Mensaje 29
Mi carga en este mensaje es tocante al principio básico de la palabra de justicia. He. 5:13 dice que “todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño”. Si bien muchos cristianos entienden lo que significa la palabra de gracia (Hch. 14:3; 20:32), la palabra de vida (Fil. 2:16) y la buena palabra de Dios (He. 6:5), muchos no conocen lo que significa la palabra de justicia. ¿Por qué la palabra debe ser la palabra de justicia? El escritor de Hebreos mencionó la palabra de justicia en el momento en que estaba hablando de Cristo como Sumo sacerdote según el orden de Melquisedec. Respecto a Melquisedec él tenía “mucho que decir”, pero que era muy “difícil de explicar”, debido a que los que recibirían esta epístola se habían vuelto “tardos para oír” (He. 5:11). Ellos habían permanecido demasiado tiempo en calidad de aprendices. Por eso en el versículo 12 el escritor les dijo: “Porque debiendo ser ya maestros, por razón del tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de los oráculos de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido”. Pese a que en el tiempo en que se escribió esta epístola ellos ya debían ser maestros, todavía necesitaban que alguien les enseñara. Ellos aún eran niños. Puesto que este versículo nos dice que “todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia” (v. 13), podemos deducir que la palabra de justicia es para los que han alcanzado madurez, y no para los niños. Ahora en este mensaje debemos ver en qué consiste básicamente la palabra de justicia.
Si hemos de entender lo que significa la palabra de justicia, primero debemos ser profundamente impresionados con el hecho de que la palabra de Dios no tiene como fin primordial impartirnos conocimiento. En este breve pasaje de la Palabra (He. 5:11-14) encontramos una aparente contradicción, ya que el versículo 12 usa las palabras maestros y enseñar, lo cual se refiere al conocimiento. Sin embargo, en estos versículos se indica de una manera clara y definitiva que la palabra de Dios tiene como finalidad nutrirnos, pues compara a la Palabra con la leche y con el alimento sólido. La leche y el alimento sólido no son útiles para impartirnos conocimiento. La gente no los estudia, sino que más bien los ingiere como alimento.
Hemos venido diciendo por años que lo que más necesitamos no son simples enseñanzas, sino ser alimentados. Muchos me han argumentado diciendo: “¿Cómo puede usted decir que no necesitamos enseñanzas? ¿No cree usted que la Biblia es un libro de enseñanzas? Aun usted mismo imparte enseñanzas”. Es cierto que la Biblia es un libro de enseñanzas, pero el propósito de dichas enseñanzas no es impartirnos conocimiento intelectual, sino más bien, suministrarnos alimento. El objetivo de la Biblia no es que obtengamos un entendimiento o conocimiento mental, sino que es absolutamente para nuestra comprensión y nutrición espiritual. Según las palabras del Señor Jesús, las palabras de Dios nos han sido dadas para que las comamos. A fin de vivir, debemos tomar la palabra de Dios como nuestro alimento. Cuando el Señor fue tentado por el diablo, le respondió diciendo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). La palabra de Dios debe ser nuestro alimento y debemos comerla diariamente y vivir por ella. Aun en tiempos del Antiguo Testamento, Jeremías dijo: “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí” (Jer. 15:16). El profeta entendió que la Palabra de Dios tenía como fin nutrirnos, no impartirnos conocimiento. Además el Nuevo Testamento no sólo nos dice que debemos alimentarnos de la palabra de Dios, sino que además debemos suministrarla a otros como alimento. El concepto de Pablo en cuanto al ministerio de la palabra era que debía servir de alimento. Él dio a beber a los corintios leche y deseaba darles alimento sólido (1 Co. 3:2). Por lo tanto, según los principios básicos de la Biblia, la palabra de Dios tiene como fin alimentarnos en vez de darnos conocimiento.
En la Biblia la palabra de Dios se divide en dos categorías: la leche para los que son niños y el alimento sólido para los que han alcanzado madurez (He. 5:12-13). Pablo dijo a los corintios que debido a que eran niños, él sólo podía darles leche (1 Co. 3:1-2), y Pedro, basado en el mismo concepto, dijo: “Desead, como niños recién nacidos la leche de la palabra” (1 P. 2:2). Según Hebreos 5:12, la leche se refiere a “los primeros rudimentos de los oráculos de Dios”. La palabra griega traducida “rudimentos”, puede también traducirse como “elementos primarios”, lo cual denota las cosas elementales. Por ejemplo, aprender las veintiséis letras del alfabeto y los números del uno al diez son cosas rudimentarias. Si usted hablara con los niños de una manera filosófica, ellos no serían capaces de entenderle. Recientemente, uno de mis nietos estaba feliz de mostrarme que ya podía escribir las letras “L E E”. Él se sentía muy emocionado de haber aprendido estos rudimentos.
En la cristiandad hay muchos bebés viejos que apenas pueden escribir las letras del alfabeto espiritual. Si usted les hablara acerca de Mateo 25, ellos dirían: “Oh, eso es demasiado difícil. A mí me basta con saber que fui redimido y que iré al cielo cuando muera”. Ellos se contentan con esta clase de “caramelos”. Lo único que son capaces de recibir son los primeros rudimentos de los oráculos de Dios, pero no el alimento sólido.
Los “primeros rudimentos de los oráculos de Dios” que se mencionan en 5:12, son “la palabra de los comienzos de Cristo”, que se menciona en Hebreos 6:1. Éstas son dos expresiones muy particulares que encontramos en el libro de Hebreos. Al igual que nuestra educación escolar, Cristo también tiene un comienzo. Hay niños que sólo han aprendido los primeros diez números, y no son capaces de efectuar la suma más sencilla. Asimismo, en nuestra educación espiritual tenemos la palabra de los comienzos de Cristo. Muchos cristianos lo único que pueden decir es: “Cristo murió por mí. Como pecador que era, merecía ir al infierno; pero Dios me amó y envió a Jesús para morir por mis pecados. Yo creí en Él y ahora soy salvo”. Esto corresponde a la palabra de los comienzos de Cristo. ¡Cuán lamentable es la condición actual de la mayoría de los cristianos! Ni siquiera son capaces de distinguir entre el Espíritu Santo y el espíritu humano. Cada vez que ellos leen la palabra espíritu, piensan que se refiere al Espíritu Santo. Además, en lo que al Espíritu Santo se refiere, desconocen el término Espíritu vivificante. Muchos ni siquiera desean escuchar al respecto. Pareciera que cuando leen 1 Corintios 15:45, que dice que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante, tuvieran una venda sobre sus ojos y lo pasaran por alto. ¿No ha pasado usted también por alto muchos versículos cuando lee las Escrituras? Estoy casi seguro que muchos de ustedes pasaron por alto los primeros diecisiete versículos del Evangelio de Mateo. Quizás sólo prestaron atención a estos versículos después que vinieron a la vida de iglesia. Es posible que en el pasado algunos les hubieran aconsejado leer el Nuevo Testamento a partir de Mateo 1:18. Así que, después de terminar el capítulo 1, usted quizás siguió leyendo el capítulo 2 que habla de la visita de los magos, y luego el capítulo 3, que trata sobre el bautismo de Jesús. Tal vez decidió saltarse algunos capítulos como el capítulo 13, el capítulo 24 y el capítulo 25, porque le parecieron difíciles de entender, y en cambio, fijó más su atención en el capítulo 26. Al leer el capítulo 27, quizás derramó algunas lágrimas por el Jesús crucificado, pero después se alegró al enterarse en el capítulo 28 que Él resucitó. Luego, mientras leía el final de Mateo, usted comenzó a imaginarse al Señor Jesús ascendiendo al cielo —aunque Mateo en ningún momento habla de Su ascensión— pero debido a su mentalidad tradicionalista, usted le añadió el asunto de la ascensión de Cristo. Es así como muchos cristianos entienden la Biblia hoy en día.
La Biblia es una sola. Sin embargo, casi cada cristiano tiene su propia “versión”. No es la Biblia impresa tal como Dios la reveló, sino una “Biblia” que se ajusta a su propia mentalidad. En su mente ellos retienen su propia versión de las Escrituras. A muy pocos cristianos les interesa la palabra sólida de Dios. Lo único que reciben son los rudimentos, la palabra de los comienzos de Cristo. Tal vez algunos argumenten diciendo que la palabra de los comienzos de Cristo es buena. Por supuesto que lo es, pero ésta sólo corresponde a las primeras letras del “alfabeto” de la vida cristiana. ¡Tenemos que seguir adelante!
La palabra de los comienzos de Cristo es la buena palabra de Dios (He. 6:5). Todos nosotros hemos gustado de esta buena palabra. Juan 3:16 y Romanos 6:23, dos versículos que hablan acerca de la vida eterna, son ejemplos de la buena palabra. Aun así, muchos cristianos interpretan mal estos versículos, pensando que la vida eterna denota bendición y felicidad en una alegre región celestial. ¡Cuán pobre es este entendimiento de la palabra de Dios! ¡Qué lamentable manera de tratar con el oráculo santo de Dios! Es por eso que en el recobro del Señor sentimos la carga de presentar una palabra más profunda, rica y elevada. El Señor en Su misericordia nos ha venido abriendo Su palabra.
No debemos olvidar que en este pasaje de la Palabra, la leche se refiere a los primeros rudimentos de los oráculos de Dios, y a la palabra de los comienzos de Cristo. Espero que todos nosotros, y especialmente los jóvenes, nos familiaricemos con estas expresiones y las utilicemos al tener comunión con otros. Todos necesitamos de un vocabulario nuevo. No debemos quedarnos en la región de la vieja terminología religiosa, sino cruzar el río y expresarnos de una manera nueva, usando las frases y expresiones que se encuentran en la Palabra pura de Dios.
El alimento sólido, el cual es para los que han alcanzado madurez, se refiere a la palabra de justicia (5:14; 1 Co. 3:2). La palabra de justicia es más difícil de discernir que la palabra de gracia y la palabra de vida. La justicia alude siempre al gobierno de Dios y a Su disciplina gubernamental. Después de haber estudiado todo el libro de Hebreos, descubrí que aquí se nos presenta no sólo una revelación de Cristo en el nivel más elevado, sino también una revelación del gobierno divino en relación con los escogidos de Dios. Por ejemplo, Hebreos 10:31 dice: “¡Terrible cosa es caer en manos del Dios vivo!”, y 12:29 añade: “Nuestro Dios es fuego consumidor”. Asimismo, Hebreos 10:30 nos dice que “el Señor juzgará a Su pueblo”. Podemos hallar versículos como éstos en todo el libro de Hebreos. Las cinco advertencias que se encuentran en este libro, se basan en el hecho de que Hebreos no nos presenta a un Dios amoroso sino a un Dios justo, que es un fuego consumidor al ejercer Su disciplina gubernamental sobre Su pueblo. El libro de Hebreos no ha sido estructurado conforme al pensamiento de que Dios es amor, sino básicamente conforme al gobierno justo de Dios, ya que nos revela la disciplina gubernamental y dispensacional que Dios administra a Su pueblo.
Consideremos el caso de los hijos de Israel. Aunque Dios los amó, los liberó de Egipto y cuidó de ellos en el desierto, toda la historia de ellos nos muestra un cuadro detallado de la disciplina gubernamental de Dios. En el desierto Dios disciplinó a los israelitas conforme a Su gobierno. Debido a esto, muy pocos de los que salieron de Egipto durante el éxodo entraron a la buena tierra de Canaán. Observemos por ejemplo la manera en que Dios disciplinó a María, la hermana mayor de Moisés, quien murmuró contra éste por haberse casado con una mujer etíope (Nm. 12:1-15). Por haber murmurado, ella se volvió leprosa y fue echada del campamento por siete días. Además, debido a la disciplina gubernamental de Dios, no se le permitió entrar a la buena tierra, sino que murió en el desierto (20:1). Sucedió lo mismo con respecto a Aarón (vs. 22-29). Incluso Moisés tocó el gobierno de Dios en forma equivocada y fue disciplinado gubernamentalmente por Él (v. 12). Moisés deseaba y anhelaba con todo su ser entrar en la buena tierra, pero Dios, conforme a Su disciplina gubernamental para con él, no se lo permitió. Sin embargo, debido a que tuvo simpatía con Moisés, le permitió observar de lejos la buena tierra (Dt. 3:23-27; 4:21-22; 32:48-52). Estos casos nos muestran lo serio que es tocar el gobierno de Dios.
Los cristianos no logran entender la palabra de justicia relacionada con la disciplina gubernamental de Dios. Tales palabras son para ellos huesos difíciles de roer, y muchos, no siendo capaces de entenderlas, las descartan. No obstante, sea que entendamos estas palabras o no, todos nos encontramos bajo la disciplina gubernamental de Dios. En Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, podemos ver la disciplina gubernamental de Dios. La palabra relacionada con la disciplina gubernamental de Dios es la palabra de justicia, no la palabra de gracia ni la palabra de vida.
Si hasta ahora usted no ha comprendido lo que es la palabra de justicia, le sugiero que vuelva a leer Hebreos 3 y 4. Los versículos que nos advierten sobre la posibilidad de no entrar en el reposo de Dios corresponden a la palabra de justicia, y no a la palabra de gracia. Hebreos 3:15, que es una cita del salmo 95, nos dice: “Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación”. Hebreos 4:11, que contiene otra palabra de justicia, dice: “Procuremos, pues, con diligencia entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”. No olvidemos que la palabra de justicia es más profunda que los primeros rudimentos de los oráculos de Dios, debido a que incorpora el pensamiento profundo de la justicia y rectitud de Dios al disciplinar a Su pueblo dispensacionalmente y conforme a Su gobierno.
Hoy en día a muy pocos cristianos les interesa esta clase de palabra. Cuando empezamos a enseñar sobre Mateo 25 hace más de cuarenta años, y dijimos que el esclavo perezoso sería echado a las tinieblas de afuera, se difundieron muchos rumores sobre nosotros. Algunos no estuvieron dispuestos a recibir la palabra de justicia que nos revela la verdad de que una persona salva puede ser echada a las tinieblas de afuera. Mateo 25 no es una palabra de gracia, ni una palabra de vida, sino una palabra de justicia. Lo mismo sucede con 1 Corintios 3:12-15. En dicho pasaje de la Palabra se nos dice que debemos mirar cómo edificamos en la vida de iglesia. Si edificamos según la manera humana, carnal y terrenal, estaremos edificando con madera, hierba y hojarasca. Todo lo que se edifique con esos materiales será quemado, y todo aquel que edifique con dichos materiales, sufrirá pérdida. Esto no quiere decir que un creyente que haya sido salvo se perderá, sino más bien que todo lo que él haya edificado podrá ser quemado, y que “él mismo será salvo, aunque así como pasado por fuego” (1 Co. 3:15). Ésta es ciertamente una palabra de justicia. A muy pocos cristianos les interesa oír esta clase de palabra. Todo lo que desean son “caramelos”, esto es, mensajes que los consuelen y los hagan sentir tranquilos. Si alguno se levantara para declararles que si ellos no prestan atención a la palabra de justicia del Señor, podrían ser echados a las tinieblas de afuera (Mt. 25:30), o ser salvos, “aunque así como pasados por fuego” (1 Co. 3:15), ellos no lo escucharían; todo lo contrario, se opondrían y lo tacharían de hereje. Mientras que la mayoría de cristianos sólo quieren “caramelos”, nuestra carga en este Estudio-vida de Hebreos es que prestemos atención al alimento sólido, es decir, a la palabra de justicia. Todos debemos tomar esto seriamente, ya que un día rendiremos cuentas al Señor.
En el pasado he dicho repetidas veces que el libro de Apocalipsis concluye con una promesa y un llamado. La promesa se encuentra en Apocalipsis 22:14, que dice: “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad”. El llamado se halla en el versículo 17, que dice: “El Espíritu y la novia dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. En estos dos versículos vemos una palabra de gracia (v. 14) y una palabra de vida (v. 17). Sin embargo, quisiera hacerles notar que el libro de Apocalipsis también concluye con una palabra de justicia. La encontramos en Apocalipsis 22:12, que dice: “He aquí Yo vengo pronto, y Mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra”. ¿Está usted listo para Su venida? Su venida no será un tiempo de gracia o de vida, sino que será un tiempo de justicia. Es por eso que el apóstol Pablo temía que habiendo predicado a otros, él mismo pudiera ser “reprobado” (1 Co. 9:27). Él dijo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor, Juez justo, en aquel día” (2 Ti. 4:7-8). Mientras que Apocalipsis 2:10 habla acerca de la corona de la vida y 1 Pedro 5:4 menciona la corona de gloria, Pablo aquí se refirió a la corona de justicia. Muchos cristianos muestran curiosidad por la venida del Señor, pero no han visto que Él vendrá con un galardón. Él no vendrá con dos ojos de misericordia, sino con siete ojos de juicio que consumen y escudriñan. Ésta es una palabra de justicia. No necesitamos más “caramelos”, “bombones” o “postres”; lo que necesitamos es el alimento sólido, que es la palabra de justicia. Lo que el Señor nos ha hablado en estos mensajes es una palabra muy solemne. Debemos cruzar el río y proseguir. No jueguen con el Señor.
Hebreos 5:14 dice que “el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por la práctica tienen las facultades ejercitadas en el discernimiento del bien y del mal”. La palabra griega traducida “facultades” puede también traducirse “sentidos” e implica poderes de percepción que no sólo dependen de nuestra capacidad mental, sino también de nuestra comprensión espiritual. Estos sentidos, que incluyen tanto nuestra mente como nuestro espíritu, tienen la capacidad de discernir las distintas palabras de Dios. Las palabras bien y mal aquí se refieren a lo que es superior en contraste con lo que es inferior, por ejemplo, la superioridad de Cristo en contraste con la inferioridad de los ángeles, Moisés y Aarón, o la superioridad del nuevo pacto en contraste con la inferioridad del antiguo pacto. Según el contexto de este versículo, el discernimiento mencionado aquí es semejante al discernimiento entre los distintos alimentos y no tiene nada que ver con el carácter moral de las cosas. Debemos aprender a discernir, a distinguir, la palabra de Dios así como discernimos los alimentos. Debemos preguntarnos si cierto pasaje de la Palabra es leche o alimento sólido. De esta manera, podremos discernir cuál es la palabra de justicia.
La palabra de gracia y la palabra de vida, las cuales son la palabra de los comienzos de Cristo, ciertamente son buenas. Ellas constituyen el fundamento de nuestra vida cristiana. No obstante, si bien el fundamento es bueno, no debemos ponerlo una y otra vez. Nunca haríamos tal cosa al construir un salón de reuniones. Después de haber puesto el fundamento hay que empezar a edificar.
La palabra de los comienzos de Cristo incluye los seis asuntos mencionados en Hebreos 6:1-2. Estos seis asuntos pueden agruparse en tres pares, los cuales constituyen el fundamento de la vida cristiana. El primer punto de cada par se refiere a nuestra salida de una situación negativa, y el segundo habla de nuestra entrada en las cosas positivas.
El primer par está compuesto por “el arrepentimiento de obras muertas y de la fe en Dios”. El arrepentimiento tiene que ver con el aspecto negativo, y la fe en Dios, con el aspecto positivo (Mr. 1:15; Hch. 20:21). La vida cristiana principalmente se basa en el arrepentimiento y la fe. El arrepentimiento de obras muertas y la fe en Dios son un verdadero cambio. Las obras que hicimos antes de ser salvos pueden haber sido buenas, pero eran obras muertas. Por tanto, tuvimos que arrepentirnos de nuestras obras muertas y creer en Dios.
El segundo par está compuesto por “la enseñanza de bautismos” y “la imposición de manos”. Por un lado, el bautismo elimina las cosas negativas (He. 9:10) y pone fin a las cosas viejas (Ro. 6:4). La palabra bautismos, la misma palabra griega traducida “lavamientos” en Hebreos 9:10 y en Marcos 7:4, se refiere al lavamiento de los utensilios y las vasijas usadas para el servicio de Dios en el tabernáculo o en el templo (Lv. 6:28) y probablemente también al lavamiento de los sacerdotes (Éx. 30:18-21; Lv. 16:4). Este asunto, por supuesto, está relacionado con el trasfondo de los creyentes hebreos. Sin embargo, en principio es el mismo bautismo que en el Nuevo Testamento: ambos significan lavarse de las cosas negativas y terminar con ellas. Mediante el bautismo nuestro viejo hombre fue eliminado y sepultado. Por otro lado, en un sentido positivo, la imposición de manos está relacionada con la identificación y comunión con las cosas divinas. En la antigüedad, cada vez que alguien ofrecía un sacrificio, ponía las manos sobre el mismo, lo cual quería decir que se identificaba con dicho sacrificio (Lv. 1:4; 3:2). De ahí que la imposición de manos denota identificación y unión. Por otro lado, también se usaba la imposición de manos para impartir dones (1 Ti. 4:14; 2 Ti. 1:6). Por ejemplo, cuando Pablo impuso las manos sobre Timoteo, un don espiritual le fue impartido.
El tercer par consiste en “la resurrección de los muertos” y “el juicio eterno”. La resurrección de los muertos (Mt. 22:31; Hch. 23:6; 24:21) consiste en salir de la muerte, el Hades y el sepulcro, los cuales son cosas negativas. El juicio eterno (Ro. 2:5; He. 9:27; Ap. 20:11-12) consiste en la entrada a la eternidad y a nuestro destino eterno, lo cual es positivo. Seamos salvos o no, el juicio nos dará entrada a la eternidad. La situación con respecto a los incrédulos que ya han muerto aún no ha sido definida. Una vez que ellos sean resucitados, serán juzgados, y por medio de ese juicio tendrán entrada en la eternidad.
Estos seis asuntos constituyen la palabra de los comienzos de Cristo y son el fundamento de nuestra vida cristiana. El escritor de esta epístola estaba animando a los creyentes hebreos a que, partiendo de esta palabra, avanzaran a la palabra de justicia. En la actualidad, muchos cristianos no conocen adecuadamente la palabra de los comienzos de Cristo, mucho menos la palabra de justicia. Aun así, nosotros debemos seguir adelante. Nuestro fundamento ya fue puesto, y ahora debemos seguir edificando sobre él. Ya nos hemos arrepentido y hemos creído. También fuimos bautizados e identificados con Cristo, y estamos seguros de que en el futuro habrá una resurrección y un juicio. Si alguno no cree en esto, no es un creyente genuino. Ya que todos nosotros creemos en esto y hemos puesto el fundamento, debemos avanzar de la palabra de los rudimentos a la palabra de justicia; de la palabra del fundamento a la palabra de la perfección, la palabra tocante a la edificación; y de la palabra de gracia y de vida, a la palabra de la disciplina gubernamental justa de Dios.