Mensaje 25
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Lectura bíblica: Hch. 9:1-19
En este mensaje estudiaremos la conversión de Saulo.
Leamos Hechos 9:1: “Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote”. Saulo consintió en la muerte de Esteban (8:1). Y aquellos que apedrearon a Esteban pusieron sus ropas a los pies de Saulo (7:58). Saulo, el perseguidor, era un joven muy decidido.
Saulo nació en Tarso, una ciudad de alto nivel cultural, y recibió educación griega en la universidad de esa ciudad. En 22:3, él declara que estudió “a los pies de Gamaliel, en el rigor de la ley de nuestros padres”. Esto indica que Gamaliel, un gran rabino, lo instruyó en la religión. Indudablemente Saulo era muy erudito en los idiomas griego y hebreo, y recibió su formación en la cultura griega y en la religión hebraica. Además, él era ciudadano romano. En él vemos tres elementos importantes de la cultura occidental: la religión hebraica, la cultura griega y la política romana. El fue enseñado conforme a la religión hebraica, instruido en la cultura griega y era además ciudadano del imperio romano. Tal vez sus padres o abuelos se hayan hecho ciudadanos romanos por naturalización y que Saulo haya nacido romano (22:25-28). En cualquier caso, Saulo poseía una capacitación triple: la cultura griega, la religión hebraica y la política romana.
El Señor es soberano y omnisciente. Esteban indicaba tener una educación más elevada que la de Pedro y Juan, unos pescadores indoctos; no obstante, él no poseía la misma capacitación que tenía Saulo en los tres elementos de la cultura occidental. En Filipenses 3:5, Pablo se describe a sí mismo como hebreo, hijo de hebreos, debido a que era hebreo por nacimiento y porque también había sido instruido en la religión hebraica. Ningún otro hombre estaba tan capacitado como Saulo para presentar la economía neotestamentaria de Dios al mundo gentil.
Saulo fue ganado por Satanás antes de ser ganado por Dios. Satanás sabía que Saulo era una persona importante. Así que él no solamente ganó a Saulo, sino que también lo incitó a desempeñar un papel sobresaliente en la persecución de los seguidores de Jesús. Cuando los perseguidores apedrearon a Esteban, Saulo se quedó con sus ropas. Después de este martirio, “Saulo asolaba a la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (8:3). Lucas usa intencionalmente la palabra “asolar” para indicar que Saulo tenía el deseo de derribar, es decir, destruir toda la iglesia y todos los seguidores de Jesús.
Saulo no quedó satisfecho con el hecho de perseguir a los creyentes en Jerusalén. Así que fue al sumo sacerdote, y “le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (9:2). En 9:14 vemos que Saulo tenía autoridad para prender a todos los que invocaban el nombre del Señor Jesús. Saulo deseaba ir a Damasco porque sabía que muchos santos esparcidos se encontraban allí. Su intención era arrestar a todos los que invocaban el nombre del Señor.
Hechos 9:2 nos revela que Saulo se había propuesto hallar a las personas “de este Camino” y traerlos “presos a Jerusalén”. El camino aquí denota la plena salvación del Señor en la economía neotestamentaria de Dios. Es el camino en el cual Dios se imparte en los creyentes mediante la redención de Cristo y la unción del Espíritu; es el camino en el cual los creyentes participan de Dios y le disfrutan; es el camino en el cual los creyentes adoran a Dios en su espíritu al disfrutarle, y en el cual siguen al Jesús perseguido al ser uno con El. Es el camino en el cual los creyentes son introducidos en la iglesia y edificados en el Cuerpo de Cristo para llevar el testimonio de Jesús.
El camino en 9:2 incluye el camino de la verdad, el camino recto y el camino de la justicia mencionado en 2 Pedro 2:2, 15 y 21. El camino de la verdad es el sendero de la vida cristiana conforme a la verdad, la cual es la realidad del contenido del Nuevo Testamento (1 Ti. 2:4; 3:15; 4:3; 2 Ti. 2:15, 18; Tit. 1:1). Según sus varias virtudes, es designado con otros títulos, tales como el camino recto, el camino de la justicia, el camino de la paz (Lc. 1:79; Ro. 3:17), el camino de la salvación (Hch. 16:17), el camino de Dios (Mt. 22:16; Hch. 18:26), el camino del Señor (Jn. 1:23; Hch. 18:25), y el Camino (19:9, 23; 22:4; 24:22). Era calumniado como el camino de la secta (Hch. 24:14).
Saulo probablemente estaba muy contento yendo camino a Damasco. Quizás se encontraba en un éxtasis por la emoción que sentía. Tal vez haya pensado: “Por fin he obtenido autoridad de los sumos sacerdotes para prender a todos los que invocan el nombre de Jesús. Tan pronto llegue a Damasco arrestaré a todos esos invocadores, me los llevaré a Jerusalén y los encarcelaré”.
El Señor Jesús observaba a Saulo en su camino a Damasco. En lugar de aparecérsele de inmediato, el Señor esperó hasta que llegara “cerca de Damasco” (9:3). Luego, un resplandor de luz del cielo “repentinamente le rodeó; y cayendo [Saulo] en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo ¿por qué me persigues?” (9:3b-4). Probablemente Saulo quedó atónito al ver la luz celestial y al oír la voz que le llamaba. Saulo pensaba que él perseguía simplemente a los seguidores de Jesús. Ahora, la voz celestial le indicaba que en realidad él perseguía a Aquel que está en los cielos. Saulo vio una luz celestial, oyó una voz celestial y experimentó una Persona celestial. Saulo contestó de inmediato: “¿Quién eres, Señor? y el Señor le dijo: Yo soy Jesús a quien tú persigues” (v. 5). Saulo lo llamó Señor aun sin conocerlo.
Quizás Saulo haya pensado: “Yo jamás he perseguido a Jesús; solo he perseguido a Esteban y a otros de Sus seguidores. Ahora, el Jesús que pensaba que estaba en la tumba, viene a mi encuentro desde los cielos”.
Hechos 9:4 nos revela que el Señor Jesús preguntó a Saulo: “¿Por qué me persigues?” El complemento “me” indica una entidad corporativa que incluye a Jesús el Señor y a todos Sus creyentes. Saulo no tenía esta revelación, pues él pensaba que perseguía a Esteban y a los demás seguidores de Jesús, quienes estaban en el Camino que él consideraba herejía (24:14). No sabía que al perseguirlos, perseguía a Jesús, porque ellos eran uno con Jesús por estar unidos a El mediante la fe en El. Saulo pensaba que perseguía a personas en la tierra, sin saber que afectaba a alguien en el cielo. Le sorprendió muchísimo que Jesús desde el cielo le dijera que le perseguía a El. ¡Esta fue la más grande revelación que hombre alguno pudiera recibir! Así empezó a ver que el Señor Jesús y Sus creyentes son una persona grande y maravillosa. Esto le ha de haber causado un gran impacto para su futuro ministerio tocante a Cristo y a la iglesia como el gran misterio de Dios (Ef. 5:32), y ha de haber puesto un sólido fundamento para su ministerio único.
Lucas no nos proporciona los detalles acerca de la conversión de Saulo. No obstante, podemos ver que el Señor Jesús predicó un evangelio adecuado a Saulo. Realmente Saulo oyó el evangelio. Algunos se preguntarán cómo podemos afirmar esto y señalarán que la voz del cielo no dijo nada acerca de la crucifixión, de la sangre redentora, ni de la resurrección. No obstante, debemos entender por qué el nombre Jesús era un evangelio adecuado. Aunque Saulo era pecador y se oponía al evangelio, probablemente conocía el significado de este nombre porque sabía hebreo y griego. El debió haberse dado cuenta de que Jesús significa Jehová, el Salvador. ¿Acaso no es esto el evangelio? ¿Acaso no oímos el evangelio cuando oímos de Jesús? ¿Quién es Jehová, el Salvador? Ciertamente Pablo conocía el significado del nombre de Jesús.
En 9:6, el Señor dijo a Saulo: “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”. El Señor no quiso decirle directamente a Saulo, inmediatamente después de su conversión, lo que deseaba que hiciera. Esto se debió a que Saulo necesitaba que un miembro del Cuerpo de Cristo lo iniciara en la identificación con el Cuerpo, dado que había sido salvo y llevado al Señor por El mismo, y no por algún conducto. Si el Señor no hubiese enviado un miembro del Cuerpo a Saulo, habría sido difícil que los miembros del Cuerpo lo recibieran (véase 9:26).
Leamos el versículo 8: “Entonces Saulo se levantó de tierra, y aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco”. Esto demuestra cómo el Señor disciplinó a Saulo. Antes de esto, Saulo se creía un gran conocedor, alguien que lo sabía todo con respecto al hombre y a Dios. Ahora el Señor lo cegó para que no pudiese ver nada hasta que El le abriera los ojos, especialmente los ojos interiores, y lo comisionara para que abriera los ojos a otros (26:18).
En 9:10-19 vemos que la conversión de Saulo fue confirmada por Ananías. Leamos los versículos 10 y 11: “Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora”. El Señor envió a Ananías, un miembro de Su Cuerpo, a Saulo, para que éste fuera iniciado en la identificación con el Cuerpo de Cristo. Esto también debió de haber impresionado a Saulo con respecto a la importancia del Cuerpo de Cristo, y probablemente le ayudó a comprender que un creyente salvo necesita a los miembros del Cuerpo de Cristo.
En 9:12 el Señor dijo a Ananías que Saulo había visto en visión a un varón llamado Ananías, quien entraba y le ponía las manos encima para que recibiera la vista. El hecho de que Saulo recibiera la vista después de haber sido cegado, denota que fue totalmente salvo. Esto significó mucho para él, especialmente el hecho de que sus ojos interiores fueran abiertos para ver los misterios de Dios y Su economía.
En los versículos 13 y 14 Ananías contesta: “Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a Tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan Tu nombre”. Esto indica que en los primeros días de la iglesia, invocar el nombre del Señor era una señal que caracterizaba a los seguidores del Señor (1 Co. 1:2). Esta invocación ha de haber sido audible para que otros la escucharan; así llegó a ser una señal.
En 9:15 y 16, el Señor le dijo a Ananías: “Ve, porque vaso escogido me es éste, para llevar Mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque Yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por Mi nombre”. Por haber sido un vaso escogido por el Señor, Saulo fue apartado desde el vientre de su madre y llamado por el Señor (Gá. 1:15). El Señor es soberano y poderoso, conforme a Su elección en la eternidad, para hacer que uno de los más aguerridos de Sus perseguidores fuera un vaso, un apóstol principal, para llevar a cabo Su comisión de predicar el evangelio y tomar el camino al cual se había opuesto y el cual había perseguido. Con el tiempo, Saulo el adversario llegó a ser, en su victorioso ministerio del evangelio, un cautivo de Cristo en la procesión triunfante que celebra la victoria de Cristo sobre todos Sus enemigos (2 Co. 2:14).
Leamos Hechos 9:17: “Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor me ha enviado —Jesús, quien se te apareció en el camino por donde venías— para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo”. Saulo representa un caso especial porque él, siendo el perseguidor más notorio, fue salvo directamente por el Señor desde el cielo mientras se dirigía a perseguir a los creyentes. Por eso él, al igual que los creyentes samaritanos (8:14-17) y los doce discípulos en Efeso (19:1-7), necesitaba que un miembro del Cuerpo de Cristo lo iniciara en la identificación con el Cuerpo de Cristo mediante la imposición de manos.
La palabra “lleno” en el versículo 17 significa lleno exteriormente. Conforme al principio de salvación en la economía neotestamentaria de Dios, Saulo debe de haber recibido al Espíritu Santo de vida en su aspecto esencial cuando se convirtió, antes de que Ananías viniera y pusiera sobre él las manos. Antes de que Ananías llegara, Saulo estaba orando al Señor (v. 11), lo cual indica que había creído en el Señor y le invocaba (Ro. 10:13-14), como lo hacían los creyentes a quienes asolaba y quería arrestar. Sin embargo, como no había sido salvo por intermedio de ningún miembro del Cuerpo de Cristo, el Espíritu Santo no cayó sobre él económicamente, sino hasta que Ananías, como representante del Cuerpo, vino para identificarlo con el Cuerpo de Cristo.
Los versículos 18 y 19 añaden: “Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco”. El caso de Saulo, como el del eunuco etíope, hace que prestemos atención al bautismo en agua, el cual representa la identificación que tienen los creyentes con la muerte y la resurrección de Cristo (Ro. 6:3-5; Col. 2:12), y también al bautismo en el Espíritu, que representa la realidad de la unión que tienen los creyentes con Cristo en vida esencialmente y en poder económicamente. El bautismo en agua es la afirmación por parte del creyente acerca de la realidad del bautismo en el Espíritu. Ambos son necesarios.