Mensaje 16
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Lectura bíblica: Hch. 4:1-31
En el capítulo tres de Hechos, Pedro presenta a Cristo, el Sanador, como el Siervo de Dios, el Santo, el Justo, el Autor de la vida, el Profeta y la simiente en la cual serán benditas todas las familias de la tierra. Este Sanador es el Autor de la vida; por tanto, cada vez que lo invocamos disfrutamos tiempos de refrigerio. Como Profeta, El nos habla de Dios, y en El como simiente de Abraham somos bendecidos. Todos estos aspectos del Sanador maravilloso son para nosotros. Sin embargo, en Hch. 3 no vemos que este Sanador guarde alguna relación con la economía de Dios, con Su propósito, ni con Su edificio. Sin embargo, en el capítulo cuatro, Pedro tiene la oportunidad de presentar a este Sanador de una manera más profunda, como la piedra del edificio de Dios. Hechos 4:11-12 declaran al respecto: “Este Jesús es la piedra menospreciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. En este mensaje hablaremos más acerca de Cristo como la piedra que produce el edificio de Dios.
Dios se encarnó para ser una piedra con el fin de edificar Su habitación universal, pero los líderes judíos, quienes debieron ser los edificadores, lo despreciaron. No obstante, Dios constituyó esta piedra cabeza del ángulo. Cuanto más la rechazaban los líderes judíos, más la usaba Dios. Primero, Cristo era una piedra ordinaria, pero después del rechazo de los líderes judíos, Dios, en resurrección, lo hizo cabeza del ángulo. Los líderes judíos lo rechazaron matándolo, pero Dios lo honró levantándolo de los muertos y haciéndolo una piedra especial, la cabeza del ángulo, la piedra principal que une las paredes de un edificio. Cristo es la cabeza angular de la habitación de Dios.
En Juan 1 vemos que Andrés trajo a su hermano Simón Pedro al Señor Jesús. “Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)” (v. 42). Más tarde, en Cesarea de Filipo, el Señor Jesús preguntó a Sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” (Mt. 16:15). Pedro declaró al instante: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). El Señor respondió: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (v. 18). El nombre “Pedro” significa piedra, la cual es el material útil para el edificio de Dios. El Señor Jesús parecía decir: “Tú eres Pedro, una piedra; con piedras como tú, edificaré mi iglesia”.
Indudablemente lo dicho por el Señor debe de haber dejado una impresión profunda en Pedro, aunque probablemente no lo haya entendido en aquel momento. No obstante, después de que el Espíritu vivificante fue infundido en él y que el Espíritu económico lo revistió, Pedro llegó a ser un hombre del Espíritu, un hombre que tenía al Espíritu esencial dentro de él y el Espíritu económico sobre él. Después de todo esto, Pedro ciertamente empezó a entender las palabras del Señor cuando éste le dijo que era una piedra. Tal vez Pedro haya pensado: “Recuerdo aquella ocasión en la cual me encontré con el Señor por primera vez. El dijo que me daría un nuevo nombre, un nombre que significa piedra. Más tarde El me llamó “Pedro” y dijo que El edificaría Su iglesia sobre una roca. Ahora entiendo lo que el Señor quería decir”.
Con esta comprensión Pedro pudo presentar en Hechos 4 al Señor Jesús como la piedra menospreciada por los edificadores, la cual llegó a ser cabeza del ángulo. Cuando él llegó a una edad avanzada, escribió su primera epístola, en la cual dijo que el Señor es la piedra viva y que los creyentes son piedras vivas idóneas para el edificio de Dios: “Acercándoos a El, piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual” (1 P. 2:4-5a). Hechos 3—4 muestra que Pedro conocía al Sanador no sólo como el Siervo de Dios, el Santo, el Justo, el Autor de la vida, el Profeta y la simiente en la cual toda la tierra sería bendecida; él también lo conocía como la piedra del edificio de Dios.
No creo que en los siglos pasados haya habido muchos que, basandose en la Palabra, hayan enseñado que Jesucristo es la piedra del edificio de Dios. El no sólo es el Siervo, el Santo, el Justo, el Autor de la vida, el Profeta y la simiente; también es la piedra del edificio de Dios. Según Hechos 4:12, El es la piedra en quien podemos ser salvos. Por consiguiente, El es el Salvador-Piedra, y como tal El es fuerte, sólido y confiable. Podemos confiar y permanecer firmes en El. Esta piedra es la roca, la piedra del fundamento y la cabeza del ángulo. Incluso, en Zacarías 4:7, vemos que El es la piedra cimera (heb.). Cristo es el material que produce el edificio de Dios, pues éste procede totalmente de Cristo.
Cuando algunos escuchen que enseñamos según las Escrituras que Cristo es la cabeza del ángulo, la piedra del fundamento, la piedra cimera y aun todas las piedras del edificio de Dios, nos acusarán de panteístas. Esta acusación es falsa. Efectivamente, declaramos que Cristo es nuestro alimento, aire, agua, luz, puerta, vestido y morada, pero esto ciertamente no es panteísmo ¿No es Cristo nuestro alimento y bebida? ¿No es El nuestro aire, vestimenta, puerta y morada? ¿Acaso no es El la piedra del fundamento, la cabeza del ángulo, la piedra cimera y todas las demás piedras del edificio de Dios? Ciertamente Cristo es todas estas cosas. No obstante, algunos niegan que Cristo incluya estos aspectos y nos acusan falsamente de ser panteístas porque enseñamos, basándonos en la Biblia, que Cristo lo incluye todo; que El es el todo y en todos. El Nuevo Testamento revela que Cristo es el todo, y en todos (Col. 3:11), y que nosotros somos la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:23). ¡Cuán maravilloso es que somos la plenitud de Cristo que le expresa!
El nombre de Jesucristo, Aquel que lo es todo, es el que nos salva. ¿Sabe por qué el nombre del Señor es tan poderoso? Porque El es maravilloso y todo-inclusivo. Fuimos salvos en el nombre de Jesucristo y El lo es todo. Como tal, Cristo es Dios, hombre, el Padre, el Hijo, el Espíritu, la roca, el fundamento, la cabeza del ángulo, la piedra cimera, la puerta, nuestro alimento, nuestra bebida, nuestra vestimenta, nuestra vida, nuestra fuerza, nuestra capacidad, nuestra función, nuestro caminar, nuestro vivir, nuestro aliento, nuestra vista y nuestros oídos. ¡Es imposible agotar todo lo que Cristo es para nosotros!
Debido a la influencia de la tradición, algunos afirman que no debemos usar terminología nueva para expresar lo que Cristo es. Alegan que debemos usar la terminología que usaron los padres de la iglesia, los concilios y las enseñanzas tradicionales. Esto impone muchas restricciones sobre el pueblo de Dios. Debemos ser liberados de estas restricciones y usar nuevos términos, cuando sea necesario, para mostrar todo lo que encierra la persona de Cristo. No debemos confiar en la teología tradicional, pues nos restringe y nos desvía. Debemos ver en la Palabra todos los aspectos de Cristo. Cristo tiene particularmente el aspecto de ser una piedra que edifica la morada de Dios. ¡Aleluya por esta piedra!
Cristo no es solamente la piedra que produce el edificio de Dios; El también es la piedra de tropiezo y la piedra que hiere. Como tal, el Señor Jesús dijo: “Y el que caiga sobre esta piedra se despedazará; y sobre quien ella caiga, le hará polvo y como paja le esparcirá” (Mt. 21:44). Para los creyentes, Cristo es la piedra del fundamento en la cual confiamos (Is. 28:16), pero para los judíos incrédulos, El es la piedra de tropiezo (Is. 8:14-15; Ro. 9:32-33), y para las naciones El es la piedra que hiere. Según Daniel 2:34-35, Cristo, la piedra, herirá a las naciones a Su regreso.
Para nosotros los creyentes, Cristo no es la piedra de tropiezo ni la piedra que hiere; El es la piedra que edifica y también la que propaga. Para nosotros, El ha llegado a ser la piedra del edificio. Primero llegamos a ser Su propagación y ahora El nos edifica como morada de Dios. El es el constructor y también el material idóneo para el edificio de Dios. El es el Salvador-Piedra. En la economía de Dios, El construye Su habitación eterna. Para los judíos y las naciones, El es la piedra de tropiezo y la piedra que hiere respectivamente; mas para nosotros, El es la piedra que se propaga y que edifica.
En la Biblia, la piedra aparece como un tema crucial. En Génesis, Dios creó al hombre del polvo de la tierra (Gn. 2:7). Por tanto, el primer hombre era de barro. Luego, Dios mismo se hizo hombre, el cual era un hombre-piedra. Al final de la Biblia, en el libro de Apocalipsis, vemos una ciudad de piedra, una ciudad construida con piedras. Por lo tanto, la Biblia comienza con un hombre de barro, luego menciona a un hombre de piedra y en su consumación presenta una ciudad de piedra. Esta es la economía de Dios.
No es fácil estudiar la Biblia; se necesitan ciertas destrezas para hacerlo debidamente. Los que carecen de ellas, al leer el libro de Hechos, se distraen con las señales, los prodigios y aun con la sombra de Pedro (5:15) y no prestan ninguna atención a la piedra que rechazaron los edificadores. No obstante, nosotros debemos ver la importancia que tiene Cristo como la piedra que edifica.
Al principio de la Biblia vemos el árbol de la vida, un río y una piedra. Según Génesis 2, Dios creó al hombre y lo puso frente al árbol de la vida (vs. 8-9). Vemos además que “salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos” (v. 10). Al hablar del río, Génesis 2 menciona que había oro, bedelio y ónice (v. 12). Esta es la primera vez que se mencionan las piedras en la Biblia.
El Antiguo Testamento continúa hablando de este tema. Por ejemplo, vemos el ónice en el efod que el sumo sacerdote llevaba puesto sobre sus hombros, y que en su pectoral había doce piedras (Éx. 28:8-12, 21), sobre las cuales estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel. Esto implica que a los ojos de Dios Su pueblo escogido debe llegar a ser piedras.
En el Antiguo Testamento, tenemos también el relato de la peña hendida de la cual brotó agua de vida (Éx. 17:5-6). En 1 Corintios Pablo dice que esta peña era Cristo: “Y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Co. 10:4).
Isaías 8:14-15 habla de una piedra de tropiezo, pero Isaías 28:16 declara: “He aquí que Yo he puesto en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, angular, preciosa, de cimiento estable”. Para los que se oponen a Cristo, El es la piedra de tropiezo, mas para nosotros El es la piedra del fundamento y la cabeza del ángulo. Además, Zacarías se refiere a Cristo como piedra cimera: “El sacará la piedra cimera con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella” (Zac. 4:7 heb.).
En el Nuevo Testamento encontramos muchos otros detalles sobre el tema de la piedra. El Señor Jesús llamó a Pedro piedra y más tarde indicó que El mismo era la roca (Jn. 1:42; Mt. 16:18). Además, Cristo le dijo que sobre esta roca edificaría Su iglesia con los creyentes como piedras. En 1 Corintios 3:11 Pablo declara que Cristo es el único fundamento que ha sido puesto y que debemos edificar sobre él con oro, plata y piedras preciosas. Luego, en 1 Pedro 2:4-5, vemos que el Señor Jesús es la piedra viva y que nosotros también, como piedras vivas, somos edificados como casa espiritual. Luego, en el libro de Apocalipsis, el Señor declara que los vencedores recibirán una piedrecita blanca, lo cual significa que ellos habrán llegado a ser piedras preciosas a Sus ojos (Ap. 2:17). Además, en Apocalipsis 4, Dios está sentado en el trono y tiene la apariencia de piedra de jaspe y de cornalina: “Y el aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina” (v. 3). Finalmente, vemos la Nueva Jerusalén, una ciudad cuyo resplandor era “semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe” (Ap. 21:11), con un muro grande y alto de jaspe (vs. 12, 18), y con doce cimientos de piedras preciosas. Si estudiamos esta ciudad, veremos que consiste de oro, perlas y piedras preciosas. Esta es la revelación clara que la Biblia nos presenta acerca del tema de la piedra.
Entre los maestros de la Biblia, pocos han visto que la piedra es una verdad crucial en las Escrituras. ¿Había oído alguna vez que el Señor Jesús es el Salvador-Piedra? ¿Ha escuchado que Dios tiene la apariencia de jaspe? Basados en Apocalipsis 4, podemos afirmar que nuestro Dios es el Dios-jaspe. Si algunos argumentaran que este título no se encuentra en la Biblia, podríamos señalar que la Biblia tampoco usa la expresión: “El Dios Triuno”, pero el hecho de que El es triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— ciertamente está implícito en la Palabra. Por consiguiente, aunque la Biblia no use la expresión: “Dios-jaspe”, revela claramente que Dios tiene la apariencia de jaspe. ¿No podríamos entonces afirmar que El es el Dios-jaspe?
Una vez más les animo a que no confíen en la teología tradicional. Esta teología nos limita e impide que veamos muchas verdades de la Biblia. Hemos abarcado solamente una pequeña parte de lo que contiene la Palabra. La revelación de Dios comprendida en las Escrituras es inagotable. Cuando estemos en la eternidad, tal vez diremos: “¡Cuán poco habíamos visto!”
Al estudiar la Biblia, no debemos hacerlo a la ligera. Más bien, debemos seguir los principios que rigen las Escrituras. Si seguimos estos principios, no cometeremos errores. Ademas de impedir que la teología tradicional nos limite, debemos ceñirnos a los principios que gobiernan la interpretación de la Biblia quizá a los estudiemos en otra ocasión).
En la Biblia encontramos una línea desde Génesis 2 hasta Apocalipsis 22 sobre el tema de la piedra. En Génesis 2, tenemos la piedra de ónice, y por último, en Apocalipsis 21 y 22, encontramos la ciudad de jaspe como consumación. La apariencia, el muro y el primer cimiento de esta ciudad eran de jaspe. ¡Cuán amplia es la verdad implícita en la declaración de Pedro, cuando dijo que Cristo era la piedra rechazada por los edificadores pero hecha por Dios cabeza del ángulo en resurrección!