desaparecerá nuestro enojo, y el diablo será vencido. Debemos aprender este principio fundamental.

2. El proceso

a. No usaron el espíritu

  Adán y Eva fracasaron porque no usaron el espíritu. Si Eva se hubiera vuelto al espíritu, no habría tenido ningún problema. Nuestro marido está en nuestro espíritu. No obstante, si permanecemos en nuestra mente, eso significa que estamos asumiendo la autoridad y fijando nuestra mente en comportarnos de manera independiente. Esto es pecaminoso y terrible. Debemos darnos cuenta de que nuestro marido está en nuestro espíritu, y, por consiguiente, debemos ejercitar nuestro espíritu. Aun cuando brote la ira dentro de usted, debe volverse al espíritu. Aunque diga que es difícil hacerlo en esa circunstancia, yo contestaría que en esos momentos difíciles es aún más necesario volverse uno a su espíritu. No intente vencer su ira; vuélvase al espíritu; aprenda a usar su espíritu. Todos los cristianos saben cómo orar y pedir a Dios que les ayude, pero son pocos los que saben que tienen un espíritu al cual pueden volverse. Tenemos dicho órgano, y éste tiene una función maravillosa. Puesto que Dios está en nuestro espíritu, debemos volvernos a éste. Si aprendemos a volvernos a nuestro espíritu y a ejercitarlo en toda situación, los resultados serán maravillosos.

  ¿Cómo sabe usted cuándo está usando su espíritu? Es muy fácil. Cada vez que haga algo o se relacione con una persona sin estar con Dios, no está usando su espíritu. No importa lo que haga usted, si se independiza de Dios y no se relaciona con El mientras lo hace, entonces usted no está en el espíritu. Tenga la plena certeza de que en tal caso usted sufrirá pérdida. Todos debemos aprender a mantener contacto con Dios en todas las cosas. Cuando tenemos contacto con Dios, estamos en nuestro espíritu. Cuando camino, uso mis pies; cuando miro, uso mis ojos; y cuando tengo contacto con Dios, uso mi espíritu, puesto que mi espíritu es el órgano con el cual me relaciono con El (Jn. 4:24). Si veo, eso significa que uso mis ojos. Del mismo modo, si me relaciono con Dios, debo de estar ejercitando mi espíritu. Esto es algo preciosísimo en nuestro diario andar, y todos debemos aprender a practicarlo.

  Por tanto, el primer paso del proceso de la caída del hombre fue que éste no usó el espíritu. Adán y Eva no se mantuvieron en contacto con Dios al comer del árbol del conocimiento, sino que prestaron atención a cosas que no eran Dios y no tomaron a Dios como cabeza.

b. Ejercitó el alma

  El hombre no usó su espíritu, sino que ejercitó su alma, lo cual indica que el hombre, representado por el alma, asumió la autoridad. A menudo la gente se niega a orar o a ejercitar su espíritu, y más bien piensa, considera y estudia. Les resulta difícil orar porque su mente está muy activa y llena de pensamientos. Son incapaces de sosegar su mente. Todos nosotros hemos pasado por esta situación. A muchas esposas cristianas les es fácil hablar. Hablan a sus maridos, a sus amigos y a sus parientes. No obstante, si uno les pide que oren, les cuesta hacerlo porque han ejercitado mucho su alma. La mejor lección que podemos aprender es tener calmada nuestra mente. Si podemos parar nuestros pensamientos y volver a la oración, eso demuestra que somos personas que andan con el Señor y viven en Su presencia. Ahora bien, si usted es una persona habladora y con una mente muy activa, le será difícil estarse quieto durante algunos minutos para orar. Una persona así ejercita su alma continuamente.

  Durante el proceso de la caída, Eva ejercitó su alma. Mientras hablaba con la serpiente, su mente razonaba (vs. 2-3). Entonces a su parte emotiva le agradó el fruto del árbol del conocimiento (v. 6). Por último, su voluntad tomó la decisión de alcanzar el fruto y comerlo (v. 6). Nuestra experiencia es la misma. Cuando nos tienta algo, nuestra mente razona y considera, nuestra parte emotiva es estimulada y acaba por amar aquello, y nuestra voluntad toma la decisión. Nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad constituyen nuestra alma. No deberíamos confiar en ninguna de ellas. No confíe en su mente, ni en su parte emotiva ni en su voluntad; más bien vuelva todo su ser al espíritu. Mientras piensa en algunos asuntos, debe volverse a su espíritu.

  Podemos usar como ejemplo el ir de compras. Muchas veces cuando un hermano o una hermana va de compras y ve un artículo en particular que desea, razona dentro de sí: “Necesito eso. Ahora está en realización y está bastante barato. Esta es mi única oportunidad de comprarlo a ese precio”. Cuanto más razona acerca del artículo, más precioso llega a ser. Todos lo hemos experimentado. Sin embargo, cuando compramos el artículo y lo traemos a casa, pierde rápidamente su atracción y nos arrepentimos. Mientras usted estaba razonando, la pequeña serpiente estaba presente, excitando la parte emotiva suya, fortaleciendo su voluntad y diciendo: “Cómpralo”. Cada vez que usted se encuentre en esa situación, debe darse cuenta de que está repitiendo la historia de Eva. No debemos burlarnos de Eva, pues nuestro hogar es el huerto de Edén y a veces nosotros somos Eva. Muchas hermanas no son Marta, ni María ni Rut, sino Eva. Algunas hermanas escogen el nombre de María, pero parece que nadie prefiere el nombre de Eva. ¿Cuáles eran las características de María? Ella estaba tranquila en la presencia del Señor, y no razonaba demasiado. Todos nosotros debemos aprender esta lección fundamental.

c. El cuerpo actuó

  El tercer paso del proceso de la caída fue la acción del cuerpo. Cuando descuidamos el espíritu y ejercitamos el alma, el cuerpo se convierte en esclavo de nuestros propósitos. El ojo ve, la mano toma y la boca come. Si en el asunto de ir de compras nos olvidamos de nuestro espíritu y usamos nuestra alma, nuestro cuerpo nos llevará a la tienda.

3. El resultado

  Es muy importante que entendamos cuál fue el resultado de la primera caída del hombre. Si conocemos el resultado, entenderemos cuál es nuestra condición y qué somos hoy en día.

a. El alma se corrompió

  El primer resultado de la caída fue que el alma del hombre se corrompió, se contaminó y quedó arruinada. Fue contaminada porque aceptó el pensamiento y las palabras del diablo (v. 7). Eva no debía haber hablado con el maligno, pues mientras hablaba con él, el pensamiento inicuo de él entró en la mente de ella. Por tanto, aun antes de que Eva participara del árbol del conocimiento, su mente ya estaba contaminada con el pensamiento del enemigo. No piense que Eva no fue contaminada antes de tomar del árbol del conocimiento. Mientras hablaba con la serpiente, el pensamiento de la serpiente penetró en su mente y la ensució. Por consiguiente, su mente quedó arruinada. Por último, la mente de ella fue completamente contaminada cuando comió del fruto del árbol del conocimiento.

b. El cuerpo cambió de naturaleza

  Entonces el cuerpo cambió de naturaleza por haber adquirido el elemento del árbol del conocimiento, el elemento de Satanás, el cual lo convirtió en la carne (v. 7). Originalmente el cuerpo humano era un vaso puro que contenía una sola esencia, el elemento creado por Dios. Al comer del fruto del árbol del conocimiento, un elemento ajeno fue inyectado en el cuerpo humano, y lo convirtió en la carne. El cuerpo que originalmente era puro e inmaculado contiene ahora el elemento maligno de Satanás. Según Romanos 7, este elemento es el pecado que mora en nosotros y habita en la carne del hombre. En Romanos 7:17 Pablo dice: “Ya no soy quien obra aquello, sino el pecado que mora en mí”. Aquella substancia maligna, la naturaleza del pecado que contaminó nuestro cuerpo, todavía mora en nuestra carne. De modo que no debemos confiar en nuestra carne porque ha sido completamente ocupada y saturada con el pecado de Satanás.

  Podemos usar una parábola para mostrar esto. La madre de un niño le prohibió tocar cierta botella porque ésta contenía veneno. Un día, mientras la madre estaba fuera de casa, el niño tomó la botella y bebió del veneno que contenía. El transgredió la prohibición de su madre, pero en realidad eso era algo insignificante. Lo grave era que el veneno había entrado en su ser. Del mismo modo, el día que el hombre tomó del árbol del conocimiento, entró una substancia maligna en su cuerpo. Por lo tanto, no se trata simplemente de una transgresión, sino de un elemento venenoso, el pecado o la naturaleza del maligno, que entró en el cuerpo humano. Nadie puede refutar el hecho de que todavía tenemos este elemento maligno en nuestra carne, a pesar de haber sido salvos por años. Incluso en este momento, mientras usted lee este mensaje, la substancia del pecado sigue morando en su cuerpo.

c. El espíritu entró en muerte

  Como consecuencia de la caída, el espíritu humano quedó en muerte, aislado de Dios y perdió la función de relacionarse con Dios (vs. 8, 10). Aunque el espíritu fue amortecido, ni el pecado, ni Satanás mismo entraron en el espíritu del hombre. Le damos gracias al Señor por eso. No obstante, el espíritu del hombre fue amortecido. Efesios 2 nos dice que antes de ser salvos, estábamos muertos (vs. 1, 5). ¿En qué parte de nuestro ser estábamos muertos? No estábamos muertos en nuestro cuerpo ni en nuestra alma, sino en nuestro espíritu. ¿Qué significa estar muerto? Estar muerto significa simplemente carecer de función o de sensibilidad. Si mi mano no funciona, es una mano muerta. Todos tenemos un espíritu humano desde que fuimos creados por Dios (Zac. 12:1), y con este espíritu podemos percibir a Dios y tener contacto con El. Sin embargo, como resultado de la caída, el espíritu humano entró en muerte, sin función ni sensibilidad y desprovisto de la capacidad de tocar a Dios. Se le puso fin a la función del espíritu humano, la de tener contacto con Dios. Cuando nos arrepentimos y aplicamos la sangre redentora para que nuestra conciencia fuera purificada, nuestro espíritu muerto fue revivido. Entonces nuestro espíritu empezó a sentir a Dios y a relacionarse con El. Ahora cuanto más decimos: “Señor Jesús, te amo”, más avivado es nuestro espíritu. Cuanto más oramos: “Señor, límpiame, lávame y cúbreme con Tu sangre prevaleciente”, y cuando más confesamos nuestros pecados y alabamos al Señor, más viviente será nuestro espíritu.

  Debido a la caída, el alma del hombre se corrompió, su cuerpo cambió de naturaleza y su espíritu fue amortecido, perdiendo así la función de relacionarse con Dios. Debemos entender que éste no fue simplemente un asunto de transgresión exterior, sino algo que perjudicó interiormente al ser humano. Cada una de las tres partes del hombre —el cuerpo, el alma y el espíritu— fue afectada por la caída. El cuerpo cambió de naturaleza, el alma se contaminó, y el espíritu fue amortecido. Todos estábamos en esa condición. Si usted no es salvo, sigue en esa condición. Su cuerpo es habitado por el pecado, su mente es corrompida, su alma es contaminada, y su espíritu es amortecido. Cuánto agradecemos a Dios por habernos redimido y lavado mediante la sangre de Cristo, por haber avivado nuestro espíritu, por haber puesto nuestra alma bajo el proceso de renovación y transformación, y porque nuestro cuerpo estará sometido a nuestro espíritu.

d. Fue constituido pecador

  El hombre caído fue constituido pecador (Ro. 5:19). Dentro del ser del hombre caído existe cierta constitución, y el principal elemento de esta constitución es la naturaleza satánica. La naturaleza satánica entró en el ser humano, y llegó a ser el elemento que lo constituye pecador. No piense que usted es pecador simplemente porque está mal o que es pecaminoso solamente en sus obras exteriores, en su comportamiento. Antes de hacer algo pecaminoso, ya somos pecadores. Si el árbol no está corrompido, no puede producir fruto maligno (Mt. 7:17-18). Del mismo modo, si usted no es pecador, no puede pecar. Un árbol no es corrupto porque produce frutos malos, sino que produce frutos malos porque es corrupto. Del mismo modo, no somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores, porque fuimos constituidos pecadores. Por ser pecadores, tenemos la función de pecar.

  Nosotros fuimos constituidos pecadores y, como tales, tenemos la vida maligna de Satanás en nosotros. Esto es lo que Pablo describe como “el pecado que mora en mí” y “el mal está conmigo” (Ro. 7:17, 20, 21). Pablo descubrió que había un elemento maligno dentro de él y lo llamó “el pecado que mora en mí”. Pablo aprendió que cuando trataba de hacer el bien, el mal estaba en él. La palabra griega traducida “el mal” en Romanos 7:21 es kakos, una palabra que denota maligno en carácter. Esto debe de referirse al carácter maligno del propio Satanás. Cada vez que intentamos hacer el bien, “el mal” está presente en nosotros. Tenemos una vida de pecado dentro de nosotros y, como resultado, hemos sido constituidos pecadores.

e. Fue condenado

  Por haber trasgredido la prohibición de Dios, no sólo tenemos un elemento pecaminoso dentro de nosotros, sino también un caso judicial exteriormente (Ro. 5:18). Tenemos un caso en la corte celestial, un caso que fue provocado por Adán, y no por nosotros. Todos estábamos en Adán; por tanto, este caso no sólo concierne a Adán, sino a todos nosotros.

f. Trajo la maldición

  La primera caída del hombre trajo la maldición (vs. 17-19). Podemos contar los puntos de la maldición: la maldición misma, el dolor, las espinas, los abrojos y el sudor. Estos son los aspectos de la maldición. Aunque somos cristianos, con frecuencia nos enfrentamos con circunstancias difíciles al procurar ganarnos la vida. En los cultivos, la cosecha no crece rápidamente, pero la cizaña sí. ¿Qué hace crecer la cizaña? La quitamos un día y reaparece pronto. Esto demuestra que la tierra fue maldita hace miles de años. Además, sudamos en casi todo lo que hacemos. Sin sudor, parece que no podemos cumplir nada. El sudor es la señal de que el hombre está bajo la maldición.

g. Fue echado del paraíso

  Como resultado de la caída, el hombre también fue echado del paraíso, la esfera de la vida (vs. 23-24). El paraíso era la esfera de la vida, pues incluía el árbol de la vida y en ella el hombre puede recibir vida. Por tanto, ser echado del paraíso significa ser apartado de la esfera de la vida.

  Génesis 3:23-24 nos muestra que cuando el hombre fue expulsado del huerto, Dios puso un querubín con espada de fuego para preservar el árbol de la vida. El querubín representaba la gloria de Dios, la espada Su justicia, y la llama de fuego Su santidad. Esto significa que la gloria, la justicia y la santidad de Dios preservaban la esfera de la vida e impedían la entrada al hombre pecador hasta que viniera el Señor Jesús. El Señor Jesús murió en la cruz para cumplir todos los requisitos de la gloria, la justicia y la santidad de Dios abriéndonos así el camino a fin de que entremos nuevamente en la esfera de la vida. Ahora tenemos un camino nuevo y vivo para entrar en el Lugar Santísimo y tener acceso al árbol vivo, el árbol de la vida (He. 10:19-20).

h. Trajo la muerte

  El resultado final de la primera caída del hombre fue la muerte (Gn. 3:19; 5:5; Ro. 5:12). Primero, el espíritu humano fue amortecido y, con el tiempo, su cuerpo muere. Con la transgresión de Adán entraron el pecado y la muerte en el mundo por medio del pecado. La muerte reina sobre todos los hombres (Ro. 5:14, 17). Por tanto, “en Adán todos mueren” (1 Co. 15:22).

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