Mensaje 21
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Lectura bíblica: Hch. 7:1-60; 8:1-3
Después de enfrentar la oposición y de ser arrestado (Hch. 6:8-15; 7:1), Esteban dio testimonio ante el sanedrín (Hch. 7:2-53), y luego fue apedreado (Hch. 7:54-60). Después de esto, leemos en Hch. 8:1-3 acerca de cómo fue asolada la iglesia en Jerusalén debido a la persecución.
Esteban, dando testimonio ante el sanedrín, dijo: “Varones hermanos y padres, oíd: el Dios de la gloria apareció a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en Harán, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que Yo te mostraré” (vs. 2-3). La gloria mencionada en el versículo 2 quizás haya sido una gloria visible (véase el versículo 55), como cuando la nube y el fuego aparecieron a Israel (Éx. 16:10; 24:16-17; Lv. 9:23; Nm. 14:10; 16:19; 20:6; Dt. 15:24) y llenaron el tabernáculo y el templo (Éx. 40:35; 1 R. 8:11). Fue el Dios de la gloria que se apareció a Abraham y lo llamó. Su gloria fue una gran atracción para Abraham. Lo separó (lo santificó) del mundo y lo apartó para Dios (Éx. 29:43), y lo animó y fortaleció para que siguiera a Dios (Gn. 12:1, 4). Según el mismo principio, Dios llama a los creyentes del Nuevo Testamento por Su gloria invisible (2 P. 1:3).
Esteban, en su enseñanza de Hechos 7, empieza hablando acerca del Dios de gloria que se apareció a Abraham. No sabemos de dónde Esteban obtuvo este conocimiento, puesto que Génesis no menciona que el Dios de gloria haya aparecido a Abraham. No obstante, Esteban dijo que cuando Dios apareció a Abraham, El apareció como el Dios de gloria. Aunque no sabemos cómo Esteban aprendió esto, sabemos que sus palabras fueron inspiradas por el Espíritu Santo. Así que el mensaje de Esteban empieza con el Dios de gloria que llamó a Abraham.
La expresión “el Dios de la gloria” que usó Esteban corresponde a la economía neotestamentaria de Dios. Pedro en su segunda epístola, nos dice que Dios nos ha llamado por Su gloria y para Su gloria (2 P. 1:3). Puesto que fuimos llamados por la gloria invisible de Dios, finalmente recibimos al Señor Jesús y nos dimos cuenta que El es mejor que cualquier otra persona o cosa. De hecho, algunos creyentes chinos han llegado a apreciar a Jesucristo más que a Confucio, y debido a este aprecio creyeron en el Señor y le recibieron. Esta estima que tienen por Cristo implica gloria.
El Dios de gloria llamó a Abraham, y Abraham fue atraído y atrapado por esa gloria. El principio es el mismo con nosotros hoy en día. Todos hemos sido capturados por la gloria invisible del Señor. Hemos sido atrapados por Su gloria y no podemos escapar.
En 7:4, Esteban continúa hablando de Abraham: “Entonces salió de la tierra de los caldeos y habitó en Harán; y de allí, muerto su padre, Dios le trasladó a esta tierra, en la cual vosotros habitáis ahora”. Aparentemente Abraham viajó a Canaán (Gn. 12:4-5), pero en realidad fue Dios quien le trasladó allí.
Hechos 7:5 y 6 dicen: “Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un pie; y le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él aún no tenía hijo. Y le dijo Dios que su descendencia sería extranjera en tierra ajena, y que los esclavizarían y los maltratarían, por cuatrocientos años.” La tierra ajena mencionada en el versículo 6 es Egipto (Éx. 1:1), y quienes los esclavizarían serían los egipcios (Éx. 1:11, 13-14). El versículo 6 nos muestra que la descendencia de Abraham iba a ser maltratada durante cuatrocientos años en Egipto, lo cual difiere de Gálatas 3:17, en donde se hace mención de cuatrocientos treinta años. Sin embargo, este período de tiempo en Gálatas se cuenta desde que Dios le dio la promesa a Abraham en Génesis 12, hasta que El le dio la ley a Moisés en Exodo 20. Dios consideraba que este período fue el tiempo en que los hijos de Israel estuvieron en Egipto (Éx. 12:40-41). Los cuatrocientos años mencionados en Génesis 15:13 y Hechos 7:6 se calculan desde el tiempo en que Ismael se burló de Isaac en Génesis 21, hasta el día en que los hijos de Israel salieron de la tiranía egipcia en Exodo 12. Este es el período durante el cual los descendientes de Abraham sufrieron persecución por parte de los gentiles.
En Hechos 7:14 y 15, Esteban habla del descenso de Jacob a Egipto: “Y enviando José, hizo venir a su padre Jacob, y a toda su familia, en número de setenta y cinco almas. Y descendió Jacob a Egipto, y murió él, y también nuestros padres”. Esteban menciona a setenta y cinco almas en el versículo 14 mientras que en Génesis 46:27 y en Exodo 1:5 sólo se mencionan setenta. Esto indica que él citó este número de la Septuaginta, la cual menciona cinco descendientes más de José en Génesis 46:20. Por tanto, con respecto a los de la casa de Jacob que llegaron a Egipto, él dijo que fueron setenta y cinco en vez de setenta.
En Hechos 7:18, Esteban declara que “se levantó en Egipto otro rey que no conocía a José”. La palabra griega traducida “otro” significa también diferente en carácter. Así que este versículo no sólo se refiere a otro rey, sino a un rey con un carácter diferente.
En Hechos 7, del versículo 20 al 44, Esteban dio intencionalmente un extenso relato acerca de Moisés del modo más positivo posible. Lo hizo para vindicarse ante sus opositores, quienes lo acusaron de blasfemar contra Moisés (6:11). En el versículo 20, Esteban declara: “En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue hermoso a los ojos de Dios; y fue criado tres meses en casa de su padre”. Las palabras griegas traducidas “hermoso a los ojos de Dios” significan también “agradable a Dios”. Es un modismo hebreo que denota ser bello ante Dios, y por ende, sumamente hermoso.
En el versículo 21, Esteban añade: “Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón le recogió y le crió como a hijo suyo”. Las palabras griegas traducidas “siendo expuesto” se pueden traducir también “sacado para morir”. El verbo griego que se tradujo recoger es “usado para reconocer o adoptar como hijo propio” (F. F. Bruce).
Leamos Hechos 7:22: “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras”. La sabiduría mencionada aquí es la que se adquiere mediante el aprendizaje.
En 7:30, Esteban declara: “Pasados cuarenta años, un Angel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza”. Aquí y en los versículos 35 y 38, el Angel del Antiguo Testamento era Cristo el Señor, quien es Jehová, el Dios Triuno (Éx. 3:2-16; Jue. 6:12-24; Zac. 2:6-11). Esto lo comprueban las palabras “Señor” y “Dios” mencionadas en los versículos siguientes. El Señor y Dios de los versículos del 31 al 35 es el ángel de los versículos 30, 35 y 38.
Del versículo 41 al 43, Esteban añade: “En aquellos días hicieron un becerro, y ofrecieron sacrificio al ídolo, y en las obras de sus manos se regocijaron. Mas Dios se apartó, y los entregó para que sirvieran al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ‘¿Acaso me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, casa de Israel? Y llevasteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Renfán, figuras que os hicisteis para adorarlas. Os transportaré, pues, más allá de Babilonia’ ”. En el versículo 42, “servir al ejército del cielo” hace alusión a la adoración de las estrellas. El tabernáculo de Moloc mencionado en el versículo 43 era la tienda-templo portátil de ese dios, llevada en procesión (M. R. Vincent). Renfán era el nombre copto de Saturno.
En el versículo 44, Esteban toca el tema de la morada de Dios, el tabernáculo del testimonio. Esteban declara al respecto: “Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como había ordenado Aquel que dijo a Moisés que lo hiciese conforme al modelo que había visto. Este tabernáculo, recibido a su vez por nuestros padres, lo introdujeron con Josué al tomar posesión de las naciones, a las cuales Dios arrojó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David. Este halló favor delante de Dios, y pidió hallar morada para el Dios de Jacob” (vs. 44-46). Estos versículos indican que generación tras generación mantuvo el tabernáculo. Sin embargo, Dios no estaba satisfecho, y David, un hombre conforme al corazón de Dios, lo sabía. Por tanto, David buscaba edificar una mejor morada para Dios. Sin embargo, Salomón fue el que construyó finalmente la casa de Dios (v. 47). No obstante, Dios no podía estar satisfecho con algo hecho por manos humanas. El necesitaba algo mejor. Así que Esteban empezó hablando del Dios de gloria y después de abarcar muchos asuntos llegó al tema de la morada de Dios.
En los versículos del 48 al 50, Esteban añade: “Pero el Altísimo no habita en cosas hechas por manos, como dice el profeta: ‘El cielo es Mi trono, y la tierra el estrado de Mis pies ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿o cuál es el lugar de Mi reposo? ¿No hizo Mi mano todas estas cosas?’ ” En el versículo 48 Esteban se refiere a Dios como el Altísimo. Esteban llamó a Dios el Dios de gloria y el Altísimo, para vindicarse ante sus opositores, quienes lo habían acusado de blasfemar contra Dios (6:11).
En el versículo 48, Esteban declara que el Altísimo no habita en cosas hechas por manos humanas. Esto implica que Dios abandonaría el templo material del Antiguo Testamento e iniciaría una nueva dispensación, a fin de que Su pueblo le adorase en el espíritu (Jn. 4:24), en el cual se encuentra la morada espiritual de Dios, la iglesia (Ef. 2:22).
Las palabras de 7:49 indican que el Señor buscaba una morada espiritual en el espíritu del hombre. Esto lo comprueba la segunda parte de la cita de Isaías 66:1-2 que declara: “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu”.
En el versículo 51, Esteban habló con firmeza a los que se le oponían: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros os oponéis siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros”. Puesto que Esteban estaba lleno del Espíritu (v. 55), y era uno con el Señor Espíritu (1 Co. 6:17), oponerse a él equivalía a oponerse al Espíritu Santo. Por esta razón, el Señor le declaró a Saulo, uno de los que perseguían a Esteban (Hch. 7:58; 8:1), que era al Señor mismo a quien perseguía (9:4).
En los versículos 52 y 53, Esteban agrega: “¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido traidores y matadores; vosotros que recibisteis la ley como ordenanzas de ángeles, y no la guardasteis”. La palabra griega traducida “ordenanzas” es un sustantivo; la forma verbal de la misma palabra se usa en Gálatas 3:19 y se traduce “ordenada” allí. La ley de Dios fue ordenada por intermedio de los ángeles y llegó a ser ordenanzas de ángeles.
Leamos Hechos 7:54: “Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él”. La palabra griega traducida “enfurecían” significa literalmente “aserrados”.
El versículo 55 dice: “Pero él, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba [de pie, gr.] a la diestra de Dios”. La palabra griega traducida “lleno” es pléres, adjetivo de pleróo, según el uso en este versículo y en 6:3, 5; 11:24 y Lucas 4:1. En 7:55, Esteban estaba lleno del Espíritu interior y esencialmente, como lo menciona 13:52. Esto se refiere a la vida, no a la obra.
Conforme a 7:55, Esteban vio la gloria de Dios. Esto lo vindicó y lo confortó en gran manera.
El versículo 55 también declara que Esteban vio a Jesús que estaba de pie [cfr. v. 56] a la diestra de Dios. Cuando se habla del Señor en Su ascensión generalmente se dice que está sentado a la diestra de Dios (Mt. 26:64; He. 1:3, 13). Sin embargo, Esteban lo vio de pie. Esto indica que el Señor estaba muy preocupado por Su perseguido discípulo.
Esteban no se preocupó por el entorno. Por el contrario, él estaba lleno del Espíritu y tenía puestos los ojos en el cielo. En 7:2, Esteban dijo que el Dios de gloria se apareció a Abraham. Ahora vemos que Esteban vio la gloria de Dios y a Jesús que estaba a la diestra de Dios. En todo el Nuevo Testamento eso ocurre una sola vez.
En 7:56 Esteban declara: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios”. La tierra rechazó a Esteban y se cerró, pero los cielos le fueron abiertos. Esto indica que los cielos estaban con él y a favor de él.
Leamos los versículos 57 y 58: “Pero ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo”. Saulo, quien más tarde llegaría a ser apóstol (13:9), ayudó a los perseguidores que dieron muerte a Esteban. Lo que sucedió ese día debió haber causado una profunda impresión en él.
Leamos Hechos 7:59: “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba al Señor y decía: ¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!” Mientras apedreaban a Esteban, él invocaba el nombre del Señor Jesús. Ciertamente él no dijo con voz débil: “Señor Jesús ten misericordia de mí ”. Por el contrario, él clamó a gran voz el nombre del Señor, diciendo: “¡Señor Jesús, recibe mi espíritu!” El versículo 60 dice que Esteban se arrodilló y clamó a gran voz: “Señor...” El caso de Esteban nos muestra que invocar el nombre del Señor es algo que se hace en voz alta.
Leamos el versículo 60: “Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió”. Esteban oró por sus perseguidores del mismo modo que su Señor, a quien amó y vivió, había orado por quienes le persiguieron (Lc. 23:34).
Leamos la primera parte de 8:1: “Y Saulo consentía en su muerte.” Cada vez que aprobamos algo como lo hizo Saulo, indica que nos creemos personas importantes. Si no fuera así, no aprobaríamos nada de esta manera; ni siquiera nos preocuparían las acciones de los demás. Tanto los que critican a la iglesia como los que aprueban lo que la iglesia hace, se consideran personas importantes. En 8:1, el joven Saulo aprobó la persecución y la muerte de Esteban, considerándose a sí mismo como alguien importante. En realidad, como lo indica 8:3, Pablo llegó a ser una persona importante; él llegó a ser el principal perseguidor de la iglesia.
Leamos Hechos 8:1b “En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles”. Esta fue la primera iglesia establecida en una localidad dentro de la jurisdicción de una ciudad, Jerusalén. Era una iglesia en cierta localidad, como lo indica el Señor en Mateo 18:17. No era la iglesia universal, como la revela el Señor en Mateo 16:18, sino sólo una parte de la iglesia universal, la cual es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23). Este asunto, es decir, el establecimiento de la iglesia en su localidad, se presenta de manera consistente a lo largo del Nuevo Testamento (13:1; 14; 23; Ro. 16:1; 1 Co. 1:2; 2 Co. 8:1; Gá. 1:2; Ap. 1:4, 11).
Hechos 8:1 declara claramente que todos los creyentes fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Este es un hecho que relata la Biblia y debemos creerlo.
El evangelio del Señor era poderoso y prevalecía en Jerusalén. A pesar de que sólo quedaron los doce apóstoles, en poco tiempo muchos creyeron en el Señor. Antes de la persecución había miles de creyentes en Jerusalén. Luego, durante la gran persecución contra la iglesia, todos estos creyentes se fueron a excepción de los apóstoles. Debido a que el evangelio prevalecía, poco tiempo después del esparcimiento de los santos, muchos otros vinieron y creyeron en el Señor Jesús. Pareciera que cuánto más creyentes se iban de Jerusalén, más personas venían y creían en Cristo. Creo que ésta es la única manera de entender lo que se narra en 8:3 a la luz de todo el libro de Hechos.