Mensaje 31
La salvación que Dios trajo a Noé consistió en librarlo no solamente del juicio, sino también de esta generación torcida, perversa y maligna. Para ser salvo de esa era maligna, él necesitaba ser salvo por agua. En 1 Pedro 3:20 dice explícitamente que Noé fue salvo por agua. ¿Qué significa ser salvo por agua? Si queremos entender esto, debemos conocer el trasfondo de la generación de Noé.
Noé vivía en una era torcida y perversa. Como resultado de la primera caída del hombre, la naturaleza maligna de Satanás había sido inyectada en el hombre. En la segunda caída, el hombre se alejó de la presencia de Dios y estableció la cultura humana. La naturaleza maligna de Satanás fue inyectada en el hombre cuando éste cayó la primera vez, y se desarrolló hasta constituir la cultura humana carente de Dios en la segunda caída. En la tercera caída del hombre, la cultura produjo una generación maligna, torcida, corrupta y perversa. Esa generación fue condenada a los ojos de Dios. Noé nació en dicha generación. Dios había condenado a aquella generación, y el poder maligno de las tinieblas estaba presente en la tierra. Cuando el hombre cayó por tercera vez, el poder maligno de las tinieblas había corrompido la tierra y la había llenado de violencia. Como resultado, Dios intervino y juzgó aquella generación y puso fin a esa era. Quienquiera que viviese durante esa era se hallaba bajo dos cosas: el juicio de Dios y el poder maligno de las tinieblas.
Vivimos en la misma clase de era. En Mateo 24 y Lucas 17 el Señor Jesús comparó nuestra era con la de Noé. El trasfondo de Noé era exactamente el mismo que el nuestro; aquella era prefiguraba nuestro trasfondo. Fíjense en la situación mundial de hoy; indudablemente se encuentra bajo la condenación de Dios. Se halla también bajo el poder maligno, la influencia maligna. Ningún joven y ningún adulto puede resistir el poder maligno ni la influencia de la sociedad moderna. Los padres cristianos oran por sus hijos aun antes de que nazcan. Consagran sus hijos al Señor e intentan ayudarles con temor y temblor a que conozcan a Dios y se alejen de la influencia de este mundo de tinieblas. No obstante, a los seis años de edad, los niños deben asistir a la escuela, y una vez en la escuela, están expuestos a la influencia maligna de las tinieblas de esta era. Casi todos los niños reciben algo de esta influencia. Nadie es inmune. Podemos ver que existe ese poder maligno, la influencia maligna de las tinieblas, sobre esta tierra. Todos están bajo el juicio de Dios y bajo el poder y las tinieblas del maligno. Por lo tanto, la plena salvación de Dios no sólo nos libra de que El nos condene, sino también del poder maligno y de la influencia de esta era tenebrosa. En el día de Pentecostés, Pedro exhortó al pueblo: “Sed salvos de esta perversa generación” (Hch. 2:40).
Repito una vez más que casi todo lo que contiene el libro de Génesis constituye una semilla que necesita desarrollarse. Ser salvos por medio del agua es un bautismo. En 1 Pedro 3:20-21 se revela que el agua por la cual pasó Noé tipificaba el bautismo. Podemos considerarla la primera alusión al bautismo en la Biblia. Por tanto, fue la semilla del bautismo. Esta semilla se desarrolló primeramente cuando los hijos de Israel atravesaron el mar Rojo. En 1 Corintios 10:1-2 se nos dice que el paso del mar Rojo fue un bautismo. El paso por las aguas del mar Rojo tipificaba claramente el bautismo en agua. Más adelante, en la era neotestamentaria, lo primero que sucedió fue la proclamación del bautismo en agua. Dios envió a Juan el Bautista para que lo llevara a cabo. El vino con el propósito de bautizar a la gente con agua.
Consideremos ahora el caso de los israelitas. A pesar de ser el pueblo escogido de Dios, ellos cayeron y fueron a dar a Egipto. Toda la nación egipcia se encontraba bajo el juicio de Dios. Por vivir allí, los israelitas se encontraron también bajo juicio. Al mismo tiempo, estaban bajo el poder de Faraón y de los egipcios. Al salir de Egipto no huían del juicio de Dios, sino de Egipto. Este éxodo fue una liberación del cautiverio egipcio.
Veamos la salvación que disfrutaron los hijos de Israel. Primero, disfrutaron de la redención de la sangre del cordero. Mataron corderos y untaron la sangre sobre los dinteles de las puertas. De esta manera, los israelitas fueron cubiertos por la sangre redentora y se salvaron del juicio de Dios. Cuando Dios ejecutó Su juicio sobre el país de Egipto, los que estaban bajo la sangre fueron salvos. Los hijos de Israel fueron salvos del juicio de Dios por la sangre. Después de eso, todos comieron la carne del cordero. El propósito de aquello no era salvarlos del juicio, sino fortalecerlos para que salieran de Egipto. Cuando comieron el cordero, calzaban sandalias, tomaban sus bastones, y estaban listos para salir. Mientras comían, se preparaban para salir de Egipto.
¿Qué libró a los israelitas de Egipto y del poder de Faraón? Aunque Dios los salvó del juicio, Faraón, el rey de Egipto, no quería dejarlos ir. Faraón tipificaba a Satanás. Faraón, es decir, Satanás, parecía decirles: “Ustedes hijos de Israel fueron salvos del juicio de Dios y comieron la carne del cordero. Están listos para marcharse. ¿Creen que pueden salir tan fácilmente? Este es mi territorio; es mi poder, mi reino y mi imperio. Aquí yo tengo el poder y no dejaré que se vayan”. Por tanto, Faraón envió su ejército a detener a los israelitas. Pero Dios vino a liberarlos; no mandó ángeles ni fuego que consumiera a Faraón y sus fuerzas, sino que abrió el mar Rojo para que lo cruzaran. Después de que Su pueblo pasara el mar, los persiguió el ejército egipcio. Mientras perseguían al pueblo de Dios y al estar en medio del mar, Dios le dijo a Moisés que extendiera su brazo sobre el mar para que las aguas volviesen sobre los egipcios (Éx. 14:26). Moisés lo hizo, y el mar le obedeció. El ejército de Faraón y todo el poderío egipcio quedaron sepultados. Los hijos de Israel fueron liberados. ¿De qué fueron librados? No del juicio de Dios, sino del poder de Egipto y de Faraón, es decir, del poder del mundo y de Satanás.
Los hijos de Israel disfrutaron de una doble salvación. El primer aspecto de su salvación fue la sangre redentora, y el segundo aspecto fue el agua del juicio. ¡Aleluya por la sangre que redime y por el agua que juzga! Sabemos lo que es la sangre redentora, pero dudo que muchos sepan lo que es el agua del juicio. Para nosotros, el agua del juicio es la cruz de Cristo. La muerte del Señor Jesús en la cruz es el agua del juicio. Una línea del himno 142 en nuestro himnario dice: “Yo el mar Rojo al fin crucé”. La muerte del Señor fue el agua del juicio. Satanás y el mundo fueron juzgados en la cruz. Cuando el Señor Jesús estaba a punto de ir a la cruz, El declaró: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn. 12:31). Satanás y el mundo fueron juzgados en la cruz.
El Señor salvó a Su pueblo del mundo juzgándolo. Dios ejecutó Su juicio sobre los egipcios, y ese juicio fue una salvación para los israelitas. Para Satanás y su mundo, la cruz fue un juicio; mas para nosotros, el juicio ejecutado sobre la cruz es una salvación. No es una salvación de ser condenados por Dios, sino del poder de Satanás y de la influencia maligna de esta era de tinieblas. Este asunto queda claro; así que, podemos volver al caso de Noé.
Indudablemente Noé se encontraba bajo la condenación de Dios. El estaba también bajo el poder maligno de la era en la cual vivía. Noé construyó un arca que estaba cubierta de brea por dentro y por fuera. La brea tipificaba la sangre redentora. Por consiguiente, Noé fue salvo del juicio de Dios por la brea que cubría el arca.
¿Qué salvó a Noé de esa era maligna? El diluvio que Dios envió como juicio sobre el mundo maligno. Ese diluvio, ese juicio, separó a Noé de aquella era. El agua del mar Rojo sepultó a los egipcios y separó a los hijos de Israel del mundo egipcio, y las aguas del diluvio hicieron lo mismo con Noé. Por una parte, el diluvio juzgó la era maligna; y por otra, separó a Noé de esa era. El agua que juzgó al mundo salvó a Noé de la generación maligna. Como resultado de los dos aspectos de la plena salvación de Dios, Noé fue salvo de la condenación de Dios y también de la generación maligna.
Casi ningún cristiano conoce el segundo aspecto de la obra salvadora de Dios. Un cristiano verdadero sabe que la sangre nos libra de ser condenados por Dios, de perecer eternamente. Le damos gracias a Dios por eso. Pero ¿cuántos cristianos alaban al Señor por la salvación conferida por medio del agua? Yo lo hago mucho. Hace más de cuarenta años, empecé a agradecer al Señor por la salvación recibida por medio de la sangre y por la salvación recibida mediante el agua. “Gracias, Señor, porque fui salvo del juicio de Dios y también del poder maligno de Satanás. ¡Aleluya, estoy fuera de Egipto!” Muy pocos cristianos saben que han sido librados de la era maligna de este mundo, y por eso, tengo la carga de que todos veamos el segundo aspecto de la plena salvación de Dios. La gran obra salvadora de Dios no sólo nos salva de Su juicio, sino también del poder de Satanás.
Dios condenó al mundo y todas sus edades. Existe un solo mundo con muchas edades. Tenemos la era de la moda pasada y la era de la moda moderna. Existe una era del pelo corto y una era del pelo largo. Dios condena todas las eras. El mundo de la era de Noé fue condenado (Gn. 6:11-13), y el mundo de la era egipcia también fue condenado (Éx. 14:26-28).
El mundo entero constituye un sistema satánico que ha clasificado a toda la humanidad. El mundo tiene varios departamentos así como distintas eras. En la misma era tenemos el departamento de educación, de economía, de religión, etc. Cada departamento pertenece al sistema satánico que clasifica y organiza al hombre. El mundo entero y todas sus épocas y departamentos se encuentran bajo la condenación de Dios (Jn. 12:31; 16:11). No obstante, mi intención es que simplemente veamos la condenación de Dios. Sólo debemos mirarla y seguir adelante hacia la salvación que El nos da.
El pueblo de Dios fue salvo del mundo por medio del juicio que Dios trajo sobre ése. ¿Con qué nos salva Dios del mundo condenado? Con lo mismo que El usó para juzgar al mundo. El diluvio que Dios usó para ejecutar Su juicio sobre el mundo antiguo salvó a Noé de ese mundo. El mar Rojo que Dios usó para juzgar a los egipcios salvó a los hijos de Israel del poder maligno de aquéllos. La cruz con la cual Dios juzgó a Satanás y su mundo también nos salva de este mundo que está bajo condenación.
Nosotros los cristianos somos salvos por la cruz de Cristo que juzga. La cruz ejecutó el juicio de Dios sobre Satanás y el mundo. Nosotros fuimos salvos del juicio de Dios por la sangre redentora de Cristo (Ro. 5:9). Fuimos salvos del mundo condenado por la muerte de juicio de Cristo. Gálatas 1:4 dice: “El cual se dio a Sí mismo por nuestros pecados para rescatarnos del presente siglo maligno”. Aunque Cristo murió por nuestros pecados, la meta era librarnos del presente siglo maligno. He escuchado muchos mensajes acerca de la muerte de Cristo que nos salva de los pecados, pero casi no he oído ningún mensaje que explique que la meta de la muerte de Cristo era salvarme del presente siglo maligno.
Dice en Gálatas 6:14: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo”. Para Pablo, el mundo estaba en la cruz, y para el mundo, Pablo estaba en la cruz. ¿Está el mundo en la cruz para usted? ¿Está usted en la cruz para el mundo? A nuestros ojos, el mundo debe estar en la cruz. Ya fue crucificado. ¿Ama usted algo que ya fue crucificado? Para el mundo, estamos en la cruz. A menudo he oído a los padres de un santo decir: “Mi hijo está muerto”. Algunos maridos pueden decir que sus esposas están muertas, y algunas esposas pueden decir que sus maridos están muertos. Esto es correcto. Todos los esposos, las esposas, los hijos y las hijas que son cristianos han muerto. Hemos muerto al mundo, y el mundo ha muerto para nosotros mediante la muerte de juicio de Cristo.
Cuando usted es bautizado, queda sepultado. La sepultura es lo más eficaz para sacar del mundo a la gente. Del mismo modo, ¿qué cosa es más eficaz que el bautismo para sacarlo a uno del mundo? Supongamos que cierto hombre ama mucho al mundo, y que está muy apegado al mundo. Su esposa, sus hijos y sus parientes lo aman. El tiene dinero en el banco y varios negocios bajo su control. ¿Cómo puede ese hombre salir del mundo? La sepultura es la manera más fácil. Cuando sus parientes lo hayan sepultado, habrá acabado con el mundo. Por tanto, la sepultura es lo que más separa a una persona del mundo.
¿Qué es el bautismo? Lamento decir que mucha gente cree que se trata de un rito con el cual llegan a ser miembros nominales de alguna “iglesia”. Antes de experimentar el verdadero bautismo, pasé por ese rito. Nunca deberíamos bautizar a la gente como si fuese un rito. Cuando bautizamos a la gente, debemos orar y ejercitar nuestro espíritu con autoridad y con el poderoso nombre del Señor Jesús. Entonces bautizamos a las personas, y las ponemos en una “tumba”, las sepultamos. Este sepelio los separa del mundo.
Fuimos bautizados en la muerte de Cristo (Ro. 6:3). Fuimos sepultados juntamente con Cristo en el bautismo (Col. 2:12). Morimos y fuimos sepultados en cuanto a los rudimentos de este mundo (Col. 2:20). Pasamos por las aguas del diluvio y por el mar Rojo. Las aguas del diluvio que juzgaron la generación de Noé lo rescataron a él, y el mar Rojo que juzgó a los egipcios rescató a los israelitas. Esta es la salvación que necesitamos hoy en día. Cada cristiano necesita el segundo aspecto de la plena salvación de Dios. ¿Ha disfrutado usted este aspecto de la obra salvadora de Dios? Puedo gritar y declarar: “¡Fui separado de Egipto! ¡Fui separado de esta generación maligna, torcida y perversa!”
El bautismo por agua fue tipificado por el diluvio que salvó a Noé del presente siglo maligno (1 P. 3:20-21). Noé fue bautizado en un bautisterio enorme y experimentó un bautismo muy extenso. Duró por lo menos cuarenta días. El número cuarenta significa prueba. Nadie pudo haber construido un bautisterio tan grande ni haber recogido tanta agua. En la Biblia, la primera mención del bautismo fue un bautismo mundial. Nuestro bautismo también debe ser así. Cuando usted entra en esa clase de bautisterio, no tiene ninguna posibilidad de salir. Nos resulta fácil salir del bautisterio que tenemos en el salón de reuniones, pero Noé no pudo salir del bautisterio donde fue bautizado. Noé fue sepultado en una tumba del tamaño del mundo. Esta fue la semilla del bautismo. La muerte de Cristo es todo-inclusiva. El bautismo basado en Su muerte abarca todo el mundo, es universal, y está lleno de las aguas que juzgan y sepultan.
Este bautismo por agua, que representa la muerte de Cristo, la cual juzga, también fue tipificado por las aguas del mar Rojo que salvaron a los israelitas de la era egipcia (Éx. 14:26-28). Tenemos dos clases de bautismo por agua: el diluvio y el mar Rojo. En 1 Pedro 3:20-21 dice que el diluvio por el cual pasó Noé fue una figura del bautismo que nos salva, y en 1 Corintios 10:1-2 se nos revela que el mar Rojo que atravesaron los israelitas también fue un bautismo que salvó al pueblo de Dios del poder maligno, del cautiverio del enemigo. Todas las ocupaciones mundanas, los placeres mundanos, las diversiones y los deportes, quedaron sepultados en el mar Rojo de nuestro bautismo. Esta clase de bautismo eficaz en el poder del Espíritu nos salva del mundo, de la era maligna que Dios condenó y juzgó.
Aparte de las figuras que tipifican el bautismo, tenemos las señales bíblicas que representan el significado del bautismo. El bautismo era representado por el lavacro del tabernáculo (Éx. 30:18-21). En frente del tabernáculo se encontraba el lavacro. El área que estaba fuera de la línea separadora del tabernáculo representaba al mundo. Supongamos que alguien sale del mundo, desea ser un sacerdote y entra en la presencia de Dios en el tabernáculo. Primero tendría que pasar por el altar, el cual representa la cruz de Cristo. En el altar se presentaban las ofrendas por los pecados. Después de pasar por el altar, se eliminaban sus pecados y era salvo. Muchos cristianos piensan que después de pasar por el altar, él podía entrar inmediatamente en el lugar santo que estaba dentro del tabernáculo. Pero dicha persona no podía moverse tan rápidamente, pues después de pasar por el altar, necesitaba lavarse en el lavacro. El lavacro no eliminaba sus pecados. Los pecados ya habían sido eliminados en el altar. El lavacro eliminaba la suciedad de la tierra. La persona necesitaba ser lavada, porque traía sobre sí la suciedad de la tierra. El lavamiento del lavacro quitaba esa suciedad. La sangre estaba en el altar, y no en el lavacro. Después de que los pecados eran eliminados en el altar y de que la suciedad terrenal era quitada en el lavacro, entonces el hombre podía entrar en el lugar santo y entrar en la presencia de Dios.
Muchos cristianos no pueden entrar en la presencia de Dios. Si bien fueron salvos en la cruz, ellos creen que existe todavía una separación, una barrera, que les impide entrar en la presencia de Dios. ¿Qué es eso? Es la suciedad del mundo. Carecen del lavamiento que produce el lavacro, el cual les quita la suciedad del mundo. En otras palabras, sus pecados fueron eliminados en la cruz, pero el mundo que traen consigo no fue sepultado debajo del mar Rojo. El lavacro es una señal del bautismo, del diluvio y del mar Rojo.
El mismo principio se aplica al mar de bronce y a los diez lavacros asociados con el templo. Cuando los hijos de Israel se establecieron en la tierra de Canaán, construyeron un templo. Junto con el templo, construyeron un mar de bronce y diez lavacros (1 R. 7:23, 38). El bronce representa el juicio. El mar de bronce y los diez lavacros indican la plenitud de la realización del bautismo. Usted no puede entrar en la presencia de Dios antes de pasar por el verdadero significado del bautismo, es decir, antes de ser sepultado para el mundo.
Por ejemplo, debemos sepultar nuestra actividad mundana de salir de compras. Al leer este mensaje, su espíritu tal vez le diga que tiene un problema con las compras. Usted no va de compras bajo la dirección del Señor. Por supuesto, no hay ningún problema si usted va de tiendas guiado por el Señor. Pero si no lo hace bajo la dirección del Señor, estará muerto durante unos días. No podrá orar debidamente ni entrar en la presencia del Señor durante ese tiempo. Usted puede argumentar que no hay nada malo en comprar una prenda de vestir. Aunque no haya nada inmoral, su espíritu le dice que mientras lleve esa prenda no podrá orar con la presencia del Señor. Aunque quizás pueda orar sin sentir la presencia del Señor, no puede entrar en la presencia de Dios antes de quitarse esa prenda. Si lo hace, estará libre. Entonces, ¿qué debemos hacer? Debemos lanzarnos al mar de bronce.
El bautismo también es representado por el mar de vidrio (Ap. 4:6). En el capítulo cuatro de Apocalipsis, Juan estaba en el espíritu y vio el trono de Dios. En frente del trono había un mar de vidrio. ¿Qué significa eso? El bronce denota el juicio, y el vidrio indica estar expuesto. Lo que se lavaba en el lavacro o en el mar de bronce no podía verse desde el lado; pero lo que se lavaba en el mar de vidrio era visible porque el mar de vidrio es transparente. En Apocalipsis 15:2 el mar de vidrio se ve mezclado con fuego. Esto también es una señal del bautismo universal. El mar está mezclado con fuego. Por supuesto, un mar contiene mucha agua, pero este mar está mezclado con fuego. ¿Qué significa esto? Dios juzgó la primera creación por causa de la caída de Satanás y la caída del hombre. Dios ha juzgado continuamente desde el principio. Dios juzgó la era preadamítica con agua. También juzgó la era adámica con agua en la época de Noé. Pero después del diluvio, Dios dijo que jamás volvería a juzgar al mundo con el agua (Gn. 9:11). El juzgará por fuego. Por tanto, en Apocalipsis 15:2, el mar está mezclado con fuego; el fuego arde en el mar. Las dos clases de juicio que Dios ejerció sobre la creación caída son: el juicio por agua y el juicio por fuego. El mar de vidrio mezclado con fuego tendrá su consumación en el lago de fuego (Ap. 20:10, 14-15). Todo lo que fue sepultado cuando usted fue bautizado irá al lago de fuego.
Apocalipsis 15:2-3 revela que los salvos están sobre el mar de vidrio, regocijándose y cantando. Cantan dos cánticos: el cántico de Moisés, que fue cantado por primera vez a la orilla del mar Rojo, y el cántico del Cordero. Cantan el cántico de Moisés porque Moisés los hizo pasar el mar Rojo, y cantan el cántico del Cordero de Dios porque El los hizo pasar el mar del bautismo. Por tanto, todos los salvos se hallan en el mar de vidrio. Este es el bautisterio universal. Al final, todas las cosas creadas serán quemadas (2 P. 3:6-7, 10, 12). La creación entera pasará por el bautismo, y la vejez será quemada y lavada por el fuego consumidor en el lago de fuego. Este es el bautisterio universal.
Al final, el cielo nuevo y la tierra nueva, la nueva creación, serán llevados a la presencia de Dios, y la Nueva Jerusalén descenderá. La presencia de Dios se encontrará allí. Ya no habrá mar (Ap. 21:1). El lago de fuego será la consumación de todos los bautismos en el transcurso de las edades. Todo lo demás estará en presencia de Dios, quien hará de la Nueva Jerusalén Su morada eterna. Por tanto, ser salvos por medio del agua significa que todo lo que no sea de Dios y no esté destinado a El debe ser eliminado por el diluvio. Finalmente, este diluvio se mezclará con el fuego y llegará a su consumación en el lago de fuego. Nosotros los que hayamos sido lavados de todo lo que no es Dios estaremos en la consumación de la Nueva Jerusalén.
El principio es el mismo en la vida de la iglesia hoy en día. La iglesia es la Nueva Jerusalén en miniatura, y el bautisterio es una figura del lago de fuego. Cada bautismo es un cuadro que nos muestra cómo todas las cosas negativas sepultadas en el bautisterio irán al lago de fuego. Permítanme preguntarles: ¿dónde están sus compras mundanas? ¿Dónde están sus nuevas modas? ¿Dónde están su pelo largo y sus faldas cortas? Están en el bautisterio. El bautisterio trasladará esas cosas al lago de fuego. Este es el significado de ser salvos por medio del agua. Esta salvación pondrá fin a la era vieja y traerá la nueva era. Esta salvación nos sacará de la generación vieja, torcida y perversa y nos introducirá en el reino de Cristo. Por consiguiente, el próximo mensaje hablará de la vida del reino en resurrección.