Mensaje 12
En el libro de Hebreos se hace alusión a todos los factores fundamentales del Nuevo Testamento de una manera profunda y a la vez sencilla. Por ejemplo, es difícil percatarse que la iglesia se menciona en este libro. Aunque es probable que uno haya leído el libro de Hebreos muchas veces, tal vez nunca le haya llamado la atención la palabra iglesia cuando se menciona en este libro. Todos estamos familiarizados con las veces que se mencionan las iglesias en Hechos y en las demás Epístolas, pero quizás no tengamos la impresión de que la iglesia se menciona en Hebreos. Hace treinta y ocho años, hice un estudio detallado de este libro con dos audiencias distintas. En aquel tiempo yo creía conocer este libro cabalmente, pero aún no me había percatado de las menciones que se hacen de la iglesia en este libro.
La iglesia se menciona sólo dos veces en este libro, en He. 2:12 y en He. 12:23. En 2:12 dice: “Anunciaré a Mis hermanos Tu nombre, en medio de la iglesia te cantaré himnos de alabanzas”. No creo que muchos hayan prestado suficiente atención a la mención que este versículo hace de la iglesia. En este versículo la iglesia es el tema esencial. Aquí, tanto los hermanos como la iglesia se mencionan de una manera muy profunda. El Hijo le dice al Padre que Él anunciará el nombre del Padre a Sus hermanos y que le cantará himnos de alabanza al Padre en medio de la iglesia. ¿Saben qué significa esto? En este versículo debemos resaltar tres elementos: los hermanos, la iglesia y lo que el Señor está haciendo en la iglesia hoy. Este versículo nos provee una gran revelación de lo que es la iglesia y de lo que el Señor está haciendo en la iglesia. En ningún otro libro podemos encontrar algo concerniente a la naturaleza de la iglesia o que se revele de una manera tan completa, básica, fundamental y crucial. No debemos tener en poco Hebreos 2:12. Es un versículo muy importante, pues encierra una revelación maravillosa. Espero que en este mensaje no sólo recibamos una revelación, sino también una visión de lo que es la iglesia y de lo que el Señor está haciendo hoy en ella.
¿Qué es la iglesia? La iglesia es una entidad corporativa compuesta de los hermanos del Hijo primogénito de Dios. ¿Recuerdan las diferencias que señalamos entre el Hijo unigénito de Dios y el Hijo primogénito de Dios? El Hijo unigénito tenía divinidad, pero no tenía humanidad. Aunque tenía la naturaleza divina, no tenía la naturaleza humana. Pero el Hijo primogénito de Dios tiene tanto la naturaleza divina como la humana. Los hermanos no son los hermanos del Hijo unigénito, sino del Hijo primogénito de Dios. Nosotros somos iguales al Primogénito. Él es divino y humano, y nosotros somos humanos y divinos. El Hijo primogénito tiene tanto humanidad como divinidad, y todos Sus hermanos somos iguales a Él. Seamos hermanos o hermanas, todos somos hermanos Suyos, pues Cristo no tiene hermanas. Díganme, ¿son ustedes humanos o divinos? ¿Es el Hijo primogénito divino o humano? Él es tanto divino como humano, y nosotros somos tanto humanos como divinos. Él es primeramente divino y luego humano, y nosotros Sus hermanos somos primeramente humanos y luego divinos. Finalmente Él y nosotros, y nosotros y Él, llegaremos a ser iguales. ¡Somos seres maravillosos! ¡No sólo somos humanos, sino también divinos! ¿Se dan cuenta de quién son hijos ustedes? Ustedes son hijos de Dios. Dios es nuestro Padre divino, y todos nosotros somos Sus hijos divinos por haber nacido de Su vida divina, la que incluye Su naturaleza divina. Somos los muchos hijos del Padre y los muchos hermanos del Hijo primogénito del Padre. Esto no es un sueño, sino una realidad.
La iglesia es tanto humana como divina. Ésta es la naturaleza de la iglesia. La iglesia es una entidad compuesta de los muchos hijos de Dios. La iglesia es una entidad corporativa compuesta por los muchos hermanos del Hijo primogénito de Dios. Ésta es la iglesia. Años atrás yo nunca vi la iglesia con tanta claridad. Hace más de cuarenta años consideraba la iglesia como un grupo de verdaderos creyentes en Cristo que se reúnen juntos. Esta definición de la iglesia no es equivocada. Hace unos ciento cincuenta años les fue revelado a algunos hermanos que la iglesia no es un edificio de piedra y ladrillo. Ellos proclamaron valientemente a todo el cristianismo que la iglesia no es un edificio físico ni tampoco es una catedral, capilla o santuario. Ellos proclamaron que la iglesia es la asamblea de los que Dios ha llamado. Cuando los verdaderos creyentes de Cristo se reúnen, ellos son la iglesia. Esta revelación nos fue de mucha ayuda, y hace más de cincuenta años también comenzamos a predicar que la iglesia es la reunión de los santos que Dios ha llamado. Estuvimos muy agradecidos por la ayuda que recibimos de esos hermanos del siglo pasado. Sin embargo, tiempo después empezamos a ver que la iglesia no sólo es la asamblea de los verdaderos creyentes, sino un cuerpo, el Cuerpo de Cristo. Si uno pone muchas sillas juntas, éstas no pueden llegar a ser un cuerpo. Si uno reúne muchas ovejas, éstas tampoco pueden formar un cuerpo. Como todos sabemos, un cuerpo es un organismo vivo compuesto de tejidos, células, naturaleza, forma, facultades y funciones vitales. Así pues, la iglesia es algo mucho más profundo, sublime y trascendental que una mera agrupación de creyentes.
El Señor nos ha mostrado el verdadero significado de la iglesia. Le alabamos porque nos ha concedido ver que la iglesia posee dos naturalezas: la humana y la divina. La iglesia tiene dos clases de vida. Estas vidas no sólo están combinadas, sino también mezcladas. La iglesia es un organismo compuesto de dos naturalezas y dos vidas que han sido combinadas y mezcladas. ¡Esto es maravilloso! ¿Se dan cuenta de que la iglesia tiene dos clases de vida? ¿Han visto que la iglesia tiene dos naturalezas? ¿Pueden ver que el Hijo primogénito de Dios tiene dos vidas y dos naturalezas, y que Él no es solamente el Hijo de Dios sino también el Hijo del Hombre? El Hijo primogénito posee todos los atributos divinos así como todas las virtudes humanas. Lo que tenemos no es sólo un poco de humildad o sumisión. Esta rica despensa es mucho más profunda; es ilimitada e inmensurable y está repleta de los atributos divinos y las virtudes humanas. La iglesia es esta clase de organismo, el Cuerpo de Cristo.
A menudo recibo noticias negativas acerca de la iglesia en tal o cual ciudad. Quizá alguien me diga: “La iglesia allí no marcha bien; tiene problemas”. No me gusta prestar oídos a comentarios como éste, porque mi concepto de la iglesia se basa en mi fe. Yo creo que cada iglesia es maravillosa. No hay ni una sola iglesia que no sea buena. Aunque usted pueda pensar que cierta iglesia no es muy buena, después de algún tiempo esa iglesia llega a ser muy diferente. ¿Cuál es la razón? Se debe a que la iglesia es orgánica y crece. Por ejemplo, su cuerpo puede estar muy cansado, pero al poco tiempo recupera el vigor. La vida produce el cambio debido a que su cuerpo es un organismo vivo. Las iglesias del recobro del Señor son entidades orgánicas. Nunca debemos creer que la iglesia en cierta localidad no es buena. La iglesia es maravillosa porque es un organismo que crece. Nunca debemos olvidar que la iglesia es una entidad corporativa viviente compuesta por todos los hermanos del Hijo primogénito de Dios. La iglesia no es algo físico, ni tampoco es una organización; la iglesia está relacionada absolutamente con la vida: la vida divina y la vida humana elevada y resucitada. Nada tiene más riquezas que la vida. Y el mejor tipo de vida que existe en el universo es la vida divina, y en segundo lugar la vida humana. La vida humana con la cual debemos vivir la vida de iglesia hoy, no es la vida humana natural, sino la vida humana elevada y resucitada. ¡Nosotros poseemos esta vida! Esta vida humana junto con la vida divina, constituye la vida de la iglesia. Es de esta manera tan profunda que la iglesia nos es revelada en este libro. La iglesia es un organismo viviente compuesto por todos los hijos de Dios; es un cuerpo corporativo viviente constituido de todos los hermanos del Hijo primogénito de Dios.
Los muchos hijos de Dios, quienes constituyen la iglesia, fueron todos predestinados para filiación (Ef. 1:5). No llegamos a ser hijos de Dios por casualidad, sino que fuimos predestinados para ser Sus hijos aun antes de la fundación del mundo. En la eternidad pasada Dios determinó que nosotros seríamos Sus hijos. En primer lugar, Dios nos conoció de antemano (Ro. 8:29). Después Él nos eligió. Independientemente del concepto que uno tenga de sí mismo, fue elegido por Dios desde antes de la fundación del mundo. Después de conocernos de antemano y escogernos, Dios nos predestinó. La palabra predestinar comunica también la noción de marcar algo que uno ha escogido. En la eternidad pasada, antes de la creación, Dios puso una marca sobre nosotros. Él nos marcó de antemano. ¿Para qué Dios nos predestinó? Para filiación. Fuimos predestinados para filiación.
Es difícil encontrar en la actualidad este concepto entre los cristianos. Lo que comúnmente se escucha entre ellos es que fuimos predestinados para salvación. Prácticamente nadie profundiza en el tema de la filiación. No tenemos ninguna noción de la filiación debido a la influencia que hemos recibido de las enseñanzas cristianas tradicionales. Una vez más debemos ser recobrados para regresar a la Palabra pura. La Palabra pura de Dios declara que fuimos predestinados para filiación. En tanto que usted sea un hijo de Dios, no tiene nada de que preocuparse.
No llegamos a ser hijos de Dios por casualidad. Supongamos que usted se arrepintió y creyó en el Señor Jesús debido a un accidente automovilístico. Tal vez usted sienta que aquello no fue nada más que un accidente, pero desde la perspectiva de Dios, eso ocurrió porque usted ya había sido marcado. ¿Por qué sufrió ese accidente? Simplemente porque usted estaba siendo un tanto obstinado. Así que Dios, en Su soberanía, permitió ese accidente con el fin de conducirlo a la filiación. La filiación no es un hecho casual, sino un hecho que fue planeado de antemano. Si alguno de los que leen este mensaje ha sido salvo a consecuencia de un accidente automovilístico, es muy probable que Dios echara mano de tal accidente para que usted se volviera a Él. Nosotros los escogidos por Dios estamos rodeados de ángeles que saben cómo modificar nuestras circunstancias a fin de conducirnos a la filiación. Muchos de nosotros nos vimos obligados a creer. En determinado momento nos vimos envueltos en una situación en la cual no teníamos escape. Finalmente tuvimos que caer de rodillas y clamar: “¡Oh Señor Jesús!”. Cuando hicimos esto, todos los ángeles se regocijaron porque obtuvimos la filiación. El destino de los ángeles es el de ser siervos ministradores; nuestro destino es la filiación.
Como aquellos que fueron escogidos por Dios, hemos nacido de Él para ser Sus muchos hijos. En el momento en que recibimos al Señor Jesús y creímos en Él, nacimos de Dios y recibimos la potestad de ser hechos hijos Suyos (Jn. 1:12-13). Desde entonces, el Espíritu de Dios da testimonio continuamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Ro. 8:16). Incluso cuando estamos débiles o nos descarriamos, en lo profundo tenemos la certeza de que somos hijos de Dios, porque una vez que nacemos de Dios, llegamos a ser hijos Suyos para siempre. Hemos recibido la filiación eterna mediante nuestra regeneración.
Cuando nacimos de Dios, nacimos del Espíritu en nuestro espíritu (Jn. 3:6). En cuanto a la carne, nosotros nacimos de nuestros padres. Pero fue en nuestro espíritu que nacimos del Espíritu de Dios para ser Sus hijos. Dios nos envió el Espíritu de Su Hijo para que llegáramos a ser los muchos hijos de Dios, así como lo es Su Hijo primogénito (Gá. 4:6). Ser los muchos hijos de Dios es un asunto en nuestro espíritu y con el Espíritu del Hijo de Dios.
Puesto que hemos nacido del Espíritu en nuestro espíritu, tenemos el espíritu filial (Ro. 8:15). Es difícil determinar si este espíritu filial se refiere al Espíritu divino o al espíritu humano. En realidad, ambos están incluidos, ya que el espíritu que hemos recibido es un espíritu mezclado, el cual es tanto divino como humano. Romanos 8:15 afirma que nosotros, los hijos de Dios, clamamos: “Abba, Padre”; sin embargo, Gálatas 4:6, un versículo gemelo a éste, dice que es el Espíritu quien clama: “Abba, Padre”. Esto quiere decir que cuando nosotros clamamos: “Abba, Padre”, el Espíritu también clama, y que cuando el Espíritu clama, somos nosotros quienes lo clamamos. Así pues, nosotros y el Espíritu somos uno.
Todavía no hemos llegado a la plena filiación, la cual es la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23). Así que aguardamos con anhelo la plena filiación, la redención o transfiguración de nuestro cuerpo físico. En otras palabras, si bien es cierto que hemos nacido de Dios en nuestro espíritu, aún no hemos nacido de Él en nuestro cuerpo. Pero el día viene cuando nuestros cuerpos serán transfigurados. Entonces obtendremos la plena filiación. Esto es lo que estamos aguardando.
Como los muchos hijos de Dios, somos los muchos hermanos de Cristo, quien es el Hijo primogénito de Dios. Él nació como el Hijo primogénito mediante Su resurrección (Hch. 13:33), y en Su resurrección también nosotros fuimos engendrados para venir a ser Sus muchos hermanos (1 P. 1:3). Él llamó a Sus discípulos hermanos después de Su resurrección (Jn. 20:17). Nuestro nuevo nacimiento no fue un nacimiento físico, sino un nacimiento en resurrección.
Nosotros, los muchos hijos de Dios, tenemos al Hijo primogénito como nuestro Hermano mayor (He. 2:11; Ro. 8:29). Como nuestro Hermano mayor, Él es nuestro modelo y ejemplo. Por ser nuestro Hermano mayor, Él toma la iniciativa en todo asunto, y a nosotros nos corresponde seguir Sus pisadas.
Como los muchos hijos de Dios, nosotros tenemos la misma vida y naturaleza que el Hijo primogénito de Dios (2:11). Puesto que participamos de Su misma vida y naturaleza, nosotros somos Sus muchos hermanos. Debido a que compartimos la vida y naturaleza de Dios, nosotros somos Sus muchos hijos; y puesto que participamos de la misma vida y naturaleza del Primogénito, somos Sus hermanos. Con respecto a Dios, somos Sus hijos; y con respecto al Hijo primogénito de Dios, somos Sus muchos hermanos.
Como hemos visto, la iglesia está compuesta por los muchos hermanos del Hijo primogénito de Dios en resurrección (2:12). Debido a esto, la iglesia forma una sociedad corporativa con Cristo. Cuando lleguemos a Hebreos 3:14, hablaremos de esto en más detalle. Por ahora, baste con tener presente que la iglesia es una sociedad corporativa.
En la iglesia el Hijo primogénito de Dios anuncia el nombre del Padre a Sus hermanos. Debido a que el Padre es la fuente de la vida y la naturaleza, anunciar el nombre del Padre equivale a mostrar a los muchos hijos cuál es la fuente de la vida y la naturaleza. Aunque los judíos de la antigüedad conocían a Dios, no conocían al Padre. Ellos conocían a Dios como el Creador, pero no como el Padre que engendra. Conocían el poder creador de Dios, pero no conocían Su facultad procreadora. Incluso conocían el poder de Dios, pero no la vida del Padre. Antes de la resurrección, ni siquiera los discípulos de Jesús conocían la vida del Padre ni Su facultad procreadora. Antes del día de la resurrección, el conocimiento que los apóstoles tenían era el mismo que el de cualquier judío. Sin embargo, el día de la resurrección el Señor vino a ellos para declararles el Padre y darles a conocer al Padre como la fuente de vida.
La Biblia sólo menciona esto muy brevemente, pero lo poco que nos menciona es como una pequeña ventana que nos permite ver muchísimas cosas. Según Juan 20, Jesús visitó a Sus discípulos la noche del día de Su resurrección. Pero Juan no nos dice que Él les anunció el Padre a los discípulos. Esto se menciona proféticamente en Salmos 22:22. Conforme a esta profecía, después de Su resurrección Cristo vino a Sus discípulos principalmente para darles a conocer al Padre. La vida y la naturaleza del Padre habían llegado a ser de ellos. El Ser mismo del Padre había sido transferido al ser interior de ellos. En esto consistía anunciar el nombre del Padre a los discípulos. Si hubiéramos estado allí en ese momento, habríamos comprendido que el Señor no simplemente estaba mencionando un nombre, sino que más bien estaba impartiendo en los discípulos todo lo que el Padre es, esto es, la vida, la naturaleza y el Ser mismo del Padre. Fue a raíz de esto que Pedro llegó a comprender que él era participante de la naturaleza divina. Él menciona esto en su segunda epístola (1:4). Nosotros, los hijos de Dios, hemos llegado a ser participantes de la naturaleza divina. Para nosotros, Dios no es simplemente el Creador, sino también el Padre que procrea. Él nos ha engendrado. Nos ha impartido en nuestro ser Su vida y naturaleza, e incluso Su propio ser. Esto es lo que significa anunciar el nombre del Padre.
Después de anunciar el nombre del Padre, el Hijo le cantó himnos de alabanzas en medio de la iglesia. No creo que esta profecía se refiera a que el Hijo primogénito de Dios cantó himnos de alabanzas al Padre en una sola ocasión, sino más bien que a lo largo de los siglos el Hijo primogénito ha estado continuamente cantando himnos de alabanzas al Padre en medio de la iglesia. ¿Cómo lo hace? Por medio de todos Sus hermanos. Yo tengo plena certeza que ahora mismo Él está en nosotros. Ya que Él está en nuestro interior, Él canta alabanzas al Padre cuando nosotros cantamos. Su canto de alabanza está en el nuestro. Cuando nosotros cantamos, Él canta, porque Él está presente en nuestro cantar. Cuando nosotros cantamos himnos al Padre desde nuestro espíritu, Él canta juntamente con nosotros en nuestro espíritu. Esto es maravilloso. La iglesia en la tierra hoy forma un sólo Cuerpo corporativo con el Hijo primogénito de Dios. En las reuniones de la iglesia, el Hijo primogénito de Dios canta alabanzas al Padre. Siempre que nos reunamos, debemos abrir nuestra boca para alabar al Padre. Al hacerlo, inmediatamente cooperamos con el Hijo primogénito de Dios que mora en nuestro interior. ¿Desea usted obtener más del Hijo primogénito? Para ello es necesario que alabe al Padre. Cuanto más alabamos al Padre, más ganamos del Hijo primogénito. Cuanto más cantamos, más Él canta por medio de nuestro cantar. La mejor manera de que Cristo actúe junto con nosotros es mediante nuestras alabanzas al Padre. Por experiencia muchos podemos testificar que esto es así. En algunas de nuestras reuniones de la iglesia, mientras cantábamos muchas alabanzas al Padre fue cuando más disfrutamos a Cristo. Incluso tuvimos la sensación de que era Él quien cantaba en nuestro cantar.
Cristo nos ha dado a conocer al Padre como la fuente de la vida. Ahora en todas las reuniones de la iglesia, Él espera la oportunidad de colaborar juntamente con nosotros al cantar alabanzas al Padre. La mejor manera de colaborar con Él es abrir nuestro espíritu y cantar alabanzas al Padre. Cuanto más cantemos, más disfrutaremos de Sus alabanzas. De este modo, cuando alabamos al Padre disfrutamos a Cristo. Somos uno con Cristo al alabar al Padre en las reuniones de la iglesia. Cuanto más alabamos al Padre en las reuniones de la iglesia, más Él alaba al Padre en nuestras alabanzas, y más nosotros disfrutamos de Cristo y le ganamos.
La iglesia se compone de los muchos hijos de Dios, que son los muchos hermanos de Cristo en resurrección. Ella forma una sociedad corporativa con Cristo, el Hijo primogénito de Dios, y de este modo participa de la vida, la naturaleza y el Ser mismo del Padre. En la iglesia el Padre es alabado por Su Hijo primogénito que está en el interior de Sus muchos hijos. Ésta es la iglesia. Así pues, hemos visto algo acerca de los muchos hijos, los muchos hermanos y la iglesia.