Mensaje 32
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Lectura bíblica: Hch. 11:1-18
En este mensaje llegamos a 11:1-18. En primer lugar trataremos algunos asuntos que se mencionan en estos versículos. Luego, daremos especial atención a la necesidad de que ocurra un traslado de dispensación.
Leamos Hechos 11:1 y 2: “Oyeron los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea, que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, disputaban con él los que eran de la circuncisión”. La circuncisión era una ordenanza externa que los judíos habían heredado de sus antepasados, a partir de Abraham (Gn. 17:9-14), la cual los marcaba y los separaba de los gentiles. Esta se convirtió en una formalidad tradicional y muerta, en una simple marca en la carne sin ningún significado espiritual, y vino a ser un gran obstáculo para la propagación del evangelio de Dios conforme a Su economía neotestamentaria (Hch. 15:1; Gá. 2:3-4; 6:12-13; Fil. 3:2).
En el versículo 3, los que eran de la circuncisión le dijeron a Pedro: “Has entrado en casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos”. A partir del versículo cuatro, Pedro les contó en detalle lo que había sucedido y en el versículo 12 les declaró: “Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón”. Estos seis hermanos estaban presentes como testigos de lo que decía Pedro.
En los versículos del 15 al 17, Pedro siguió explicando que el Espíritu Santo había descendido sobre los que estaban en la casa de Cornelio, y luego se acordó “de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo” (v. 16). En el versículo 17 él concluyó: “Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para impedírselo?”
Leamos Hechos 11:18 “Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida”. En este versículo, la palabra griega traducida “vida” es zoé y se refiere a la vida eterna (1 Jn. 1:2), la vida de Dios (Ef. 4:18), la vida increada e indestructible (He. 7:16), la cual es Cristo mismo (Jn. 14:6; 11:25; Col. 3:4), la corporificación misma del Dios Triuno (Col. 2:19), como Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), cuya vida es el Espíritu (Ro. 8:2). Los creyentes reciben esta vida por medio de su fe en Cristo (Jn. 3:15-16) después de arrepentirse, y esta vida les trae la salvación plena (Ro. 5:10). El evangelio que Pedro predicó abarca las bendiciones divinas no solamente del perdón (Hch. 5:31; 10:43) y la salvación (2:21; 4:12), sino también del Espíritu (2:38) y la vida. El perdón es la solución para los pecados de la gente, y la vida elimina la muerte de la gente (Jn. 5:24; 1 Jn. 3:14; 2 Co. 5:4).
El libro de Hechos tiene mucho que ver con las épocas o dispensaciones. En él se describe un gran traslado que ocurría durante una época de transición. Se trata del traslado de la economía del Antiguo Testamento a la economía noetestamentaria.
La palabra “economía” es el equivalente del griego oikonomía, que también significa dispensación. Por tanto, las palabras economía y dispensación son sinónimas, y provienen de la misma palabra griega.
En el Nuevo Testamento, la palabra oikonomía denota un plan. Dios tiene un plan, un gobierno doméstico, una administración familiar. A este gobierno doméstico o plan familiar que Dios tiene lo llamamos economía. En Hechos vemos el traslado de la manera en que Dios administraba en el Antiguo Testamento, a la manera como El obra en el Nuevo.
La manera en que Dios operaba en el Antiguo Testamento consistía mayormente en tipos, figuras, sombras y profecías. En otras palabras, la administración de Dios en la época del Antiguo Testamento no era la realidad, sino una sombra que esperaba su cumplimiento.
La encarnación del Dios Triuno fue el inicio del traslado de la sombra a la realidad. Todo lo que se hallaba en la antigua dispensación de Dios era una sombra, pero en la administración neotestamentario de Dios, tenemos la realidad. El traslado de la sombra a la realidad empezó con la encarnación de Dios, es decir, con la concepción de Jesús, y se culminó el día de Pentecostés, con el derramamiento del Espíritu económico.
Puesto que este cambio de dispensación se concluyó plenamente el día de Pentecostés con el derramamiento del Espíritu, las sombras no seguían vigentes. El problema era que aquellos que Dios había escogido, a quienes usó, habían crecido conforme a la época del Antiguo Testamento y por ende, se encontraban impregnados y constituidos de la manera en que Dios obraba en el Antiguo Testamento. Debido a esto, les era muy difícil abandonar completamente estas cosas.
Tomemos como ejemplo el caso de Pedro. Después de que el Señor concluyó con el traslado, El eligió a Pedro y lo usó para llevar a cabo Su economía neotestamentaria. Sin embargo, Pedro se hallaba saturado y constituido de las cosas de la vieja dispensación. Vemos esto cuando él recibió la visión del gran lienzo en el cual se encontraban cuadrúpedos, reptiles y aves. El oyó una voz que le dijo: “Levántate, mata y come”, sin embargo contestó: “Señor, de ninguna manera; porque ninguna cosa profana o inmunda he comido jamás” (10:14). El Señor, consciente de la situación, mandó un ángel a Cornelio el cual le habló acerca de Pedro. Así que más adelante leemos: “Mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: He aquí, tres hombres te buscan. Levántate, baja y vete con ellos sin dudar, porque Yo los he enviado” (10:19-20). Pedro amaba al Señor y finalmente fue a casa de Cornelio, pero no fue fácil para él.
Gálatas 2 nos muestra que más adelante Pedro tuvo problemas relacionados con este traslado dispensacional. Pablo nos dice que antes de que llegaran algunos hermanos de parte de Jacobo, Pedro “comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y se le unieron en esta hipocresía también los otros judíos” (Gá. 2:12-13a). Este pasaje nos revela que Pedro, aún después de la situación mencionada en los capítulos diez y once de Hechos, todavía actuaba hipócritamente al no comer abiertamente con los creyentes gentiles en presencia de los hermanos que Jacobo había enviado de Jerusalén. Cuán difícil le fue a Pedro experimentar este traslado dispensacional.
Ya dijimos que Hechos es un libro dispensacional. Esto lo demuestra Hechos 1:8 donde el Señor dice a los discípulos: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra”. Antes de que el Señor pronunciara estas palabras, los discípulos le preguntaron: “Señor, ¿restaurarás el reino de Israel en este tiempo?” (v. 6), a lo cual el Señor les contestó: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre dispuso por Su propia potestad” (v. 7). Luego el Señor agregó que ellos recibirían poder cuando hubiera venido sobre ellos el Espíritu Santo y que serían Sus testigos hasta lo último de la tierra. En 1:8 el Señor Jesús dijo a los discípulos que El los usaría como Sus testigos, no solamente en medio de los judíos de Jerusalén y en toda Judea, sino también en Samaria y aún a todos los gentiles, a lo último de la tierra. Pese a que los discípulos oyeron estas palabras, no se entendieron lo que el Señor les decía con esto. Con estas palabras sencillas, el Señor Jesús les indicaba que ellos necesitaban dejar atrás la dispensación del Antiguo Testamento. La experiencia que tuvieron los discípulos nos enseña que oír es una cosa, y que tomar conciencia y experimentar lo que uno oye es algo muy distinto. Por ejemplo, Pedro oyó las palabras del Señor en 1:8 pero enfrentó dificultades cuando el Señor las cumplió.
En 1:8, el Señor dijo que los discípulos serían Sus testigos en Samaria. Esto se cumplió por medio de la predicación de Felipe el evangelista. En el capítulo ocho, encontramos que Felipe evangelizó en Samaria y trajo a muchos samaritanos al Cuerpo de Cristo. Después de esto, el Señor quiso dar un paso adicional. El había pasado de Jerusalén y de Judea a Samaria. Ahora El deseaba pasar de Samaria al mundo gentil. Inicialmente Pedro no estuvo de acuerdo con este paso, pero finalmente él aceptó las palabras que el Señor habló acerca de los gentiles y partió a casa de Cornelio con seis hermanos.
Según 10:23, cuando Pedro fue a la casa de Cornelio en Cesarea, “le acompañaron algunos de los hermanos de Jope”. En 11:12, Pedro menciona que seis hermanos lo acompañaron. Como ya dijimos anteriormente, Pedro en esta ocasión no obró de manera individual, sino fue acompañado de algunos hermanos conforme al principio del Cuerpo de Cristo a fin de que ellos fuesen testigos de lo que Dios iba a hacer en los gentiles por medio de la predicación del evangelio al quebrantar las tradiciones y costumbres judías. En ese momento Pedro probablemente no conocía muy bien el principio del Cuerpo. Quizá él haya procedido con cautela por la necesidad de protegerse de las críticas de los de la circuncisión. No vemos en ninguna parte que el Señor le haya pedido a Pedro que llevara a estos seis hermanos con él, ni tampoco vemos que Cornelio los hubiera invitado a acompañar a Pedro. Estos seis hermanos no fueron enviados por el Señor ni invitados por Cornelio, sino más bien llevados por Pedro para protegerse a sí mismo. Podemos afirmar que Pedro guardó el principio del Cuerpo. No obstante, si le hubiéramos preguntado a él acerca de esto, él nos habría contestado: “Me dais demasiado crédito al decir que yo actué conforme al principio del Cuerpo. La razón por la que llevé a estos seis hermanos conmigo era para protegerme. Yo tenía miedo de que los hermanos judíos en Jerusalén me condenaran. Por tanto, como precaución, pedí que me acompañaran seis hermanos cuando fui a Cesarea”.
Pedro no solamente llevó a estos seis hermanos de Jope a Cesarea, sino además fue acompañado por ellos a Jerusalén. El sabía que le esperaban problemas en Jerusalén y que sería criticado por lo que había hecho en Cesarea. Así que vio la necesidad de llevar testigos. El era testigo de Jesucristo, y los seis hermanos que fueron con él a Jerusalén eran sus testigos.
Cuando Pedro subió a Jerusalén “disputaban con él los que eran de la circuncisión, diciendo: Has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos” (11:2-3). Los santos en Jerusalén habían oído de lo sucedido en Cesarea, de lo que Pedro había hecho en casa de Cornelio. Los de la circuncisión pidieron explicaciones a Pedro. Parecían decirle: “Pedro, ¿qué hiciste? ¡Tomaste la delantera en asociarte con los de la incircuncisión y en comer con ellos! ¿Por qué?”
Según el versículo 4, Pedro comenzó a explicar de forma secuencial lo que había sucedido en la casa de Cornelio. Cuando leí el relato de 11:1-18 hace muchos años, deduje que Pedro debía de ser bastante espiritual por la manera en que explicó lo sucedido a los de la circuncisión. No obstante, más adelante me di cuenta de que Pedro había sido más bien un poco cobarde, pues temía a los de la circuncisión. En todo caso, Pedro explicó las cosas con amabilidad.
Pedro concluye su presentación con estas palabras: “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para impedírselo?” (vs. 15-17). La presentación de Pedro es excelente y podemos aprender de ella.
Leamos Hechos 11:18: “Entonces, oídas éstas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida”. En este versículo, las palabras “de manera que” no es positiva, pues indica renuencia por parte de ellos. Los de la circuncisión estaban sorprendidos de que Dios hubiera dado a los gentiles arrepentimiento para vida. Su sorpresa y su renuencia a aceptar este hecho están indicados por las palabras “de manera que”.
En realidad, los de la circuncisión no debieron sorprenderse de que Dios hubiera dado arrepentimiento para vida a los gentiles, ya que en 1:8, el Señor Jesús ya había dicho a los discípulos que ellos serían Sus testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra, lo cual incluía a todos los gentiles. Este había sido el mandato del Señor, pero los discípulos no se percataron de este hecho y no lo aceptaron. Después de oír un testimonio de tanto peso acerca del mover del Señor entre los gentiles, la respuesta de los de la circuncisión sólo fue: “De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida”.
Nos debe impresionar el hecho de que el libro de Hechos es dispensacional. El cambio de dispensación es uno de los puntos cruciales de este libro. Al hablar de un cambio de dispensación, queremos mostrar la necesidad de que se efectúe un gran traslado, un gran cambio, de la antigua dispensación a la nueva.
En el libro de Hechos, los primeros creyentes, incluyendo a los apóstoles, se encontraban en un período de transición. Ya mencionamos que ni siquiera los apóstoles tenían una visión clara acerca del hecho de que Dios había abandonado las cosas judías. Por tanto, Pedro y los demás apóstoles no pasaron por este período de transición con buen resultado. De hecho, tuvieron un gran fracaso que condujo a una mezcla de la iglesia con el judaísmo, la cual fue permitida por la iglesia de Jerusalén. Esto obligó a Dios a utilizar a Tito y a su ejército romano en el año 70 d. de C. para destruir a Jerusalén y al templo junto con su religión judía. Por medio de Tito Dios puso fin a la mezcla religiosa que había en Jerusalén. Espero que todos veamos en este relato de Hechos la necesidad de que experimentemos un traslado dispensacional.