Mensaje 27
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Lectura bíblica: Hch. 9:20-30
Es probable que nadie haya dado un giro tan rápido hacia el Señor Jesús como Saulo de Tarso. Después de ser bautizado, Saulo estuvo “por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco” (9:19). Leamos el versículo 20: “En seguida comenzó a proclamar a Jesús en las sinagogas, diciendo que El era el Hijo de Dios”. En este versículo, la frase “en seguida” es muy significativa, pues indica que Saulo, muy poco después de su conversión, ya se había vuelto totalmente al Señor. El era un perseguidor de la iglesia, pero se dio al Señor y llegó a ser un vaso que contuvo a Cristo y lo ministró a los demás. Creo que cuando Lucas insertó la palabra “en seguida” su propósito era mostrar cuán rápido se produjo el cambio en Saulo.
En el capítulo nueve, Lucas nos presenta también un relato corto y sencillo acerca de la predicación efectuada por Pablo. Según el versículo 20, Saulo “comenzó a proclamar a Jesús en las sinagogas, diciendo que éste [gr.] era el Hijo de Dios”. Luego en el versículo 22, Lucas agrega que Saulo se fortalecía mucho más, y confundía a los judíos que moraban en Damasco, demostrando que éste [gr.] era el Cristo. En estos versículos, [en el lenguaje original] Lucas usa el pronombre demostrativo “éste”. En el versículo 20, vemos que “éste” es el Hijo de Dios y en el versículo 22, “éste” se refiere a Cristo.
El pronombre “éste” es muy significativo y contiene muchas implicaciones. Si estudiamos la experiencia que tuvo Saulo mientras iba camino a Damasco, podremos entender por qué él usó este pronombre. “Este” se refiere a Aquel a quien él perseguía, a Aquel que sufrió oposición y condenación por parte de las autoridades religiosas judías. “Este” también se refiere a la Persona en la cual muchos creían y a la que muchos seguían. La razón por la cual Pablo hizo hincapié en este pronombre es que su audiencia ya sabía quién era Jesús y lo que Saulo había hecho a los creyentes. Esto lo vemos en Hechos 9:21: “Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?” Puesto que las personas conocían todo esto, Saulo simplemente se refirió a Jesús usando este pronombre. Saulo sabía que su audiencia entendía muy bien de quién hablaba. Por esta razón, Saulo al empezar su predicación se refirió a Jesús simplemente como “éste”.
Existen dos aspectos principales en cuanto al Cristo todo-inclusivo: el aspecto de Su Persona y el aspecto de Su obra. Estos dos aspectos los podemos ver en 9:20 y 22, donde Saulo habla del Hijo de Dios y del Cristo. El Hijo de Dios denota la Persona del Señor y el Cristo denota Su obra.
Como Hijo de Dios, el Señor Jesús es divino, de hecho, es Dios mismo. Juan 5 nos revela que los judíos entendían claramente que afirmar que el Señor Jesús es el Hijo de Dios equivalía a decir que El es Dios. Juan 5:18 declara al respecto: “Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de sábado, sino que también llamaba a Dios Su propio Padre, haciéndose igual a Dios”. Por tanto, decir que el Señor es el Hijo de Dios significa que El es Dios.
La expresión “el Hijo de Dios” se refiere a la Persona del Señor Jesús. Como Hijo de Dios, el Señor Jesús es divino. No obstante, todos Sus opositores lo consideraban simplemente como ser humano. Ellos no vieron que este Jesús también era divino, que El era el Hijo de Dios. Su Persona es de un origen divino único.
En las sinagogas de Damasco, Saulo proclamaba a Jesús como Hijo de Dios. Su audiencia se componía de personas que conocían de Jesús. Sabían que Jesús era nazareno y que las autoridades religiosas judías se oponían a El. Ahora Saulo declaraba que Jesús es el Hijo de Dios. El parecía decir: “Aquel a quien vosotros considerasteis meramente un hombre es el Hijo de Dios. Efectivamente, El vino de una fuente humana y es el Hijo del Hombre, pero con todo y eso, El es el Hijo de Dios”. Saulo dio un poderoso testimonio al respecto.
A los judíos les desagradó oír que Saulo proclamara a Jesús como Hijo de Dios. Ellos no pudieron tolerar oír que Jesús posee un origen divino único y que El es el Hijo de Dios. Por lo tanto, se opusieron a la predicación de Saulo. Ellos consideraban una blasfemia declarar que un hombre fuese el Hijo de Dios. Por esta razón, se opusieron a Saulo y conspiraron matarlo (9:24).
Hechos 9:22 nos muestra que Saulo demostró a los judíos de Damasco que “Jesús era el Cristo”. El título “el Cristo” denota la comisión o la obra del Señor y significa el Ungido. El Señor Jesús es el Ungido de Dios. Como Ungido de Dios, El es único. El es la única persona ungida por Dios y designada por El para llevar a cabo Su comisión, es decir, para hacer la obra que Dios le ha asignado.
En Mateo 16:15, el Señor Jesús dijo a Sus discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” Simón Pedro contestó y dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). La revelación que Pedro recibió incluye los dos aspectos del Señor Jesús, el de Su Persona y el de Su comisión. La comisión de Cristo consiste en cumplir el propósito eterno de Dios por medio de Su crucifixión, resurrección, ascensión y Su segunda venida. Su Persona corporifica al Padre y tiene su consumación en el Espíritu para expresar plenamente al Dios Triuno.
Saulo de Tarso, después de haber quedado ciego durante cierto tiempo, recibió una visión celestial acerca del Señor Jesús. El vio lo mismo que Pedro vio en Cesarea de Filipo, es decir, él vio que Jesús el nazareno es el Hijo de Dios y el Cristo.
El Señor Jesús es humano y también divino. Como Persona divino-humana, El es el Dios-hombre. El Señor tiene una condición doble: humana y divina. En Hechos 9, Saulo no recalca la humanidad del Señor, pues todos, incluyendo a Sus opositores, reconocían que Jesús era un ser humano y no un fantasma. El era realmente un hombre, y Su humanidad fue reconocida por todos, pero los opositores no veían que Jesús era el Hijo de Dios. Por lo tanto, Saulo, inmediatamente después de su conversión, lo primero que hizo fue testificar que Jesús, el hombre de Nazaret, es el Hijo de Dios. Como ya dijimos, esto era una blasfemia para los judíos, y se propusieron matarlo por anunciar este hecho.
Además de proclamar que Jesús es el Hijo de Dios, Saulo también testificó que El es el Cristo. El es una Persona especial, es el único a quien Dios ungió y designó para llevar a cabo Su comisión. Como Cristo, el Señor fue ungido y designado para cumplir el propósito de Dios, el plan de Dios. El es la única Persona apta para llevar a cabo la redención eterna de Dios. En cuanto a Su Persona, El es divino, pero en cuanto a Su obra, El es el Ungido de Dios y Aquel a quien Dios ha designado para llevar a cabo Su deseo.
En Hechos 9, Pablo establece un modelo excelente para nuestra predicación actual del evangelio. Siempre debemos resaltar estos dos aspectos de Cristo sin importar el pasaje bíblico que usemos o el tema que escojamos en nuestra predicación. Debemos anunciar la Persona y la obra de Cristo. No obstante, la predicación actual en su mayor parte no pone el debido énfasis en la Persona ni en la obra de Cristo. Por el contrario, se limita a predicar un evangelio general que sólo le enseña a la gente que Jesús es el Salvador y el Redentor, y pierden de vista los dos aspectos fundamentales de Cristo. Nuestra predicación del evangelio debe ser distinta. Debemos recalcar el hecho de que el Jesús que predicamos es el Hijo de Dios y que Su origen es divino. Igualmente debemos recalcar Su obra como Aquel a quien Dios ha designado para llevar a cabo Su comisión. Esto significa que debemos predicar al Hijo de Dios y al Cristo.
Leamos Juan 20:31: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en Su nombre”. Este versículo nos muestra que para tener la vida eterna, debemos creer que Jesús es el Cristo y que El es el Hijo de Dios. Debemos creer en Su Persona divina como Hijo de Dios y en Su obra como el Ungido de Dios. El título “el Cristo” se relaciona con la obra del Señor, con Su oficio y Su misión. El título “el Hijo de Dios” denota la Persona del Señor. Su Persona tiene que ver con la vida de Dios, y Su misión, con la obra de Dios. Para ser el Cristo de Dios, El primero necesita ser el Hijo de Dios. El labora por Dios mediante la vida divina, a fin de que el hombre, al creer en El como el Cristo y el Hijo de Dios, reciba la vida de Dios y llegue a ser así un hijo de Dios. Juan 20:31 aclara que creer en el Señor Jesús equivale a creer en Su persona y en Su obra divinas.
Algunos cristianos contemporáneos tienen un concepto erróneo en cuanto a la humanidad del Señor Jesús. Hace muchos años, un hermano me dijo que él no creía que el Señor Jesús, después de ascender, aún poseyera la naturaleza humana. El pensaba que el Señor había desechado Su humanidad después de resucitar. A una persona así, debemos predicarle acerca de la humanidad de Jesús.
La experiencia de Esteban en Hechos 7 demuestra que aún en Su ascensión, el Señor Jesús sigue siendo hombre. Esteban declaró: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios” (7:56). Cuando Esteban vio al Señor ascendido, él vio un hombre.
Las palabras que el Señor dirigió al sumo sacerdote en Mateo 26 comprueban también que El todavía posee Su humanidad: “Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo” (Mt. 26:64). El sumo sacerdote le había preguntado si El era el Hijo de Dios (v. 63). En Su respuesta, el Señor no sólo reconoció que El es el Hijo de Dios, pero también añadió que en Su Ascensión y en Su regreso en las nubes, El será el Hijo del Hombre. Por lo tanto, el Señor fue un hombre no solamente mientras estuvo en la tierra antes de Su crucifixión, sino también en los cielos, después de Su resurrección y ascensión, en donde ahora se encuentra a la diestra de Dios.
En Juan 1:51, el Señor Jesús le dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. Este es el cumplimiento del sueño de Jacob (Gn. 28:11-22). Cristo como el Hijo del Hombre en Su humanidad, es la escalera que une la tierra con los cielos. Lo que dijo el Señor a Natanael se refiere a la eternidad. Esto significa que en la eternidad Cristo será el Hijo del Hombre. Por tanto, El poseerá para siempre las naturalezas divina y humana.
En la época del apóstol Juan, algunos negaban que Jesucristo había venido en carne. Juan dijo al respecto: “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo” (1 Jn. 4:2-3). Negar el hecho de que Jesucristo vino en carne constituye una herejía muy grave.
Negar que Cristo es una criatura en cuanto a Su humanidad es también herético. Hemos recibido mucha oposición por enseñar que según Colosenses 1:15, el Señor Jesús es una criatura en cuanto a Su humanidad. Sin embargo, aquellos que niegan que el Señor es una criatura caen en la misma categoría de los que niegan que Cristo ha venido en carne. Negar que Jesús es una criatura equivale a decir que El no se ha hecho carne. ¿No es acaso la carne algo creado? Ciertamente, la carne y la sangre son elementos creados. La sangre derramada por el Señor Jesús en la cruz fue ciertamente algo que Dios creó.
Si estudiamos detenidamente la palabra, veremos que por una parte nuestro Señor es el Creador y que por otra, El es también una criatura. Como Dios, El es el Creador; como hombre, El es una criatura. ¿Es el hombre parte de la creación de Dios? Por supuesto que sí; el hombre está incluido en la creación de Dios. Puesto que el Señor Jesús llegó a ser un hombre con sangre y carne, los cuales son elementos creados, El es también una criatura en cuanto a Su humanidad.
Negar el hecho de que el Señor Jesús es una criatura constituye una herejía, tanto como se considera una blasfemia negar que El es Dios. Conforme a las Escrituras, afirmamos que Jesús es Dios y también hombre, que El es tanto el Creador como la criatura. El verdaderamente lo incluye todo. Esta Persona todo-inclusiva es Dios y también hombre, El es el Creador y también la criatura.
En 9:25 vemos un hecho sorprendente acerca de Saulo: él tenía discípulos. Este versículo declara claramente: “Los discípulos de Saulo”. Saulo, quien había sido uno de los principales perseguidores de Jesús, ahora tenía discípulos que lo seguían. Lo que queremos recalcar es que el hecho de que Saulo tuviera discípulos indicaba que su predicación había sido poderosa y prevaleciente. Su predicación ganó personas para el Señor.
Su predicación poderosa y prevaleciente levantó la oposición de los judíos al punto que “resolvieron en consejo matarle” (v. 23). El versículo 24 dice que ellos “guardaban las puertas de día y de noche para matarle”. Puesto que Saulo no tenía ninguna posibilidad de escapar, sus “discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta” (v. 25). Así vemos que Saulo logró escapar de sus opositores en Damasco, de una manera no muy gloriosa. No obstante, esto sucedió conforme a la soberanía del Señor.
El Señor Jesús hizo una obra maravillosa al convertir a Su principal perseguidor en un predicador prevaleciente. Este cambio se produjo en muy poco tiempo.
Esta experiencia de Saulo expone la carencia de los seminarios en la actualidad. Una persona puede asistir a un seminario para ser adiestrada en conocimiento bíblico, y llegar a “desinflarse” espiritualmente al terminar su educación. Podemos afirmar que Saulo de Tarso asistió al seminario del Señor y “se graduó” al poco tiempo para convertirse en un predicador prevaleciente. Contrario a muchos predicadores contemporáneos, Saulo no intentó enseñar ni predicar con psicología. En lugar de esto, él fue a decirle a las personas que este Jesús es el Hijo de Dios y el Cristo. Como resultado, él ganó discípulos. No obstante, fue necesario que él escapara y se fuera a Jerusalén.
Aunque sucedieron muchas cosas en Damasco, las noticias de esto aún no se conocían en Jerusalén. Por esta razón, cuando Saulo intentó juntarse con los discípulos, ellos “le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo” (v. 26). Ellos no podían creer que este opositor fuese discípulo del Señor Jesús. Todavía le temían, pero el Señor en Su soberanía, le proveyó a Bernabé, que significa hijo de consolación (4:36). Bernabé tomó a Saulo y “lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado con denuedo en el nombre de Jesús” (9:27). Luego Saulo permaneció con ellos en Jerusalén, “y entraba y salía, y hablaba con denuedo en el nombre del Señor” (v. 28).
Hechos 9:29 dice que Saulo “hablaba y disputaba con los helenistas”, es decir, con los judíos que hablaban griego. Saulo disputaba con ellos, pero ellos se ofendieron y “procuraban matarle” (v. 29). Cuando los hermanos se enteraron de lo sucedido, decidieron enviar a Saulo de nuevo a Tarso. Por tanto, 9:30 concluye esta sección así: “Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso”.