Mensaje 58
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Lectura bíblica: Hch. 21:18-39
La Biblia revela que Dios concibió un plan eterno, y que finalmente este plan llegó a ser Su economía. El plan de Dios consiste en obtener un grupo de seres humanos regenerados con la vida divina, para hacerlos hijos Suyos y miembros de Cristo, con miras a que el Dios Triuno, en Cristo, obtenga un Cuerpo que lo exprese.
El plan de Dios se cumplió mediante la encarnación, el vivir humano y la muerte de Cristo, la cual puso fin a todo lo relacionado con la antigua creación e hizo que Su pueblo escogido germinara en resurrección. En Su resurrección, Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), quien se propaga a Sí mismo como el Dios Triuno procesado, a fin de producir Su Cuerpo. Después de resucitar, Cristo ascendió a los cielos y fue hecho Señor y Cristo (Hch. 2:36). Además, en Su resurrección, el Señor se infundió esencialmente como Espíritu al soplar en Su pueblo escogido (Jn. 20:22), y posteriormente, en Su ascensión, se derramó económicamente sobre ellos, como el Espíritu consumado que todo lo incluye. Por tanto, ya todos los pasos se han cumplido: la encarnación, el vivir humano, la muerte que lo incluye todo, la resurrección que imparte la vida y la propaga, el soplo que infunde al Espíritu vivificante de modo esencial, y la ascensión y el derramamiento económico del Espíritu consumado. Puesto que todo esto se ha cumplido, la iglesia ha sido producida.
Antes de que Cristo pasara por los procesos requeridos para cumplir el plan de Dios, cada uno de estos pasos ya se hallaban en el Antiguo Testamento en forma de promesas, profecías, tipos, figuras y sombras. Posteriormente, en el cumplimiento de la plenitud de los tiempos, el Dios Triuno se hizo hombre en el Hijo (Gá. 4:4), y en Su humanidad, pasó por los procesos de vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión, a fin de cumplir el plan de Dios. Después de que llegó a ser el Espíritu todo-inclusivo, entró en Su pueblo escogido a fin de aplicar todo lo que cumplió en el Hijo. Tal aplicación constituye al pueblo de Dios en testigos vivientes del Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido (Hch. 1:8).
¿Qué debemos hacer ahora que tenemos al Espíritu todo-inclusivo en nosotros? Simplemente debemos ser testigos vivientes que contengan, presenten y transmitan al Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido, con miras a propagarlo por toda la tierra, cumpliendo así la economía divina. Este es un breve resumen de la revelación neotestamentaria.
Puesto que Cristo vino y pasó por los procesos de encarnación, vivir humano, crucifixión, resurrección y ascensión, y debido a que infundió con Su soplo el Espíritu esencial en el pueblo escogido de Dios y luego derramó el Espíritu económico sobre ellos, muchas de las promesas, profecías, tipos, figuras y sombras del Antiguo Testamento que se relacionaban con estos procesos, perdieron su vigencia. Por consiguiente, el pueblo de Dios no debería aferrarse más a tales cosas. Sin embargo, esto es lo que el judaísmo degradado todavía pretende hacer.
En Jerusalén prevalecía una condición de mezcla entre aquellos que aún estaban en el judaísmo degradado y los creyentes cristianos. Por otra parte, allí también se encontraba el primer grupo de vasos que Dios había escogido para que contuvieran a Cristo. Entre ellos estaban los apóstoles, de los cuales Pedro era el principal y Jacobo, el de mayor influencia. Según Hechos 21, junto con ellos había millares de judíos que habían creído en Cristo (v. 20). A pesar de que éstos creían en Cristo, aún pesaba sobre ellos la influencia de su origen judío, que los imposibilitaba desechar su trasfondo y la atmósfera que prevalecía en Jerusalén.
Los creyentes judíos que estaban en Jerusalén insistían en conservar la fe en Cristo junto con las tradiciones obsoletas del Antiguo Testamento; querían preservar ambas cosas. Según mi estudio del Nuevo Testamento, yo diría que Jacobo era el cabecilla de esta tendencia. Pareciera que fue el primero en decir: “No es necesario que contendamos. Podemos conservar la fe en Cristo, y al mismo tiempo guardar las leyes, las costumbres y las prácticas del Antiguo Testamento. De hecho, podemos seguir practicando la circuncisión”.
Puede ser que Jacobo tuviera la buena intención de no ofender a otros, ni de altercar con ellos. Probablemente tenía buenas intenciones al tratar de mezclar la dispensación del Antiguo Testamento con la fe en Cristo. Tenemos que reconocer que Jacobo tenía un corazón amplio, pues en ningún momento sugirió que los creyentes gentiles tenían que ser circuncidados. Examinemos la solución que le dio al problema de la circuncisión, en la comunión que se narra en Hechos 15: “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Porque Moisés desde antiguas generaciones tiene en cada ciudad quien lo proclame en las sinagogas donde es leído cada día de sábado” (vs. 19-21). Jacobo dijo claramente que no era necesario que los gentiles se hicieran circuncidar ni que guardaran la ley, sino que solamente debían abstenerse del culto a los ídolos, de la fornicación, de ahogado y de sangre.
No obstante, Jacobo seguía pensando que los creyentes judíos debían practicar las tradiciones del Antiguo Testamento y guardar la ley. El parecía decir: “Los gentiles no tienen que guardar la ley ni ser circuncidados, pero nosotros los judíos sí debemos hacerlo. Debemos vivir tal como vivieron nuestros antepasados en el Antiguo Testamento. Por supuesto, ahora tenemos fe en Cristo. Así que sugiero que conservemos las prácticas del Antiguo Testamento, además de nuestra fe en Cristo”. Creo que sin duda eso era lo que Jacobo pensaba.
Si toda Asia Menor y Europa hubiera adoptado el pensamiento de Jacobo, ¿cómo podría Cristo obtener en la práctica un solo Cuerpo? ¿Podrían existir dos clases de iglesias, una iglesia judía para los creyentes judíos, y otra iglesia gentil para los creyentes gentiles? Esto sería imposible.
Pablo tenía una visión clara del Cuerpo. El habló de un solo Cuerpo en Romanos 12:5, y en 1 Corintios 12:13 dijo: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Además de esto, declaró en Gálatas 3:27-28: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. No hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. El apóstol Pablo tenía una visión clara cuando escribió sus primeras seis epístolas —Romanos, Gálatas, 1 y 2 Corintios y 1 y 2 Tesalonicenses— pero dicha visión aún no había sido presentada de una forma completa. Indudablemente él esperaba la oportunidad de poner por escrito la visión que había recibido.
Cuando Pablo vio la condición de mezcla que había en Jerusalén, debió haber sentido una profunda preocupación. Tal vez no supo qué hacer cuando Jacobo en el capítulo veintiuno le habló acerca de los millares de judíos que habían creído y que eran celosos por la ley, ni cuando le pidió se uniera a los que habían hecho voto nazareo. Quizás el apóstol haya pensado: “Humanamente, debo hacer todo lo que me pide Jacobo. Seguramente después tendré oportunidad de corregir y aclarar la situación”. Es muy posible que Pablo haya pensado esto cuando aceptó la propuesta de Jacobo (21:23-26).
Sin embargo, el Señor no permitió que Pablo completara los días de la purificación. Como vaso escogido, él era el único que el Señor había usado para llevar a cabo la economía neotestamentaria de Dios. ¿Cómo podía el Señor permitir que tal persona completara los días de purificación, lo cual involucraba el templo, el sacerdocio y el derramamiento de sangre de los sacrificios de animales? La economía neotestamentaria de Dios ya había puesto fin a todas estas cosas. El Señor no podía consentir esta situación. Por tanto, casi en el último momento, cuando el voto de Pablo estaba por cumplirse, el Señor intervino y permitió que se produjera un gran alboroto. De ese modo el Señor ejerció Su soberanía sobre Pablo para recatarlo de este dilema.
En Hechos 21, Pablo debió sentir temor puesto que se hallaba en peligro de muerte. De no haber intervenido el tribuno romano, ciertamente los judíos lo habrían matado, pero la mano soberana del Señor lo controló todo para rescatarlo de esa situación y preservar su vida. Más adelante, después de defenderse ante la turba de los judíos (21:40—22:21), de ser atado por los romanos (22:22-29), y de presentar su defensa delante del sanedrín (22:30—23:10), fue animado por el Señor. Conforme a 23:11, “se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, pues como has testificado solemnemente de Mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma”. Esto fue de gran aliento para Pablo, pues le dio la seguridad de que los judíos no lo matarían. Debemos entender claramente la situación en la que se hallaba Pablo en ese momento del libro de Hechos.
Ahora examinemos la situación actual. En la actualidad no podemos afirmar que el cristianismo en su conjunto es el testimonio del Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido. Hoy existe mucha mezcla en el cristianismo, no solamente con el elemento del judaísmo, sino con muchos otros elementos. La mezcla se ha extendido a tal grado, que entre los millones de cristianos, muy pocos saben lo que es la economía neotestamentaria de Dios. La mayoría de creyentes conoce la redención de Cristo, pero de modo muy superficial. Además, les enseñan a las personas que para glorificar a Dios es necesario que llevar una vida ética. ¿Quién entre sus amigos cristianos ha oído de la economía neotestamentaria de Dios y sabe que ésta consiste en propagar al Cristo resucitado y en impartirlo a los creyentes, para que éstos sean los miembros vivientes que edifiquen el Cuerpo de Cristo en esta era, a fin de que el Dios Triuno sea expresado? ¿Dónde encontramos creyentes que sepan esto?
Puesto que hoy en día la mayoría de los creyentes no tienen la visión de la economía neotestamentaria de Dios según se revela en la Palabra, siento la carga de poner énfasis a la economía de Dios en este estudio-vida. Mi carga no consiste en abordar todos los detalles contenidos en el libro de Hechos. Por ejemplo, alguien me preguntó una vez por qué en Hechos 18:18 y 26 se menciona primero a Priscila y luego a Aquila, mientras que en 1 Corintios 16:19 Aquila es mencionado antes que Priscila. No tengo el más mínimo interés de hablar de estos pequeños detalles. Lo que ocupa mi corazón tiene que ver con el traslado dispensacional. Al estudiar el libro de Hechos, debemos decir: “Señor, necesitamos un gran traslado, un traslado de dispensación. Necesitamos ser trasladados del judaísmo, del catolicismo y del protestantismo degradados, a la economía neotestamentaria de Dios. Necesitamos un traslado que nos saque de todo lo religioso y nos conduzca a la revelación pura de la economía de Dios”.
Debemos entender que la intención de Dios consiste en propagar al Cristo resucitado al impartirlo en nosotros, a fin de que lleguemos a ser Sus miembros vivientes, que estén saturados y constituidos de El, a fin de que Cristo tenga en la tierra un Cuerpo que lo exprese. Entonces El traerá Su reino y se producirá la consumación final de la economía neotestamentaria de Dios. Necesitamos ver esto y experimentar tal traslado dispensacional a fin de tener parte en ella de manera práctica.
En estos mensajes, mi carga no consiste en enseñar la Biblia, sino en presentar lo que el Señor, en Su misericordia, nos ha mostrado en la Palabra con respecto a la economía neotestamentaria de Dios. Si tenemos esta visión, no nos preocupará la oposición ni los ataques. Aquellos que se oponen al recobro del Señor, no tienen la visión de la economía neotestamentaria de Dios. No podemos negar que hemos recibido esta visión, y que nuestro testimonio en cuanto a ella se hace más fuerte cada día. Al leer el libro de Hechos, debemos prestar toda nuestra atención a la visión de la economía neotestamentaria de Dios y concentrar todo nuestro ser en ella.