Mensaje 70
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Al leer acerca de Jacob en el libro de Génesis, debemos recordar que la Biblia en su totalidad es la palabra de vida. La Biblia contiene enseñanzas, historias, profecías y tipologías, y la mayoría de ellas aparentemente no se relacionan con la vida. Puesto que toda la Biblia es la palabra de Dios como vida, no debemos considerar las historias que contiene como simples historias. Debemos acudir al Señor para que nos muestre la vida contenida en todos los relatos. La mayoría de los cristianos ha pensado que los relatos del libro de Génesis son simplemente historias, y no han hecho caso de la vida que hay en ellas. Cuando éramos jóvenes, a muchos de nosotros nos gustaba escuchar historias bíblicas. Indudablemente esas historias son las mejores. Que el Señor nos permita recibir la nutrición de la vida que hay en todas las historias de la Biblia.
Hicimos notar que en cuanto a la experiencia de vida, Abraham, Isaac, Jacob y José no deben considerarse cuatro individuos separados. En la experiencia de vida, estas cuatro personas constituyen una unidad única y completa. En Abraham vemos el llamamiento de Dios, la justificación por la fe, y el vivir por fe en Dios y en comunión con El. Pero al experimentar a Dios, no sólo tenemos Su llamamiento, la justificación, la fe y la comunión, sino que también fuimos escogidos y predestinados. En Abraham, Isaac y Jacob vemos varios aspectos de la experiencia de vida. Unicamente vemos la experiencia completa de vida cuando juntamos a estas tres personas y a José. Vimos ya que Jacob necesita que José lo complete. El Nuevo Testamento revela claramente que fuimos predestinados para ser hijos de Dios (Ef. 1:5), hijos reales de Dios. Todos los hijos de Dios serán reyes. En el libro de Apocalipsis, vemos que los santos serán correyes de Cristo y regirán a las naciones en el reino (Ap. 2:26-27; 20:4, 6). No vemos el reinado ni en Abraham ni en Isaac. Inclusive cuando vemos a Jacob, no podemos ver el reinado. Pero está claramente revelado en José. En los últimos capítulos de Génesis, el mundo entero se encontraba bajo el dominio del faraón. No obstante, el faraón era simplemente una figura decorativa. El que verdaderamente gobernaba la tierra en aquel tiempo era José. Ya que José representaba a Jacob, el que verdaderamente reinaba sobre la tierra era Jacob. Este regía por medio de su hijo José, quien era el aspecto gobernante de la vida de Jacob. Por consiguiente, las experiencias de Abraham, Isaac, Jacob y José constituyen una experiencia completa de la vida. Experimentar a Dios empieza con la elección y llega a su consumación en el reinado.
Génesis 1:26 revela que el propósito de Dios al crear al hombre era que éste lo expresara a El en Su imagen y lo representara en Su dominio. Aunque vemos algo de Dios en Abraham, no vemos en él mucho de la imagen de Dios. Además, ni en Abraham ni en Isaac vemos el dominio de Dios. Ni siquiera en el mismo Jacob vemos el dominio de Dios, el cual se ve en José. En Jacob y José la imagen y el dominio de Dios son claramente revelados. Finalmente, Jacob fue llamado Israel, príncipe de Dios. Su nombre incluye el nombre de Dios. En el nombre transformado de Jacob, tenemos el nombre de Dios. Jacob fue verdaderamente transformado a la imagen de Dios; por esta razón, en su ser estaba la expresión de Dios. Jacob tenía la expresión, mientras que José tenía el dominio. Por consiguiente, como unidad única y completa, ellos expresaban a Dios y lo representaban. Para poder ver esto, debemos ser iluminados espiritualmente. Debemos orar diciendo: “Señor, abre nuestros ojos. No queremos leer solamente las historias bíblicas para obtener conocimiento. Queremos ver la luz de vida en estas historias y ser nutridos por la vida que con tienen”.
En Abraham no vemos que Dios lo discipline mucho. Tampoco vemos que Dios haga tal cosa en Isaac, pues Dios jamás los afligió. A Isaac sencillamente le agradaba comer. A nuestro parecer, ninguno de nosotros estaría de acuerdo con eso, y diría: “Dios, ¿por qué me disciplinas constantemente? ¿Por qué no disciplinaste a Isaac? Isaac hasta vendió Tu bendición por carne guisada”. En Génesis 27:3 y 4 Isaac dijo a Esaú: “Sal al campo y traeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera”. Si un hermano hiciera eso ahora, nosotros diríamos: “Hermano, no deberías hacer tal cosa. Eso es demasiado carnal y mundano”. No obstante, Isaac no fue reprendido por hacer eso. De hecho, aunque Isaac bendijo ciegamente y de manera incorrecta, Dios honró su bendición. Esto indica claramente que Isaac no representa la vida que Dios ha tocado. Es la vida de Jacob la que representa la disciplina de Dios. Dios no dejó en paz a Jacob, sino que mantuvo Su mano sobre él.
En el capítulo veintinueve Jacob, después de llegar a la casa de Labán, fue puesto en la cámara de transformación. Ya vimos que Isaac, Rebeca y Esaú colaboraron para que Jacob se viera obligado a escapar de su casa. Isaac era una persona simple, se llevaba bien con todos, y no se inclinaba a ejercitar su discernimiento. Esta era su manera de ser y su carácter. No obstante, Rebeca era inteligente, ingeniosa y manipuladora. Como esposa y madre fuerte, ella manipulaba a toda la familia. Esaú, el hermano, no era muy sagaz, pero sí era físicamente fuerte y parecía decir: “Jacob, no sé utilizar mi mente como lo haces tú, pero sí sé usar mis puños. Tú quizá seas astuto, pero yo un día te mataré”. Estas tres personas trabajaron como equipo para forzar a Jacob a abandonar a su madre amorosa y la casa de su padre. Sabemos que Jacob sufrió durante su viaje por el hecho de que cuando vio a su prima Raquel “alzó su voz y lloró” (29:11). Jacob había estado muy solo. Todo lo que había experimentado antes de llegar a la casa de Labán lo conducía a la cámara de transformación. En el capítulo veintinueve Jacob entró en dicha cámara.
Dios, en Su soberanía, condujo providencialmente a Jacob a reunirse con Raquel y Labán (Gn. 29:1-14) Jacob llegó a cierto lugar después de recorrer una gran distancia, y supuso que éste era el lugar en donde vivía su tío Labán. La Biblia no declara que Jacob buscara a tientas el lugar indicado, yendo de un lado a otro; al contrario, dice que llegó a un solo lugar, e inmediatamente supo que ése era el lugar en donde vivía Labán. Después de conversar brevemente con algunas personas en el pozo, Jacob encontró a Raquel, la hija de su tío Labán. El hecho de que Raquel viniese y no Lea fue algo soberano. Sabemos que aquello fue dispuesto soberanamente por el Señor porque en Génesis 28:15 Dios hizo una promesa a Jacob: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. Dios fue fiel y guardó Su palabra, pues guió los pasos de Jacob y lo llevó a donde moraba Labán. Entonces Dios propició el encuentro de Raquel con Jacob en el pozo. En Génesis 24:13-32 Rebeca y Labán fueron hallados por el siervo de Isaac. Aquí Raquel y Labán son hallados por el propio Jacob. En esto vemos la soberanía de Dios.
Todos nosotros somos los escogidos de Dios. Si usted cree que fue escogido por Dios, entonces debe creer que todo lo que le sucede proviene de El. Todo lo que nos sucedió en el pasado y lo que nos ocurre ahora proviene de Dios. Nunca esté inconforme con las circunstancias en las cuales se encuentra. Como escogido de Dios, su destino está en la mano de Dios y bajo Su dirección. El hecho de que usted haya entrado en la vida de iglesia no ocurrió al azar; fue obra de la mano de Dios, quien lo escogió a usted. No estamos solamente bajo el pulgar de Dios, sino en Su mano. Cuando usted va a trabajar en algo, lo sostiene en su mano. No tenga temor de estar bajo el pulgar de Dios, pues ésta es una señal de que está en Su mano. Diga simplemente: “¡Alabado sea el Señor! Estoy bajo Su pulgar y en Su mano” nosotros los Jacob de hoy estamos en la mano de Dios.
Cuando Jacob le dijo a Raquel que él era pariente de su padre e hijo de Rebeca, ella corrió y lo dijo a su padre (29:12). En Génesis 29:13 y 14 Labán “corrió a recibirlo, y lo abrazó, lo besó, y lo trajo a su casa”. Entonces Labán dijo a Jacob: “Ciertamente hueso mío y carne mía eres” (29:14). Labán era muy diplomático. Después de un mes de la estancia de Jacob, Labán, pensando que Jacob podría serle útil, le dijo: “¿Por ser tú mi hermano, me servirás de balde? Dime cuál será tu salario” (29:15). Labán se preguntaba cómo apresar, retener y usar a Jacob. Nadie en el libro de Génesis es más astuto que Labán. Ni siquiera Jacob pudo superarlo. Jacob era astuto, pero Dios era más inteligente y parecía decir: “Jacob, tú eres astuto, pero Yo te prepararé alguien que sea aún más sagaz que tú”. Labán no nació por accidente; nació según lo dispuso Dios para la transformación de Jacob. Antes de una operación quirúrgica, se preparan muchos instrumentos. Del mismo modo, Labán, que era como un cuchillo curvo, fue preparado para Jacob.
Labán parecía decir a Jacob: “No debes servirme en balde. Dime qué salario deseas”. Jacob amaba a Raquel; así que fue franco con Labán, y le dijo: “Yo te serviré siete años por Raquel tu hija menor” (29:18). El amor ciega y enloquece a la gente. Cuando leí la historia de Jacob, dije: “Jacob, qué insensato eres. No debías de haber dicho que trabajarías siete años por Raquel. Debes haber dicho que trabajarías siete meses”. ¿Cómo pudo alguien tan hábil como Jacob haber sido tan ingenuo? Porque él amaba a Raquel y quería obtenerla a cualquier costo. No obstante, Jacob fue bastante perspicaz, pues sabía que si proponía servir durante poco tiempo, Labán no habría aceptado la oferta. Por consiguiente, por temor de perder a Raquel, Jacob ofreció trabajar para Labán durante siete años a fin de obtenerla como esposa. Trabajar durante tanto tiempo no es algo insignificante. Yo, en el lugar de Jacob, primero habría ofrecido trabajar durante siete meses y luego habría regateado con Labán hasta acordar cierto período.
Labán era avaro, pues robó a su sobrino durante siete años. La Biblia no dice que después de los siete años Labán hubiese llamado a Jacob y le hubiese dicho que era tiempo de casarse con Raquel. No, fue Jacob quien dijo a Labán: “Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella” (29:21). Jacob parecía decir: “Labán, mis siete años se han cumplido. ¿Dónde está mi esposa? He trabajado para ti, y ahora debes darme mi salario”. Labán era bastante astuto. Después de reunir a todos los hombres de aquel lugar y de organizar un banquete, tomó a Lea su hija y la trajo a Jacob, “y él se llegó a ella” (29:22-23). El banquete se produjo durante el día, pero la boda ocurrió de noche. Aquella noche Labán engañó a Jacob, dándole a su hija mayor Lea, en lugar de Raquel. Cuando Jacob descubrió al día siguiente que Labán lo había engañado, le dijo: “¿Qué es esto que me has hecho? ¿No te he servido por Raquel? ¿Por qué, pues, me has engañado?” (29:25). A Jacob no le interesaba Lea, cuyos ojos eran apagados; él amaba a Raquel, quien era “de lindo semblante y de hermoso parecer” (29:17). Después de que Jacob presentó su queja a Labán, éste dijo: “No se hace así en nuestro lugar, que se dé la menor antes que la mayor. Cumple la semana de ésta, y se te dará también la otra, por el servicio que hagas conmigo otros siete años” (29:26-27). Labán era verdaderamente un cuchillo torcido. No obstante, Jacob estuvo de acuerdo con este convenio, y fue inducido artificiosamente por Labán a trabajar un total de catorce años por Raquel, la esposa que él deseaba.
La mano soberana de Dios actuó en esa situación. Jacob amaba a Raquel, pero Dios en Su soberanía la mantuvo alejada de él. Jacob no laboró ni un solo día por Lea, pero ella le fue dada como don gratuito, como añadidura. Con eso vemos que Dios le dejará a usted obtener lo que desea, pero que usted deberá pagar el precio por ello. Su preferencia siempre costará mucho, pues aparte de dárselo, Dios le dará una añadidura. Dios parecía decir: “Jacob, ¿amas a Raquel? Te la daré, pero debes pagar el precio. Después de pagar un alto precio, te daré una añadidura. Esta añadidura concuerda con Mi voluntad”.
Raquel fue esposa de Jacob de acuerdo con la elección y preferencia de éste, pero Lea fue su esposa conforme al concepto y la voluntad de Dios. Esto queda demostrado en 49:31, donde vemos que Jacob sepultó a Lea en la cueva de Macpela, la cueva maravillosa en la cual Abraham, Sara, Isaac, y Rebeca fueron sepultados. Observe que Lea fue sepultada allí, y no Raquel. Dios es constante. A Sus ojos hay una sola esposa para un solo marido. Dios no reconoció a Raquel como esposa de Jacob, porque ella fue escogida por Jacob. Lea fue la verdadera esposa de Jacob. Dios le dio a Jacob lo que éste deseaba, y le enseñó con ello muchas lecciones. De la misma manera, usted, un obrero del Señor, puede preferir a cierto hermano como su colaborador. Sin embargo, este colaborador es escogido por usted según su preferencia y no por Dios conforme a Su voluntad. Nuestro Dios es grande. Si usted desea obtener lo que usted prefiere, Dios puede decir: “Te dejaré tener lo que prefieres. Pero ésta es una buena oportunidad para disciplinarte, transformarte y enseñarte algunas lecciones. Finalmente te daré como verdadero colaborador aquel que Yo haya escogido y que a ti no te guste”.
Dios dio a Lea a Jacob. ¿La amaba Jacob? Probablemente no. En Génesis 29:31 vemos que “Lea era menospreciada”. Primero fue menospreciada por Raquel, y luego por Jacob, que sin lugar a dudas estaba bajo la influencia de Raquel. Algunos enseñan que Dios jamás nos permite conseguir lo que nosotros deseamos. Esta enseñanza es incorrecta. Dios le permitirá tener lo que a usted le agrade, pero junto con ello, usted recibirá disciplina y transformación.
Las dos esposas de Jacob competían por tener hijos. Esta competencia puso a Jacob en el horno, y lo convirtió en una hormiga dentro de un horno caliente. Cuatro mujeres: las dos hijas de Labán y sus dos respectivas siervas, le hicieron la vida difícil a Jacob. Si él no hubiese tenido ninguna preferencia, habría tenido una sola esposa. Finalmente, debido a su preferencia, llegó a tener cuatro esposas. Según vimos, Raquel, la esposa que él prefería, no era su verdadera esposa; su verdadera esposa era Lea, la que a él no le agradaba. Por la rivalidad que existía entre Raquel y Lea, le fueron dadas a Jacob las dos siervas, Bilha y Zilpa, para que fuesen sus esposas (30:4, 9). Estas cuatro mujeres fueron un equipo que jugaba en contra de Jacob. Cuando comparamos a Jacob con Isaac, vemos que Isaac era una persona simple. El no tuvo ninguna preferencia, sino que aceptaba a todos y todo lo que llegaba a él. Por consiguiente, le fue dada la mejor esposa, Rebeca. En el caso de Isaac, no hubo complicaciones. Pero vemos muchas complicaciones en el caso de Jacob porque él tenía su preferencia. Sin embargo, el hecho de que Jacob tuviera su gusto, también era parte de la obra soberana de Dios. No se menosprecie a sí mismo, diciendo: “Me aborrezco. ¿Por qué no nací siendo una persona simple?” Por el contrario, usted debe alabar a Dios por no ser simple, y decir: “Oh Señor, gracias por no haberme creado como persona sencilla. Alabado seas, Señor, porque soy tan complicado”. ¿Ha agradecido y alabado a Dios usted de esta manera? No diga: “Oh lamento los errores que cometí en el pasado”. Hasta sus errores están bajo la soberanía de Dios. Si muchos de nosotros no hubiéramos cometido ningún error, es probable que no estaríamos en la vida de iglesia hoy. ¡Alabado sea al Señor porque nuestros errores nos han introducido en la vida de iglesia! ¡Alabado sea Dios por Su soberanía!
Me río cada vez que leo cómo engañó Labán a Jacob. En toda la historia humana, es probable que no haya habido otro caso en que un suegro haya engañado así a su yerno. Solamente en la Biblia leemos tal cosa. Durante la noche, Jacob estaba en un sueño pensando que había obtenido a su elegida, pero cuando amaneció, vio que le habían dado la que a él no le gustaba. Aquí vemos la soberanía de Dios. Luego, aparte de Lea y Raquel, le dieron a Jacob otras dos esposas. Jacob ciertamente no deseaba tener cuatro esposas. Como todos los hermanos casados pueden testificar, una sola esposa es suficiente. No obstante, Jacob ya no tenía alternativa. Le dieron cuatro esposas y no pudo hacer nada al respecto. El estaba rodeado por ellas y ya no tenía libertad de hacer lo que quería.
Un día Rubén, el primogénito de Jacob, encontró algunas mandrágoras en el campo y las dio a su madre Lea (30:14). Según el Cantar de los Cantares 7:13, las mandrágoras tipifican el fruto del amor. Cuando Raquel quiso las mandrágoras, Lea dijo: “¿Es poco que hayas tomado mi marido, sino que también te has de llevar las mandrágoras de mi hijo?” (30:15), a lo cual Raquel respondió que Lea podía tener a Jacob esa noche a cambio de las mandrágoras de Rubén. Cuando Jacob volvía del campo esa tarde, Lea fue a su encuentro, y le dijo: “Llégate a mí, porque a la verdad te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo” (30:16). Jacob había perdido su libertad. El era como un balón de baloncesto que pasa de una persona a otra. Jacob estaba en una situación tan difícil porque sus esposas estaban compitiendo entre ellas por engendrar hijos.
Al leer la historia de Jacob, debemos adorar a Dios por Su soberanía, Su justicia, y por tener un propósito en todo. Jacob amaba a Raquel, y no a Lea. Pero la menospreciada Lea le dio cuatro hijos (Gn. 29:31-35), mientras que la amada Raquel era estéril (Gn. 30:1-2). En Génesis 29:31 dice: “Y vio Jehová que Lea era menospreciada, y le dio hijos; pero Raquel era estéril”. Aunque Lea era menospreciada, halló favor a los ojos de Dios. Cuando Lea dio a luz a Rubén, su primogénito, cuyo nombre significa “he aquí un hijo”, ella dijo: “Ha mirado Jehová mi aflicción” (29:32). El segundo hijo de Lea se llamó Simeón, nombre que significa “escuchar”. Después de dar a luz a Simeón, ella dijo: “Por cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada, me ha dado también éste” (29:33). El tercer hijo de Lea se llamó Leví, que significa “unido”. Cuando Leví nació, Lea exclamó: “Ahora esta vez se unirá mi marido conmigo, porque le he dado a luz tres hijos” (29:34). En Génesis 29:35 vemos que Lea concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y dijo: “Esta vez alabaré a Jehová; por esto llamó su nombre Judá; y dejó de dar a luz”. El nombre Judá significa “alabanza”. Después de engendrar estos cuatro hijos, lo único que pudo hacer Lea fue alabar al Señor.
Cuando Raquel vio que no había engendrado ningún hijo a Jacob, tuvo envidia de su hermana y le dijo a Jacob: “Dame hijos, o si no, me muero” (30:1). Cuando Jacob oyó esto, se enojó, y dijo: “¿Soy yo acaso Dios, que te impidió el fruto de tu vientre?” (30:2). ¿Piensa usted que Jacob se deleitaba mucho en esta situación? No, él era continuamente turbado. Entonces Raquel dio a Jacob su sierva Bilha como esposa (Gn. 30:3-4). Dios intervino soberanamente también en este asunto. Bilha dio a luz a dos hijos: Dan, que significa “juzgar”, y Neftalí, que significa “Mi lucha” (30:5-8). Cuando nació Dan, Raquel declaró: “Me juzgó Dios, y también oyó mi voz, y me dio un hijo” (30:6). Sólo Dios sabe si vindicó a Raquel o no, pero Raquel estaba convencida de que Dios la había vindicado. Cuando Bilha dio a luz a Neftalí, Raquel dijo: “Con luchas de Dios he contendido con mi hermana, y he vencido” (30:8). Esto no significa que Raquel haya peleado con Lea, sino que ella acudió a Dios muchas veces, y le dijo: “Oh Dios, debes juzgar y vindicarme. Tú le has dado cuatro hijos a mi hermana Lea, pero no me has dado ninguno a mí”. Ella peleó de esta manera con “luchas de Dios”. En otras palabras, ella había luchado en la presencia de Dios, y después del nacimiento de Neftalí, pensaba que había prevalecido y había ganado la batalla. No obstante, Dan y Neftalí no fueron engendrados por ella, sino por su sierva.
Cuando Lea vio que la sierva de Raquel había dado a luz dos hijos, ella parecía decir: “Si Raquel puede dar su sierva a Jacob, ¿por qué no habría yo de hacer lo mismo? Haré lo mismo”. Lea dio entonces su sierva Zilpa como esposa a Jacob y ella engendró dos hijos: Gad y Aser (30:9-13). Gad significa “afortunado” y Aser significa “dichoso”. Cuando Gad nació, Lea dijo: “afortunado” (30:11), y cuando nació Aser, dijo: “Para dicha mía, porque las mujeres me dirán dichosa” (30:13). En realidad, Lea era la afortunada porque le había dado a Jacob cuatro hijos por sí misma y dos más por medio de su sierva. Ella se sentía feliz y pensaba que todas las mujeres le dirían dichosa. En hebreo, las palabras dichoso y bendecido provienen de la misma raíz. Por tanto, una persona dichosa es una persona bendecida, y una persona bendecida es una persona dichosa. Esta era la idea que tenía Lea. Dios le dio a Lea otros dos hijos: Isacar y Zabulón (30:17-20). El nombre Isacar significa “alquilar”. Cuando él nació, Lea dijo: “Dios me ha dado mi recompensa, por cuanto di mi sierva a mi marido” (30:18). Lea debe de haber pensado que Isacar había nacido porque ella había alquilado a Jacob al darle a Raquel las mandrágoras de Rubén. Esto denota nuevamente la competencia que existía entre estas mujeres. Cuando Zabulón nació, Lea dijo: “Dios me ha dado una buena dote; ahora morará conmigo mi marido, porque le he dado a luz seis hijos” (30:20). Lea parecía decir: “No quiero que Jacob me deje. Quiero que se quede conmigo”. En este relato, vemos claramente la competencia entre las esposas de Jacob.
Para entonces Raquel no había engendrado hijos. Consideremos la cronología. Jacob se fue a casa de Labán por el año 1760 a. de C. y se casó por el año 1753 a. de C. Ocho años más tarde nació José. Bajo la mano soberana de Dios, Raquel era estéril, y sólo engendró un hijo después de que transcurrieron ocho años. Entonces Dios le dio un hijo, a quien ella llamó José, diciendo: “Añádame Jehová otro hijo” (30:24). El significado del nombre José es “añadir” e indica que Raquel deseaba que Dios le diera otro hijo. Su deseo se cumplió seis años después con el nacimiento de Benjamín (35:16-20). Dar a luz a Benjamín fue algo muy difícil para Raquel, al punto que le costó la vida. Raquel dio a luz a Benjamín mientras moría, y llamó su nombre Benoni; más su padre lo llamó Benjamín (35:18). Benoni significa “hijo de mi tristeza”. Es muy significativo el hecho de que Jacob haya cambiado el nombre del hijo por Benjamín, que significa “hijo de la mano derecha”. En la Biblia Benjamín tipifica a Cristo. Primero, Cristo era Benoni, el Hijo de la aflicción (Is. 53:3), pero luego llegó a ser Benjamín, el Hijo de la diestra de Dios (Mt. 26:64).
Raquel dio a luz dos hijos, pero falleció en el segundo alumbramiento. Esto significa que Jacob obtuvo su último hijo a costa de su esposa amada. Estas experiencias fueron como cuchillos que lo despedazaron. Jacob amaba a Raquel, pero ella era estéril. Después de dar a luz a José, ella esperaba tener un segundo hijo. Este deseo se cumplió a costa de su vida. Jacob amaba a José y a Benjamín. Ellos eran los dos hijos que él prefería entre los doce. Aunque Jacob obtuvo estos dos hijos, Dios no le permitió conservar a Raquel, su esposa amada, y a los dos hijos favoritos al mismo tiempo. En los capítulos siguientes, veremos cómo sufrió Jacob por José y por Benjamín. En todo ello, Jacob estuvo continuamente bajo la mano soberana y transformadora de Dios.
La lectura de estos capítulos y la vida que contienen es algo muy significativo y útil para nosotros. Estos capítulos parecen bastante largos, pero contienen mucho alimento para nosotros. Cuanto más consideramos la historia de Jacob, más nos damos cuenta de que nuestra historia es semejante a la suya. A los ojos de Dios, el relato de Jacob es la historia de todos nosotros, pues somos el Jacob de hoy y estamos Bajo la mano de Dios porque El está cumpliendo Su obra transformadora en nosotros. Le damos gracias a Dios por Su mano y por Su obra transformadora. Estamos siempre bajo Su mano transformadora en toda situación y circunstancia en que nos encontremos.