Mensaje 7
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Lectura bíblica: Hch. 2:1-13
En Hechos 2:1-13, vemos que los creyentes judíos fueron bautizados en el Espíritu Santo. Los versículos del 1 al 4 se relacionan con el llenar económico del Espíritu. En este mensaje prestaremos especial atención a estos cuatro versículos.
Hechos 2:1-2 dice: “Al cumplirse, pues, el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados”. En la resurrección del Señor, el Espíritu de vida de resurrección se asemeja a un soplo; el Señor sopló en los discípulos y les infundió el Espíritu (Jn. 20:22) para el aspecto esencial de la vida y existencia espirituales de ellos. En la ascensión del Señor, el Espíritu de poder de ascensión, derramado sobre los discípulos, es simbolizado por el viento y tiene por objeto el ministerio y las actividades de los discípulos en el aspecto económico. El fin del Espíritu esencial de la vida de resurrección es que los creyentes vivan a Cristo; mientras que la finalidad del Espíritu económico de poder de ascensión es que ellos cumplan Su comisión.
Debemos ver claramente la diferencia entre el soplo del Señor en Juan 20 y el viento recio en Hechos 2. El soplo impartió de manera esencial al Espíritu vivificante en los discípulos para la vida y existencia espirituales de ellos, mientras que el viento derramó el Espíritu económico de poder sobre los creyentes, que ya habían recibido el Espíritu esencial. El derramamiento del Espíritu de poder no tiene que ver con la vida y existencia espirituales de los creyentes, sino con su ministerio y actividades. Por tanto, el aspecto esencial del Espíritu se relaciona con la vida, mientras que el aspecto económico, con el ministerio. Es importante que veamos la diferencia entre estos dos aspectos del Espíritu si deseamos entender correctamente los evangelios y el libro de Hechos. De lo contrario, nos confundiremos.
Hace muchos años, un ministro de renombre dijo que lo que el Señor hizo en Juan 20 cuando sopló en Sus discípulos, había sido meramente una actuación simbólica de lo que había de suceder en Hechos 2. En su opinión, después de que el Señor realizó este acto en Juan 20, los discípulos debían esperar cincuenta días para recibir la realidad de aquello. De acuerdo con este ministro, Juan 20 y Hechos 2 se refieren a lo mismo, con la única diferencia de que el primero había sido una mera representación, mientras que el segundo, la realidad. Este concepto es totalmente erróneo. Como ya hemos señalado, existe una diferencia entre el soplo de Juan 20 y el viento de Hechos 2. El soplo se relaciona con la vida, y el viento con el poder.
En el Evangelio de Juan, el Espíritu de vida en resurrección se compara con el agua que bebemos. Juan 4:14 dice: “Mas el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en El una fuente de agua que salte para vida eterna”; y en 7:37-39 añade: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en El”. En Lucas 24:49, el Espíritu económico se compara con el vestido que nos cubre: “He aquí, Yo envío la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. El agua nos da vida interiormente y el vestido nos hace aptos para laborar exteriormente.
Podemos usar el ejemplo de un policía para ver mejor la diferencia entre el Espíritu esencial de vida y el Espíritu económico de poder. Un policía no se pone el uniforme para saciar su sed; el uniforme jamás puede apagarla. El policía sólo se pone el uniforme cuando sale a trabajar, es decir, cuando va a desempeñar su función. Supongamos que un policía bebiera algo para saciar su sed y luego se fuese a trabajar sin uniforme. En ese caso, nadie le prestaría atención por más que intentara dar órdenes en la calle. No importa cuánto beba para saciar su sed, también necesita llevar su uniforme para cumplir su labor de policía. Al verle el uniforme, los demás lo respetarán. Esto demuestra la diferencia entre beber y estar vestido. Beber es un asunto interno, mientras que estar vestido es externo.
Es un grave error aseverar, como lo hizo este ministro, que el soplo de Juan 20 era sólo un acto simbólico y que el viento de Hechos 2 era la realidad del mismo. Esta interpretación obedece a una carencia de conocimiento y trae confusión. Para obtener el debido conocimiento, no sólo requiere estudiar las Escrituras, sino también recibir la iluminación celestial y tener una experiencia adecuada. Es incorrecto decir que en Juan 20 Pedro no recibió el Espíritu de vida. Lo que hizo el Señor no fue una mera actuación. Juan 20:22 dice que el Señor Jesús “sopló en ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. Esto indica que fue un hecho consumado. Por lo tanto, el soplo que infundió el Espíritu vivificante en los discípulos el día de la resurrección de Cristo, fue una realidad.
El soplo divino mencionado en Juan 20:22 es en realidad el Espíritu Santo, la consumación final del Dios Triuno procesado que llega a Su pueblo redimido. Esto se cumplió particularmente en Juan 20.
El Nuevo Testamento revela que el Dios Triuno se encarnó, se manifestó en la carne. Aquel que se encarnó era el Dios completo, el Dios Triuno —Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu—, y no solamente el Hijo. Afirmar que el Dios completo se manifestó en la carne equivale a decir que el Dios completo se encarnó. El Dios Triuno se hizo hombre, vivió en la tierra, ministró, entró en la muerte, la conquistó y sometió, y salió de ella en resurrección. Finalmente, en resurrección, El se hizo Espíritu vivificante.
Juan 1:14 dice: “Y el Verbo se hizo carne” y 1 Corintios 15:45 dice: “El postrer Adán [fue hecho] Espíritu vivificante.” La expresión “carne”, mencionada en Juan 1:14, equivale a “el postrer Adán”, que se menciona en 1 Corintios 15:45. Ahora el postrer Adán se ha hecho el Espíritu vivificante, y este Espíritu es la transfiguración del Cristo encarnado.
Debemos saber quién se encarnó. Aquel que se encarnó era el Dios Triuno, quien como hombre llegó a ser el postrer Adán, el cual en resurrección fue hecho Espíritu vivificante. Como tal, El apareció a Sus discípulos el día de Su resurrección, y soplando en ellos les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. ¿Quién es este Espíritu? Es la consumación final del Dios Triuno procesado que llega a Su pueblo redimido.
Todos debemos recibir la visión de que el Dios Triuno llega a ser el postrer Adán, y que el postrer Adán se ha hecho el Espíritu vivificante, la consumación del Dios Triuno procesado que llega a nosotros. En cuanto a esto, no prestamos atención a concilios, credos ni a la teología tradicional. Nos interesa solamente la Palabra pura de Dios, la cual revela que el Dios Triuno se hizo el postrer Adán, y que el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante. ¡Alabado sea el Señor porque el Dios Triuno procesado como Espíritu vivificante llegó a nosotros! El día de la resurrección del Señor, el Dios Triuno procesado se infundió en los discípulos como Espíritu vivificante al soplar en ellos.
Cincuenta días después de la resurrección, el día de Pentecostés, algo más ocurrió. Ese día, el Cristo ascendido se derramó sobre los discípulos como Espíritu económico y ellos recibieron el uniforme de poder y autoridad. Un policía uniformado tiene autoridad. Por muy potente que sea un automóvil, el conductor debe obedecer a la autoridad del policía. El uniforme es una señal de autoridad. El día de Pentecostés, los ciento veinte discípulos fueron revestidos con el uniforme celestial del poder económico.
En Lucas 24:49, el Señor les mandó a los discípulos a que se quedaran en Jerusalén hasta que fueran revestidos de poder desde lo alto. Luego, el día de Pentecostés, después de que fueron revestidos de poder, Pedro se levantó y habló con tal autoridad y poder que todos los que lo oyeron quedaron asombrados. Esto se debió a que Pedro había sido revestido con el uniforme celestial.
No debemos aceptar enseñanzas erróneas referentes al Espíritu Santo que se menciona en Juan 20 y Hechos 2. Alabamos al Señor por el soplo del Espíritu de Juan 20 y por el viento del Espíritu de Hechos 2. El soplo nos infunde la vida y el viento nos hace aptos para movernos con Dios. Además, el soplo nos proporciona una fuerza interior, mientras que el viento nos reviste de autoridad, lo cual es exterior. Mediante estos dos aspectos, somos plenamente equipados.
Así como la crucifixión es un hecho consumado, los son también el soplo del Espíritu de vida y el viento del Espíritu de poder. Debemos simplemente creer lo que dicen estos dos pasajes y aceptarlo como un hecho. ¿Dónde están estos pasajes? Están en la Biblia. ¿Cuáles son los hechos que presentan? Primero, es que el Señor con Su sopló infundió el Espíritu de vida en Sus creyentes, y el segundo, que al venir como viento sobre ellos, los revistió con Su Espíritu de poder.
Al oír que debemos creer lo que dice la Biblia y aceptar los hechos acerca de los aspecto esencial y económico del Espíritu, algunos dirán: “No siento que el Espíritu de vida haya sido infundido en mí, ni tampoco que el Espíritu de poder esté sobre mí”. Si alguien me hiciera este comentario, le contestaría así: “¿No cree que el Señor Jesús murió por usted? Claro que sí, aunque no sienta nada al respecto. Lo cree porque la Biblia lo enseña. Asimismo usted debe creer que el Señor Jesús se impartió como Espíritu de vida en los discípulos, incluyéndolo a usted. Igualmente debe creer que el Señor Jesús vino como viento y derramó el Espíritu de poder sobre todos nosotros”.
Debemos aceptar el soplo y el viento de Cristo como hechos consumados, al igual que creemos en Su crucifixión. ¿Tenemos el Espíritu esencial de vida? Sí, lo tenemos ¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos porque la Biblia nos lo dice. ¿Tenemos también el Espíritu económico de poder sobre nosotros? Sí, lo tenemos. ¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos porque éste es un hecho que la Biblia nos presenta. ¡Alabado sea el Señor por Su crucifixión, por Su soplo y por el viento! ¡Alabado sea el Señor que conocemos estos hechos porque la Biblia nos lo dice!
Hechos 2:2 declara que un viento recio que soplaba llenó toda la casa donde los ciento veinte estaban sentados. La palabra griega traducida “llenó” es pleróo, la cual significa llenar el interior, tal como el viento llenó la casa.
Los versículos 3 y 4 afirman: “Y se les aparecieron lenguas, como de fuego, que se repartieron asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en diversas lenguas, según el Espíritu les daba a expresarse”. La palabra griega traducida “llenos” en el versículo 4 es plétho (también usada en 4:8, 31; 9:17; 13:9 y Lc. 1:15, 41, 67), y significa llenar exteriormente. Según se usa en Hechos, pleróo denota llenar un vaso por dentro, tal como el viento llenó la casa interiormente en el versículo 2; y plétho denota llenar a las personas exteriormente, tal como el Espíritu llenó a los discípulos exteriormente en este versículo. Los discípulos fueron llenos (pleróo) del Espíritu interior y esencialmente (13:52) para su vida cristiana, y fueron llenos (plétho) del Espíritu exterior y económicamente para su ministerio cristiano. El Espíritu que llena interiormente, el Espíritu esencial, está en los discípulos (Jn. 14:17; Ro. 8:11), mientras que el Espíritu que llena exteriormente, el Espíritu económico, está sobre ellos (Hch. 1:8; 2:17).
Todo aquel que cree en Cristo debe experimentar ambos aspectos del Espíritu Santo. Incluso Cristo como hombre los experimentó. El nació del Espíritu Santo esencialmente (Lc. 1:35; Mt. 1:18-20) para existir y vivir, y fue ungido con el Espíritu Santo económicamente (Mt. 3:16; Lc. 4:18) para Su ministerio y Su mover. El Espíritu esencial estaba dentro de El, y el Espíritu económico estaba sobre El.
El llenar exterior del Espíritu derramado representa el bautismo del Cuerpo en el Espíritu, llevado a cabo por la Cabeza en ascensión. El día de Pentecostés fueron bautizados los creyentes judíos, la primera parte del Cuerpo; y en la misma forma fueron bautizados los creyentes gentiles, la segunda parte del Cuerpo, en la casa de Cornelio (10:44-47). En estos dos pasos la Cabeza bautizó a Su Cuerpo completo una vez y para siempre en el Espíritu (1 Co. 12:13), quien es la aplicación y la realidad de Sí mismo. El hecho de que El bautizara Su Cuerpo en el Espíritu equivale a que lo bautizara en Sí mismo. Este fue el cumplimiento del bautismo en el Espíritu Santo que Cristo, la Cabeza del Cuerpo, había prometido en Hechos 1:5.
Les animo a estudiar detenidamente el tema del derramamiento del Espíritu Santo. En 2:1-13 vemos que el Espíritu Santo se derramó sobre los discípulos en el aspecto económico. En esa ocasión, los creyentes judíos fueron bautizados en el Espíritu Santo. Más tarde, en la casa de Cornelio, Cristo hizo lo mismo con los creyentes gentiles. Por medio de estos dos pasos, Cristo, la Cabeza, bautizó a todo Su Cuerpo en el Espíritu Santo una vez y para siempre.