Mensaje 5
Hebreos es un libro muy especial. Entre todos los libros del Nuevo Testamento sólo hay uno que pueda compararse con Hebreos: el libro de Apocalipsis. Yo creo firmemente que el libro de Hebreos fue escrito por el apóstol Pablo, ya que al final se menciona a Timoteo (He. 13:23). Pablo, por lo menos, escribió trece epístolas, y entre todas las epístolas del Nuevo Testamento Hebreos se destaca de una manera muy particular. No es una carta común, sino más bien distinta de todo lo usual. Entre todos los libros de la Biblia, Apocalipsis también sobresale. Tanto Hebreos como Apocalipsis presentan revelaciones de Cristo; ambos libros revelan a Cristo de una manera muy especial y particular. Hay muchos aspectos de Cristo que sólo podemos ver en Hebreos, y hay otros aspectos de Él que sólo se encuentran en Apocalipsis. Estos dos libros son muy elevados, profundos e insondables en cuanto a las revelaciones que presentan de Cristo. Ésta es la razón por la que dichos libros están cerrados para la mayoría de creyentes. Muchos cristianos pueden hablar de las historias que se narran en los cuatro evangelios, de la justificación por la fe y de prácticas como el cubrirse la cabeza, la mesa del Señor y la manifestación de los dones, pero no pueden tocar las profundidades de Hebreos y Apocalipsis. Algunos cuando hablan del libro de Apocalipsis solamente se concentran en los cuernos, las bestias, los caballos, los escorpiones, las langostas y las ranas. Otros discuten sobre este libro de una manera más elevada, tratando de determinar el tiempo que durará la gran tribulación y cuándo sucederá el arrebatamiento. Pero nunca he escuchado a nadie hablar de cómo Cristo se revela desde la perspectiva de la administración de Dios, ni de cómo las iglesias locales son el testimonio de Jesús. Desde mi juventud, he escuchado muchos mensajes sobre Apocalipsis, pero nunca a nadie oí decir que Apocalipsis comienza con siete candeleros de oro y concluye con un candelero único, con una montaña de oro, que sostiene a Cristo como la lámpara que resplandece con la luz de Dios por toda la eternidad. Alabamos al Señor porque en estos últimos días en Su misericordia nos ha abierto estos libros y nos ha dado acceso a las profundidades de Su Cristo halladas en ellos. No estoy enfatizando Hebreos o Apocalipsis sólo porque sean libros profundos en doctrina, sino porque son profundos en cuanto a la revelación que presentan de Cristo. En ningún otro libro podemos ver a Cristo de esta manera. Cristo, nuestro amado Señor, es una persona maravillosa. Él es mucho más maravilloso de lo que podemos entender o expresar. Sencillamente, no encontramos palabras que expresen adecuadamente lo profundo que Él es. Es por eso que tanto Hebreos como Apocalipsis usan diversas expresiones para describir, mostrar, definir y revelar a esta Persona maravillosa. Les ruego que presten atención a todos los detalles revelados en estos dos libros.
Tal vez nos parezca que este mensaje, que trata de los herederos de la salvación, no tenga nada que ver con Cristo; pero créanme, si hemos de conocer a Cristo, debemos captar el contenido de este mensaje, ya que incluye un aspecto muy particular de Cristo. Cristo es admirable, profundo, ilimitado, rico y maravilloso; como tal, Él ciertamente necesita que todos nosotros seamos herederos de la salvación. Y la salvación no es otra cosa que la persona maravillosa de Cristo. Cristo mismo, Aquel que es lo más profundo, maravilloso, ilimitado e inmensurable, es nuestra salvación. Por tanto, afirmar que somos los herederos de la salvación, equivale a afirmar que somos aquellos que heredamos a este Cristo tan profundo, maravilloso, inmensurable e ilimitado. La profundidad de Cristo requiere que seamos Sus socios. El hecho de que seamos socios con Cristo revela lo profundo que Cristo es.
Dios en Su economía no sólo realiza grandes operaciones, sino que además posee formidables riquezas. En Su operación, Él ha realizado muchas cosas y realizará muchas más. Él también creó y produjo muchas cosas. Él designó al Hijo no sólo para que sea el Ejecutor, sino para que también sea el Heredero. Él también le ha dado al Hijo autoridad para que haga todo lo necesario para cumplir Su propósito, y también le ha dado el derecho de heredar todo lo que ha obtenido en Su operación. Hebreos 1:2 dice que Dios hizo el universo por medio del Hijo y que Él designó al Hijo como Heredero de todo. Colosenses 1:16 dice que todas las cosas fueron creadas por el Hijo y para el Hijo, y Juan 13:3 nos dice que el Padre le dio todas las cosas al Hijo. Por consiguiente, el Hijo es Señor de todos (Hch. 10:36).
En primer lugar, el Hijo fue designado por Dios el Padre (1:2); luego, el Padre lo ungió con el Espíritu (1:9); y finalmente, después de que fue designado Hijo de Dios (Ro. 1:4) al ser engendrado en Su resurrección como primogénito Hijo de Dios (1:5; Hch. 13:33), Él fue oficialmente hecho Señor de todos en Su ascensión a los cielos (Hch. 2:36). Él no sólo fue designado y ungido por Dios, sino que en Su exaltación fue investido para ser Señor y Cristo, a fin de administrar las operaciones de Dios, y también fue designado para ser el Heredero legítimo que heredará todas las cosas obtenidas en la economía de Dios. Él, como el verdadero Isaac, hijo de Abraham, heredará la tierra (Sal. 2:8), el reino (Dn. 7:13-14), el trono (Lc. 1:32) y todas las cosas (Mt. 11:27). Puesto que Él no sólo es el Hijo de Dios, sino también el Heredero de Dios, aun más, el Heredero legítimo de Dios, todo lo que Dios el Padre es y tiene es para Su posesión (Jn. 16:15). Éste es nuestro Salvador, Aquel que es la salvación de la cual nosotros somos los herederos.
A fin de entender cabalmente que somos herederos de la salvación, es necesario que sepamos que Dios en Su economía cuenta con el Hijo primogénito y con muchos hijos. ¿Cuántos hijos tenía Dios antes de la encarnación de Cristo? Él sólo tenía uno, Su único Hijo. En la Biblia a este Hijo se le llama el Unigénito (Jn. 1:14, 18). Juan 3:16, un versículo muy conocido por todos los cristianos, dice que Dios amó tanto al mundo que dio a Su Hijo unigénito. El Hijo unigénito de Dios era Cristo. Antes de Su muerte y resurrección, Cristo era el único Hijo de Dios. El Nuevo Testamento revela que por medio de la muerte y la resurrección de Cristo, nacieron los muchos hijos de Dios (1 P. 1:3). En la madrugada del día de Su resurrección, el Señor Jesús le dijo a María: “Ve a Mis hermanos, y diles: Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios” (Jn. 20:17). Antes de esa mañana, Él nunca había llamado hermanos a Sus discípulos. En Juan 15 Él dijo: “Ya no os llamo esclavos, porque el esclavo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos” (v. 15). Así que, el término más íntimo que el Señor usó para llamar a Sus discípulos antes de Su resurrección fue “amigos”. Pero después de Su resurrección, Él se encontró con una de Sus discípulas y le dijo que fuera a Sus hermanos. Esto fue profetizado en el salmo 22. Las primeras palabras de este salmo son las mismas que el Señor pronunció en la cruz: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46). Los primeros veintiún versículos de este salmo hablan de la crucifixión del Señor, y de repente, el versículo 22 dice: “Anunciaré Tu nombre a Mis hermanos”. Esto comprueba que Él pasó por la muerte y entró en la resurrección. Después que Él hubo pasado por la muerte y la resurrección, los muchos hermanos fueron producidos. Él fue aquel grano de trigo que mediante la muerte y la resurrección se convirtió en los muchos granos de trigo (Jn. 12:24). Ahora Dios tiene muchos hijos. Él no sólo tiene un Hijo unigénito, sino a los muchos hijos con el Primogénito. Antes de Su resurrección, Cristo era el Hijo unigénito de Dios, pero después de Su resurrección, puesto que fueron producidos muchos hijos de Dios, Él vino a ser el Hijo primogénito de Dios quien tiene muchos hermanos.
¿Qué es un hijo? Un hijo es la expresión de su padre. Muchas veces cuando veo a un niño, puedo reconocer en él las facciones de su padre, porque los hijos expresan a sus padres. A menudo cuando veo a un niño, me doy cuenta de quién es hijo porque en su rostro puedo reconocer el rostro de su padre. El padre nunca es la expresión del hijo, sino que el hijo es la expresión del padre. ¿Cuántos hijos tiene Dios? Antes de la resurrección de Cristo, Dios tenía solamente uno. Eso significa que Él tenía una sola expresión. Pero ¿cuántas expresiones tiene Dios hoy? Él tiene muchas, porque tiene muchos hijos. Todos Sus hijos son Su expresión. Es fundamental entender esto para entender lo que significa ser herederos de la salvación.
En la salvación que Dios nos otorga, no solamente nacemos de Dios y llegamos ser Sus hijos (Jn. 1:12-13), sino que además somos hechos “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Ro. 8:17; Gá. 4:7; Tit. 3:7). Una cosa es nacer como hijos de Dios, y otra muy distinta es ser hechos herederos de Dios. ¿Saben ustedes cuál es la diferencia entre un hijo y un heredero? Uno puede ser hijo y no ser heredero. Para ser hijos sólo se requiere que nazcamos, mientras que para ser herederos, se requiere que crezcamos hasta la madurez. Para que un niño pueda convertirse en un heredero, primero tiene que madurar. Sin embargo, aún después de haber madurado, todavía no está calificado para ser heredero, ya que, además de alcanzar la madurez, se requiere que sea declarado legalmente como tal. Uno puede tener la edad correcta y aun así no haber sido constituido legalmente un heredero. Por tanto, para ser heredero, uno necesita haber alcanzado la madurez y cumplir con todos los requisitos legales. Así pues, para que alguien llegue a ser heredero de Dios, se requieren tres cosas: haber nacido de nuevo como hijo de Dios, crecer hasta madurar y cumplir los requisitos legales.
Supongamos que cierto rey tiene cinco hijos. ¿Heredarán todos ellos el trono? Claro que no; solamente el primogénito heredará el trono del reino. No obstante, aún se requiere que el primogénito madure y sea designado como el príncipe que hereda la corona. Sólo entonces él puede ser el sucesor legítimo al trono y heredar el reino. Tal vez al escuchar esto ustedes digan: “Ya que Cristo es el Primogénito, ninguno de nosotros tiene el más mínimo derecho al trono del reino”. Pero permítanme decirles que, aunque en el trono del Reino Unido sólo se pueda sentar una sola persona, el trono del reino celestial está reservado para el Primogénito y Sus muchos hermanos. Todos nosotros somos Sus hermanos, así como Sus coherederos. Cuando Él se siente en el trono, nosotros también estaremos allí con Él (Ap. 3:21). Seremos reyes juntamente con Él (Ap. 20:4, 6).
Nuestro Padre es un gran Padre, mucho más grande que Abraham. Nosotros, los muchos hijos de Dios el Padre, compartimos una gran herencia con Cristo, el Hijo primogénito de Dios. Pero necesitamos crecer y madurar en vida para que podamos ser hechos herederos legítimos.
¿Cuál es el destino de una persona salva? ¿Cuál es el propósito de Dios al salvar a los muchos hijos? Su propósito es que seamos herederos junto con Su Hijo. El Hijo primogénito de Dios es el Heredero que Dios ha designado, y nosotros, los muchos hijos, hemos sido salvos para ser Sus coherederos. Nuestra salvación tiene como destino que seamos coherederos juntamente con Cristo. ¡Somos herederos juntamente con Cristo! Cristo es el Heredero designado, y nosotros somos Sus coherederos.
¿Qué hemos de heredar? Hebreos 2 dice que nosotros, los coherederos de Cristo, heredaremos la tierra. Por supuesto, heredaremos mucho más que la tierra. Heredar la tierra durante el milenio será solamente un premio particular, muy semejante al premio que se le otorga a un estudiante que ha obtenido las más altas calificaciones en la escuela. Ciertamente, nosotros heredaremos mucho más que esto; de hecho, en 1 Corintios 3:22 se nos dice que todo es nuestro.
Los coherederos son los compañeros del Heredero designado (1:9). Cristo, como el Hijo primogénito de Dios, es el Heredero que Dios ha designado, y nosotros, como los muchos hijos de Dios, somos Sus coherederos; por tanto, hemos venido a ser Sus compañeros. Él y nosotros, y nosotros y Él, nos hemos asociado y compartimos los mismos intereses en la empresa divina. ¿Habían escuchado antes que somos socios de Cristo? ¡Aleluya, somos Sus socios! Supongamos que usted se asociara con un multimillonario. Eso significaría que usted dispondría de formidables riquezas, ya que todos los bienes del multimillonario serían también suyos. Todo esto se debe a que usted se ha unido a él en una gran empresa. De la misma manera, Dios tiene la empresa más grande del universo. El nombre de esta empresa es: “Cristo y la iglesia”, y en ella nosotros somos socios. No somos meramente empleados que han sido contratados; somos socios. En todo el universo, Dios tiene una sola empresa, “Cristo y la iglesia”, la cual cuenta con millones de ángeles como servidores. Los judíos no deberían gloriarse más en los ángeles, ya que ellos son nuestros servidores (He. 1:14).
Los muchos hijos, quienes son los coherederos y compañeros de Cristo, constituyen la casa de Dios: Bet-el. La casa de Dios está compuesta por todos Sus hijos. Nosotros somos los coherederos y compañeros de Cristo, y también somos los hijos y la casa de Dios. Hebreos 2:10 nos dice que somos los hijos de Dios, y Hebreos 3:6 afirma que somos la casa de Dios. Ésta es una casa viviente porque nosotros, los hijos vivientes del Dios viviente, somos el material del cual está construida. Esto tiene que ver absolutamente con el hecho de que Dios es el Espíritu y que Él mora en nuestro espíritu. El Dios viviente mora como Espíritu en nuestro espíritu regenerado. Ésta es, pues, la casa de Dios en la tierra y, por lo tanto, es la morada de Dios en nuestro espíritu (Ef. 2:22).
La primera vez que se menciona la casa de Dios en la Biblia ocurre en Génesis 28. Es importante recordar que la primera mención de algún asunto en las Escrituras establece un principio para ese asunto. Así, pues, la mención que se hace de la casa de Dios en Génesis 28, sirve para establecer muchos principios espirituales, a saber: que donde esté la casa de Dios, allí también se encontrará la escalera celestial; que la casa de Dios con la escalera celestial es la puerta del cielo; y que donde esté la casa de Dios con la escalera celestial como la puerta del cielo, allí también estarán los ángeles ministradores ascendiendo y descendiendo por esta escalera. Dondequiera que esté la casa de Dios en la tierra, allí también estará la escalera celestial. Esta escalera une la tierra con los cielos y trae los cielos a la tierra. El lugar donde se encuentra la escalera celestial es, por tanto, la puerta del cielo. Es allí donde los ángeles ascienden y descienden efectuando su servicio, que consiste en cuidar de la casa de Dios como puerta del cielo. Éste es el cuadro que se nos presenta de la casa de Dios sobre la tierra.
Debemos recordar que Hebreos nos dice que somos coherederos de Cristo y Sus compañeros, y también la casa de Dios, el Bet-el de hoy sobre la tierra. Dado que somos la casa de Dios, la verdadera Bet-el, entonces la escalera celestial, que es Cristo mismo, también está aquí. Ya que la escalera celestial está aquí, los ángeles ascienden y descienden sobre ella para realizar su servicio. Hoy la iglesia es la casa de Dios, que está compuesta por los muchos hijos de Dios junto con Cristo, el Hijo primogénito de Dios, quien es la escalera celestial. Por lo tanto, la iglesia es la puerta del cielo que tiene a Cristo como la escalera celestial que une la tierra a los cielos y trae los cielos a la tierra. Es sobre esta escalera que los ángeles ministran, ascendiendo y descendiendo.
Lo que fue revelado en Génesis 28 fue confirmado por el Señor Jesús en Juan 1:51, donde dice: “Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. Aquí el Señor Jesús nos dice claramente que Él mismo, como el Hijo del Hombre que nació en Su resurrección para ser el Hijo primogénito de Dios, es la escalera celestial, y que sobre Él los ángeles ministradores ascienden y descienden llevando a cabo su servicio en la casa de Dios, la cual se compone de los muchos hijos de Dios.
La iglesia como la casa de Dios, es decir, como la morada del Dios viviente en la tierra, es la puerta del cielo. Dondequiera que la casa de Dios esté, allí también está la escalera celestial, la cual es Cristo mismo. ¿Dónde está Cristo? Él está tanto en los cielos como en la tierra, en la iglesia. Por lo tanto, Él llega a ser la escalera en la iglesia que une la tierra con el cielo y trae el cielo a la tierra. Éste es el lugar donde debemos permanecer. Mientras estemos en la tierra, nosotros, los que Dios ha salvado, Sus muchos hijos, que somos los coherederos y compañeros de Cristo, debemos vivir y tener nuestro ser en la iglesia. Es aquí donde disfrutamos de un cielo despejado por Dios. Es aquí donde participamos de Cristo como nuestra escalera celestial. Es aquí donde recibimos todo tipo de servicio por parte de los ángeles que nos ministran y, sobre todo, es aquí donde expresamos a Dios en Su gloria.
Al finalizar un capítulo tan glorioso como Hebreos 1, el cual trata sobre el ilimitado Hijo de Dios, se nos dice que los ángeles son nuestros servidores. “¿No son todos [los ángeles] espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que han de heredar la salvación?” (1:14). Cristo es el Heredero de Dios y nosotros somos coherederos con Cristo. Aún más, somos Sus compañeros en lo que se refiere a los intereses divinos. ¡Qué posición más alta es ésta! Es mucho más alta que la de los ángeles. En la economía de Dios, los ángeles son simplemente espíritus ministradores que nos rinden servicio a nosotros, los coherederos de Cristo y compañeros del Heredero designado por Dios. En el universo de Dios, nosotros somos los propietarios, y los ángeles son nuestros servidores. Ellos nos sirven a nosotros, los muchos hijos de Dios, los herederos de la salvación.
Permítanme compartir con ustedes algunos verdaderos ejemplos del ministerio que los ángeles cumplen. Cuando Pedro fue encarcelado, vino un ángel y, abriendo las puertas de la prisión, liberó a Pedro (Hch. 12:5-16). Después de esto, Pedro fue y tocó a la puerta de la casa de María. Cuando Rode, la criada, abrió la puerta y vio que era Pedro, fue a avisar a los que estaban reunidos en la casa, y ellos al escuchar esto dijeron que seguramente se trataba del ángel de Pedro. Todos tenemos al menos un ángel. Mateo 18:10 demuestra esto, pues dice: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de Mi Padre que está en los cielos”. No debiéramos cometer ninguna injusticia en contra de nuestros hermanos, porque sus ángeles están en la presencia del Padre. Los ángeles de Dios ascienden y descienden por la escalera celestial para ministrar a los herederos de la salvación. Podemos también citar el ejemplo de lo que ocurrió con Cornelio, quien fue visitado por un ángel mientras oraba (Hch. 10:1-4). Además, Salmos 34:7 dice: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que lo temen y los defiende”. Si usted ama a Dios y le busca, Él enviará ángeles para que acampen alrededor suyo.
¿Quiénes somos nosotros? Somos los herederos de la salvación. ¿Y quiénes son los ángeles? Son siervos nuestros que nos ministran continuamente. ¿Cómo llegamos a ser tales herederos? Por medio de Cristo. Él es el Hijo primogénito de Dios y nosotros somos los muchos hijos de Dios. Él es el Heredero designado, y nosotros hemos sido salvos para ser Sus coherederos, Sus socios en la empresa celestial denominada “Cristo y la iglesia”, y contamos con millones de ángeles que nos ministran. Quiera el Señor abrir nuestros ojos para que veamos esto.
Ahora, a manera de resumen, mencionaremos los aspectos más importantes de este mensaje. Cristo, el Hijo primogénito de Dios, es Aquel a quien Dios ha designado como Heredero de todas las cosas. Nosotros, los muchos hijos de Dios, somos Sus “coherederos”, quienes heredan no sólo la salvación sino también todas las cosas juntamente con Él. Por lo tanto, somos Sus compañeros y copropietarios del universo, mientras que los ángeles son meramente nuestros servidores, quienes como tales son inferiores no solamente a Él sino también a nosotros. El Hijo ha sido designado para ser el Heredero, y nosotros hemos sido salvos para ser Sus coherederos, que participan con Él de Su herencia. La “salvación tan grande”, mencionada en Hebreos 2:3, nos salva al grado de hacernos partícipes de la designación del Hijo; por tanto, participamos en todo lo que Él hereda. Nosotros, como compañeros del Hijo, somos la casa de Dios, la verdadera Bet-el, la puerta del cielo, donde está el Hijo como la escalera celestial que une la tierra a los cielos y trae los cielos a la tierra. Es sobre esta escalera que los ángeles de Dios ascienden y descienden como espíritus ministradores, enviados para servirnos a nosotros, los herederos de tan grande salvación. Los temas que Hebreos abarca son como una puerta que nos da acceso al cielo. En ellos disfrutamos a Cristo como la Persona celestial que nos une al cielo y trae los cielos a nosotros, a fin de que podamos ser un pueblo celestial que lleva una vida celestial en la tierra y hereda todas las cosas celestiales. ¿Cómo es posible que los creyentes hebreos renunciaran a todo esto y prefirieran regresar a su antigua religión y gloriarse en los ángeles? Los ángeles son simplemente siervos ministradores nuestros, mientras que nosotros somos los gloriosos herederos de la maravillosa salvación que Dios efectúa.