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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hechos»
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Mensaje 59

LA PROPAGACION EN ASIA MENOR Y EUROPA MEDIANTE EL MINISTERIO DE LA COMPAÑIA DE PABLO

(25)

  Lectura bíblica: Hch. 21:18-39; Mt. 17:1-8; He. 1:1-3; 2:14; 3:1; 8:6; 9:15; Ef. 1:17-23; 2:14-16; 3:8, 17-21; 4:4-6, 24; 5:18; 6:11; Fil. 3:4-14; Col. 1:12, 15, 18; 2:2, 9, 16-17; 3:4, 10-11; Ap. 2:7, 17; 3:5, 20

  Antes de pasar a otra sección del libro de Hechos, quisiera añadir algo acerca de nuestra necesidad de experimentar un traslado de dispensación, de la economía del Antiguo Testamento a la economía neotestamentaria de Dios.

DESAPARECE LA ECONOMIA DEL ANTIGUO TESTAMENTO

  A fin de comprender mejor el traslado de dispensación, podemos tomar como ejemplo la experiencia de Pedro en el monte de la transfiguración. En dicho pasaje vemos que Pedro se precipitó al proponerle al Señor que erigiera tres tabernáculos, uno para Moisés, otro para Elías y otro para el Señor Jesús (Mt. 17:4). “Mientras él aún hablaba, he aquí una nube luminosa los cubrió; y he aquí salió de la nube una voz que decía: ¡Este es Mi Hijo, el Amado, en quien me complazco, a El oíd!” (v. 5). Al oír esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros, y después, cuando alzaron sus ojos, “a nadie vieron sino a Jesús solo” (v. 8). Moisés y Elías habían desaparecido, y sólo permanecía Jesús. Pedro había propuesto que Moisés y Elías, quienes representaban la ley y los profetas, fueran puestos al mismo nivel de Cristo, pero Dios se llevó a Moisés y a Elías, y no permitió que quedara nadie más que Jesús. Aparte de El, ningún otro debe permanecer en el Nuevo Testamento. El es el Moisés actual, quien imparte la ley de vida a los creyentes, y también es el Elías actual, quien habla por Dios y lo proclama a Sus creyentes. Esta es la economía neotestamentaria de Dios.

  Mateo 17:1-8 revela claramente que una vez venido Jesús, no hay más lugar ni para Moisés ni para Elías. Moisés y Elías representan el Antiguo Testamento: Moisés representa la ley, y Elías, los profetas. Según la tradición judía, el Antiguo Testamento se dividía principalmente en dos partes: la ley y los profetas. Incluso se consideraba que los Salmos formaban parte de la ley. Por tanto, el hecho de que Moisés y Elías desaparecieran, indica que el Antiguo Testamento, que consta de la ley y los profetas, había terminado.

  Pedro recibió una visión en el monte de la transfiguración y posteriormente se refirió a ella en su segunda epístola (2 P. 1:16-18). ¿Por qué, entonces, no mencionó de ello a Jacobo, cuando éste insistía en conservar la economía del Antiguo Testamento juntamente con la economía neotestamentaria? Aún no logro entenderlo. ¿Acaso en Hechos 21 Pedro no se acordaba de la visión que había recibido en Mateo 17, la cual volvió a mencionar en 2 Pedro 1?

  Indudablemente Pedro sabía que la economía antiguotestamentaria había caducado. El ciertamente tuvo que recibir una profunda impresión en el monte de la transfiguración, donde oyó la voz que desde una nube declaraba: “Este es Mi hijo, el Amado, en quien me complazco, a El oíd” (Mt. 17:5). También vio a Moisés y a Elías junto con Jesús, y después vio que aquéllos desaparecieron ante sus ojos, quedando solamente Jesús. ¿Por qué, después de haber oído estas palabras y de haber recibido esta visión, guardó silencio en Hechos 21? ¿Por qué no se levantó y dijo: “Hermano Jacobo, permitidme deciros lo que oí y vi en el monte de la transfiguración. Moisés y Elías, quienes representan la ley y los profetas, ya pasaron. No debemos aferrarnos más a la economía del Antiguo Testamento pues hacerlo va en contra del mover del Señor en Su economía neotestamentaria”. No obstante, Pedro guardó silencio y no dijo nada de ello a Jacobo en Hechos 21. Tampoco encontramos ningún indicio de que Juan, quien también estuvo con Pedro en el monte de la transfiguración, le haya mencionado nada de esto a Jacobo. Ni Pedro ni Juan testificaron de la visión ni del mandato que recibieron en el monte de la transfiguración.

TRES MANDATOS ENFATICOS

  En Mateo 28:19-20a el Cristo resucitado dijo a Sus discípulos: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todo cuanto os he mandado”. La expresión “las naciones” se refiere a los gentiles. A los discípulos se les encargó ir y hacer discípulos a los gentiles, bautizándolos en el Dios Triuno. El mandato que el Señor dio a los discípulos en Mateo 28:19 fue muy enfático.

  Según Marcos 16:15, el Señor, después de Su resurrección y antes de Su ascensión, dio mandamiento a los once discípulos, diciendo: “Id por todo el mundo y proclamad el evangelio a toda creación”. En este versículo, “creación” denota principalmente los distintos pueblos de la tierra, aunque también tiene un significado más amplio. Al igual que en Mateo 28:19, el Señor en este pasaje mandó a los discípulos a predicar el evangelio a todos los pueblos de la tierra, a todas las naciones.

  Después de Su resurrección y antes de Su ascensión, el Señor Jesús dirigió otras palabras a los discípulos, indicándoles que el evangelio debía ser predicado a todas las naciones. En Lucas 24:47, les dijo que “se proclamase en Su nombre el arrepentimiento para el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Si examinamos estos tres mandatos que se hallan al final de Mateo, Marcos y Lucas, notaremos que tienen un carácter fuerte, preciso, claro y absoluto.

LA MEZCLA RELIGIOSA QUE HABIA EN JERUSALEN

  A pesar de que Pedro y Juan vieron la mezcla religiosa que había en Jerusalén, guardaron silencio. En ninguna parte leemos que ellos hayan hecho algo para reducir tal mezcla. Por el contrario, según relata el propio Lucas en Hechos, sólo Pablo se preocupó por dicha situación. Tal parece que Pedro y Juan no sentían ninguna preocupación al respecto. De lo contrario, habrían hablado firmemente con Jacobo y le habrían dicho: “Aun antes de que tú fueras salvo, nosotros oímos la palabra y recibimos la visión en la que se desvanecía la economía del Antiguo Testamento”.

  Según el Nuevo Testamento, el Jacobo de Hechos 21 era hermano en la carne del Señor Jesús. Tanto él como los demás hermanos del Señor, fueron salvos inmediatamente después de que El resucitó, si no es que un poco antes. Por tanto, es posible que Jacobo haya estado presente cuando el Señor dio algunos de los mandatos mencionados al final de Mateo, Marcos y Lucas. El debe de haberse enterado de que el Señor había dado órdenes de que los discípulos predicaran el evangelio a todas las naciones.

  ¿Por qué los discípulos, incluyendo a Jacobo, parecieron hacer caso omiso a las palabras del Señor, acerca de que el evangelio debía ser predicado a todas las naciones, y, por otra parte, prestaron tanta atención al Antiguo Testamento? La revelación que recibieron los discípulos y el mandato que les dio el propio Señor, fueron muy claros, precisos, enfáticos y absolutos. Por tanto, ellos debieron haber entendido la economía de Dios, pero de todos los que estaban en Jerusalén, ninguno se preocupó por las palabras del Señor, sino que parecían estar en favor de la mezcla de la dispensación del Antiguo Testamento y la economía neotestamentaria de Dios.

  Hechos 21:19 declara que Pablo, después de saludar a Jacobo y a los ancianos, “les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio”. Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios (v. 20). Luego, Jacobo tomó la iniciativa y dijo a Pablo: “Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley” (v. 20). Las palabras de Jacobo en realidad eran vergonzosas. Si yo fuera Pedro habría sentido vergüenza de oír tales palabras.

  En los primeros capítulos de Hechos Pedro se había mostrado muy osado. El y Juan se enfrentaron con firmeza a la oposición del sanedrín. No obstante, parecía como si de los capítulos quince al veintiuno Pedro hubiera perdido su valor. Según lo dicho por Pablo en Gálatas 2, Pedro incluso se comportó hipócritamente con relación a esta mezcla religiosa. ¡Cuán lamentable era la situación de Jerusalén en Hechos 21! Este cuadro debe impresionarnos a todos. Sin embargo, no debemos criticar a Pedro, porque en principio, hoy nos encontramos en una situación semejante.

  Podemos decir que desde la época de Hechos 15, Pablo había quedado intranquilo en lo profundo de su espíritu, con respecto a la condición de la iglesia en Jerusalén. La carga que sentía durante su tercer viaje ministerial era tan fuerte que no podía olvidar Jerusalén. Así que, en 19:21, se propuso en su espíritu ir a Jerusalén. El propósito de su ida no era simplemente expresar su interés amoroso hacia los santos necesitados, sino también tener comunión con Jacobo y con los demás ancianos acerca de la mezcla religiosa que prevalecía allí. Aparentemente Pablo se proponía ir a Jerusalén para llevar, de parte de los creyentes gentiles, un alivio económico a los santos necesitados de Judea. Pero en realidad, el espíritu y el corazón de Pablo se preocupaban por la penosa condición de Jerusalén, el mismo lugar donde antes se había originado el mover del Señor en la tierra. Según la comprensión de Pablo, dicha fuente había sido contaminada, y a causa de esto, él no sentía la paz de seguir adelante llevando a cabo el mover del Señor. Pablo sabía que por mucho que laborara en el mundo gentil, tarde o temprano llegaría la corriente contaminada que fluía desde Jerusalén. Consciente de esto, se propuso en su espíritu ir a la fuente, con la intención de solucionar el problema y cortar de raíz la contaminación. Además, deseaba seguir de allí a Roma, y aun a España, con miras al progreso del evangelio, y así llevar adelante la economía neotestamentaria de Dios.

LA INTOLERANCIA, PROVIDENCIA Y COMPASION DEL SEÑOR

  Cuando Pablo subió a Jerusalén por última vez, tal parece que no tuvo oportunidad de solucionar el problema que había allí. Por el contrario, la puerta parecía estar muy cerrada para él, y Jacobo y los ancianos lo pusieron en una situación muy difícil. Al no encontrar salida, resolvió aceptar la propuesta que ellos le hicieron y fue al templo para purificarse con los cuatro que habían hecho el voto nazareo. Sin embargo, como ya dijimos, el Señor no toleró tal situación.

  En 21:23 y 24, Jacobo dijo a Pablo: “Tenemos aquí cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley”. Hemos visto que el voto mencionado en el versículo 23 era el voto nazareo (Nm. 6:2-5) y que el hecho de purificarse con los nazareos, hacía de él un nazareo y lo unía a ellos en el cumplimiento de su voto.

  Hechos 21:26 agrega: “Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo y dio aviso del cumplimiento de los días de la purificación, hasta que la ofrenda se presentara por cada uno de ellos”. Este asunto era muy grave. El voto nazareo no era común, antes bien, era muy particular, privado y extraordinario. Además, las ofrendas que se usaban en el voto nazareo eran muy particulares. Por esta razón resulta difícil entender el hecho de que el apóstol Pablo regresara al templo, participara del voto nazareo y esperara a que los sacerdotes ofrecieran los sacrificios por él y por los demás.

  Según lo que escribió en las Epístolas a los Romanos y a los Gálatas, él nunca debió haber regresado al templo, ni debió participar en ese voto. Por consiguiente, no es de sorprenderse que el Señor no tolerara dicha situación. Así que, aunque Pablo procuraba mantener la paz, el Señor permitió que se produjera un gran alboroto en contra de él.

  El hecho de que un apóstol como Pablo, después de escribir epístolas como Romanos y Gálatas, se uniera a aquellos que habían hecho el voto nazareo y luego los acompañara al templo para ser purificado, permaneciendo allí hasta que el sacerdote ofreciera los sacrificios, era un acto muy grave. El Señor toleró el voto personal de Pablo en 18:18, pero no pudo tolerar el hecho de que él se uniera a los que guardaban el voto nazareo en el capítulo veintiuno.

  De hecho, Pablo ni siquiera debió haber hecho el voto referido en el capítulo dieciocho, ya que en Gálatas 2:20 él declaró que había sido crucificado juntamente con Cristo, con lo cual parecía decir: “Yo, el Pablo judío, he sido crucificado juntamente con Cristo, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. No obstante al participar de aquel voto judío, él no vivía como cristiano sino como judío, pues ésta era una práctica judía, y no cristiana.

  Todos los creyentes de Jerusalén eran judíos. Fue en Antioquía donde los creyentes fueron llamados cristianos por primera vez (11:26). ¿Se había olvidado Pablo del término “cristiano” cuando guardó una práctica judía en Hechos 18? ¿Acaso un cristiano debía hacer un voto de agradecimiento a la manera judía? Entonces, ¿por qué Pablo aún conservaba esta práctica judía? Aunque en esa ocasión el Señor la toleró, El no pudo tolerar lo que ocurría en Hechos 21, donde leemos que Pablo esperaba el cumplimiento de los días de purificación, en el que los sacerdotes ofrecían los sacrificios.

  De 21:27 en adelante, vemos la providencia del Señor de una manera particular. También vemos Su compasión. Por una parte, Pablo era fiel, pues estaba dispuesto a arriesgar su vida por el nombre del Señor (20:24; 21:13). Ciertamente él estaba dispuesto “a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús” (21:13). Pero por otra parte, era humano y no supo qué hacer en Hechos 21. El Señor no tenía a nadie mejor ni más fiel que Pablo. Por lo tanto, intervino y lo rescató de la mezcla religiosa que prevalecía en Jerusalén, y más adelante lo liberó de los judíos que tramaban un complot para matarlo. Finalmente, los romanos lo pusieron bajo custodia, aislándolo así de todo problema y alboroto. De esa manera, el Señor permitió que pasara un tiempo tranquilo, a fin de que pudiera escribir sus últimas epístolas. En particular, Pablo tuvo la oportunidad de escribir las cuatro epístolas más cruciales, a saber, Hebreos, Efesios, Filipenses y Colosenses. Examinemos brevemente estas epístolas, que deben considerarse como un solo grupo.

CUATRO EPISTOLAS CRUCIALES

Hebreos

  El libro de Hebreos revela que Cristo supera al judaísmo en todo. En el judaísmo tenemos a Dios. Pero Hebreos 1 revela que Cristo es el propio Dios, y Hebreos 2 muestra que El es también hombre. El Dios del judaísmo era simplemente Dios, pero el Dios del Nuevo Testamento es tanto Dios como hombre, el Dios-hombre. Como Dios-hombre, Cristo es superior a los ángeles, quienes constituían un tema importante en el judaísmo. Además, el libro de Hebreos revela que Dios es superior a Moisés, a Josué y al sacerdote Aarón.

  La epístola de Hebreos revela que el nuevo pacto, establecido por Cristo, supera al antiguo pacto establecido por Moisés (8:6-13), y que Cristo como el único sacrificio es superior a los antiguos sacrificios (10:9-10, 12, 14). El único sacrificio que cuenta para Dios es el de Cristo, el cual terminó y reemplazó todos los sacrificios del Antiguo Testamento.

  En el libro de Hebreos, Pablo presenta un cuadro muy claro que muestra que las cosas del Antiguo Testamento llegaron a su fin, y que lo que permanece ahora en la economía neotestamentaria de Dios es Jesucristo, quien lo incluye todo. Debido a que Pablo tenía esta visión, no podía tolerar la mezcla del Cristo todo-inclusivo con las cosas inferiores y obsoletas de la economía del Antiguo Testamento.

Efesios

  En la Epístola a los Efesios Pablo indica que todos los creyentes, judíos y gentiles, necesitan un espíritu de sabiduría y de revelación a fin de ver cuál es el llamamiento de Dios, el cual da por resultado la iglesia, el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (1:17-23). En el capítulo dos, Pablo añade que todas las ordenanzas de la ley del Antiguo Testamento fueron abolidas por medio de la muerte de Cristo en la cruz, para crear en Cristo, de los judíos y los gentiles, un solo y nuevo hombre (vs. 14-16). En el capítulo tres, vemos que las riquezas de Cristo deben ser el constituyente de la vida de iglesia, y que necesitamos que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones, para que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud del Dios Triuno, a fin de que lo expresemos plenamente (vs. 8, 17-19). En el capítulo cuatro, Pablo declara que sólo hay un Cuerpo, un Espíritu, un Señor y un Dios (vs. 4-6). El Cuerpo asimila al Dios Triuno y se mezcla con El hasta convertirse en el nuevo hombre (v. 24). Después, en el capítulo cinco, Pablo indica que el nuevo hombre debe llenarse del Dios Triuno en el espíritu, a fin de llevar una vida que exprese al Dios Triuno en Cristo (v. 18). Finalmente, en Efesios 6, vemos que debemos pelear la batalla espiritual en favor del reino de Dios (v. 11). Este es un breve resumen de la revelación contenida en Efesios.

Filipenses

  En Filipenses 3:7 Pablo declara: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.” Pablo era hebreo, hijo de hebreos, fariseo en cuanto a la ley (3:5), pero él consideraba todas las cosas judías, todo lo relacionado con el Antiguo Testamento, como basura, para ganar a Cristo (3:8). El apóstol sabía muy bien que en la economía neotestamentaria de Dios, Cristo debe ser el todo. Por consiguiente, él seguía a Cristo con el deseo de llevar una vida en la cual otros lo hallaran en Cristo (3:9-14).

Colosenses

  Según la revelación del libro de Colosenses, Cristo es la realidad de todas las cosas positivas. El es la porción asignada por Dios para los santos (1:12), la imagen de Dios (v. 15), el Primogénito de toda creación (v. 15), el Primogénito de entre los muertos (v. 18), el misterio de Dios (2:2), la corporificación de la Deidad (2:9), nuestra fiesta, nuestra luna nueva, nuestro sábado (2:16-17) y nuestra vida (Col. 3:4). En Colosenses, vemos que Cristo debe ser nuestro todo. Colosenses muestra claramente que en el nuevo hombre, compuesto de todos los creyentes, no puede haber griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, sino que Cristo es el todo y en todos.

  Si examinamos Hebreos, Efesios, Filipenses y Colosenses como un todo, veremos que a Pablo, quien recibió tanta luz acerca de la economía neotestamentaria de Dios, lo único que le importaba era Cristo. No obstante, en su última visita a Jerusalén, él vio que prevalecía allí una situación confusa, que había algo de Cristo mezclado con cosas de la economía del Antiguo Testamento.

VOLVER A CRISTO, QUIEN ES EL ARBOL DE LA VIDA, EL MANA Y LA CENA

  El ministerio de Pablo, que completa la revelación divina (Col. 1:25), presenta una revelación completa del Cristo que lo incluye todo. Las catorce epístolas de Pablo, y más concretamente Hebreos, Efesios, Filipenses y Colosenses, revelan a Cristo como el todo para la iglesia y para los santos. No obstante, para el tiempo en que fue escrito el libro de Apocalipsis, la visión del Cristo todo-inclusivo se había perdido por completo. Esto lo comprueba el relato de las siete epístolas en Apocalipsis 2 y 3. En dicho pasaje, Cristo, la Cabeza del Cuerpo, hace un llamado a los vencedores a vencer la degradación. Los vencedores de Apocalipsis no sólo vencen el pecado, el mundo y la carne, sino también la degradación que se produjo al perderse la visión del Cristo todo-inclusivo.

  En Apocalipsis 2:7, el Señor declara: “Al que venza, le daré de comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios”, y en 2:17, agrega: “Al que venza, le daré de comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”. Además en 3:20, el Señor declara: “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Estos versículos hablan del árbol de la vida, del maná escondido y de cenar con el Señor. El Señor parecía decir: “Necesitas disfrutarme y olvidarte de todas las prácticas y formas externas. Vuélvete pronto a Mí; Yo soy tu árbol de vida, tu maná y tu cena. Deja toda mezcla y todas las cosas que me reemplazan en las iglesias degradadas, y regresa a Mí; Yo soy tu todo”.

  En la situación actual de degradación, hay muchas cosas que reemplazan al Cristo todo-inclusivo. Debemos alejarnos de todos estos sustitutos y volvernos al Cristo todo-inclusivo, quien es el árbol de la vida, el maná escondido, nuestra cena y nuestro todo. Debemos volvernos a El siguiendo el camino del disfrute y no el de las doctrinas, es decir, no solamente recibiendo un conocimiento objetivo acerca de El, sino disfrutándole como el árbol de la vida, el maná escondido y la cena.

  El verdadero traslado consiste en vencer la condición degradada que prevalece entre los cristianos, y en volvernos a Cristo, disfrutándolo como el árbol de la vida, el maná escondido y nuestra fiesta. Este traslado nos saca de la antigua religión degradada y nos trae al recobro actual, que consiste en recuperar nuestro disfrute del Cristo todo-inclusivo. Hoy en día, este Cristo no es solamente el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), sino también el Espíritu siete veces intensificado (Ap. 5:6).

  Necesitamos recibir una visión general de la degradación actual y, por otra parte, darnos cuenta de que el Señor desea conducirnos a El mismo, a fin de que lo disfrutemos plenamente. Cada día debemos preocuparnos por una sola cosa: disfrutar a Cristo como el árbol de la vida, como el maná escondido y como la cena. Debemos disfrutar a Cristo como nuestro todo, incluso como nuestras vestiduras blancas (Ap. 3:5) y como la piedrecita blanca (2:17), a fin de llegar a ser los materiales aptos para la habitación eterna de Dios. Nuestra necesidad actual consiste en experimentar dicho traslado que nos saque de la religión degradada, y nos conduzca, por medio del disfrute, a la realidad del Cristo todo-inclusivo.

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