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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 58

Vivir en comunion con Dios: Isaac es ofrecido

(2)

  En el último mensaje, vimos que Abraham ofreció a su hijo Isaac como Dios se lo había pedido. Esa historia, relatada en Gn. 22, no es solamente una historia muy importante, sino que tiene también un significado implícito, pues se trata de un cuadro gráfico de Cristo en varios aspectos. No hallamos el título de Cristo ni el nombre de Jesús en este capítulo, pero vemos implícitos muchos aspectos de El. En este mensaje veremos los aspectos de Cristo que se describen en dicho capítulo.

c) Isaac tipifica a Cristo

  Isaac tipificaba a Cristo. Ya dijimos que Abraham respondió al llamado de Dios al ir al monte Moriah para ofrecer a Isaac. Eso es historia. Pero si vemos esto desde la perspectiva de la revelación de Dios, veremos que lo que hizo Abraham con Isaac es un cuadro gráfico de lo que el Padre hizo con Su Hijo amado. Cuando Abraham viajó al monte Moriah con Isaac, lo acompañaron dos siervos jóvenes. Al tercer día, Abraham se alejó de los dos siervos, diciendo: “Yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (v. 5). De ahí en adelante, la historia cambia. Ya no era la historia de cuatro personas: el padre, el hijo y los dos siervos, sino la historia de Abraham y su hijo Isaac. Abraham tomó la leña para el holocausto y la puso encima de Isaac, quien la cargó hasta la cima del monte Moriah. Compare esto con Juan 19:17, donde leemos: “Y El, cargando Su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota”. Isaac recorrió el mismo camino al monte Moriah que el Señor Jesús recorrería más tarde al subir al Gólgota. Antes de que Cristo llevara la cruz y subiera al Calvario, o el Gólgota, Isaac cargó la leña para el holocausto y siguió el mismo camino. Además Jesús fue crucificado en el monte donde Isaac fue puesto en el altar. Por consiguiente, vemos que Abraham tipificaba al Padre, e Isaac, con la madera sobre sí, al Hijo unigénito de Dios. Isaac fue llevado como cordero al altar. Jesús también “como cordero fue llevado al matadero” (Is. 53:7).

  Mientras Abraham e Isaac subían al monte Moriah, Isaac dijo: “He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” (v. 7). Abraham contestó: “Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío” (v. 8). Aquí vemos que el hijo tenía comunión con el padre. ¿No cree usted que mientras Jesús llevaba la cruz en el camino al Calvario El tuvo comunión con el Padre? ¿Y no cree que el Padre habló con el Hijo? Yo creo que sí. Si usted dice que la Biblia no nos dice tal cosa, yo le diría que Génesis 22 sí nos lo dice. Necesitamos ver y oír la conversación celestial que ocurrió en camino al monte Moriah. Abraham e Isaac tipifican al Padre y al Hijo, y su comunión rumbo al monte Moriah es un cuadro gráfico que describe cómo Jesús el Hijo tenía comunión con el Padre mientras llevaba a cuestas la cruz al Calvario. No tenemos una descripción específica de eso en el Nuevo Testamento, pero sí tenemos el cuadro en el Antiguo Testamento, y un cuadro vale más que mil palabras. En Génesis 22 el cuadro describe algo que las palabras no pueden explicar. Los autores del Nuevo Testamento no describieron la comunión amorosa entre el Padre y el Hijo en el camino al Calvario, pero sí se ve claramente en el cuadro de Génesis 22. ¡Necesitamos ver este cuadro! Como lo indicaremos más adelante, casi todos los aspectos de la tipología contenida en Génesis 22 se abarcan en Juan 1.

  Examinemos ahora algunos detalles de Isaac como figura de Cristo. Isaac era el único hijo de Abraham (vs. 2, 12, 16). Esto tipifica a Cristo como el Hijo unigénito de Dios (Jn. 3:16). Isaac era el hijo amado de Abraham (v. 2), y Cristo era el Hijo amado del Padre, en el cual El se complacía (Mt. 3:17). En 22:5 vemos que Isaac siguió la voluntad de su padre, y en Mateo 26:39 vemos que Cristo escogió la voluntad del Padre. En el cuadro de Génesis 22, vemos que Isaac, un hombre maduro, fue obediente hasta la muerte (vs. 9-10). El relato de este capítulo nos muestra que al ofrecer a Isaac, Abraham no consultó ni a su esposa Sara ni a su hijo Isaac. Abraham tomó a su hijo, puso la madera sobre él, lo condujo al monte, lo ató y lo puso sobre el altar. El no le dio a Isaac la oportunidad de decir nada. No obstante, Isaac siguió la voluntad de su padre y fue obediente hasta la muerte. Del mismo modo, cuando el Señor Jesús estaba a punto de morir, El dijo: “No sea como Yo quiero, sino como Tú” (Mt. 26:39). En Filipenses 2:8 vemos que Cristo fue obediente hasta la muerte. Observe el cuadro de nuevo: Isaac fue obediente hasta el altar. El no sólo siguió al padre al pie del monte sino que también le obedeció al llevar la madera y al ser atado. El no ofreció resistencia. Aun cuando el padre lo puso sobre al altar, tomó el cuchillo y extendió su mano para matarlo, él no se rebeló. El fue obediente hasta la muerte. Si consideramos todos estos aspectos de Isaac como figura de Cristo descrita en el Antiguo Testamento, veremos que fueron soberanamente dispuestos, pues correspondían a la palabra clara de la revelación del Nuevo Testamento.

  A los ojos de Dios, Isaac fue inmolado. Cuando Abraham se disponía a inmolar a su hijo, el ángel del Señor que apareció de los cielos intervino, diciendo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada”. Aquí el ángel del Señor en realidad es Dios mismo, lo cual se demuestra en el versículo 12, donde el ángel del Señor le dijo a Abraham: “Porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Aquí “me” se refiere a Dios mismo. Observe que el ángel del Señor no dijo “le” sino “me”. Abraham, el padre, inmoló a su hijo, pero el ángel de Jehová lo resucitó de los muertos. Del mismo modo, Hechos 2:24 revela que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos.

d) Isaac es reemplazado por un carnero

  Isaac fue reemplazado por un carnero, es decir, un cordero. Leamos el versículo 13: “Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo”. Aquí vemos que el hijo no fue inmolado, sino el carnero, el cordero. ¿Quién fue inmolado en la cruz, el Hijo de Dios o el Cordero de Dios? Fue el Cordero de Dios. Cristo es el Hijo de Dios, pero cuando fue inmolado en la cruz, fue reemplazado por el Cordero de Dios. Juan 1:14 habla del Hijo de Dios y dice: “Contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre”. Sin embargo, Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” Aquí vemos que el Hijo de Dios fue reemplazado por el Cordero de Dios. El Cordero de Dios fue crucificado, y no el Hijo de Dios. En la crucifixión, el Hijo fue reemplazado por un carnero.

  En Génesis 22:8 Abraham profetizó que Dios proveería el cordero para el holocausto. El Cordero eterno fue designado por Dios desde la eternidad (1 P. 1:19-20). En 22:13 vemos “un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos”. En la Biblia los cuernos representan el poder para luchar. Cristo tiene poder combativo, pero éste fue trabado por una zarza. La zarza representa la humanidad. Nosotros somos la zarza, y Cristo, el Cordero de Dios, quedó enredado en nosotros y no puede escaparse. El quedó trabado por Su naturaleza humana para ser ofrecido como nuestro sustituto. Cristo como Cordero de Dios estuvo dispuesto a dejar que Sus cuernos quedaran atrapados en la humanidad. Cuando entendamos este cuadro, todos debemos decir: “Señor, gracias. Tú estuviste dispuesto a ser trabado por nosotros”.

  El Hijo de Dios fue reemplazado en la cruz por el Cordero de Dios. En un sentido positivo y divino, el Hijo de Dios nunca fue crucificado. El Cordero de Dios fue crucificado. Nadie podía crucificar al Hijo de Dios. Alabado sea el Señor porque estuvo dispuesto a ser un cordero que puso Sus cuernos entre los seres humanos y a quedar atrapado por nosotros. En consecuencia, vemos que no sólo el Hijo de Dios se convirtió en el Cordero de Dios, sino que también fue reemplazado por el Cordero de Dios. No tenemos este cuadro en el Nuevo Testamento, pero lo vemos en el Antiguo Testamento. Junto con las palabras claras de los cuatro evangelios, necesitamos los cuadros del Antiguo Testamento.

(1) Provisto por Jehová-yireh

  El carnero que sustituyó al hijo en el altar fue provisto por Jehová-yireh (v. 14). El título Jehová-yireh tiene dos significados: Jehová proveerá y Jehová verá. No sólo hay una provisión sino también una visión. Dentro de la provisión, tenemos la visión. Observe la cruz: ¡cuánta provisión y visión tenemos allí! Puedo testificar que en la cruz hemos recibido tanto la provisión como la visión. Antes de la cruz, carecía de provisión divina, pero en la cruz la conseguí. Antes de la cruz, era ciego, no tenía ninguna visión, pero en la cruz, pude ver por medio de la provisión. Ahora mi vista es clara. No sólo recibí la provisión sino que también fui iluminado. Muchos jóvenes pueden testificar que antes de ir a la cruz, eran pobres y ciegos. Sin embargo, un día fueron a la cruz y encontraron la provisión y la visión. Que el Espíritu de sabiduría nos ayude a entender el profundo significado contenido en el hecho de que el Hijo de Dios fue reemplazado por el Cordero de Dios, cuyos cuernos fueron trabados en la humanidad.

(2) Tipifica a Cristo como nuestro sustituto

  El Cordero de Dios que sustituyó al Hijo de Dios fue nuestro sustituto (1 P. 3:18). El carnero fue inmolado en lugar de Isaac, y el Cordero de Dios sufrió la crucifixión por nosotros. Cuando oí la predicación del evangelio en mi adolescencia y me dijeron que Cristo había sufrido la muerte por nosotros, yo no podía entenderlo claramente. Sólo pude entender cómo Cristo fue nuestro sustituto cuando vi claramente el cuadro de Génesis 22. El carnero fue inmolado por Isaac. Este cuadro indica que Cristo, el Cordero de Dios, fue a la cruz por nosotros. Todos debíamos haber ido a la cruz, pero Dios nos sustituyó con el Cordero de Dios. A eso debemos decir: “¡Alabado sea el Señor! El Cordero de Dios, quien es el Hijo de Dios, fue nuestro sustituto”.

  El Cordero de Dios, por habernos sustituido, llegó a ser grande e importante. En Apocalipsis el título de Cristo por excelencia es el Cordero. Cuando, en Apocalipsis 5, el apóstol Juan vio el libro que nadie era digno de abrir ni en los cielos ni en la tierra, lloró. Entonces uno de los ancianos le dijo: “No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos”. Inmediatamente después de eso, Juan vio el Cordero: “Y vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero en pie”. En Génesis 22 tenemos la semilla de ese Cordero. Esta semilla se desarrolló en Juan 1:29 y es cosechada en el libro de Apocalipsis. Finalmente, el trono de Dios se convierte en el trono de Dios y del Cordero, y de dicho trono procede el río de agua de vida con el árbol de vida que crece en él (Ap. 22:1-2). Todo eso demuestra que la Biblia no es un libro hecho por un hombre. Indudablemente es la revelación divina. ¡Qué maravilloso cuadro de Cristo describe Génesis 22!

e) Abraham es bendecido por Dios

(1) Su descendencia se multiplica

  Abraham fue bendecido por Dios. Esta bendición no es la bendición de cosas materiales. Muchos de nosotros teníamos anteriormente una impresión errónea, pues pensábamos que conseguir un buen trabajo o bienes materiales significa que el Señor nos ha bendecido. Todos nosotros éramos animados a contar cada una de las bendiciones, estimando como tales un diploma, un ascenso, la esposa, la casa y los hijos. No digo que éstas no sean bendiciones, pero sí digo que no son bendiciones de oro, sino de lodo. En Génesis 22 Dios no bendijo a Abraham de esta manera, sino con la multiplicación de su descendencia, diciendo: “De cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar” (v. 17). No me interesan las bendiciones materiales. Me interesa la multiplicación. Primero, quisiera ver cincuenta iglesias en los Estados Unidos, luego, ciento, y luego mil. También quisiera ver que desde los Estados Unidos se extienda la multiplicación a Africa, Oceanía, Europa y hasta a Jerusalén. Esta es la bendición que deseo ver.

  Abraham fue bendecido con dos clases de pueblos, uno fue comparado con las estrellas del cielo (v. 17; 15:5), y el otro con la arena que está a la orilla del mar (v. 17) y con el polvo de la tierra (13:16). Si usted conoce la historia y las profecías acerca de los descendientes de Abraham, verá que se dividen en dos categorías: una celestial y otra terrenal. Nosotros los cristianos somos las estrellas, los descendientes celestiales de Abraham, y los verdaderos judíos, el pueblo terrenal de Dios, es la arena, el polvo. Al final, el pueblo judío constituirá los sacerdotes de Dios en la tierra y enseñará a todas las naciones. Eso se profetizó claramente en Zacarías 8:20-23. ¿Por qué se describe a los judíos como la arena y como el polvo? El mar representa el mundo, corrompido por Satanás, y el polvo pertenece a la tierra, creada por Dios. Los judíos fueron restaurados al nivel en que fueron creados por Dios. Por consiguiente, son representados por la arena, el polvo que se encuentra a la orilla del mar. Son un pueblo terrenal, pero no son el polvo que yace debajo del mar, sino el polvo, la arena, que se encuentra a la orilla. Están separados del mar, el mundo corrupto de Satanás. No obstante, las estrellas no sólo están separadas del mundo corrupto sino que también son celestiales.

  Según Apocalipsis 20:8-9, al final del milenio Gog y Magog combatirán contra el campamento de los santos y contra la ciudad amada. El campamento de los santos es el campamento de las estrellas celestiales, y la ciudad amada, Jerusalén, es la ciudad de la arena apartada. Las dos clases de descendientes de Abraham, quienes en aquel entonces se ocuparán de los intereses de Dios en el universo, serán atacadas por Gog y Magog instigados por Satanás. Esa será la última guerra del universo, una guerra entre el pueblo diabólico y los descendientes de Abraham.

  Las estrellas son una semilla sembrada en Génesis 22, y la misma será cosechada en Apocalipsis 20 y 21. La Nueva Jerusalén se compone de las doce tribus de Israel, las cuales representan a los santos del Antiguo Testamento, y de los doce apóstoles, que representan a los creyentes neotestamentarios. Aquellos que son representados por los apóstoles son estrellas celestiales, y los que son representados por las doce tribus son la arena que está a la orilla del mar. Estos dos pueblos a la postre serán edificados como la Nueva Jerusalén eterna. Por consiguiente, la Nueva Jerusalén eterna será la máxima consumación de la descendencia de Abraham. Esta es la bendición de Dios para Abraham.

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